26.10.10

La crisis de valores

La entrevista tiene lugar en un receso del Foro Ambrosetti, donde hubo tres intervenciones con marchamo español: los ex presidentes Aznar y González, y Joaquín Navarro-Valls, ex portavoz de la Santa Sede, cuya intervención sobre el liderazgo y los valores concluyó con una cerrada ovación.

Gente que mola

Spiderman, Batman, Catwoman... Toda una caravana de híbridos de bicho y ser humano se pasean por las pantallas como queriendo hacernos comprender que los campeones de la especie sólo viven en la fábrica de los sueños. Lejos de ese mundo ficticio es donde de verdad podemos encontrar tipos excelentes. Gente con una exquisita finura de conciencia, capaz de resistir al mal aun a costa de ventajas personales. Algunos son héroes, y si nunca ha sido fácil serlo, ahora los héroes parecen una especie en extinción. Debería existir una ONG para salvarlos.

Noticias desalentadoras

A veces me pregunto si la formación que estamos dando a los alumnos que pueblan los centros de enseñanza media les facilita que, llegados a una de las encrucijadas de su vida, sean capaces de sacar lo mejor de sí mismos para afrontarlas. Si a uno le da por ponerse cenizo, las noticias de naufragios y las cifras de “desaparecidos en combate” referidas a gente conocida o a antiguos alumnos que navegan por la universidad, le llevan a pensar que en algo estamos fallando. No obstante, hay contraejemplos. Permítanme contarles un par de ellos.

The show must go on

Celia estudia en la universidad, y sin embargo saca buenas notas. Pero además es artista. Canta, baila y actúa con un talento poco común, ya demostrado sobre muchos escenarios. Lo suyo no son sólo dotes naturales. Se lo curra de lo lindo: clases de música, interpretación y baile en las mejores academias de España e Inglaterra, muchas horas de ensayo, mucho tesón. Y paciencia también, porque quiere llegar a lo más alto aunque tenga que abrirse paso poco a poco.

Por una serie de carambolas, Celia se encontró metida en un proceso de selección de actores en el que había cuatro mil candidatos para un papel protagonista. No era una obra cualquiera, sino un espectáculo a lo grande, con cifras mareantes de dinero invertido, una promoción publicitaria por todo lo alto y el respaldo de un exitoso grupo musical. Los casting son procedimientos desmesuradamente prolijos, pues el perfil que se busca para representar al protagonista ha de ser muy completo. Pues bien, Celia arrasó. Al poco tiempo tenía adjudicado el papel principal y los productores estaban encandilados con ella. También Celia soñaba con dar un paso decisivo en su carrera. Algo así como si Spielberg la hubiera llamado para ser la estrella de su próxima película.
Estos golpes de suerte se presentan muy de tarde en tarde, y en este mundillo de los focos no se puede dejar que la oportunidad pase de largo. Estamos acostumbrados a ver que bastantes adolescentes aspiren a ser modelos, cantantes, actores o actrices a poco que sepan moverse con cierta gracia. No hay más que observar cómo cada vez que se convoca un concurso o un casting para actuar en películas o musicales de gran despliegue mediático, se forman colas interminables de jóvenes en los puntos de la convocatoria.

Celia es especial

Pero Celia dijo no. Cuando pusieron el guión en sus manos, el mundo se derrumbó. Aquello era una colección de tópicos y vaciedades sobre los supuestos gustos de la juventud actual. Un argumento ramplón y en ocasiones zafio para alimentar el consumo de masas. El célebre productor que estaba al mando del cotarro no entendía nada. Una chica guapa, lista y desenvuelta no podía poner tanto reparo a unas escenas algo subidas de tono. En la puerta podría encontrar fácilmente un montón de chavalas dispuestas a vender su alma sin un pestañeo y a enseñar hasta el sistema linfático a la mínima sugerencia del guión. Es el precio de la fama, y todas lo saben.

No deja de ser curioso que para estos grandes montajes se exija una calidad sobresaliente en belleza, canto, baile, interpretación y hasta en duende, esa especie de magia que transforma a una persona sobre las tablas, según la definición de Federico García Lorca. No se repara en gastos para tener la mejor calidad de sonido, las más sofisticadas coreografías, los decorados y el vestuario más deslumbrante. Para todo se pide un diez menos para la calidad de los valores que se transmiten con una obra teatral dirigida a público juvenil. En ese terreno vale todo lo que vende.

No es lo mismo

Celia mantuvo el tipo y le dijo al famoso mandamás que tenía motivos personales para declinar la oferta. No se arredró porque de los halagos pasaran a las amenazas. Que su carrera se iba a ir al garete, que era una osadía rechazar el mejor contrato de su vida, que qué remilgos eran esos a su edad... Ella no le dijo que prefería su dignidad a su carrera. Tampoco supo o quiso hacer un discurso afirmando que tenía conciencia y que no pensaba ponerle precio. Es demasiado sencilla para eso. A mí me hubiera gustado soplarle al oído el estribillo rebelde de la canción de Alejandro Sanz para que se lo espetara al maromo de marras: “Vale, que a lo mejor me lo merezco / bueno, pero mi voz no te la vendo / puerta, y lo que opinen de nosotros... / léeme lo labios, yo no estoy en venta”.

En casa, Celia lloraba desconsolada. Con semejante negativa viajaban al mundo de nunca jamás muchas ilusiones y esperanzas. Muy fuerte para sus diecinueve años recién estrenados. Aunque quizá ella no piense igual que yo ni se le haya pasado por la cabeza el impresionante valor moral de su actitud, evoqué lo que Juan Pablo II dijo a los jóvenes cristianos en Tor Vergata al inicio de este siglo XXI: “Creer hoy en Jesús, conlleva una opción por Él y, no pocas veces, es como un nuevo martirio: el martirio de quien, hoy como ayer, es llamado a ir contra corriente para seguir al divino Maestro. Quizás a vosotros no se os pedirá la sangre, pero sí ciertamente la fidelidad a Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada día”.

Un apuesto broker

Desde muy joven, Chema apuntaba maneras de lince. Cuando todavía llevaba pantalón corto y no pasaba de un metro, hacía negocios en el recreo vendiendo varias veces, a chicos mayores que él, el bocadillo le que preparaba su madre. Nunca se quedó sin comer, nunca recibió una paliza por lo que hacía y nunca supo nadie en qué invertía aquel mocoso el dinero ganado.

Cuando terminó la carrera, no tuvo que buscar trabajo. Ya le habían buscado a él. Un empresario se presentó en su facultad preguntando por el mejor alumno de Económicas que fuera experto en Bolsa. Al mes de licenciarse, ya tenía despacho. Con veintitrés años recién cumplidos era director financiero de una empresa con más de ochocientos empleados, entre obreros y ejecutivos. Un niño tenía que meter en vereda a gente que podría haber sido su padre o su abuelo. Y vaya si lo conseguía. Pisando fuerte y metiendo horas.

Yo tenía la mosca detrás de la oreja. En nuestras conversaciones trataba de moderar su apetito de éxito, porque sé que Chema es ambicioso, listo y yo pensaba que implacable y sin escrúpulos. Me escamaba su frialdad religiosa. Siempre ha gastado conmigo una afilada ironía ―casi sarcasmo en ocasiones― cuando nos adentrábamos en el terreno de la fe y de la práctica cristiana. Pero me equivoqué.

Me entero yo

Una mañana me llamó y quedamos para comer. Estaba en la calle. Su jefe le había amenazado con el despido si no se plegaba a una maniobra turbia. Y no le dejó que se lo repitiera. Cogió sus bártulos y se encaminó a la oficina del paro. “Ya en otras ocasiones había querido obligarme a hacer cosas desagradables ―me contaba con la vehemencia que le caracteriza―, como echar broncas injustificadas o despedir a veteranos padres de familia por errores nimios. Esta vez quería escamotear unos milloncejos (de euros) a la hacienda pública”. “Es una operación contable muy sencilla ―le decía el patrón―, no se va a enterar nadie”. “Me entero yo, y eso me basta”, respondió Chema, alzando la voz. El tono de la conversación fue creciendo y al final se quedó sin trabajo. Yo estaba asombrado. No encontraba en él ninguna muestra de fastidio o de autocompasión. Tampoco buscaba mi alabanza. Tan sólo estaba exteriorizando un diálogo con su conciencia. Por otra parte, no tardaría en encontrar otro empleo, como así fue.

Tal vez no lograré ver a Chema convertido en un tipo piadoso (tuvo una novia fantástica que a punto estuvo de conseguirlo, pero por desgracia rompieron). Sin embargo, aquella respuesta ―me entero yo― en una situación en la que se jugaba la tranquila continuidad de su carrera profesional, me hizo comprender que no había hecho un diagnóstico acertado al fijarme solamente en su grado de práctica religiosa. Las raíces de la formación cristiana que ha recibido en su casa son muy hondas. Uno de sus frutos es, sin duda, esa valiente honradez.

Las advertencias de Kipling

Entonces reflexioné sobre los terribles dilemas ante los que tantos muchachos sin experiencia tienen que bandearse. ¿Cuántos habrán vendido su conciencia por mucho menos? En estas lides, hacer la primera trapisonda puede resultar traumático, pero una vez metidos en harina, la conciencia se va acolchando y uno se desliza, lo quiera o no, por un tobogán hacia el club de los tramposos. Y todavía te encuentras a algunos que se tranquilizan pensando que se trata de un club muy frecuentado.

A más de uno de estos me gustaría pedirle que leyera despacio los condicionales del conocido poema de Rudyard Kipling, el autor de El Libro de la Selva. La poesía se llama If... (“If you can keep your head when all about you are losing…”) y entresaco algunos versos: “Si puedes mantener intacta tu firmeza / cuando todos vacilan a tu alrededor / y confías en ti mismo cuando los demás dudan... / Si puedes esperar y no cansarte en la espera / y salpicado de mentiras, no caes en la mentira... / Si eres capaz de llenar el minuto inolvidable / de sesenta segundos que te lleven al cielo / tuya es la tierra y lo que en ella habita / y lo que es más, serás hombre, hijo mío”.

Pienso que también conviene advertir que estos rasgos de audacia no se improvisan. Es sumamente raro que alguien que no haya entrenado duro durante mucho tiempo consiga hacer una marca espectacular en unas olimpiadas. Es difícil concebir que alguien que no esté al menos familiarizado con la lucha para jugar limpio con su conciencia, tenga de repente un insólito ataque de honradez. Ojo: la conciencia es el foro donde Dios habla, bajito y de tú a tú, y no el almacén de los caprichos.

Tanto Celia como Chema han sido alumnos míos. No creo que mi paso por sus aulas haya influido demasiado en que sean como son ahora. Pero me gusta presumir de ellos. Son gente que mola.

(Javier Láinez. Arvo.net).

24.10.10

Nueva Evangelización

El pasado doce de octubre, el Papa creó un nuevo organismo en la Curia Romana: el «Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización». El nombre de “Consejo” podría sugerir que se trata de un organismo de rango inferior al de las Congregaciones Romanas. Pero no; la finalidad del nuevo Consejo es promover la evangelización en las naciones donde el Evangelio hace siglos que fue anunciado y parecía que los había impregnado. Las transformaciones sociales, económicas y culturales han supuesto un impacto tal en las convicciones y prácticas religiosas, que hoy reclaman que se les vuelva a proponer el Evangelio con nuevo empuje y alegría. No es, por tanto, un doblaje de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Ésta promueve la evangelización allí donde nunca ha sido anunciado o donde las iglesias son de nueva creación y los bautizados representan una minoría. El nuevo Pontificio Consejo se crea para anunciar el Evangelio en naciones de antigua cristiandad, entre las que se encuentran las de Europa.

A mí me ha llenado de alegría, de agradecimiento y de esperanza. Porque he visto que el Papa actual ha creado una institución con vocación de permanencia y universalidad para llevar a la práctica el magisterio de Pablo VI y, muy especialmente, del venerable Juan Pablo II sobre la nueva evangelización. Algo que considero no sólo muy conveniente, sino absolutamente imprescindible y urgente, si queremos responder a lo que Dios espera de nosotros en este momento, a la vez comprometido y apasionante, en que nos encontramos.

Todos sabemos, en efecto, que la gran mayoría de europeos ha sido afectada por los fenómenos de la secularización, el relativismo y el paganismo. Esto se hace notar, de modo particularmente claro, en las nuevas generaciones. Baste pensar, por ejemplo, que son muchísimos los que se han apartado de la práctica religiosa y/o rechazan el magisterio de la Iglesia en cuestiones tan nucleares como la transmisión y defensa de la vida, el matrimonio, la familia, las relaciones extraconyugales, la justicia social, las verdades objetivas, etcétera.

El resultado final es que nos encontremos ante una realidad estremecedora: la mayor parte de los europeos y españoles están bautizados; pero son muy pocos los que están evangelizados y convertidos, y su vida práctica es claramente pagana. Si a ello añadimos que aumenta el número de quienes no reciben el Bautismo en la primera infancia y ni siquiera en la edad escolar, nuestro mapa religioso de los próximos años registrará un alto número de adultos no bautizados. Sin contar los emigrantes.
Es, pues, absolutamente necesario realizar sin dilaciones una nueva evangelización, un anuncio claro y explícito de Jesucristo: de su Persona, de su obra salvadora, de su doctrina, y pasar de una Iglesia con parámetros de ‘cristiandad’ a otra decididamente evangelizadora.

Por eso, ¿cómo no alegrarse y llenarse de esperanza y optimismo pastoral ante la creación de un Organismo que nace con el objetivo preciso de poner medios concretos para que surja un nuevo impulso evangelizador entre los pastores y fieles, y creemos nuevos métodos de acción pastoral? Me parece que las Conferencias Episcopales, los Organismos diocesanos y todas las realidades apostólicas, nuevas y antiguas, somos convocados a colaborar estrechamente y en plena comunión efectiva y afectiva con el nuevo Pontificio Consejo. El hecho de que sea el Papa el que haya oficializado la puesta en marcha de un organismo específico de evangelización para nosotros, es garantía suficiente de que el Espíritu nos inspirará y ayudará eficazmente en la nueva etapa que la Iglesia está llamada a emprender en Europa y España.

(Mons. Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos)

20.10.10

Tras una mariposa

Estaba un bebe sentadito en el lugar a donde había llegado gateando. Era un jardín  soleado de una mañana primaveral. Una mariposa, revoloteando, llamo su atención y alzo su mano para cogerla. Pero la mariposa se fue volando a otra flor, y el niño se levanto y la siguió.

La mariposa, pizpireta, al abrir y cerrar sus alas volando mostraba el encanto de sus atractivos colores, y el niño corría tras ella. Se detenía en las flores más hermosas, pero solo un instante, y el muchacho no la podía coger.

Un tiempo después el joven la perseguía con una moto. Mas tarde el hombre la quería atrapar desde un coche.

Un día otoñal, estaba sentado al sol, junto a otros seniors, y tuvo el arranque de perseguirla. Pero la carrerita le fatigo. Aquel esfuerzo fue superior a sus fuerzas. Su corazón no resistió.

Sus colegas, tan ancianos como él, exclamaban: ¡Mira que echar a correr detrás de una mariposa…!

(José Murillo)

19.10.10

7 mandamientos para salvar / destruir el matrimonio

Estudio y trabajo

TRABAJO Y PEREZA (Lc 10, 38–42)

Descripción del pasaje: Jesús tenía tres amigos que eran hermanos y con frecuencia iba a su casa. Cada uno le quería a su modo.

Marta cuando iba Jesús preparaba todo con mucho cariño. Seguramente se repartirían el trabajo. María se organizaría mejor y terminaría antes de que llegara el Señor. Marta, más nerviosa calcularía peor. Quizá perdía un poco el tiempo o querría quedar bien y se pasaba con los preparativos.

En fin un día que llegó el Señor todavía estaba metida en la cocina. Empezaría a criticar por dentro a su hermana y a pensar que Jesús no se daba cuenta de su sacrificio.

Y como tenía mucha confianza con Jesús le dijo: ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las cosas de la casa? ¡Dile que me ayude!

Consideraciones: cualquier trabajo debo hacerlo por el Señor. No basta con trabajar mucho y hacerlo bien.

El Señor conocía que Marta era muy buena persona, pero quería que fuese mejor. Y como era muy transparente por eso le podía decirle las cosas con claridad.

Un trabajo se puede hacer de distintas maneras: con pereza, de forma chapucera, con desorden. O por el contrario: siendo un agonía o un perfeccionista. O un pesetero, un cumplidor, un responsable o un enamorado.

Diálogo: Señor, ¿hay algo en mi trabajo que te gustaría que cambiara? Perdona el tiempo perdido y las chapuzas.

Señor, trataré de cumplir un horario y ofrecértelo cada día. Voy a ponerme siempre un crucifijo o una estampa de la Virgen delante del libro y así me acordaré de hacerlo por ti.
 
(Fuente: A. Balsera)

Comunicar la fe

Conferencia de Jutta Burgraff.

(Teresina, Montserrat)



Carpe diem

"El constante devenir ofrece a los sentidos y a las potencias del alma  tantas posibilidades de distracción que existe el riesgo de vivir en un estado de distracción permanente

La atención a las múltiples y constantes necesidades de la vida pueden sumir al hombre en una actividad frenética de modo que consuma todas sus energías en sobrevivir y le impidan considerar los aspectos esenciales del fin de la vida

El hombre corre el riesgo de consumir todas sus energías consumiendo".

(José Murillo)

Docilidad en la confidencia

María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Esa actitud de nuestra Madre merece el elogio de su Hijo: bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc 11, 28). Escuchar lo que nos dicen con disposición de entrega. Guardar en el corazón durante la semana los consejos recibidos no es algo pasivo, es meditarlos, llevarlos a la oración, concretarlos para ponerlos en práctica. Docilidad supone también tener iniciativa en la vida interior sugiriendo al Director posibles puntos de lucha.


“Cuidadme especialmente la Confidencia, este medio de formación personal que el Señor ha querido en su Opus Dei, para que el espíritu de cada uno se identifique más y más con el espíritu que entregó a nuestro Padre. Contad sinceramente vuestra vida en esa charla confidencial, a la que acudís a buscar los remedios espirituales para vuestra alma: tiene muchísima importancia. Os aseguro que, sin dirección espiritual, sin la confesión contrita, no puede haber verdadera vida interior. Cada alma necesita que le exijan: por eso os pido insistentemente que acudáis a estos medios” (de nuestro Padre, Crónica 1974, p.222) (CDF I 109).

Es voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que con su luz y conocimiento, nos guíe a puerto seguro (Camino, n. 59). Dios ayuda a nuestros Directores a indicarnos el camino –en qué hemos de entregarnos y cómo– porque desea que nos dejemos guiar por ellos. Dejarse guiar, luchando donde nos dicen y no donde a nosotros nos parece. Al que obedece, Dios le da la victoria: vir obediens loquetur victoriam (Pr 21,28).

“Hacer bien la Confidencia es un modo estupendo de reafirmar la entrega, porque os llevará a no reservar nada para vosotros mismos, y a abrir vuestro corazón de par en par: sabréis hablar de lo que quizás os avergüenza y contar con la misma sencillez los pequeños y los grandes milagros que el Señor obra en vuestra alma. Para eso, preparad la charla fraterna en la presencia de Dios, con mucha visión sobrenatural,convencidos de la verdad de unas palabras de nuestro Fundador, que desde su marcha al Cielo han adquirido un sentido particularmente profundo: cualquiera que sea quien recibe la Confidencia, es vuestro mismo Padre quien la recibe (Instrucción, 31-V-36) (CDF I 109).

Dabis ergo servo tuo cor docile (1 R 3,9). Sensibilidad para captar las insinuaciones de quienes dirigen nuestra alma. Parábola del sembrador (Lc 8, 5-15). La docilidad prepara la tierra de nuestra alma para que frutifique la Palabra que Dios siembra en ella.

“A mis hijas y a mis hijos que tienen el encargo -¡la responsabilidad!- de recibir las charlas fraternas de sus hermanos, les recuerdo que son instrumentos de los que Dios desea servirse para santificar a los demás. Por eso, necesitáis muy especialmente los dones de consejo y de fortaleza, que el Espíritu Santo no niega a los que se lo piden con humildad. Hijas mías, hijos míos, cuidad mucho vuestra propia vida interior, para no ser nunca estorbo a la acción divina; fomentad en vuestra propia respuesta el hambre de conocer y de practicar cada día mejor vuestro espíritu; sed muy dóciles a las directrices del Consejo local, que carga con la gran responsabilidad de atender a todos los del Centro; y sabed exigir a vuestros hermanos con cariño y con energía, sin falsas comprensiones que harían daño a sus almas y a las vuestras” (CDF I 111).

15.10.10

En medio del mundo

"El cristiano es un ciudadano de su tiempo, que vive en unas circunstancias históricas concretas. A las nuevas situaciones debe adaptarse sin renunciar a sus principios y valores morales más profundos, pero con la flexibilidad propia de una persona coherente, y sin aferrarse tozudamente a modos y estilos de vida obsoletos que pudieron tener vigencia en otras épocas ya pasadas pero que en el momento presente no responden ni se adaptan a las exigencias sociales, culturales, e intelectuales de la sociedad contemporánea. El Cardenal Newman explica que “vivir quiere decir estar sujeto a cambios, y ser perfecto significa haberse cambiado muchas veces”.

El cristiano tiene el grave deber de abrirse a los nuevos tiempos; de lo contrario renunciará a mejorar y madurar, y, corre el riesgo de dejar de ser un “cristiano corriente” para convertirse en un personaje desarraigado histórica y socialmente de su mundo hasta convertirse en un alienígena incómodo, incapacitado para actuar en la sociedad.

El cristiano es un ciudadano histórico. Un cristiano habitante del siglo XXI no puede vivir anclado en modelos de vida ya superados del siglo XIII, o del siglo XX. Quien renuncia a su “dimensión histórica” no puede ser verdadero hombre, ni verdadero cristiano; es un ser vivo, pero no un auténtico ser humano.

Nadie aguanta una vida encapsulado en un modelo anacrónico que lo acabaría destruyendo por atacar una de las facetas más importantes de la personalidad: la temporalidad".

13.10.10

Vida de piedad

Sed imitadores de Dios, como hijos queridísimos y caminad en el amor” (Ef 5, 1-2).


Consejo difícil de cumplir, pero fácil cuando se tiene conciencia de que somos hijos de Dios. Nuestra filiación es el fundamento del trato con Dios.

La piedad es aquella disposición habitual de nuesta alma que, bajo el influjo del Espíritu Santo, nos mueve a sentir afecto filial a nuestro Padre-Dios y a tratarle como hijos suyos.

“La piedad que nace de la filiación divina es una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos” (San Josemaría, Amigos de Dios 146).

La piedad es un don divino: fruto de nuestro esfuerzo por tratar al Señor.

El peligro del activismo.


“El secreto de nuestra eficacia es ser sinceramente piadosos” (San Josemaría, Es Cristo que pasa 8). Esto lleva a buscar a Dios en todo, con una disposición clara, decidida y práctica. La piedad evita la dispersión y el activismo y da unidad a todas nuestras tareas.

“El activismo, si no se combate decididamente, acaba por recluir a las personas en un monólogo egoísta y por difuminar nuestra conciencia de la filiación divina”.

La aridez interior.


La entereza del alma en el trato con Dios se pone de manifiesto en la aridez, cuando no hay sensiblerías, cuando no se encuentra gusto ni sabor en las realidades sobrenaturales.

El que es piadoso sólo porque se encuentra a gusto, se busca a sí mismo. Los que se saben hijos de Dios no se acomodan a los vaivenes del sentimiento, ni al estado de ánimo o de salud, ni a las dificultades del ambiente.

Debemos ser tenaces, con la constancia de la fe y el empuje del amor (Forja, 447).

Útil para todo.


La piedad nos hace fuertes, nos da la capacidad para afrontar deberes, resolver problemas… promueve la atención a las personas y a las cosas, a trabajar con perfección, aprovechar el tiempo… (no nos hace huir de la lucha –evadirnos-, ni es nube que oscurezca la realidad).

La piedad lleva a la madurez. Exige una voluntad recia, una madurez templada, un carácter firme y abierto; lleva a ejercitar virtudes que agradan a Dios.

La piedad se manifiesta en el modo de ser y de actuar, lleva a dominar las faltas de carácter, altibajos, estados de ánimo, fatigas, prisas. Nos ayuda a acabar bien el trabajo, con puntualidad. “Hay una íntima unión entre ese fondo sobrenatural interior (contemplativos) y esas manifestaciones externas del quehacer humano”.

Pietas ad omnia utilitas est (1 Tim 4, 8).

-         Enseña a descubrir la senda de la voluntad de Dios.
-         Da los modos –recios y delicados- de los buenos hijos.
-         Espolea la diligencia de los servidores fieles.

Forja 35. “Con tu piedad sincera aprenderás a practicar las virtudes propias de tu condición de hijo de Dios, de cristiano. Y junto a esas virtudes, adquirirás toda esa gama de valores espirituales que parecen pequeños y son grandes; piedras preciosas que brillan, que hemos de recoger por el camino, para llevarlas a los pies del trono de Dios, en servicio de los hombres: la sencillez, la alegría, la lealtad, la paz, las menudas renuncias, los servicios que pasan inadvertidos, el fiel cumplimiento del deber, la amabilidad…”

Lucha ascética

1. Necesidad y objetivos

            - porque tenemos que ser santos. Surco 111 (fe operativa).
            - para ser santo: por Amor y consecuencia de ese amor. Surco 158.
            - para combatir seriamente nuestros defectos (que son la materia de nuestra santidad y de nuestra lucha. Surco 863.
            - Es propio del caminante la tentación. Así se conoce, aprovecha, lucha, alcanza la victoria.
            - Se angustia el hombre ante la tentación, pero no está sólo, abandonado.
            - Jesucristo se sometió a la tentación: Cristo llevaba nuestra carne y la salvación para nosotros; lleva nuestra muerte y la vida para nosotros.
            - Si somos tentados en Él, en Él superamos al diablo.
            - Jesucristo quiso darnos la “lección de la tentación”.

2. Alegre y deportiva. Surco 169.

3. Humilde y confiada. Surco 259.

4. Constante y fuerte. Surco 20.

-         Lucha sin claudicar. Surco 126.

5. En la vida ordinaria. (El cumplimiento del deber). Surco 875.

6. Es fuente de alegría. Surco 68.

-         Pedir perdón por lo que sale mal.
-         Alegrarse por lo que sale bien.

7. Alegría y la Virgen. Surco 692.

10.10.10

Los diez leprosos

Lc 17,11-19 Un día, sucedió que, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.


Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
 
Hoy podemos comprobar, ¡una vez más!, cómo nuestra actitud de fe puede remover el corazón de Jesucristo. El hecho es que unos leprosos, venciendo la reprobación social que sufrían los que tenían la lepra y con una buena dosis de audacia, se acercan a Jesús y —podríamos decir entre comillas— le obligan con su confiada petición: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lc 17,13).

La respuesta es inmediata y fulminante: «Id y presentaos a los sacerdotes» (Lc 17,14). Él, que es el Señor, muestra su poder, ya que «mientras iban, quedaron limpios» (Lc 17,14).

Esto nos muestra que la medida de los milagros de Cristo es, justamente, la medida de nuestra fe y confianza en Dios. ¿Qué hemos de hacer nosotros —pobres criaturas— ante Dios, sino confiar en Él? Pero con una fe operativa, que nos mueve a obedecer las indicaciones de Dios. Basta un mínimo de sentido común para entender que «nada es demasiado difícil de creer tocando a Aquel para quien nada es demasiado difícil de hacer» (Card. J. H. Newman). Si no vemos más milagros es porque “obligamos” poco al Señor con nuestra falta de confianza y de obediencia a su voluntad. Como dijo san Juan Crisóstomo, «un poco de fe puede mucho».

Y, como coronación de la confianza en Dios, llega el desbordamiento de la alegría y del agradecimiento: en efecto, «uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias» (Lc 17,15-16).

Pero..., ¡qué lástima! De diez beneficiarios de aquel gran milagro, sólo regresó uno. ¡Qué ingratos somos cuando olvidamos con tanta facilidad que todo nos viene de Dios y que a él todo lo debemos! Hagamos el propósito de obligarle mostrándonos confiados en Dios y agradecidos a Él.

Fuente: "contemplar el Evangelio de hoy", Mn Antoni Carol

8.10.10

Meditaciones varias (II)

Amor a la Iglesia
Apostolado
Esperanza
Esperanza
Espíritu de conversión
El más grande en el Reino de los Cielos
La paz interior
Medios sobrenaturales en el apostolado
Medios sobrenaturales en el apostolado
Eucaristía
Paciencia y esperanza en la vida interior: los defectos
Dar fruto
Obediencia
Naamám el Sirio (2 Re 5, 1-15
Oración de petición
Vida ordinaria
Obediencia
Obediencia: vision sobrenatural
Obediencia: visión sobrenatural
Obediencia
Multiplicarnos
Rezar por el Papa
Formación
Cosas pequeñas
Proselitismo
Que tu limosna sea oculta (Mt 4, 4)
Milicia y familia
Mortificación y penitencia
Unidad de vida
Unidad de vida y espíritu de sacrificio
Pasión y muerte de nuestro Señor. Amor a la Cruz
Pasión y muerte del Señor. Amor a la Cruz
Filiación divina 78
Fortaleza: serenidad y ejemplo 81
Fraternidad 84
Fraternidad 86
La eficacia de la Cruz 91
Santidad 93
2. X. Aniversario de la fundación del Opus Dei 96
La charla fraterna 99
Parábola del sembrador. Lc 8, 4-15. 101
Proselitismo. Vocaciones 103
Comenzar y recomenzar 105
Humildad 108
Humildad 111
Comenzar y recomenzar 114
Sentido de responsabilidad en la propia santidad 117

Amor a la Iglesia
Rtm adscritas Cantarell, 26/02/05

1. La Iglesia es nuestra madre y es santa.

- Queremos ser buenos hijos de la Iglesia porque queremos ser santos. Hemos de llenarnos de deseos de santidad. La santidad consiste en enamorarse de Jesucristo. Eso que yo amo merece mi vida entera. Ser santos es descubrir a Jesús en las cosas de cada día. Jesús está en mi vida corriente, junto a mi.
- Honramos a la Iglesia con nuestra vida. Camino, 2 “ojalá al verte o al oírte hablar los demás pudieran decir de ti, este lee la vida de Jesucristo”.
- Queremos ser hijos ejemplares.

