6.1.08

San Mateo

San Mateo[1]

San Marcos, San Lucas y el propio San Mateo narran la vocación de éste inmediatamente después de la curación del paralítico de Cafarnaún. Probablemente el mismo día o al siguiente, se dirigió Jesús a la orilla del mar seguido de una gran muchedumbre. Y en el camino pasó delante del lugar donde se pagaban los tributos por el tránsito de mercancías de una región a otra.

  • No perder nunca la esperanza de ser santos. San Mateo fue convertido en un instante de publicano en apóstol.

Mateo, como publicano, estaba al servicio de Herodes y, sin ser funcionario, era arrendatario de los impuestos. Este oficio era mal visto, incluso despreciado, por el pueblo, aunque a la vez apetecido por la facilidad de enriquecimiento que proporcionaba. Es de suponer que este publicano era de buena posición, pues pudo dar un gran banquete en su casa, al que asistió un grandísimo número de publicanos y otros que los acompañaban a la mesa.

Al pasar Jesús, le invitó a que le siguiera. Y dejadas todas las cosas se levantó y le siguió. Se trata de una respuesta rápida y generosa. Mateo, que debía conocer al Maestro de otras ocasiones, esperó este gran momento, y a la primera insinuación no dudó en dejarlo todo para seguir a Jesús. Sólo Dios sabe lo que vio aquel día en Mateo, y sólo el Apóstol sabrá lo que contempló en Jesús para dejar inmediatamente la mesa de las recaudaciones y seguirle.

En todos nosotros se fija el Maestro, cualesquiera que sean nuestra edad y condición. Sabemos bien que Jesucristo pasa cerca de nuestra vida, nos mira y se dirige a nosotros de manera singular. Nos invita a seguirle más de cerca.

  • Dios nos buscará si trabajamos y trabajamos bien.

Jesús va a buscar a Mateo a su lugar de trabajo. Jesús vio al publicano y le dijo: Sígueme. Sígueme, que quiere decir: "Imítame". Le dijo: Sígueme, más que con tus pasos, con tu modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él.

Aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandona su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhirió al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.

El trabajo es el quicio de nuestra santificación.

  • De que tú y yo nos portemos como Dios quiere, no lo olvides, dependen muchas cosas grandes” (Camino, 755).

Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores.



[1] Cfr. Hablar con Dios y De las homilías de san Beda el Venerable, presbítero. (Homilía 21: CCL 122,149-151).