24.12.08

Meditacion de Nochebuena

"En el misterio santo que hoy celebramos, Cristo, el Señor, sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo: el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra; el eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal para asumir en sí todo lo creado, para reconstruir lo que estaba caído y restaurar de este modo el universo, para llamar de nuevo al reino de los cielos al hombre sumergido en el pecado" (Prefacio de Navidad).

"Despiértate: Dios se ha hecho hombre por ti. Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Por ti precisamente, Dios se ha hecho hombre.

Hubieses muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca te hubieses visto libre de la carne del pecado, si él no hubiera aceptado la semejanza de la carne de pecado. Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si él no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si él no hubiera venido.

Celebremos con alegría el advenimiento de nuestra salvación y redención. Celebremos el día afortunado en el que quien era el inmenso y eterno día, que procedía del inmenso y eterno día, descendió hasta este día nuestro tan breve y temporal. Éste se convirtió para nosotros en justicia, santificación y redención: y así —como dice la Escritura—: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (San Agustín).

Jesús, recién nacido, no habla; pero es la Palabra eterna del Padre. Se ha dicho que el pesebre es una cátedra. Nosotros deberíamos hoy «entender las lecciones que nos da Jesús ya desde Niño, desde que está recién nacido, desde que sus ojos se abrieron a esta bendita tierra de los hombres»

"Dios se humilla para que podamos acercarnos a El, para que podamos corresponder a su amor con nuestro amor, para que nuestra libertad se rinda no sólo ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad".

Hacemos un propósito de humildad. La primera llaga que el pecado causó en nuestra alma fue el orgullo. Jesús ha venido para enseñarnos a ser humildes.

Que nuestra vida esté centrada en Jesús, como la de Santa María y San José. "Así estuvo siempre, y así debemos aprender a estar nosotros, ¡tan dispersos y tan distraídos por cosas que carecen de importancia! Una sola cosa es verdaderamente importante en nuestra vida: Jesús, y cuanto a El se refiere".

Jesús, María y José estaban solos. Pero Dios buscó, para acompañarle, a gente sencilla, unos pastores, quizá porque, como eran humildes, no se asustarían al encontrar al Mesías en una cueva, envuelto en pañales.

Son los pastores de aquellos contornos a quienes se refería el profeta Isaías: el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. En esta primera noche sólo en ellos se cumple la profecía. Ven una gran luz: la gloria del Señor los envolvió de claridad. No temáis, les dice un ángel, pues vengo a anunciamos una gran alegría, que lo será para todo el pueblo; hoy, en la ciudad de David, os ha nacido el Salvador, que es el Cristo, el Señor.

Esa noche son los primeros y los únicos en saberlo. «En cambio hoy lo saben millones de hombres en todo el mundo. La luz de la noche de Belén ha llegado a muchos corazones, y, sin embargo, al mismo tiempo, permanece la oscuridad. A veces, incluso parece que más intensa (... ). Los que aquella noche lo acogieron, encontraron una gran alegría. La alegría que brota de la luz. La oscuridad del mundo superada por la luz del nacimiento de Dios (... ).

La Virgen María, en la cueva de Belén, nos enseña cómo ha de ser nuestra vida: está recogida en oración. Sólo vive para estar pendiente de Jesús.

Nosotros le pedimos hoy que nos dé este recogimiento interior necesario para ver y tratar a Dios, muy cercano también a nuestras vidas.

La oración de Santa María y de San José en Belén era un diálogo "mudo" con Jesús. Así es tantas veces la nuestra.

"Me ha impresionado siempre su espontaneidad en el trato con el Señor. Las comunidades de religiosas del Real Patronato de Santa Isabel han contado los encuentros y delirios de amor del Fundador del Opus Dei con la imagen del Niño Jesús que conservan en uno de los dos Conventos. Y yo he visto también su actitud ardiente y apasionada cuando llegaban las Navidades: al entrar o salir del oratorio, besaba con ternura al Niño recién nacido. En otros momentos le cogía en sus brazos, acariciándole dulcemente, mientras le miraba agradecido y con hambre de aprender. En una ocasión, después de besarle, puso sus ojos en esa imagen y, con la delicada ilusión de un padre de familia, requebró al Niño Jesús: ¡chato!"

«Esa imagen del Niño Jesús —comenta mons. A. del Portillo— dio ocasión a nuestro Padre para que hiciese mucha oración y muchos actos de amor a la Humanidad Santísima de Jesús. Lo solía pedir a las monjas especialmente por las épocas de Navidad, y lo bailaba y lo arrullaba y lo mimaba».

La oración de María y José estaría reducida a una palabra: "Jesús". Una sola palabra dicha con mucho amor y mucha humildad.

"He contemplado una escena en distintas Navidades, cuando -al distribuir las figuras del Nacimiento- alguien colocaba a San José un poco distante del Niño y de la Virgen o en un segundo plano. Mons. Escrivá de Balaguer las acercaba, mientras repetía: vamos a poner siempre a José muy cerca de Jesús y de María, porque siempre lo estuvo, porque lo sigue estando, y porque nos tiene que servir de guía para servir al Señor, contando también con la intercesión de la Virgen, como los dos le sirvieron" (Memoria del Beato Josemaría).


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