28.4.08

Para mis viejos amigos...

"Envejecer. Confesárselo uno mismo y decirlo
muy alto, no para oir protestar a los amigos
sino para conformar con ello los gustos y prohibirse
lo que aún la víspera se creía permitido.

Dedicarse en silencio a preparar la marcha,
rezar y hacer un poco de bien en torno a sí;
sin descuidar el cuerpo, ocuparse del alma..."


(Poema anónimo del siglo XVI)

La vista, la entrevista y la re-vista

Una vez el Señor contó una historia para explicar cómo entra uno en el Reino de los Cielos.

El hijo de un rey se iba a casar. Estaban con los preparativos de la fiesta y el padre mandó las consabidas tarjetas de invitación.

Los invitados le dijeron que no podrían ir a la boda.El rey no se quedó de brazos cruzados y mandó a sus hombres para que averiguaran las razones de tales negativas.

Cada uno de los invitados buscó su excusa: tierras, negocios…ninguno cambió de planes para ir a la boda real.

El rey se enfadó mucho con aquellos invitados, y tomó cartas en el asunto.Pese a las dificultades, la boda se iba a celebrar y era preciso llenar el banquete.

De modo, que sin necesidad de imprimir más tarjetas de invitación, mandó a sus criados que saliesen a la calle e invitasen a todo hijo de vecino.

Y así hicieron. Salieron a la calle y al palacio entró todo tipo de personas: pobres, ricos, casados, solteros, jóvenes, ancianos…

Todos iban con los trajes apropiados para la ocasión, salvo uno, que no pasó inadvertido.

Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y se dirigió a él: amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?

Aquel hombre no abrió la boca e inmediatamente fue expulsado del banquete.Y es que para entrar en el Cielo no se puede ir ni con cualquier traje ni de cualquier modo. Es imprescindible presentarse limpio de cuerpo y de alma, sin impurezas.

Cuando uno es invitado a una boda se prepara con tiempo y esmero: utiliza los mejores perfumes, va a la peluquería, se engomina, limpia el traje y si puede se compra nuevos zapatos…

Pues para entrar en el Cielo, el Señor se fijará en cómo vamos de limpieza, de pureza de alma y cuerpo…

Porque la virtud de la santa pureza es el vestido de boda para gozar de Dios ya en la tierra y por toda la eternidad.

No en vano, ya nos lo dijo Dios por boca del apóstol san Pablo:

“No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… (ni éstos, ni otros que no viven la santa pureza…) han de poseer el Reino de Dios”. (1 Cor 5, 9 11)

Vivir la castidad es la tarjeta de embarque para llegar al Cielo.

Y para vivir esta virtud se requieren unas cuantas cosas. Pero hay una que juega un papel importante: la vista.

Seguramente te habrás fijado en la capacidad que tiene una madre para darse cuenta de cosas que otros no ven.

Quizá tenga el llamado sexto sentido…, pero lo que está claro es que se da cuenta de muchas cosas sencillamente porque observa con atención.

Una madre que vive para su marido y sus hijos se fija en las caras que tienen, si les falta ropa, si comen poco, si andan preocupados…

¿Y cómo lo consigue?

Porque no tiene ojos más que para los de su familia y por eso es capaz de quererlos y estar en mil detalles pequeños.

La vista es una facultad física buena. Nos la ha dado Dios para gozar de la creación. Igual que hizo Él: Vio Dios que era bueno cuanto había creado (Cfr. Gen, 1).

Dios gozaba al ver lo que salía de su boca creadora…

Las puestas de sol, las olas del mar, los hombres y las mujeres…

Y vio Dios que era bueno…

Nosotros nos damos cuenta también de la bondad de tantas cosas…

Pero somos los hombres los que estropeamos lo bueno de la creación.

El pecado original y los pecados personales se encargan de que lo que entra por los ojos pueda convertirse en materia prima para otros pecados.

Los ojos son como una cámara grabadora de última generación, que registran todo lo que ven y lo almacenan en el usb de la memoria.

Luego la imaginación se encarga de seleccionar las mejores imágenes en los momentos más inesperados…

Y si hemos almacenado fotones sensuales de la calle, de la tele, de Internet…, es fácil que nos asalten las tentaciones contra la pureza.

San Josemaría hablaba en ocasiones de la cuadrilla de ladrones que entraban en una casa sirviéndose de un niño.

Como la puerta principal y las ventanas estaban cerradas, ellos no podían entrar. Pero pronto hallaron la solución: en una de las fachadas había un ventanuco pequeño que, por algún despiste, había quedado abierto. Alzaron al niño hasta la altura de la pequeña ventana y una vez dentro abrió la puerta principal de la casa para que entrara la cuadrilla. El resultado fue el saqueo de toda la casa.

Pues el ventanuco de nuestra alma son los ojos.

Si esta pequeña ventana queda bien cerrada y custodiada, será más fácil vivir la pureza.

El exorcista de la diócesis de Roma contó una vez lo que le dijo el Demonio: yo entro ahí (en las almas) por los sentidos. Y sobre todo por los ojos.

Y una vez que el Enemigo está dentro, como los ladrones, hace lo que quiere, pone patas arriba toda la casa, despierta las pasiones, induce al pecado…

Todo por no tener bien cerrado el ventanuco de la vista.

En todo pecado hay como una concatenación que se sucede: pensamientos, emociones, deseos, actos.

Y a los pensamientos se llega por las imágenes: y a las imágenes por los sentidos externos, sobre todo por la vista.

El Señor nos señaló dónde se encuentra la dificultad de todo esto: en el corazón. Es allí “donde nacen los buenos y los malos pensamientos”.

Por eso nos dijo que “cualquiera que mirase a una mujer con mal deseo hacia ella, ya adulteró su corazón”. Ya pecó.

Si tuviésemos un corazón puro, ver determinado anuncio, o a una chica, no nos alteraría demasiado.

Sabríamos admirar la belleza de una criatura, daríamos gracias a Dios… y ya está.

Pero por el pecado, determinadas imágenes nos despiertan las pasiones desordenadas, los pensamientos impuros, los deseos…

Para vivir cada día mejor la pureza tenemos que poner medios concretos para que el demonio no nos pille por los ojos…

En la Sagrada Escritura se lee el siguiente consejo: “No andes derramando tu vista por las calles de la ciudad, ni vagando de plaza en plaza”. (Ecl 9,7)

Ir por la calle con la vista dispersa, mirando todo lo que se cruza por delante, llena el usb con imágenes de todo tipo.

Necesitamos educar la vista para no ser esclavos de los ojos.

Está claro que hay cosas y personas que nos gustan, que nos atraen instintivamente, pero en algo nos diferenciamos del resto de animalillos que pueblan la tierra: en ser dueños de nuestros actos.
San Pablo nos dejó escrito: “Todo me es lícito, pero no me haré esclavo de ninguna cosa” (1 Cor 5, 12)

Uno podría decir: pero si no hay nada malo en mirar a una chica que va así vestida, o en ver esta película, o entrar en esta página web…

Todo me es lícito.

Es verdad, pero recuerda que la vista es la salvaguarda de la pureza.

Y que por la vista el demonio te esclaviza…tanto, que te sientes incapaz de no mirar… has dejado de ser libre.

En cambio, cuando una persona se esfuerza por no observarlo todo, cuando no se deja llevar por la curiosidad de mirar todos los escaparates, todos los coches, todas las mujeres… es más libre y tiene menos cargado el usb de la memoria con todo tipo de imágenes. Tendrá menos probabilidades de que le vengan tentaciones impuras…porque no todo lo que vemos nos conviene.

Uno de los compañeros de Seminario que trató con mayor confianza a san Josemaría, (el P. Cubero), escribió un recuerdo de cómo vivía el cuidado de la vista.

Un día, mientras iban como de costumbre a la Universidad Pontificia de Zaragoza para asistir a las clases, se cruzaron con dos chicas que se quedaron mirando a Josemaría,aunque él no les prestó ninguna atención.

Al día siguiente, se las encontraron de nuevo en el mismo sitio, y lo mismo sucedió un día más; pero esta vez, al verle pasar, se dirigieron a él con tono de desafío: ¿Es que somos tan feas como para que no nos mires?

Josemaría, sin pararse, y sin mirarlas, replicó: ¡Lo que sois es sinvergüenzas! Así acabó todo, y aquellas chicas no le molestaron más.

Así han funcionado los santos.

Es necesario educar la vista para tener el corazón limpio y estar en condiciones de amar a Dios y al prójimo.

¿Tú andas por la calle muy pendiente de la mirada y comentarios de los otros?

A veces podemos pensar: me siento incapaz de vencer esta tentación…

Dios nunca permite que estemos en situaciones límite. Cuenta con nuestra colaboración.Y está de nuestra parte poner todos los medios para alejarnos de esas situaciones. Pero si no ponemos los medios oportunos…: apagar la tele cuando sea necesario, ver Internet con alguien que nos pueda advertir, no andar como un Adán por el paraíso de tu habitación…

Pues luego no digamos que nos cuesta mucho esta virtud.

¿Cómo no te va a costar si lo miras todo? Eres esclavo de tus ojos… el demonio te tiene pillado…
Si tu ojo es para ti ocasión de pecar, sácalo y arrójalo fuera de ti, nos dice el Señor.

No se trata de que te quedes tuerto o que hagas cosas extraordinarias, pero sí de que te decidas a arrancar los primeros síntomas de un pecado, a no ser ventanero, ni faldero… También, no mirando cosas que son buenas.

Si educamos la vista, no mirando cosas lícitas, será más fácil que sepamos querer a Dios y a los demás.

Porque no los querremos sólo por el atractivo físico, por lo que tienen, sino porque por lo que son.
Entonces descubriremos sus necesidades espirituales y materiales, sin quedarnos en las apariencias…Una buena madre se desvive por su marido y sus hijos, al margen del aspecto físico… si van engordando, si uno hijo nace con una oreja más grande que la otra… No hace depender el amor del aspecto externo…

Así nos quiere el Señor. Es capaz de estar con todo tipo de personas, también pecadores, porque no se queda en las apariencias, ni siquiera en los pecados cometidos…

La Virgen es la Madre del Amor Hermoso. Ella no tenía más ojos que para san José y para el Señor.

Fuente: forodemeditaciones.blogspot.com

26.4.08

El alpinista


Un alpinista, desesperado por conquistar el Aconcagua, inicio su travesia, despues de años de preparacion, pero queria la gloria para el solo, y decidió subir sin companeros.

Empezó el ascenso y se le fue haciendo tarde, y mas tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidio seguir subiendo, decidido, a llegar a la cima.

Pronto oscureció...

La noche cayó con gran pesadez en las alturas de la montaña, y ya no se podia ver absolutamente nada. Todo era negro, ninguna visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.

