3.5.03

La Cruz en mi vida

Dice un himno de la Liturgia de las Horas: “...Que cuando llegue el dolor / que yo sé que llegará / que no se me enturbie el amor / ni se me nuble la paz.” Y ese creo o, mejor dicho, quiero que sea el centro de mi ofrecimiento. Todos los días ofrezco mi labor cotidiana, mas también hago ofrenda de mi vida al que es mi Creador. Yo, como dice el Santo Padre, quisiera ser Luz para el mundo. Que todos aquellos que me contemplen vean reflejada la gloria de Dios Padre en mi silla de ruedas.

Observad las ruedas de mi silla: son los clavos de Jesucristo. Contemplad el reposacabezas: es el letrero donde dice quien soy (un siervo de Dios que quiere hacer su Voluntad, aunque a veces, tal vez a menudo, me rebelo); porque lo que sí tengo demasiado claro es que no soy santo, PERO QUIERO SERLO. Observad mi cuerpo retorcido, no soy yo sino Aquel quien me sostiene en su pecho. Y también quien me conduce, quien guía mis pasos, es la Humildad de Nuestra Madre: María; porque a ellos no se les ve, pero son el motor de este peregrinar por el mundo.

No quisiera ser vanidoso (que lo soy), no quisiera ser orgulloso (que también lo soy) pero siento y experimento todos los días que Dios me ha elegido, como a muchos de vosotros, para ser escándalo de la Cruz, como diría San Pablo. A veces la gente se me queda mirando con extrañeza; en ocasiones yo les miro desafiante, no comprendiendo que es a Cristo a quien ven. Este mundo rehúsa el dolor, yo lo acepto para completar la Redención de Cristo en este mismo mundo.

¡VIVA CRISTO CRUCIFICADO¡

¡VIVA CRISTO RESUCITADO¡

José Javier
Testimonio de la Vigilia de Cuatro Vientos, 3 de mayo de 2003

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