14.12.09

Obras son amores

Mt 21, 28-32

“16 de febrero de 1932: + Hace unos días que estoy bastante acatarrado, y eso era ocasión para que mi falta de generosidad con mi Dios se manifestara, aflojando en la oración y en las mil pequeñas cosas que un niño —y más un niño burro— puede ofrecer a su Señor cada día. Yo me venía dando cuenta de esto y de que daba largas a ciertos propósitos de emplear mayor interés y tiempo en las prácticas de piedad, pero me tranquilizaba con el pensamiento: más adelante, cuando estés fuerte, cuando se arregle mejor la situación económica de los tuyos... ¡entonces! —Y hoy, después de dar la sagrada Comunión a las monjas, antes de la santa Misa, le dije a Jesús lo que tantas y tantas veces le digo de día y de noche: [...] “te amo más que éstas”.

Inmediatamente, entendí sin palabras: “obras son amores y no buenas razones”. Al momento vi con claridad lo poco generoso que soy, viniendo a mi memoria muchos detalles, insospechados, a los que no daba importancia, que me hicieron comprender con mucho relieve esa falta de generosidad mía. ¡Oh, Jesús! Ayúdame, para que tu borrico sea ampliamente generoso. ¡Obras, obras!”.

“Hay momentos —anota el 24/XI/32— en que —privado de aquella unión con Dios, que me daba continua oración, aun durmiendo— parece que forcejeo con la Voluntad de Dios. Es flaqueza, Señor y Padre mío, bien lo sabes: amo la Cruz, la falta de tantas cosas que todo el mundo juzga necesarias, los obstáculos para emprender la O..., mi pequeñez misma y mi miseria espiritual”.
¿No era una divina locura emprender la conquista del mundo entero sin medios materiales? y, escribiendo esta catalina, miraba en derredor de su ingrato cuartucho de la calle Viriato, que le traía a la mente el lugar donde se engendró el “Quijote”. («Una cárcel —dice Cervantes— donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación»). Porque, ¿qué valía él, Señor?:

“Nada, ante la maravilla que supone este hecho: un instrumento pobrísimo y pecador, planeando, con tu inspiración, la conquista del mundo entero para su Dios, desde el maravilloso observatorio de un cuarto interior de una casa modesta, donde toda incomodidad material tiene su asiento”. “Fiat, adimpleatur. Amo tu Voluntad [...], seguro —soy tu hijo— de que la O. surgirá pronto y conforme a tus inspiraciones. Amen. Amen”.

El 16 de febrero de 1933 hacía un año de la locución en el comulgatorio de Santa Isabel. Dios mío —exclamaba don Josemaría ante el recuerdo—: “¡cuánto me duele aquel obras son amores y no buenas razones!” Se sabía, y se sentía, privilegiadamente en manos del Señor, en oración continua de día y noche (dádiva que se prologó durante toda su vida), salvo cuando el Señor interrumpía, momentáneamente, esa gracia. Experimentaba entonces el peso muerto de su voluntad: Enseguida se le presentó otra ocasión muy particular de mostrar su fidelidad absoluta a los planes de Dios. A los dos años de atropellos y persecución descarada de la Iglesia, empezaron a reaccionar los católicos españoles. Don Ángel Herrera, hasta entonces director de “El Debate”, el más influyente diario católico, proyectaba crear un centro de formación de sacerdotes, de donde saldrían los futuros consiliarios de la Acción Católica Española. Era don Ángel el Presidente de la Acción Católica, y buscaba sacerdotes de prestigio para dirigir almas. Don Pedro Cantero le habló de don Josemaría, a quien el presidente expuso sus planes sobre la Casa del Consiliario. Con el fin de darle tiempo para pensar sobre el asunto, quedaron citados de nuevo para el 11 de febrero. De la charla hizo el siguiente resumen:

“Me ha ofrecido el Sr. Herrera la formación espiritual de los Srs. Sacerdotes seleccionados por los Ilmos. Prelados españoles que se reunirán a vivir en comunidad en Madrid (en la parroquia de Vallecas), a fin de recibir aquella formación y lo social, que les dará un Padre Jesuita (me dijo el nombre: no me acuerdo). Le he dicho que ese cargo no era para mí: porque eso no es ocultarse y desaparecer. ¡Qué misericordia la de Dios, al poner en mis manos un cargo así! ¡En mis manos, que no han recibido —puedo decir— jamás ni el último nombramiento eclesiástico!”
“El asombro de don Ángel fue, probablemente, mayor que el de don Pedro Poveda el día que don Josemaría le dejó colgado el ofrecimiento de Capellán Honorario de la Casa Real. Aquel cargo en la Acción Católica no era un simple gaje honorífico sino poner en sus manos la dirección espiritual de un grupo de almas selectas, y reconocer sus dotes personales ante la Jerarquía española”.
Terminados los trabajos de reestructuración, el Padre fijó la fiesta del 14 de febrero de 1963 como día para la inauguración de la nueva sede. A las cinco y media de la tarde celebró misa después de consagrado el altar. Al punto de repartir la Comunión se agolparon, sin duda, en su mente recuerdos de la residencia de Ferraz y del Patronato de Santa Isabel, porque éstas fueron las primeras palabras que le vinieron a la boca antes de dar la Comunión a sus hijas:

“Con vuestra licencia, Soberano Señor Sacramentado.
Hijas, ante Nuestro Señor Sacramentado, y ante la Madre Santísima del Señor, que es nuestra Madre, siento el agradecimiento de la primera vez que pusimos un sagrario; de la primera vez que le dijimos al Señor, con palabras de los discípulos de Emaús: quédate con nosotros porque sin Ti se hace de noche.
Quiero deciros —en pocas palabras— que sintáis en vuestro corazón, también vosotras, grandes fervores, gran entusiasmo; entusiasmo que se ha de manifestar en obras, porque obras son amores y no buenas razones. [...]
No defraudéis a Dios Nuestro Señor.
No defraudéis a su Madre bendita.
No me defraudéis a mí, que he puesto en esta casa tanta ilusión, tanto cariño y tanta confianza”.

12.11.09

Confirmación (sesión para padres)

La Confirmación, un camino hacia la madurez cristiana.
Objetivos de la sesión:
1. Sensibilizar a las familias sobre la importancia de la Confirmación.
“Es manifiesto que en la vida corporal constituye cierta perfección especial el hecho de que el hombre alcance la edad perfecta, de suerte que pueda realizar las acciones que corresponden al hombre perfecto. Y por eso, además de la generación, por la cual se recibe la vida corporal, existe el crecimiento y el aumento, por el que se alcanza la edad perfecta. Esto mismo ocurre en la vida espiritual: el hombre recibe la vida por el bautismo, que es una espiritual regeneración; y en la confirmación recibe como la edad perfecta en la vida espiritual. Y por ello es claro y manifiesto que la confirmación es un sacramento especial” (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, q. 72, a. l).
“El don propio de la confirmación —además de los efectos comunes con los demás sacramentos— es perfeccionar la gracia bautismal. Quienes han sido hechos cristianos por el bautismo son aún como niños recién nacidos (cfr. Pdr 2, 2), tiernos y delicados. Con el sacramento de la confirmación se robustecen contra todos los posibles asaltos de la carne, del demonio y del mundo, y su alma se vigoriza en la fe para profesar y confesar valientemente el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. De ahí el nombre de confirmación” (Catecismo Romano, P. II, c. 2, n. 20).
La gracia de Dios es liberadora: cura iluminando la inteligencia y fortaleciendo la voluntad. Es una ayuda para forjar el carácter, afinar la conciencia, decidir con responsabilidad (notas distintivas de una personalidad madura y una conducta recta).
“Por el sacramento de la confirmación se da al hombre potestad espiritual para ciertas acciones sagradas distintas de las que ya recibió potestad en el bautismo. Porque en el bautismo recibe la potestad para realizar aquellas cosas que pertenecen a la propia salvación en el orden puramente individual; pero en la confirmación recibe la potestad para realizar las cosas relativas a la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Como aparece claro en el caso de los apóstoles, quienes, antes de recibir la plenitud del Espíritu Santo, estaban encerrados en el cenáculo perseverando en la oración (Hech 1, 13-14), y cuando salieron de allí no se avergonzaron de confesar públicamente la fe, incluso contra los enemigos de la misma” (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, q. 72, a. 5).
2. Comprender la Confirmación como un nuevo punto de partida en la vida cristiana.

a. Recibir el sacramento de la Confirmación supone aceptar unos ideales (cristianos) y comprometerse con ellos (unas “ideas madres”, que como principios operativos facilitan pensar de modo correcto y actuar con seguridad y coherencia: ser “personas de criterio” que saben muy bien lo que quieren y adonde van).

i. Medios (I): Profundizar en las verdades de la fe mediante la lectura y la reflexión, para dar razón de nuestros actos y explicar el porqué de nuestras convicciones.
ii. Medios (II): Afianzar una sólida vida de piedad (relación personal con Dios).

3. Vivir la Confirmación como un “acontecimiento familiar”.

a. La catequesis más importante se recibe en la familia.
“La madre nutricia de la educación [cristiana] es ante todo la familia: en ella los hijos, en un clima de amor, aprenden juntos con mayor facilidad la recta jerarquía de las cosas, al mismo tiempo que se imprimen de modo como natural en el alma de los adolescentes formas probadas de cultura a medida que van creciendo” (Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, n. 61).
b. Con la Confirmación se adquiere un compromiso firme, estable y definitivo. Es un momento decisivo en la vida cristiana porque se asume una responsabilidad y es preciso mantenerse fieles a lo prometido, aunque suponga sacrificio. Por madurez, no se puede jugar con lo que se promete (la persona madura es consciente de que sólo con sacrificio y olvido de sí se puede cumplir con fidelidad lo que se promete). Las tentaciones contra la fidelidad siempre están al acecho.

4. Algunos valores y enseñanzas que se pueden aprender en la familia con motivo de la Confirmación.

1. La Confirmación supone asumir como propia una responsabilidad: vivir los compromisos de la vida cristiana (cumplir los mandamientos, conocer las enseñanzas del Magisterio, esforzarse por practicar las virtudes).

2. Los compromisos se han de mantener, aun a sabiendas de que más de una vez pueden suponer sacrificio y esfuerzo.

3. Responder en conciencia a lo prometido. Enseñar a hacer oídos sordos a la presión del ambiente, a los consejos o puntos de vista de quienes traten de disuadirnos de un compromiso fiel.

4. Educar los sentimientos, para potenciar la responsabilidad y hacer operativo lo que se prometió. Encauzar bien los sentimientos es indispensable para madurar y atinar en las decisiones.

Sansueña, noviembre de 2009.

9.11.09

Aprovechamiento del tiempo

Parábola de los talentos (Mt 25, 14-30) y de los trabajadores ociosos (Mt 20, 1-16). “Negociad mientras vengo”: hemos recibido de Dios unos dones para hacerlos fructificar durante un periodo limitado de tiempo.
"Hay dos virtudes humanas -la laboriosidad y la diligencia-, que se confunden en una sola: en el empeño por sacar partido a los talentos que cada uno ha recibido de Dios. Son virtudes porque inducen a acabar las cosas bien" (Amigos de Dios, 81).
Nuestra condición de criaturas significa que no somos dueños absolutos de nuestro tiempo: ni nuestro comienzo ni nuestro fin está en nuestras manos. Nuestras vidas están medidas por el tiempo durante el cual podemos merecer. El tiempo es nuestro tesoro, el “dinero” para comprar la eternidad (Surco, n. 882). El tiempo es gloria (Camino, n. 355).
"Subrayaba, como he apuntado antes, la necesidad de amar al Señor en todas las circunstancias: llenar el tiempo, hijos míos, no es aprovechar el tiempo. Muchas veces nos pueden decir: ¡cuánto has trabajado hoy! Y, sin embargo, tenemos conciencia plena de que aquel día sólo hemos llenado el tiempo, sin aprovecharlo para Dios, porque nos ha faltado la finura de amor con que debíamos haberle ofrecido toda esa jornada. Exhortaba a realizar el trabajo acabadamente por amor a Dios y pensando en Él. En 1966 nos aconsejaba: a Dios no se le puede dar una cosa mal hecha. Dentro de nuestras debilidades personales, hemos de procurar hacer lo mejor posible todo lo que esté en nuestras manos. Este es el gran secreto divino para dar sentido sobrenatural y eficacia a nuestra vida corriente" (Memoria del Beato Josemaría).
Brevedad del tiempo sobre todo si consideramos la inmensa tarea que tenemos por delante: santificación personal y santificar todos los ambientes.
No desaprovechar ninguna ocasión...
Tengamos prisa en amar y no nos cansemos de hacer el bien... Mientras tenemos tiempo, hagamos bien a todos (Ga 6, 9-10).
La entrega a Dios se concreta cada día en la entrega del tiempo: Suelo repetir que nuestra entrega es total, y que deseamos dárselo todo a Dios, hasta el último segundo de cada día, porque no es nuestro (Crónica, X-1973, p. 903). Para eso pregúntate muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo hacer? (Camino, n. 772).
Para que nuestro tiempo sea fecundo hemos de procurar corresponder a las gracias actuales que Dios nos concede para cada día: Hodie et nunc! Esas gracias se pierden si no correspondemos con generosidad y se retarda nuestra santificación y la de los demás. “Pórtate bien ahora”, sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti (Camino, n. 253).
No dejes tu trabajo para mañana (Camino, n. 15). Y menos, el trabajo apostólico. Los retrasos son irrecuperables.
¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces (Camino, n. 815).
Dios nos va dando gracias actuales en la medida que respondemos. Si no respondemos, se corta el flujo. Cuando luchamos, resulta que las cosas cuestan menos.

29.10.09

Steve Jobs en la graduación de Stanford en 2005

Dolor y consuelo

“¡Lo único que sé de mí es que sufro…!”, dice el alma desconsolada. Duns Scoto evocaba la desolación humana en aquel “la persona es la última soledad” que quiere ser escuchada, que solicita respuesta. Como decía Juan Bautista Torelló (Psicología y vida espiritual), necesita consoladores, no simple consuelo. Es decir, no solo requiere “solatio” (solaz, alivio, pensar cosas bonitas) sino “consolatio” (alivio-comunión, alguien que le abrace), como dice el Salmo 63: “el dolor me rompe el corazón, estoy desesperado. Busco un consolador y no lo hallo”, por eso quien sufre sumido en la tristeza no busca sermones ni palabras, sino que necesita la compañía y abnegación del amigo, la dimensión femenina de llorar juntos: “bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados” (Mt 5,5), y el que no tiene quien esté a su lado dirá aquello de “he llorado mucho por la noche, porque mi consolador está lejos de mí” (Jer 1,16).

No todos los amigos saben consolar bien, como con los de Job: “sois todos unos consoladores pelmazos” (Job 16,2). Recuerdo un sacerdote muy bueno agonizando, contento de estar acompañado, y yo veía a unos parientes que le hablaban deseosos de preguntarle: “¿estás bien?, ¿cómo te encuentras?, ¿deseas algo?” y al final el moribundo dijo: “sí, ¡que os calléis!” Quería compañía, pero que no le agobiaran, morir tranquilo… él tenía el consuelo de Dios: “Yo, yo mismo os consolaré. Transformaré vuestra tristeza en alegría… El Señor dice: Os llevaré en brazos y jugaréis sobre mis rodillas. Como una madre consuela a sus hijos, así os consolaré yo” (Is 65,11-13). Es difícil esta simpatía, que no consiste en dar al otro lo que le gusta sino lo que le conviene, no es sensiblería sino contacto y distancia a la vez, com-padecer tiene esa comunión evangélica de “si un miembro sufre, todos sufren; si un miembro se alegra, todos se alegran con él” (1 Cor 12,26) y ahondando en ello sigue san Pablo: “Cristo es quien nos consuela en toda tribulación… sabedores de que, así como participáisteis en nuestros padecimientos, así también participaréis en los consuelos” (2 Cor 1,3-7). Comenta Torelló: “Cristo conforta pues, no sólo porque por ser verdadero Dios conoce al yo individual que sufre en su soledad, ni porque Él haya dado respuesta a la pregunta sobre el sentido del dolor, sino porque Él mismo es la respuesta a todos los interrogantes del hombre. Cristo no ha resuelto el misterio, sino que lo ha hecho precisamente más profundo y mayor: Mysterium Crucis.” La gran paradoja que decía Juan Pablo II, más allá de toda razón según san Pablo, que resplandece en la noche pascual, pues Cristo venció a la muerte, pero sigue de algún modo sufriendo en cada sufriente, Jesús está queriendo consolar a cada persona que sufre, sufrir con ella. Y esto no se queda en palabras, como descubrió aquella persona: "Hoy comprendo lo que es amar la cruz: acabo de ver a Cristo clavado en mi cruz, ahora cuando sufro, sufro abrazada a Él!"