2. El Opus Dei es una partecica de la Iglesia.

- Ser fieles a la Iglesia es ser fieles a nuestro camino. Ad sanctum Iosepmariae conditorem nostrum. Intercede pro filiis tuis ut fideles spiritui Operis
Dei Laborem sanctificemus et animas Christi lucrifacere queramus.
- Amo a Dios, amo a la Obra y mi vida la entrego a Dios, a la Iglesia, a la Obra, con hechos, con obras y de verdad. El encargo apostólico concreto. Dedicación. Los primeros de Casa. Los viajes de nuestro Padre recorriendo España de arriba abajo para ver gente.
- Hemos de estar activos. Numerarias en “on”, no en “off”.
- El Papa en Finlandia con 11 sacerdotes y 1 de Casa. “Y tú, defiende tu territorio”.
- Preocupándonos por la Obra nos preocupamos por la Iglesia entera. El seminario de Barcelona. Salen vocaciones para todas partes.
- Extendiendo la Obra extendemos la Iglesia.
- El Opus Dei es una gran catequesis, queremos que el mundo se llene de cabezas cristianas, de corazones cristianos, de voluntades cristianas. Para esta tarea tan grande tenemos que cuidar nosotros nuestra piedad y nuestra propia formación. Si no somos rezadores no haremos nada –sin mi, no podéis hacer nada-. Si estamos enamorados de Jesús cambiaremos el mundo –todo lo puedo en aquel que me conforta-.

3. Caridad fina. No criticar nunca. Amar la unidad de la Obra.

- La mejor muestra –la prueba- de que amamos la Iglesia y la Obra es que hacemos apostolado y corrección fraterna. Nos preocupa que la gente que tenemos a nuestro lado sea santa. Y eso nos tiene que preocupar “sobre todas las cosas”. Y Dios es un gran pagador. Anécdota de J P y A S. ¿Podrías irte a Inglaterra a atender a esta persona? El último examen de la carrera. Habló con el profesor, se lo adelantó. Lo hizo oral. Sólo le preguntó lo que se sabía. Sacó matrícula. “Llevo más de veinticinco años dando clase, yo a los del Opus no os entiendo, pero nunca me habéis defraudado”.

Apostolado

Comentario del escrito

- No se trata de entusiasmo, sino de fe.
- Si no hay fruto, falta oración y mortificación.
- Esperanza y optimismo. Vivimos momentos históricos.
- Meditar la homilía de nuestro Padre La esperanza del cristiano.

En la labor apostólica ocurre como en la bolsa: cuando hay optimismo, cuando las expectativas de ganar dinero son altas, la gente se anima e invierte.

- El mejor servicio que podemos hacer por la Iglesia es que pite gente.
- Un Obispo le dijo a don Álvaro un día “por los clavos de Cristo le pido que el Opus Dei venga a mi diócesis”.

- Medios: 1. Oración. 2. Mortificación extraordinaria. 3. Tratar a los ángeles custodios.

Ninguna labor sin fruto, mortecina.

Si no hay acción, falta oración y mortificación.

- Esperanza y optimismo. No ser pesimistas. Las dificultades no nos frenan. Mentalidad de abundancia.

- Santa imprudencia. Hay que hablar de vocación antes y más. Audacia. Metas. Despachos.

- Acelerar los tiempos. Un plan bueno hoy es mucho mejor que un plan perfecto mañana. Ser ejecutivos, resolutivos.

- Para que vayan 20, hay que invitar a 120. Minuto de juego y resultado. Cómo está el pitable. Metas muy claras. Que piten a los 14.

- Quien busca pitables los encuentra. Somos buscadores. Si no buscamos vocaciones, ¿qué buscamos?
- Mirar con cariño al pitable. Entusiasmarse
- El pitable ideal es el que tengo. No caer en la mística ojalatera.
- Crear ocasiones de gol. Provocar conversaciones. Buscar el momento adecuado, el sitio oportuno.
- No tener miedo a plantear la vocación a nadie. Su familia, sus amigos, el ambiente, se la plantearán antes o después. Ser nosotros los primeros en hablar de vocación, de entrega. El entorno no habla de entrega.
- No asustarse cuando se asuste el pitable.
- Apoyar al pitable, sus metas son mis metas.
- Quien nos tiene que decir que sí es el pitable, no sus padres. El chico de sr que lo mandó su padre a una granja de Australia.
- Ningún día sin noticias del pitable.
- No poner excesivas condiciones. Mirar alrededor cómo esta la gente. Las vocaciones las tenemos aquí.
- Hacer en un día lo que antes hacíamos en dos. Acelerar los tiempos.
- La virtud suple siempre. No hace falta ser de la nobleza para pitar.
- Lista de San José. Más oración. Las Normas. Partes del rosario. Más mortificación. “Aquel de los nuestros que se ha propuesto una nueva vocación hace mortificaciones y las pide a los demás, convencido que de suyo nada puede”. Más acción. El que hace proselitismo consigue vocaciones.



Esperanza

FICHA 1. “Hijas e hijos míos, no olvidéis nunca que trabajamos, por vocación divina, en una gran tarea sobrenatural, y el cielo está empeñado en que se realice. Buena experiencia tenemos en el tiempo transcurrido desde la fundación del Opus Dei (...) Debéis esforzaros por seguir trabajando con tenacidad, llenos de esperanza, perseverando en vuestra labor de almas, especialmente con esos diez o quince amigos a los que tratáis con mayor asiduidad. Los frutos no pueden faltar, si somos fieles al espíritu y a los modos apostólicos de la Obra” (Don Álvaro, Carta IV/89).

Estas palabras de nuestro Padre nos recuerdan que la llamada que hemos recibido de Dios se repite continuamente. Y también, cada día, cada hora, hemos de responder de una manera personal y firme: ecce ego, quia vocasti me. Y con frecuencia vamos reconociendo nuestros errores y comprobando que, en demasiadas ocasiones, nuestra respuesta no es todo lo firme que debería ser.

Vemos muy a menudo la desproporción entre lo que el Señor espera de nosotros (la santidad, hacer el Opus Dei) y nuestra realidad, llena de debilidades y de frutos que nos parecen escasos. También ante todo lo que nos está pidiendo el Padre, la expansión de la Obra, con todo lo que lleva consigo de necesidad de vocaciones y de santidad personal en nosotros y en los que dependen de nosotros, puede presentarse una cierta sensación de imposibilidad: “es demasiado, eso lo conseguirán otros; yo no soy capaz de tanto”.

Tenemos que meditar sobre la esperanza, esa virtud teologal que, como dice San Pablo, no defrauda, porque el amor de Dios se ha difundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado (Rom. V, 5). Nosotros podremos conseguir lo que Dios nos pide porque ya ahora somos hijos de Dios (I Ioan. 3, 2), y esta filiación divina es, como afirmaba nuestro Padre, la verdad gozosa que fundamenta toda nuestra vida espiritual, que llena de esperanza nuestra lucha interior, y nuestras tareas apostólicas.

Nuestras miserias, nuestra poquedad, no pueden ser motivo de que no tengamos esperanza. Todo lo contrario: cuanto más débiles nos encontremos, si confiamos en Dios, entonces seremos más fuertes. Lo decía Don Álvaro en Molinoviejo, hace años:

FICHA 2. “No podemos perder la esperanza. Aunque veamos que somos unos miserables, que somos poco generosos. Aunque decimos tantas veces –con nuestras palabras, con nuestros hechos... ¡sobre todo con los hechos!- que no. ¡Qué cambios hace Dios en nuestras almas, hijos míos! Llenaos de esperanza y de agradecimiento al Señor cada día que pasa.

Dios nos concede montones de gracias, nos da continuamente luces nuevas, nos perdona tantas veces, nos llama muchas veces cada día, nos sonríe... ¡y todo son gracias de Dios! Quizás no sabemos aprovecharlas todas, pero muchas sí las aprovechamos. Por eso, cada día que pasa, a pesar de nuestra miseria, somos más santos que el día anterior, porque el Señor nos va santificando con su gracia y nuestra correspondencia. ¡Y el mérito es suyo!... ¡Señor, yo quiero corresponder!, ¡Señor, haz más recia nuestra voluntad, danos más fuerza!, ¡Señor, haz que te amemos más!... y así los obstáculos serán granitos de arena, nada...” (Don Álvaro, Molinoviejo, XI/86).

Pensar en el Amor que Dios nos tiene nos ha de servir para esforzarnos en la lucha, para no decaer en nuestro empeño por ser santos, que es lo que espera Dios.

A pesar de los pesares, hemos de animarnos a luchar, a recomenzar, a poner los medios que nos indican en la Charla, porque si somos dóciles, todo irá bien. La fe en el Amor de Dios por nosotros nos ha de llevar a conducirnos siempre con esa seguridad que se apoya no en nuestras fuerzas, sino en las de Dios; en esa seguridad que nos anima a trabajar con alegría –spe gaudentes-, con la perseverancia del borrico de noria, aunque en ocasiones no se vean los frutos y, en cambio, parezcan agrandarse las dificultades (cfr. Carta IX/91).

Don Álvaro, en una de sus Cartas (IV/89) nos señala un montón de motivos para alimentar nuestra esperanza de llegar a ser santos: y nos pide que pensemos en Dios hecho hombre, en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía –hecho por nosotros Pan de vida eterna-, en el sacramento de la Confesión –como señal clara de que Dios nos quiere santos-; la vocación con la que nos ha llamado para que le sigamos de cerca por este camino divino de la Obra, que refuerza en nosotros la esperanza sobrenatural; y otros muchos más. Por eso concluía:

FICHA 3. “No os desaniméis nunca, hijas e hijos de mi alma, aunque hayáis de pasar muchos años -¡toda la vida!- peleando por mejorar en algún punto concreto. Ante las miserias de nuestra vida, no hemos de reaccionar nunca con pesimismo o desaliento, sino con la certeza de que –como dice el Apóstol- cum enim infirmor, tunc potens sum, cuando nos encontramos más débiles, entonces –precisamente entonces- somos más fuertes, si nos refugiamos y ponemos toda nuestra confianza en el Señor” (Don Álvaro, Carta IV/89).

Vivir de esperanza es señal de vida interior. Por eso, nuestra lucha ha de ser siempre alegre, optimista, confiada; no con un providencialismo irresponsable que lleva a la pasividad, sino con la seguridad de que si damos todo lo que podemos –aunque sea muy poco- Él se encargará de multiplicar ese pequeño esfuerzo –como en el milagro de los panes y los peces- y superaremos las dificultades.

Hemos de alejar de nosotros el espantajo del desaliento. Nunca deberemos decir ¡no puedo!, porque omnia possum in eo qui me confortat. Es cuestión de subir los peldaños poco a poco, uno a uno, para llegar a las cimas de la santidad. Hemos de fomentar las ansias de santidad, la esperanza de llegar a ser santos, pero sabiendo que la gracia necesita de nuestra lucha cotidiana: por eso es tan necesario el examen personal cada día, con la petición de perdón y el propósito de mejora. Estas son las obras de la virtud de la esperanza: comenzar y recomenzar cada día, a través de los propósitos, con la convicción de llegar.

¿Y si –en alguna ocasión- el desaliento es tan grande que hace dudar de la propia idoneidad, tanto en la Obra como en el propio encargo? Si en algún momento nos pasa eso, hemos de reaccionar inmediatamente con sentido sobrenatural y con sentido común, con humildad, ¡con sinceridad! y razonar que si existen dificultades, el Señor nos ha escogido y Él siempre es fiel. Entonces pondremos nuestra alma al descubierto en la dirección espiritual y nos esforzaremos en poner en práctica los consejos que nos den. También la esperanza –como vemos- lleva a la humildad, a la sinceridad, a la visión sobrenatural.
La esperanza lleva a la tenacidad, no sólo en la vida interior, sino también en el apostolado.

FICHA 4. “No podemos detenernos. El Señor nos pide un batallar cada vez más rápido, cada vez más profundo, cada vez más amplio. Estamos obligados a superarnos, porque en esta competición la única meta es la llegada a la gloria del Cielo. Y si no llegamos al Cielo, nada habría valido la pena” (Es Cristo que pasa, n. 77).

Si con constancia tratamos apostólicamente a las personas que tenemos a nuestro alrededor y las acercamos a los medios tradicionales de la labor, es seguro que los frutos, las vocaciones, llegarán.

Santa María es maestra de Esperanza. Tantas veces la invocamos así porque la Virgen constituye para nosotros una esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor. Sancta María, Spes nostra, Sedes Sapientiae, Ancilla Dómini, ora pro nobis.

Esperanza

1. “Frente de Madrid, junio de 1938. Desde un observatorio militar en Carabanchel Alto, con el anteojo de antenas de una batería, NP contempla destruida la casa de la calle Ferraz, 16, cuya puesta en marcha le costó tanto esfuerzo y tantas dificultades.

Significaba volver a empezar de la nada, pues la guerra había destrozado el trabajo material de varios años. Y una vez más se aferra a la esperanza. En Vitoria -hacia 1938-, Monseñor Beitia fue testigo personal de la "alegría" del Fundador ante la ruina de su esfuerzo: Si es para su gloria, El Señor lo volverá a construir. Fueron aquellos, de modo muy especial, tiempos de esperanza”.

S. Bernal, Apuntes, p. 239.

2. “Conllevemos todas las dificultades de esta navegación nuestra, en medio de los mares del mundo, con la esperanza del Cielo: para nosotros y para todas las almas que quieran amar, la aspiración es llegar hasta Dios: la gloria del Cielo. Si no, nada de nada vale la pena. Para ir la Cielo, hemos de ser fieles. Y para ser fieles, hay que luchar, ir adelante en nuestro camino, aun cuando caigamos de bruces alguna vez: con Él nos levantaremos”.

San Josemaría, Carta 24-III-1931, n. 55, en Como un personaje más, I p. 361.

3. “Uno de los grandes enemigos de la vida interior y de la eficacia apostólica es el desaliento, el cansancio de luchar una y otra vez contra la misma dificultad o contra los mismos defectos. Para vencerlo, utilicemos la receta que nos ha dejado nuestro Padre: repetir cada día, y muchas veces a lo largo de cada jornada, con obras y de verdad: nunc coepi!, ¡ahora comienzo! Os maravillaréis de los resultados, porque este grito es un ejercicio de humildad y una manifestación de fe, de esperanza y de amor".

Don Álvaro, Crónica VII-87.

4. “El Señor es mi fortaleza, mi refugio y mi libertador. En El esperaré”.

Salmo 17, 3.

5. “La fe nos da seguridad en tres verdades” Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a sus promesas. Y es Él, el Dios de las misericordias, quien enciende en mí la confianza por la cual yo no me siento ni solo, ni inútil, ni abandonado, sino implicado en un destino de salvación que desembocará un día en el Paraíso”.

Juan Pablo II, Audiencia General, 20-IX-1978.

Espíritu de conversión

Os digo que hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierte... (Lc 15, 7). Hijos, cada día ha de haber una nueva conversión. Nunca podemos pensar que estamos convertidos del todo: es necesario ir haciendo sucesivas conversiones, que nos acerquen a la santidad (Tertulia, 1-I-1964). Convertirse de continuo es una forma de amar. La vida espiritual es –lo repito machaconamente, de intento– un continuo comenzar y recomenzar. ―¿Recomenzar? ¡Sí!: cada vez que haces un acto de contrición –y a diario deberíamos hacer muchos–, recomienzas, porque das a Dios un nuevo amor (Forja, n. 384, cfr. n. 344). Conversión especialmente en la Confesión y en la charla fraterna.

Ante la conciencia de las propias miserias, evitar tanto las disculpas como un planteamiento humano de la lucha: pedir perdón una y otra vez y acogerse humildemente a la misericordia de Dios. No desalentarse por las caídas. Las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían. Y entonces, contritos, volvían a la lucha (Es Cristo que pasa, n. 76). Luchar contra nuestros defectos teniendo la humildad de levantarse siempre, con la ayuda de Dios. El Señor espera que de los defectos saquemos provecho: humildad, dolor, más confianza en El. El Señor nos hace humildes por medio de las caídas; por eso, reconocer las propias miserias es el mejor modo de alcanzar la santidad.

Lucha ascética alegre y deportiva. No se santifica el que no cae, sino el que siempre se levanta. El cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada (Es Cristo que pasa, n. 75). Humildad: confiar más en Dios y menos en nosotros mismos. La humildad lleva a no envanecerse por los éxitos, ni a desanimar por los fracasos. Omnia in bonum! (Rm 8, 28). El espíritu de la Obra es fuente de paz, pero la paz es consecuencia de la victoria (Camino 308) y exige una continua conversión y lucha.

Cfr. Meditaciones, I, n. 7; Crónica, I-1968, pp. 6-14: Actos de contrición; Crónica, XII-1970, pp. 1207-1210: Vida de Jesús: Porque amó mucho; Crónica, I-2000, pp. 9-12: Tibi laus, Tibi gloria, Tibi gratiarum actio; Crónica, V-2000, pp. 403-405: Puerta del cielo; CEC, nn. 1427-1433, 2581-2584.


El más grande en el Reino de los Cielos

Mc 9, 33-37. “Si alguno quiere ser el primero, hágase el último de todos y servidor de todos”.

Y llegaron a Cafarnaún. Estando ya en casa, les preguntó: ¿De qué discutíais por el Camino? Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor. Entonces se sentó y llamando a los doce, les dijo: si alguno quiere ser el primero hágase el último de todos y servidor de todos. Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y le dijo: El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe; y quien me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.

1. La persona humilde es piadosa por naturaleza. Necesitamos rezar.

Para entrar en el Reino de los Cielos es imprescindible hacerse como niños. Y lo propio de los niños es que necesitan ayudan: por sí mismos están desvalidos. Necesitamos la ayuda de Dios. En esto consiste la virtud de la humildad.

Importancia de la humildad en la vida interior.

"La oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

"La fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.


"La obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

"La castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

"La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos.

"La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

—La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética” (Surco, 259).

La persona humilde es rezadora por naturaleza: pide. El secreto del Opus Dei es la oración. No somos autosuficientes. Nuestra santidad es obra de Dios. Los frutos son obra de Dios. Nadie puede decir: no tengo necesidad de la gracia, no necesito los favores del Señor.

El mayor negocio del mundo.

Aprender cada día la humildad.

El peligro del paso de los años: darle demasiada importancia a mi experiencia o a mi punto de vista. “Lo que yo pienso” es lo determinante. El paso de los años nos tiene que hacer crecer en fe en Dios y fe en los Directores.

La humildad nos lleva a ser rezadores, buscar a Dios, de quien tomamos impulso. Lo importante en nuestra vida son los medios sobrenaturales. Necesitamos rezar. Para conseguir cualquier cosa, necesitamos rezar. Cuando me convenza de que “necesito rezar”, seré humilde. Tengo un problema: “necesito rezar”; quiero conseguir una virtud, “necesito rezar”.

2. Los conflictos subjetivos.

“Es a veces corriente, incluso entre almas buenas, provocarse conflictos personales, que llegan a producir serias preocupaciones, pero que carecen de base objetiva alguna. Su origen radica en la falta de propio conocimiento, que conduce a la soberbia: el desear convertirse en el centro de la atención y de la estimación de todos, la inclinación a no quedar mal, el no resignarse a hacer el bien y desaparecer, el afán de seguridad personal. Y así muchas almas que podrían gozar de una paz maravillosa, que podrían gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y presunción se trasforman en desgraciadas e infecundas” (Es Cristo que pasa, 18).

Ser el centro.
Inclinación a no quedar mal.
¿Te pensabas impecable?
La falsa autosuficiencia desorienta.
Hacer el bien y desaparecer.
Me gusta que se publiquen mis éxitos y que no se sepan mis fracasos.

El burrito catalán en los coches: servidor de todos.

Hago muchas cosas bien y muchas mal. Lo importante es que quiero ser fiel.

La humildad no es una actitud externa, superficial. Es algo muy interior. No es arrinconarse y pensar “qué poco valgo, cuánto me equivoco”, no es que la mujer guapa se convenza de que es fea –porque entonces es tonta-. Es algo íntimo, radicado en el alma.

El gran pecado: la soberbia. Ser como Dios. Se ve en la sociedad actual: la competitividad. El “nivel de excelencia”. Subir y subir.

No puedo nada. No sé nada. No tengo nada… y a la vez soy hijo de Dios. Y necesito a mi Padre: esta es la auténtica humildad. Soy un instrumento en las manos de Dios. Nadie puede nada. La Obra la hace Dios.

3. Optimismo.

La falta de esperanza es falta de humildad.
2+2+Dios: infinito. 2+2=4.

4. Obediencia.

“Estemos precavidos, entonces, porque nuestra tendencia al egoísmo no muere, y la tentación puede insinuarse de muchas maneras. Dios exige que, al obedecer, pongamos en ejercicio la fe, pues su voluntad no se manifiesta con bombo y platillo. A veces el Señor sugiere su querer como en voz baja, allá en el fondo de la conciencia: y es necesario escuchar atentos, para distinguir esa voz y serle fieles.

En muchas ocasiones, nos habla a través de otros hombres, y puede ocurrir que la vista de los defectos de esas personas, o el pensamiento de si están bien informados, de si han entendido todos los datos del problema, se nos presente como una invitación a no obedecer.

Todo esto puede tener una significación divina, porque Dios no nos impone una obediencia ciega, sino una obediencia inteligente, y hemos de sentir la responsabilidad de ayudar a los demás con las luces de nuestro entendimiento. Pero seamos sinceros con nosotros mismos: examinemos, en cada caso, si es el amor a la verdad lo que nos mueve, o el egoísmo y el apego al propio juicio. Cuando nuestras ideas nos separan de los demás, cuando nos llevan a romper la comunión, la unidad con nuestros hermanos, es señal clara de que no estamos obrando según el espíritu de Dios” (ECQP, 17).

Demuestro que me fío de Dios porque me fío de lo que me dicen en la cfi.

La Virgen fue Bienaventurada porque Dios se fijó en su humildad.


La paz interior

1. EL FIN: VIVIR COMO HIJOS DE DIOS.

a. "Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios".

"Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo seamos" (1 Jn 3, 1).

"Mas a cuantos le recibieron les dio poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre" (Jn 1, 12).

b. La paz del alma es el premio a la fidelidad. Y la fidelidad es consecuencia de la lucha. Si queremos la paz, hemos de querer los medios para conseguirla: la lucha. "No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada" (Mt 10, 34). Jesús no dice "no vine a poner paz, sino guerra".

c. La paz que Cristo nos ha prometido exige nuestra cooperación. Reclama de nuestra parte una lucha a la que Jesús se refiere con la imagen de la espada. ¿Podríamos estar en paz con Dios sin renunciar al pecado o sin sacrificar nuestro amor propio?

"Revestíos de la armadura de Dios para luchar no contra la carne o la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de ese mundo tenebroso, contra los espíritus malignos que están por las regiones aéreas" (Ef 6, 10-17).

"La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2339).

En nuestra vida, o triunfa la gracia de Dios, o triunfa el yo. O dejamos a Cristo que viva en nosotros, o vivimos para nosotros mismos.

Cuando en nuestra vida hay lucha tenemos la certeza de la victoria. Nos lo asegura Jesús por boca de San Pablo: "Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza" (2 Co 12, 9).

Una persona en paz con Dios no se asusta ni se turba de nada, porque vive completamente abandonado a la Voluntad divina, hace lo que Dios quiere, quiere lo que Dios hace. Y puede decir con el salmista:

"El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me pone en verdes pastos, y me lleva a frescas aguas.
Recrea mi alma y me guía por rectas sendas por amor de su nombre.
Aunque haya de pasar por un valle tenebroso, no temo mal alguno, porque Tú estás conmigo" (Ps 23).

2. OBSTACULOS. Paz sin espada. La falta de lucha.

a. La tibieza. Tiene su origen en la falta de amor, en un amor que no intenta renovarse, recomenzar. Síntomas de tibieza pueden ser: la búsqueda habitual de pequeñas compensaciones, con las que se intenta, de modo solapado, compaginar la entrega a Dios con una vida cómoda o mundana; falta de detalles de mortificación habitual: la Cruz no es buscada ni amada, sino que, como máximo, "se soporta"; Normas del plan de vida vividas con poco amor; el descuido de lo pequeño; la falta de esperanza no reconocida abiertamente ante la lucha ascética, que lleva a no poner remedios que quizá se juzgan ahora como propios sólo de los comienzos, y que no raramente vuelven a ser necesarios: industrias humanas para mantener la presencia de Dios, audacia en el apostolado, empeño por cumplir fielmente las indicaciones de la charla fraterna y los consejos de la Confesión, mortificaciones -ordinarias y extraordinarias- que preparen el alma a seguir las mociones de la gracia ... El síntoma más claro, sin embargo, es la falta de alegría en el alma, la ausencia de paz.

3. MEDIOS.

Quien quiere el fin, pone los medios.

a. Filiación divina. La convicción de que Dios nos quiere con locura y por eso desea nuestro bien nos lleva a la paz, a la serenidad ante todos los acontecimientos.

b. Sinceridad. Sólo los que no son sinceros son infelices. No os dejéis dominar por el demonio mudo, que a veces pretende quitarnos la paz por bobadas. Hijos míos, insisto, si algún día tenéis la desgracia de ofender a Dios, escuchad este consejo del Padre, que sólo quiere que seáis santos, fieles: acudid rápidamente a la Confesión y a esa charla con vuestro hermano (De nuestro Padre, En diálogo con el Señor, p.170).

c. Obediencia. Hacer lo que Dios quiere. El Señor nos enseña que el camino de la paz verdadera y de la eficacia, pasa por la obediencia. Obediencia interior, inteligente y libre. Camino, 758.

d. Contrición. Con los actos de contrición -dice nuestro Padre- mejora la vida espiritual, se llega a la serenidad, a la paz; y a veces mejora también la salud física (Cuadernos 8, p. 97).

e. Mortificación. Querer lo que Dios hace. "El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (cf 2 Tm 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas" (Catecismo, 2015). El temor consentido a la Cruz (al dolor, del tipo que sea) puede paralizar el progreso del alma. Por ejemplo, el temor a la sinceridad, a que me conozcan.

f. Darse a los demás. Abrirse a Dios, abrirse a los demás. Libres de nosotros mismos, disponibles siempre para las necesidades de los demás. Negación de nosotros mismos para seguir a Jesús: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16, 24). Casi todos los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en sí mismos (De nuestro Padre, Cuadernos 8, p. 31).

La paz procede del amor, como dice la oración de Racine:

De un corazón que te ama,
Dios mío, ¿quién podrá turbar la paz?
Busca en todo tu voluntad suprema,
y jamás se busca a sí.
En la tierra, e incluso en el cielo,
¿hará mayor felicidad que la tranquila paz
de un corazón que te ama? (Chevrot, Las bienaventuranzas, p. 221).


Medios sobrenaturales en el apostolado

Cantarell, adscritas, 12/03/05
Rtm n julio/05 Bonaigua.
Rtm nax El Vallés, 18/03/06

La eficacia apostólica de nuestra entrega. De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides- dependen muchas cosas grandes.

Un día, en la primavera de 1954, a mediodía, estábamos cuatro o cinco jóvenes de distintos países junto a Monseñor Escrivá de Balaguer en la sala de estar de un Centro Internacional que dirige el Opus Dei en Roma. Uno de los allí presentes le preguntó si no sería difícil, por el clima de materialismo y de frialdad religiosa, empezar la labor de formación cristiana del Opus Dei en los países nórdicos de Europa. En su respuesta, rápida, nos dijo que las dificultades se superaban con la entrega generosa de quienes estaban metidos en las labores de apostolado, recordándonos cómo la Iglesia se había desarrollado en el mismo corazón del paganismo, en la Roma imperial, y cómo, de ordinario, el primer obstáculo a la gracia de Dios somos nosotros mismos.

Esta anécdota puede servirnos para ilustrar un principio general de la eficacia apostólica cristiana: la entrega generosa sacrificada, alegre y total a Cristo es el secreto de la eficacia sobrenatural en la labor con almas. La anécdota nos descubre también el secreto de la santidad de Monseñor Escrivá de Balaguer y de su extraordinaria eficacia apostólica: una entrega sin límites.

Estamos viviendo momentos de especial expansión apostólica. La Obra necesita vocaciones, necesita gente. Para que las labores crezcan se necesita gente.

Escrito dlbf 900/05 n. 1 “Necesitamos gente joven entregada, decidida a llevar este espíritu a todo el mundo. Capaces de dar la vuelta al mundo”.

Vibrar con este espíritu de expansión.

Cuando se tiene visión sobrenatural, se ven pitables, conversiones, almas… Con visión chata, plana, exclusivamente humana, sólo se ven dificultades.

La Obra es de Dios, es sobrenatural. Para que crezca, los medios que tenemos son exclusivamente sobrenaturales. (No vamos a conseguir vocaciones organizando concursos de pintura).

Los medios: los mismos que utilizó nuestro Padre. Oración. Mortificación. Trato con los ángeles custodios de nuestros amigos.

Ver almas. Anécdota del cura del accidente en el hospital. Estamos acostumbradas a que nos miren de arriba abajo, pero usted nos mira de una manera diferente. Les contó lo que le ocurrió un día paseando por Roma mientras acompañaba a D. Álvaro. “A ver cuando dejas de ver a la gente y pensar en ellos en términos textiles y empiezas a ver almas”.

Hagamos examen. ¿Yo soy rezador? ¿Qué estoy rezando por mis amigos? ¿Cómo, cuándo, dónde los encomiendo? ¿Los llevo en el corazón? Almas, almas de apóstol, son para ti, para tu gloria, repetía D. Álvaro. ¿Me mortifico de verdad? ¿en qué, cómo? ¿soy de verdad sacrificada? ¿estoy convencido de que por encima de mis gustos, de mis caprichos, de lo que me apetece, tengo que hacer la voluntad de Dios –lo que Dios quiere- y sólo eso?

Aquel de los nuestros que se ha propuesto una nueva vocación hace mortificaciones extraordinarias y pide a los demás que ofrezcan mortificaciones.

Dlbf 900/05 n. 2 “En primer lugar, proponeos de nuevo que hasta la última que acaba de pedir la Admisión vibre con este espíritu de expansión, que se manifiesta en vivir personalmente en las fronteras de la heroicidad”.

Ser heróicos. Lucha decidida. Por cumplir las Normas del plan de vida, por sujetarme a un horario exigente cada día, por vivir la lista de mortificaciones.

La prueba de fuego de mi heroicidad, ¿cómo estoy luchando en el examen particular, lucho en las fronteras de la heroicidad?

El secreto de nuestra eficacia: muy pegados a Jesús. Almas de oración. Rezadores. El secreto del Opus Dei: la oración. El arma del Opus Dei: la oración. Es la gracia de Dios quien mueve a las almas.

En el Sagrario que hay en el oratorio de Pentecostés en Villatevere está escrito encima de la puerta: “perseveraban todos unidos en la oración”.

“Todo lo que pidáis en mi nombre, mi padre os lo concederá”.

Si en una labor concreta no hay fruto, no es porque la gente no responda, o sea mala, es porque no rezamos lo suficiente, no nos mortificamos lo suficiente. Un día se presentaron a Jesús los discípulos quejándose de que no habían podido expulsar un demonio y curar a una persona. Y Jesús les recrimina que no se han mortificado: “este demonio sale con ayuno”.

“Sin Mí, no podéis hacer nada”. Si no somos muy piadosos, muy sobrenaturales, no podemos hacer una obra que es de Dios, haremos una obra humana. Con Jesús lo podemos todo. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

Optimismo. No hay dificultades que no se venzan con la gracia de Dios. Inter medium montium pertransibunt aquae. Anécdota de Enriqueta la tonta. Nuestro Padre le pide que rece para que cierre un periódico anticatólico. Y no sólo quebró uno, sino dos. (Inspirados por Ortega y Gasset).