Subiendo por un acantilado, a solo 100 metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires...

Caía a una velocidad vertiginosa. Sólo podia ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad, y experimentó la terrible sensacion de ser succionado por la gravedad.

Seguia cayendo... y, en esos angustiantes momentos, le pasaran por su mente todos sus gratos y no tan gratos momentos de su vida. Él pensaba que iba a morir.

De repente, sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos... ¡Sí!, como todo alpinisa experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima cuerda que lo sostenía por la cintura.

En aquellos momentos de inquietud, suspendido por los aires, no le quedo más que gritar con las fuerzas que le quedaban: "¡¡ayúdame, Dios mío!! ¡¡Ayúdame, Dios mío!!”

De repente, una voz grave y profunda, desde los cielos, le contesto: “¿Qué quieres que haga?"

- “Sálvame, Dios mio"

- "¿Realmente crees que te puedo salvar?”

- “Por supuesto, Dios mio”.

- “Entonces, corta la cuerda que te sostiene”.

Hubo un momento de silencio y quietud. El alpinista se aferró más aún a la cuerda y reflexionó...

Cuenta el equipo de rescate que, al día siguiente, encontró colgado a un alpinista congelado, muerto, agarrado con fuerza, con las manos a una cuerda... ¡¡A MEDIO METRO DEL SUELO!!...

Si me amáis...

Si me amáis guardaréis mis mandamientos” (Jn 14, 15-21)

Jesús nos pide un amor con obras: “guardar”.

Dios nos ama con un amor tan grande, que es infinito: como si fuéramos la única persona que existe sobre la tierra. Como si no existiera ninguna persona más.

El hombre olvidado de Dios se siente solo.

Nuestro corazón se puede llenar de cosas que nos apartan de Dios.

Los bomberos, cuando entran en una casa incendiándose, arrojan por las ventanas todo lo que encuentran a su paso: sillones, muebles valiosos… para salvar lo importante. Tiran todo lo que estorba

¡Aparta Señor de mí lo que me aparte de Ti”.

Dios sabe que somos débiles, que nuestra naturaleza no está todavía en estado de perfección… Por eso nos envía al Espíritu Santo.

Los frutos y dones del Espíritu Santo son regalos.

El Espíritu Santo vive con nosotros y está en nosotros.

No os dejaré desamparados

La gran verdad de nuestra vida: Dios está con nosotros, porque somos sus hijos.

Yo estoy con mi Padre

vosotros conmigo

y yo con vosotros


Para los momentos de duda, vacilación, tentación... Jesús está a mi lado ¡ahora! Tengo al Espíritu Santo que es mi Defensor... ¿Le voy a defraudar? ¿Le voy a traicionar? ¿Le voy a crucificar?

El que acepta mis mandamientos y los guarda… ese me ama

No dice Jesús el que “cumple”. Habla de “aceptar”… “guardar”…

Se “aceptan” los regalos

Se “guarda” lo que se estima, lo que se quiere cuidar.

Dios no nos impone que le amemos. Los mandamientos no son obligaciones onerosas. Cumplirlos no es una carga. El amor no entiende de imposiciones. Los enamorados no negocian lo que se entregan. Los enamorados se “aceptan” porque se entregan, se “guardan” el uno para el otro.

El amor a Dios es un misterio: el misterio del amor de Dios por nosotros.

Daumar, 26/04/08
Evangelio del domingo de la VI semana de pascua

25.4.08

A quien madruga, Dios le ayuda


El otro día, leyendo tranquilamente un periódico en mi Colegio, me encontré con este sorprendente artículo sobre lo que siempre había oído llamar “minuto heroíco”. Después de leerlo... me fui corriendo a trabajar, que era donde debía estar... ¡hacía veinte minutos!...

Un despertador es un detestable aparato que con un ruido estridente –sea campana, música o timbre- interrumpe violentamente la profundidad de mi sueño, el placer de mi descanso... y que me hace elegir entre levantarme y hacer uso de mi fuerza de voluntad o quedarme en la cama “porque me da la gana”, pero con unas consecuencias de conducta que enseguida se dejarán notar.

Ganar esa primera batalla es importante para la educación de nuestros hijos, es el gran entrenamiento para otras más decisivas que tienen que ver directamente con decisiones más transcendentes de su vida.

Características del momento “despertador”.

Ese primer instante dispara un complejo juego entre inteligencia y afectividad, libertad y voluntad que en pocos segundos pone en evidencia que somos peronas y no animales o cosas.

La inteligencia te avisa: ¡es hora de levantarse! ¡los niños! ¡las tarteras! ¡Oh, no, es lunes!

La afectividad, por otra parte, nos hace sentir sus motivos: ¡qué sueño! ¡qué cansancio! ¡qué frío tan horrible! ¡qué noche tan corta! ¡sólo un rato más!

Este es el momento crucial en que la libertad decide, y, apoyada por la voluntad nos hace levantarnos: “lo hago porque debo hacerlo”.

Parece mentira que tan antipático momento, en general, tenga –si tiene un final feliz- tan grandes consecuencias sobre nuestras tendencias, haciéndonos crecer en virtudes.

Por lo general el que se despierta a la misma hora, a parte de tener una costumbre saludable, no necesita el despertador, pues su propio reloj biológico lo hace unos minutos antes de que suene la campanilla.

Consejos.

Ese pequeño, pero gran momento, es sólo el primero de muchos que sucederán durante el día. Padres, es muy importante de cara a una adolescencia. ¿No te parece un gran entrenamiento para poder decir “no” al sexo, a las drogas, o al alcohol?

Resistir es la gran capacidad de la fortaleza. Las personas con autocontrol son dueñas de sí mismas, coherentes, eficaces y más felices.

Quien no es capaz de sacrificar un deseo presente por un objetivo a medio o largo plazo es una persona cuya vida será angustiosa, porque para todo en la vida necesitamos constantemente aplazar la gratificación.

La capacidad de controlar los impulsos y aplazar la gratificación, aprendida con naturalidad desde la primera infancia, constituye una facultad fundamental, tanto para cursar una carrera como para ser una persona honrada o tener buenos amigos.

Conclusión

A una persona que le suena el despertador y se levanta, esa “tragedia” le ha durado pocos segundos, que es lo que tarda en levantarse y dejar de pensar en si tiene sueño. Entonces, el tema del sueño queda enseguida superado y olvidado. A esa persona, su esfuerzo le ha durado unos segundos, y en cambio al que no se levanta, le dura media hora, o una hora, y la decepción y el fracaso quedan establecidos en su mente ya desde el principio del día. Pensemos en esa larga batalla que sufrirá ese niño, ese hombre cada día, todos los días, todas las semanas, todos los meses, toda la vida....

No eches a perder el talento de tus hijos. Si una persona está en un ambiente muy bueno, e incluso tiene modelos muy buenos, y se le procura educar en principios muy buenos, pero hay poca exigencia, es difícil que todo eso llegue a fructificar".

Autora: Maite Mijancos (Directora del Instituto Europeo de Estudios de la Educación).
Mañana, lo intentaré de nuevo...

20.4.08

El poder de la palabra

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Las ranas se reunieron alrededor del hoyo.

Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.

Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.

Las otras ranas seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.

Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió; Ella se desplomó y murió.

La otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible.

Una vez más, la multitud de ranas le grito que dejara de sufrir y simplemente se dispusiera a morir.

Pero la rana saltó cada vez con más fuerza hasta que finalmente salió del hoyo.

Cuando salió, las otras ranas le preguntaron: "¿No escuchaste lo que te decíamos?"

La rana les explicó que era sorda. Ella pensó que las demás la estaban animando a esforzarse mas para salir del hoyo.

Esta historia contiene dos lecciones:

La lengua tiene poder de vida y muerte.

Una palabra puede ayudar a levantarte o destruirte. Tengamos cuidado con lo que decimos. Pero sobretodo con lo que escuchamos.

Hsien-Sheng Liang

Resurrección y Ascención de Jesús

Creemos firmemente que Cristo vive. Hemos de repetirlo: Cristo vive.

"La teología de la Cruz es la Resurrección" (Ratzinguer).

Se suele decir que cuando Jesús muere se completa la Redención, y que la Redención se termina con la Resurrección.

La Redención se completa en la Cruz al contemplar la naturaleza humana de Cristo: morir es todo lo que puede hacer. Cristo da todo lo que podía dar (en su naturaleza humana).

Desde el punto de vista de Dios, la Redención se consuma en la Resurrección.

Considerar que en nuestra identificación con Cristo (que es obra del Espíritu Santo) hemos de pasar por pequeños o grandes Getsemanis y pequeños o grandes Viernes Santos.

Es muy bueno, y ayuda mucho, hacer la oración de aceptación de la muerte.

La vida cristiana es una vida pascual, de alegría.

El Apocalipsis es como un quinto Evangelio. Cristo vivo triunfante y glorioso que habla. San Juan, en Patmos, cae arrebatado al Cielo. Le llaman y se vuelve a ver quién le habla. Se encuentra cara a cara con Cristo Glorioso. Cae a sus pies como muerto. Jesús le agarra por el hombro y le dice: "soy el primero y el último, el viviente. Estaba muerto y ahora vivo por los siglos de los siglos".

Para ser el "viviente", Cristo tuvo que morir.

El triunfo está ya. El triunfo de Cristo ya es. Triunfaremos nosotros si estamos unidos a Dios, si estamos unidos al cuerpo místico de Cristo.

Cristo, entre la muerte y la Ascensión, confirmó a los apóstoles su Resurrección con muchas pruebas (dejándose tocar, explicándoles...). Les habla a los Apóstoles del Reino de los Cielos...

Jesús les da como argumento definitivo de su Resurrección las cinco llagas. Es la prueba definitiva que pide Tomás.

San Josemaría recomendaba acudir a las llagas de Jesús (cuando no vemos, cuando hay una especial dificultad).

"Métete en las llagas de Cristo Crucificado. Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres".

Recurrir a las llagas de Cristo. Es una experiencia que no se puede transmitir. Pensar en el significado de esas cinco llagas, que son como cinco bocas clamando por nuestra salvación. Y claman por nosotros cuando nosotros estamos en nuestro Getsemaní.

Todos los santos han acudido a las llagas.

No se puede ver a Cristo sin las llagas.

Un gran consejo de nuestro Padre: acudir a las llagas.

"Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que, al decir de la Escritura, se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro hermoso, porque los que conocen que su voz es suave y grata, son los que recibieron la gracia del Evangelio, que les hace decir: Tú tienes palabras de vida eterna".

Con la Ascensión empieza el Cielo para los hombres. Hay un Hombre (Cristo), una naturaleza humana, en el Cielo.

Jesús arrebatado al Cielo, volverá. "Sólo hizo la excepción de volver a la tierra para constituir a San Pablo apóstol (testigo de visu de la Resurrección)".