Y nosotros hemos de llevar el consuelo que necesita quien pasa por momentos de dolor. No hay técnicas generales, pues nada peor que “despachar” a esas personas con estereotipos, frases hechas, como si fueran niños o idiotas… “se necesita decisión y presencia de ánimo, no para ‘exigir’ sino para despertar posibilidades adormecidas, fuerzas amodorradas, libertades y esperanzas inhibidas…”

La manera mejor de salir de la espiral del dolor, cuando no se puede curar, es trascenderlo: cuando se sufre por una persona, cuando se pasa de aguantar a aceptar, cuando se pasa al ofrecimiento, a la vida como donación y sacrificio, y entonces ya no es algo impuesto el dolor sino libre, como Jesús que da la vida (la penitencia por ejemplo es expiación querida, a diferencia del castigo que es expiación impuesta).

La esencia del sacrificio no es el dolor, sino el amor, no somos masoquistas… así “Cristo nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos consolar a otros en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Cor 1,4).

Llucià Pou Sabaté

12.6.09

Meditaciones varias

Índice

Amor de Dios
El amor de Dios por nosotros
Eucaristía
Guarda del corazón
Santa Misa
Humildad y sinceridad
Apostolado personal dirigido
Desprendimiento. Imitación de Cristo
Epifanía
Eucaristía
Cuaresma
Fidelidad
Filiación divina y apostolado
Guarda del corazón
Las tentaciones de Jesús (Lc 4, 1-13)
Vida en familia: calor de hogar
Homilía Corpus Christi 2004 (13-VI)
Cuaresma
Optimismo
Alegría fundamentada en la fe
Oración
Pascua
Sentido de responsabilidad en la propia santidad
Sentimientos y vida interior
El corazón y los afectos
Sinceridad
Común de la dedicación de una iglesia
Devoción a los primeros cristianos
Prestigio profesional
Valor santificador de las dificultades
Parábola del trigo y la cizaña
Meditación del Padre en Vilnius
Vibración apostólica
Tibieza y desaliento
Vocación y apostolado
Oraciones vocales
Vocación y apostolado
Alegría
Apostolado: audacia
Fraternidad
31 de diciembre
Fue, se lavó y volvió con vista (Jn 9, 1-41)
Cuaresma
Agradecimiento a Dios por los dones recibidos
Inicio de la Cuaresma
Oración
Encargo apostólico concreto







El amor de Dios por nosotros

Dios es Amor, y todos sus actos son fruto de ese Amor. Dios no se cansa de salir a nuestro encuentro a pesar de que a veces le rechacemos o miremos hacia otro lado.

En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que recibiéramos por él la vida. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados (1 Jn 4, 9-10).

En la muerte Cristo nos ha amado hasta el extremo de seguir buscándonos incluso cuando le ofendemos o le rechazamos (cfr. Jn 13, 1). La Eucaristía es la presencia sacramental de Cristo que desea a vivir en nosotros y con nosotros por Amor.

Hemos de ver en las dificultades, en las enfermedades el cariño de Dios que nos purifica para podernos unir a Él, y que cuenta con nuestra colaboración para ganar almas para el Cielo. Cuando ames de verdad la Voluntad de Dios, no dejarás de ver, aun en los momentos de mayor trepidación, que nuestro Padre del Cielo está siempre cerca, muy cerca, a tu lado, con su Amor eterno, con su cariño infinito (Forja, n. 240).

Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor (Jn 15,9). Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn 4, 16). Toda nuestra vida cristiana se apoya en el amor Dios y lleva a corresponderle con un amor desinteresado, libre, personal, total. Por otro lado, el Señor nos ha mostrado una especial predilección eligiéndonos para la Obra. No sé qué te ocurrirá a ti..., pero necesito confiarte mi emoción interior, después de leer las palabras del profeta Isaías: "ego vocavi te nomine tuo, meus es tu!" —Yo te he llamado, te he traído a mi Iglesia, ¡eres mío!: ¡que Dios me diga a mí que soy suyo! ¡Es como para volverse loco de Amor! (Forja, n. 12).


Eucaristía

Cfr. Jn 6, discurso eucarístico.

Cfr. Sacramentum caritatis n. 7.

I. Jesús es enviado al mundo para salvar al mundo. “Dios envió a Jesús al mundo para que el mundo se salve por él”.

Jesús es el enviado de Dios.

Participamos de la misión de Jesús. Los discípulos de Jesús participamos de ese envío de Dios al mundo. Y esto es una consecuencia de nuestra filiación divina, que tiene mucha importancia. En Jesús no se puede separar su ser Dios, de su ser Redentor.

Nosotros estamos totalmente implicados en la misión redentora de Jesús, porque Cristo mismo nos asimila a sí. “Este pan que vosotros veis sobre el altar, santificado por la palabra de Dios es el cuerpo de Cristo. Este cáliz, mejor dicho, lo que contiene el cáliz, santificado por la palabra de Dios, es sangre de Cristo. Por medio de estas cosas quiso el Señor dejarnos su cuerpo y su sangre, que derramó para la remisión de nuestros pecados. Si lo habéis recibido dignamente, vosotros sois eso mismo que habéis recibido” (San Agustín).

“No sólo nos hemos convertido en cristianos, sino en Cristo mismo” (San Agustín).

De que tú y yo nos portemos como Dios quiere, no lo olvides, dependen muchas cosas grandes (San Josemaría).

II. Para cumplir ese designio de salvación eterna, Jesús se entrega por completo. En la Eucaristía Jesús no da “algo”, sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su cuerpo.

La entrega de Jesús es una oblación voluntaria.

“El cumpleaños del Santo Padre me trae a la memoria la fumata bianca del 19 abril de 2005. El humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciaba no sólo una elección, sino también una oblación. Era señal de aceptación gustosa del peso que supone ser el Sucesor de San Pedro, cuando en el horizonte del Cardenal Joseph Ratzinger se divisaba un justo y merecido descanso, después de largos años de trabajo intenso en la viña del Señor” (Carta 16/04/07 con motivo del 80 cumpleaños del Papa).

Nosotros hemos sido elegidos por Dios y nuestro Serviam! lo actualizamos cada día, en cada momento. Todo nuestro actuar es un actuar para Dios, una entrega gustosa al cumplimiento de la voluntad de Dios. A eso llamamos unidad de vida.

Como la Virgen María, estamos plenamente disponibles a la voluntad de Dios.

III.

En la Eucaristía Jesús nos entrega su entrega. “Entrega así toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino”.

Guarda del corazón

Cfr. Aprender a madurar (p. 163, dominar la afectividad).

El fundamento y la base nutriente de la virtud es el amor a Dios; si no, la vida cristiana y la ascética no dejaría de ser un código de medidas profilácticas.

La lucha por custodiar nuestros afectos y nuestra intimidad se justifica por el amor incondicionado a Dios. Dios ha de ser amado con todo el corazón.

La virtude la santa pureza, si no es bien entendida, no es bien vivida.

El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido...

Donde está tu tesoro, allí está tu corazón…

… dispuestos a vender todo.

No rehuir una disyuntiva cierta que tienen todos los hombres: el bien eleva a las almas al amor de Dios, o el mal les arrastra al suelo de un amor que estraga los afectos y sentimientos.

El corazón esta hecho para amar. Si no se le da un amor limpio, se venga.

Nuestra vocación es una llamada al amor. Somos enamorados del Amor (Forja, n. 492).

El Señor, tu Dios, es fuego que devora, es un Dios celoso (Dt 4,24). 24). El Señor nos quiere enteramente para Sí y no se satisface "compartiendo": lo quiere todo (Camino, n. 155).

Con todo cuidado guarda tu corazón, porque de él brota la vida (Prov 4,23).

El corazón es la sede de la personalidad moral (CEC , n. 2517). Guardar el corazón significa guardar la intimidad, los afectos, lo más entrañable del alma, para dárselos a Dios y para amar limpiamente las criaturas (cfr Forja, n. 98).

Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios (Mt 5, 8).

Es necesario tener el corazón libre para «ver a Dios» en los sucesos de nuestra vida, en las demás personas, para ser contemplativos (cfr. Forja, n. 412).

Se necesita una disposición habitual de que el corazón esté por encima de otros “amores”: consuelos terrenos, compensaciones veladas, apegamientos a personas que se disfrazan bajo el velo de una aparente caridad, rincones en el alma...

Oración y mortificación constantes para guardar el corazón. Mortificar los sentidos internos y externos. Evitar apegamientos, la vanidad, la tendencia a llamar la atención, a ser el centro, el afán desmedido de encontrar siempre respuestas afectivas por parte de los demás; las preferencias y predilecciones menos ordenadas... (cfr Forja, n. 414).

Cfr. Camino, nn. 150-167; Surco, nn. 785-830; Meditaciones, I, n. 12.

Santa Misa

La vida interior no es otra cosa que una tarea, un empeño, que consiste en dejarse guiar por el Espíritu Santo y ser dóciles a las mociones interiores –y a veces exteriores- con las que inspira nuestra inteligencia y nuestra voluntad. Por eso la lucha hacia la santidad ha sido explicada por muchos autores espirituales utilizando la imagen de un barco velero que surca un océano. Para alcanzar la ruta, el velero tiene que desplegar las velas y dejarse empujar por el viento. Así, el alma del cristiano que aspira a ir al Cielo ha de estar atento a los vientos que llegan de Dios y abrir el alma para ser empujada por la fuerza de su amor.

La vida interior implica interioridad, penetrar en lo profundo. La interioridad se alimenta de momentos de oración y de momentos de quietud. La vida interior permite que nuestra existencia sea vivida en un continuo acto de fe, de esperanza y de amor, y nos permite llegar a ser contemplativos en medio del mundo.

Hay un algo divino que se esconde en las circunstancias más ordinarias de la vida. Y ese algo divino sólo puede percibirlo quien tiene vida interior.

Tener vida interior es vivir la existencia personal habiendo encontrado a Dios, y profundizando en ese encuentro.

Profundizar en nuestra filiación divina es profundizar en la santa misa, porque el momento central de la filiación divina es la santa misa. En la santa misa nos hacemos uno con Cristo. Y esta unidad la obra el Espíritu Santo.

Aquí entendemos la importancia que tiene la Santa Misa, por su realismo, porque estamos ante la realidad de la presencia de Cristo entre nosotros. En la Santa Misa se hace presente la corriente trinitaria del amor de Dios que se difunde por el mundo.

Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Santa Misa .

En la Santa Misa somos incorporados a la vida divina. Dios no busca nada en la santa misa, se nos da Él. En la misa somos divinizados, ofrecemos nuestra vida con Cristo, nos fundimos con Dios. En la misa, Cristo se hace contemporáneo nuestro. En la misa nos introducimos en el vivir de Cristo. La intensidad con la que vivimos la misa depende de nuestra fe.

Lucha para conseguir que el Santo Sacrificio del Altar sea el centro y la raíz de tu vida interior, de modo que toda la jornada se convierta en un acto de culto —prolongación de la Misa que has oído y preparación para la siguiente—, que se va desbordando en jaculatorias, en visitas al Santísimo, en ofrecimiento de tu trabajo profesional y de tu vida familiar.... (San Josemaría, Forja, 69).

El cristiano aspira a ser alma de Eucaristía, porque la misa se convierte en el centro de su vida. La misa, dice el Concilio Vaticano II, es “Centrum et radix” de la vida interior (Cfr. Presbiterorum Ordinis, 14).

Don Álvaro glosaba estas ideas y nos ayuda a comprender qué significa que la santa misa es centro y raíz de la vida inteiro:

“En primer lugar, la Misa es centro; debe ser, por tanto, el punto de referencia de cada uno de nuestros pensamientos y de cada una de nuestras acciones. Nada ha de desarrollarse en la vida tuya al margen del Sacrificio eucarístico. En la Misa encontramos el modelo perfecto de nuestra entrega. Allí esta Cristo vivo, palpitante de amor. En aparente inactividad, se ofrece constantemente al Padre, con todo su Cuerpo Místico —con las almas de los suyos—, en adoración y acción de gracias, en reparación por nuestros pecados y en impetración de dones, en un holocausto perfecto e incesante. Jesús Sacramentado nos da un impulso permanente y gozoso a dedicar la entera existencia, con naturalidad a la salvación de las almas, embebidos de ese divino afán en que se concreta el modo de vivir lealmente, sin medias tintas, nuestra vocación al Opus Dei” (CF I, 226).

“Si toda nuestra existencia ha de ser corredención, no me olvides que en la Santa Misa adquiere tu vida esa dimensión corredentora, ahí toma su fuerza y se pone especialmente de manifiesto. Por eso, la Misa es la raíz de la vida interior. Hemos de estar bien unidos a esa raíz, y esto depende también de nuestra correspondencia. De ahí que nuestra entrega vale lo que sea nuestra Misa, te concreto parafraseando a nuestro Padre; nuestra vida es eficaz, sobrenaturalmente hablando, en la medida de la piedad, de la fe, de la devoción con que celebramos o asistimos al Santo Sacrificio del Altar, identificándonos con Jesucristo y sus afanes redentores” (CF I, 228).

La Santa Misa es el momento cúlmen del encuentro con la Trinidad. En la Eucaristía se da la Trinidad. La meta de la vida cristiana es el encuentro con la Trinidad.

Para crecer en amor de Dios y dar un salto cualitativo en la vida interior podemos esforzarnos en vivir mejor la santa misa: la preparación; la participación activa y devota…

¿Cómo podemos tratar a Dios en cada una de las rúbricas de la misa? Cfr. Es Cristo que pasa, nn. 88-89.

Luchando porque la santa misa sea el centro de nuestro día, amamos a la Iglesia porque “la Eucaristía hace la Iglesia”. La Eucaristía hace la unidad. Y es en la Eucaristía donde se enciende nuestro amor por las almas, porque al hacernos uno con Cristo participamos de sus sentimientos.


Humildad y sinceridad

Mt 23, 1-12
Cn 11/98

• Pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.

• Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

- Lo que más empuja y arrastra es el ejemplo.
- Lo que más destroza no es el mal ejemplo, sino la incoherencia.
- El peligro de convertirse en unos burócratas del amor de Dios. La técnica de hablar de Dios, de hablar de lo sobrenatural, de virtudes…

• Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros.

“¿Te han puesto a presidir? No presumas, en entre los demás como uno de ellos y atiéndelos” (Sab 32).

“La humildad es la basa y fundamento de todas las virtudes y sin ella ninguna lo es. Ella allana inconvenientes, vence dificultades, a gloriosos fines nos conduce. De los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios: es madre de la modestia y hermana de la templanza” (Miguel de Cervantes).

Jesús reprocha la insinceridad de vida de los fariseos. Dios no detesta al pecador, pero sí al hipócrita.

“Guardé silencio resignado, no hablé con ligereza; pero mi herida empeoró, y el corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba, hasta que solté la lengua”

“Al que oculta sus crímenes no le irá bien en sus cosas; el que los confiesa y se enmienda obtendrá misericordia” (Prov 28).