Los frutos vienen cuando Dios quiere. Pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte todo lo que podamos.

En el Opus Dei no hay niños. El Padre se apoya en nuestra madurez, en nuestra oración, en nuestro sacrificio.

Todo lo que hacemos en nuestro día tiene que tener un tinte apostólico. Buscar industrias humanas para rezar por la gente.

La labor crece gracias a nuestra entrega generosa. Vamos a hacerla bien. En las convivencias, muy unidas a las d. De cabeza a por lo que nos digan.

Santa María, Regina apostolorum, Reina de los apóstoles. Que nos ayude a ser muy rezadores, a estar muy pendientes de Jesús, haremos una gran labor y viviremos como nuestro Padre y los primeros: felicísimos, en las fronteras del heroísmo.

Medios sobrenaturales en el apostolado

Cantarell, adscritas, 12/03/05; Rtm n julio Bonaigua

Nos situamos en el contexto de la gran misión que el Señor nos ha confiado: hacer la Obra aquí y en todo el mundo. Por la comunión de los santos no estamos nunca solos.

Tenemos una misión. Y nuestra misión no es una labor más, o una labor menos bonita… Es algo encuadrado en la gran tarea de recristianizar el mundo, de poner a Cristo en la cumbre de la sociedad.

Transfiguración. 1931. Et ego, si exaltatus fuero a terra… Y comprendió que serían los hombres y mujeres de Dios… “Y vi triunfar al Señor atrayendo a sí todas las cosas”.

También nosotros tenemos que ver triunfar al Señor. Es una visión de fe, de esperanza. Como la de nuestro Padre: en el año 31 estaba sólo.

Cristo ya está triunfando. Cuando la siembra es de santidad nada se pierde. Que sepamos siempre esto: nunca es inútil nuestro trabajo. Somos continuadores de la historia de la salvación. Somos instrumentos del Redentor.

Dificultades. Habrá esta mezcla de bien y de mal hasta el fin del mundo. Pero los frutos vendrán. “Y vi triunfar al Señor…”

Unos pocos son salvación para muchos. Esto forma parte del misterio de la salvación. De nuestras vidas dependen muchos frutos que no veremos. Sólo en el Cielo veremos.

Somos la presencia de Dios en el mundo.

La eficacia apostólica de nuestra entrega. De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides- dependen muchas cosas grandes.

Un día, en la primavera de 1954, a mediodía, estábamos cuatro o cinco jóvenes de distintos países junto a Monseñor Escrivá de Balaguer en la sala de estar de un Centro Internacional que dirige el Opus Dei en Roma. Uno de los allí presentes le preguntó si no sería difícil, por el clima de materialismo y de frialdad religiosa, empezar la labor de formación cristiana del Opus Dei en los países nórdicos de Europa. En su respuesta, rápida, nos dijo que las dificultades se superaban con la entrega generosa de quienes estaban metidos en las labores de apostolado, recordándonos cómo la Iglesia se había desarrollado en el mismo corazón del paganismo, en la Roma imperial, y cómo, de ordinario, el primer obstáculo a la gracia de Dios somos nosotros mismos.

Esta anécdota puede servirnos para ilustrar un principio general de la eficacia apostólica cristiana: la entrega generosa sacrificada, alegre y total a Cristo es el secreto de la eficacia sobrenatural en la labor con almas. La anécdota nos descubre también el secreto de la santidad de Monseñor Escrivá de Balaguer y de su extraordinaria eficacia apostólica: una entrega sin límites.

Estamos viviendo momentos de especial expansión apostólica. La Obra necesita vocaciones, necesita gente. Para que las labores crezcan se necesita gente.

Escrito dlbf 900/05 n. 1 “Necesitamos gente joven entregada, decidida a llevar este espíritu a todo el mundo. Capaces de dar la vuelta al mundo”.

Vibrar con este espíritu de expansión.

Cuando se tiene visión sobrenatural, se ven pitables, conversiones, almas… Con visión chata, plana, exclusivamente humana, sólo se ven dificultades.

La Obra es de Dios, es sobrenatural. Para que crezca, los medios que tenemos son exclusivamente sobrenaturales. (No vamos a conseguir vocaciones organizando concursos de pintura).

Los medios: los mismos que utilizó nuestro Padre. Oración. Mortificación. Trato con los ángeles custodios de nuestros amigos.

Ver almas. Anécdota del cura del accidente en el hospital. Estamos acostumbradas a que nos miren de arriba abajo, pero usted nos mira de una manera diferente. Les contó lo que le ocurrió un día paseando por Roma mientras acompañaba a D. Álvaro. “A ver cuando dejas de ver a la gente y pensar en ellos en términos textiles y empiezas a ver almas”.

Hagamos examen. ¿Yo soy rezador? ¿Qué estoy rezando por mis amigos? ¿Cómo, cuándo, dónde los encomiendo? ¿Los llevo en el corazón? Almas, almas de apóstol, son para ti, para tu gloria, repetía D. Álvaro. ¿Me mortifico de verdad? ¿en qué, cómo? ¿soy de verdad sacrificada? ¿estoy convencido de que por encima de mis gustos, de mis caprichos, de lo que me apetece, tengo que hacer la voluntad de Dios –lo que Dios quiere- y sólo eso?

Aquel de los nuestros que se ha propuesto una nueva vocación hace mortificaciones extraordinarias y pide a los demás que ofrezcan mortificaciones.

Dlbf 900/05 n. 2 “En primer lugar, proponeos de nuevo que hasta la última que acaba de pedir la Admisión vibre con este espíritu de expansión, que se manifiesta en vivir personalmente en las fronteras de la heroicidad”.

Ser heróicos. Lucha decidida. Por cumplir las Normas del plan de vida, por sujetarme a un horario exigente cada día, por vivir la lista de mortificaciones.

La prueba de fuego de mi heroicidad, ¿cómo estoy luchando en el examen particular, lucho en las fronteras de la heroicidad?

El secreto de nuestra eficacia: muy pegados a Jesús. Almas de oración. Rezadores. El secreto del Opus Dei: la oración. El arma del Opus Dei: la oración. Es la gracia de Dios quien mueve a las almas.

En el Sagrario que hay en el oratorio de Pentecostés en Villatevere está escrito encima de la puerta: “perseveraban todos unidos en la oración”.

“Todo lo que pidáis en mi nombre, mi padre os lo concederá”.

Si en una labor concreta no hay fruto, no es porque la gente no responda, o sea mala, es porque no rezamos lo suficiente, no nos mortificamos lo suficiente. Un día se presentaron a Jesús los discípulos quejándose de que no habían podido expulsar un demonio y curar a una persona. Y Jesús les recrimina que no se han mortificado: “este demonio sale con ayuno”.

“Sin Mí, no podéis hacer nada”. Si no somos muy piadosos, muy sobrenaturales, no podemos hacer una obra que es de Dios, haremos una obra humana. Con Jesús lo podemos todo. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

Optimismo. No hay dificultades que no se venzan con la gracia de Dios. Inter medium montium pertransibunt aquae. Anécdota de Enriquta la tonta. Nuestro Padre le pide que rece para que cierre un periódico anticatólico. Y no sólo quebró uno, sino dos. (Inspirados por Ortega y Gasset).

Los frutos vienen cuando Dios quiere. Pero nosotros tenemos que poner de nuestra parte todo lo que podamos.

En el Opus Dei no hay niños. El Padre se apoya en nuestra madurez, en nuestra oración, en nuestro sacrificio.

Todo lo que hacemos en nuestro día tiene que tener un tinte apostólico. Buscar industrias humanas para rezar por la gente.

La labor crece gracias a nuestra entrega generosa. Vamos a hacerla bien. En las convivencias, muy unidas a las d. De cabeza a por lo que nos digan.

Santa María, Regina apostolorum, Reina de los apóstoles. Que nos ayude a ser muy rezadores, a estar muy pendientes de Jesús, haremos una gran labor y viviremos como nuestro Padre y los primeros: felicísimos, en las fronteras del heroísmo.
Eucaristía

Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine.

Emaús. Abrumados por los tristes acontecimientos, apesadumbrados. Cristo que se hace presente oculto.

Jesús les pregunta y le cuentan. Dan su versión de los hechos.

Cuando descubren a Cristo: alegría. Y esa exclamación: mane nobiscum, Domine!

Emaús somos todos, cuando no tenemos a Cristo.

Centrarnos en la Eucaristía es descubrir a Cristo. Podemos pensar cómo mejorar el trato con Jesús en la Eucaristía para descubrirlo y tener la misma reaccion de los discípulos de Emaús. Así, donde en nuestra vida hay problemas, desánimo, volverá la esperanza, la luz... volverá la Gracia, volverá Cristo resucitado, glorioso, con toda su majestad y su poder.

"Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el « arte de la oración »,() ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!
Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y recomendada repetidamente por el Magisterio". (Ecclesia de Eucharistia, 25).

La crisis de la Iglesia terminará cuando tratemos con cariño a Jesús en la Eucaristía. Las crisis en nuestra vida terminarán cuando tratemos con cariño a Jesús Sacramentado, cuando seamos verdaderamente almas de Eucaristía.

Anécdota. Padre, después de la ordenación episcopal de Mn. Pujol comentó que hubo dos cosas que le dolieron: la manera en que se comulgó y cómo se partieron las formas.

D. Alvaro, año 82, decía que "mientras no se ame a Dios no podemos salir del bache. Hasta que no tratemos con carino a Jesús Sacramentado no terminara la crisis. Ahora estamos bien metidos. por eso no hay vocaciones ni nada".

Que nos digan lo negativo, también ayuda, porque nos marca el camino.

La Eucaristía, centro y raíz de mi vida interior.

"Hijos mios, hay que rezar mucho y estar muy entregados, sed almas de Eucaristía, que lo respetan y lo aman".

Hablar a la gente de la Eucaristía es hablarles para pitar, es hablarles de la entrega de Cristo.

La lógica de la Eucaristía es la lógica del amor a Dios.

Anécdota. En una cv de cl había uno que estuvo en Londres para aprender inglés. Lo que más llamó la atención fue el cuidado de todo lo que tiene que ver con la Eucaristía. Explicaban a la gente que la actividad principal, la más importante que se hacía en la residencia, era en el oratorio. Ese año pitaron 2 n.

Anécdota de Roma. Cómo se ensayan las ceremonias. Don Sabino y el que estaba rezando una parte del rosario en un ensayo; Carlos Durán andando por el presbiterio como si estuviera en el Oeste americano. Se capta la presencia real de Cristo.

Hay que rezar mucho. Tenemos que amar más la Eucaristía. Detalles. Piedad. Genuflexiones.

Lo que más convence a una persona no son los argumentos de marketing. El argumento personal es mucho más fuerte, porque es más real: "esto me ha cambiado la vida". Tenemos un reto, lo que necesitan nuestros amigos es ver en nosostros el amor a Jesus Sacramentado. Debería ser impactante. Hay muchas maneras de entrar en un oratorio (la rutina, las prisas, el aceleramiento).

A veces podemos transmitir a los demás un conocimiento teórico de Dios. Convenceremos de que Dios está a pocos metros de mi y me esta esperando, con nuestra vida.

Anécdota. La señora que se convirtió viendo como un sacerdote de una parroquia retiraba al Santísimo para llevar la comunión a una persona enferma.

Señor, que yo sea alma de Eucaristía. que sea persona de fe, que resplandezca la piedad.

A las personas que ponen amor en todo lo que se refire al culto...Dios les pasará por alto con mas facilidad sus flaquezas porque demuestran con esos detalles que creen y aman.

Vamos a centrarnos más en el Señor, en el Señor con nosotros, en el Señor dentro de nosotros. Que nos pase como al gitano de Camino: ¿voy a recibir a Jesús con esta boca..., con este corazón, con este rencor?

Pensar en la Eucaristía subirá el nivel de nuestra vida interior: voy a recibir al Señor y no puedo llevar esta conducta. Como voy a estar con Jesús tengo que ir limpio.

Quiero recibirlo con aquella pureza, humildad y devoción con que lo recibió la Virgen Santísima.


Paciencia y esperanza en la vida interior: los defectos

El Vallés, 14/03/05
Vid. Fernández Carvajal, II, 28, lucha paciente contra los defectos.

La escena del hombre que lleva treinta y ocho años enfermo, y que espera su curación milagrosa nos enseña cómo a pesar de nuestros defectos podemos acercarnos al Señor si somos pacientes y ejercitamos la virtud de la esperanza. La consideración de nuestros defectos nos ha de llevar siempre a buscar la fuerza en el Señor. Quien comenzó en vosotros la Obra buena la llevará a cabo (Flp 1, 6).

Paciencia con nuestros defectos y con los de los demás. “Procurad adquirir las virtudes que creeis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros” (S.Agustín. Enarrationes in Psalmos, 30,2,7).

Las almas, como el buen vino, mejoran con el tiempo.

Gaudete in Domino semper...! No os preocupéis, pase lo que pase en el mundo, suceda lo que suceda en la Iglesia. Pero sí ocupaos, haciendo todo el bien que podáis, defendiendo la hermosura y la realidad de nuestra fe católica, siempre alegres. Y ¿qué hemos de hacer para estar contentos? Os daré mi experiencia personal: primero, saber perdonar. Disculpar siempre, porque lo que quita la paz son pequeñeces de la soberbia. No pienses más en eso: perdona; lo que te han hecho, no es una injusticia: déjalo, olvídalo. Y después, aceptar la voluntad de Dios. Ver al Señor detrás de cada suceso. Con esta receta seréis felices, alegres, serenos.

Hijas e hijos míos, os quiero muy felices, gozosos en la esperanza. Porque sabemos que el Señor al final tendrá misericordia de su Iglesia. Pero si esta situación se prolonga, habremos de recurrir mucho a ese remedio del perdón que os acabo de dar; un remedio que no es mío, porque perdonar es algo completamente sobrenatural, un don divino. Los hombres no saben ser clementes. Nosotros perdonamos en tanto en cuanto participamos de la vida de Dios, por medio de la vida interior, de la vocación, de la llamada divina, a la que procuramos corresponder en la medida de lo posible.

Ante las cosas tan tremendas que suceden, ¿qué hemos de hacer? ¿Enfadarnos? ¿Ponernos tristes? Hay que rezar, hijos. Oportet semper orare et non deficere (Luc. XVIII, 1); hay que rezar continuamente, sin desfallecer. También cuando hemos tocado el violón, para que el Señor nos conceda su gracia, y volvamos al buen camino. Lo que no hay que hacer nunca es abandonar la lucha o nuestro puesto, porque hayamos tocado el violón o lo podamos tocar. Querría daros la fortaleza, que en último término nace de la humildad, de saber que estamos hechos – os lo diré con la frase gráfica de siempre – de barro de la tierra; o, para subrayarlo más, de una pasta muy frágil: de barro de botijo.

Si procuráis tener ese trato divino y humano, de que os he hablado antes, con la trinidad de la tierra y con la Trinidad del cielo, aun cuando alguna vez cometáis una tontería, y grande, sabréis poner el remedio con sinceridad, lealmente. Quizá después habrá que esperar a que se seque el lodo que se pegó a las alas, y emplear los medios – el pico, como los pájaros – hasta dejar de nuevo las plumas bien limpias. Y enseguida, con una experiencia que nos hace más decididos, más humildes, se recupera el vuelo con más alegría.

Por lo tanto, hijos de mi alma, ¡a luchar!, ¡a estar contentos! Servite Domino in laetitia! (Ps. XCIX, 2), os vuelvo a encarecer. A pegar esta locura, a rezar por todo el mundo, a seguir con esta siembra de paz y de alegría, de amor mutuo, porque no queremos mal a nadie. Sabéis que es parte del espíritu del Opus Dei la prontitud para perdonar. Y os he recordado que, perdonando, también demostramos que tenemos un espíritu de Dios, porque la clemencia – repito – es una manifestación de la divinidad. Participando de la gracia del Señor, perdonamos a todos y les amamos. Pero también tenemos lengua, y hemos de hablar y escribir, cuando lo pide el honor de Dios y de su Iglesia, el bien de las almas.

Resulta muy cómodo decir: “no valgo; no me sale –no nos sale– una a derechas”. –Aparte de que no es verdad, ese pesimismo cela una poltronería muy grande... Hay cosas que haces bien, y cosas que haces mal. Llénate de contento y de esperanza por las primeras; y enfréntate –sin desaliento– con las segundas, para rectificar: y saldrán (Surco, n. 68). Los defectos no pueden ser una excusa para no avanzar en la vida interior. Más que como un problema hemos de verlos como una oportunidad para vencer con humildad y confiando en el Señor.

La paciencia frente a nuestros defectos se demuestra con la perseverancia en la lucha, poniendo todos los medios las veces que haga falta y acudiendo sin desmayo a pedir la ayuda del Señor. El poder de Dios se manifiesta en nuestra flaqueza, y nos impulsa a luchar, a combatir contra nuestros defectos, aun sabiendo que no obtendremos jamás del todo la victoria durante el caminar terreno. La vida cristiana es un constante comenzar y recomenzar, un renovarse cada día (Es Cristo que pasa, n. 114).Otra muestra de paciencia es la sinceridad para contar nuestros defectos en la charla, el examen para afrontarlos diariamente y la confesión semanal contrita.

Cfr. Meditaciones, I-8 y 98; A solas con Dios: Confianza en Dios, nn. 221-234; En diálogo con el Señor: La alegría de servir a Dios, pp. 207-209; Crónica, VIII-2000: La paciencia, pp. 686-696; CCE, nn. 982-983, 1817-1821, 2613.

Dar fruto
Cantarell, 17/03/05

Luc. 19,11-28: la parábola de las minas. Nos vamos a fijar en lo que el hombre noble les dice a los siervos cuando les entrega las minas: negotiamini dum venio, "negociad mientras vuelvo". Es un encargo y una llamada a la responsabilidad, porque espera no que le devuelvan sólo lo que les ha entregado, sino además el producto de su negocio, el fruto producido por su trabajo. Ya sabemos cuál fue el resultado: los que dieron fruto recibieron su premio, de acuerdo con lo que produjeron; y el que no lo hizo fructificar fue condenado e, incluso, se le quitó lo que se le había dado.

Tenemos que considerar en nuestra oración lo que cada uno de nosotros ha recibido de Dios y para qué lo ha recibido. Dice San Pablo (Eph. IV,7): A cada uno de nosotros ha sido dado la gracia según la medida de la donación de Cristo. Como fruto de la Pasión de Cristo –de su donación total- recibimos la gracia santificante que nos ha hecho hijos de Dios y nos permite tratarle con familiaridad: vos autem dixi amicos. También hemos recibido la gracia de la vocación, que nos hace hijos predilectos de Dios, llamados a participar estrechamente, a ser colaboradores suyos en la obra de la Redención.

Sigue San Pablo: El mismo ha constituido a unos ciertamente apóstoles... para edificar el Cuerpo de Cristo. Esa gracia sobreabundante tiene una finalidad específica: edificar el Cuerpo de Cristo, hacer que crezca; y para nosotros esto se concreta en hacer la Obra, de modo de crezca y llegue a la madurez de la plenitud de Cristo, es decir, a todo el mundo y a todas las almas, en extensión –a todas: apostolado y proselitismo- y en profundidad –más fidelidad, más entrega, más amor de Dios en nosotros y en las de Casa-.

Estamos también recibiendo continuamente la gracia –a través de los Sacramentos y de la formación- en forma de ayuda divina para que seamos santos, eficaces, transmitamos vibración e impulsemos la labor. Esto es una realidad, y hemos de apoyarnos continuamente en ella. Nuestra responsabilidad estriba en no desperdiciar tanta gracia de Dios, por nuestra irreflexión o superficialidad o visión humana. Hemos de renovar ante el Señor nuestro propósito de no tener en la cabeza ni en el corazón ningún otro afán que no sea cumplir la Voluntad de Dios y el hacer su Obra. Hemos de pedir al Señor que efectivamente sea así: que nos dediquemos seriamente a crecer en todas las cosas en Aquél que es la cabeza (Ibíd.) y que no seamos como niños que fluctúan.

Por tanto, luchar por crecer en Amor de Dios, en vida interior, con un trato cada vez más íntimo con Cristo en la oración. El domingo pasado, en el Aleluya de la Misa leí-amos: Permaneced en Mí y yo en vosotros, el que permanece en Mí da mucho fruto. Si queremos dar fruto, y fruto abundante, la receta es bien clara: que el Señor permanezca en nosotros, que no le echemos por el pecado –aunque sea venial-, que estemos atentos a su labor de santificación en nosotros, a través de la formación y de la dirección espiritual, que sepamos escuchar su voz y que seamos dóciles; y luego, permanecer en Cristo: es decir, buscarle a través de la Normas, del trabajo, procurar tener esa presencia de Dios que nos dará la visión y sentido sobrenatural que necesitamos en nuestra labor de formación y apostólica.

Yo os he elegido del mundo para que vayáis y deis fruto. Tiene mucho que ver con el negotiamini dum venio del Ev. El Señor está empeñado en que la Obra se realice, espera de nosotros mucho fruto, tiene derecho a exigirnos que demos fruto de santidad y de apostolado. ¿Cuáles son esos frutos? Son, en primer lugar, el fruto de nuestra santidad, que crezcamos en las virtudes sobrenaturales y humanas: en la fe, porque aprendemos a obedecer más y mejor; en la esperanza, porque somos cada vez más optimistas porque nos apoyamos en la gracia de Dios; en la caridad, porque cada día nos queremos más y nos entregamos más a las almas. Y luego, frutos de santidad en nuestras hermanas: porque les empujamos con cariño y fortaleza hacia Dios, hacia la Obra, hacia su propia vocación. Nos interesan principalmente las personas, nuestras hermanas. Estos son los frutos de santidad; esto es lo más importante que nos pide el Señor y que no podemos perder de vista jamás.

Tiene el Señor derecho a exigirnos frutos apostólicos: la Obra tiene que crecer: en vocaciones, en instrumentos, en posibilidades. Ahí nos tenemos que matar. No se trata de conformarnos con mantener lo que tenemos o lamentarnos por lo que perdemos. Nos hemos de lanzar hacia adelante, con fe, con vibración, con optimismo, con audacia. No seamos pusilánimes, como el que recibió una mina y la guardó para no perderla: fue condenado. Oigamos la palabra del Señor: Al que tiene se le dará y abundará; pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

Señor, danos tu gracia; ayúdanos a hacer fructificar todo lo que has puesto en nuestras manos –la Obra, como nos ha dicho el Padre-. Danos es fe y esa visión sobrenatural que nos haga ver lo que nos pides y también que Tú estás detrás para empujarnos, para que nos dejemos empujar cuando aflojamos. Te lo pedimos por la intercesión de tu Madre, la Virgen, y de nuestro queridísimo Padre y de Don Álvaro.


Obediencia

1. Favor de nuestro Padre.
A una de Casa la trasladaban de Colegio. Le costaba el cambio: ya conocía a todas las niñas del antiguo, las profesoras ya eran amigas suyas, los padres la apreciaban...
Desánimo, pero recomienza y se lo ofrece a nuestro Padre pidiéndole por los frutos.
Se pone a hacer la oración. Coge Camino. Hoy es 19 de Septiembre, 19 del 9, punto 199, veamos. y se queda de piedra. Es el punto que acaba diciendo: "¡Que Dios bendiga tu trigal!". La escuela a la que la trasladaban se llamaba El Trigal.

2. Base aérea de Zaragoza. Entrenamiento: triángulo Zaragoza-Valencia-Palma de Mallorca de noche.
A veces pasa que el piloto no sabe si va boca arriba o boca abajo.
Uno de Casa, s, contó un caso que le pasó a uno de sus superiores.
Conversación por la radio.
- No sé si voy boca arriba o boca abajo. Veo luces arriba y abajo pero no sé cuáles con las estrellas y cuáles los barcos o las ciudades.
- No se preocupe. Siga a los instrumentos del avión. No pasa nada. No se ponga nervioso. Hable.
Cortó la comunicación (No me entienden: ¡ya sé yo lo que tengo que hacer!)
Cayó al mar y se ahogó. Lo encontraron al día siguiente.

3. “A mí me hace sufrir saber que un hijo mío cuando se le dice que haga una cosa, coge la obediencia con entusiasmo y a los tres días ya la ha abandonado: allí no hay amor a Dios. Al menos no hay el amor que el Señor exige a sus hijos en el Opus Dei”.

4. “(...) hoy, que el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar la obediencia. Hijos míos, debéis obedecer a los Directores, con esa misma prontitud de José. Y así, a través de los Directores, obedecéis a este Padre vuestro. Y si no, no hacemos nada en el Opus Dei” (np, meditación 24/12/63).

5. "La obediencia, en imagen de NP, aparece a veces como una senda ardua, que atraviesa un bosque tupido, a trechos entre zarzas y espinos. Pero, recorrida con visión sobrenatural, se demuestra más segura que un camino regio y, además, la suaviza el Señor". (DA cr abril 1978).



Naamám el Sirio (2 Re 5, 1-15).
Lunes III Semana de Cuaresma.

Humildad.

- Virtud muy importante para tener verdadera vida interior, para tratar a Dios como hijos.

- “Sin mi no podéis hacer nada”. Sin la gracia de Dios no podemos nada. Sin humildad no podemos nada. Este es un principio fundamental de la vida interior.

- La virtud de la humildad es una virtud que lo recubre todo.

- Surco 259. "La oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo.

"La fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia.

"La obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

"La castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu.

"La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos.

"La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor.

—La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.

- Surco 260. Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios, porque así es.

La primera lectura de la Misa de hoy es la historia de una persona humilde.

- Naamán el Sirio. La Escritura lo define como una persona de grandes cualidades. A la vez, con miserias: era leproso. La lepra era una enfermedad incurable y vergonzante.

La verdadera protagonista de la historia no es Naamán, sino la esclava de su mujer: una chica que habían apresado en una incursión en Israel. Una chica de fe y con buen corazón que piensa que Naamán se puede curar.

Naamán la cree. Y hace lo que le dice la niña. Va a ver al Rey de Siria, a quien sirve para pedirle permiso e ir al ver al Profeta del que le habla la esclava.

Aparece Eliseo. Ni siquiera lo ve. No lo recibe en su casa. Eliseo no se digna a bajar al portal de la casa para saludarlo. Le manda un emisario que le aconseja bañarse 7 veces en el Jordán. Naamán se enfada. Las cosas no están saliendo conforme él las había previsto. No lo entiende. Le parece un engaño, una locura, una tontería. Baja la cabeza y finalmente acepta porque vuelve a fiarse del criterio de sus siervos –sus subordinados, la gente a la que él mandaba- “si te dijera una cosa difícil, la harías. Cuánto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes”.

Naamán queda limpio y hace una oración humilde: reconoce la profunda grandeza de Dios: “Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel”.

Naamán nos enseña la grandeza de una persona humilde.

1. Tiene una dificultad grande: una enfermedad.
2. No la esconde. Tampoco podría esconderla aunque hubiera querido.
3. Quiere curarse.
4. Se deja aconsejar. Y se deja aconsejar por personas que son en apariencia menos inteligentes o menos preparadas que él: una esclava que le conduce al profeta Eliseo y unos esclavos que lo convencen para que haga lo que ha dicho el profeta.
5. Obedece. No entiende los consejos. De buena gana no los cumpliría. Incluso se rebela. Le parecen ridículos. Las personas que le aconsejan son un desconocido (el profeta Eliseo) y dos subordinados suyos.
6. Descubre la eficacia de la obediencia y vuelve a Eliseo para darle gracias a Dios por el favor.

Nosotros podemos vivir cada semana la humildad en la confidencia. La humildad tiene como tres momentos, o hemos de ejercitarla de tres formas distintas en la charla fraterna:

1. Decir lo que nos pasa. Es muy importante ser sinceros con nosotros mismos, con Dios y con las personas que tienen gracia para ayudarnos. (Quizás no tienen tanta sabiduría humana como la que tenemos nosotros en una ciencia profana; pero es lo de menos: tienen gracia de Dios para ayudarnos).

No inventar problemas. No siempre nos pasan cosas. Hay épocas de calma y épocas de tempestad. También es una manifestación de humildad no inventar problemas, no inventarse preocupaciones: en el fondo sería buscarnos a nosotros mismos, querer que nos hagan caso…

2. Hacer lo que nos dicen. Aunque nos cueste tanto como a Naamán o nos parezca que son consejos desproporcionados. No es verdad.

3. No dejarnos engañar por una visión excesivamente humana. La visión humana nos hace estériles: sobrenaturalmente estériles y apostólicamente estériles.

En la charla ejercitamos la "la fe" que es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia. Nos fiamos de la Obra. Y ejercitamos "la obediencia" que es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios.

Pedimos a la Virgen que nos ayude a aprovechar muy bien este medio de santificación –de curación- que es el más soberano que hay en el Opus Dei después de los sacramentos.


Oración de petición

1. Pedimos porque necesitamos ayuda.

a. Tenemos entre manos una labor sobrenatural. Solos no podemos sacarla adelante. Nosotros somos instrumentos.

b. Desproporción entre el fin que nos proponemos y los medios que tenemos. La oración es el arma del Opus Dei (Carta IX-75, n. 63), y hemos de rezar todos unidos: Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobre cualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que está en los cielos se lo concederá (Mt 18, 19).

Lo que han rezado por nosotros. “Don José María pedía a los enfermos que rezasen por una intención suya. Como tanto le apreciábamos -relata María- se dieron casos dignos de admirar. Cuenta que a una enferma que estaba "muy avanzada en su enfermedad intentaron los médicos, como último recurso y mayormente para servirles de estudio, una operación de garganta dolorosísima. Cuando le fue atravesada por un TROCAR bastante grueso, al sentir aquel dolor tan fuerte, dijo interiormente: ¡DIOS MIO!, POR LA INTENCION DE D. JOSE MARIA. Cuando al día siguiente se enteró éste, se le veía emocionado de alegría y nos lo refirió a todas. Y esto se repetía con mucha frecuencia.- Una enferma que tenía a una tos muy fuerte, exclamaba en medio de ella: JESUS MIO, POR LA INTENCION DE D. JOSE MARIA. Otras que no tenían apetito y a otras que no les gustaba la comida, se las oía decir: “por la intención de D. José María, me lo comeré”. En las grandes ocasiones, siempre recordaban esta intención” (Samoano, p 139).

c. Imitamos a Jesús y cumplimos un mandato suyo: “pedid y se os dará, buscad y hallaréis” (Mt 7, 7-11).

d. “Hay tanto por hacer” (Palabras que repetía el Padre después de cada tertulia cuando estuvo en esta dl).

e. Donde yo no llego, llega mi oración.

2. Pedimos a quien nos puede dar.

a. Dios nos ha prometido que nuestra oración no caerá en saco roto. Dios está siempre dispuesto a concedernos lo que necesitamos. En ocasiones Jesús no espera a que se le pida con palabras sino que se adelanta, como con la viuda de Naín (Lc 7, 11-15), o cuando cura al enfermo que estaba junto a la piscina de los cinco pórticos (Jn 5, 1-9).