Jesús nos ha dejado el mundo como heredad. Unidos a Cristo trabajamos este mundo llevando su luz.

Salmo 26, Si consistant adversum me castra... Tenemos los triunfos en la mano.

Hacer lo que los apóstoles y los ángeles: mirar al cielo y mirar la tierra.

La Virgen María

Un curso de retiro tiene una secuencia lógica. Es un "curso". Lo estamos siguiendo en la secuencia clásica.

En ese esquema la Virgen está después de la Cruz, para contemplarla al pie de la Cruz.

Descubrimos a una mujer muy fuerte y muy entera, y muy delicada, y muy Señora.

"La Virgen tiene una humanidad casi hipostática", decía Santo Tomás, porque es la Madre de Jesús.

Hace unos días aparecía el sudario de Oviedo como noticia. Se decía que se practicaron unas pruebas para ver obtener el adn de la sangre. La noticia era que sólo se logró ADN de la madre.

A la Virgen le pide Dios mucho porque le da mucho. Le pidió estar al pie de la Cruz. Y esto por dos razones.

La primera, porque así Jesús, viéndola al pie de la Cruz, quiso sufrir más que con todos los padecimientos de la Pasión.

La segunda, porque Dios quiso que la Virgen viviera de una manera directa la Pasion. Estabat mater. Quedarse al pie de la Cruz y presenciar a Jesús destrozado es la gran prueba de fe de la Virgen. Humanamente todo lo tenía en contra. Se queda sola ante el fracaso de Cristo. Aparentemente, todo salió mal. El fiat inicial de la Virgen en la Anunciación tiene su cumplimiento perfecto en el fiat que pronuncia al pie de la Cruz, que es un gran fiat de abandono en la Voluntad de Dios. El fiat de la Virgen en aquel momento no era el fiat de una persona que no ve nada, que pasa por un momento de oscuridad, sino el fiat de una persona que ve muchas cosas y todas en contra.

Es desgarrador contemplar a la Virgen con la sangre del Señor, cuando lo recoge en sus brazos.

La Virgen al pie de la Cruz, el Viernes Santo, el Sábado Santo...

El domingo los apóstoles regresan para estar con la Virgen, y ella es la que los sostiene.

El sábado es día de la Virgen por derecho propio, porque reunió a los apóstoles, los perdonó -del abandono de los días anteriores-, los sostuvo...

Nuestra devoción a la Virgen ha de ser muy teológica, y no una devoción de sentimentalismo. Nuestro cariño a la Virgen tiene que estar muy fundamentado: apreciamos quién es mi Madre.

Rezamos y la vamos conociendo cada vez más.

Es única, la primera de las criaturas.

CV II, LG 8 contiene una gran mariología, especialmente el n. 56.

Dios pide el consentimiento de María, y hasta que no da su consentimiento no comienza la Encarnación.

San Bernardo, en uno de sus sermones, imagina lo que ocurrió en la mente de la Virgen entre el momento en el que el Arcángel San Gabriel le propone ser la madre de Dios y ella da su contestación. San Bernardo anima a la Virgen a que diga que sí sin tardanza... Toda la humanidad está esperando ese sí de la Virgen. Y le dice: "dí que sí, no esperes".

'El consentimiento precedió la Encarnación... Una mujer contribuyó a la muerte y al pecado (Eva), y una Mujer contribuyó a la Vida (María)'.

Las pobres feministas que hablan de la mujer en la Iglesia no han entendido nada de esto, de la grandeza de la Virgen.

La Virgen precede a Cristo mismo. Su respuesta a Dios es un sí que precede al sí de Cristo.

María dio al mundo la Vida. Con su consentimiento se convirtió en la Madre de Jesús.

Toda la Trinidad espera el consentimiento de María.

"Dios sabía que la Virgen diría que sí". Esto es una verdad a medias, y por tanto una falsedad, un razonamiento falso.

Dios sabía que libremente iba a decir que sí. Este es el razonamiento verdadero.

Es un gran misterio. Una mujer que en uso de su libertad acepta los planes de Dios.

La Virgen es el mejor ejemplo del dejar hacer obrar a Dios. Acepta, se somete y se pone en las manos de Dios.

Profundizar en quién es la Virgen.

El cariño a la Virgen hay que pedirlo a Jesús. Es la petición más grata que podemos hacer a Jesús.

Juan Pablo II, en Ecclesia de Eucharistia hace una apreciación llamativa: en la misa se hace presente el Calvario, y por tanto se hace presente lo que ocurrió en el Calvario. Se hace presente de manera misteriosa el diálogo entre María y San Juan. En cada misa Jesús nos entrega a su Madre.

Así se entiende mejor lo que decía San Josemaría, que la primera devoción mariana es la misa. La Virgen está en la misa. Está como entre velos, de una manera misteriosa. Pero, está.

Pedir a Jesús que nos dé el cariño a María. A María se va por Jesús.

Hemos de ser muy marianos.

Tenemos un sentido vivo de la filiación divina y hemos de tener un sentido vivísimo de la filiación a María.

La Virgen María dio a luz a Jesús sin dolor, en un parto virginal. La Virgen nos da a luz a nosotros con dolor: el parto de la Iglesia (el dolor que no tuvo en el parto de Jesús lo tuvo en el parto de la Iglesia, al pie de la Cruz).

La Virgen María es nuestra Madre y nos ha parido con dolor. Suena duro y casi irreverente, pero es así de real. Y lo decimos con todo el cariño y reconocimiento de la grandeza de la misión de María.

Cruz

La contemplación de la Pasión ha hecho santos. Nos acerca Dios. La contemplamos en el Vía Crucis.

El mayor misterio de la vida de Jesús es su muerte.

Era necesario (Emaús) que Jesús muriera.

Misterio desconcertante.

Había sido decretado por Dios.

"Tardos de corazón" y "necios" les llama Jesús a los discípulos de Emaús, porque no habían entendido nada. Y Él había hablado con claridad. Al menos en tres ocasiones habló de su propia muerte.

Era muy difícil de entender. Y es muy difícil de entender.

Estamos muy acostumbrados a ver la Pasión mirando el crucifijo (los primeros cristianos no se atrevían a usar crucifijos ni hacer representaciones de Cristo en la cruz),

La Cruz es la señal del cristiano. Una cruz preside todas las celebraciones litúrgicas. Utilizamos la Cruz en multitud de ocasiones. Una Cruz y un Evangelio se nos entrega en la Oblación...

En la Cruz está representada y significada la Pasión y muerte de Cristo.

Hemos de aprender a mirar, utilizar, besar, trabajar con ella... En los medios de formación la usamos... Está en nuestras habitaciones. La tenemos puesta en nuestro cuarto en un lugar en el que podemos verla desde la cama... (Si tenemos la suerte de morir como buenos burgueses, en la cama, podremos morir mirando a la cruz).

A veces pasa inadvertida, o es muy pobre...

En esas representaciones hemos de ver la realidad de Cristo clavado cruci-fixus... colgado por tres clavos.

La Cruz es lo que Dios elige como necesario para reparar el mundo, para redimirlo.

Dios sabía que lo matarían. Lo mata el mundo, no el Padre. Lo anuncia tres veces. Lo avisa en la parábola de los matones de la viña. ¡Con qué pena contaría Jesús esta parábola en la que habla de Él mismo!

La Cruz es la decisión divina para nuestra salvación. Esa reparación es aceptada por Cristo. Jesús acepta la muerte para pedir perdón.

El sacrificio de Cristo es real y actual. Nos acogemos continuamente al sacrificio de Cristo.

"Caiga su sangre sobre nosotros". La sangre de Cristo cae sobre toda la humanidad.

A veces se ven crucifijos que tienen debajo unas tibias cruzadas y una calavera. Esa figura representa a Adán, a la humanidad muerta, que es redimida por la sangre de Cristo que cae desde la cruz.

Vivimos de la Cruz. En el sacramento de la penitencia se nos absuelve por la Pasión de Cristo. Hay un intercambio: Cristo nos da su vida y toma nuestros pecados sobre sí.

Jesús destruye los pecados con su sangre. Clava sobre la Cruz el decreto de condenación.

Cuando nos auto-engañamos y pecamos, ¿nos viene a la cabeza la cruz, sacamos el crucifijo?

Cuando nos acecha la tentación, ¿nos viene a la cabeza la cruz, sacamos el crucifijo?

No hay tentación que aguante una mirada y un beso al crucifijo.

¡Qué cosa mas maravillosa es santiguarse! Nos metemos en la Cruz, hacemos de nuestro cuerpo una Cruz, ponemos la Cruz en nuestro cuerpo.

La Cruz evita todo peligro y toda tentación.

El amor a la Cruz es señal de predestinación. Meditar la doctrina de la Cruz. La Cruz es escándalo, locura... poder y sabiduría para los llamados.

Fomentar meternos en la Cruz.

"Amo tanto a Cristo en la Cruz, que cada crucifijo es como un reproche cariñoso de mi Dios: ...Yo sufriendo, y tú... cobarde. Yo amándote, y tú olvidándome. Yo pidiéndote, y tú... negándome. Yo, aquí, con gesto de Sacerdote Eterno, padeciendo todo lo que cabe por amor tuyo... y tú te quejas ante la menor incomprensión, ante la humillación más pequeña..."

Un buen propósito podría ser santiguarnos bien. ¡Qué gran propósito! ¡Cómo duele ver hacer garabatos delante de nuestro Señor al entrar en una iglesia... o en un campo de fútbol!

Apostolado de la Cruz. En muchas casas no hay crucifijos. Hay niños que no han visto nunca una Cruz. Regalar la Cruz... o que la compren..., que se venere, que esté metida en la vida de las personas...

Cuando nos confesamos, miramos la Cruz... todo lo que ocurre parte de Cristo muerte en la Cruz.

En los momentos de contradicción, pregúntate porqué quiso sufrir Él, no porqué sufres tú.

"Vivo porque estoy crucificado con Cristo" (San Pablo). La plena identificación con Cristo se realiza en la Cruz.

Llega un momento de la vida de una persona entregada a Dios en el que se nota que hay Cruz. Ese momento es crucial, porque es la hora de la prueba, de la tentación.

Necesariamente hay cruz en la vida de entrega a Dios, por nuestra condición. Si scires donum dei... Si conocieras el don de Dios.

La entrega costará. Precisamente, por nuestra entrega, podemos pasarlo mal... Es el momento de agarrarnos con fuerza a la Cruz, a la auténtica Cruz que salva, redime, purifica.

Después de la muerte de Jesús, cuando estaban angustiadas y deshechas "con palabras llenas de afecto, un Ángel predijo a las mujeres: «Muy pronto en Galilea podréis ver al Señor»" (Himno vísperas fiesta Felipe y Santiago).