La causa de la insinceridad no siempre es la mala voluntad, sino la falta de rectitud de intención, la soberbia, el yo, que se mete en nuestra vida de mil formas distintas: camuflado en un afán de seguridades en esta tierra, o en un afán de tener un nombre, o de buscar la consideración y la estima, o por el miedo al fracaso…

Vive instalado en la mentira quien no tiene unas intenciones claras en su obrar. Un trabajo que no está hecho por amor a Dios no vale para nada.

Ocurre que hay personas que no se sabe dónde tienen puesto el corazón, hasta que se descubre que lo tienen puesto… en ellas mismas. Se descubren entonces posos de soberbia, de egoísmo, de sensualidad.

No existe la intención recta en estado puro: continuamente se nos tuerce y continuamente hemos de rectificarla, de reconducirla hacia los ideales nobles y grandes por los que merece la pena el sacrificio y la entrega.

Un medio que nos ayudará a la humildad: el examen de conciencia bien hecho.

Apostolado personal dirigido

Optimismo y fe ante el panorama apostólico que tenemos por delante. Ha venido para transmitirnos lo que el Padre tiene en la cabeza y en el corazón.

El Señor ahora nos está pidiendo una actitud de fe y obediencia. Echa las redes a la derecha. No obedecemos como mandados, como criados; obedecemos pensando que hacemos una labor sobrenatural, divina; y esa labor dará frutos sobrenaturales, divinos. Algunos de esos frutos quizás no los veamos, pero los habrá.

El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero (2 Tm 2, 6). Queremos trabajar como nos pide Dios.

El apostolado es dirigido. Ninguno hace la guerra por su cuenta, porque no sería eficaz, y se perderían muchas energías.

Con frecuencia pensamos en nuestros amigos, tenemos iniciativas, nos planteamos metas; pedimos consejo, nos orientan; aprendemos; y también, nos exigen. No somos autómatas, ni nos cortan las alas. Dios se sirve de los hombres como instrumentos, y los directores nos orientan. El fruto en la labor apostólica viene por la obediencia. Si obedecemos, si nos lo creemos, la pesca será abundante.

La mies es mucha y los obreros pocos (Mt 9, 37). Nuestro afán de almas nos lleva a preocuparnos por las personas que tenemos a nuestro alrededor.

El apostolado es como la respiración del cristiano: no puede vivir un hijo de Dios sin ese latir espiritual (Meditaciones, II, p. 205). El que no respira se muere.

“Un día del verano de 1966, Josemaría Escrivá, Álvaro del Portillo y Javier Echevarría van desde il Castelletto del Trebbio a Florencia. Entran en un gran almacén de ropa para comerciantes detallistas. Convencen al encargado de que les venda sólo tres pantalones, a precio de por mayor, que es baratísimo: 600 liras (unas 60 pesetas), la unidad. Mientras Álvaro y Javier escogen las tallas, pasan al probador, esperan a que se los envuelvan, pagan, etcétera, Josemaría ha tomado aparte a uno de los tenderos. Se interesa por su trabajo y por su descanso, por su familia y por su vida cristiana... El hombre de la tienda se queda removido y alentado, porque un sacerdote —él no sabe con quién ha estado hablando— se ha interesado por su vida y por su alma. Al despedirse, el tendero les comenta a Álvaro y a Javier, con un guiño de simpática complicidad: —Il vostro compagno non perde il tempo, eh, ma lo fai molto bene!

También así, en un lugar de paso, con una persona a quien quizá no vuelva a ver nunca, Escrivá vive lo que escribe y predica: Ser una brasa encendidísima, sin llamaradas que se vean de lejos: una brasa que ponga el primer punto de fuego, en cada corazón que trate...”. (El hombre de Villatevere).

Tenía esa capacidad de meterse en la vida de las personas en la primera conversación. Pasaba rápidamente a interesarse por sus cosas, al trato personal.

“Josemaría tiene una facilidad prodigiosa para hacer amigos. Pero no es de esos hombres que confunden la amistad con la mera relación social, o con el trato de cortesía. No. Él sigue, atiende y cuida a sus amigos: les visita; les escribe; les invita a su casa; se interesa por su salud y por la marcha de sus trabajos; está al tanto de los sucesos alegres o tristes de su familia; saca tiempo de donde puede para ocuparse de su pequeña o grande necesidad; les hace un favor, si está en su mano; y, si llega la ocasión, da la cara por ellos. En dos palabras: sabe quererlos.

Pedro Cantero Cuadrado, que llegará a ser arzobispo de Zaragoza, es uno de tantos buenos amigos de Escrivá. Lo es desde el primer encuentro fortuito, en aquel viejo caserón de la calle de San Bernardo de Madrid, sede de la Universidad Central, en 1930. Allí, un día de septiembre, en el ajetreo de los exámenes, se conocen los dos jóvenes sacerdotes. «Enseguida —evoca Cantero— se estableció entre nosotros una corriente de confianza mutua. Nos dimos nuestras direcciones. Empezó así una amistad que duraría toda la vida (...). Era una amistad recia y estrecha. Josemaría fue entrando poco a poco en mi alma, haciendo un verdadero apostolado de sacerdote a sacerdote” (El hombre de Villatevere).

El Señor se compadece de los que andan como ovejas sin pastor. Se conmueve viendo las necesidades de la gente. “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban cansados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9, 36)

Al Señor le preocupan los demás, y le preocupan las necesidades de los demás antes que las suyas propias “Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino” (Mt 15, 32).

“Acortar los tiempos”. Acortar los tiempos significa no esperar. No es ser imprudentes. Acortar los tiempos es hacer rendir los talentos. Acortar los tiempos es rezar más por nuestros amigos. Acortar los tiempos es tener el deseo de interpelar, de urgir a la gente a que se tome en serio su vida cristiana.

Acortar los tiemps es preguntar después de un medio de formación: ¿qué has concretado?, o después de una meditación, ¿has rezado? ¿te ha dicho ayudado para mejorar en algo?

Un chico joven hablaba un día con el Director del Club y le preguntaba por su vida interior:

“- ¿rezas?
- Sí, -contesta- todos los días. Leo el Evangelio, pienso que el Señor está conmigo.
- ¿Eres mortificado?
-Sí, -vuelve a contestarle- tengo una lista pequeña, con 4 o 5, y cada día procuro hacer una o dos.
- ¿Haces apostolado, quieres acercar a Dios a tus amigos? Sí, rezo por ellos. Les cuento lo que hago.
- ¿Y dónde has aprendido a vivir todo esto, en los medios de formación?
No. Esto lo he aprendido a vivir en el Bar Jamaica, porque después de cada Círculo iba con el que lo daba y hablábamos un rato”.

Los medios de formación, sirven, son realmente eficaces si se habla con la gente después.

A veces el sacrificio que podemos ofrecer a Dios es la perseverancia en nuestra labor, el esfuerzo que ponemos por mantener un trato ininterrumpido con nuestros amigos, y el sufrimiento que nos pueda producir la falta de correspondencia a la gracia de nuestros amigos.

No nos desanimaremos por las dificultades. El apostolado exige poner en ejercicio un cúmulo de virtudes: espíritu de sacrificio, orden, constancia, vencer la pereza. El desánimo es como la tristeza, aliada del enemigo.

(Lc 5, 1, 11). ¡Oh poder de la obediencia! El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro. Toda una noche en vano. Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron “piscium multitudinem copiosam”, una gran cantidad de peces. Créeme, el milagro se repite cada día (Camino, 629).

El celo es una chifladura divina de apóstol que te deseo y tiene estos síntomas: hambre de tratar al maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia, que nada hace desfallecer (Camino, 934).

Preocupación constante por las almas. La única preocupación que debemos tener: los demás. Así viviremos felicísimos. Es el secreto de la felicidad. Los que tienen problemas personales, los tienen por el egoísmo de pensar en ellos mismos.

“Almas, almas de apóstol, son para Ti, para Tu gloria”, le podemos decir a Jesús. Una única preocupación porque queremos vivir como Cristo: su misma vida. Y a Cristo le interesan las almas, le interesa que nosotros seamos buenos instrumentos. Para esto nos ha escogido.

Santa María, Regina Apostolorum, ayúdanos a tener fe, a creernos que podemos quitar todos los obstáculos que impiden que la gracia de Dios llegue a las almas, las purifique y las haga felices.

Desprendimiento. Imitación de Cristo

Nuestra entrega en Casa es total, completa. Queremos imitar a Jesús en la Cruz: humanamente, desposeído de su realeza. Siendo Dios se nos entrega a los hombres.

“Corazones generosos, con desprendimiento verdadero, pide el Señor. Lo conseguiremos, si soltamos con entereza las amarras o los hilos sutiles que nos atan a nuestro yo. No os oculto que esta determinación exige una lucha constante, un saltar por encima del propio entendimiento y de la propia voluntad, una renuncia —en pocas palabras— más ardua que el abandono de los bienes materiales más codiciados.

Ese desprendimiento que el Maestro predicó, el que espera de todos los cristianos, comporta necesariamente también manifestaciones externas. Jesucristo cœpit facere et docere: antes que con la palabra, anunció su doctrina con las obras. Lo habéis visto nacer en un establo, en la carencia más absoluta, y dormir recostado sobre las pajas de un pesebre sus primeros sueños en la tierra. Luego, durante los años de sus andanzas apostólicas, entre otros muchos ejemplos, recordaréis su clara advertencia a uno de los que se ofrecieron para acompañarle como discípulo: las raposas tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; más el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza. Y no dejéis de contemplar aquella escena, que recoge el Evangelio, en la que los Apóstoles, para mitigar el hambre, arrancan por el camino en un sábado unas espigas de trigo” .

¿Quién me diera, Jesús, no tener más ataduras en esta tierra que tres clavos y una cruz?

Corazones partidos yo no los quiero, y si le doy el mío, lo doy entero.

“Despégate de los bienes del mundo. —Ama y practica la pobreza de espíritu: conténtate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente.
—Si no, nunca serás apóstol” .

El desprendimiento, la pobreza, se viven realmente cuando se notan sus exigencias. No amas la pobreza si no amas lo que la pobreza lleva consigo .

No tener ataduras en esta tierra nos permite tener el corazón libre, para ponerlo en lo que es verdaderamente importante en nuestra vida: amar a Dios y darnos a los demás.

Desprendimiento-libertad de corazón-pureza.

Dios se ha metido en nuestra alma. Nos ha pedido todo. No tenemos derecho a ir reclamándole espacios de autonomía, de libertad. Sería libertinaje (parábola del hijo pródigo: donde pensaba que encontraría libertad, encuentra miseria y esclavitud).

Queremos tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra. Se aprende a vivir desprendido mirando a Jesús en el Sagrario. Es cuestión de oración.

Anécdota. Cuando están en el mayor de los agobios, en octubre de 1948, preside el Padre unas «jornadas de trabajo» con hijas suyas que desempeñan cargos de dirección dentro de la Obra. Se reúnen en Los Rosales. Cuando llega el turno a una sesión titulada «Estudio de la situación económica», las asistentes suponen que de ese análisis han de salirles soluciones financieras para el sostenimiento de las labores apostólicas. Sobre la mesa del comedor -que es donde desarrollan esas sesiones- se apilan carpetas, blocs de notas, fichas de experiencia, folios con presupuestos de gastos y con previsiones de ingresos, resúmenes de administraciones domésticas, etc. Pero el Padre cambia los planes que llevan elaborados:
-Hijas mías, la cuestión económica se resuelve a base de responsabilidad personal y de pobreza también personal... Y eso, más que un tema para estudiarlo aquí entre todos, es un asunto que cada una debe tratar con el Señor, a solas, en su oración .

Pobreza real, que se nota. “Tú dices que no tienes nada, pero usas de todo”.

El desprendimiento se vive con la voluntad. Anécdota de las llaves del coche.

Pobre, desprendido, aunque tenga millones a mi disposición.

Desprendido de mi mismo: mis planes, mis opiniones, mis gustos, mi descanso, mis aficiones, mi tiempo, mi trabajo, mis fines de semana, mi futuro. No tener cotos cerrados.

Vivir al día, de paso y con lo puesto. “Se puede decir que nuestro Señor, cara a la misión recibida del Padre, vive al día, tal y como aconsejaba en una de las enseñanzas más sugestivas que salieron de su boca divina: no os inquietéis, en orden a vuestra vida, sobre lo que comeréis; ni en orden a vuestro cuerpo, sobre qué vestiréis. Importa más la vida que la comida, y el cuerpo que el vestido. Fijaos en los cuervos: no siembran, ni siegan, no tienen despensa, ni granero; y, sin embargo, Dios los alimenta. Pues, ¡cuánto más valéis vosotros!... Mirad cómo crecen los lirios: no trabajan, ni hilan; y, no obstante, os aseguro que ni Salomón, con toda su magnificencia, estuvo jamás vestido como una de estas flores. Pues, si a una hierba que hoy crece en el campo y mañana se echa al fuego, Dios así la viste, ¿cuánto más hará con vosotros, hombres de poquísima fe?” .

“Me dices que deseas vivir la santa pobreza, el desprendimiento de las cosas que usas. —Pregúntate: ¿tengo yo los afectos de Jesucristo, y sus sentimientos, con relación a la pobreza y a las riquezas?

Y te aconsejé: además de descansar en tu Padre-Dios, con verdadero abandono de hijo..., pon particularmente tus ojos en esa virtud, para amarla como Jesús. Y así, en lugar de verla como una cruz, la considerarás como signo de predilección”

¿Tiempo para mí? Tiempo para Dios y para los demás. “Es que no tengo tiempo”. No tener cosa alguna como propia.

Desposeídos de nosotros mismos: que se nos pueda pedir cualquier cosa y a cualquier hora. Sin que tengan que medir las palabras. Nunca se dice que no se sabe o que no se puede.

Anécdota. “Tú dispensado de hacer apostolado”. Haz favores a la gente. En poco tiempo, la persona más querida en su ambiente. Una charla, un círculo… Llegar cansados al final del día, como nuestro Padre: “Josemaría, hoy no se ha acordado de Josemaría”.

“Señales de verdadera pobreza: no tener cosa alguna como propia; no tener nada superfluo; no quejarse cuando falta lo necesario; cuando se trate de elegir algo para uso personal, elegir lo más pobre, lo menos simpático” .

Anécdota. En marzo de 1950, con motivo de sus «bodas de plata» sacerdotales, regalan un reloj a Josemaría Nuestro Padre. Le gusta, y empieza a usarlo muy ilusionado. Pero, al poco tiempo, ya no lo lleva.

Me gustaba tanto que me estaba apegando a él. Lo he entregado. Así, «muerto el perro, se acabó la rabia» .

Pedir a la Virgen un corazón grande, enamorado, puesto por entero a los pies de Jesús.

Epifanía

Además de una solemnidad de la Iglesia Universal, celebramos en Casa el aniversario de la ordenación episcopal del Padre. Dice la epacta que esta celebración se limitará a una petición por el obispo en la oración de los fieles. Evidentemente, no se limitará a eso nuestra celebración. Desde que hemos comenzado el día, empezamos a rezar por el Padre. Y le decimos al Señor ahora en nuestra oración que nos unimos a su oración, a sus intenciones, a su misa. Te pedimos hoy, Señor, por lo que te pida el Padre.

Y sabemos lo que el Padre quiere, lo que te está pidiendo. Es increíble, pero humanamente somos la "multinacional de la comunicación". No debe pasar en muchas empresas humanas que el presidente o el director general diga algo y al rato lo sepa hasta el último mono. Pues a nosotros nos sucede. Y no es una cosa humana, es sobrenatural. Está Dios detrás. Cuando el Padre dice algo, pide algo, al instante se difunde y llega hasta el último rincón.