Otras veces quiere que se le pida, también con insistencia como el ciego de Jericó (Mc 10, 46-52) o la mujer cananea (Mc 15, 21-28), y como nos lo enseña con la parábola del juez injusto (Lc 18, 1-7).

b. Pedimos como un hijo pequeño acude a su padre en busca de ayuda.

“Mientras aquellos insisten en provocar que el corazón de nuestro Padre siga latiendo, Del Portillo telefonea a Carmen Ramos. Le encarga que todas las que viven en la Montagnola y en Villa Saccheti acudan a los diversos oratorios de la casa y recen "por una intención muy urgente" Alvaro ha visto siempre que, ante situaciones difíciles, el Fundador "se apoyaba" con una confianza especial en sus hijas, el devoto sexo femenino, "porque ellas, cuando quieren, rezan más...y pueden más. Así que ni lo duda: en este trance tremendo, acude a ellas. Pero humanamente, ya no hay nada que hacer. Cuando nuestro Padre cayó al suelo era porque el corazón se le había desplomado” (Pilar Urbano, El Hombre de Villatevere, p. 486).

c. Buscar la ayuda del Señor nos hace humildes: el autosuficiente no busca la ayuda de Dios. Nuestra oración ha de ser humilde, porque sabemos que sine me nihil potestis facere (Jn 15, 5), y siempre ha de ser el primer medio: primero, oración (Camino, 82). Y este sabernos necesitados de todo nos llevará a pedir con insistencia y con confianza de hijos pues bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis (Mt 6, 7-8).

3. Pedimos con fe y humildad.

a. Clama, ne cesses! En la medida en que seamos pedigüeños nuestra fe se fortalece. “Después, aludiendo a la locución clama, ne cesses! que oyó el verano pasado (1969), en Premeno, cerca de Milán, aunque sin referir aquel suceso, añade:-Ahora ya no lloro, pero desde el 6 de agosto de 1970 he clamado sin cesar, con la plena convicción de que Dios lo quiere. Y os digo a vosotras: ¡clamad, rezad, gritad desde el fondo de vuestro corazón!” (Pilar Urbano, El Hombre de Villatevere, p. 463).

b. Si Dios no me concede lo que le pido es que no me conviene. El Señor nos anima en el Evangelio a que nos decidamos a pedir a Dios en la oración todo lo que necesitemos: En verdad, en verdad os digo: si le pedís al Padre algo en mi nombre, os lo concederá (Jn 16, 23).

“Don Casimiro Morcillo, cuando era arzobispo de Madrid, recordaba perfectamente, al cabo de casi cuarenta años, cómo NP, le había pedido que encomendara al Señor una intención suya? Tal era la vibración que había puesto en sus palabras. Sucedió en 1929. No se conocían. NP se cruzaba con él a las seis de la mañana en la calle Eloy Gonzalo. Un día lo paró y le dijo:
¿Va usted a decir Misa? ¿Quiere rezar por una intención mía?
Don Casimiro quedó asombrado. Prometió rezar, y lo hizo. Después llegaron a ser muy amigos, y recordó siempre con cariño aquella primera conversación” (Salvador Bernal, Apuntes, p. 218).

Cfr. En diálogo con el Señor: Rezar con más urgencia, pp. 105-111; Crónica, IV-2000, pp. 6-14: Unidos en la Santa Misa; CEC, nn 2629-2633.

Vida ordinaria.
Cantarell, adscritas, 02/04/05

1. Hemos venido a la Obra a ser santos: a santificarnos.

- A la vuelta de tantos siglos, quiere el Señor servirse de nosotros para que todos los cristianos descubran, al fin, el valor santificador y santificante de la vida ordinaria -del trabajo profesional- y la eficacia del apostolado de la doctrina con el ejemplo, la amistad y la confidencia. Quiere Jesús, Señor Nuestro, que proclamemos hoy en mil lenguas -y con don de lenguas, para que todos sepan aplicárselo a sus propias vidas-, en todos los rincones del mundo, ese mensaje viejo como el Evangelio, y como el Evangelio nuevo (Carta 9-I-1932, n. 91; Andrés Vázquez de Prada, El Fundador..., p. 568).

2. Nos hacemos santos cumpliendo con nuestros deberes de cada momento. Lo nuestro es lo ordinario.

- En una tertulia con don Flavio Capucci en Cavabianca los días previos a la Beatificación de Nuestro Padre, nos hacía ver cómo la figura de Nuestro Padre no la entienden los periodistas, que buscan siempre algo llamativo y extraordinario.

En determinado momento la conversación giró en torno a don Álvaro y, entre otras cosas, comentó: "No sé si el Padre ha tenido, como Nuestro Padre, alguna locución..., pero estoy firmemente persuadido de que la santidad del Padre es fruto de su fidelidad a las cosas pequeñas. Después de todo tendría que ser así con el hijo más fiel de Nuestro Padre y el que mejor ha cogido su espíritu".

- Un día de tertulia con Nuestro Padre en Castelgandolfo en 1950, alguien le pidió: - Padre, cuéntenos cosas de Isidoro. Y Nuestro Padre respondió: No os digo nada, porque si os contara cosas de Isidoro os aburriría...; hacía exactamente lo mismo que estáis haciendo todos los días... Sin embargo, en alguna ocasión, cuando Isidoro vivía en Diego de León por el año 1941, Nuestro Padre comentó que, en lo más crudo del invierno, Isidoro estaba usando una gabardina sin forro, en lugar de abrigo, como mortificación, a pesar de ser muy sensible a los fríos.

- Cumplimiento fiel de lo pequeño. En lo pequeño, en lo vulgar, en lo corriente, en lo que aparentemente tiene poca importancia o poco valor, me espera Dios.

- Nuestro día es un continuo minuto heroico. Cada momento puede ser heroico.

- El secreto de la santidad: haz lo que debes. Está en lo que haces. Por amor a Dios.

3. Qué es lo ordinario:

- Estudio. En el estudio encontramos a Jesús.
- Apostolado. Encargos apostólicos.
- Medios de formación. Hemos de aprender a luchar. Tenemos que saber cómo y por dónde nos quiere llevar Dios.


Obediencia
Cantarell, 28/04/05

La pesca milagrosa.
1. “Echad las redes a la derecha”.

- Jesús no les da las coordenadas exactas en las que se encuentra el bancal de peces. Sus palabras son un consejo genérico: “Id donde queráis, pero las redes tenéis que echarlas a vuestra derecha”.
- Las palabras de Jesús son un mandato. El tono en el que les habla es imperativo. Les manda como quien tiene autoridad.
- Jesús no quiere probar la destreza o la habilidad de los apóstoles como pescadores. Cristo está poniendo a prueba la obediencia de estos hombres. Ciencia humana sobre pesca probablemente tenían los discípulos más que Jesús.

2. “Guiados por tu palabra, Señor, echaremos la red”.

- “Nos fiamos de Jesús-Mesías, no de Jesús-pescador”.
- Humanamente hablando –razonando con lógica humana- Jesús les ha dicho un imposible: que intenten pescar de día.
- Dios no puede equivocarse. Dios puede pedirnos “imposibles humanos”, pero nos basta su Gracia. Sin la gracia de Dios no podemos hacer nada, con su gracia, lo podemos todo.
- ¿Qué puede esperar Dios de mí? Que eche la red: mi obediencia.
- No ponerle excesiva resistencia, ni pegas a Dios. Anécdota del Cardenal Ratzinger en el cónclave (el papelito que le pasó otro Cardenal sentado a su lado) .
- Anécdota. “Jener. Diálogo de un residente con nuestro Padre.
- Padre, ¿podría hablar un momento con usted?.
- El Padre me hace entrar en la habitación contigua al oratorio. Es pequeña, de uso múltiple, allí duerme Isidoro, y también sirve de sacristía y secretaría de la Residencia. Hay una mesita baja y dos sillones. Nuestro Padre me invita a sentarme y sin más preámbulos le digo que quiero ser de la Obra. No hace ningún comentario, no me anima a dar el paso ni me felicita al verme tan resuelto a decir que sí; simplemente me pregunta: -¿Estás dispuesto a hacerte como Cristo, obediens usque ad mortem, mortem autem crucis? Y me traduce:-... ¿Obediente hasta la muerte y muerte de Cruz?”

3. “Cogieron tan gran cantidad de peces que se rompía la red y tuvieron que hacer señas a las barcas que estaban en la otra orilla”.

- No se equivocaron, porque Dios no se equivoca. “Cuando Dios proyecta una obra a favor de los hombres, elige a los instrumentos convenientes y da las gracias convenientes para llevarla a cabo”.
- La voluntad humana nuestra a veces no coincide con la de Dios. La santidad consiste en luchar por hacer siempre y sólo la voluntad de Dios.
- Anécdota. A una de Casa la trasladaban de Colegio. Le costaba el cambio: ya conocía a todas las niñas del antiguo, las profesoras ya eran amigas suyas, los padres la apreciaban... Desánimo, pero recomienza y se lo ofrece a nuestro Padre pidiéndole por los frutos. Se pone a hacer la oración. Coge Camino. Hoy es 19 de Septiembre, 19 del 9, punto 199, veamos. y se queda de piedra. Es el punto que acaba diciendo: "¡Que Dios bendiga tu trigal!". La escuela a la que la trasladaban se llamaba El Trigal .

La enseñanza del Evangelio es clara: cuando hacemos la voluntad de Dios hay fruto en nuestra vida. A veces nos cuesta ver la voluntad de Dios. Domine, ut videam!

Obediencia: vision sobrenatural

- Virtud humana y sobrenatural que nos lleva a someter nuestra voluntad a un mandato de quien tienen autoridad, por un fin bueno.

- Hemos venido al Opus Dei a entregarnos a Dios. Le hemos dado todo nuestro ser: entendimiento y voluntad. Todos en Casa tenemos que obedecer.

- El fin de nuestra existencia es hacer lo que Dios quiere. Non mea voluntas, sed tua fiat.

- Inteligente. Ponemos nuestras cualidades al servicio de lo que nos dicen. No obedecemos como quien cumple, sino como quien sirve. La obediencia ha de ser libre e inteligente: obedecemos porque nos da la gana –con la ayuda de Dios–; es decir, procuramos asimilar los criterios apostólicos y espirituales que se nos transmiten, hacerlos nuestros y ponerlos en práctica, sin reserva interior de ningún tipo, plenamente solidarios con las indicaciones de los Directores, en todo lo que se refiere al fin sobrenatural de la Prelatura; al paso que somos conscientes de que cada uno es personalmente responsable de sus actos (D. Alvaro, Cartas de Familia (1), n. 362).

- Dócil. No ver una losa que cae sobre nuestra cabeza, sino una ocasión de amar a Dios, de servir. “El Fundador de la Obra no era partidario de la llamada “obediencia cadavérica”; es decir, de la obediencia exterior del que actúa como un autómata, sin iniciativa, ni sentido de la responsabilidad. Él quería, para sus seguidores, una obediencia `inteligente y `libre: "No concibo que pueda haber obediencia verdaderamente cristiana, si esa obediencia no es voluntaria y responsable. Los hijos de Dios no son piedras o cadáveres: son seres inteligentes y libres, y elevados todos al mismo orden sobrenatural, como la persona que manda".
Al mismo tiempo, era consciente que -dentro de la Iglesia- se había metido una actitud de rebeldía que dificultaba mucho el crecimiento en santidad de las almas y la eficacia en la labor apostólica. Por eso, animaba a sus hijos espirituales: "Hoy, cuando el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar más que nunca la obediencia, la sinceridad, la lealtad, la sencillez: y todo, con sentido sobrenatural, que nos hará más humanos".

- Pronta.

- Alegre.

- Que se nos pueda pedir cualquier cosa, cualquier encargo. Que los d puedan descansar pensando que un asunto esta en nuestras manos.

- Es virtud cuando notamos que nos cuesta. No informar. Consultar poniéndole fácil a los d que nos puedan decir que no. Procurar profundizar en las razones sobrenaturales de nuestro comportamiento: entender que para obedecer se requiere con frecuencia lucha, mortificación, negarse, correspondiendo a la gracia. Normalmente nos explicarán las razones de lo que se nos indica o se nos manda, y serán comprensibles: no obstante, si después de exponer nuestra opinión, algo no se entiende, se obedece con la fe de que así somos muy gratos a Dios.

- Un motivo sobrenatural: Dios se sirve de instrumentos humanos para comunicarnos su voluntad. Cristo prefirió perder la vida antes que desobedecer a los planes de Dios. Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz (Flp 2, 8). El motivo inmediato de la obediencia es el amor de Dios: Si diligitis me, mandata mea servate (Jn 14, 15).

- Un motivo humano: somos mas eficaces cuando obedecemos. Un ejercito en orden de batalla. Si se rompen las filas se pierde la guerra. Director. —Lo necesitas. —Para entregarte, para darte..., obedeciendo. —Y Director que conozca tu apostolado, que sepa lo que Dios quiere: así secundará, con eficacia, la labor del Espíritu Santo en tu alma (Camino, n. 62).

- Identificarnos con Cristo. Las dos biografías del Evangelio: obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Les estaba sujeto.

- Medios de formación personales. Hacer propio lo que me dicen. Los medios de formación personales van dirigidos a orientar nuestra conducta personal.
- Los medios de formación colectivos ilustran la inteligencia, dan ideas mas generales, nos recuerdan las ideas madres.

- Obstáculos. la visión humana.

Anécdota. “Un día Álvaro cae enfermo. Tiene cuarenta y dos grados de fiebre. El Padre se acerca a la cabecera de su cama y, viéndole tan mal y tan preocupado porque "llega el sábado... y la hora de los salarios", le pregunta:
-Alvarico, hijo, ¿y qué pasa, qué puede pasar, si por una vez no les pagamos, y esperamos hasta tener el dinero?
-¿Qué puede pasar?… A mí, ir a la cárcel no me importa. Pero está por medio la honorabilidad de la Obra.
-Pues entonces… levántate y ve a buscar dinero donde sea.
Mientras aguarda el regreso…, va a pedir a sus hijas una batida intensa de oraciones por esa gestión y dice: -¿Seré yo un canalla?… A Alvaro lo estoy matando… Pero no tenemos otra solución: él es el único que puede ir a los bancos y resolverlo, porque le conocen y le fían. Con una partecica, sólo con una partecica, de lo que él lleva sobre sus hombros, yo ya me habría muerto…
Después, para quitar hierro a la tensa situación, agrega con buen humor:
- La enfermedad que tiene mi hijo Álvaro se le curaría enseguida si le pusiéramos sobre el hígado un buen fajo de liras... O mejor: ¡de libras esterlinas!
Al rato, Del Portillo vuelve de la calle. El Padre sale a su encuentro:
- ¿Lo traes?
- Sí, Padre.
- ¿Y cómo lo has conseguido?
- Como siempre Padre, obedeciendo”.

(El hombre de Villatevere, p. 45)

FICHA 1

Toda la perfección (del religioso) consiste, según San Buenaventura, en la renuncia de la propia voluntad; que es de tal valor y merito, que se equipara al martirio; pues si el hacha del verdugo hace rodar por tierra la cabeza de la victima, la espada de la obediencia inmola a Dios la voluntad que es la cabeza del alma (Santo abandono, 37).

FICHA 2

Jesús ha hecho tan gran estima de esta virtud que se hizo obediente hasta la muerte, queriendo antes perder la vida que la obediencia (Santo abandono, 38).

FICHA 3

La suma perfección -dice Santa Teresa- claro es que no esta en regalos interiores, ni en grandes arrobamientos, ni en visiones, ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad y tan alegremente tomemos lo amargo como lo sabroso, entendiendo que lo quiere su Majestad.
Yo creo que como el demonio ve que no hay camino que mas presto llegue a la suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color de bien (Santo abandono, 39).

"La obediencia es someter la propia voluntad a la autoridad de otro. Pero, no por servilismo o por temor, sino por amor. Jesús, nuestro Modelo en Santidad, fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Pero Jesús, no sólo era obediente al Padre Eterno, sino que también lo fue con sus padres terrenos: Y les estaba sujeto, nos dice San Lucas acerca de Jesús Niño con respecto a María y a José.

El Fundador de la Obra no era partidario de la llamada “obediencia cadavérica”; es decir, de la obediencia exterior del que actúa como un autómata, sin iniciativa, ni sentido de la responsabilidad. Él quería, para sus seguidores, una obediencia `inteligente y `libre: "No concibo que pueda haber obediencia verdaderamente cristiana, si esa obediencia no es voluntaria y responsable. Los hijos de Dios no son piedras o cadáveres: son seres inteligentes y libres, y elevados todos al mismo orden sobrenatural, como la persona que manda".
Al mismo tiempo, era consciente que -dentro de la Iglesia- se había metido una actitud de rebeldía que dificultaba mucho el crecimiento en santidad de las almas y la eficacia en la labor apostólica. Por eso, animaba a sus hijos espirituales: "Hoy, cuando el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar más que nunca la obediencia, la sinceridad, la lealtad, la sencillez: y todo, con sentido sobrenatural, que nos hará más humanos".


Obediencia: visión sobrenatural

Jesucristo nos ha dado ejemplo de obediencia a la Voluntad de su Padre con toda su vida. La obediencia del Señor va unida a su humildad, y llega a su cumbre en la entrega libre de su vida, pues se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz (Flp 2, 8).
El motivo inmediato de la obediencia es el amor de Dios: Si diligitis me, mandata mea servate (Jn 14, 15). Y por esto nuestra obediencia ha de ser alegre, generosa y abnegada. Director. —Lo necesitas. —Para entregarte, para darte..., obedeciendo. —Y Director que conozca tu apostolado, que sepa lo que Dios quiere: así secundará, con eficacia, la labor del Espíritu Santo en tu alma (Camino, n. 62). La obediencia ha de ser libre e inteligente: obedecemos porque nos da la gana –con la ayuda de Dios–; es decir, procuramos asimilar los criterios apostólicos y espirituales que se nos transmiten, hacerlos nuestros y ponerlos en práctica, sin reserva interior de ningún tipo, plenamente solidarios con las indicaciones de los Directores, en todo lo que se refiere al fin sobrenatural de la Prelatura; al paso que somos conscientes de que cada uno es personalmente responsable de sus actos (D. Alvaro, Cartas de Familia (1), n. 362).
Así como, por la desobediencia de uno, muchos fueron los pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán hechos justos (Rm 5, 19). La eficacia de la obediencia en la vida interior y en el apostolado. La Obra es un ejército en orden de batalla, por eso hemos de ir «todos a una» secundando las indicaciones de los Directores. La obediencia es manifestación de nuestra entrega para hacer la Obra. Por esa tardanza, por esa pasividad, por esa resistencia tuya para obedecer, ¡cómo se resiente el apostolado y cómo se goza el enemigo! (Camino, n. 616). Manifestaciones exteriores: consultar, decir donde vamos para que puedan contar con nosotros, etc. (cfr. Camino, n. 618).
Cfr. Crecer para adentro: La obediencia en la Obra, pp. 77-82; Camino, nn. 614-629; Crónica, VII-1990, pp. 6-14: Obedecer por amor; CEC, nn. 148, 475, 1733, 2822-2837.


Obediencia

1. El ejemplo de Jesús. Las dos biografías que señalaba nuestro Fundador: erat subditus illis (Lc 2, 51); oboediens usque ad mortem (Filip 2, 8). Deseo ardiente de hacer la Voluntad del Padre en toda ocasión. Plenitud de esta obediencia en el Calvario. La Redención, fruto de la obediencia de Jesús: pues como por la desobediencia de un solo hombre todos fuimos constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos (Rom 5, 19). Imitarlo con más finura ahora, cuando se escucha como un colosal non serviam! (Ierem. II, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública (De nuestro Padre, Carta 14-II-1974, n. 10). El Señor nos enseña que el camino de la paz verdadera y de la eficacia, pasa por la obediencia. Obediencia interior, inteligente y libre.

2. Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado (Jn 4, 34). Estas palabras de Jesús nos las podemos aplicar cada uno nosotros, si de verdad tenemos deseos grandes de obedecer, que es afán de identificarnos con Cristo. Lo nuestro es una obediencia de hijos, lejos del temor servil, porque somos hijos de Dios, como tantas veces nos ha dicho nuestro Padre. Esa obediencia de hijos de Dios pasa por la identificación con Cristo: somos hijos en el hijo, es la misma obediencia de Cristo. Con mayor delicadeza, cuantos más años llevemos en Casa. Los Directores gobiernan por amor, y todos obedecemos también por amor. El Señor está siempre presente en la obediencia. Nadie manda como quien ejercita un dominio, y nadie obedece como quien no es dueño de sus actos.

3. Procurar profundizar en las razones sobrenaturales de nuestro comportamiento: entender que para obedecer se requiere con frecuencia lucha, mortificación, negarse, correspondiendo a la gracia. Normalmente nos explicarán las razones de lo que se nos indica o se nos manda, y serán comprensibles: no obstante, si después de exponer nuestra opinión, algo no se entiende, se obedece con la fe de que así somos muy gratos a Dios.

4. Disponernos a obedecer es una de las tareas principales de la vida interior. Es por eso que el Espíritu Santo tiene el papel principal. Bajo su impulso fomentamos la docilidad. La vida interior tiene un fuerte componente de docilidad al Espíritu Santo. Para ello es preciso el dominio de sí, la adquisición de las virtudes. Sin ellas no podemos ser dóciles, ni estamos realmente disponibles para lo que Dios espera de nosotros.

5. La obediencia se da en el marco de nuestra vocación. El espíritu de la Obra es el modo específico en el que miramos a Cristo; por eso ahí se inscribe nuestra obediencia. La obediencia es fidelidad al espíritu de la Obra: si no, estaríamos fuera del querer de Dios. A la vez, en el espíritu de la Obra están concretados los puntos en que se cifra nuestra obediencia a la voluntad de Dios.

6. Obediencia sobrenatural. Al obedecer al que manda, obedecemos a Jesucristo: todo lo que hagáis, hacedlo de buena gana, como obedeciendo al Señor y no a los hombres (Col 3, 23). Precisamente porque vivimos y trabajamos en la calle, procuramos obedecer con más celo y exactitud: viajes, gastos, disponibilidad para recibir encargos... No nos juzgamos intocables, por muy importantes que sean, o parezcan, nuestros asuntos profesionales. Preguntarnos muchas veces si mi alimento -lo que da sentido y fuerza a mi vida- es hacer la voluntad de Dios, lo que El quiere que lleve a cabo, también en lo pequeño, y no mis gustos y caprichos. Es la piedra de toque de la humildad, del sentido sobrenatural que anima nuestra vida, la seguridad de que servimos a Dios.

Cfr. Cuadernos 8: Mandar y obedecer: servir, amar, pp. 225 ss. Crónica XII-93: Libertad y obediencia y I-96: La voluntad de nuestro Padre Dios.

Cfr. Crecer para adentro: La obediencia en la Obra, pp. 77-82; Camino, nn. 614-629; Crónica, VII-1990, pp. 6-14: Obedecer por amor; CEC, nn. 148, 475, 1733, 2822-2837.


Obediencia

FICHA 1

Toda la perfección (del religioso) consiste, según San Buenaventura, en la renuncia de la propia voluntad; que es de tal valor y merito, que se equipara al martirio; pues si el hacha del verdugo hace rodar por tierra la cabeza de la victima, la espada de la obediencia inmola a Dios la voluntad que es la cabeza del alma (Santo abandono, 37).

FICHA 2

Jesús ha hecho tan gran estima de esta virtud que se hizo obediente hasta la muerte, queriendo antes perder la vida que la obediencia (Santo abandono, 38).

FICHA 3

La suma perfección -dice Santa Teresa- claro es que no esta en regalos interiores, ni en grandes arrobamientos, ni en visiones, ni en espíritu de profecía, sino en estar nuestra voluntad tan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramos con toda nuestra voluntad y tan alegremente tomemos lo amargo como lo sabroso, entendiendo que lo quiere su Majestad.
Yo creo que como el demonio ve que no hay camino que mas presto llegue a la suma perfección que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color de bien (Santo abandono, 39).

"La obediencia es someter la propia voluntad a la autoridad de otro. Pero, no por servilismo o por temor, sino por amor. Jesús, nuestro Modelo en Santidad, fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Pero Jesús, no sólo era obediente al Padre Eterno, sino que también lo fue con sus padres terrenos: Y les estaba sujeto, nos dice San Lucas acerca de Jesús Niño con respecto a María y a José.

El Fundador de la Obra no era partidario de la llamada “obediencia cadavérica”; es decir, de la obediencia exterior del que actúa como un autómata, sin iniciativa, ni sentido de la responsabilidad. Él quería, para sus seguidores, una obediencia `inteligente y `libre: "No concibo que pueda haber obediencia verdaderamente cristiana, si esa obediencia no es voluntaria y responsable. Los hijos de Dios no son piedras o cadáveres: son seres inteligentes y libres, y elevados todos al mismo orden sobrenatural, como la persona que manda".
Al mismo tiempo, era consciente que -dentro de la Iglesia- se había metido una actitud de rebeldía que dificultaba mucho el crecimiento en santidad de las almas y la eficacia en la labor apostólica. Por eso, animaba a sus hijos espirituales: "Hoy, cuando el ambiente está lleno de desobediencia, de murmuración, de trapisonda, de enredo, hemos de amar más que nunca la obediencia, la sinceridad, la lealtad, la sencillez: y todo, con sentido sobrenatural, que nos hará más humanos".


Multiplicarnos: las 500

1. “El único medio para conseguir las 500 vocaciones es multiplicar la labor de San Rafael”. (Del Padre, contestando una pregunta de un recién pitado en la tertulia de sm de la cv de Pascua, Roma, 2004).

El milagro de las meditaciones. Primera semana de octubre: 20; segunda semana 25. ¡Vamos creciendo! ¿Hemos rezado, nos hemos mortificado, a cuántas hemos invitado? ¿Ha sido un milagro? Sí. Las vocaciones ya están concedidas.

“He pensado que es real lo que os comentado de las 500 + 500 + 500 + 500, porque cuando nuestro Padre pidió eso, no había en la Obra tantas personas como ahí ahora” (Fax del Padre a la dlb, 20.IX.04).

Tenemos que multiplicarnos. El múltiplo depende de nuestra generosidad. El Señor nos pide más oración, más mortificación, más empeño por vivir cada día un plan apostólico concreto.

Somos muchos. Si cada día rezamos un avemaría más cada uno, por las vocaciones… al cabo del día son muchos rosarios. Si hacemos una mortificación más, cada día ofreceremos a Dios un montón de sacrificios. Si procuramos trabajar mejor una hora… ¿Qué más puedo hacer Señor?

“Más, más, más” de nuestro Padre comentando la Videns eos a vr.

Contamos con la gracia de Dios. El paso del Padre por la dlb ha sido histórico. Un cúmulo de oraciones y de sacrificios ofrecidos por los frutos del viaje del Padre. La oración de toda la Obra ha estado centrada en Catalunya.. Tiene que haber un antes y un después. Mi lucha, mi entrega, no puede ser igual que antes. Lo folclórico ya ha pasado. ¿Cómo has notado el viaje del Padre? ¿En qué ha cambiado tu lucha, tu vida interior, tu vibración? El Padre ha venido a despertarnos. Se tiene que notar el paso del Padre en mi entrega, en mi amor a la Obra, en mi apostolado, en mi fraternidad, en mi trabajo.

Ahora es tiempo de “remansar en la oración”, y pensar tengo que dar un paso.

2. “Cuánta gente, cuánta gente ¡Qué habría hecho nuestro Padre si hubiera contado con tanta gente!” (comentario del Padre después de las tertulias en Brafa con personas de Casa).

Atrevimiento: porque somos muchos, podemos hacer mucho. El mundo no lo cambia el sistema. Mi clase no la cambiará el sistema; mi ambiente de trabajo no lo cambiará el sistema… Cambiaremos el ambiente de nuestro alrededor si nos tomamos en serio nuestra lucha por la santidad. Hay que atreverse, hay que lanzarse. Duc in altum!

“Luego, con lógica sobrenatural –la que verdaderamente cuenta-, sólo con el número que estáis muy fácil resulta crecer en oración, en expiación… y en apostolado”. (Fax del Padre).

“La miés es mucha y los obreros pocos, rogad, pues al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Oración y mortificación. Tenemos una misión sobrenatural, y los medios tienen que ser sobrenaturales. “Es cierto que nuestro Padre, y los que vinieron, alcanzaron cotas de oración intensísima. No nos falta la gracia de Dios para hacer lo mismo”.

3. Un enemigo: la dejación. Pensar que serán otros los que saquen adelante la labor. No. Seré yo. Lo que no haga yo, no lo hace nadie.

“Procurad apretar –todos, cada uno- en los dos primeros términos, y sentiréis la urgencia del tercero: ¡apostolado!, también con el trabajo, con el ejemplo; reaccionando ante los atropellos que contra Dios quieren cometer sus enemigos”.

4. Optimismo. Dios no pierde batallas.


Rezar por el Papa

1. Somos protagonistas de momentos únicos de la historia de la Iglesia.

- Personalidad del Papa. Heroísmo. Santidad.
- La Obra está en deuda con Juan Pablo II. Prelatura. Beatificación y canonización de nuestro Padre. La fortaleza del Papa, que tuvo que soportar duras y dolorosas críticas.
- En la Obra hemos notado el cariño de este Papa. También me gusta recordar, como fechas capitales, especialmente las continuas ocasiones en las que se ha mostrado de modo palpable el cariño que los Sumos Pontífices tienen por nuestra Obra. Resido establemente en Roma desde 1946, y así he tenido ocasión de conocer y tratar a Pío XII, a Juan XXIII y a Paulo VI. En todos he encontrado siempre el cariño de un padre.
- Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón (573).
- Tu más grande amor, tu mayor estima, tu más honda veneración, tu obediencia más rendida, tu mayor afecto ha de ser también para el Vice-Cristo en la tierra, para el Papa.
Hemos de pensar los católicos que, después de Dios y de nuestra Madre la Virgen Santísima, en la jerarquía del amor y de la autoridad, viene el Santo Padre (135).

- Queremos ser buenos hijos de la Iglesia.

2. Rezar por el Colegio de Cardenales.

- La jaculatoria que nos ha propuesto el Padre: Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!" (344).

- 2 hermanos nuestros entre los electores y posibles elegidos. No es un motivo de vanagloria sino una llamada a la responsabilidad: la Obra es algo muy serio en la Iglesia a pesar de su juventud.
- Cómo se elige al Papa.
- Unidad de la Iglesia. Unidos entre nosotros: un motivo sobrenatural para estar unidos. Históricamente ha ocurrido en algunas instituciones de la Iglesia que al morir la cabeza se ha producido una convulsión. Rezar por la unidad y la fidelidad de la Iglesia.
- Unidad ejemplar en esta partecica de la Iglesia que es la Obra.

3. Rezar por el futuro Papa.

- Ya le queremos. Sea quien sea.
- Preparar el pontificado con oración y mortificación concretas y diarias.

4. Ocasión única para hacer apostolado.

- Hablar de la Iglesia. Hablar del Papa. Pedir oraciones y sufragios.

