“En el interior del alma”. Somos templos del Espíritu Santo.
“Inhabita en nuestra alma, por la gracia”. Se le ha llama también Consolador, y Santificador.
El Espíritu Santo sólo actúa si se lo permitimos, si luchamos por quitar los obstáculos que nos inclinan a las cosas de abajo: el amor propio, que apaga la caridad; la tristeza, que ahoga la paz y la alegría; el egoísmo, que mata en su raíz los arranques de generosidad; la corteza roñosa de podredumbre sensual (Camino, 130) que agosta los sabrosos frutos de la modestia y la castidad (Cfr. Cartas de Familia I, 389).
Muchos desconocen la presencia del Espíritu Santo en las almas y su incesante actividad en las almas, hasta el punto de que para muchos es el Gran Desconocido. A quien no se conoce no se puede querer, porque no se le trata.
Las mociones del Espíritu Santo. “Cauce importantísimo de esas mociones es la dirección espiritual: los consejos recibidos en la confesión y en la charla fraterna, los detalles que nos señalan a través de la corrección fraterna, un comentario escuchado en un Círculo… Ahí hemos de saber descubrir la voz del Espíritu Santo, porque sería una falsa docilidad al Paráclito la que llevara a autodirigirse en la vida interior y en el apostolado” (Carta del Padre, 14/II/97, 13, 5).
El progreso en la vida interior depende de la docilidad al Espíritu Santo. “Si somos fieles a sus mociones, si procuramos decir que sí –no sólo con los labios, sino de verdad: opere et veritate- a todo lo que nos va sugiriendo –pequeñas mortificaciones, poner más empeño en el trabajo, vencernos cuando nos cuesta ser amables con los demás, humillarnos al comprobar que no sabemos ser comprensivos…-, entonces el Espíritu Santo se nos entrega con más plenitud. En cambio, si no hacemos caso de sus inspiraciones, nos ponemos en peligro de dejar de percibirlas: no porque se canse de nosotros, sino porque el alma se cubre de una costra durísima” (D. Álvaro, tertulia 10/06/97).
La acción del Espíritu Santo durante la Santa Misa (en la homilía de nuestro Padre sobre el Corpus Christi, insiste mucho en la acción del Espíritu Santo durante la Santa Misa).
La oración al Espíritu Santo que compuso San Josemaría en abril de 1934. “Ven Oh Santo Espíritu, ilumina mi entendimiento para conocer tus mandatos, fortalece mi voluntad contra las insidias del enemigo, inflama mi corazón, he oído tu voz y no quiero endurecerme y resistir diciendo después, mañana… Nunc coepi! ¡ahora!, no sea que el mañana me falte”.
Que la Virgen Santísima nos lleve a acercarnos al Espíritu Santo.