Que la Virgen nos enseñe a mirar la Cruz.

Oración

Vamos a considerar las últimas horas de Jesús en la tierra.

Nos situamos en Getsemaní. Meditar la oración de Jesús tiene muchas consecuencias prácticas para nuestras vidas.

Es la oración en que Cristo se viene abajo. Sabe lo que le va a ocurrir.

Nadie ha sufrido más que Cristo. Ningún hombre sobre la tierra ha pasado los padecimientos de Jesús, porque todos los hombres hemos de morir y, en cambio, a Cristo nadie le puede quitar la vid: Él la entrega porque quiere. El hombre está hecho para morir. Cristo es la vida.

Juan Pablo II explicaba que Jesús sabe que no puede evitar el cáliz de la Cruz porque ya había instituido la Eucaristía, que es el anticipo del sacrificio del Calvario. Pero Jesús -verdadero hombre- siente la necesidad de que pase ese cáliz.

"Se arrodilló... Aleja... la Tuya... Agonía... corre la sangre...”.

Un ángel entra en escena reconfortándole.

Fijémonos en el Ángel que reconfortó a Jesús.

Es un ángel muy importante en la historia de la Salvación. No sabemos su nombre. Es un ángel al que nosotros podríamos invocar con frecuencia (en los momentos de angustia, de debilidad, de tentación...). Es el ángel de la consolación. Es un ángel con una misión grandiosa: hacerle ver a Jesús, en un momento durísimo, el valor infinito de la Redención.

"¿Por qué dormís?" “¿No habéis podido velar una hora conmigo?”

Desde aquella siesta de los apóstoles la Iglesia tiene una deuda con Cristo.

Podemos recuperar con nuestra oración aquel tiempo perdido y falta de gratitud de los apóstoles. En nuestras oraciones recuperamos esa hora de oración.

El ángel de la Consolación presentaría a Cristo nuestras oraciones.

Podemos recuperar cada día esa hora perdida.

Que seamos hombres de oración. Cuidar las medias horas.

La oración no es una carga, sino un privilegio de hijos de Dios. A un grupo de hijos suyos, Dios nos pide esa hora de oración.

Gracias a nuestra oración, y a la Comunión, se produce como un canal de gracia que va de la Trinidad a nosotros. Vivimos en una corriente de amor de Dios, y nuestra oración se une a la oración de Cristo, y es prolongación de la oración de Cristo en el mundo.

"Jesús es nuestra oración..." (Juan Pablo II). Jesús nos pide prestados nuestra mente, nuestro corazón y nuestros labios para continuar en la Tierra la oración que comenzó al encarnarse.

Hemos de ir de puntillas a 'hacer' la oración, porque hacemos algo grandioso: entrar en comunión con Cristo, unirnos más conscientemente a Cristo.

Cristo nos pide prestados nuestra mente, nuestro corazón y nuestros labios. Jesús nos asocia a su oración.

"Oh Cristo, Rey clementísimo dígnate adueñarte de nuestros corazones, para que podamos rendirte en todo momento, la alabanza que Tú mereces" (Himno de laudes. Común de Apóstoles).

Nuestro Padre estaba convencido de que cuando decimos "no sé hacer oración", ya estamos haciendo oración.

"No me he cansado nunca y, con la gracia de Dios, nunca me cansaré de hablar de oración. Hacia 1930, cuando se acercaban a mí, sacerdote joven, personas de todas las condiciones —universitarios, obreros, sanos y enfermos, ricos y pobres, sacerdotes y seglares—, que intentaban acompañar más de cerca al Señor, les aconsejaba siempre: rezad. Y si alguno me contestaba: no sé ni siquiera cómo empezar, le recomendaba que se pusiera en la presencia del Señor y le manifestase su inquietud, su ahogo, con esa misma queja: Señor, ¡que no sé! Y, tantas veces, en aquellas humildes confidencias se concretaba la intimidad con Cristo, un trato asiduo con El.

Han transcurrido muchos años, y no conozco otra receta. Si no te consideras preparado, acude a Jesús como acudían sus discípulos: ¡enséñanos a hacer oración!

Comprobarás cómo el Espíritu Santo ayuda a nuestra flaqueza, pues no sabiendo siquiera qué hemos de pedir en nuestras oraciones, ni cómo conviene expresarse, el mismo Espíritu facilita nuestros ruegos con gemidos que son inexplicables, que no pueden contarse, porque no existen modos apropiados para describir su hondura.

¡Qué firmeza nos debe producir la Palabra divina! No me he inventado nada, cuando —a lo largo de mi ministerio sacerdotal— he repetido y repito incansablemente ese consejo. Está recogido de la Escritura Santa, de ahí lo he aprendido: ¡Señor, que no sé dirigirme a Ti! ¡Señor, enséñanos a orar! Y viene toda esa asistencia amorosa —luz, fuego, viento impetuoso— del Espíritu Santo, que alumbra la llama y la vuelve capaz de provocar incendios de amor".

"Gemidos inexplicables". La oración es una experiencia imposible de transmitir. No existen modos apropiados de describir lo que ocurre (lo extraordinario de lo ordinario).

El Señor nos coge y nos lleva por donde quiere.

No conformarnos con la oración "de siempre". Nuestra oración tiene que ser la verdadera oración.

"No se me ocurre nada..." Dile: 'yo digo lo que digas Tú, y me uno a Tu oración'. El Espíritu Santo nos llevará de la mano.

Vivir el consejo de nuestro Padre: "Señor enséñame a orar".

La oración tiene que provocar incendios de amor; es luz, fuego impetuoso del Espíritu Santo.

Esto es mística, pero que necesita de la ascética de nuestros pequeños esfuerzos (puntualidad, recogimiento de los sentidos).

En la Carta 02/74 nuestro Padre dice que está seguro de que el diablo se dirige a apartar a las almas de la oración. Un alma que abandona la oración, la tiene ganada.

Si rezamos, estamos "blindados": "Pues quien lleva a Cristo en su corazón, guarda limpios sus sentidos y, con sus deseos, se esmera en hacerse merecedor del Espíritu Santo" (Himno hora tercia Común de Apóstoles).

Misa

Nos acercamos a la Pasión, de la cual vivimos todos los hombres de todos los tiempos.

Antes, Jesús hace algo grandioso: quiere dejarnos su propia entrega, instituyendo la Eucaristía.

Cristo se pone en nuestras manos para que tengan acceso a Él todas las generaciones de todos los tiempos.

El sacrificio del Calvario no se multiplica, se multiplica su presencia en la tierra.

Con motivo del año internacional de la Eucaristía de Lourdes, en julio de 1981, un Cardenal leyó un discurso en nombre de Juan Pablo II -convaleciente del atentado-. "El sacrificio de la Cruz es tan decisivo para el futuro del hombre que Cristo antes de ir al Cielo nos dejó el modo de dejarnos su presencia..."

La misa no es una realidad distinta del sacrificio de la Cruz, que no se multiplica.

Jesús nos entrega lo que supone su entrega. No sólo nos entrega su vida, nos entrega la entrega de su vida.

En la misa se unen el tiempo y la eternidad (San Josemaría). Sucede en el tiempo algo que es eterno.

Cristo sigue presente en el mundo.

El sacramento se realiza en el sacrificio.

Daría pena que estando ante algo tan grandioso no nos sorprendiéramos. Pedir perdón y pedir luces.

En todos los sacramentos se hace presente la gracia, pero en la Eucaristía se hace presente Cristo.

La Eucaristía es el "Santísimo sacramento".

Relación Cena-Cruz-Misa. La Misa procede de la Cena y de la Cruz.

En el Sínodo sobre la Eucaristía intervino Benedicto XVI: "Este es un tema en el que llevo pensando cuarenta años".

Hay una diferencia entre la Cena-Calvario y la misa ahora. En el Calvario se ofrece Cristo sólo. En la misa se ofrece con todo el cuerpo místico.

Cristo no sólo nos entrega su entrega, sino que nos concede la posibilidad de entregarnos con Él. Nos victimamos con Cristo. La teología ha inventado esa palabra: "victimarse". Por eso tiene tanto sentido poner en la misa nuestra vida.

"Nuestra vida se reduce a tres cosas: ir a Misa, estar en Misa, volver de Misa".

La devoción mariana más importante es la misa, por la presencia singular de la Virgen.

Caridad

Caridad

Los amó hasta el extremo. Sabiendo que a Dios volvía, se levantó... Lavatorio de los pies. Se sentó de nuevo... También vosotros os debéis lavar los pies... Seréis dichosos.

¿Entendéis? Permanece esta palabra hoy. Es una pregunta actual.

Nosotros, con tantos medios de formación y oración... ¿entendemos?

San Juan lo cuenta con asombro y detalle, como una gran liturgia hecha por Jesús.

El discípulo no es menos que el maestro.

Seréis dichosos. Aquí está la piedra de toque de la felicidad. Esta pregunta es decisiva.

Servir.

Verdadero y auténtico cariño. Cambiar lo que haya que cambiar. No hay carácter irreversible.

Yo he de servir. Y si soy así, cambio...

No podemos tener un libro de instrucciones.

Hemos de querernos cada vez más.

El mundo es el mundo de la despreocupación por los demás. 'A lo tuyo' 'Cada uno a su bola'... Lenguaje que deja traslucir el alejamiento de Dios.

Nos sujetamos unos a otros. Nos lavamos los pies y lo que haga falta.

El mandamiento nuevo tiene que ser lo que reine en nuestra casa. La ley de la casa es la ley del amor.

Nos sacrificamos por los demás con gusto.

Don Álvaro en Solaviella, una vez le planteron ver las olimpiadas... Uno le dijo: “Padre es la hora...”. “Menos mal”, se le oyó bajito...

No tengo el derecho de que las cosas se hagan a mi gusto.

Hay gente que en la tertulia o habla o duerme.

Conocer la vida de los demás. A veces ocurren cosas que no pasan ni en una pensión.

No engancharnos por cuestiones políticas, ni deportivas... Son cuestiones secundarias. Lo primero es Dios. Quererse.

A veces parecemos como Melquisedec: sin padre, ni madre ni genealogía.

No puede funcionar mal la comunicación.

Que sepamos dónde están... al menos.

"Os doy un mandamiento nuevo. Seréis dichosos".

Lo pasamos mal cuando alguien lo pasa mal.

Estar pendientes.

No puede ser que no queramos a los que tenemos al lado.

Queremos a los demás con el amor de Dios. Cristo pide desde el Sagrario que el amor con que Dios Padre le ama a Él nos queramos nosotros.

“Comportarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios”

El celibato lleva a una mayor finura en el amor.

Pedir mucho unos por otros. Que estén en nuestras oraciones los demás.

Fe

Miramos la vida de Jesús.