Formación
Cantarell, n sin ce, 06/05/05

I.

Un padre, al regresar del trabajo, entra en la habitación de su hija para saludarla y se la encuentra llorando. No le dice nada. En la cena le pregunta si puede ayudarle en algo. La chica, estudiante de primer curso de periodismo, le cuenta que en clase lo había pasado muy mal. Un profesor organizó unas clases prácticas que consistían en que cada alumno debía prepararse un tema para exponerlo en clase durante cinco minutos. Muchos de sus compañeros eligieron como tema “la Iglesia y el Papa”, pero no para defenderlos precisamente. Ella escuchaba los argumentos con los que atacaban el magisterio de la Iglesia y se iba enfadando. En casa estaba llorando ¡porque se daba cuenta de que no tenía argumentos para rebatir los ataques a la Iglesia!”.

Jesús llamó a los apóstoles –los eligió- “para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar”. Estuvieron con Jesús, y Jesús los fue formando con una paciencia infinita. Eran personas no muy cultas. Jesús no se rodeó de gente como Platón, Sócrates o Aristóteles, sino de personas sencillas.

Jesús quiere que tú y yo nos formemos muy bien para llevar la semilla del Evangelio por el mundo entero. Y Dios nos ha dado unos medios de formación estupendos. Hemos de valorarlos, y valorar el esfuerzo que hace la Obra para que seamos apóstoles bien formados.

“Los fines que nos proponemos corporativamente son la santidad y el apostolado. Y para lograr esos fines necesitamos, por encima de todo, una formación. Para nuestra santidad, doctrina; y para el apostolado, doctrina. Y para la doctrina, tiempo, en el lugar oportuno, con los medios oportunos. No esperemos unas iluminaciones extraordinarias de Dios, que no tiene porqué concedernos, cuando nos da unos medios humanos concretos: el estudio, el trabajo. Hay que formarse, hay que estudiar. De esta manera os disponéis a vuestra santidad actual y futura, y al apostolado, cara a los hombres” (De nuestro Padre, Meditación 21/11/1954, Vivir para la Gloria de Dios, en Crónica 06/75).

II.

La formación es un tesoro. Valorarla.

Anécdota de C. M. y su amiga que va a vivir a USA, en una ciudad donde no hay centro y quedan un día y a una hora fijos cada semana para que le dé el Círculo a través de Skype.

Dentro de poco tiempo estaremos dando medios de formación. Nuestro Padre le encargó a D. José Mª Hernández Garnica que diera los Círculos de sr. Y como lo vio asustado le dijo que le corregiría las notas. Así lo hizo Chiqui. Los asistentes no comentaron nada, hasta que después del tercero, uno le dijo: “Chiqui, sabes que me gustan mucho tus círculos, porque nos dices lo mismo que D. Josemaría, pero mucho peor”.

“Te veo lleno de deseos de hacerte santo, pero quiero recordarte que, para ser santos, hemos de ser almas de doctrina, personas que han sabido dedicar el tiempo necesario, en los lugares precisos, para poner en su cabeza y en su corazón, en su vida toda, este bagaje del que se han de servir para continuar siendo, con Cristo y con los primeros doce, pescadores de almas".

III.

Don Álvaro le comentó un día a D. Tomás –cuando era Vicario Regional- que las personas de Casa:

• Hemos de tener el corazón siempre joven, no ser calculadores, estar vibrantes y dispuestos a darnos, a ser generosos.

• Siempre enamorados de Jesucristo, porque somos almas de oración y de Eucaristía.

• Nunca decir al Señor que no. Estar vigilantes, a pesar de nuestros errores.

¿Cómo lograremos esos objetivos en nuestra vida? Cuidando muy bien los medios de formación. El Círculo breve, la confidencia, las meditaciones.

Acudimos a la Virgen, para que nos ayude a valorar y cuidar los medios de formación porque son el camino para conocer y querer cada día más a Jesús.

Cosas pequeñas
El Vallés, 30/05/05

Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho (Lc 16, 10). Y a quien es fiel en lo poco, el Señor le confía lo mucho (cfr. Mt 25, 21). Así se ve en la vida de la Virgen y San José: Con su fidelidad en las cosas pequeñas de cada día cooperan de modo eminente en la obra de la Redención. De la fidelidad en lo pequeño depende nuestra cooperación en los planes salvadores de Dios. Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas (Camino, n. 818). Pues del cuidado de lo pequeño dependen muchas conversiones, confesiones, vocaciones, la expansión de la Obra en el mundo entero. Desde el principio, nuestro Padre quiso dejar grabado en el alma de los fieles de la Obra: Inculcadles el heroísmo de hacer con perfección las pequeñas cosas de cada día, como si de cada una de ellas dependiera la salvación del mundo (nuestro Padre). Ofrecer al Señor las cosas pequeñas por intenciones concretas.

El secreto para dar relieve a lo más humilde, y aun a lo más humillante es amar (Camino, n. 418). El heroísmo que nos pide el Señor consiste en amar a Dios y a los hombres, al poner amor en las cosas pequeñas de vuestra jornada habitual, descubriendo ese algo divino que en los detalles se encierra (Conversaciones, n. 116). Las cosas pequeñas se hacen grandes si es grande –heroico– el amor a Dios y a los demás que ponemos en ellas. Examen personal: En qué podemos ser más heroicos, más delicados, más generosos: detalles de puntualidad, orden, laboriosidad, amabilidad y elegancia; cuidado de nuestras Normas y Costumbres; detalles de cariño al Señor Sacramentado.

El Señor en casa de Simón el fariseo (cfr. Lc 7, 44-46): El Señor echa en falta los detalles de cortesía de Simón. No cuidamos las cosas pequeñas por manía, por rigidez, ni por estar satisfechos con nosotros mismos, sino porque el Señor espera, nota y aprecia en mucho el amor a Él que ponemos en cada cosa. Por eso, Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale! (Camino, n. 814). Rectificar la intención con frecuencia y sin desanimarse, procurando buscar en cada una la gloria de Dios, que Dios se sepa y se sienta de verdad amado por nosotros.

Cfr. Camino, nn. 813-830; A solas con Dios: La grandeza de lo pequeño, nn. 208-220; Crecer para adentro: Cosas pequeñas, pp. 113-118; Mientras nos hablaba en el camino: El valor de las cosas pequeñas, pp. 21-32; D. Álvaro, Cartas de familia (2), nn. 40-41; Cuadernos 3: Cosas pequeñas, pp. 37-44;

Cosas pequeñas

“Hemos de esforzarnos aún más, para descubrir y para estimar en mucho el gran valor sobrenatural de lo ordinario de lo humilde, de lo sencillo. Con la Sagrada Familia entra de lleno en la gran epopeya de la Redención, la vida corriente de trabajo, de oración, de servicio. Todo quehacer cotidiano y hasta lo que parece más pequeño, o incluso insignificante, lo asume Dios, para atribuirle un puesto preeminente en el plan divino de la salvación y de la santificación. La claridad de esta estrella, María, nos revela con tonos nuevos, el valor colosal de lo poco, de lo oculto ofrecido con fe y amor” D. Álvaro, cn VII-79, p.8

Jesús se hace hombre, para imitarle. Nos muestra que podemos porque no nos pide imposibles. Camino de lo ordinario. Convertir la prosa en endecasílabo heroico. Santidad no es el circo. El santo no es el que más talentos recibe sino el que mejor corresponde, el que más ama. Y el amor se manifiesta en las cosas pequeñas; en el detalle. Ese detalle es santificante. Dar a lo que hacemos vibración de eternidad. No hacer no pasa nada pero hacer es muy importante.

“No toleréis nada que parezca una desviación, aunque sea pequeña del espíritu de la Obra, ni en vosotros, ni en los demás. Rectificad inmediatamente o haced la oportuna corrección fraterna: nuestro Padre os bendecirá desde el cielo” D. Álvaro cn VI-79, p. 5.

Vida de infancia: hacer como los pequeñines. El Señor en la parábola de los talentos: fiel en lo poco. Además porque sino no lo seremos en lo mucho. No buscar grandes ocasiones. Negativamente: las raposas que se comen la viña; el niño que entraba por el ventanuco. Intrínseca relación entre vida de oración y delicadeza en lo pequeño porque finura de espíritu. Distinto de la manía: la manía es un fin en sí misma. Esmerarnos en los detalles. En primer lugar en las Normas. Es lo primero: Señor que nos convenzamos de esto. Lo urgente puede esperar, lo importante no. Estar con el Señor la primera ocupación. Buscar agradar a Dios.

“Os he dicho que la aureola de nuestro Padre debe ser la fidelidad de sus hijas y de sus hijos. Esta fidelidad se labra jornada tras jornada -con la gracia de Dios, que nunca falta-, poniendo mucho amor en las cosas pequeñas” Don Álvaro cn III-93.

Horario y puntualidad. Así aprovechamos el tiempo. En el trabajo; en el apostolado (saber aprovechar ocasiones); en la mortificación. Jaculatorias.


Proselitismo

- mes de mayo
- vocaciones
- llenar las convivencias
- vibración: acción.

El curso se está acabando, pero no se ha acabado aún. Queda todavía mucho por hacer, y mucho por rezar.

Lo que sí se han acabado son otras cosas más superficiales, y en las que quizás hemos puesto excesivamente la cabeza durante estos días:

- Se ha acabado la liga... y ha ganado el Barcelona. Ya lo hemos celebrado. Ya está.

- Se han acabado las rebajas, ya tenemos la ropa de verano. Hemos sacado la ropa de verano del año pasado, y hemos descubierto que... ¡se nos ha quedado pequeña! Sí, nos enfrentamos con la realidad: hay unos kilillos de más en el michelín... ¡Y sólo tengo los trajes de baño del año pasado!... ¡Qué vergüenza!

Ahora hay que poner la cabeza en lo importante: las almas.

Almas, almas de apóstol, son para ti, para tu gloria.

Tener metas cada uno personalmente. A mi, ¿quién me va a pitar cada día de aquí a final de mes? Hoy, ¿quién puede pitar?

Domingo, siembras mucho, pero riegas poco.

El mes de mayo ha sido un mes muy proselitista. Proselitismo significa oración, mortificación y acción.

- El ejemplo de nuestro Padre.

Curso de Retiro en el Convento de los Carmelitas Descalzos de Segovia (donde reposan los restos de San Juan de la Cruz). Martes 4 a miércoles 11 de octubre de 1932.

"Antes de acabar los ejercicios se trazó un programa mínimo de vida espiritual, que comprendía diversas prácticas: el breviario, una hora de oración por la mañana y otra por la noche; media hora de acción de gracias después de la Misa; rezo del Santo Rosario, reviviendo las escenas; exámenes de conciencia al mediodía y por la noche; visita al Santísimo; Preces de la Obra; lectura del Nuevo Testamento y de algún otro libro espiritual. A este programa adjuntó una hoja de propósitos, tales como el no desperdiciar las cosas pequeñas, invocar al Ángel de mi guarda, adquirir un exterior grave y modesto, etc. Todo esto acompañado de nuevas mortificaciones corporales: cilicio diario; dormir en el suelo tres veces a la semana; y ayuno absoluto, sin pan ni agua, un día por semana".

Camino 961. Es preciso que seas "hombre de Dios", hombre de vida interior, hombre de oración y de sacrificio. Tu apostolado debe ser una superabundancia de tu vida "para adentro".

"Únicamente con este fundamento de oración y de sacrificio generoso, será eficaz vuestra acción apostólica, para extender el Reino de Dios. Presentad nuestros ideales cristianos de modo atrayente ¡que se vea que estáis seriamente entusiasmados con vuestra vocación!, con convencimiento, y con ese nervio que es necesario para extender cualquier proyecto entre los hombres. El entusiasmo y el espíritu de sacrificio que tantos muestran en la difusión de ideales puramente humanos –en ocasiones, desgraciadamente, para llevar las almas por caminos de perdición, eso y mucho más hemos de hacer nosotros para atraerlas a Jesucristo por nuestro camino de santificación en medio del mundo, sin perder nunca de vista que la vocación la da Dios, pero que nosotros hemos de preparar el terreno para que la divina semilla de la vocación pueda más fácilmente arraigar" (Cartas de Familia I, pág. 87-90).

"El Señor quiere servirse de nosotros, de nuestro trato con los hombres, de esta capacidad nuestra, que nos ha dado Él, de querer y de hacernos querer, para seguir haciéndose amigos en la tierra; como se sirvió de Juan el Bautista. Eso es el trabajo del Opus Dei, el vuestro, el de cada uno. ¿A cuántos habéis abierto los ojos a la luz de la verdad?¿a cuántos habéis dispuesto para el trabajo apostólico?¿a cuántos habéis quitado la roña llevándolos a hacer una buena confesión?" (De nuestro Padre, cn 70)

Ampliar la labor. Tirar mucho la red.

"Hay mucha gente necesitada de alguien que les eche una mano y que, como a Lázaro, les diga: levántate y ven fuera. Sal de la porquería, de la miseria... Hacen falta muchos apóstoles. Y eso somos nosotros. Como también los que vendrán a la Obra. Podemos pedir más vocaciones con la conciencia tranquila, si nosotros nos estrujamos como un limón. ¡A entregarnos de verdad, que vale la pena!" (Don Álvaro, cn. VI.79, p. 101).

Anécdota de Pere Calmell. En un campamento de padres y niños de La Farga, iba llamando a los padres para hacerse amigo de ellos, tratarlos, ayudarles. La experiencia fue que 3 padres le dijeron que tenían en la cabeza hablar con algún sacerdote para arreglar asuntos importantes de sus vidas, pero que no encontraban la oportunidad, o no se atrevían, y que ahora que se les había acercado a ellos el sacerdote habían pensado no desaprovechar la oportunidad.

La gente nos está esperando.

Le pedimos a la Virgen –Regina Apostolorum- que sepamos muy buenos canales de la gracia de Dios, buenos instrumentos y vivamos un mes de mayo muy proselitista.


Que tu limosna sea oculta (Mt 4, 4)

La limosna designa un sentimiento de compasión, y el ímpetu que nos lleva a aliviar a todo el que tiene una pena.

Los fieles israelitas eran invitados a que abriesen sus manos para sus hermanos pobres y desnudos. Y así, por ejemplo, hay un salmo que dice Bienaventurado el que se preocupa del desgraciado y del débil.

El Nuevo Testamento completa esta obligación de la ayuda al prójimo al universalizar la noción de prójimo, y al extender la exigencia de la caridad hasta querer y hacer a los demás el bien que deseamos para nosotros mismos.

La caridad en el Nuevo Testamento es el don del corazón. Para San Agustín, el perdón de las deudas es una limosna, la más noble y la más magnífica de todas las limosnas. San Gregorio Magno decía que quien distribuye sus bienes temporales no abandona más que las cosas exteriores a él; pero quien da su compasión al prójimo le da algo de sí mismo.

La limosna cristiana debe ser fruto de la caridad, de la misma caridad que arrancó a Jesús aquel compasivo grito que el mundo oyó entonces por primera vez: “Tengo compasión de la muchedumbre”. Jesús no estaba conmovido tan sólo por el espectáculo de la multitud hambrienta que le había seguido al desierto (Mt 15, 32), sino porque estaba abandonada por quienes hubieran debido tener cuidado de ella.

La caridad no consiste en aliviar la desgracia ajena, sino, ante todo, en compartir su sufrimiento.

La limosna es un deber universal. No está reservado a los privilegiados por la fortuna. No hay nadie que no tenga nada que repartir con sus hermanos menos favorecidos ¿No tenéis posibilidad de dar –escribe Bossuet- un vaso de agua, un deseo, un suspiro, una palabra bondadosa, o un testimonio de compasión? ¡Oh, qué rico es el hombre y cuántos tesoros tiene en sus manos!

La justicia obliga a dar a los demás lo que les es debido, es decir, lo que les pertenece. La caridad no tiene, como contrapartida, un derecho ajeno. Por la virtud de la caridad nosotros damos a los demás lo que nos pertenece. Pero la caridad nos obliga frente a Dios. Por eso, un cristiano que no vive la caridad peca contra la Justicia divina.

Las deudas que uno tiene con la justicia están tarifadas. Las deudas de caridad no. Por eso Dios es el único que ve allá en lo secreto quien vive la caridad.

Existen muchas obras de limosna cristiana para nuestro prójimo: el don material, el don de nuestro tiempo, el don de nuestra amistad. Todas estas formas de limosna cristiana son una obra de justicia fraterna. Sabemos por San Pablo que podríamos distribuir todos nuestros bienes para alimentar a los pobres y no tener caridad (1 Cor 13, 3). La caridad es participación en el amor de Dios por los hombres. Lo que cuenta en el orden de la caridad no es la abundancia de nuestras limosnas, sino el amor que inspira nuestro don. Por eso nuestra caridad es cristiana, es un acto religioso: somos junto a una persona necesitada, el enviado de Cristo junto a ella.
Últimas piedras
Cantarell, adscritas 04/06/05

1. Estamos terminando el curso. Todos más cansados: esfuerzo acumulado, trabajo… ¡Peligro: pensar que lo más importante son los exámenes finales y las convivencias de verano! Sí, son muy importantes, pero no es lo más importante. ¡Peligro y tentación! Porque nos pueden distraer.

2. Lo nuestro es lo ordinario y el curso no se ha terminado: queda mucho por hacer. La labor de sr puede y tiene que crecer en junio. Cada uno debe tener objetivos, metas personales para su apostolado. Peligro y tentación: la labor crecerá en las cve de verano. ¡No! La labor tiene que crecer esta tarde, mañana, esta semana. Vivimos al día y vivimos en la frontera de la heroicidad, luchando por ser heroicos, luchando de verdad por aprovechar el tiempo, por no dejar que se escape ninguna ocasión de acercar una persona a Dios, a los medios de formación, luchando por hacer mucho apostolado cada día.

3. Hemos estado sembrando durante todo el curso. Ahora toca recoger la cosecha, los frutos. ¿Para que esperar a que una persona pite en una convivencia, si puede irse habiendo pitado antes? Mejor que vaya como adscrita. Historia del pitaje de D. Álvaro (un 7.VI).

4. Una idea que tiene que rondar en la cabeza: a mí, ¿quién me puede pitar hoy?; yo, ¿a quién voy a acercar a Dios, a los sacramentos a los medios de formación hoy? A mi Circulo, ¿quién puede venir esta semana?

5. El mes de mayo ha sido el mes de la Virgen. Hemos hecho un montón de romerías rezando por la labor. El mes de junio es el mes de nuestro Padre. Un gran aliado en nuestro apostolado. Tratarlo, rezarle, pedirle. La estampa. Difundir la estampa. Que nuestros amigos ganen en cariño y confianza con nuestro Padre.

6. Junio, mes de nuestro Padre, mes proselitista. Mi lucha cada día, muy bien centrada en la oración de la mañana: cuándo voy a hacer cada una de las Normas, a quién voy a hablar de Dios, con cuántas voy a hacer apostolado, qué voy a rezar, cómo me voy a mortificar, que jaculatoria le diré a Jesús o a la Virgen para que me mantenga vibrante, cómo va a ser mi conversación con mis amigos –profundizar en la oración, hablar con el Señor, pensar argumentos, razones, no somos invitadores-. En la oración de la tarde, reviso mi lucha, pido ayuda, hago examen. Por la noche, en el examen de conciencia, doy gracias a Dios, le pido ayuda para el día siguiente, veo qué me ha fallado, me comprometo con el Señor a seguir viviendo en la frontera de la heroicidad.

7. La Obra es mía y tengo que sacarla adelante yo. Sacar adelante la Obra significa que la Obra crezca, que la gracia de Dios llegue a muchas personas. Me importa la Obra, me importa mi vocación, quiero de verdad ser santo si me preocupo por las almas.

8. El secreto de la santidad es hacer lo que tenemos que hacer en cada momento y estar en lo que hacemos. No podemos perder ni un momento, y menos en el mes de junio, porque un minuto perdido es un minuto ganado por el demonio, una conversación perdida es una conversación ganada por el demonio. Aprovechar el tiempo, abrirse en abanico. ¿Adscritas juntitas en un patio del colegio? El demonio se frota las manos: ¡eso, eso, vosotras juntitas, que de vuestras amigas ya me encargo yo!

9. Pedir a la Virgen que vivamos heroicamente, como nuestro Padre, en el mes de junio.

Milicia y familia
Cantarell 9/06/05

- "El Fundador del Opus Dei siempre se ha referido a la Obra como a una realidad plural de doble perfil: "familia y milicia". Y lo cierto es que en cuanto en el Opus Dei hubo dos personas -el Fundador y otro-, la Obra fue familia y fue milicia. Familia: acogida, confianza, compañía... Y milicia: exigencia, disciplina, lucha... En cierto sentido, y sin pretender ir más allá en las semejanzas, ese doble perfil está plasmado en el escudo de los templarios.

Casi toda la predicación, oral y escrita, de Escrivá de Balaguer habla de lucha: lucha esforzada y constante, lucha individuada y concreta; pero lucha contra uno mismo, no contra los demás, no contra nadie. Desde los comienzos, concibió el Opus Dei como una especie egregia de milicia: unos ejércitos de cristianos que, lejos de hacer la guerra, harían la paz... Sembrarían en el mundo la alegría y la paz. O, más afinadamente: la alegría con paz. No una alegría de bullanga o de sana zoología. Y no una paz dormida o de estático dolce far niente. No. El nervio que anima esa alegría con paz, ese gaudium cum pace, es la lucha, el esfuerzo, la ascesis, la guerra: "milicia es la vida del hombre sobre la tierra", decía Escrivá, haciéndose eco de Job, cuya fortaleza merecería ser admirada antes que su paciencia" (HVT).

- El Opus Dei es milicia y familia.
Milicia significa disciplina, orden.
Milicia significa que hay alguien que marca el ritmo y los demás lo siguen.
Milicia significa que nadie va por libre ni se siente independiente o distinto, sino una pieza más necesaria para que un cuerpo funcione.
Milicia es sacrificio personal por un interés superior (las guardias, el imaginaria).
Milicia significa que nadie va por libre ni se puede sentir diferente (por eso se va uniformado).

En este contexto se entiende muy bien ese punto de Camino: "En una obra de apostolado el espíritu ha de ser obedecer o marcharse".

Milicia significa orden. Cada uno está en su puesto cuando tiene que estar y haciendo lo que tiene que hacer.

Cuando en un ctr la d puede tener la tranquilidad de saber que cada uno está en su sitio haciendo en cada momento lo que tiene que hacer puede pensar tranquila: “aquí hay afán de santidad”. Si tiene que estar recordando a cada una lo que tiene que hacer, mandar es odioso: fulanita, el turno, fulanita, la reunión de nivel, fulanita el círculo de sr…

- Haz lo que debes, esta en lo que haces. Afan de santidad.

- Los olvidos, los retrasos y los despistes son egoísmo puro, ir a la mía. Hacer examen, donde tengo la cabeza, donde tengo el corazón.

- Nuestro Padre nos puso en guardia frente a tres diablos -"es que", "pensé que", "creí que"- capaces de anular, o al menos disminuir, la eficacia de la labor apostólica. Pienso que, de acuerdo con las enseñanzas de nuestro Padre, podemos añadir un cuarto: "se me olvidó". Cuando hay sentido de responsabilidad, los encargos que recibimos no se olvidan, ni se retrasan: se cumplen con diligencia, con amor. Don Álvaro, cn XII.87

- Que me respeten, que yo soy distinta. De acuerdo, respetarán tus peculiaridades si te preocupas de los demás, si tienes el corazón puesto en la Obra, si estás unida a la d, si haces corrección fraterna, si se te ve con la cabeza puesta en el apostolado, si tienes amigas y las acercas a Dios, si eres obediente, si se ve que estás olvidada de ti. Si no, ¿qué quieres, que respeten tu egoísmo, tu comodidad, tu falta de lucha, tu tibieza?

"Estamos llamados a vivir al día, con lo puesto, sin que nada nos ate, confiados a la providencia de nuestro Padre Dios. Si no, el camino se torcería. Quizá alguno aguantara un tiempo en ese estado, pero el clima peculiar de la Obra, de entrega total, acabaría por rechazarlo como cuerpo extraño. Que horizonte más pobre el de un hijo mío que se embebiera de tal modo en sus cosas, que se juzgara intocable, incapaz de considerarse disponible. Vigilad, porque arranca de ahí el itinerario de la soberbia. Después se perciben los síntomas de enmohecimiento del corazón para la piedad, para la fraternidad, para los encargos apostólicos; se enrarece el carácter, con reacciones desproporcionadas ante estímulos ordinarios; el alma se ensombrece y crea distancias respecto a los demás y como un alejamiento de lo que, en horas de fidelidad, era algo entrañable, aparece la frialdad de una criatura que no ha asimilado sobrenaturalmente una humillación, o un error o un detalle que suponía un vencimiento. Vuelve añadiría yo, si tropezara con un hijo mío en esa situación: vuelve a la piedad de hijo predilecto de Dios, a la sinceridad fraterna; reconoce humildemente que has descubierto –tú que te creías ya por encima de tantas cosas-, las más baratas miserias metidas en el corazón. Reza, habla, piensa de nuevo en las almas. Comprobarás que recomienzas a luchar y vencer como el Señor espera de ti. Tus heridas se cambiarán en condecoraciones" Carta II.74, n. 7

- No decir nunca basta.

- El "no llego" muchas veces es comodidad y falta de fe.

- Con orden hay tiempo para todo.

- La d es para mi Jesucristo. Cuando me pide algo o me dice algo, me lo está diciendo el mismo Jesucristo.

- "Confiad en vuestros hermanos, confiad en los talentos que Dios les ha dado y en su amor a Dios y a la Obra. Y desconfiad un poquito de vuestro propio juicio: esto os llevará a tener siempre en cuanta la opinión de los demás y a ser más eficaces". Medit II, p. 253

- Anécdota de n P y los comienzos de la Rui en Italia.

- Cor unum et anima una. Un mismo sentir. No podemos ser apóstoles de pata libre.

- "¿Acaso el que obedece no es el que logra dominar su carne, no es el que alcanza la paz, el que conserva desasido su corazón, el que vence al enemigo en todas las batallas de la soberbia, de la pereza, de la sensualidad, de la tibieza, de la ambición?" De nuestro Padre, Crecer para adentro, p. 109.

Mortificación y penitencia
Cantarell, 23/06/05
Carta 9/01/93
Amor a la Cruz.
Cuesta entender lo que es el sacrificio por amor. La naturaleza tira para otro lado. No he encontrado a nadie que no le cueste la mortificación. O se mira a Cristo o rehuimos.
Es propio del alma sacerdotal estar en el Calvario.
Del Pasarlo bien al querer ser santos.
Teoria. El arte está en que la gente experimente el gozo que hay cuando se hacen pequeños sacrificios por amor.
(D. José Benito, Cv Los Rosales).
Está unido en Cristo la entrega y el afán de almas.
(Surco 797) Amar es... no albergar más que un solo pensamiento, vivir para la persona amada, no pertenecerse, estar sometido venturosa y libremente, con el alma y el corazón, a una voluntad ajena... y a la vez propia.
Nuestro Señor que tiene poder para dar la vida y para quitarla (Io.X, 18) se somete voluntariamente a la flagelación (Santo Rosario, II misterio doloroso).
La Cruz es un escándalo, y puede ser un escándalo también para nosotros: '¿Yo, cómo voy a pasarlo mal? ¡Qué malo es Dios si me lo hace pasar mal!, ¡no tengo derecho a sufrir!'
No es nuevo el intento de instaurar en la sociedad una cultura que supere o vuelva las espaldas al cristianismo, aunque es innegable que la presión se ha hecho más violenta en nuestra época... Esa presión reclama, de los cristianos llamados a santificarse en medio del mundo, un claro testimonio de la fe en las diversas circunstancias de la vida: unidad de vida... y hace falta, para consolidar esta unidad de vida, una asidua y constante meditación...requiere espíritu de penitencia... Así se irá perfeccionando el revestimiento de Cristo hasta llegar a la identificación con Él (Carta II-97, n. 5), corredimiendo con Él, redención que nos ganó en la Cruz. Lo que esta gente no entiende es el sentido cristiano que damos a la mortificación.
La predicación de la Cruz, el sentido del sacrificio y la mortificación, no puede comprenderse con una mera visión humana: su fin es corredimir con Cristo. ¡Qué ejemplo nos da Jesús redimiéndonos en la Cruz! ¡Qué amor a las criaturas! y es que el camino del Amor se llama Sacrificio (Forja 768).
En la sociedad que nos toca vivir abundan las personas que realizan notables sacrificios voluntarios sólo por motivos humanos, elevados o menos nobles...Si se practica por la salud del cuerpo o por vanidad, les parece lógico: pero si se practica por el progreso del alma y por amor de Dios y a los demás, les resulta absurdo, e incluso se escandalizan (Carta 19-III-92). Para imitar a Cristo camino de la Cruz, es preciso dominar las numerosas tendencias que nos tiran para abajo: la soberbia, la pereza, la imaginación, el juzgar, etc.
La mortificación voluntaria se presenta como un imprescindible para someter nuestro cuerpo al alma, y por este motivo una exigencia de la entrega, del amor a Dios (ficha Don Álvaro cn 1977, 9). La mortificación la practicamos para progresar en identificación con el Maestro, por amor suyo y de las almas. ¡Con qué generosidad se entregó nuestro Padre a la mortificación! ¡Qué ejemplo tenemos! (ficha nuestro Padre Penitencia, apuntes íntimos, 23-VI-32). Tu y yo tenemos que tener ese mismo espíritu, no de practicar las mismas mortificaciones.
Quién acoge el sufrimiento por Amor obtiene también la alegría. Sin mortificación no se puede progresar en la vida interior. Amor y dolor unidos a la Cruz de Cristo. Dios valora nuestro sacrificio en cuanto es manifestación del amor y se une a los padecimientos de su Hijo, con anhelo de reparación. Mortificación supone lucha, batalla cuerpo a cuerpo con sentido positivo y ánimo vencedor (Carta III-92, pág. 73).
La identificación con Cristo exige pasar por la Cruz, unión que se logra por nuestra cooperación personal, de modo eminente a través de la mortificación. Por eso debemos cultivarla con esmero. Especialmente junto a la mortificación corporal y de los sentidos, la mortificación interior (Carta III-92, pág. 73). Y así estar entrenados a recibir los sufrimientos puede llegarnos, con frecuencia, de modo inesperado; en esa mortificación pasiva, verdadera forja de dolor, se acrisola el Amor a Dios. Unido a la Cruz, el dolor llena el alma de gozo y paz.
Sin mortificación y penitencia no hay santidad. ¡Cuantos motivos tenemos para cooperar en la redención con Cristo! Comencemos por nosotros mismos y encontraremos motivos más que suficientes para pedir perdón y mortificar el cuerpo.
Es necesaria para ser apóstoles de Jesucristo y para poner al Señor en la cumbre de las actividades humanas. Los apóstoles por miedo al dolor abandonaron a Jesús. Sin embargo, después de la traición, se arrepienten, y lloran como lloró Pedro. Esa infidelidad momentánea no será obstáculo para convertirse. El Señor sabe de que barro estamos hechos y quiere nuestra santidad, por eso ánimo a luchar para que nuestras ocupaciones diarias estén unidas a la Cruz (ficha JP II, Buenos Aires 11-IV-87).
Ese fuego y esa luz (la Obra), que ahora esta en tus manos tenemos que hacerlo arder no dejando que se apague por el aburguesamiento, reaccionando enseguida cuando nos veamos flojera, con una mortificación más generosa que haga encender en nuestro corazón la llama del amor de Dios.
Virgo Fidelis (Surco 51). Cuando se ha producido la desbandada apostólica y el pueblo embravecido rompe sus gargantas en odio hacia Jesucristo, Santa María sigue de cerca a su Hijo por las calles de Jerusalén. No le arredra el clamor de la muchedumbre, ni deja de acompañar al Redentor mientras todos los del cortejo, en el anonimato, se hacen cobardemente valientes para maltratar a Cristo.
Invócala con fuerza: «Virgo fidelis!» -¡Virgen fiel!, y ruégale que los que nos decimos amigos de Dios, lo seamos de veras y a todas las horas.