"En el año 2004 podemos dar un salto grande, grande, grande de fidelidad. Nuestro Padre fue un precursor, para que la gente no dejase de conocer y tratar más a Dios. Hacía suyas las palabras de San Juan oportet autem crescere, me autem minui!" Decía el Padre, en estos días de comienzo de año, que es su deseo que "Dios crezca en nuestras vidas: en la piedad, en la alegría, en la fraternidad, en la acción apostólica".

Aquí tenemos cuatro puntos de lucha bien concretos, bien claros; cuatro estrellas que tenemos que seguir.

Piedad. Todos podemos rezar más y mejor. Señor, ayúdame a descubrir modos, maneras, de rezar más, de ser más piadoso. Hay muchos huecos de mi día que se me pasan en blanco. El trabajo, el descanso, el trato con la gente, ¿no puedo aprovecharlo para rezar más? Decía nuestro Padre que nunca había hablado con una persona sin encomendarla antes a su ángel custodio. Y yo podría contar con los dedos de una mano, no las veces que me he acordado esta semana de los ángeles custodios de la gente, sino del mío.

Alegría. Es una virtud, pero es consecuencia del esfuerzo, de la lucha. No nos pide el Padre la alegría fisiológica, sino la auténtica, de saber que estoy cumpliendo la voluntad de Dios, que estoy en el buen camino, aunque muchas veces me descamine, aunque tropiece. Si los errores o los tropiezos nos quitan la paz y la alegría es porque somos soberbios. Dios no se cansará nunca de nosotros. Dios no se arrepentirá nunca de habernos elegido, de habernos llamado. Dios nos quiere tal y como somos, con nuestro empeño, con nuestra lucha, y con nuestra falta de lucha y de empeño muchas veces. Nosotros también hemos visto una estrella, como la vieron los magos. "El Señor, que es la hermosura, la grandeza, la sabiduría, nos anuncia que somos suyos, que hemos sido escogidos como término de su amor infinito. Hace falta una recia vida de fe para no desvirtuar esta maravilla que la Providencia divina pone en nuestras manos. Fe como la de los Reyes Magos: la convicción de que ni el desierto, ni las tempestades, ni la tranquilidad de los oasis nos impedirán llegar a la meta del Belén eterno: la vida definitiva con Dios".

En la fraternidad. Sugería también el Padre, que le pidamos a nuestro Padre una gran capacidad de querer y de perdonar.

Que Dios crezca en nuestras vidas en la acción apostólica. Hacer el doble en la mitad de tiempo. Este año se cumple el 60 aniversario de la ordenación de los tres primeros. El Padre pedía que fomentemos el alma sacerdotal que tenemos todos en Casa.

"Hay muchas cosas que hacer, muchas almas que nos están esperando. Y todas esas cosas las sacaremos adelante con nuestra piedad".

"Va a ser un año formidable. El Señor nos va a regalar tantos dones, también contradicciones, que también son muestra de alegría. Queremos no ser comparsas, sino protagonistas con El. Que crezca en todo el mundo este hogar de Dios, que podemos decir que también ha nacido de nosotros. Ayer les decía a unos hermanos vuestros que he pensado para este año utilizar como estribillo lo que nuestro Padre tenía mucho en la boca: ¡Señor, que Tú crezcas y yo disminuya!". Necesitamos desaparecer, hijos míos, y daremos todo ese espacio nuestro a Dios, y transformaremos hasta lo más indiferente en tiempo y en acción divina. Dios, la Trinidad, la Omnipotencia, quiere lucirse en la poquedad de nuestra vida".

Piedad, alegría, fraternidad, apostolado. Esto es lo que el Padre tiene en la cabeza. Esto es lo que nos pide el Señor para este año. Podemos servirnos de sloganes como hacer el doble en la mitad de tiempo o el que más te guste, pero lo importante es decirle al Señor: que Tú crezcas y yo disminuya. Lo que importa es no conformarse, no pactar, no decir: ya hago suficiente, ya está bien, yo estoy a la altura, no puedo más.

Porque tenemos una vocación que es divina, y una misión que es divina, podemos hacer lo que nos pide el Padre, podemos hacer lo que nos pide Dios. Sólo hay que creérselo.

"Yo sé bien, hijos míos, cómo es el camino que habéis elegido, después de la elección que de vosotros ha hecho el Señor. Porque non vos me elegistis, sed ego elegi vos (Ioann. XV, 16). No habéis elegido vosotros el camino. Vosotros habéis correspondido a la llamada de Dios diciendo: ecce ego quia vocasti me (I Sam III, 6). Yo sé muy bien que te has metido por un camino que es cuesta arriba, que es duro en apariencia -en apariencia, porque sentimos en el corazón y en lo más hondo de nuestras potencias ese gaudium cum pace-; y sé también que te das cuenta de la responsabilidad que tienes delante del Señor, delante de la Iglesia, delante de tus hermanos los cristianos y de todos los hombres" (nuestro Padre, meditación 2-X-56).

Una estrella que guiaba hasta Jesús brilló en Oriente, y, entre tantos, sólo unos pocos se pusieron en camino. Nosotros "hemos de agradecer al Señor el premio inmerecido de la vocación. Y le prometemos que la vamos a estimar cada día más, custodiándola como la joya más preciosa que nos haya podido regalar nuestro Padre Dios. ¡Qué hermosa es nuestra vocación, que nos da en la tierra la alegría y la paz que el mundo no puede dar!".

La estrella guió a los magos. Les dio fuerzas para vencer las dificultades. Su luz iluminó su vida. Abandonaron todo por ella, y con su brillo cruzaron el desierto. Cuando llegan a Judea el lucero se esconde. Ellos se desconciertan. Pero preguntaron a los sabios. También nosotros tenemos a quién preguntar cuando estamos ciegos. También nosotros tenemos esos sabios que nos orientan. Tenemos al Padre, tenemos a los directores.

"Narra el Evangelista que los magos videntes stellam -al ver de nuevo la estrella-, se llenaron de una gran alegría. Se alegran, hijo, con ese gozo inmenso, porque han hecho lo que debían; y se alegran porque tienen la seguridad de que llegarán hasta el Rey, que nunca abandona a quienes le buscan" (Forja, 239).

"Termino repitiendo unas palabras del Evangelio de hoy: entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre. Nuestra Señora no se separa de su Hijo. Los Reyes Magos no son recibidos por un rey encumbrado en su trono, sino por un Niño en brazos de su Madre. Pidamos a la Madre de Dios, que es nuestra Madre, que nos prepare el camino que lleva al amor pleno: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Su dulce corazón conoce el sendero más seguro para encontrar a Cristo.

Los Reyes Magos tuvieron una estrella; nosotros tenemos a María, Stella maris, Stella Orientis. Le decimos hoy, Santa María, Estrella del mar, Estrella de la mañana, ayuda a tus hijos.

Eucaristía

La Eucaristía es la “cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” .

“Nuestro Salvador en la última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección” .

Este misterio de fe “anuda en sí todos los misterios del cristianismo. Celebramos, por tanto, la acción más sagrada y trascendente que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar en esta vida” .

Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Santa Misa .

Hacer de nuestro día una Misa. Identificarnos con Cristo. Hemos venido al Calvario. Baja, Señor de la Cruz, que me subo yo.

Los míos en la Cruz.

Humildad de Jesús: en Belén, en Nazareth, en el Calvario… Pero más humillación y más anonadamiento en la Hostia Santísima: más que en el establo, y que en Nazareth y que en la Cruz. Por eso, que obligado estoy a amar la Misa. (Nuestra Misa, Jesús…) .

Ahí lo tienes: es Rey de Reyes y Señor de Señores. Está escondido en el Pan. Se humilló hasta esos extremos por amor a ti .

Almas de Eucaristía. El centro de nuestra vida, Jesús. El centro de nuestro día el Sagrario.

Un salto de calidad en la vida interior: vivir mejor la Santa Misa. Preparación. El tiempo de la noche. ¡Voy a recibir a Jesús, al mismo Dios! ¿Cómo viviríamos el minuto heroico si de verdad nos creyéramos esto?

Sacrificio de valor infinito. Todas las gracias nos vienen a través de la Santa Misa. ¿Qué pones en la patena? Muchos momentos para pedir, desagraviar, dar gracias, alabar a Dios. Los fines de la Misa que se prorrogan durante el día.

Comunión espiritual. En momentos de tentación, de debilidad. ¡No!, porque yo quiero, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad, devoción…

Fiat de la Virgen.

Cuaresma

Medicina, vacuna
Desagravio
Acompañar al Señor
Soy sacrificado. Me mortifico en serio.
Humanamente es muy útil...
La Señal del crist. Es la cruz
135 Surco. Mortificación interior.
- Vanidad.
- Juicios cuando no tenemos esa mision. Juicios temerarios
- Soy un crack. Soberbia.
- Soltar la imag...
- No abandones
Donde tengo el corazon, en que pensamos... problemas personales.
- Mas exigentes con nosotros mismos. Si nos exigimos exigiremos. Se ve quien exige y quien no exige.
- Mi lista de mort, como va. El orden, las cosas pequeñas.
- Que buscamos en la labor de sr, en un plan, en la frat... Podemos buscarnos a nosotros mismos y consuelos humanos en la labor, en la frat...
- Camino 626. El q busca un consuelo y lo pierde. Ama la cruz.
- Yo no tengo paz, eres mort. que buscas en la frat, en el trabajo.
- Lista de mortificaciones.
- Renovar el espiritu de penitencia.


Fidelidad

“En medio de la tempestad han permanecido incólumes, aunque no impasibles, la fidelidad, el amor, la esperanza, no en abstracto, sino en la existencia de hombres y mujeres de carne y hueso. Como suele ocurrir en tiempos difíciles, los excesos negativos han dado fuerza a energías contrarias, y en medio de apostasías, huidas y derrumbamientos se han originado también en lo hondo y en la superficie de la Iglesia, y de las sociedades donde viven y trabajan cristianos, grandes testimonios de fidelidad a Dios y a los compromisos de la propia conciencia” .

“Los cristianos han desarrollado siempre su fidelidad al Evangelio bajo la presión de la sociedad en la que han vivido. Nunca ha existido una vida cristiana que no estuviera en tensión con el mundo ni bajo la mirada crítica, y a veces hostil, del entorno social o político” .

“Quien practica la fidelidad demuestra creer en lo eterno, y consciente o no de ello, lo expresa en las acciones y reacciones de una vida cotidiana coherente” .

“Hay un momento en el proceso de maduración personal en el que “lo que viene de fuera” (imperativos y valores que urgen una respuesta positiva de libertad) y lo que “procede de dentro” (la elección que responde a esos imperativos morales o espirituales) se funden y hacen una sola y única realidad personal de fidelidad. Un acto libre los anuda y convierte en algo real, donde lo exterior y lo interior no existen verdaderamente como dimensiones autónomas dentro del sujeto” .

Filiación divina y apostolado

El libro "El día que cambié mi vida" se está convirtiendo en un best-seller espiritual. ¿Porqué le puso ese título, si no tiene nada que ver con el contenido? Efectivamente, no tiene nada que ver con el contenido, pero cuando lo tenía escrito me dijeron que dejaba la labor de sr y pasaba a sg. Y ese día me cambió la vida.

Le escribió una carta al Padre contándole que después de muchos años dejaba la labor de sr. El Padre le contestó: "no hijo mio, no. Nosotros no dejamos nunca la labor de sr". Le explicaba con mucho cariño que tenía que ser la niña de nuestros ojos.

En el Salmo II recordamos cada semana el fundamento divino de nuestro apostolado: Filius meus es tu (...) Postula a me, et dabo tibi gentes hereditatem tuam. Nuestro Padre Dios está esperando que le pidamos -con la audacia y magnanimidad de hijos suyos- para darnos el mundo entero. Esa confianza filial nos impulsará a ser más generosos en la oración y mortificación por el apostolado, siguiendo el ejemplo de Cristo. El secreto de nuestra eficacia radica en nuestra filiación divina.

Anécdota. "El 25 de enero del año 2000 se celebró en Roma una ceremonia de clausura de la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Fue presidida por el cardenal Roger Etchegaray. El cardenal narró entonces la siguiente leyenda, oida a un sacerdote ortodoxo:

Cuando Jesús después de la Pascua, estaba a punto de subir al Cielo, dirigió la mirada hacia la tierra y la vio sumergida en la oscuridad, a excepción de unas lucecillas que iluminaban la ciudad de Jerusalén. En plena Ascensión, se cruzó con el ángel Gabriel, quien estaba acostumbrado a realizar misiones terrestres. El mensajero divino le preguntó:

-¿Qué son esas lucecillas?
-Son los apóstoles reunidos en torno a mi Madre, -le contestó Jesús-. Mi plan es que, una vez que regrese al Cielo, les enviaré el Espíritu Santo para que estos pequeños fuegos se conviertan en una gran brasa que inflame de caridad toda la tierra.

El ángel se atrevió a replicarle:

-¿Y qué harás si el plan no funciona?

Tras un momento de silencio, Jesús respondió:

-¡No tengo otros planes!" (El día que cambié mi vida, p. 267).

Ahora, Terrassa está a oscuras. Y nosotros aquí, junto al Señor, junto a la Virgen, rezando, haciendo nuestra oración, pidiéndole al Señor ser esos buenos instrumentos suyos.

Para el apostolado, ninguna roca más segura que la filiación divina (cfr. Crónica, 1969, p. 301). Por eso nuestro Padre escribía: Al quererte apóstol, te ha recordado el Señor, para que nunca lo olvides, que eres "hijo de Dios" (Camino, n. 919). Sabernos hijos de Dios nos hace ser audaces en el momento de hablar a nuestros amigos de su vocación a la santidad.

Pedirle al Señor ser buenos instrumentos. "Dios se sirve de los hombres como instrumentos" (Santo Tomás de Aquino).

Queremos ser buenos instrumentos para rescatar a tanta gente, a tantas almas que andan por el mundo como Nemo, perdidos, atrapados por un buzo.

Buenos instrumentos como lo fueron los primeros hermanos nuestros. Como lo fue Dora. Ya os habrán contado que la velaron en Santa María de la Paz, y que está enterrada en la Cripta, junto a D. Alvaro. La procesión del Corpus en Cavabianca.

"En estos primeros cinco años nos jugamos todo lo que será el siglo XXI". El Padre necesita 500 vocaciones, y las necesita ya, ahora, no dentro de unos meses, ni de unos años. ¿A quién y cómo voy a hablar hoy de Dios? ¿A cuántas y cómo voy a acercar a Dios hoy? Esto debería ser el motor de nuestro día.

No podemos pensar que lo que se nos pide es utópico. Tenemos una misión sobrenatural: llenar el mundo de amor de Dios. El poder de Dios no se ha empequeñecido. El mundo está como está (el número 11 de la Carta del Padre de noviembre habla de la ola sucia que lo envuelve todo). Precisamente por eso tenemos que mirar a nuestro Padre y hacer la labor como la hizo él: prisa, no es prisa, es que Jesús empuja. No nos queremos conformar con atender la labor, tenemos que generar labor.

No nos queremos quedar en deseos generales: obras son amores y no buenas razones. Un día de nuestra vida sin apostolado -sin oración, sin mortificación- es un día inútil.

El bien es difusivo de sí. Por eso es natural que la conciencia de nuestra filiación divina nos impulse a ayudar a nuestros amigos, para que también ellos descubran ese meditarreneo. Padre, me decía aquel muchachote (¿qué habra sido de él?), buen estudiante de la Central, pensaba en lo que usted me dijo... ¡que soy hijo de Dios!, y me sorprendí por la calle, 'engallado' el cuerpo y soberbio por dentro... ¡hijo de Dios! (Camino, n. 274).

Nuestra misión es ayudar a la gente que tratamos a que reconozcan a Dios como Padre, a que vivan como hijos no sólo con la palabra, sino con el ejemplo de nuestra alegría, de nuestra serenidad, de nuestra seguridad: En virtud del Bautismo, que nos configura con Cristo, todos los cristianos estamos llamados a hacer presente entre los hombres el rostro misericordioso de Dios Padre (Del Padre, carta, V-1999).