Pedimos la identificación. Luchamos por la imitación.

No podemos imitar a Jesús en la fe, porque nunca la tuvo.

Hay un tema muy misterioso en el obrar de Cristo (especialmente cuando hace milagros): cómo se une la actuación de Cristo con la fe del que recibe la gracia.

Cristo exige fe para hacer milagros.

Dios no puede hacer milagros sin fe. Para que haya milagros, se nos pide que aceptemos que puede hacerlo. Misterios de la libertad.

Tabor. Un poseído ante los discípulos y no pueden. Aquel hombre va quemando su fe ante la impotencia. "Al ver a Jesús se quedaron muy sorprendidos". Jesús baja de la Transfiguración.

El padre del chico cuenta: “y no han podido. Si puedes algo, ayúdanos” Cristo le dice: “todo es posible para el que cree”.

Aquel hombre está entre la espada y la pared. Piensa: “si tengo fe, el milagro se hace; pero no tengo fe”. Y hace una oración fantástica: “creo, pero ayuda mi incredulidad”.

Jesús dio por buena esa oración.

Aquel hombre dice a Jesús algo así como: “creo lo suficiente para pedirte que suplas mi falta de fe”.

Esta oración en la que pedimos fe es muy agradable a Dios.

Nuestro Padre pedía en el memento de difuntos adauge nobis fidem, spem et caritatem.

¿Es una petición de mi día, y de mi misa? ¿Me dirijo al Señor así?

Necesitamos fe porque necesitamos milagros. En la normalidad de lo divino y en lo extraordinario de lo ordinario vivimos entre milagros: cada paso que da una persona es un milagro. Necesitamos milagros.

Estamos rodeados de milagros.

Mucha gente que va a confesarse después de muchos años no saben porqué lo hacen. Esto es un milagro de primera categoría.

Uno de Casa tiene que cumplir con su misión con fe, porque por la fe Dios hace milagros.

"Vuestro Padre dará desde el cielo el Espíritu Santo a quienes se lo pidan".

Oímos a Dios: “¿crees que puedo? Que se haga conforme tú crees”.

Necesitamos pedir fe.

La fe es un acto personal: es creer en alguien. Por esto vienen las crisis: falta creer en alguien, tratando a alguien.

El “peligro” de la fe es la oración. Cuando disminuye el fervor en la oración, o no hay vida de oración, no hay fe. Porque la fe no es creer en algo, sino trato con Alguien, creer en Alguien.

La fe es una adhesión personal, de persona a persona. Después vendrá creer en algo, en lo que Dios me dice (que me lo dice habitualmente en la oración).

La fe no se pierde ni por el pecado mortal (se ensucia).

La fe aumenta cada vez que aumenta la gracia de Dios.

Es un don de Dios, gratuito, infundido por Él.

La fe no es aceptar que Dios existe. Esto es un teísmo, una cuestión de razón (el ateísmo es irracional. El ateo es un necio. Salmo 13).

La fe es luz. Fortes in fide, 1967. Muchos hablan de la fe como oscuridad Y donde hay oscuridad es fuera de la fe: natural, e infranatural consecuencia del pecado.

En este mundo de pecado hay una gran oscuridad.

La fe es don de Dios. Podemos destruirla, pero no alcanzarla.

Detrás de la duda teórica viene la mala conducta práctica.

Con nuestra fe hemos de asegurar la de los demás (la des, recibir cfi: aumentar la fe de esa persona, que haya una adhesión personal mayor a Dios).

Humildad

Pedir no acostumbrarnos a contemplar la vida de Jesús. Llevamos años contemplándole.

La humildad de Jesús nos ha de sorprender.

La humildad de Jesús es distinta de la nuestra: '¿qué tienes que no hayas recibido?' (Corintios). Todo lo hemos recibido de Dios.

La soberbia es lo más irracional, porque el soberbio no razona.

A partir del 'todo lo he recibido de Dios' se desarrollan muchas consecuencias.

"Yo soy el que soy y tú eres la que no eres". Santa Catalina.

La humildad en Cristo: la vida de Cristo es humillación y se deja humillar. No es humildad, sino humillación. Es muy humillado.

Si somos sensibles, la humildad de Cristo nos descoloca. Acepta todo.

Carta a los Filipenses, "procurad tener los mismos sentimientos de Cristo". Dios está dispuesto a darnos esos sentimientos.

"A pesar de su condición divina, exinanivit semetipsum". Se vació.

Doble humillación:

En cuanto Dios, la humillación del Verbo (kenosis del Verbo)

En cuanto hombre, humillado.

Y Cristo en el mundo sigue humillado. Y a veces le humillamos nosotros con nuestra actitud (gente que llega por la mañana al oratorio y directamente se sienta… Urbanidad de la piedad). Con nuestras faltas de respeto humillamos a Cristo.

A veces son llamativas nuestras faltas de respeto con Dios por nuestra compostura. ¡¡Que estamos delante de Dios...!!

Nuestro comportamiento ante Dios, nuestra piedad, nuestras visitas...

Meditar el exinanivit / humiliavit.

Hemos de responder ante esa humillación: que toda rodilla se doble.

Reconocer que todo es de Dios.

La letanía “nihilista” de nuestro Padre acaba bien: “No soy nada, no tengo nada… pero omnia posum in eo qui me confortat”.

Al ser humildes -comprender que apenas valemos algo- nos abrimos a la grandeza de Dios. Y esta es nuestra grandeza. El humilde se llena de Dios y es ensalzado. El soberbio se encierra en sí mismo y es humillado.

Cuanto más humilde, más ensalzados.

Hacer examen. No se lucha directamente para ser humildes. Se lucha en sus manifestaciones.

Reconocer los “éxitos” como regalos.

Da mucha paz interior. Lo que más desasosiega al alma es la soberbia (miramos con distancia a los demás, 'no merezco este trato', 'no me tratan, no me quieren').

Una persona soberbia siempre está descolocada.

Dejarnos llenar de Dios: esto hace la humildad, para dejar que el “Yo Divino” entre. Se consigue por la contemplación continua.

Se consigue la humildad luchando en sus manifestaciones:

Dar gracias a Dios. Pedimos mucho, pero damos pocas gracias a Dios. Las acciones de gracias han de estar muy presentes en nuestra vida.

La comprensión de los demás. No cambiar el gesto ni sorprendernos de nada ni de nadie (ni dormirse cuando hablamos con una persona).

El silencio. No querer tener siempre la razón.

(Chevrot, Simón Pedro, p. 187).

Apostolado

Una de las frases de nuestro Padre más repetidas: "no se puede separar en Cristo su ser hombre de su ser Redentor".

Somos otros Cristos, que tenemos que llevar a cabo la Redención.

Corredentores: primero, con nosotros mismos y, después, con los demás.

Pedir a Dios una auténtica inquietud apostólica: hacer eficaz la Redención. Somos corredentores.

'Me duelen las almas'. La inquietud de nuestro Padre, que se agarraba la cabeza y decía 'no entiendo cómo no me estalla la cabeza y el corazón'.

Meditar la profundidad que tiene nuestro apostolado.

Mc 3. La elección de los apóstoles. Todo cristiano es apóstol. Dios a algunos pide cosas más especiales, son elegidos para ser fermento e ir por delante.

"Para que estuvieran con el y enviarlos a predicar". Aquí está el orden de la elección.

La clave del apostolado: estar con Dios, ser contemplativos, vivir en oración continua, tener una necesidad profunda de la misa y la comunión.

"Llevarle a Él". Hacemos su apostolado.

Necesitamos “estar con Él”.

Nos llegan imputs continuamente para que hagamos más... Lo primero que tenemos que hacer es intensificar la vida interior, cuidar la calidad de nuestra vida de piedad.

En una visita de San Josemaría a Argentina pidió un número grande de vocaciones. Les dijo que llegarían si todos los de cr se proponían hacer todas las Normas en el oratorio. Lo hicieron y llegaron las vocaciones.

“Yo soy la luz del mundo, vosotros sois la luz del mundo”, es la única vez en el Evangelio que Jesús dice que somos lo mismo nosotros y Él.

Una persona que no rece, que es poco piadosa, es poco apostólica, aunque tenga muchos amigos. Es como una lámpara bonita, sin cable.

“No se enciende una luz para ponerse debajo del celemín”.

No nos tienen que perseguir para que seamos apostólicos. No nos pueden obligar... Si uno se siente obligado es que no se mueve en el escenario del amor de Dios.

Todos podemos hacer mucho apostolado.

Somos instrumentos. "Qué bien me vino lo que Vd. me dijo". Y aquella persona entiende exactamente lo que Dios quiere, a pesar de nuestras palabras. Dios hace captar los matices.

Pedir a Dios que tengamos explicaderas y, los demás, entendederas.

La multiplicación de los panes y los peces. Mt. "Estamos en un descampado... Despide a la gente que vayan a comer... No hace falta que se vayan. Dadles con vosotros de comer... (sentido del humor de Jesús)...". Se cumple literalmente el darles ellos de comer. En sus manos se multiplican los panes y los peces.

A nosotros nos dice: "decídselo vosotros"... lo que Cristo nos dice en nuestra oración.

El apostolado es ponernos a los pies de Jesús sin reservarnos nada.

Es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior. Cuando se paladea la vida interior se siente el peso de las almas.

(Cfr. ECQP 122).

Obediencia

Amor a la libertad. Nos tiende Dios una mano paterna. No impone nada. Cuenta con nuestra respuesta.

La entrega se entiende desde la libertad.

Nuestra respuesta es porque nos da la gana. Esto es para todo.

Dios nos tiende la mano Podemos dar a Dios lo que nos pide porque nos inunda de su gracia.

La entrega no es carga.

Somos privilegiados. Nos busca uno a uno.

La espera de Dios a su llamada. Es la prueba de nuestra libertad.

No nos pide Dios esfuerzos sobrehumanos, sino sobrenaturales.

Cuidado con imponer nada a los demás. No inventar nada nuevo. Que no haya imposiciones que dificultan la entrega (la cuenta de gastos cuadrada).

Dios espera ese esfuerzo como prueba de libertad.

“Y amar la obediencia bendita como respuesta a la bendita paternidad de Dios”.

La primera obediencia es a Dios que nos habla en la oración: sugerencias, luces, propósitos...

Si no obedecemos a Dios, no obedecemos, obedecemos por quedar bien, o por temor.

Obediencia al espíritu de la Obra, directamente.

Obediencia al proyecto de Dios en el proyecto divino de nuestro camino.

Concreciones de nuestro espíritu que llegan a través del cauce adecuado.

Empieza la obediencia en la oración, donde nos llega la Voluntad de Dios.

San Agustín, "He aquí que tu quería vivir... existen dos voluntades. Tu voluntad debe... Y no la de Dios torcida para acomodarse a la tuya".