Bibliografía:
Don Álvaro Carta III-92, Cartas de Familia, 27 a 34 y 146-150. Crónica, 1993, Sentido del sacrificio y la renuncia (pp. 718-728); La Forja de la Cruz (pp. 814-821)


Unidad de vida

Vos estis sal terrae... vos estis lux mundi.

Siguiendo el ejemplo de Jesús hemos de impregnar de espíritu cristiano todos los ambientes de la sociedad. Muchas personas han desligado su vida ordinaria –trabajo, familia, descanso, etc.– de la fe, como si esas realidades no tuvieran que ver con Dios. Mediante la unidad de vida, la piedad no queda aislada del resto de los quehaceres.

Conocía yo a un sacerdote joven –ya soy viejo, y he conocido a mucha gente– que, allá por los comienzos de los años treinta, mientras daba la Comunión a unas monjas de clausura, iba repitiendo al Señor, sin ruido de palabras: Señor, te amo más que éstas. Y, allá en su interior, con una locución divina que por fuera no se oía, escuchó: obras son amores y no buenas razones. Aquel pobre sacerdote se quedó petrificado, y desde entonces comprendió la importancia fundamental de la unidad de vida: que en todo momento la conducta se acomode a la doctrina de Cristo (De nuestro Padre, 23.XI.1966. Obras 1987, 349).

Unidad de vida es ser enteramente de Dios. Saber olvidarse de una misma, rectificar. Ser mujer del Opus Dei veinticuatro horas al día y en todos los ambientes, no a ratos o según donde se esté, o cómo se esté.

Mujeres de Dios, mujeres de una pieza. Marta y María al mismo tiempo: hacer del trabajo oración.

Forja 738 “Nunca compartiré la opinión — aunque la respeto— de los que separan la oración de la vida activa, como si fueran incompatibles. Los hijos de Dios hemos de ser contemplativos: personas que, en medio del fragor de la muchedumbre, sabemos encontrar el silencio del alma en coloquio permanente con el Señor: y mirarle como se mira a un Padre, como se mira a un Amigo, al que se quiere con locura”.

Mercedes Morado recuerda que, estando trabajando una mañana en la sala de sesiones, de pronto, entre un asunto y otro, el Padre les comenta: -Yo, hijas, en ese rato que llevo aquí con vosotras, ya he acudido con mi corazón muchas veces al Señor, para pedirle gracias, luces, ayudas… y también para pedirle perdón. Lo hago de modo habitual. Me gustaría acompañar al Señor, físicamente, estando muchos ratos en el oratorio. Pero no puedo hacerlo tanto como quisiera, porque he de trabajar. Sin embargo, desde el cuarto de don Álvaro, que es donde trabajo casi siempre, voy y vengo, con la imaginación, hasta el sagrario… y allí, con el deseo, saludo y acompaño al Señor". Y al decir se toca la frente con el dedo índice, y describe un itinerario en el aire, como indicando un trayecto mental. HVT 175

El nervio de la unidad de la vida es la presencia de Dios.

La unidad de vida es fundamental: es comparable al tesoro escondido en un campo, o a la perla preciosa, que se vende todo para comprarla. Centrar todo en Dios: Deo omnis gloria!, que no quede nada que huela a humana soberbia: Yo quisiera que mirases ahora a tu propia existencia, a tu conducta habitual, porque esa tentación de no orientar todo a la gloria de Dios, de guardar algo para nosotros, puede insinuarse de mil formas sutiles: en un proyecto profesional en el que, si te examinas con sinceridad, reconoces que te estás centrando sobre todo en tí mismo, en tu triunfo personal, en tu interés, más que en la gloria de Dios y en el servicio a las almas; o en la falta de disponibilidad para recibir uno u otro encargo, aparentemente de poca importancia; o en esta tendencia a autodirigirte, que presenta una clara manifestación: la de molestarte, cuando te advierten algo que no haces bien, o la de justificarte –interna y hasta externamente– cuando te corrigen. Hijos, la entrega a Dios que se nos reclama en la Obra es total, plena, radical (Don Álvaro, Carta, 24.I.1990, n. 13).

"Escrivá es un hombre que vive de lo que reza y que reza de lo que vive. Y lo uno y lo otro, intensamente. El argumento de su oración es su propia vida. Y en su vida no hay otro argumento que el de su oración. Sin quiebras, sin fracturas, sin sobresaltos, sin interrupciones. La oración, en Escrivá, no es algo acotado entre paréntesis, en medio de su jornada. No. Es la respiración, es la nervadura y es la savia de todo su actuar. En él, vivir y orar jamás se desentienden, jamás se dan la espalda. Más que actividades sucesivas, son actitudes superpuestas; un modo, contemplativamente activo, de estar en el mundo" (HVT, 170).

Oración para la devoción privada a nuestro Padre: ...haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte... Pero, hijas e hijos míos, junto con la petición, si es sincera, debe ir la lucha concreta por lograr cada vez más esa unidad de vida. ¿Cómo? Procurando buscar en todas las acciones, hasta en las más pequeñas, la gloria de Dios: Deo omnis gloria! (don Álvaro, Carta, 24.I.90, n. 12).

El mundo quedaría en tinieblas si los cristianos, por falta de unidad de vida, dejasen de iluminar y de dar sentido a las realidades temporales.

La unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo (Christifideles laici, 17).

"No hay, no puede haber oposición o tensión alguna entre secularidad, vida interior y apostolado, que no son, repito, realidades yuxtapuestas, sino aspectos inseparables de un camino, el nuestro, que es y debe ser profundamente unitario. Si alguien no lo viera así, si en algún momento alguien pudiera pensar que la vida contemplativa o el afán apostólico entran en colisión con la secularidad o, lo que es lo mismo, que la secularidad reclama que se atenúen o modifiquen algunas exigencias ascéticas y espirituales, daría pruebas de que confunde con la secularidad comportamientos opuestos al querer de Cristo y, por tanto, a la dignidad, nobleza y valor a que están convocadas todas las personas; o bien de que no ha entendido acabadamente la íntima unión que existe entre vocación humana y vocación divina, entre existencia temporal y llamada a la unión con Dios en Cristo, entre naturaleza y gracia" Carta XI-95, 20 c.

Unidad de vida y coherencia con la entrega. Nuestro estilo de vida, por la vocación, no será siempre en todo igual que el de todos nuestros iguales. Naturalidad y medidas de prudencia. Somos iguales a los demás, pero no siempre podemos ni queremos hacer lo que hacen los demás. Y eso no es falta de secularidad.

La santidad –cuando es verdadera– se desborda del vaso, para llenar otros corazones, otras almas, de esa sobreabundancia. Los hijos de Dios nos santificamos santificando. –¿Cunde a tu alrededor la vida cristiana? Piénsalo a diario (Forja, 856). Alrededor de una mujer del Opus Dei ha de cundir ejemplo de vida cristiana, una difusión eficaz de presencia cristiana, de mujer en quien los demás puedan confiar. Todo nuestro comportamiento debe tener la garra de una persona del Opus Dei.

Pedimos a Santa María que remueva nuestras almas para que seamos sal y luz en el mundo.


Unidad de vida y espíritu de sacrificio
Josemaría Escrivá consideraba la unidad de vida como "la necesidad y como el instinto sobrenatural de purificar todas las acciones elevándolas al orden de la gracia, de santificarlas y de convertirlas en instrumento de apostolado". Somos lo que somos en todo momento: hijos de Dios, discípulos de Cristo, almas enamoradas. No pueden haber compartimentos estancos en nuestra actividad cotidiana -ahora trabajo, ahora rezo, ahora me divierto,...-, sino que, en todo momento, buscamos cómo agradar a Dios y cumplir su Voluntad. En su predicación fogosa dejaba huella de este espíritu: "Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.
¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser -en el alma y en el cuerpo- santa y llena de Dios..."

No es posible separar en Cristo su ser de Dios-Hombre y su función de Redentor. “Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención” (CCE, n. 517). El deseo de identificarnos con Cristo y alcanzar la unidad de vida nos llevará a procurar identificarnos de verdad con la misión que Dios nos encomienda al llamarnos a la Obra. Seguir el ejemplo de nuestro Padre que identificó toda su existencia con la misión de hacer el Opus Dei. Para eso, procurar vivir –siempre y en todo– pensando en hacer el Opus Dei.

Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio (Camino, n. 175): El Opus Dei reclama el sacrificio de nosotros mismos unidos a Cristo en la Cruz. Así podremos decir con San Pablo: Con Cristo estoy crucificado: vivo, pero ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Ga 2, 19-20). In laetitia, nulla dies sine cruce! (cfr. Es Cristo que pasa, n. 176).

Unión con Cristo crucificado en el cumplimiento generoso de nuestros deberes. Espíritu de sacrificio para desarrollar con competencia nuestras tareas profesionales evitando chapuzas sin ceder ante el cansancio: Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía… (Camino, n. 277). Sacrificio en los deberes que nacen de la fraternidad (corrección fraterna, cuidado de los enfermos...). Y de la llamada al apostolado (encargo apostólico, planes apostólicos, escribir a nuestros amigos, interesarnos por ellos). Viviendo el hodie et nunc en todo, nuestra vida queda impregnada de un espíritu de sacrificio que la hace fecunda: “Soportando el peso del trabajo (cfr. Gn 3, 14-19), en unión con Jesús, el carpintero de Nazaret y el crucificado del Calvario, el hombre colabora en cierta manera con el Hijo de Dios en su Obra redentora” (CCE, n. 2427).

No recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8, 15). La unidad de vida tiene su fundamento en Dios que siempre es y se comporta con nosotros como Padre amantísimo. Por eso, también en los momentos de contrariedad imprevistas hemos de reaccionar con paz y alegría. Esa alegría en las dificultades es parte fundamental de nuestro espíritu de sacrificio, del espíritu con el que hemos de ayudar a Cristo a llevar la Cruz.

Cfr. Amigos de Dios, nn. 68-72; D. Álvaro, Cartas de familia (2), nn. 473-478; Del Padre, Cartas de familia (4), nn. 520-524; Carta, 1-IX-2002; CCE, nn. 519-521.


Pasión y muerte de nuestro Señor. Amor a la Cruz

Nos ha llamado el Señor a su Obra para que seamos santos; y no seremos santos, si no nos unimos a Cristo en la Cruz: no hay santidad sin cruz, sin mortificación (Carta 24-III-1930, n. 15).

No dejaré de repetirlo: para estar unidos con Cristo en medio de las ocupaciones del mundo, hemos de abrazar la Cruz con generosidad y con garbo. Sal de nuestra vida es la mortificación, hijas e hijos míos, que ha de acompañar delicadamente, inteligentemente, nuestro trabajo diario con el fin de sostener nuestra vida sobrenatural, de la misma manera que el latir del corazón sostiene la vida del cuerpo (Carta 11-III-1940, n. 11).

En esta tierra, el dolor y el amor son inseparables; en esta vida hay que contar con la Cruz. El que no cuenta con la Cruz no es cristiano; el que no cuenta con la Cruz, se la encuentra de todos modos, y además encuentra en la cruz la desesperación (En diálogo con el Señor, p. 106).

El Señor nos ha dado el sistema, en el Opus Dei, para que la Cruz (...) no pese: y ese sistema es amar la Cruz de Cristo, es llevar la Cruz serenamente, a plomo, sin dejarla caer, sin arrastrarla; es abrazarse a la contradicción, la que sea —interna y externa—, y saber que todas tienen su fin, y que todas son un tesoro maravilloso. (...)

Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno os rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo (En diálogo con el Señor, pp. 65-66).

Donde más fácilmente encontraremos la mortificación es en las cosas ordinarias y corrientes: en el trabajo intenso, constante y ordenado; sabiendo que el mejor espíritu de sacrificio es la perseverancia en acabar con perfección la labor comenzada; en la puntualidad, llenando de minutos heroicos el día; en el cuidado de las cosas, que tenemos y usamos; en el afán de servicio, que nos hace cumplir con exactitud los deberes más pequeños. y en los detalles de caridad, para hacer más amable a todos el camino de santidad en el mundo: una sonrisa puede ser, a veces, la mejor muestra de espíritu de penitencia (Carta 24-III-1930, n. 15).

En cambio, hijos míos, no es espíritu de penitencia el de aquél que hace unos días grandes sacrificios, y deja de mortificarse los siguientes. Tiene espíritu de penitencia el que sabe vencerse todos los días, ofreciendo al Señor, sin espectáculo, mil cosas pequeñas. Ese es el amor sacrificado, que espera Dios de nosotros (Carta 24-III-1930, n. 15).

Pasión y muerte del Señor. Amor a la Cruz

1. Atado a la columna. Lleno de llagas. Suena el golpear de las correas sobre su carne rota, sobre su carne sin mancilla, que padece por tu carne pecadora (Santo Rosario, 2º misterio doloroso). La corona de espinas, hincada a martillazos, le hace Rey de burlas... Ave Rex iudæorum! (...) Y, a golpes, hieren su cabeza. Y le abofetean... y le escupen (Ibidem, 3º misterio doloroso). Jesús Nazareno, Rey de los judíos, tiene dispuesto el trono triunfador. (...) —Y, junto a su Hijo, al pie de la Cruz, Santa María... (Ibidem, 5º misterio doloroso). In finem dilexit eos (Io 13,1): Cristo muere en el árbol de la Cruz, “para que donde nació la muerte —el primer pecado—, de allí naciera la Vida” (Prefacio de la Santa Cruz). Contemplar al Maestro rodeado de su Madre, de San Juan, de las santas mujeres... (cfr. Forja, n. 405). No hay amor como su amor: cfr. S.Th. III, q. 46, a. 5 c.

2. A esta muerte vivificadora, llamaba el Señor su bautizo: Tengo que ser bautizado con un bautismo, ¡y cómo me siento urgido hasta que se lleve a cabo! (Lc 12,50). Tener deseos de corredimir con Cristo: ¡con qué amor caminaba hacia Jerusalén, y anunciaba a los discípulos que iba a padecer y a ser crucificado! Ahora ya se ha cumplido: todo está consumado (Jn 19,30). Después de tres horas de agonía, muere Jesús. Nuestro Padre decía: Lux in cruce, gaudium in cruce, requies in cruce. La cruz, causa de nuestra alegría; para esto, la entrega ha de ser total: holocausto.

3. La tarde del viernes avanza y es necesario retirar los cuerpos. José de Arimatea y Nicodemo bajaron a Cristo de la cruz, con infinito cariño y veneración, y lo depositaron en brazos de su Madre. ¡Cómo envidiamos a estos amigos del Señor! Yo subiré con ellos al pie de la Cruz... (Vía Crucis, XIV, 1). El cuerpo del Señor yace en el sepulcro, en espera de la resurrección, y nosotros comprendemos que con Cristo es posible morir al pecado y vivir una vida nueva, la de la gracia. ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? (Jn 3,4), había preguntado Nicodemo. Es necesario conformarnos con Cristo paciente, para poder resucitar con Él. Debemos amar la Cruz; la pequeña de cada día, y la que el Señor nos quiera enviar: enfermedad, fracasos profesionales, incomprensiones... Es preciso ser almas mortificadas. Otro camino no existe: si quis vult post me venire, abneget semetipsum et tollam crucem suam quotidie et sequatur me (Lc 9,23); quien encuentre su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por Mí, la encontrará (Mt 10,39), mucho más llena, a medida que más se vacía el alma del propio yo.

4. La Cruz, “cathedra fuerit magistri docentis” (S. Agustín, In Io. Ev. Tract., 119,2), nos enseña que la abnegación, la renuncia del propio yo, la mortificación son necesarias para que Cristo viva en nosotros (cfr. Via Crucis, XIV Estación, in fine). Esta es la divina paradoja que ha de renovarse en cada uno: para Vivir hay que morir (Cartas de familia, I, n. 31). Nuestro Padre nos pedía: rezad por mí, para que yo sea bueno, es decir, para que tenga presencia de Dios y sea mortificado (Ibidem, n. 28). La Cruz es un "Árbol nuevo" que produce "frutos nuevos": el Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios. Tenemos la maravillosa posibilidad de completar lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo (Col 1,24; cfr. Cartas de familia, I, n. 368).

5. Necesidad de la templanza y de la sobriedad para seguir a Cristo. Las mortificaciones aligeran el peso de nuestra alma y la hacen más capaz de elevarse (Cartas de familia, I, n. 149). Conveniencia, también cuando llevamos muchos años de entrega, de la lista de mortificaciones pequeñas. Importancia de las mortificaciones pasivas. Mortificación interior. Especial interés de las que se refieren al trabajo y a la caridad. Mortificación corporal. Ser generosos, como nuestro Padre (cfr. Cartas de familia, I, nn. 33-34). Más necesaria en determinadas épocas (cfr. Cartas de familia, I, n. 148).


Filiación divina

Itinerarios de vida cristiana, p. 15.

1. En el principio, creó Dios el cielo y la tierra (Gen 1,1). En el principio existía el Verbo (...) y el Verbo era Dios (...) Todo fue hecho por Él (Jn 1,1-3). En Él fueron creadas todas las cosas (...) Él existe con anterioridad a todo y todo tiene en Él su consistencia (Col 1,16-17). Comenzamos el curso de retiro con esta verdad fundamental que viene expresada en la Sagrada Escritura: Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, aquel que es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso (Apoc 1,8). Él es el principio y el fin de todas las cosas: el que está presente en todos los tiempos: el primero y el último, el principio y el fin (Apoc 22,13). Todo lo ha creado la Santísima Trinidad para manifestar su gloria (cfr. Ps 18), y a nosotros a su imagen y semejanza para que la reconozcamos y proclamemos.

La segunda parte de la Summa theologica de Santo Tomás de Aquino, que se refiere a la Teología moral, comienza con esta frase: “Puesto que el hombre fue creado a semejanza de Dios, después de tratar de Él, modelo originario, nos queda por hablar de su imagen, el hombre”.

Esta frase encierra una evidencia: somos criaturas de Dios, hechos a su imagen y semejanza. Esta evidencia es cada vez menos evidente.

“Las personas no deben pensar tanto en lo que han de hacer como en lo que deben ser” .

La respuesta a la cuestión de la imagen auténtica del cristiano puede concretarse en una frase; más aún: en una palabra: Cristo. El cristiano debe ser “otro Cristo”.

Y Cristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Santo Tomás expresó la idea cristiana del hombre en siete tesis:

Primero. El cristiano es un hombre que, por la fe, llega al conocimiento de la realidad de Dios uno y trino.

Segundo. El cristiano anhela –en la esperanza- la plenitud definitiva de su ser en la vida eterna.

Tercero. El cristiano se orienta –en la virtud teologal de la caridad- hacia Dios y su prójimo.

Cuarto. El cristiano es prudente, es decir, no deja enturbiar su visión de la realidad por el sí o el no de la voluntad, sino que hace depender el sí o el no de ésta de la verdad de las cosas.

Quinto. El cristiano es justo, es decir, puede vivir en la verdad con el prójimo; se sabe miembro entre miembros en la Iglesia, en el Pueblo y en toda Comunidad.

Sexto. El cristiano es fuerte, es decir, está dispuesto al sacrificarse.

Séptimo. El cristiano es comedido, es decir, no permite que su ambición y afán de placer llegue a obrar desordenadamente y antinaturalmente.

La idea del hombre cristiano, como hijo de Dios, como imagen de Dios, tiene que ver con las virtudes .

2. Filiación divina: imitar a Cristo. Ser otros Cristos. El modelo de nuestra entrega es Cristo.

Ser hijos de Dios es el mayor don que Dios nos ha concedido: "un don que excede a todos los dones: que Dios llame hijo al hombre, y que el hombre llame Padre a Dios" S. León Magno. Los primeros cristianos también enseñaban a rezar a los niños y a la gente que se convertía con el Padrenuestro. Es la oración más comentada de toda la Sagrada Escritura. San Agustín decía que es la oración más perfecta que existe, porque ahí está condensado todo lo que podemos pedir a Dios.

Dios es un Padre; un Padre que quiere a sus hijos más que todas las madres del mundo juntas pueden querer a sus hijos. En la Sagrada Escritura se dice más de 300 veces que Dios es amor.

El Padre comentaba una vez que "en un viaje a Extremo Oriente me advirtieron que hay que explicar el concepto de paternidad divina… Recuerdo a una persona que, antes de convertirse, cuando se sentaba a leer el periódico, ponía un hijo a cada lado para que le abanicasen".

3. El cristiano es una persona de fe, optimista. Omnia in bonum. Escribía el Padre, en su Carta de mayo de 1988: "El conocimiento de que somos hijos muy queridos de Dios nos moverá poderosamente. En efecto, la meditación frecuente de esta verdad trae consigo unas consecuencias bien precisas en la lucha interior, en el trabajo y en la labor apostólica: en toda la conducta. A impulsos de la piedad filial, la fe se hace inconmovible, la esperanza segura, la caridad ardiente. Ninguna dificultad, de dentro o de fuera, será capaz de remover nuestro optimismo, aunque externamente todo nos resulte arduo. Y como dote inseparable de este don preciosísimo, viene al alma el gaudium cum pace, la alegría y la paz, tan propia de los hijos de Dios en su Opus Dei, para que sembremos abundantemente a nuestro alrededor".

Santo Tomás Moro, cuando estaba en la cárcel y ya lo habían condenado a muerte y esperaba que le cortaran la cabeza, le escribía una carta a su hija Margarita y le decía: “Ten, pues, ánimo, hija mía, y no te preocupes por mi, sea lo que sea lo que me pase en este mundo, nada puede pasarme que Dios no lo quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad, lo mejor”.

El sentido del humor del Papa Juan Pablo II. Comentaba el portavoz de la Santa Sede que era un rasgo muy marcado de su carácter que le llamaba poderosamente la atención porque en una persona joven puede ser algo natural, pero cuando se tiene cierta edad es fruto de la virtud.

4. La filiación divina es una realidad, pero es un proyecto: imitar a Cristo. Y exige esfuerzo, constancia, lucha, empreño. Uno de los primeros de Casa, que pitó en el año 39, trabajó muchos años junto a nuestro Padre –D. Fernando Valenciano-. Contaba que cada vez que leía en un escrito de los que llegaban a Roma “habría que ilusionarse”, “tal persona está ilusionada”… lo tachaba con fuerza y cambiaba la palabra “ilusión” por “empeño”. La ilusión, el entusiasmo, duran poco.

5. Considera frecuentemente su filiación divina quien se empeña por vivir en presencia de Dios.

Fortaleza: serenidad y ejemplo
Así pues, no andéis preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso estáis necesitados (Lc 6, 31-32).
Dios nos quiere serenos. “Sereno y equilibrado de carácter, inflexible voluntad, fe profunda y piedad ardiente: características imprescindibles de un hijo de Dios” (Surco, 417).
La serenidad requiere de la fortaleza, que no es sólo capacidad para alcanzar metas costosas, sino también de resistir las dificultades que puedan surgir. La paz que da el Señor no consiste en ausencia de dificultades en la vida interior, en el trabajo o en el apostolado, sino en el dominio de sí, para ser capaz de abandonar lo que nos preocupa en manos de «la Fortaleza de nuestro Padre Dios». Hemos de ser varones fuertes, hijos de Dios. Serenos en nuestro trabajo y en la labor profesional (Crónica, IV-1960, p. 12). Necesidad de fortaleza, para alzar la mirada a Dios y abandonar confiadamente en Él nuestras preocupaciones.

Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno os rodean: sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la voluntad de Dios – aunque cueste –, en esas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con él, no nos faltará la claridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber: la serenidad (En diálogo con el Señor, Señal de vida interior).

Decía don Alvaro en la tertulia en Villa Tevere el 2-X-88, refiriéndose a los comienzos de la Obra y a Nuestro Padre:

El Señor lo zarandeó, pero Nuestro Padre no se arredró. Fue adelante, adelante. Y así salió la Obra: a base de palos y... de mimos de Dios. En una de las últimas meditaciones que nF dirigió, en el oratorio de Pentecostés, comentaba que uno de los rasgos fundamentales de la historia de la Obra eran esas contradicciones, que son a la vez caricias divinas (cn X-88, p. 101)

La serenidad en la vida en familia y en el apostolado. Esa serenidad requiere la fortaleza para dominarnos, ser ecuánimes y equilibrados, no enfadarnos: Entre nosotros no se deben dar caras hoscas, ni pueden albergarse inquietudes ni preocupaciones. ¿De qué se ha de inquietar el que está protegido por un Padre omnipotente? (Crecer para adentro, p. 255). La serenidad es doblemente necesaria para quienes desempeñan un cargo de gobierno o de formación. Hay cosas que pueden esperar. Hay cosas que son muy urgentes... y ésas pueden esperar más. Tranquilos, serenos, con peso (nuestro Padre, en Cuadernos 3, p. 161).

Sobreponerse a los estados de ánimo. Contaba don Alvaro que la personalidad de Nuestro Padre era vigorosa y recia; su temperamento, valiente e impetuoso, fuerte y enérgico, y supo adquirir pleno dominio de sí mismo. Más de una vez me contó lo que le sucedió cuando era un sacerdote joven. Por un grave contratiempo había perdido un momento la serenidad: Me enfadé... y después me enfadé por haberme enfadado. En aquel estado de ánimo, caminaba por una calle de Madrid y tropezó con una de esas máquinas automáticas que hacían seis fotos de carnet por unas monedas: el Señor le hizo comprender que tenía al alcance de la mano una buena ocasión para humillarse y recibir una lección ascética sobre la alegría. Entró en la cabina y se hizo las fotografías: ¡Estaba divertidísimo con la cara de enfado! Después rompió todas menos una: La llevé en la cartera durante un mes. De vez en cuando la miraba, para ver la cara de enfado, humillarme ante el Señor y reírme de mí mismo: ¡por tonto!, me decía (Entrevista 47)
Anécdota del Papa en un vuelo largo. Rezando el Breviario. Le llaman por teléfono. Es el Presidente Bush y dice que es urgente. Si es urgente, puede esperar.

Serenidad para hacer las Normas. Dios, en primer lugar. No hay nada más importante. El mejor momento, el mejor tiempo.

Jesús se puso en medio y les dijo: —La paz esté con vosotros (Lc 24, 36). Quien es fuerte está sereno e infunde confianza y serenidad en quienes le rodean. Nuestra serenidad será testimonio de la presencia de Dios entre los hombres Se comprende que muchas veces hayan dicho -aunque nada te importe el “qué dirán”- que eres “hombre de paz” (Forja, n. 174). Si nos ven con paz, los que nos rodean acudirán a nosotros en los momentos difíciles y podremos llevarlos a Dios.

Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? Rom 8, 31.

Cuando iban a comenzar los trabajos para preparar la documentación que se presentaría a la Santa Sede para el estudio de la erección de la Obra como Prelatura Personal, puesto que Juan Pablo II había dicho que aquello era una improrrogable necesidad, el Padre comentó que se prepararía todo lo necesario, pero que habría que rezar mucho:

El diablo intentará estorbar; pero nosotros, con nuestro deber de ser fieles, a pesar de nuestras miserias personales, procuraremos ir adelante, insistir con alegría...

Efectivamente, dificultades hubo muchas: calumnias, campañas de oposición -particularmente a partir de 1979-, robo de documentos de la Santa Sede en relación al estudio que se estaba haciendo y su publicación sin autorización previa, críticas, cosas inventadas: por ejemplo, en julio de 1982 se comenzó a propalar la calumnia -por ciertas personas, en campaña organizada en la que invirtieron millones- de que el Papa deseaba convertir el Opus Dei en una especie de diócesis universal, por encima de las demás diócesis, etc., pero la intención especial acabó saliendo (Bernal, 199).

Cfr. Cuadernos 3: La fortaleza cristiana, pp. 156-161; Crecer para adentro: El que no se haga como un niño no entrará en el reino de los cielos, pp. 253-257; Crónica, I-1984: El don de fortaleza, pp. 10-17; CCE, nn. 1808, 1837, 2044-2046.

Fraternidad

1. El mandatum novum: cfr. Ioh. 13,34-35.

– Jn 13, 34...Jn 13, 35: Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros.Jn 13, 34...Jn 13, 35: Mandatum novum do vobis, ut diligatis ínvicem; sicut dilexi vos, ut et vos diligatis ínvicem. In hoc cognoscent omnes quia mei discípuli estis: si dilectionem habuéritis ad ínvicem».

 Nuestro Padre entra en Madrid. Ferraz, todo destruido, a la Obra no le queda nada. Salvo un PERGAMINO. (Pensad lo que supone: robaron un ordenador, todo el trabajo se lo llevaron: recomenzar).

 En los cimientos de nuestra vida interior hemos de poner la fraternidad.

2. Fraternidad. Dijo que le iba a hacer una confidencia y explicó que en la Bendición con el Santísimo, a la que asistió el día 6 de enero por la tarde después de la ordenación episcopal, le dijo al Señor: "Te quiero más que ninguna otra cosa en el mundo". Y sin ningun tipo de milagrería escuchó en su interior: "Sí, pero quieres por igual a todos tus hijos". P-Tertulia 9/01/95

 ¿Quieres por igual a todas? ¿A todas las adscritas? ¿A todas las residentes?.

 Propósito: Rezar por todas en la acción de gracias.

 El tiempo de la noche: Acordaos.

3. Montse Grases: saber fastidiarse por los demás.

Rosa Pantaleoni, un día de la Novena el sacerdote empezó la meditación, y el oratorio quedó a oscuras. "En aquel momento entró una chica que, en la penumbra, no se dió cuenta de que Montse tenía la pierna apoyada en la silla, y le preguntó: "¿está libre?". Ella sonrió y contestó: "sí, sí, siéntate por favor... ", fue retirando la pierna sin que la otra se diera cuenta y le cedió el sitio. Yo, en cuanto la vi, me llevé un disgusto, y me acerqué por detrás como pude y le dije en voz baja, que hiciera el favor de apoyar la pierna en mi silla. "Si te levantas -me dijo poniendo cara de enfadarse, para que me sentara- toda la vida estaré disgustada contigo".

 Tenemos que ser alfombra para que los demás pisen blando. Y mejor felpudo.