"Dejar la garra de Dios en la gente que tratamos", una expresión que el Padre.

Señor, que haga mía la aspiración que el Padre tiene para este año: que Tú crezcas y que yo disminuya, que me olvide de mi, para dedicarme a lo realmente importante; que no pierda el tiempo, porque todos podemos aprovechar mejor el tiempo; todos, de una manera o de otra, perdemos el tiempo; y al final de la semana nos salen horas de tiempo perdido: tiempo perdido en la oración, tiempo perdido en las normas, tiempo perdido en el trabajo...

La charla con D. Tomás. "Te digo tres cosas: 1. Con orden y con calma se llega a todo. 2. Hay que dormir 8 horas. 3. Haces deporte como antes".

Con orden y con calma se llega a todo. Llegaremos a las 500 vocaciones, a las que nos tocan proporcionalmente a cada uno de nosotros.

Con orden y con calma. Con optimismo, con alegría, sin quejarnos. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? "El muro de las lamentaciones está en Jerusalén", decía D. Ramón.

De la filiación divina brotan muchas consecuencias, y una es darnos cuenta de la responsabilidad que tenemos. El Señor nos enseña con su vida a tratar a las personas que tenemos cerca. El Señor nos enseña a tratar a las almas una a una, con sus circustancias particulares. Jesús se acomoda a cada uno: a Zaqueo, a Marta y María, al buen ladrón... Cuando Jesús predica el mandamiento del amor, se le acerca un escriba y le pregunta ¿quién es mi prójimo? El Señor le contesta con la parábola del buen samaritano. Es muy fácil imaginarse a aquella persona maltratada con un hilo de esperanza. Pasa mucha gente a su lado, pero nadie se para. Y aquel hombre sigue esperando.

Esa es nuestra vida: ayudar a la gente, una a una, curarlas, con caridad, con cariño, darles una doctrina, una sabiduría que no es nuestra, que es de Dios.

Señor, que sea un buen instrumento. Que no pase de largo, que no me quede quieto, con los brazos cruzados viendo a tanta gente necesitada.

Santa María, Regina Apostolorum, ayúdanos a darnos cuenta del tesoro que tenemos en las manos, y enciéndenos interiormente, como aquellos primeros doce, para ser esos hijos fieles que necesita la Obra, que necesita la Iglesia.

Guarda del corazón

Cfr. Aprender a madurar
Cfr. Los 7 cerrojos

Mt 5, 8. Bienaventurados los que tienen puro su corazón porque ellos verán a Dios.

Para poder descubrir a Cristo y tratarle es necesaria la purificación interior. Tarea que dura toda la vida. Es una lucha continua.

“El corazón libre; si no, no seremos contemplativos. Al corazón no hay que dejarle que se apegue a ninguna criatura, a ninguna. Nosotros somos contemplativos… En cuanto el corazón se apega se apagó la luz, la alegría; por lo menos ya no somos contemplativos” (De nuestro Padre, Crónica X-59, p. 9).

El primer mandamiento y más importante: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma.

“Almas contemplativas en medio del mundo: eso son los hijos míos en el Opus Dei, eso habéis de ser siempre para asegurar vuestra perseverancia, vuestra fidelidad a la vocación recibida. Y en cada instante de nuestra jornada, podremos exclamar sinceramente: loquere, Domine, quia audit servís tuus (I Reg III, 9); habla, Señor, que tu siervo escucha (…)” (De nuestro Padre, Carta 11-III-1940, n. 15).

Hemos puesto por encima de los amores el Amor. Para que esa entrega que hicimos un día sea habitual necesitamos constantemente la mortificación interior.

“La guarda del corazón. —Así rezaba aquel sacerdote: "Jesús, que mi pobre corazón sea huerto sellado; que mi pobre corazón sea un paraíso, donde vivas Tú; que el Angel de mi Guarda lo custodie, con espada de fuego, con la que purifique todos los afectos antes de que entren en mí; Jesús, con el divino sello de tu Cruz, sella mi pobre corazón" (Forja, 412).

No nos asusta ver la flaqueza de nuestro corazón. Al contrario, nos interesa descubrir cuáles son los enemigos contra los que tenemos que pelear. Para eso hacemos el examen de conciencia de cada noche: es como un espejo en el que nos miramos. Y tenemos que vernos con valentía, con sinceridad, tal y como somos, no como nos gustaría ser.

“No te digo que me quites los afectos, Señor, sino que los acrisoles” (Forja, 750).

“Nosotros somos enamorados del Amor. El Señor no nos quiere secos, tiesos, como una cosa sin vida. ¡Nos quiere impregnados de su cariño!” (De nuestro Padre, Crónica II-60, p. 11).

No tenemos miedo a querer cuando los afectos están purificados. Ese cariño es siempre sobrenatural. “¡Señor!, dame ser tan tuyo que no entren en mi corazón ni los afectos más santos, sino a través de tu Corazón llagado” (Forja, 98).

Cuando el cariño es sobrenatural –caridad auténtica- no hay peligros de apegamientos. Las amistades particulares son buenas, santas y nobles cuando es con todos los de Casa, cuando luchamos por querer a todos por igual.

Guardar el corazón significa guardar la intimidad, los afectos, lo más entrañable del alma, para dárselos a Dios y para querer limpiamente a las criaturas.

Guardar la intimidad. Mortificar la lengua. Modestia para hablar de nosotros mismos. Las confidencias con quien no tenemos que tenerlas generan complicidad. Quien no tiene gracia de Dios para ayudarme, no tiene derecho a saber nada de mi alma, por muy buena y santa que sea, y por muchos años que lleve en Casa. No va reñida con la naturalidad (cuando hay lucha no hay problemas). Los desahogos.

Mortificar la curiosidad, también en cosas lícitas.

Los afectos son para el Señor. Manifestaciones efusivas con los demás y en la oración consideramos las procesiones divinas o las distintas interpretaciones de San Agustín y Santo Tomás sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Muestras de afecto en la oración. Buscar el cariño con Jesús, con Santa María, en nuestro trato diario.

Para proteger el corazón necesitamos la oración y la mortificación constantes, porque se va. Evitar apegamientos: incluso a cosas buenas y santas –la labor; no somos propietarios de las almas; no las modelamos nosotros. Los de Casa. Distinciones en el trato-. “Poniendo el amor de Dios en medio de la amistad, este afecto se depura, se engrandece, se espiritualiza; porque se queman las escorias, los puntos de vista egoístas, las consideraciones excesivamente carnales. No lo olvides: el amor de Dios ordena mejor nuestros afectos, los hace más puros, sin disminuirlos” (Surco, 828). La familia de sangre…

Luchar contra la vanidad, la tendencia a quedar bien, a ser el centro, a llamar la atención, el afán desmedido de encontrar siempre una respuesta afectiva de los demás…

Las normas de prudencia que vivimos en Casa son criterios de sentido común. Las excepciones siempre son concesiones. No nos dejemos engañar. Una chispa puede levantar un incendio.

“¡Grítaselo fuerte, que ese grito es chifladura de enamorado!: Señor, aunque te amo..., ¡no te fíes de mí! ¡Atame a Ti, cada día más!” (Surco, 799).

“No se puede llevar una vida limpia sin la ayuda divina. Dios quiere nuestra humildad, quiere que le pidamos su ayuda, a través de nuestra Madre y Madre suya.

Tienes que decir a la Virgen, ahora mismo, en la soledad acompañada de tu corazón, hablando sin ruido de palabras: Madre mía, este pobre corazón mío se rebela algunas veces... Pero si tú me ayudas... —Y te ayudará, para que lo guardes limpio y sigas por el camino a que Dios te ha llamado: la Virgen te facilitará siempre el cumplimiento de la Voluntad de Dios” (Forja, 315).

Las tentaciones de Jesús (Lc 4, 1-13)

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde pasó 40 días ayunando y haciendo penitencia. Cuenta el Evangelio que en ese tiempo a Cristo “le tentaba el diablo”.

Jesús, perfecto Dios y perfecto hombre, igual a nosotros en todo –excepto en el pecado- ha querido sufrir también la prueba de las tentaciones. ¡Qué humano es el Señor! Para que no pensemos que no nos desanimemos, para que no pensemos que en nuestra vida es imposible vencer el pecado, Cristo nos da ejemplo con su vida.

Es verdad que existe el pecado en el mundo. No somos ciegos. Nos damos cuenta de que mucha gente vive lejos de Dios; hay un empeño diabólico por apartar a Dios del mundo, de organizar la sociedad de espaldas a Dios. Se cumple al pié de la letra lo que ocurrió en la vida del hijo pródigo. Pero no pasamos por una época peor que la que vivieron los primeros cristianos.

La gracia de Dios tiene mucha más fuerza, más potencia que el pecado. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5,12). El Señor no nos ha dejado solos.

“Nam, et si ambulabevero in medio umbrae mortis, non timebo mala”. Aunque anduviere en medio de las sombras de la muerte, no tendré temor alguno. Ni mis miserias, ni las tentaciones del enemigo han de preocuparme, “quoniam Tu mecum es”, porque el Señor está conmigo” (Forja, 194).

El Señor está conmigo. Las tentaciones no son fuente de pesimismo, sino ocasión para luchar por amor a Dios. Las tentaciones nos dan la medida de nuestra debilidad. Nos enseñan lo poco que somos. Nos ayudan a ser humildes, a no confiar en nosotros mismos, porque nosotros solos no podemos nada. ¡Señor, Tú eres mi roca, mi fortaleza. Si hay algo bueno en mi vida, es porque Tú me lo das, el bien que puedo hacer es porque Tú me sostienes!

Las tentaciones nos ayudan a ser más humildes y a tener más confianza en el Señor. Las pruebas que el Señor permite son para nuestro bien. “La prueba, no lo niego, resulta demasiado dura: tienes que ir cuesta arriba, a “contrapelo”. ¿Qué te aconsejo? Repite: “omnia in bonum”, todo lo que sucede, “todo lo que me sucede”, es para mi bien... Por tanto –esta es la conclusión acertada-: acepta eso, que te parece tan costoso, como una dulce realidad”. (Surco, 127).

El Señor se somete a la prueba. “Y no comió nada en aquellos cuarenta días, y pasados estos, tuvo hambre. Y le dijo el diablo: Si eres Hijo de Dios di a esta piedra que se vuelva pan”.

Una tentación muy sibilina. El diablo no le propone a Cristo que haga algo extraordinario. Le dice: tienes hambre, tienes una necesidad. Llevas cuarenta días en el desierto. Tienes que comer. Es una necesidad vital. No le propone hacer un gran prodigio, una cosa extraordinaria. En el fondo, la tentación consiste en que Jesús renuncie a llevar a cabo su propio plan, que desista. Jesús había decidido, libremente, cumplir la voluntad de Dios, y preparase ayunando durante cuarenta días. El demonio, le sugiere que tire la toalla, que deje de luchar. Y le plantea hacer una cosa buena: comer para calmar el hambre. El diablo quiere que empeñemos nuestra libertad contra Dios, que renunciemos a luchar. A veces se nos puede plantear en nuestra vida que las exigencias de la entrega son muy radicales. Hemos empeñado nuestra libertad en seguir a Dios por un camino y de una forma muy determinada. Nuestra entrega no ha hecho que perdamos todas las cualidades buenas que tenemos, al contrario, las ha desarrollado, las ha potenciado. En ocasiones podemos pensar que podríamos hacer muchas más cosas y mejores si no fuera por la cantidad de ataduras que tenemos, por esas exigencias de nuestra vocación. Es la tentación que nuestro Padre describe gráficamente, de aquel que piensa que está en la barca de la Obra, pero que podría volar mejor y más lejos..., que aquí se van a malograr sus talentos... “pues coge tu avión y vete a un portaaviones”, que aquí tus talentos no nos sirven para nada.

“Y le llevó el demonio a un monte elevado, y le mostró todos los reinos de la redondez de la tierra en un instante, y le dijo: “Te daré todo este poder y su gloria, porque a mi se me ha dado y a quien quiero los doy. Por tanto, si postrado me adoras, serán todos tuyos”.

La soberbia de la vida. El corazón en las cosas de la tierra. Libertad de corazón: “Y respondió Jesús y le dijo: Escrito está, a tu Señor Dios adorarás y a Él sólo servirás”.

No se puede compaginar la entrega a Dios y tener el corazón puesto en las cosas materiales o en nosotros mismos.

“Y le llevó a Jerusalén y lo puso sobre la almena del templo, y le dijo: si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo. Porque escrito está, que a sus ángeles mandó sobre Ti, que te guarden y que te sostengan en sus manos, para que no hieras tu pié en alguna piedra”.

La tentación de lo extraordinario, de la rutina. El afán de hacer cosas espectaculares, llamativas, los ideales de grandeza.

Lo nuestro es lo ordinario.

No dejarnos engañar por las tentaciones. Hablar antes. Contar lo que nos pasa por la cabeza y el corazón en la confidencia.

“Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana. Y no servirán de nada al maldito esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, los mandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazón. Serviam!” (Camino, 493).


Vida en familia: calor de hogar

Evangelio de la Misa del lunes I semana de Cuaresma. "Entonces dirá el Rey a los que a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme. Y le responderán los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrinos y te acogimos, des nudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis" (Mt. 25, 34-40).

Dios ha querido que todos los fieles del Opus Dei formen una familia de vínculos sobrenaturales, en la que se vive el mandatum novum predicado por el Maestro (Jn 13, 34) y que siempre enamoró a nuestro Padre. La Obra es familia: ¡tantos hogares que son uno sólo!, hogar con cariño humano y sobrenatural, sin sensiblerías, donde cada una y cada uno (...) encuentra nuevas fuerzas y aliento, para perseverar en la lucha y dar la vida por Cristo (Carta, 1-XII-1989, n. 10). Todos estamos llamados a llevar el calor de la caridad de Jesucristo para comunicarlo al ambiente donde se desarrolle la vida en familia. Cariño, delicadeza, generosidad, sacrificio y alegría en el trato con nuestros hermanos (cfr. 1 Cor 13, 4-8), para que la Obra sea un rinconcito de la Casa de Nazareth.

Las fiestas de la Obra, las tertulias y las demás reuniones de familia como especiales ocasiones de vivir la caridad con nuestros hermanos. La práctica de la corrección fraterna, señal de verdadero cariño y de atención a nuestros hermanos.

Nuestros Centros han de ser hogares acogedores. Cuidar el orden y dedicar tiempo a los encargos materiales y al cuidado de la casa. Delicadeza en detalles de tono humano y arreglo personal, por cariño con los demás. Nuestros Centros no son casa sin amo.

En Casa luchamos por vivir las obras de misericordia. Enseñar al que no sabe: los medios de formación, a todos los niveles y para todos (círculos, charlas, meditaciones, catequesis, etc.); Dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que yerra (corrección fraterna, pero no solamente con los de Casa); perdonar las injurias (todo puede ser perdonado a los demás, si miramos lo que Dios nos ha perdonado a cada uno); rezar por los vivos y difuntos (rezamos por todos: por nuestros hermanos, familiares, amigos, personas que tratamos, etc. y por las benditas ánimas del Purgatorio: sufragios y Misas; visitar y cuidar a los enfermos); enterrar a los muertos; etc.

El amor a Jesucristo se ha de manifestar en una real y diligente caridad fraterna, llena de calor humano y sobrenatural. ¿Y qué manifestaciones tiene la caridad con tus hermanos? Pues mira, te lo he dicho mil veces: hacerles amable el camino de la santidad (Meditación, 29-III-1956). Considerar frecuentemente el ejemplo extraordinario de la conducta diaria de nuestro Padre: su preocupación por la santidad de sus hijas y de sus hijos –os quiero con locura, pero os quiero santos-; sus manifestaciones de cariño, que ni la madre más buena acertaría a inventar para servir y formar a sus hijos (Carta, 9-I-1980, n. 22).