En las indicaciones concretas es donde más cuesta obedecer. Nunca decir “a esto yo no obedezco”.

Obedecemos porque nos da la gana. De fondo está la identificación con Cristo y hacer la redención con el holocausto de mi voluntad.

Hb 5, 8-10 “Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia, y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote «según el rito de Melquisedec»”.

Hb 5, 8. Cristo aprendió la obediencia padeciendo. Lo vemos en Getsemaní.

El aprendizaje de la obediencia: doblegar la voluntad. Como Cristo.

Añade, “y consumado, fue hecho autor de la salud eterna para todos los que le obedecen'. Obedeciendo, nos unimos a la obediencia de Cristo y nos llega la salud eterna”.

Cristo no sólo obedeció a José y María. Obedeció a gente inicua. Como cordero llevado al matadero.

De la forma en que obedecemos, podemos ver nuestra correspondencia a la gracia.

Trabajo

Jesús, hijo del artesano.

La devoción a San José forma parte del carisma fundacional (Don Álvaro).

Desde que Cristo trabajó, el trabajo es otra cosa. Antes, participación en la Creación. Después, la Creación se hace hostil. El trabajo cansa.

Desde que Jesús trabaja, el trabajo es otra cosa.

Jesús da la posibilidad de que el trabajo sea redentor, porque toda la vida de Cristo es redención.

Dios iluminó a nuestro Padre para comunicar esta novedad.

Meditar en nuestra santidad, gloria a Dios y corredención con el trabajo.

Santificar el trabajo.

Descubrir la grandeza de nuestra vida trabajando, por lo que podemos hacer. Verlo desde un plano sobrenatural: lo que Dios pide a cada uno en su trabajo.

Meditar cómo influye en mi vida y en el mundo. Algún chispazo Dios nos dará.

Santificar el trabajo, es elevarlo al orden de la gracia. Haciéndolo en gracia. Admite grados. Cuanta mayor gracia tengamos, más se santifica el trabajo, más santo, más obra de Dios. Unimos cielo y tierra.

Presupuesto: estar en gracia de Dios.

Salir al trabajo enfadado, maltratar a la gente... ¡¡trunca la santificación del trabajo!!

Renovar el ofrecimiento de obras en el trabajo, acompañándolos de actos de contrición...

Es una desgracia lo que ocurre en muchos desayunos... Es una desgracia ir a trabajar con esa espina...

Que el trabajo es mortificante, esto es otro tema...

Santificar el trabajo es pedir perdón cada vez que advertimos una falta.

El trabajo humano contribuye a ordenar cristianamente las realidades temporales. Hacemos el mundo santo. El Rey Midas.

Santificarnos en el trabajo. Nos santificamos nosotros también. ¿En qué consiste? Convertirlo en oración.

Es un don. No es fácil. El propio trabajo es oración. Hablo con Dios con lo que hago, y Dios me habla en lo que hago.

No es el ora et labora benedictino. Es ora en el trabajo.

Pedir el don de la oración en el trabajo.

Uno no se comunica sólo con palabras. Las cosas más importantes de la vida no se comunican con palabras. Hay un modo de comunicar con Dios que es el trabajo.

El trabajo bien acabado es un modo que tenemos las criaturas de hablar con Dios.

No hay tareas de poco relieve.

En 04/95 Juan Pablo II, en el discurso al Univ dijo: “Dios habla en el trabajo. Y el trabajo diario contiene el léxico de nuestra respuesta”.

El trabajo es otra cosa.

Santificar con el trabajo. Obra redentora. Llegar a los demás por la comunión de los santos. Redimimos desde el cansancio del trabajo y la fatiga.

7/6/75 “No podemos más que estar en un sitio. Ayudamos con nuestro trabajo a la labor en todo el mundo. Ayudamos a la iglesia purgante y ayudamos a Dios con la iglesia triunfante y ayudamos a caminar a la iglesia militante”.

Pobreza

De la imitación a la identificación. Cristo viviendo en nosotros.

Seguir a Cristo.

Desconcertante: la pobreza de Jesús. Vino y se fue sin nada.

Su pobreza es total: no casa, no sepulcro. Establo, pesebre...

Cristo quiso nacer pobre. La pobreza de Jesús es buscada.

Dolor de la Virgen, de San José.

¿Por qué la pobreza? 1 Cor 8. Siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.

CIC La vid de Cristo es un misterio: redención, revelación, recapitulación.

Sentido de la pobreza: ser pobre en lo material, para ser rico en lo espiritual, para tener el corazón exclusivamente en Dios.

Toda la vida de Cristo es un misterio. Nos revela al Padre, y nos lleva al Padre por la pobreza.

Pobreza, teniendo cosas.

Pobreza, estando desprendidos. Esto es muy difícil. Desprenderse de lo que no se tiene es fácil.

"Ustedes viven la pobreza, pero viven maravillosamente bien".

Vivimos bastante bien, como en el Palacio de Liria: buen casa, buen servicio... Tendemos a la buena vida.

Y hay que ser pobre. No tener el corazón en las cosas y no tener nada como propio.

Hay que pedir a Dios el don para vivir la pobreza según nuestro espíritu.

Pedirlo a Dios. Esto es lo importante. Suplicarlo a Dios.

No tener nada como propio.

El apostolado pasa por la pobreza: no disponer de tiempo ni proyectos. No tenemos nada.

Va pasando el tiempo... 3 campanada 2/74. "No os enfadéis, porque os voy a llamar de todo". Habla de que hemos renunciado a lo que una persona de nuestra posición tendría. Pasan los años y es difícil vivir la pobreza: sin tener nada, tenemos todo.

La pobreza no es no tener por no tener. Muchos pobres odian por no tener y lampan por tener.

Buscamos la pobreza redentora. Si no la vemos redentora, estamos en el cumplo y miento.

Cuando se llega a un cierto nivel profesional esto cuesta mucho.

O vemos en la pobreza la redención, o no lo hacemos bien.

El espíritu crítico ante la pobreza...

Los d se pueden equivocar... pero yo no estoy aquí por nadie. Es a Dios a quien me he entregado.

No tener cosas superfluas. Ver lo que necesito y lo que no necesito, no lo necesito.

La vecina, rica, que en una reunión de propietarios dijo: "El garaje hay que enriquecerlo porque me deprime bajar".

No quejarnos. Estamos acostumbrados a vivir en la abundancia y en la pobreza.

Elegir lo menos simpático, si pasa inadvertido.

Dios se hizo pobre para que nos hiciéramos ricos.

La pobreza nos enriquece.

Pedir el espíritu de pobreza

Jesucristo

(Comienzan las meditaciones sobre Jesucristo).

Ya hemos visto las grandes verdades, que nos ayudan a hacer propósitos.

En el año 30 nuestro Padre hace un curso de retiro él solo y hace el propósito de 'ponerse todos los días en trance de muerte'.

Jn. Última cena. "Para ir a donde voy, ya sabéis el camino...”

"Hace tanto tiempo..." Sólo habían sido tres años. Pero fueron años de intensidad e intimidad.

El tiempo es poco o mucho dependiendo de lo pegados que estemos a Jesús. No nos madura el paso del tiempo, sino la cercanía con Jesús.

Dios valora el tiempo en función del amor.

Jesús es el Camino. Dios viene a vivir con nosotros para que nosotros vivamos con Dios.

¿Era necesario este camino? En Emaús Jesús responde: “¿no era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas?"

Dios viene al mundo para llevar los hombres a Dios. Dios es Redentor.

Ante Dios, para volver a El, hay que arrepentirse. Dios redime a quien quiere ser redimido.

Dios vino a arrepentir a la humanidad. Y los hombres no sólo no se arrepienten, sino que cometen el segundo gran pecado de la humanidad. Entonces, Cristo, Cabeza de toda la humanidad, se arrepiente por todos. Nosotros nos acogemos a ese arrepentimiento.

El Camino: vivir su vida, entrar en Él.

Teologia de la imitación (Kempis).

Teología de la identificación (San Josemaría).

Es el Espíritu Santo quien nos hace cada vez más Cristo, y llegamos al Padre. Es el mayor misterio que ocurre en nuestra alma, cuando le dejamos.

"He aquí que estoy a tu puerta y llamo..." El gran convite.

Cristo nos lleva a Dios por su arrepentimiento: por eso reza, trabaja, predica...

Cristo pide perdón por toda la humanidad. Asume el perdón de Dios.

Felix culpa.

Mel Gibson. La Pasión. Oración en el huerto. "¿Crees que un hombre solo puede hacer esto. Quién es tu Padre?", pregunta el diablo.

Las intima Dei. Jesús nos descubre la vida de Dios.

El misterio del hombre solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque se ha unido, en cierto modo a todo hombre.

Profundizar en el misterio de Jesús, porque cuanto más se entiende más se ama.

Redemptor Hominis n. 10, da muchas luces. (Alguien que quiere decir algo y no sabe cómo). Debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su ser. Debe 'apropiarse' de la Encarnación y de la Redención.

Esta es la grandeza de nuestra vida: configurarnos con Cristo.

Es Dios quien se acerca a nosotros.

CIC 'Toda la vida de Cristo es un misterio'. (Nunca la conoceremos del todo).

Jesús es misterio de:

- Revelación

- Redención

- Recapitulación.

Cielo

En la casa de mi Padre hay muchas moradas... Va a prepararnos un sitio.

Nos ha abierto el Cielo.

Jn 17, gran texto para hacer oración ante el Sagrario. Unirse a esa oración suya.

El Cielo. 'Yo quiero'. Gran confianza. Dios no nos deja. Dios quiere...

Benedicto XVI contrapone malos-buenos, (personas buenas son las personas totalmente abiertas al prójimo). Esas palabras de la encíclica recuerdan 'el Cielo aquí en la tierra' de nuestro Padre.

Un día nuestro Padre saliendo de la sala de estar comentaba: “Josemaría, tienes un sistema para estar continuamente en el Cielo, ¿porqué no lo aprovechas?”

La gracia es la incoación de la Gloria. Gloria que vemos a través del lumen fidei.

Si se desea el Cielo, se vive ya en la tierra.

Afán del Cielo, ya lo tenemos. Vivimos en la vida de Dios, en la presencia de Dios.

Un teólogo decía que si se suprime el dogma de la Santísima Trinidad, muchos libros de espiritualidad no habría que cambiarlos y muchas personas no cambiarían la forma de rezar (porque no hablan de tratar a las tres personas de la Santísima Trinidad).

Tratar a los Tres y vivir vida trinitaria. Somos tronos de la Trinidad y nunca estamos solos.

19/03/75 nuestro Padre en Cavabianca, se sentó y comenzó a rezar en voz alta. Repasó todos los años de la historia de la Obra. Silencio absoluto. En aquella oración terminó diciendo que nunca estamos solos, que tenemos maestro y amigo.