 * Detalles de servicio:
– Puntuales.
– Orden.
– Comida: jarras...etc.

* Frater, qui adiuvatur a fratre est quasi civitas firma!

El enemigo imponente: la falta de filiación y la falta de fraternidad.

Uno de Casa tuvo un accidente de tráfico y se mató. Otro comentó: iba siempre muy rápido con el coche. Corría demasiado. El d le preguntó si alguna vez le había hecho una cof. - No. “Pues murió sin recibir los últimos sacramentos por tu culpa”.

4. Luchar pensando en los demás.

Tomar lo amargo por lo dulce

Contaba una madre lo que le había sucedido con su hijo de siete años. Estaba enferma y el médico le había prescrito una medicina muy desagradable. Un día, cuando se preparaba para tomarla, debió hacer tal expresión de asco que el hijo le dijo:
-Mamá, la tomaré yo, y te hará efecto a ti.
La tomó la madre, naturalmente, pero -como había dicho el niño- aquel día el efecto se hizo notar: lo amargo de aquella medicina le pareció a la madre como miel.

 Mi ejemplo.


Fraternidad

- Comentar la parábola del buen samaritano . Nosotros somos ese buen samaritano para los demás.

1. El mandamiento más importante es la caridad.

- El secreto de la felicidad es querer y saberse querido.

- Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo .

- Las cargas de los demás pesan: son cargas. El buen samaritano cargó con el herido.

- El Señor nos ha enseñado con su vida a vencer cualquier obstáculo para atender a quien se encuentra necesitado, aún en cosas sencillas. Jesucristo vino no a ser servido sino a servir y nosotros, con nuestras miserias y limitaciones personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados también a servir a todos los hombres .

2. La caridad es ordenada; primero, nuestra familia.

- Tenemos que estar en las cosas de la casa y en las cosas de los demás: fichas de arreglos, acompañar a alguien al médico, preocuparnos de la salud y del descanso de todos, etc. Si estáis metidos en las cosas del Centro, como decía nuestro Padre, si estáis en las cosas de Dios, en las cosas de la Obra..., estaréis necesariamente en las cosas de los demás .

- Nuestro Padre en la Residencia de Ferraz haciendo las camas de los residentes.

- La Obra es una Familia en donde no caben los egoístas y es necesario combatir al propio yo, cuando se resiste a servir en las cosas propias de la vida en familia: si no sabemos servir con alegría es porque somos soberbios. Tu humildad te ha de llevar a colocarte debajo de los pies –al servicio– de todos .

- Nuestro Padre tenía constantemente detalles de cariño con todos los que vivían con él. Cuenta don Bernardo Robledo -sacerdote-, que en una tertulia en Villa Tevere, alguno de los presentes pidió a Nuestro Padre ver el Lignum Crucis que llevaba habitualmente. Nuestro Padre se lo quitó inmediatamente, lo besó y se lo dio a D. Álvaro, que también lo besó y lo pasó al de al lado. Cada uno -mientras se desarrollaba la tertulia- lo fue viendo con detenimiento y lo besaba. Al llegar a don Bernardo -que era ya el último-, nuestro Padre le dijo: No, no me lo des. Tú póntelo, que ya te lo pediré más tarde... Ese "más tarde" duró cuatro días .

3. Después, los demás.

Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría .

- El espíritu de Casa es bálsamo que cura las heridas.

- "Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo “venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28). Para el cristiano, “servir es reinar” (LG 36), particularmente “en los pobres y en los que sufren” donde descubre “la imagen de su Fundador pobre y sufriente” (LG 8). El pueblo de Dios realiza su “dignidad regia” viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo" .

Cfr. Cuadernos 3, pp. 74-82: Humildad y caridad; Carta 20-VI-1999, nn. 10-11; CEC, nn. 786, 1823, 1878, 1931.
Fe y optimismo
Rtm n julio Bonaigua

Marc. 5, 21-43. El Evangelio presenta a dos personas que acuden al Señor para resolver cada una un problema grave.

Una de ellas –Jairo, el arquisinagogo- tiene una angustia grande porque su hija, que es una niña, está a punto de morir. Seguro que estaba pasando unos momentos muy duros porque los médicos no había podido curarla. Y se acordó de Jesús, el Maestro que hacía milagros de curaciones, y se decidió a acudir a él. Se postra ante Jesús, no teniendo en nada su propia dignidad, y le dice: Mi hija está en las últimas. Ven, impón tus manos sobre ella para que se salve y viva.

Jesús se mueve a compasión ante la súplica del padre, y sin perder un momento, se levanta y le sigue. Así responde el Señor ante la fe de los hombres, dejando todo de lado para derramar sobre las almas su paz y misericordia. Le decía nuestro Padre a Jesús:

“Gracias, Señor, porque te has acomodado, con la maravilla de tu inmenso poder y la ternura de tu Corazón divino, a todas las necesidades del pobre corazón humano” (De nuestro Padre, Meditación, 26-III-1964).

Este es el fundamento de nuestra fe y nuestro optimismo: un Dios Todopoderoso, Infinito, que vive de continuo pendiente de nosotros, con un corazón divino –que no hay palabras humanas para describirlo-, dispuesto a darnos lo que nos conviene.

Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. I Ioan, V, 4: Haec est victoria quae vincit mundum: fides nostra.

Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Intermedium montium pertransibunt aquae.

La fe de nuestro Padre. Convencimiento absoluto de que la Obra saldría adelante a pesar de las dificultades. Convencimiento de nuestro Padre de la divinidad de la Obra.

Anécdota. Después de escuchar a dos hijas suyas que le cuentan dificultades diversas de los lugares donde trabajan, las anima, con su propia experiencia, a pasar por encima: Os voy a contar una cosa. En los años primeros de la fundación de la Obra, cuando muchos me tenían por loco, yo no fui a buscar a un médico para que me diera un certificado de que estaba bien de la cabeza. No. Yo, ajeno a las habladurías, seguí haciendo lo que Dios quería, sin importarme ni poco ni mucho lo que dijeran de mí. Otros decían que era un hereje. Ante esas calumnias, tampoco me fui a buscar a unos teólogos –y los tenía, entre mis amigos– para que acreditasen que lo que yo enseñaba no era herético. Seguí trabajando por Dios, con la seguridad absoluta de que lo que estaba haciendo era la Obra que Dios me había pedido. Hijas mías, actuad con la lógica de Dios, porque luego ya veréis los resultados.

Una prueba humana de la divinidad de la Obra es la misma labor de San Rafael. Era y es la niña de los ojos de nuestro Padre. El semillero, de donde tienen que salir vocaciones. ¿Y quién la hace? ¿En manos de quién está? De los que menos formación tenemos en el Opus Dei, de los que menos años llevamos en el Opus Dei.

Ante el panorama de lo que tenemos por delante, y mirándonos a nosotros mismos, ¿qué espera Dios? Que tengamos la misma actitud de nuestro Padre: creernos que podemos hacer el Opus Dei como Dios quiere y como lo vio nuestro Padre. Lo hemos experimentado tantas veces: cuando hay fe, hay frutos. Cuando hay fe, Dios hace milagros.

Dios cuenta con nuestras miserias y nuestras limitaciones, pero también cuenta con nuestra cooperación. Non est abbreviata manus Dómini, no se ha hecho más corta la mano de Dios: no es menos poderoso Dios hoy que en otras épocas, ni menos verdadero su amor por los hombres.

Omnia possibilia sunt credenti, le dice el Señor al padre del niño lunático. Si le pedimos -¡otra vez!- adauge nobis fidem!, tendremos ese complejo de superioridad de que hablaba el Beato Josemaría y comprobaremos que los obstáculos desaparecen cuando, venciendo la pereza o el temor, nos lanzamos a hablar y dar testimonio de nuestra vida cristiana: inter medium montium pertransibunt aquae.

Anécdota. Molinoviejo, 8-1948. El Padre enseña a Nisa y Encarnita las obras. Pasan por una galería que tiene en las paredes unos mapas pintados. Se detiene ante una pequeña fuente de granito gris, excavada en el muro, señala y lee las letras rojas grabadas en derredor de la fuente: inter medium montium pertransibunt aquae. Y les dice: Tenéis que estar muy tranquilas, muy fuertes, muy serenas, muy seguras. Esto, a través de los montes, las aguas pasarán, el Señor me lo ha dicho a mí. Es curioso que el Padre emplee ese tiempo de verbo –me lo ha dicho a mi–, para referirse a algo que ocurrió diecisiete años antes. En los Apuntes íntimos hay una anotación del 13 de diciembre de 1931: Dominica III de Adviento, 1931: Gaudete in Domino semper. Ayer almorcé en casa de los Guevara. Estando allí, sin hacer oración, me encontré –como otras veces– diciendo: Inter medium montium pertransibunt aquae (Ps 103, 11). Creo que, en estos días, he tenido otras veces en mi boca esas palabras. Ayer las dije con tanto relieve, que sentí la coacción de anotarlas: las entendí; son la promesa de que la O. de D. vencerá los obstáculos, pasando las aguas de su apostolado a través de todos los inconvenientes que han de presentarse.

Anécdota. Un día el Padre reúne a las que viven en la Jorge Manrique. Extiende ante ellas un panorama que recoge las tareas apostólicas que las mujeres del Opus Dei realizarán en el futuro. Oírle produce casi vértigo: dedicación a la docencia, granjas para campesinas, centros de capacitación profesional para la mujer, colegios mayores, actividades de la moda, casas de maternidad, bibliotecas, librerías, editoriales. Y, sobre todo, un amplio horizonte de apostolado personal que no se puede programar ni medir. Ante esto se pueden tener dos reacciones: una, la de pensar que es algo muy bonito, pero quimérico, irrealizable; y otra, de confianza en el Señor que, si nos ha pedido esto, nos ayudará a sacarlo adelante. Espero que tengáis la segunda.

Como no somos providencialistas, nuestra fe nos mueve a obrar –no es una fe muerta-, nos mueve a pedir, a rezar… clama ne cesses.

La fe nos lleva a ser magnánimos, a plantearnos metas altas en nuestra lucha personal y en el proselitismo. A mi, ¿quién me va a pitar hoy?

La fe nos lleva a estar siempre serenos, siempre alegres. Estaremos contentos. Con esa alegría tendremos una gran fortaleza. “No estéis tristes porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza”.

El demonio se empeña en que perdamos de vista el horizonte sobrenatural de nuestra vida porque una persona triste es una persona débil. Ante las dificultades se encoge.


La eficacia de la Cruz
27/08/05

Mt 16, 21-27

1. Dios eligió la Cruz como medio más apropiado para salvar a los hombres. No sabemos las razones.

- No hay otro camino de salvación que no sea la Cruz de Jesucristo.

- La predicación de la Cruz ocupa un puesto central en la doctrina de la Iglesia.

- Nadie puede hacerse la ilusión de que este valle de lágrimas puede convertirse en un paraíso terrenal donde todo salga a la medida de nuestros deseos.

2. La predicación de la Cruz era un escándalo para los judíos, una tontería; una locura para los gentiles.

- Sorprende la dureza de la vida de los primeros apóstoles. Cuando se leen los Hechos de los Apóstoles parece como si Dios los hubiera abandonado a su suerte, sin intervenir en absoluto y evitarles trabajos o facilitarles su misión. Raro fue el lugar donde San Pablo encontró acogida favorable. La fundación de una comunidad cristiana, la predicación del Evangelio en una ciudad, se pagaba a precio de sangre, de dolor, de humillación: azotes, palizas, cárcel, motín. El mismo apóstol da un testimonio de su vida conmovedor: "Porque a lo que pienso, Dios, a nosotros, los Apóstoles, nos ha asignado el último lugar, como a condenados a muerte, pues hemos venido a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. Hasta el presente pasamos hambre, sed y desnudez; somos abofeteados, y andamos vagabundos, y penamos trabajando con nuestras manos; afrentados, bendecimos, y perseguidos, lo soportamos; difamados, consolamos. Hemos venido a ser hasta ahora como el desecho del mundo, como estropajo de todos" (1 Cor 4, 9-12).

-Sin cruz no puede haber redención. Sería temerario pensar que puede haber frutos sobrenaturales mediante métodos, técnicas, elocuencias, argumentos, tácticas, programaciones...

-"No busquemos nunca a Cristo sin la Cruz. Así nos evitaremos encontrar esta cruz sin Cristo que desespera tanto a nuestros contemporáneos" (doctor Místico).

3. Humanamente, nada hay en la historia semejante al fracaso de Jesucristo.

- Cuando parecía que todo estaba perdido, resulta que todo está salvado. La Cruz significa el final de la enemistad del hombre con Dios, el comienzo de una nueva era, la desaparición de un gran obstáculo.

- El fracaso de Cristo es la victoria sobre el pecado, sobre la muerte, sobre el poder de las tinieblas, sobre el príncipe de este mundo.

- La Cruz de Cristo transformó el mundo.

4. Si hemos de estar con Cristo, y con Cristo en la Cruz, esa Cruz tiene que ser la de Jesucristo.

- Hay muchas cruces que no son de Cristo, sino nuestras: las que se derivan de nuestras miserias, de nuestra torpeza, las que derivan de nuestra voluntad personal distinta de la voluntad de Dios.

- No es cruz cualquier contrariedad, sino la que se deriva del servicio de Dios. Hay una diferencia entre la Cruz de Cristo y las cruces de los que acompañaban a Jesús en el Calvario, que se las fabricaron a lo largo de toda una vida acumulando delitos. "Hijo mío, si te das al servicio de Dios prepara tu ánimo para la tentación... Pues el oro se prueba el fuego, y los hombres gratos a Dios en el crisol de la tribulación" (Ecl 2, 1 y 5).

Fuente: Suárez, El sacerdote y su ministerio, pp. 223 y ss.

Santidad
En torno a la fiesta del 2 de octubre
Cantarell, 29 septiembre 2005

I.

“Preparémonos muy bien para la fiesta del 2 de octubre, para que sea una nueva ocasión de recomenzar. Os puede ayudar ahora acudir con más frecuencia a la intercesión de nuestro queridísimo Padre. Hoy me ha golpeado la pregunta que nos invitaba a hacernos: ¿para qué estoy en la tierra?” .

La biografía de nuestro Padre dice algo muy bonito referido a toda su vida: “Siempre estaba en disposición alerta para considerar las cosas y las situaciones a la luz de los designios divinos, prescindiendo de gustos e inclinaciones personales, y desprendido de intereses egoístas. Cara a Dios, la estela de su vida es recta, sencilla y profunda. Puede resumirse diciendo que se entregó en alma y cuerpo a cumplir los planes divinos para con el Opus Dei” .

II.

Los santos son personas que reflejan a Dios, que transparentan a Dios. El alma y la vida de una persona santa es como la vitrina de un escaparate: deja pasar la luz de Cristo, la gracia de Dios, ilumina a los demás.

El Papa Benedicto XVI en la Iglesia de San Pantaleón durante la Jornada Mundial de la Juventud habló de la santidad: “El secreto de la santidad es la amistad con Cristo y la adhesión fiel a su voluntad” .

“Haz que yo sepa convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando…”

Cuando buscamos agradar a Dios somos “irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo mostrando una razón para vivir” .

La santidad no es algo quimérico, un ideal inalcanzable. Ser santos es fácil, asequible y al mismo tiempo difícil, pero no un imposible. La santidad se apoya sobre tres puntos:

a) El cumplimiento del deber en cada momento. Y esto tiene mucho que ver con el trabajo.

b) Buscar activamente vivir en presencia de Dios. “Si la sola presencia de una persona de categoría, digna de consideración, basta para que se porten mejor los que están delante, ¿cómo es que la presencia de Dios, constante, difundida por todos los rincones, conocida por nuestras potencias y amada gratamente, no nos hace siempre mejores en todas nuestras palabras, actividades y sentimientos? . Verdaderamente, si esta realidad de que Dios nos ve estuviese bien grabada en nuestras conciencias, y nos diéramos cuenta de que toda nuestra labor, absolutamente toda —nada hay que escape a su mirada—, se desarrolla en su presencia, ¡con qué cuidado terminaríamos las cosas o qué distintas serían nuestras reacciones! Y éste es el secreto de la santidad que vengo predicando desde hace tantos años: Dios nos ha llamado a todos para que le imitemos; y a vosotros y a mí para que, viviendo en medio del mundo —¡siendo personas de la calle!—, sepamos colocar a Cristo Señor Nuestro en la cumbre de todas las actividades humanas honestas” .

c) Celo por las almas y servicio a los demás. “El amor a Dios va siempre unido al amor que se interesa por el bien del prójimo” .

“No olvidéis, por lo demás, hijas e hijos míos, que la eficacia apostólica que el Señor espera de nosotros depende de que seamos verdaderamente Opus Dei, con una fuerte unidad de vida. Estamos llamados a dar testimonio de Cristo, a hablar de Cristo, a hacer presente a Cristo en el mundo y desde dentro del mundo: en y a través del trabajo profesional, de la vida familiar, de las relaciones sociales, de la participación –cada uno según sus circunstancias- en los afanes culturales, políticos o sociales con plena libertad y responsabilidad personales” .

Aquí está la respuesta a la pregunta ¿para qué estoy en la tierra?

III.

No son las circunstancias exteriores lo que cambia o mejora a una persona, sino sus disposiciones interiores, su querer, su voluntad.

El 23 de enero de 1929, en Madrid, junto al lecho de una moribunda con santidad de vida, San Josemaría le daba este encargo: “¡Si no he de ser un sacerdote, no bueno, ¡santo!, dí a Jesús que me lleve cuanto antes!”.

El fundamento de nuestra vida es el deseo de hacer la voluntad de Dios: es el cimiento de la vida espiritual. “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre”.

A todas las personas que han trabajado en el proceso de canonización de nuestro Padre, lo que más les ha impresionado ha sido el empeño diario por hacer la voluntad de Dios. Era una realidad en su vida ese punto de Camino que dice “Ojalá yo me llame el que hace la voluntad de Dios”. En una catalina del año 31 había escrito: “Hoy en mi oración me confirmé en mi propósito de ser santo. Sé que lo conseguiré, no por mi, Jesús, sino por Ti” .

Cuando nuestro Padre predicaba esta doctrina le llamaban hereje; hoy es patrimonio de la Iglesia .

Pablo VI le dijo un día a D. Álvaro: “antes de tomar una decisión, pregúntese cómo lo haría el fundador”. D. Álvaro le contestó que llevaba muchos años haciéndolo así.

2. X. Aniversario de la fundación del Opus Dei
Cantarell, 01/10/05

I

La historia de la fundación de la Obra.

El Opus Dei ha venido a recordar al mundo la llamada universal a la santidad. “Los fieles todos, de cualquier condición y estado que sean, fortalecidos por tantos y tan poderosos medios, son llamados por Dios cada uno por su camino a la perfección de la santidad por la que el mismo Padre es perfecto” .

San Josemaría no era todavía un adolescente cuando presintió que Dios lo llamaba para una misión nueva en el mundo.

Vio en Logroño unas huellas en la nieve de un carmelita descalzo y decidió averiguar quién era para contarle las inquietudes que tenía. Cuando por fin habló con él, le sugirió la posibilidad de hacerse carmelita.

“Durante las semanas que siguieron hasta el día en que el carmelita le invitó a ingresar en su Orden, Josemaría había dado un fuerte viraje interior. ¿Cómo es posible que un hecho tan nimio le empujase a empeñar toda su voluntad en el deseo firme de ofrecer sus facultades al Señor, sin saber en detalle a qué se comprometía? La desproporción entre aquel delicado suceso, "aparentemente inocente", y la pronta y recia reacción del muchacho, refleja la calidad de su temperamento, vehemente y noble y su gran capacidad de amor. Aquella alfombra de nieve pronto se convirtió en barrizal. Pero Josemaría continuaba firme en su determinación, sin echarse atrás ni variar la respuesta; perseverante. En esas cortas semanas, la generosidad a la gracia fue agrandando la herida de amor del adolescente” .

Pero no era su vocación la de carmelita.

Una de las biografías de San Josemaría cuenta cómo fue la fundación de la Obra: un hecho misterioso.

“El martes por la mañana, dos de octubre, fiesta de los Ángeles Custodios, después de celebrar misa, se encontraba don Josemaría en su habitación leyendo las notas que había traído consigo. De repente, le sobrevino una gracia extraordinaria, por la que entendió que el Señor daba respuesta a aquellas insistentes peticiones del «Domine, ut videam! y del «Domine, ut sit!»

Siempre guardó una comprensible reserva sobre este maravilloso suceso y sus circunstancias personales. Justamente tres años más tarde describirá el meollo de lo ocurrido:

«Recibí la iluminación» sobre toda la Obra, «mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática- di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la parroquia de N. Sra. de los Ángeles».

Bajo la luz potente e inefable de la gracia se le mostró la Obra en su conjunto; «vi» es la palabra que usaba siempre al definir este hecho.

Según prescribía el horario se celebraba la Santa Misa entre siete y ocho; luego desayunaban, hacían el examen de conciencia y a las nueve se rezaban las Horas Menores, seguidas de la lectura del Nuevo Testamento. Entre esta lectura y la siguiente plática, a las once de la mañana había un tiempo libre. Es en este tiempo libre para meditar -de diez a once de la mañana- cuando tuvo lugar el hecho que se narra.

Cuando tenía que hablar de este momento extraordinario de gracias, el Fundador, por humildad, era muy evasivo; aunque existía otra razón por la que no daba detalles, a fin de hacer ver a sus hijos que la Obra no se basaba «en milagrerías; os he enseñado con firmeza que no deseéis nunca caminos interiores extraordinarios» (cfr. «Carta 6-V-1945», n. 4).

Y luego añade: «recopilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando» (Apuntes, n. 306)” .

II.

- Darle gracias a Dios por la fundación de la Obra y por las personas de la Obra que hemos conocido y que tanto nos han enseñado. La vida natural es importante, pero mucho más importante es la vida sobrenatural; gracias al esfuerzo de tantas personas del Opus Dei hemos aprendido a vivir vida sobrenatural, a tratar a Dios. ¡Cómo les pagará Dios ese sacrificio! Es impresionante la alabanza que hace Dios en la Sagrada Escritura de las personas que enseñan a los demás quién es Dios: “Los sabios brillarán con esplendor de cielo, y los que enseñan la justicia a las multitudes serán como estrellas por toda la eternidad” .

- La Obra es mía. No me ha puesto Dios junto a ella por casualidad.

- Tenemos la misma vocación que nuestro Padre y tenemos que corresponder con la misma fidelidad. “Hemos venido a entregarnos del todo, sin regateos. No nos hemos apuntado para dar algo. Y no sólo porque nos haya dado la gana, sino porque él nos llamó por nuestro nombre, como a los primeros Doce: ego vocavi te nomine tuo (Is. 43,1)” . Dios nos ha elegido.

Hay unas palabras muy bonitas del entonces Cardenal Ratzinguer que explican muy bien lo que Dios ha hecho con nosotros: “La vocación no se puede elegir como si se tratara de un oficio o de una profesión. Sólo se puede ser elegido por Él. La vocación no figura en la lista de los derechos humanos. Nadie puede reclamar una vocación. Jesús llama a los que Él quiere. Hay derechos humanos que les competen a los hombres en razón de la naturaleza que Dios les ha dado y a favor de los cuales deben pronunciarse con total determinación todos cuantos tienen fe en el Creador. Pero hay también un derecho del Señor sobre aquellos a quienes Él quiere. Aquel que ha escuchado su llamada puede decir de sí mismo: Él me quiere. Existe una voluntad de Jesús sobre mí. Debo adentrarme en esta voluntad, debo madurar en ella. Ella es mi espacio vital. Nuestra vida será tanto más plena, más colmada y libre cuanto más nos unifiquemos con esta voluntad, en la que está contenida la más profunda verdad de nuestro ser” .

- Le pedimos a Dios que no caigan en saco roto los esfuerzos que Él hace, los cuidados que tiene conmigo, para que yo me forme y quiera ser de verdad santo.

III.

El Opus Dei es algo muy santo porque es de Dios. No es un invento humano.

“Tened la completa seguridad, por tanto, de que la Obra cumplirá siempre, con eficacia divina su misión; responderá siempre al fin para el cual la ha querido el Señor en la tierra; será con la gracia divina -por todos los siglos- un instrumento maravilloso para la gloria de Dios: sit gloria Domini in aeternum! (Sal 104, 31)” .


La charla fraterna
Cantarell, 01/10/05

I.

“Reunió en torno suyo un pequeño grupo de hombres rudos y, con paciencia infinita, los fue formando. Les fue revelando poco a poco –con pedagogía divina- los más altos misterios, al mismo tiempo que con ternura maternal y la energía de quien tiene autoridad, según hacía falta, iba puliendo y acrisolando sus espíritus toscos y poco sensibilizados para las realidades celestiales” .

Imagen de la torre de control de un aeropuerto y los pilotos de los aviones. ¿Quién maneja los mandos del avión, quién lo guía? ¿Por qué hace caso de las indicaciones de la torre de control?

II.

La recomendación de la Sagrada Escritura. “Trata a un varón piadoso, de quien conoces que sigue los caminos del Señor, cuyo corazón es semejante al tuyo y te compadecerá si te ve caído. Y permanece firme en lo que resuelvas, porque ninguno será para ti más fiel que él. El alma de ese hombre piadoso ve mejor las cosas que siete centinelas en lo alto de una atalaya. Y en todos ellas ora por ti al Altísimo, para que te dirija por la senda de la verdad” .

El modo de hacerla.

No buscamos consuelo humano, ni que nos entiendan, ni que nos comprendan, ni sentirnos queridos… vamos a buscar ayuda sobrenatural: la voluntad de Dios para mí esta semana; identificar mi espíritu con el del Opus Dei. “No se va por amistad, ni por motivos personales, sino por motivos sobrenaturales” . Lleve poco o mucho tiempo en la Obra, y cualesquiera sean las circunstancias que concurran, quien nos escucha es para nosotros, en aquel momento, el intérprete más autorizado del espíritu del Opus Dei.

Y todo, con brevedad y sencillez. La charla excesivamente larga… La palabrería suele ser signo de falta de sencillez, y muchas veces señal de vanidad.

Sinceridad. “El Señor sólo conversa con los sencillos” . “La conversación de Dios consiste en revelar secretos a las almas humanas, ilustrándolas con su presencia. Se dice que conversa con los sencillos, porque con la luz de su visita descubre misterios celestiales a los entendimientos de aquellos a quienes no ofusca sombra alguna de doblez” . Es lo que ha ocurrido a muchos santos: nuestro Padre tenía mociones de Dios, iluminaciones de Dios; Francisca Javiera del Valle (costurera poco culta que escribió un tratado sobre el Espíritu Santo: el decenario).

No podemos tener vergüenza de hablar. “Cuando ocurra algo que no quisierais que se supiese, decidlo inmediatamente –corriendo- a quien os pueda ayudar, al Buen Pastor. Esta decisión es lógica: suponed que una persona camina con una piedra grande en la espalda y con los bolsillos llenos de piedrecitas que, entre todas, pesan cien gramos. Si situamos a esa persona en Madrid, vamos a suponer que la distancia que ha de recorrer es de la Puerta del Sol hasta Cuatro Caminos. Cuando llegue al final del trayecto, no sacará una a una las piedrecillas de los bolsillos, quedándose mientras con la gran piedra encima. Hijos míos, pues nosotros igual. Lo primero que hemos de echar fuera es lo que pesa. Otro modo de comportarse es una gran tontería, y un principio de insinceridad” .

Dejarnos ayudar. “Mejor es oír el reproche de un sabio que escuchar las alabanzas de los necios” . Vamos a aprender. Recibimos los consejos como si vinieran del mismo Jesucristo. “Quien a vosotros recibe, a mi me recibe”.

Luchar en lo que nos dicen. El examen particular.

III.

D. Álvaro en Torreciudad en unas ordenaciones. Después de la tertulia, una persona le dice a D. Javier: “qué bien se ve al Padre”. D. Javier le contesta: “el Padre está bien porque dice lo que le pasa y hace lo que le dicen”.

En torno a la fiesta del 6 de octubre
Cantarell, 05/10/05

I.


Parábola del sembrador. Lc 8, 4-15.

Cuando Jesús predica esta parábola ya habían aparecido las primeras sombras de desengaño y de desilusión en el grupo de los que seguían a Jesús. Por eso el Señor habla en la parábola de hombres que oyen pero que no escuchan, que miran, pero que no ven.

La muchedumbre se agolpa alrededor de Jesús, pero estaban descontentas de Él. No querían un Mesías que predicaba y curaba, que era bueno con los pobres y con los débiles, e incluso que era uno de ellos. Esperaban algo completamente distinto: un héroe que avanzara al son de trompetas persiguiendo a los enemigos; un rey prodigioso que convertiría a Israel en un país impresionante, en una maravilla de opulencia, de grandeza, de bienestar.

En este contexto, con esta situación, con este ánimo a su alrededor predica la parábola Jesús. También los doce apóstoles estaban desconcertados. Se preguntaban ¿en qué acabará todo esto? ¿A dónde nos llevará una obra que se reduce a unas pocas palabras que no entendemos y unos cuantos milagros a pobres? ¿Cómo se va a llevar a cabo la salvación de Israel si Jesús se limita a predicar, a decir palabras de aliento y a curar de vez en cuando a personas sin importancia y sin influencia? ¿A qué clase de salvación nos conducirá esto, si vamos de fracaso en fracaso: cada vez la gente rechaza más la predicación?

II.

La enseñanza del Señor es clara: todas las cosas que producen fruto verdadero en este mundo empiezan por lo pequeño y lo escondido.

“L´ho visto!” D. Francesco Angelichio el día de la Canonización de nuestro Padre.

Las realidades de Dios –la verdad, la justicia, el amor- son realidades escasamente presentes en este mundo, y sin embargo vivifican este mundo.

Nosotros somos la sal y la luz del mundo.

Somos los amigos de Dios en este mundo. “No podemos perder de vista que nuestra misión es ser consuelo de Dios”.

“Hemos sido escogidos por Dios con la delicadeza con la que el jardinero busca la mejor flor de su jardín”. Ahora que tanto se lleva el protagonismo, el singularizarse… Pues, Dios te ha buscado, te ha ido preparando y te ha dicho: cuento contigo. El jardinero la ha regado, le ha dado los cuidados oportunos, la ha protegido del sol .

III.

Nuestra vida dará muchísimo fruto –seremos como el grano de trigo que el sembrador divino coge en su mano llagada y lo arroja al campo- si vivimos entregados.

“Nuestro Padre ya contaba con tu fidelidad. Señor, hazme ver en qué puedo entregarme más”. Esta es la mejor oración que podemos hacer.

Ahora nos están diciendo: echad las redes a la derecha. Nuestra oración tiene que ser: “Señor, hazme ver cómo puedo entregarme más para que dé fruto y consiga vocaciones”, o “Señor, hazme ver porqué en mi vida no hay fruto, cuáles son los motivos, las causas, y lucharé para poner remedio”.