Ambiente de familia.

El 17 de junio de 1964, Nuestro Padre va a ver a sus hijas a Villa delle Rose. Al poco rato, están ya en animada tertulia. La norteamericana Joan Mclntosh quiere saber, ni más ni menos, que por qué el aire y el alma de la convivencia en la Obra es de «vida en familia». Nuestro Padre la mira, sonriendo:

-Tú, como profesora que eres, sabrás explicarlo perfectamente a los demás... Lo que pasa es que te gusta oírmelo decir, ¿verdad? Tú sabes que la llamamos «vida en familia», porque en nuestras casas existe el mismo ambiente que hay en las familias cristianas. Nuestras casas no son colegios, ni conventos, ni cuarteles, son hogares donde viven personas que tienen la misma filiación; llamamos Padre al mismo Dios y Madre a la misma Madre de Dios. Y, además, nos tenemos un cariño verdadero.
Al llegar a este punto, Nuestro Padre hace un gesto de fuerte elocuencia, entrelazando los dedos de ambas manos, y subraya:
-¡Nos tenemos un cariño verdadero! ¡No quiero que nadie se encuentre solo en la Obra!
(Urbano).

Seré el perro de la familia.

Es necesario hacer continuamente un acto de contrición, de reforma, de mejora: ascensiones sucesivas. Sí, Señor que nos escuchas; Tú has permitido, después de que la raza humana cayó con nuestros primeros padres, la bestialidad de esta criatura que se llama hombre. Por eso, si alguna vez no puedo estar en los brazos de tu Madre, junto a Ti, me pondré junto a esa mula y a ese buey, que te acompañaron en el portal. Seré el perro de la familia. Allí estaré mirándote con ojos tiernos, tratando como de defender aquel hogar. Así encontraré a tu lado el calor que purifica, el amor de Dios que hace, de la bestia que todos los hombres tenemos dentro, un hijo de Dios, algo que no es comparable con ninguna grandeza de la tierra.

La mejor mortificación, una sonrisa.

Tu sonrisa puede ser a veces, para ti, la mejor mortificación y aun la mejor penitencia: ese alter alterius onera portate (Galat. VI, 2), aquel llevar las cargas de los demás, procurando que tu ayuda pase inadvertida, sin que te alaben, sin que nadie la vea, y así no pierda el mérito delante de Dios: para que, pasando oculto como la sal, condimentes nuestra vida en familia y contribuyas a lograr que, en nuestras casas, todo sea sobrenaturalmente amable y sabroso.

Ese no tiene hogar.

Del interés del Padre por que todas nuestras casas sean realmente un hogar, da testimonio -entre otras mil- esta anécdota. En los años 50, un hermano nuestro publicó un artículo que contenía una dura crítica a la política del gobierno de su país. El artículo lo había tenido que publicar en otra nación, pero la reacción de algunos gobernantes del régimen que -en uso de su libertad- criticaba nuestro hermano, fue inmediata: le quitaron los cargos científicos y culturales que tenía, y no le permitieron publicar artículos en la prensa durante bastantes años. Un periódico organizó incluso una campaña en contra de ese hermano nuestro, llena de bajos ataques personales, y entre otras cosas escribió de él que "no tenía hogar". Precisamente cuando estaba en auge esa campaña, el Padre tuvo que hacer un viaje a esa nación, y quiso enseguida hablar con el jefe del gobierno: el objeto de la conversación del Padre fue protestar por los ataques personales contra un hijo suyo, al que no permitían defenderse. Dejó bien sentado que ese hermano nuestro era personalmente libre y responsable de todas sus actuaciones temporales, y que lo que el Padre hacía era defender la libertad de ese hijo suyo, en esas cuestiones terrenas; lo mismo que respetaba también la libertad de los que pensaban de modo distinto, aunque no podía alabar los ataques que hacían a alguien a quien no dejaban responder. Eso no es de cristianos, ni de caballeros. Pero de lo que protesto con todas mis fuerzas es de que hayan escrito que ese hijo mío no tiene hogar, porque es patente que lo tiene: el mío. Mi hogar -la Obra- es el hogar de mis hijos. Y quien no sea capaz de comprender esto, es porque él mismo no tiene hogar, ni sabe lo que es un hogar ni una familia.
La protesta, llena de energía, surtió efecto inmediato: al día siguiente se cortó la serie de artículos injuriosos. (Instrucción para los Directores).

Dios te bendiga, Álvaro, hijo mío.

Durante la construcción de los edificios de Villa Tevere, va un día charlando con varias hijas suyas mientras les muestra los avances de las obras. Les acompaña Álvaro del Portillo. En un determinado momento, el Padre se detiene y, apoyado en la baranda de un andamio, les hace esta confidencia:
— Hoy don Álvaro me ha hecho una corrección. Y me ha costado aceptarla. Tanto, que me he ido un momento al oratorio Y, una vez allí: «Señor, tiene razón Álvaro y no yo.» Pero, enseguida: «No, Señor, esta vez tengo razón yo... Álvaro no me pasa una... y eso no parece cariño, sino crueldad.» Y después: «Gracias, Señor, por ponerme cerca a mi hijo Álvaro, que me quiere tanto que... ¡no me pasa una!».
Se vuelve hacia don Álvaro que, rezagado, ha escuchado en silencio. Le sonríe y le dice:
- ¡Dios te bendiga, Álvaro, hijo mío! (Urbano).

Tu misión es gritar callando... con el ejemplo.

En octubre de 1961, Encarnita Ortega se marcha de Roma, después de haber permanecido casi veinte años en cargos internos de gobierno. Vuelve a España, donde sacará adelante otras labores de apostolado, y profesionalmente se dedicará a actividades de la moda femenina. Las palabras de despedida de Nuestro Padre son bien elocuentes:
-Tu misión, la misión de quien lleva muchos años en la Obra, no es la de mandar, ni la de imponer tu opinión, sino la de gritar callando... con el ejemplo (Urbano).

¿Qué le pasaba anoche a Dora?

Un día de diciembre de 1973, muy a primera hora de la mañana, Nuestro Padre pregunta a Mercedes Morado: «¿Qué le pasaba anoche a Dora?»
Nuestro Padre había tenido invitados a cenar y Dora atendía la mesa. Mercedes responde muy segura:
-¿A Dora? Nada, Padre. Creo que no le pasa nada.
-Mira, no «creas» nada: entérate bien y llámame después, por favor, para contármelo. Anoche tenía una cara fatal. A esa hija mía le pasaba algo... ¡Ah!, y no le preguntes directamente a ella, para que no piense que estoy preocupado.
En efecto, a Dora le dolían las muelas. Lo llamativo es que Nuestro Padre, que durante la cena parecía estar sólo pendiente de atender a sus comensales, reparase en el rostro contraído de quien les servía la mesa (Urbano).

No hemos regateado nada por sacar adelante un alma.

En alguna ocasión, como cierta vez en Utrera, después de atender a una persona que le necesitaba, se acerca a la ventanilla de la estación del ferrocarril, pone ante el empleado toda la calderilla que lleva encima:
— Yo voy hacia Burgos: con esto, ¿hasta dónde puedo llegar?
— A ver... Tiene usted para un billete hasta Salamanca.
Se queda sin dinero, ni para comer. Y el resto del viaje lo prosigue como Dios le da a entender.
Recordando éste y otros episodios similares, comentará años después:
- No hemos regateado nada, ni cariño, ni sacrificio, ni dinero, para sacar adelante un alma. Y creo que el Señor no nos lo echará en cara: al contrario, lo pondrá en la balanza, en la parte del bien, y será oro bueno, pero pesado como el plomo, porque representa el valor grande de la caridad (Urbano).

D. Florencio en Lourdes en 1980.

Alrededor de 1980, con motivo de un viaje del Padre a Lourdes, D. Florencio se acercó desde Madrid para pasar con él aquellos días. Hacía frío, y en el viaje D. Florencio se resfrió. Estaban en un pequeño hotel, y cuando llegó la hora de dormir, mientras D. Florencio se acostaba, alguien llamó a la puerta de su habitación. Era D. Javier, que le dijo: —He visto que estabas algo resfriado, y como aquí apagan la calefacción por las noches, y quizás no sabías dónde guardan las mantas, aquí te traigo una. Pasaron unos instantes, y volvieron a llamar a la puerta; era el Padre (D. Álvaro), que venía también con una manta y le dijo exactamente lo mismo. Y al poco rato se repitió la historia, cuando llamó D. Joaquín.

Pedir a la Virgen que en la Obra haya siempre verdadero calor de hogar, como en Nazareth, porque luchamos por olvidarnos de nosotros mismos, de nuestro yo, de nuestros intereses –a veces legítimos-, como hizo nuestra Madre cuando fue a ver a su prima Santa Isabel, para echarle una mano: prescindió de sus necesidades personales. ¿Qué madre, en una familia, antepone sus intereses personales a los de su familia? ¡Cuántas tienen el título colgado en un rincón de la casa! Son el armazón, el cañamazo, quienes dan solidez, las que sostienen la familia. Los Numerarios, clavados en la Cruz, con Cristo.

Homilía Corpus Christi 2004 (13-VI).

• Ecclesia de Eucaristía.
• Redemptionis Sacramentum.
• Año de la Eucaristía: octubre 2004 – octubre 2005.
• Congreso Eucarístico Mundial 10-17 octubre 2004, Guadalajara (México).
• Asamblea Ordinaria del Sínodo de Obispos 2-29 octubre 2005 “La Eucaristía, fuente y cúlmen de la vida y de la misión de la Iglesia”.
• Despertar el “asombro eucarístico”. Nuestro Padre, retablo de Torreciudad, 1975.
• “La Iglesia mira con incansable amor a Cristo cada día” (Veritatis Esplendor, n. 85).
• “Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto (Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón” (Ecclesia de Eucaristía, n. 25).
• Momentos eucarísticos de nuestro día: en cada norma se repite la escena de Jn 13, 25.
• Carta del Padre junio 2004: acercar a nuestros amigos a los sacramentos.

Cuaresma

Que no pase la gracia de Dios como pasa el agua por encima de las piedras. Que nos empape, que nos dejemos transformar, que cale hasta el último rincón de nuestra alma. Que no haya nada en nuestra vida que no sea Opus Dei, y cada día más Opus Dei.

Que quitemos tantos enemigos como tenemos, en primer lugar nuestro propio yo. Señor, que abra bien de par en par el alma a tu gracia en esta Cuaresma. Que esté dispuesto a dejarme ayudar. Que puedan entrar en mi alma sin contemplaciones y si es necesario, a hachazos.

El Señor, Tú Señor, que nos contemplas desde el Sagrario has subido a la Cruz por cada uno de nosotros. Nos disponemos durante 40 días a contemplar este misterio de tu amor por nosotros. Ya es hora de que te diga: Señor, baja de la Cruz para que me suba yo.

De mi entrega en la Cruz, Señor, depende que la Obra se realice en el mundo. De mi entrega en la Cruz, Señor, depende la felicidad de tantas personas. De mi entrega en la Cruz, Señor, depende que a tantas personas de Casa no se las coma el ambiente. Nos vamos alejando poco a poco del 2 de octubre del 28. Aquella fecha se va distanciando en el tiempo. Pero llevamos cada uno en el corazón y el alma, grabada a fuego, la misma llamada que recibió nuestro Padre, la misma semilla, la misma gracia. Tú, Señor, estás firmemente decidido, con una voluntad irrevocable, porque no puedes equivocarte, a que esta vocación que me has dado dé fruto, a pesar de mi mismo. Tus obras nunca son estériles.

En el faldón de uno de los manteles del altar de la Ermita de la Santa Cruz, en Cavabianca, hay un bordado muy bonito: "Chrisus in intellecto tuo, Christus in labiis tuis, Christus in corde tuo, Christo in operibus tuis".

Así me gustaría que fuera mi Cuaresma: Cristo en mi inteligencia, para no tener otro interés en mi vida que el de cumplir la voluntad divina; quisiera. Señor, que lo que de verdad me mueve sea la santidad, buscarte a Ti. Cristo en mis labios, para tratarte, muchas veces sin ruido de palabras, sin que se note; para llevarte por el mundo, porque Tú quieres vivir en mi, buscándote en mi trabajo, buscándote en los demás, en la vida de familia. Cristo en mi corazón. Que no me apegue a las cosas de aquí abajo, Señor, porque ya tengo la experiencia de que achican el corazón y lo envilecen. Dame un corazón grande, que sepa quererte a ti en exclusiva, sin buscarme otras compensaciones. Cristo en mis obras. Señor, Tú quieres vivir en mi, pero sólo será posible si te dejo. ¡Que Él crezca y que yo disminuya! Que Tú crezcas en mi vida porque poco a poco voy olvidándome de mi yo, de mis pequeñeces, de mi comodidad, de pensar que soy diferente, que no quiero estar cortado con el mismo patrón, que mis peculiaridades son sagradas. Que yo disminuya, Señor, porque me voy a dejar formar, a pesar de que ya llevo muchos años intentándolo. Me gustaría que tu gracia entre hasta el último pliegue de mi alma. Hazme dócil.

He aprendido a vivir luchando en lo que me da la gana, cómo me da la gana, al ritmo que yo mismo me impongo. Pero en esa lucha no estás Tú. No puedo decir con sinceridad: Cristo en mis obras.

Amar la Cruz, subir a la Cruz es estar dónde el Señor me ha puesto y cómo el Señor me ha puesto. El modo de participar en la Cruz de Cristo es luchar por quitar todos los obstáculos que me impiden cumplir su voluntad. ¿Cuáles son esos obstáculos? Mi soberbia. Mi resistencia a la gracia a de Dios. Tú, Señor, me pidas que me una a tu Cruz luchando contra mi soberbia, luchando contra todo lo que me impide estar firme en mi vocación.

"Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno nos rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían, y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la voluntad de Dios -aunque cueste-, en esas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con Él, no nos faltará la claridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber: la serenidad".

Sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían. ¡Qué paradoja! Pero que verdad tan grande. Esas cosas que nos contrarían: la enfermedad, el lastre de las propias miserias, puntos de lucha en los que no acabamos de vencer, exigencias de la entrega que no hago mías, o que pienso que son de otra época, o para otro tipo de gente, más joven, o más mayor, o no tan curtida... o lo que quieras; los defectos de las personas que conviven conmigo, que no los quiero; las dificultades de la labor, las dificultades del ambiente.

Si no aceptamos -no sólo con la inteligencia, con la voluntad, con obras- esas cosas que nos contrarían, que no van, que nos cuestan, como queridas por Dios para que subamos a la Cruz con Cristo y nos santifiquemos, antes o después, estalla el desconcierto, el desconsuelo. Es lógico porque no se puede hacer compatible la entrega, la Cruz, tal y como Dios la ha querido para mi en el Opus Dei, con ir haciéndome un estuche, ir recortando, en definitiva, acomodando, mi voluntad a la de Dios. Antes o después estalla el desconcierto. No se puede compatibilizar lo incompatible.

"Considerad que el Sí a Dios de nuestro Fundador -tan absoluto, tan pleno, tan fiel- se fundamentaba en muchos no -expresados con la misma resolución-, es decir en continuas negaciones de sí mismo: de su propia voluntad, de su honra, de sus gustos. No es posible pronunciar un fiat con tal plenitud y diligencia, y perseverar en ese amor, si no va precedido, acompañado y seguido de continuas negaciones que hacen arraigar en el alma el Amor Hermoso, la dispobilidad completa a la Voluntad de Dios. En una palabra, para decir que sí, hay que decir No a los que nos pueda saparar de Él". (Don Alvaro, Carta IX, 78).

Aparta Señor de mi lo que me aparta de ti. Acostumbrate a decir que no (Camino, n. 5). Cuando se empaña el Amor a Dios, cuando la vibración apostólica se entibia, hay algo en lo que no estamos diciendo un "No" decidido, generoso, valiente, como el de nP.