Las “soledades”, el sentirse solos, son niñadas de adolescente... Si estamos con Dios, y conviviendo con gente en gracia de Dios…

El Cielo es para los que saben ser felices en la tierra. Hay una idea masoquista...

Personas purísimas que se han dejado impregnar completamente por Dios... Aquí está el secreto. Nuestra ascética es mística: dejar hacer a Dios.

Nuestra ascética es mística, es dejar hacer a Dios... Es descorrer cerrojos y que entre Dios.

Nadie se hace santo. Dejémonos, para que Dios obre.

Su caminar es ir a culminar lo que ya somos. La vida en Casa es maravillosa... es tan sorprendente... es dejarse llevar para culminar lo que ya estamos...

Caminamos en el camino de Dios -aunque pasemos por túneles-.

Sentirnos con Dios.

GS total plenitud de su ser... perpetua...

Tendremos que purificarnos. "Toda falsedad se deshace..."

El Cielo en la tierra... momentos de fuego purificador.

Vamos a pensar en lo que será el Cielo...

Vale la pena, vale la pena.

Nos ha dejado el camino para vivir el Cielo en la tierra: ser contemplativos. No acostumbrarnos. Levantar las miras.

Pequeños fetiches. El diablo es astuto.

(Chevrot, Simón Pedro, pp. 148-149).

Infierno

Infierno

La opción de vida del hombre... Su opción se ha fraguado... (Spes Salvi).

Tenemos la posibilidad de todos los triunfos. Por la gracia.

Esta vida es la subida al Cielo.

Dos opciones: el cielo o el infierno. La encíclica Spes Salvi sale al paso de posturas teológicas que dicen que el infierno está vacío.

Puede haber personas que han destruido la verdad y el bien. Están en el infierno.

El Señor lo deja claro en el Evangelio. No perderlo de vista farisaicamente.

No habrá infierno si amamos.

Inquietud apostólica grande ante esta realidad. Hay personas perversas. Primero, rezar y desagraviar por esas personas que rechazan toda ayuda y tiran por la borda la Redención.

Había una canción de Víctor Manuel que decía: “que me dejen en paz, yo no me quiero salvar”.

Rezar y pedir luces para estas personas que “no se quieren salvar”.

Ahogar el mal en abundancia de bien.

Si esto nos deja indiferentes, somos unos frívolos.

Inquietud ante personas que van por caminos que no acaban bien. Cambiar situaciones. Confesiones. Ojo con el “apostolado de flores y violas”.

Tenemos el carisma de la confesión. Nosotros confesamos.

Hay gente muy buena, muy santa.

La gente normal. Apertura al bien, pero empañada. Se levantan y caen, y rectifican.

Cuando comparecen ante el Juez.

1 Cor 3, 12-15. En este cimiento que es Jesucristo, lo que ha hecho cada uno saldrá a la luz. La purificación del purgatorio. Dios purifica, como padre bueno, por los méritos de Cristo... que ya pudimos aprovechar en la tierra y limpiarnos aquí.

Idea: ir de la tierra al Cielo directamente. Purificarnos aquí. Plantearnos la vida con un sentido purificador.

Que Jesús se llene de alegría al juzgarnos.

Evitar el pecado venial. Salir cuanto antes.

Es venial y ensucia. Es de fácil venia, de fácil perdón. Es una gran mancha, y se puede salir fácilmente de él: con actos de contrición -la mejor devoción, destapan el oído para oír a Dios-.

Cuando advirtamos el pecado, que venga a nuestros labios un acto de contrición como la sangre a la herida para combatir el cuerpo extraño.

Previsiblemente muere sin pecado quien hace muchos actos de contrición habitualmente.

Penitencia. Otra forma de penitencia. El arrepentimiento verdadero se traduce en el cuerpo, porque somos alma y cuerpo. La penitencia molesta al cuerpo. La penitencia es algo distinto de la mortificación.

La confesión. Cuidarla. Llevar -no como coletilla para dar materia- pecados de la vida pasada, para ir limpiando.

Otro tesoro: las indulgencias. Son algo muy serio, cumpliendo las condiciones... La media hora de oración ante el Santísimo...

En resumen, la consideración de los novísimos nos lleva a cosas muy concretas:

- desagraviar
- hacer penitencia
- plantearnos la vida con un sentido de purificación
- ser apostólicos
- hacer actos de contrición
- llevar a la confesión pecados de la vida pasada
- ganar indulgencias

Juicio

Carta a los Hebreos, hay juicio.

CIC, niega la re-encarnación.

La consideración de la muerte lleva a la alegría de vivir y a aprovechar el tiempo.

Spes Salvi. Lugares de esperanza: oración (escuela), vivir y sufrir (aprendizaje), y juicio (ejercicio de la esperanza).

La consideración del juicio nos ayuda a saber vivir.

Pablo VI, 'La muerte es la gran maestra de la filosofía de la vida'.

El juicio es la gran enseñanza de la muerte.

La libertad de la vida, exige una respuesta final. Somos responsables. Dios quiere que le elijamos libremente.

(Comentario a Jn 6, en Simón Pedro, Chevrot).

La idea del juicio se ha desvahido, por terror.

Navidad 74, San Josemaría recordaba que Jesús sería para nosotros Jesús.

El juicio será el abrazo con Dios. ¿Por qué?

Al contrario que la justicia humana (la justicia humana tiene que ser reflejo de la divina), la justicia de Dios justifica. Dios crea la justicia.

Todo anticipo del juicio en la tierra, justifica. La confesión justifica, anticipa el juicio justificándonos. La materia, el objeto, el juez, y la sentencia es la misma que en el Juicio.

Delicadeza, profundidad y preparación del anticipo del juicio que es la confesión.

Preguntar a Jesús, ¿estás contento de mis confesiones?

Preparar bien la confesión. Dolor. Fomentar el dolor y el propósito de enmienda.

Si hay gente en el mundo que tiene fácil confesarse...

Como sacerdote, ¿me siento lo que soy cuando imparto la confesión? Cristo aplicando su Pasión y Muerte.

Hay un intercambio en la confesión: Cristo asume mi pecado y lo clava en la Cruz y me devuelve la justificación.

Don Álvaro decía: 'una entrega total ha de ser la nuestra. Lo que le niegue al Señor nuestra flaqueza, lo afirme nuestra contrición'.

Lo que no damos en obras, lo damos con dolor, por la contrición.

Vamos al examen de conciencia con esperanza. No es largo nunca el tiempo del examen.

El examen no es una tortura memorística.

Hacemos el juicio ante la presencia personal de Cristo.

El juicio es un criterio para ordenar la vida ordinaria, una llamada a la conciencia y a la esperanza (Spes Salvi).

La importancia del presente para el cristianismo.

Nosotros, por vocación divina, nos dirigimos a Dios cada día 'Dominus iudex noster, ipse salvabit nos'. Esto es consolador.

Sobre la vida

De los tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan (Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687).

Dos vidas

La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso; una en el camino, la otra en la patria; una en el esfuerzo de la actividad, la otra en el premio de la contemplación.

La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por el apóstol Juan: La primera se desarrolla toda ella aquí, hasta el fin de este mundo, que es cuando terminara; la segunda se inicia oscuramente en este mundo, pero su perfección se aplaza hasta el fin de Él, y en el mundo futuro no tendrá fin. Por eso se le dice a Pedro; Sígueme, en cambio de Juan se dice: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti que? Tú, sígueme. «Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes.», Lo cual puede explicarse mas claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación incoada permanezca así hasta mi venida para perfeccionarla.»
El seguimiento de Cristo consiste, pues, en una amorosa y perfecta constancia en el sufrimiento, capaz de llegar hasta la muerte; la sabiduría, en cambio, permanecer así en estado de perfeccionamiento, hasta que venga Cristo para llevarla a su plenitud. Aquí, en efecto, hemos de tolerar los males de este mundo en el país de los mortales; allí en cambio, contemplaremos los bienes del Señor en el país de la vida.

Aquellas palabras de Cristo: Si quiero que se quede hasta que ya venga, no debemos entenderlas en el sentido de permanecer hasta el fin o de permanecer siempre igual, sino en el sentido de esperar; pues lo que Juan representa no alcanza ahora su plenitud, sino que la alcanzar con la venida de Cristo. En cambio, lo que representa Pedro, a quien el Señor dijo: Tú, sígueme, hay que ponerlo ahora por obra, para alcanzar lo que esperamos. Pero nadie separe lo que significan estos dos apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los bienes de la vida futura.

Y no sólo ellos, sino que toda la santa Iglesia, esposa de Cristo, hace lo mismo, luchando con las tentaciones presentes, para alcanzar la felicidad futura. Pedro y Juan fueron, cada uno, figura de cada una de estas dos vidas. Pero uno y otro caminaron por la fe, en la vida presente; uno y otro habían de gozar para siempre de la visión, en la vida futura.

Por esto, Pedro, el primero de los apóstoles, recibió las llaves del reino de los cielos, con el poder de atar y desatar los pecados, para que fuese el piloto de todos los santos, unidos inseparablemente al cuerpo de Cristo, en medio de las tempestades de esta vida; y, por esto, Juan, el evangelista, se reclinó sobre el pecho de Cristo, para significar el tranquilo puerto de aquella vida arcana.

En efecto, no solo Pedro, sino toda la Iglesia ata y desata los pecados. Ni fue solo Juan quien bebió, en la fuente del pecho del Señor, para enseñarla con su predicación, la doctrina acerca de la Palabra que existía en el principio y estaba en Dios y era Dios —y lo demás acerca de la divinidad de Cristo, y aquellas cosas tan sublimes acerca de la trinidad y unidad de Dios, verdades todas estas que contemplaremos cara a cara en el reino, pero que ahora, hasta que venga el Señor, las tenemos que mirar como en un espejo y oscuramente—, sino que el Señor en persona difundió por toda la tierra este mismo Evangelio, para que todos bebiesen de el, cada uno según su capacidad.

Muerte

La muerte

Considerar los novísimos nos ayuda a agradecer al Señor el día.

Afrontar estos temas con la alegría de la esperanza.

De la muerte no se habla normalmente.

Dios nos da un tiempo para que libremente queramos vivir con Él.

Un tiempo que es gloria, si dejamos actuar a Dios.

La santidad no se improvisa, la construimos día a día. Cada día lo vivimos en novedad, con las pupilas dilatadas por el amor.

Este tiempo, es el tiempo penúltimo (Juan Pablo II).

La meditación detenida de los novísimos nos lleva a una vida distinta (Don Álvaro).

Dios nos da el tiempo que tenemos.

Jn 9 'mientras es de día'. Debemos hacer lo que Dios nos pide en nuestro tiempo. No tenemos un tiempo ilimitado.