¡Qué importante es que seamos almas de oración! Lo recordaba el Padre. Palabras de San Agustín: “A la vida de piedad hemos de ir a no oír lo que tú quieras, sino a querer lo que oigas” Y oirás que el Señor te dice cosas: ¡Despierta! ¡Guarda más la vista! ¡Empéñate en ser más amable!

Anécdota que contó Mac en una meditación. Todos escribiendo en su libreta, en su agenda. Y a él no se le ocurría nada. Se lo dijo al Señor: ¿porqué a mi no me dices nada? Oyó que Jesús le decía “no te digo nada porque no apuntas nada”.

Dios nos está hablando continuamente. “El Señor está llamando a las puertas de tu alma. No hay momento en que Él no te busque, en que no te espere, en que no te ame. Dios está continuamente sobre tu pobre alma” .

No tengas miedo a exigirte.

Conmemoramos un nuevo aniversario de la canonización de nuestro Padre. La canonización nos habla de santidad heroica y escondida, de dar fruto, de ser muy fieles a Dios siendo muy fieles a nuestra vocación. No tengamos miedo a exigirnos para olvidarnos de nuestro yo.

Miramos a nuestra Madre Santa María. Le pedimos que estas fiestas sean para nosotros un estímulo, nos sirvan para dar un salto en nuestra entrega.

Proselitismo. Vocaciones
(Ernest C, 11.X)

Don Tomas Gutierrez, un día, en Diego de León, tras una charla de 50’, ya en la puerta, mientras se marchaba dijo: “menos listas de pitables y más vocaciones. Y no me digais que este año es mejor que el pasado, cuando vayamos como en los años 70...”.

Antoine Leon: “No puede ser que piten más en Japón que en alguna dl”.

1. “Jesús subió a un monte y llamó a los que quiso” Hay esta el secreto. Buscamos a los que D ha elegido. “Les envió a predicar con poder de expulsar a los demonios”. Primero: junto a Jesús: la vida interior. Segundo el apostolado: los envió a predicar. Y con eficacia, con poder para ser eficaces.

2. Dios da la gracia a los que ha elegido: son injustificados los miedos a las vocaciones. A veces vamos demasiado despacio a poner en crisis de la vocación. No existe el pitable 10. No estamos diciendo que seamos imprudentes. Pitan los que hacen la cfi cada semana: no es hablar con ellos cada semana, sino hacer la cfi. Que no hagan la cfi si no están preparados; entonces sí, hablar con ellos y empezar a hacer la cfi cuando la persona tiene afan de santidad. ¿Cuántas cfi llevas? Todos sabemos responder. Así con los pitables.

3. Nos estamos acostumbrando a que piten pocos en los ctr y eso no es bueno. El proselitismo es de todos, a lo mejor lo hemos acotado solo al cl.

4. Toda vocación es un lío: como un hijo. Si no lo tengo no me dará disgustos, no se me escapará por las noches, me dejará dormir. Resulta que nosotros si estamos controlando la natalidad y nos somos generosos, como se pide a los s.

5. Nos pesan mucho las malas experiencias. Pues también han de pesarnos mucho las omisiones de los que debían haber pitado.

6. Medios -experiencias- de impulsar las pa:

- Que los del ctr sepan la lista de pitables.
- En la tertulia de los de Casa sistemáticamente se habla de los pitables.


7 TEMAS DE LOS DESPACHOS CON EL PADRE
(Antoine Leon)

1. Expansión. Tema de fondo en la cabeza de todos. Tiene dos caras: nuevos países y cada uno en su lugar. La misma fe de los comienzos: audacia y ambición: se ponen los medios y se alcanza. El P hace continuas referencias a la fe de nP.

2. Apostolado personal de amistad y cfi. Método ap del Japón: tratar a todos como si fueran católicos (deshace barreras). 467 en catequesis. La hacen uno a uno. Entusiasmar para que los de Casa vayan quemando etapas.

3. Eap de todos los de Casa. Cada eap tenga un contenido concreto y especifico y cada uno sepa exactamente en qué consiste. Exigente y animante. Es la confianza de la Obra en cada uno.

4. La vida sacramental de los chicos. Bendición, med... Llevarlos a una amistad con Jesús sacramentado. La confesión es esencial, que los chicos lo asimilen muy pronto.

5. Todas las actividades apostólicas con una finalidad apostólica, que desenboquen en incorporaciones a medios tradicionales. (Si esquiada no acaba en incorporaciones a la siguiente la suprimís, puede ser que los de C se busquen a sí mismos). Hacer balance tras cada actividad.

6. Clubs. Tratarles antes de que en la calle les maleen.

7. “Ilusionarse con lo que nos viene desde arriba” (Diego). A d. Alvaro no le cojía nada cansado. En el Mas, por la tarde, después de la boda, vimos las noticias. Se quedo dormido. Le despertamos para la cena: -como descansan estas noticias. Tras un rato de tertulia. Quería comentaros algunas cosas que debéis mejorar. Díselas tu, Javi, que yo estoy cansado. Cuando había dicho media frase: perdona Javi, si te parece se lo digo yo. Estuvo 20-25’ hablándonos. Estaba cansado.

Comenzar y recomenzar
Rtm n sin ce, Cantarell 15/X/05

I.
«La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la lucha por no ceder y volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo por no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser, más bien, sus humildes “colaboradores”» (Juan Pablo II, Roma, 23.III.1983).

Santo no es el que no cae nunca, sino el que se levanta siempre.

Verano 1972. El Padre pasó unas semanas cerca de la frontera suiza. Se celebraba la olimpiada de Munich. Le gustaba ver, a ratos, las competiciones por televisión. De ellas aprovechaba los esfuerzos del atleta, el volver atrás cuando fallaba, el reconcentrarse e intentar de nuevo el salto, una y otra vez. Pero le molestaba aquella especie de culto al cuerpo humano.


“Mi hermano pequeño es santo, porque continuamente se está cayendo y levantando”.

“No os asustéis, porque el justo cae siete veces y otras tantas se levanta (Prov. XXIV). En nuestra pelea espiritual no faltarán fracasos. Pero ante nuestras equivocaciones, ante el error, debemos reaccionar inmediatamente, haciendo un acto de contrición, que vendrá a nuestro corazón y a nuestros labios con la prontitud con que acude la sangre a la herida, combatiendo con eficacia el cuerpo extraño, el germen de infección” (De nuestro Padre, Carta 24-III-31, n. 11).

Las parábolas de la misericordia de Lc 15.

II.

Aunque tengamos defectos, miserias, debilidades, defectos, pecados: podemos ser santos. En el fondo de nuestra alma tiene que estar muy grabado el deseo de ser santos.

Tenía un vivo deseo de celebrar la Santa Misa muy recogido. Cuando bajaba hacia el oratorio, un chiquito de Bilbao, que me acompañaba, me preguntó: Padre, ¿qué quiere que encomiende? Y yo le contesté: Pide que hoy celebre la misa muy bien. No es extraño que si, antes de revestirse, ve a algún hijo suyo rezando en un oratorio, se acerque despacio y, muy quedo, al oído, le diga: Hijo mío, ¿quieres pedir al Señor que me enseñe a decir la Santa Misa cada día mejor? Y hasta el final de su vida dirá: Yo estoy continuamente aprendiendo a decir mejor la Santa Misa.

Cuando hay lucha por la santidad, hasta las miserias nos ayudan a unirnos más a Dios.

Nunca podremos decir “no puedo”, o desanimarnos, porque Dios sí que puede hacernos santos –por eso hemos de tener una gran confianza en la gracia de Dios-, y Dios nos hará santos. No consentir nunca, nunca dos pensamientos: “no sirvo” y “no puedo”.

No hay defectos que no podamos superar.

Un borracho por la calle al ver a una chica dice: –Fea. Ella responde: –Y tú, borracho. A lo cual él replica: –Sí, pero a mí se me pasa mañana.

Hemos de ser ambiciosos: plantearnos metas grandes en nuestra vida interior y en nuestro apostolado. ¡Y a por ellas! Llegaremos hasta donde Dios quiera, pero por nuestra parte, que no falte ambición.

III.

Saber pedir perdón cuando nos equivocamos.

Marzo, 1938. Hotel Sabadell, Burgos. Nuestro Padre vivía con tres hijos suyos: D. José María, D. Pedro y D. Francisco. Se dieron cuenta de que nuestro Padre no tomaba apenas agua; y al hablar se notaba que tenía la boca y la garganta seca. Una noche uno de ellos le llevó un vaso de agua y se lo ofreció insistiendo. Nuestro Padre le dijo que se estaba extralimitando. El otro contestó: O lo bebe o lo tiro. Y como no cedía, dejó caer el vaso al suelo. Nuestro Padre imitando con humor su modo de hablar le dijo: travieso. Más tarde se pidieron perdón, recogieron los vidrios y le recomendó que no andase descalzo, por si quedaba un trozo de vidrio en el suelo.

Rectificar.

A media mañana, un día de 1946, pasa a la administración de Diego de León. Saltan a la vista varios detalles de desorden: un armario con las puertas entreabiertas; otro, con el interior revuelto; las compras del mercado, aún en paquetes, sin colocar en la despensa; en el lavadero, una pila de platos y tazas usados. Aquélla no parece una casa del Opus Dei. El Padre se disgusta. Llama a la directora, pero no está. Acude Flor Cano, otra mujer de la Obra, y es ella quien recibe el "chaparrón" de protestas del Padre: ¡Esto no puede ser! ¡Esto no puede ser! ¿Dónde está vuestra presencia de Dios en el trabajo? ¡Tenéis que vivir todo con más sentido de responsabilidad! Sin darse cuenta, el Padre ha ido alzando y endureciendo el tono de voz. De repente se detiene, guarda silencio un instante, y con otra entonación completamente distinta, dice: ¡Señor, perdóname! Y tú, hija mía, perdóname también. Padre, por favor, ¡si tiene usted toda la razón del mundo! Sí, la tengo, porque lo que te estoy diciendo es verdad. Pero no te lo debo decir en este tono. Así que, hija mía, perdóname.

Rectificar es de sabios. Y quien tiene boca se equivoca.

Desde el Consejo Auxiliar le pasaron a D. Álvaro unos papeles para que tomase una decisión. Poco después se dieron cuenta que faltaban datos, y que podían inducir al Padre a decidir mal, y contra lo que en su momento ya decidió nuestro Padre. Enviaron rápido las correcciones oportunas, dejando clara su falta. Les llegó después la misma nota con letra del Padre que decía: El que tiene boca se equivoca; adelante.

No pactar nunca con la media entrega, ni con la tibieza.

Humildad
Rtm n sin ce, Cantarell 15/X/05

I.
En la visita del Santo Padre a San Eugenio, se indispuso un momento y subió al centro de numerarios. El Padre le esperaba en la Iglesia junto a mucha gente. Ya recuperado quiso ver el centro, le acompañaban algunos residentes. Al llegar a la sala de estar estuvo un momento de tertulia. Vio una fotografía de D. Álvaro y les dijo que el Padre era un hombre muy listo y humilde. Enseguida volvió a la Iglesia.

La humildad es la virtud que nos lleva a vernos como somos: a reconocer nuestra grandeza –somos hijos de Dios- y nuestras limitaciones.

Nuestro Padre muchas veces se veía como borrico sarnoso, y por eso a veces añadía a su firma “b.s.”. Sólo su confesor conocía el significado. Una vez Dios Nuestro Señor permitió que el diablo le atacara por la calle: se le abalanzó un hombre, con aspecto de obrero, y otro personaje se le adelantó para defenderle; después, éste –nuestro Padre consideraba que era su Ángel Custodio– le dijo al oído: Burrito sarnoso.

Nuestro Padre se consideraba delante de Dios un burrito sarnoso. Tú, ¿cómo te ves delante de Dios?

- El cuento de la marquesa vanidosa.

- “Se han dicho tres cosas de mí: que de joven era hermosa, que era ingeniosa y que ahora soy santa. Durante algún tiempo me creí las dos primeras, y bien que me he arrepentido de ello. Ahora no soy tan ilusa como para creerme la tercera” (Sta. Teresa).

¿Reconoces tus defectos delante de Dios?

“Los defectos no hacen que Jesús rechace a los discípulos. Los ama como son. Y hasta ofrecerá a Judas, en el momento de su traición, una nueva ocasión de arrepentimiento: amigo, ¿a qué has venido? (Mt 26, 50), le dice en el huerto de los olivos, invitándole una vez más a la contrición y a la enmienda” (Meditaciones I, 82, 12).

II.

Dios rechaza a los soberbios y da su gracia a los humildes.

Surco, 263.

Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:


—pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; Comparaciones. Juicios críticos.

—querer salirte siempre con la tuya; planes sin consultar.

—disputar sin razón o —cuando la tienes— insistir con tozudez y de mala manera;

—dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; tener la lengua suelta.

—despreciar el punto de vista de los demás; yo tengo siempre la razón.

—no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; soy la mejor.

—no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; “me lo merezco”.

—citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; ¿sabes lo que me ha pasado? ¿sabes lo que he hecho, lo que me han dicho, de lo que me he enterado? ¡Qué buen ejercicio de humildad es no conjugar los verbos en primera persona ni hablar de uno mismo!

—hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; soy una inútil, no valgo nada.

—excusarte cuando se te reprende; es que, creí qué, pensé qué.

A través del teléfono interior, corrige con energía a D. Ernesto Juliá, por haber dejado de realizar un trabajo importante. Ernesto no protesta ni se excusa. Al cabo de un rato, alguien informa al Padre de que Ernesto Juliá no podía saber nada de ese asunto, porque no se lo ha encargado a él. Al instante, vuelve a telefonear a ese hijo suyo y le pide que acuda a donde se comunican la Casa del Vicolo y la Villa Vecchia. Cuando llega Ernesto Juliá, ya está allí el Padre. Abre sus brazos de par en par. Y, con una sonrisa diáfana, le dice: ¡Hijo mío, te pido perdón y te devuelvo la honra!

—encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; no ser sinceros.

Enero, 1955. Mientras unos cuantos del Colegio Romano están charlando con el Padre, en un pasillo, aparece Fernando Acaso. Nuestro Padre le pregunta por unos muebles. Fernando inicia un circunloquio evasivo, sin aclarar si los muebles están o no están ya en casa. El Padre corta: Pero ¿los has traído? ¿Sí o no? –No, Padre. Nuestro Padre dice a los que están allí que deben ser siempre sinceros y directos, sin temor a nada ni a nadie, y sin excusaros, ¡porque nadie os está acusando! Llega D. Álvaro. Saluda a todos y le dice a Fernando: –Cuando quieras puedes recoger los muebles, porque ya hay dinero en el banco. El Padre se da cuenta entonces de las evasivas, y enseguida, allí mismo, delante de todos, le pide disculpas: Perdóname, hijo, por no atender tus razones. Ya veo que no tenías ninguna culpa. Con tu actitud, me has dado una estupenda lección de humildad. ¡Dios te bendiga!

—oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;

—dolerte de que otros sean más estimados que tú;

—negarte a desempeñar oficios inferiores;

—buscar o desear singularizarte;

—insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;

—avergonzarte porque careces de ciertos bienes...

“El Todopoderoso ha hecho obras grandes en mi, porque ha visto la humildad de su esclava”.

Humildad
Rtm n Cantarell 16/X/05

I.

La humildad es la virtud que nos dispone a recibir la gracia de Dios con fruto. Su objeto propio es la gracia de Dios. La humildad nos lleva de la mano a descubrir la necesidad radical de Dios en nuestra vida, porque sin Él no podemos hacer nada .

Dios da su gracia a la persona humilde. Lo dice la Sagrada Escritura: “Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” .

Es la virtud que nos ayuda a que crezca nuestra vida interior, nuestra vida sobrenatural. La vida sobrenatural es la vida de la gracia.

A veces podemos pensar que la persona humilde es la que se conoce muy bien a sí misma, la que es capaz de trazar el perfil de su personalidad hasta en los más escondidos entresijos… Hay quienes piensan que la virtud de la humildad tiene que ver con una constante actitud de autorreproche, con la depreciación del propio ser y de los propios méritos, o con una conciencia de inferioridad .

La virtud de la humildad es la hermana gemela de la magnanimidad (por contraste, la pusilanimidad es la hermana gemela de la soberbia). Magnanimidad quiere decir compromiso para tender a lo sublime. Magnánimo es aquel que se cree llamado o capaz de aspirar a lo extraordinario. La persona magnánima es de algún modo caprichosa: no se distrae por cualquier cosa, sino que se dedica únicamente a lo grande, que es lo que a él le va .

“El magnánimo se consagra a aquello que proporciona una grande honra” .

Es bonito ver cómo Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica va construyendo rasgo por rasgo, la imagen de la magnanimidad:

“Características del magnánimo son la sinceridad y la honradez. Nada le es tan ajeno como callar la verdad por miedo. El magnánimo evita como la peste la adulación y las posturas retorcidas. No se queja, pues su corazón no permite que se le asedie con un mal externo cualquiera. La magnanimidad implica una fuerte e inquebrantable esperanza, una confianza casi provocativa y la calma perfecta de un corazón sin miedo. No se deja rendir por la confusión cuando esta ronda el espíritu, ni se esclaviza ante nadie, y sobre todo, no se doblega ante el destino: ante todo es siervo de Dios” .

La humildad tiene que ver con el conocimiento de Dios. Es más fácil conocer a Dios –y tratarlo- que conocernos a nosotros mismos. Decía Tales de Mileto que la cosa más difícil del mundo es conocerse a sí mismo… y la más fácil, hablar mal de los demás.

Juan Pablo II lo explicaba con una frase muy gráfica y muy bonita: “sólo Cristo muestra al hombre quién es el hombre”. Y la humildad es conocer mi realidad, y aceptar que ni soy Dios ni estoy hecho de naturaleza divina. Soy una criatura dependiente.

II.

La soberbia es una postura ante Dios. Quiere decir la negación de la relación criatura-Creador. El pecado es esencialmente un alejamiento de Dios, pero el pecado de soberbia es un “plantarle cara a Dios”. Los soberbios son los únicos pecadores a quienes Dios no soporta: “Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes” .

Los frutos de la soberbia son la desunión y la desesperación. (La soberbia y el acoso diabólico).

“Quien toma el camino del orgullo, quien se vanagloría de sus éxitos espirituales, antes o después, acaba cayendo en la desesperación: inevitablemente llegará el día en que deba enfrentarse a sus limitaciones, o en que sufra un sonoro fracaso, o en que sus logros espirituales –basados en sus propios esfuerzos- vuelen en pedazos” .

III.

La virtud de la humildad nos garantiza la unión con Dios, y por tanto asegura nuestra fidelidad. Nos lo decía D. Álvaro:

“Para ser fieles y para estar bien unidos, la receta que nos ha dado el Padre es que seamos humildes. La soberbia, la vanidad, el buscarse a sí mismo producen como efecto la separación, las rencillas, las molestias entre hermanos, que jamás se han dado en la Obra y que nunca se deben dar. Y para que esta unidad que el Padre consideraba siempre como uno de los bienes más preciosos haga caminar la Obra firme, compacta y segura –como mandó grabar el Padre en años muy duros- se necesita que seamos muy humildes. Así seremos aquí en la tierra el gozo y la corona del Padre” .

¿Yo soy humilde? ¿Es mi única ambición en esta tierra hacer la voluntad de Dios, ser Opus Dei…? ¿Estoy unido a mis hermanos, sé ver en ellos su grandeza, sus virtudes, su generosidad? ¿Soy conciliador en la vida en familia? ¿Veo las indicaciones que me dan como imposiciones externas, o como la voluntad de Dios? ¿El miedo o la vergüenza a que me conozcan como soy me paraliza y me enmudece? ¿Soy susceptible? ¿Sé rectificar y pedir perdón cuando me equivoco? ¿Reconozco que me equivoco muchas veces? Son puntos de examen que nos pueden ayudar a concretar propósitos para luchar en esta virtud.

“El Todopoderoso ha hecho obras grandes por mi, porque ha contemplado la humildad de su esclava” .

Comenzar y recomenzar
Rtm n, Cantarell, 16/X/05

I.

“No hay nada que haga crecer más a una persona como el amor concreto a una persona concreta” .

Nuestro amor es muy concreto y a una persona muy concreta: Jesucristo. Son muy alentadoras las palabras del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud:

“Queridos jóvenes: la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazareth, oculto en la Eucaristía. (…) Os repito hoy lo que he dicho al principio de mi pontificado: “quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada –absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande” .

La felicidad es la vocación fundamental del hombre. Es la primera y principal inclinación que tenemos, y hacia la que dirigimos todos nuestros esfuerzos. Nuestro objetivo es la plena realización como personas. San Agustín resumía así esta aspiración que tenemos a la felicidad: “nos hiciste, Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Y el camino para llegar a la felicidad es:

1. El encuentro con uno mismo. Saber quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Tener una personalidad sólida, bien definida. Y aquí tiene mucho que ver la humildad, como hemos visto en la primera meditación.

2. Tener un proyecto de vida.

Un proyecto es una ilusión, algo que todavía no está completamente realizado. Nuestra vida es un proyecto, algo que merece la pena vivir, a pesar de que encontraré dificultades, sinsabores, problemas…

“El perfeccionamiento del hombre como hombre es infinito. La tarea de llegar a ser el que somos es interminable. Cuando no se renuncia a cumplirla, no se arroja la toalla, ni se declara el fin de las ilusiones, la vida humana progresa, se avalora, evoluciona, madura, se agranda, se despliega y crece” .

II.

Nuestra vida es milicia. Llevar a cabo ese proyecto exige lucha. Y las guerras son imprevisibles, como los partidos de fútbol: no se sabe nunca el resultado. Suele oírse a los comentaristas de la televisión decir “el partido está abierto”, señalando que puede ganar cualquiera. ¿Quiénes son los enemigos a los que nos enfrentamos? El mundo, el demonio y la carne, que nos plantan batallas continuamente.

Y a veces, saldremos derrotados:

“No nos extrañe que seamos derrotados con relativa frecuencia, de ordinario en materias de poca importancia, que nos punzan como si tuvieran mucha. Si hay amor de Dios, si hay humildad, si hay perseverancia y tenacidad en nuestra milicia, esas derrotas no adquirirán demasiada importancia, porque vendrán las victorias que serán gloria a los ojos de Dios. No existen los fracasos si se obra con rectitud de intención y queriendo cumplir la voluntad de Dios, contando siempre con su gracia y con nuestra nada” .

Nosotros podemos tener la experiencia del fracaso (la experiencia interior de derrota, como consecuencia de haber comprobado que algo en lo que habíamos puesto nuestros esfuerzos y nuestras ilusiones no ha salido como esperábamos; podemos tener la conciencia de no haber alcanzado la meta que nos hemos propuesto, y esto nos puede provocar interiormente una mezcla de tristeza y desazón), pero hemos de tener muy claro que nosotros no fracasamos nunca, ni fracasaremos si no nos apartamos del camino.

Hemos de tener la “psicología del alpinista”: al escalar hay un duro trabajo por delante hasta llegar a la cumbre. A veces se pasa mal. Pero una vez arriba, merece la pena el esfuerzo.

III.

Las experiencias negativas en nuestra lucha nos ayudan, porque nos hacen fuertes, nos ayudan a madurar humana y sobrenaturalmente. El “fracaso” puede transformarse en algo muy positivo. Pongamos nuestra mirada en el Evangelio, en la vida de dos personajes muy conocidos:

a) Simón Pedro. Traiciona a Jesús. Lo niega.
b) Judas Iscariote. Comete materialmente el mismo pecado.

Ambos tienen conciencia, que poco a poco habían ido formando con las enseñanzas de Jesús. Los dos saben en su interior que se han equivocado. Reconocen su error. Los dos lloran amargamente. San Pedro acepta su sufrimiento de forma adecuada y le lleva a pedir perdón. El arrepentimiento de San Pedro le ennoblece. Llora, se arrepiente, acepta su culpa y pide perdón. Judas se desespera, no acepta el sufrimiento, no acepta lo que ha hecho, se neurotiza y se convierte en una persona amargada. Desde la amargura llega a la desesperación, al derrumbamiento y a la muerte.

Los errores son la forma suprema de aprendizaje. También en la vida interior.

Nosotros hemos de ser siempre Pedro.

“Nunca me han gustado esas biografías de santos en las que con ingenuidad, pero también con falta de doctrina, nos presentan las hazañas de esos hombres como si estuvieran confirmados en gracia desde el seno materno. No. Las verdaderas biografías de héroes cristianos son como nuestras vidas: luchaban y ganaban, luchaban y perdían, y entonces, contritos, volvían a la lucha” .

Mientras luchamos, somos el consuelo de Dios en la tierra.

“Cuando buscáis agradar a Dios sois irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir” .

Nunca hay derrotas si luchamos: somos irreprochables ante Dios.

Un remedio para mantener siempre una lucha viva y vibrante: la oración.

“Cuando, como Obispo –y también antes, simplemente como hermano en el sacerdocio- me he puesto a reflexionar sobre las causas que hacen que poco a poco se vaya desmoronando una vocación tan entusiasta y tan esperanzada en sus comienzos, siempre he llegado a la misma conclusión: ha habido un momento en que ha dejado de existir la oración callada y silenciosa, desplazada tal vez por el ruidoso celo por tantas cosas como hay que hacer. Pero ahora es un celo vacío, porque ha perdido el empuje interior. En algún momento se ha abandonado la confesión personal, y con ello, el contacto con la exigencia y el perdón, la renovación desde dentro en presencia del Señor, que es irrenunciable” .

Sentido de responsabilidad en la propia santidad
Rtm n, Cantarell, 16/X/05

I.

El tema de esta meditación es muy amplio, pero creo que se puede reconducir para hablar de libertad y de unidad de vida.

Nuestra santidad interesa fundamentalmente a cada uno de nosotros. Somos responsables de nuestra vida ante Dios, y ante nadie más. En cierto modo nos pasa como a los monarcas –en los estados donde existían o todavía existen-, de los que se dice en las leyes de los Estados que son responsables únicamente ante Dios.

Sólo a Dios daremos cuenta de lo que hemos hecho con nuestra vida.

Normalmente uno consigue en esta vida lo que se propone. Nuestro Padre se propuso la santidad y la ha conseguido. Nosotros le seguimos.

“Hoy en mi oración me confirmé en el propósito de hacerme santo. Sé que lo lograré: no porque esté seguro de mí, Jesús, sino porque estoy seguro de Ti” .

Mi santidad es personal: es una relación entre Dios y yo. En cierta manera el Espíritu Santo nos obedece: entra en nuestra alma, actúa en nuestra vida hasta dónde le dejamos, respeta nuestra libertad.

La determinada determinación de Santa Teresa de Jesús.

Una persona sólo puede ser totalmente comprendida cuando se conoce su función. Nuestra vida no tendría sentido sin un empeño serio por la santidad. Hemos sido elegidos por Dios para predicar con nuestra vida la llamada universal a la santidad. Y la primera alma de la que responderemos a Dios es de la nuestra propia.

II.

Es mucho lo que depende de nuestra fidelidad –fidelidad y santidad se identifican-. Quizás la salvación de millones de almas, su felicidad y su paz, incluso aquí en la tierra, su alegría. Estamos llamados por Dios a señalar a tantas personas desorientadas su camino. Estamos llamados por Dios, hemos sido escogidos para descubrir a muchas personas el sentido de la vida, la razón de su existencia.

El demonio lo sabe muy bien y apunta a los instrumentos de Dios, para destruirlos. Si logra corromper o inutilizar a uno de nosotros su alegría es comparable –si se puede hablar así- a la inmensa tristeza que el Señor siente.

La lucha por la santidad, por la fidelidad, es por esto dura, tenaz, a veces cuesta sangre. Pero también la recompensa es grande: “Si escuchareis mi voz y observareis mi pacto, seréis para mí, entre todos los pueblos de la tierra, la porción escogida, ya que mía es toda la tierra. Y seréis vosotros para mí un reino sacerdotal y nación santa” (Ex 19, 5-6) .

“Para cumplir una misión tan ardua, hace falta un incesante crecimiento interior alimentado por la oración. San Josemaría fue un maestro en la práctica de la oración, que consideraba una extraordinaria arma para redimir al mundo. Recomendaba siempre: “primero oración; después expiación; en tercer lugar, muy en tercer lugar, acción (Camino, 82). No es una paradoja, sino una verdad perenne: la fecundidad del apostolado reside, ante todo, en la oración y en una vida sacramental intensa y constante. Este es en el fondo el secreto de la santidad y del verdadero éxito de los santos” .

El secreto de la santidad es la unión con Cristo, su seguimiento. Nosotros tenemos, gracias a Dios muy claro el camino para alcanzar la santidad. Si no llegamos es porque no queremos. Aquí entra en juego nuestra libertad. Seremos santos si queremos, si dejamos a Dios actuar en nuestra alma. El camino está marcado, y después de la canonización de nuestro Padre, ya no hay ninguna duda:

“¿Y cómo lograrás tú, hijo mío, y cómo lograré yo esta santificación, esa santidad que Dios nos pide? Él me dio a mí los medios concretos para ser santos en nuestro camino del Opus Dei, y la Iglesia aprobó esos medios: son nuestras Normas de vida. Normas que no tienen más finalidad que la de hacernos santos, con piedad de niños y doctrina de teólogo” .

Aquí tenemos un punto de examen: ¿cómo cuido el plan de vida? Es un termómetro excelente de nuestra situación interior. La vibración apostólica es fruto de la oración. La primera consecuencia de la unión con Dios es la unión con los demás (la caridad). Mi preocupación por la Iglesia, por la expansión de la Obra depende de mi tensión de santidad. La santificación de mi trabajo, ser Cristo que pasa entre mis compañeros… depende de mi vida de oración.

De que tú y yo nos portemos como Dios quiere, no lo olvides, dependen muchas cosas grandes.

“No olvidéis, por lo demás, hijas e hijos míos, que la eficacia apostólica que el Señor espera de nosotros depende de que seamos verdaderamente Opus Dei, con una fuerte unidad de vida. Estamos llamados a dar testimonio de Cristo, a hablar de Cristo, a hacer presente a Cristo en el mundo y desde dentro del mundo: en y a través del trabajo profesional, de la vida familiar, de las relaciones sociales, de la participación –cada uno según sus circunstancias- en los afanes culturales, políticos o sociales con plena libertad y responsabilidad personales” .

La santidad, el apostolado, la unidad de vida, la libertad y la responsabilidad, son conceptos que están unidos.

Cuando hay amor de Dios, el encargo apostólico no es una ocupación a tiempo parcial: es mi vida. San Pablo, cuando estaba de paso en Atenas, esperando a que se le uniera Silas, se consumía interiormente viendo a toda aquella ciudad entregada a la idolatría (Hechos 17, 16). No cesó hasta encontrar el medio de evangelizar al Señor Jesús entre aquellos hombres, utilizando con ingenio sobrenatural el modo de ser de aquel pueblo: eran muy curiosos, “todos los atenienses y los forasteros que allí vivían, en ninguna otra cosa se ocupaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17, 21).

“Amar es... no albergar más que un solo pensamiento, vivir para la persona amada, no pertenecerse, estar sometido venturosa y libremente, con el alma y el corazón, a una voluntad ajena... y a la vez propia” .