Acudimos a la Virgen, pidiéndole que la gracia de Dios pase por nuestra alma en esta Cuaresma y queme todo lo que no sea Opus Dei en nuestra vida.







Optimismo

Cuando pisamos un ctr de la Obra por primera vez: serenidad, preocupación por los demás, alegría, servicio... Aquello era una casa: un hogar un poco peculiar, pero un hogar.

Optimismo y alegría. Un hogar debe ser siempre un lugar donde reina la alegría, donde se está a gusto, donde se descansa. Pobres hogares donde todo son riñas, malas caras, reproches, disputas, malas palabras, portazos, etc. No se podría vivir, y todos temerían llegar a casa porque lo pasan mal. Hay que ser optimista para ver siempre la parte positiva, el lado bueno de las cosas. Lo cual no quiere decir que no se viva en la realidad, sino que hay que superar el mal con la abundancia del bien, como nos dirá San Pablo. La alegría es la manifestación externa de la paz y la unión con Dios que llevamos dentro.

Todos en un hogar deben esforzarse por hacerse la vida feliz y a eso contribuye decisivamente esa alegría del corazón que se tiene cuando se lucha y se vive en paz con Dios. siempre es posible estar alegres, aunque no se pueda sonreír.

Anécdota de la viejecita irlandesa que era muy positiva.

Una viejecita irlandesa que nunca hablaba mal de nadie; siempre encontraba algo bueno en la peor de las personas. Un día falleció en su pueblo un hombre que parecía tener todas las miserias y pecados imaginables: era ladrón, borracho, peleador, pegaba a su mujer y a sus hijos... era un estorbo para la comunidad. La noche del velatorio, la viejecita llegó a la sala donde se iba a rezar el Santo Rosario por el difunto. Todos la miraron y se decían por dentro: de éste si que no podrá decir nada bueno. La viejecita estuvo un momento callada; parecía que efectivamente no sabía qué decir. Pero luego comentó:

-Ciertamente sabia silbar. Daba gusto oírle cuando pasaba todas las mañanas por debajo de mi ventana. Le echaré mucho de menos...

No hagas crítica negativa: cuando no puedas hablar cállate (Camino núm. 443).

¡Qué bien se está al lado de una persona que sabe ver el lado positivo de las cosas y de las personas!


Alegría fundamentada en la fe

El Cielo está empeñado en que la Obra se realice: ese es el fundamento de nuestro optimismo.

“Ojalá que cada día escuchéis en vuestra alma el eco de la exhortación del Redentor: duc in altum! Es una invitación a echar redes espirituales en el mar del mundo. Por otra parte, los que confían en el divino Maestro experimentan la maravilla de la pesca milagrosa. Es la promesa de Jesús, que no defrauda a quienes se fían de Él, como San Pablo y muchos otros santos que en estos milenios han hecho gloriosa a la Iglesia. Sí, es verdad. Dios está preparando una gran primavera cristiana, cuyo comienzo ya se vislumbra (Redemptoris missio, 86). Por eso, tened confianza y mirad con optimismo al futuro en toda circunstancia. El Señor, como Él mismo nos aseguró, está siempre con nosotros”. (Juan Pablo II, Discurso, 19.IX.2003, citado en la carta del Padre de noviembre de 2003).

La alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser desbordante: serena, contagiosa, con gancho.,..; en pocas palabras, ha de ser tan sobrenatural, tan pegadiza y tan natural, que arrastre a otros por los caminos cristianos. (Surco 60)

La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosas de nuestro Padre-Dios. (Camino 659).

Anécdota del diario de un centro que exultaban por una meditación de sr. ¡Por fin, viene alguien a la meditación de sr! “El oratorio estaba hasta la bandera. Viendo a tanta gente, a Don Barto se le caía la baba. Después de la meditación hicimos la colecta y compramos algo para ver el partido de fútbol”.

Contestación de la Delegación: “decidnos si habéis puesto un mástil en el oratorio. Avisad si el sacerdote sigue babeando para que lo llevemos al médico. Explicad qué hacéis con el dinero de las colectas”.

(ECQP) “El amor tiene necesariamente sus características manifestaciones. Algunas veces se habla del amor como si fuera un impulso hacia la propia satisfacción, o un mero recurso para completar egoístamente la propia personalidad. Y no es así: amor verdadero es salir de sí mismo, entregarse. El amor trae consigo la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces en forma de cruz. Mientras estemos en la tierra y no hayamos llegado a la plenitud de la vida futura, no puede haber amor verdadero sin experiencia del sacrificio, del dolor. Un dolor que se paladea, que es amable, que es fuente de íntimo gozo, pero dolor real, porque supone vencer el propio egoísmo, y tomar el Amor como regla de todas y cada una de nuestras acciones. (Es Cristo que pasa, 43, 3)

Naturalidad, sinceridad, alegría: condiciones indispensables, en el apóstol, para atraer a las gentes. (Surco 188)

¿No hay alegría? -Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. -Casi siempre acertarás. (Camino 662)

Hay quien vive con amargura todo el día. Todo le causa desasosiego. Duerme con una obsesión física: que esa única evasión posible le va a durar poco. Despierta con la impresión hostil y descorazonadora de que ya tiene ahí otra jornada por delante.
Se han olvidado muchos de que el Señor nos ha colocado, en este mundo, de paso hacia la felicidad eterna; y no piensan que sólo podrán alcanzarla los que caminen, por la tierra, con la alegría de los hijos de Dios. (Surco 305)

La alegría es consecuencia de la lucha. ¿Quieres estar contenta? Haz lo que te dicen en la cfi, en la des; empéñate en sacar adelante los propósitos que haces en tu oración.

“Me encontraba hace poco más de un mes en una nación a la que quiero mucho. Allí pululan las sectas y las herejías, y reina una gran indiferencia ante las cosas de Dios. Al considerar este panorama me desconcerté y me sentí incapaz, impotente: "Josemaría, aquí no puedes hacer nada." Estaba en lo justo: yo solo no lograría ningún resultado; sin Dios, no lograría ni levantar una paja del suelo. Toda la pobre ineficacia mía estaba tan patente, que casi me puse triste; y eso es malo. ¿Que se entristezca un hijo de Dios? Puede estar cansado, porque tira del carro como un burrito fiel; pero triste no. ¡Es mala cosa la tristeza!
De pronto, en medio de una calle por la que iban y venían gentes de todas las partes del mundo, dentro de mi, en el fondo de mi corazón, sentí la eficacia del brazo de Dios: tú no puedes nada, pero yo lo puedo todo; tú eres la ineptitud, pero yo soy la omnipotencia. Yo estaré contigo, y ¡habrá eficacia!, ¡llevaremos las almas a la felicidad, a la unidad, al camino del Señor, a la salvación! ¡también aquí sembraremos paz y alegría abundantes!”.

Si de la lucha, sacamos desánimo, desaliento, pesimismo, es porque somos soberbios; porque nos fiamos demasiado en nuestras propias fuerzas. Tenemos que fiarnos de la gracia de Dios. Nosotros somos instrumentos.

NP “La alegría es consecuencia de la lucha interior; muchas veces, de la victoria; y algunas veces, de la derrota: porque si acudimos a Dios, Él nos perdona y volvemos a estar alegres” (cn 71, 449).

La Cruz Hoy:
(Don Alvaro) “Lo que de verdad puede quitarnos la paz es siempre el yo, que se levanta. Queremos ser el centro de todas las miradas, que todos nos aplaudan. Con poca rectitud de intención, tendemos a quedar bien nosotros mismos, en vez de procurar que quede bien Dios Nuestro Señor. Eso nos llena de falta de paz, y vienen tentaciones de tristeza, de desesperanza. Querríamos quedar bien siempre; y cuando no hacemos bien las cosas -es propio de la naturaleza humana equivocarse-, nos llenamos de pena, por soberbia” 6.4.85. ¿Me dejo dominar por la tristeza sabiendo que es aliada del enemigo?

La alegría nunca es completa:
Nuestro Padre “Ser santo es ser dichoso, también aquí en la tierra. Y me preguntaréis quizá: Padre, y usted ¿ha sido dichoso siempre? Yo, sin mentir, recordaba hace pocos días, no sé dónde fue, que no he tenido nunca una alegría completa; siempre, cuando viene una alegría, de esas que satisfacen el corazón, el Señor me ha hecho sentir la amargura de estar en la tierra, como un chispazo del Amor… Y, sin embargo, no he sido nunca infeliz, no recuerdo haber sido infeliz nunca. Me doy cuenta que soy un gran pecador, un pecador que ama con toda su alma a Jesucristo. Así, que infeliz, nunca; alegría completa, nunca tampoco. ¡Ay que lío me he hecho!”

Nuestro Padre “Si viene un mal momento en la vida nuestra, y nos sentimos tristes, abatidos, hay que acercarse corriendo a Dios. No es difícil, porque lo tenemos en nuestro corazón. Búscale tú en el centro de tu alma en gracia, y ve siempre a Él, siempre, con una conversación que te desahogue, directa, cara a cara: un diálogo sin anonimato, que se hace sin ruido de palabras. Si tienes ese trato íntimo, constante, con el Señor, Él te dará alegría para servirle más y mejor en esa situación que puede ser adversa” tert 31.3.72.

Surco 61 "¿Contento?" —Me dejó pensativo la pregunta. * —No se han inventado todavía las palabras, para expresar todo lo que se siente —en el corazón y en la voluntad— al saberse hijo de Dios.

F 1005 Felices también en la tierra

Mt 5,11 Ya os persigan estad contentos.

II Cor 9,7 Dios ama al que da con alegría. Darse a los demás es de tal eficacia que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.

Forja 504 El amor es sacrificio; y el sacrificio, por Amor, goce.

Cn Feb 94.
Para quien tiene el espíritu de NP, no existen dificultades sino oportunidades.

Alegría 93
Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador sigue el canto de María en el Magnificat. Algunas traducciones van más allá y llegan a decir: mi alma está exultante de gozo. Y nosotros -algo indiscretos- miramos también con gozo el alma pura de María y nos alegramos con su alegría. Es más, nos alegramos que haya podido manifestar el estado feliz y dichoso de su corazón a Isabel, y agradecemos al Espiritu Santo que haya querido que conozcamos el color y el calor del alma de aquella niña, ¡es tan joven!, que ya ha concebido en su seno al Salvador.

Porque Dios nos quiere contentos y si no lo estamos podemos pensar con certeza ¿No hay alegría? piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. Casi siempre acertarás Camino 662, que no estén alegres los que no se consideren hijos de Dios solía repetir el beato Josemaría (Surco 54).

Se está cumpliendo lo que le promete el ángel en su anuncio Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo. Y María está transportada de gozo, como fuera de sí, porque la la alegría es comunicativa, difusiva, es expansión, elasticidad del alma que se dilata con aquello que le da gozo. Es el mismo Dios el que la llena de un gozo sin sombras.

Una persona alegre es elástica, disponible, entusiasta, aunque no deje de ser discreta. En cambio la tristeza es inercia, viscosidad, egocentrismo, malas caras, modales bruscos, respuestas hirientes, desesperanza, acritud, amargura, es casi como la muerte.

Es cierto que hay tristezas positivas como cuando se advierte un mal o un pecado y duele, sobre todo en los seres queridos. Hay lágrimas que limpian y otras que amargan. Es positiva la tristeza de la conciencia cuando se sabe culpable y golpea el corazón hasta que el arrepentimiento y la confesión devuelven la alegría al corazón. Pero son tristezas a superar o transitorias. Tanto es así que lo normal es estar contento, pero no con la alegría del insensato o del loco que ríe sin saber porqué, sino con la alegría que ha sabido encontrar las fuentes del gozo y bebe a manos llenas con la boca bien abierta. Dios nos quiere alegres. Y el termómetro de la calidad de la vida interior es la alegría honda. No sólo la alegría fisiológica del animal sano tan fácil de perder, sino con la alegría del generoso, la alegría sobrenatural que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro Padre-Dios (Camino 659). Bien se puede decir que la alegría es una regla de tres: a más generosidad, más alegría, a menos generosidad, o más egoísmo que es lo mismo, equis; es decir: tristeza.

Una persona entusiasmada con su vocación es una persona alegre.

Un buen ejemplo es el carácter de los santos, se decía haciendo un juego de palabras que un santo triste es un triste santo, pero es que en realidad no es posible. Lo normal si se ha alcanzado un cierto nivel de santidad es lo que cuentan los que han conocido a San Josemaría según dice Ana Sastre una de sus primeras biógrafas “una constante que subrayan cuantos han conocido a Monseñor Escrivá de Balaguer, en cualquiera de las etapas de su vida, ha sido la alegría y la simpatía arrolladora de su modo de ser y de actuar, ...nos alegraba la vida dice uno, otro no le recuerdo hosco, triste, agrio, entristecido, le recuerdo siempre alegre dice un tercero” era realmente un maestro de buen humor como dice un conocido medico. Y nosotros ante la presencia de Dios pensamos: “ Y de mí, ¿qué dirían? es una cascarrabias, una quejica, o simplemente melindrosa y melancólica doncella? ¡Por favor, buena cara!, aunque el tiempo sea malo, es más... mejor cara si truena y caen chuzos de punta.

Necesitamos a nuestro lado caras sonrientes, gente positiva, comentarios optimistas, animantes.

La tristeza es un vicio causado por el desordenado amor a sí mismo, que no es un vicio especial sino la raíz general de todos ellos diagnostica Santo Tomás de Aquino.

Felicidad no es comodidad.

Es que poco a poco se ha ido introduciendo la tendencia a confundir felicidad con comodidad o bienestar. Y entonces se fabrica una alegría falsa que más tarde o mas temprano desvela que tras la máscara sólo hay una fea cara, un maquillaje que no resiste el aire limpio y sencillo y cuando llega el cansancio en el trabajo, la frustación de una ilusión, zancadillas, fracasos, amores incomprendidos y otros dolores como la misma muerte, se desmoronan. Muchos se encuentra indefensos, y lo están. Y el mundo se les cae encima.

Anécdota de nP. Nax que le dijo: “Padre he hecho la felicidad”.

¿Pero cómo estar alegre? ¿No pensando en nada? ¿o recibiendo halagos continuos a la vanidad? Estaremos alegres cuando experimentemos un amor pleno y verdadero como el de Santa María. Cuando experimentes que Dios mismo te quiere por tí misma, cuando experimentes también la entrega propia del amor, que es darse. Entonces comprobarás que se es más feliz en dar que en recibir. Y te llenará el optimismo y una visión llena de color de la vida Nos lo dice nuestro Padre: “Cuando te entregues a Dios no habrá dificultad que pueda remover tu optimismo “(Camino 476)

Pero ¿Y si el dolor aprieta? ¿Y si es incurable? Vale un optimismo meloso? No. Mira entonces la cruz y la resurrección. Y nuestra alegría tendrá una raíces profundas, las raíces en forma de cruz del que está dispuesto a amar como Cristo amó, y del mismo modo como María cumplió la voluntad de su Señor. Si esto entendéis, seréis felices si lo practicáis decía NSJ después de limpiar los pies a los suyos -amor con obras-.

Te recojo unas conocidas poesías de Tagore Estaba dormido y soñé que el mundo era alegría (sueños de niño en los que todo es fácil como una historia interminable) Desperté, y me dí cuenta que el mundo era servicio ( maduración) Me puse a servir y descubría que el servicio era alegría.

Cuando me olvido de mí soy feliz
Cuando me entrego a los demás soy feliz
Cuando respondo que sí a Dios soy feliz.

Así alcanzarás una alegría desbordante, pegadiza, natural, con arrastre; y vivirás una vida que vale la pena ser vivida, y además, abierta a la eternidad donde todas las ansias del corazón quedarán definitivamente satisfechas al vivir con Dios una comunión de amor plena y definitiva como la vive nuestra Madre Causa de nuestra alegría.