Vivir el día en unión grande con Dios.

La vida de mucha gente es insensatez: acumular riquezas y vivir bien.

Hay que ir al paso de Dios. La urgencia no es precipitación ni angustia.

Los Directores no nos pican por picar ni nos incordian porque sí.

Da pena pensar en gente cercana que hemos tratado y no sabemos, literalmente, dónde están, qué ha sido de ellos.

Tenemos un tiempo para hacer el plan de Dios. Oído atento y voluntad tensa en la oración.

Salmo 89. Enséñame a contar mis días para tener un corazón sabio.

Valorar el día.

Todo aparece en nuestra vida de forma ordinaria. Hay una revelación de Dios en lo ordinario 'con la normalidad de lo divino'. En lo ordinario se revela lo extraordinario. 'Lo extraordinario de lo ordinario' es nuestra comunicación con Dios. Y vamos estrujando nuestros días.

El minuto heroico se puede entender como una gran mortificación, de dominio del cuerpo o como en el Salmo 62: 'por Ti madrugo'.

Y uno hace el ofrecimiento de obras. ¿De qué obras? Nos sorprenderemos. Las que Dios nos encargue. Las que llevamos apuntadas en la agenda y otras que no están apuntadas y Dios -si tenemos el oído fino- nos encargará.

Cuando morimos, cambiamos de casa. La despedida es un 'hasta luego'.

¡Qué grande es nuestra vida!

Nos enorgullece ser instrumentos en las manos de Dios.

San Josemaría rezaba al final del día: 'Dame una buena muerte, cuando, donde, como Tú quieras, pero si puede ser dame el spatium vere poenitentiae'.

Tibieza

Tibieza

Apocalipsis. 7 cartas a la Iglesia, como advertencias, con Cristo ya triunfante, pero donde empiezan los desatinos y las debilidades. Es una llamada de Dios.

“A la Iglesia de Laodicea Dios dice: conozco tus obras, no eres ni frío...”

Palabras durísimas. Dirigidas a nosotros. Tenemos este riesgo: la repugnancia de Dios.

“El que no está conmigo, está contra mi”. No caben las medias tintas.

Las apariencias, saber manejarnos, hacer nuestra voluntad, las medias tintas... Produce una gran repugnancia.

“Te lo dice el Amén”, el del sí, el del fiat...

Ser el Amén. Convertir nuestra vida en un amén, un fiat rendido a la Voluntad del Padre.

El Padre en ocasiones decía que a veces miramos a derecha e izquierda. No decimos que no, pero añoramos a derecha e izquierda.

Los síntomas de la tibieza aparecen en cuanto dejamos de rezar.

Igual que en la vida interior hay un plano inclinado hacia arriba, hay un plano inclinado hacia abajo, y el diablo lo sabe: un pequeño descenso que ni se nota. ¡¡Bah, pequeños hilos que no tienen importancia!! Esos flecos que hacen quedarse con el ovillo en la mano.

No ceder no es pensar en una exigencia agobiante: la santidad no es como construir el número de circo de bailar platos (los platos que tenemos que bailar son el examen particular, los consejos de la confidencia, de la confesión, lo que oímos en los medios de formación, las ideas que nos comentan de los Directores, lo que escribe el Padre en las cartas… y un largísimo etcétera). Este planteamiento es peligroso porque se rompe la unidad de vida.

La lucha por la santidad no es fraccionada, dividida... Pensar que es así es muy peligroso.

Si la oración y la misa no unifican nuestra lucha, faltará unidad de vida. “Sólo una cosa es necesaria”.

Ojo, porque si se rompe la unidad de vida se rompe el alma.

Hay que unificar, y cuando vemos cosas distintas, fracciones, oposiciones...

El Amén enumera los síntomas de la tibieza:

- Ya he llegado. Ya llevo mucho tiempo luchando. Que me dejen en paz. Ya he corrido bastante.

- Falta ver con ojos de eternidad.

- Eres un desdichado. Has perdido la dicha. Un miserable. Cicateros. Lo que yo he dado. Pobre, ciego y desnudo.

- Te aconsejo que me compres oro acrisolado, vestiduras y colirio para que unjas tus ojos y veas.

San Josemaría explica cinco manifestaciones de tibieza:

1. El abandono de la lucha por cumplir bien las Normas del plan de vida. (Deja de importar la manera de hacerlas).

2. Despreocupación de la ocupación general de la Obra: la santidad personal y la de los demás.

3. Vergüenza o abandono de la corrección fraterna.

4. Pensar que se hace mucho.

5. No tener interés por pegar esta locura de amor haciendo proselitismo.

Pecado

Nuestra vida tiene una “secuencia ternaria”:

- Palabra
- Respuesta
- Gracia

Cuando nos decidimos de verdad a cosas que no somos capaces, Dios coopera con nosotros (San Agustín).

El gran mal es decir “no”.

El “no” imposibilita un proyecto.

¿Tengo horror?

Van pasando los años y tenemos más vida interior. Es lógico que crezca el horror al pecado, y el dolor por los pecados propios y ajenos.

No hablar del pecado habitualmente no significa que estemos en la inopia. No podemos ser indiferentes. Nos duele. ¿Reparamos?

El pecado es una falta contra la razón.

Un mismo pecado es más grave en quienes tenemos más experiencia de Dios.

¿Desagraviamos? ¿Me duele?

No ser indiferentes. El alma sacerdotal se ha de notar de manera especial ante el pecado.

Sensibilidad interior. El riesgo de irse encalleciendo ante el pecado.

San Juan, “si decimos que no hemos pecado, nos engañamos”.

“El que permanece en Dios no peca. El que peca, ni le ha visto ni le han conocido” (San Juan).

Quien peca es del diablo. El que ha nacido de Dios no peca. El que está metido en Dios no peca.

En esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo.

Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca (1 Jn 5, 18).

Parece severo, pero es consolador.

Si alguno peca, tenemos ahogado el mal...

Sentir dolor, gran horror e inmensa confianza en que el diablo no nos toca si estamos con Cristo.

Las Normas son coraza. Si pedimos el don de la presencia de Dios y vivimos metidos en Dios... el maligno no nos toca.

Las defensas. Protegerlas.

No nos engañemos con el 'yo no puedo' ante el pecado habitual en nuestra vida.

Nos justificamos con el autoengaño. Con la gracia continua que recibimos ¿cómo puede ser?

El maligno no toca a quienes son de Dios. Nos rodea, porque está como león rugiente...

Capaces de todos los horrores...

Forja, pide la muerte... Por amor.

Un hermano nuestro dijo con fuerza una vez: 'yo le pido a Dios que si voy a pecar, que me atropelle un coche, me de un infarto y me muera'.

Consideramos muchas veces lo que suponen los pecados en la Pasión de Cristo.

Un chico con síndrome de dawn le decía a su padre –mientras miraban un crucifijo-: “esas espinas se las he puesto yo. Esa es la sensibilidad de un alma grande.

Cada crucifijo: un reproche.

No vivir obsesionados por el pecado...

Exámenes de conciencia. Pedir perdón por lo que no vemos y por no ver las faltas que no vemos... Lo que niega la flaqueza, se lo damos a Dios por contrición.

Vocación

Vocación

Es la creación de Dios que se proyecta en el mundo gracias a la libertad personal.

La vocación añade a la acción creadora de Dios la libre respuesta de la criatura humana.

La vocación es la tarea concreta que Dios asigna a los hombres.

Dios nos ha querido. Y nos ha querido existiendo.

Al llamarnos a una tarea, Dios no anula nuestra actividad, sino que la estimula. Nos llama, pero debemos responderle.

Dios nos va haciendo conocer la vocación paulativamente. Vivimos la vida a cachitos.

La vocación es un diálogo.

Vocación y oración es lo mismo.

El ejemplo de B16. Aparece su vocación (de Papa) a los 79 años. Todo lo anterior en su vida tiene sentido en función de esto.

Nosotros no hemos sido llamados una vez para siempre; Jesús nos está recordando incesantemente el deber que espera de nosotros. El desarrollo de nuestra vida espiritual, así como la eficacia de nuestro apostolado, exigen por nuestra parte un constante volver a empezar.

De mi respuesta, ahora, depende mi respuesta más adelante.

Al llamarnos Dios a un estado nos ha dotado de las aptitudes que exige este estado, pero a nosotros nos toca el desarrollarlas.

La vocación es una pura sorpresa.

Vivir pendientes de Él. Oído atento, voluntad tensa.

Peligro: pensar que es un camino de cruz y de incomodidad.

No sé cuál es mi vocación. Sé la traza gorda, pero no la traza fina.

Saber captar las peticiones suaves de Dios, que habla bajito.

El hombre sólo se puede comprender en relación con Dios.

Dios nos va llevando a lo largo de los años por muchos caminos...

En la vida de una persona hay tres momentos secuenciales:

- La petición de Dios. Iniciativa. Es la primera palabra en la vocación.

- La respuesta. Es la última palabra.

- Ayuda abundante para llevar a cabo lo que pide.

A lo largo de nuestra vida se va repitiendo innumerables veces este ciclo: peticiones de Dios, respuestas personales nuestras y ayuda de la gracia (si respondemos generosamente) para llevar a cabo la tarea que nos pide.

Caminamos por un “camino de vocaciones” que dan sentido a una Vocación.

Solo en relación con Dios, la vida es verdadera.

A veces le damos a la palabra sinceridad un sentido único (contar lo malo). Decir lo bueno -gracias, mimos de Dios, respuestas generosas nuesrtas- da mucha vergüenza. Sinceridad es decir lo bueno, lo que no se puede divulgar entre los hombres.

La vocación, es un diálogo personal con Dios.

CVII GS La razón mas alta de la dignidad humana...

Diálogo, consciente, progresivo.

'Radicalidad bautismal'.

La vocación no es siempre igual. No se termina. Es dinámica, variada.

El 'no' puede cerrar el diálogo. Y es una tragedia, un destrozo. Lc 7, 30.

Podemos anular el plan divino sobre nosotros. Decir 'no' a Dios es trágico, cerramos el plan divino.

Puedo anular pequeños planes de Dios (Normas mal hechas). Decimos que sí, o decimos que no.

Con nuestra respuesta nos metemos cada vez más en la vida de Dios.

Una tentación: pensar que la vida interior es el más difícil todavía. No, cuando hay amor, las cosas cuestan menos; aunque a veces Dios permite que las cosas cuesten más (para nuestra purificación).

El lenguaje de Dios se va conociendo a medida que se responde. (Al principio hace falta un diccionario).

7/09/75 Tertulia con Don Álvaro, antes del Congreso. Pedía oraciones para el Congreso Electivo. (Habló de la vocación una persona que en pocas horas iba a descubrir en aquel Congreso su vocación): "Mio es tu nombre".