"El conocimiento de que somos hijos muy queridos de Dios nos moverá poderosamente. La meditación frecuente de esta verdad trae consigo unas consecuencias bien precisas en la lucha interior, en el trabajo...: en toda la conducta. A impulsos de la piedad filial, la fe se hace inconmovible, la esperanza segura, la caridad ardiente. Ninguna dificultad, de dentro o de fuera, será capaz de remover nuestro optimismo, aunque externamente todo nos resulte arduo. Y como dote inseparable de este don preciosísimo, viene al alma la alegría y la paz, tan propia de los hijos de Dios" (V.88).

Considerar frecuentemente nuestra filiación divina trae consecuencias para nuestra vida interior como las siguientes:
- en la oración: ¿quién pide la luna? Infancia espiritual.
- en el trabajo: rectitud de intención.
- en el apostolado: Dios es quien saca las cosas adelante. Visión sobrenatural.
- en la lucha interior: siempre optimistas. Hacer de hijo pródigo.
- siempre alegres.
-
Forja, n.266: "Si nos sentimos hijos predilectos de nuestro Padre de los Cielos, ¡que eso somos!, ¿cómo no vamos a estar alegres siempre?
- Piénsalo".



Oración

La oración de Jesús en el huerto.

El Señor se retiraba a orar con frecuencia. Normalmente por las noches.

Las decisiones más importantes de su vida las toma después de hacer oración: comienzo de la vida pública, elección de los apóstoles, preparación para la Pasión.

La oración puede cambiar vuestras vidas (Juan Pablo II).

¿Qué es la oración? Camino.

Diálogo.

Dios no me oye. Monólogo.

No oigo a Dios. Sinceridad.

Idea central: la oración es eficaz por la perseverancia.

¿Cómo se hace? Presencia de Dios durante el día y por la noche. Sentidos recogidos. Mirar a una persona. ¿De qué le hablo? El tema de tu oración es el tema de tu vida. Las cosas del día. Mi lucha.

El sagrario es un espejo. La vida de Cristo es nuestro modelo.

Buenos propósitos, afectos e inspiraciones.

La Virgen. Nuestro Padre. Nuestro ángel custodio (aliado para el apostolado).

Libro que nos aconsejan en la confidencia, temas, textos. ¿Para qué sirve? Un apoyo si estamos más cansados, más dormidos, más secos.

La oración se hace con la voluntad, no sólo con la inteligencia ni sólo con los afectos. El efecto de la oración se nota en la voluntad: deseos de parecerse más a Cristo. Deseo de mejorar, de cambiar. Las decisiones de entrega, las conversiones, suceden en la oración, mirando cara a cara a Jesús.

Un propósito. No es necesario hacer propósitos, pero si habitualmente no hay propósitos no hay lucha. Si no hay lucha es porque no hay fe.

La diferencia entre ser piadoso y ser contemplativo. Niños pequeños.

La oración bien hecha nos lleva a ser contemplativos. La vida de oración de una persona se mide en sus obras. Una persona que trata a Cristo transmite a su alrededor lo que recibe de Cristo: paz, serenidad, alegría, exigencia amable, comprensión. La lucha se nota.

Pedir al Señor que mueva nuestra voluntad, que queramos de verdad meternos por caminos de oración. En Casa sólo se puede perseverar si somos contemplativos.

Pascua

Resucitó de entre los muertos.
- La Resurrección del Señor, fundamento de nuestra fe. Jesucristo vive: ésta es la gran alegría de todos los cristianos.
- La luz de Cristo. La Resurrección, una fuerte llamada al apostolado.
- Apariciones de Jesús: el encuentro con su Madre, a quien se aparece en primer lugar. Vivir este tiempo litúrgico muy cerca de la Virgen.

I. En verdad ha resucitado el Señor, aleluya. A él la gloria y el poder por toda la eternidad (1).
"Al caer la tarde del sábado, María Magdalena y María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar el cuerpo muerto de Jesús. -Muy de mañana, al otro día, llegan al sepulcro, salido ya el sol. (Mc 16, 12) Y entrando, se quedan consternadas porque no hallan el cuerpo del Señor. -Un mancebo, cubierto de vestidura blanca, les dice: No temáis: sé que buscáis a Jesús Nazareno: non est hic, surrexit enim sicut dixit, -no está aquí, porque ha resucitado, según predijo. (Mt 28, 5).

"¡Ha resucitado! -Jesús ha resucitado. No está en el sepulcro. -La Vida pudo más que la muerte" (2).

La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido (3). Además, en la Resurrección de Cristo se apoya nuestra futura resurrección. Porque Dios, rico en misericordia, movido del gran amor con que nos amó, aunque estábamos muertos por el pecado, nos dio vida juntamente con Cristo... y nos resucitó con Él (4). La Pascua es la fiesta de nuestra redención y, por tanto, fiesta de acción de gracias y de alegría.

La Resurrección del Señor es una realidad central de la fe católica, y como tal fue predicada desde los comienzos del Cristianismo. La importancia de este milagro es tan grande, que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección de Jesús (5). Anuncian que Cristo vive, y éste es el núcleo de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.

Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer, comprobaron las huellas de los clavos y de la lanza... Los Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas pruebas (6), y muchos de estos hombres murieron testificando esta verdad.

Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón. "Ésta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia (...): en Él, lo encontramos todo; fuera de Él, nuestra vida queda vacía" (8).

"Se apareció a su Madre Santísima. -Se apareció a María de Magdala, que está loca de amor. -Y a Pedro y a los demás Apóstoles. -Y a ti y a mí, que somos sus discípulos y más locos que la Magdalena: ¡que cosas le hemos dicho!

"Que nunca muramos por el pecado, que sea eterna nuestra resurrección espiritual. -Y (...) has besado tú las llagas de sus pies..., y yo más atrevido -por más niño- he puesto mis labios sobre su costado abierto" (8).

II. Dice bellamente San León Magno (9) que Jesús se apresuró a resucitar cuanto antes porque tenía prisa en consolar a su Madre y a los discípulos: estuvo en el sepulcro el tiempo estrictamente necesario para cumplirlos tres días profetizados. Resucitó al tercer día, pero lo antes que pudo, al amanecer, cuando aún estaba oscuro (10), anticipando el amanecer con su propia luz.

El mundo había quedado a oscuras. Sólo la Virgen María era un faro en medio de tantas tinieblas. La Resurrección es la gran luz para todo el mundo: Yo soy la luz (11), había dicho Jesús, luz para el mundo, para cada época de la historia, para cada sociedad, para cada hombre.

Ayer noche, mientras participábamos -si nos fue posible- en la liturgia de la Vigilia pascual, vimos cómo al principio reinaba en el templo una oscuridad total, imagen de las tinieblas en las que se debate la humanidad sin Cristo, sin la revelación de Dios. En un instante el celebrante proclamó la conmovedora y feliz noticia: La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu (12). Y de la luz del cirio pascual, que simboliza a Cristo, todos los fieles recibieron la luz: el templo quedó iluminado con la luz del cirio pascual y de todos los fieles. Es la luz que la Iglesia derrama sobre toda la tierra sumida en tinieblas.

La Resurrección de Cristo es una fuerte llamada al apostolado: ser luz y llevar la luz a otros. Para eso hemos de estar unidos a Cristo. "Instaurare omnia in Christo, da como lema San Pablo a los cristianos de Efeso (Ef 1, 10), informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas. Si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad meipsum (Jn 12, 32), cuando sea levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Cristo con su Encarnación, con su vida de trabajo en Nazareth, con su predicación y milagros por las tierras de Judea y de Galilea, con su muerte en la Cruz, con su Resurrección, es el centro de la creación, Primogénito y Señor de toda criatura.

"Nuestra misión de cristianos es proclamar esa Realeza de Cristo, anunciarla con nuestra palabra y con nuestras obras. Quiere el Señor a los suyos en todas las encrucijadas de la tierra. A algunos los llama al desierto, a desentenderse de los avatares de la sociedad de los hombres, para hacer que esos mismos hombres recuerden a los demás, con su testimonio, que existe Dios. A otros, les encomienda el ministerio sacerdotal. A la gran mayoría, los quiere en medio del mundo, en las ocupaciones terrenas. Por lo tanto, deben estos cristianos llevar a Cristo a todos los ámbitos donde se desarrollan las tareas humanas: a la fábrica, al laboratorio, al trabajo de la tierra, al taller del artesano, a las calles de las grandes ciudades y a los senderos de montaña" (13).

III. La Virgen, que estuvo acompañada por las santas mujeres en las horas tremendas de la crucifixión de su Hijo, no acompañó a éstas en el piadoso intento de terminar de embalsamar el Cuerpo muerto de Jesús. María Magdalena y las demás mujeres que le habían seguido desde Galilea han olvidado las palabras del Señor acerca de su Resurrección al tercer día. La Virgen Santísima sabe que resucitará. En un clima de oración, que nosotros no podemos describir, Ella espera a su Hijo glorificado.

"Los evangelios no nos hablan de una aparición de Jesús resucitado a María. De todos modos, como Ella estuvo de manera especialmente cercana a la cruz del Hijo, hubo de tener también una experiencia privilegiada de su resurrección" (14). Una tradición antiquísima de la Iglesia nos transmite que Jesús se apareció en primer lugar y a sola a su Madre. En primer término, porque Ella es la primera y principal corredentora del género humano, en perfecta unión con su Hijo. A solas, puesto que esta aparición tenía una razón de ser muy diferente de las demás apariciones a las mujeres y a los discípulos. A éstos había que reconfortarlos y ganarlos definitivamente para la fe. La Virgen, que ya había sido constituida Madre del género humano reconciliado con Dios, no dejó en ningún momento de estar en perfecta unión con la Trinidad Beatísima. Toda la esperanza en la Resurrección de Jesús que quedaba sobre la tierra se había cobijado en su corazón.

No sabemos de qué manera tuvo lugar la aparición de Jesús a su Madre. A María Magdalena se le apareció de forma que ella no le reconoció en un primer momento. A los dos discípulos de Emaús se les unió como un hombre que iba de viaje. A los apóstoles reunidos en el Cenáculo se les apareció con las puertas cerradas... A su Madre, en una intimidad que podemos imaginar, se le mostró en tal forma que Ella conociera, en todo caso, su estado glorioso y que ya no continuaría la misma vida de antes sobre la tierra (15). La Virgen, después de tanto dolor, se llenó de una inmensa alegría. "No sale tan hermoso el lucero de la mañana -dice fray Luis de Granada-, como resplandeció en los ojos de la Madre aquella cara llena de gracias y aquel espejo sin mancilla de la gloria divina. Ve el cuerpo del Hijo resucitado y glorioso, despedidas ya todas las fealdades pasadas, vuelta la gracia de aquellos ojos divinos y resucitada y acrecentada su primera hermosura. Las aberturas de las llagas, que eran para la Madre como cuchillos de dolor, verlas hechas fuentes de amor, al que vio penar entre ladrones, verle acompañado de ángeles y santos, al que la encomendaba desde la cruz al discípulo ve cómo ahora extiende sus amorosos brazos y le da dulce paz en el rostro, al que tuvo muerto en sus brazos, verle ahora resucitado ante sus ojos. Tiénele, no le deja, abrázale y pídele que no se le vaya, entonces, enmudecida de dolor, no sabía qué decir, ahora, enmudecida de alegría, no puede hablar" (16). Nosotros nos unimos a esta inmensa alegría.

Se cuenta que Santo Tomás de Aquino, cada año en esta fiesta, aconsejaba a sus oyentes que no dejaran de felicitar a la Virgen por la Resurrección de su Hijo (17). Es lo que hacemos nosotros, comenzando hoy a rezar el Regina Coeli, que ocupará el lugar del Angelus durante el tiempo Pascual: Alégrate, Reina del cielo, ¡aleluya!, porque Aquel a quien mereciste llevar dentro de ti ha resucitado, según predijo... Y le pedimos que nosotros resucitemos en íntima unión con Jesucristo. Hagamos el propósito de vivir este tiempo pascual muy cerca de Santa María.

(1) Antífona de entrada de la Misa. Cfr. Lc 24, 34, Cfr. Apoc 1, 6.- (2) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Santo Rosario, primer misterio glorioso.- (3) Cfr. 1 Cor 15, 14-17.- (4) Ef 2, 4-6.- (5) Cfr. Hech 1, 22, 2, 32, 3, 15, etc.- (6) Hech 1, 3.- (7) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 102.- (8) IDEM, Santo Rosario, primer misterio glorioso.- (9) SAN LEON MAGNO, Sermón 71, 2.- (10) Jn 20, 1.- (11) Jn 8, 12.- (12) MISAL ROMANO, Vigilia pascual. - (13) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Es Cristo que pasa, 105.- (14) JUAN PABLO II, Discurso en el santuario de Nª Sª de la Alborada, Guayaquil, 31-I-1985.- (15) Cfr. F. M. WILLAM, Vida de María, Herder, Barcelona 1974, p. 330.- (16) FRAY LUIS DE GRANADA, Libro de la oración y meditación, Palabra, 2ª ed., Madrid 1979, 26, 4, 16.- (17) Cfr. Fr. J. F. P., Vida y misericordia de la Santísima Virgen, según los textos de Santo Tomás de Aquino, Segovia 1935, pp. 181-182.

Sentido de responsabilidad en la propia santidad

Comienzo contando CB TA.

1. OCTUBRE 1931, nP 29 años. La Obra recién nacida. Muchas dificultades, muchos sufrimientos, pero tiene el convencimiento de que será santo haciendo la Obra. Leer FICHA 1. También hoy, en este retiro, nos tenemos que convencer de que vamos a ser santos, no porque confiemos en nuestras condiciones, en nuestras fuerzas, sino porque Dios lo conseguirá.

2. Mañana 6 de octubre, celebramos 1 año de la proclamación infalible de la santidad de nP, por el Papa.

3. Pídele al Señor, se lo pido yo también ahora, que nos confirme, que nos dé el convencimiento de que nuestro fin en la tierra, nuestra misión es ser santos haciendo el Opus Dei.

4. La fiesta de mañana tiene que despertarnos a todos deseos de ser más fieles, más santos, más rezadores. FICHA 2 (homilia del Papa el 6.X.02). El secreto de la santidad está en la oración y en una vida sacramental intensa.

5. El 6 de octubre. Una fecha que no se puede borrar jamás de nuestra memoria. FICHA 3, de la carta del Padre de octubre de 2003.

6. Hemos de luchar por estar bien metidos en Dios. Sólo una cosa es nececesaria, le dice el Señor a Marta. Todo lo demás: la salud o la enfermedad, los éxitos o los fracasos, son circunstancias, ocasiones y medios para realizar lo que constituye nuestra más honda aspiración (Don Alvaro, Carta 1-IX-90). De muchas maneras repetía nuestro Padre que lo único importante es que nos convenzamos de que hemos venido a la Obra, estamos en este mundo, para ser santos:
- Hijos míos: una preocupación hemos de tener los hijos de Dios en el Opus Dei, una preocupación exclusiva: y es esta: ser santos (A solas con Dios, n. 24).
- Lo que me interesa de vosotros, hijas e hijos queridísimos es la vida sobrenatural de vuestra alma: vuestra vida interior y sus manifestaciones directamente apostólicas. Otros éxitos, otros logros humanos me parecen bien, si os llevan a Dios. (Carta 17-IV-1973, n. 32).
Señor, que vea. Te lo repetimos como aquel ciego, Bartimeo, que te vea, que veamos.

7. ¿Cómo nos vamos a hacer santos? Nos contesta nuestro Padre. FICHA 4. Son los medios que tenemos para ser santos. Se los entregó Dios a nuestro Padre. No son una invención humana. Por eso nos ponemos de pié en el CB cuando nos leen el plan de vida, como señal de profunda veneración. NP aseguraba el Cielo a quien se esforzara por cumplir las normas.

8. Cada vez que hacemos una norma, que venimos junto al Señor al Sagrario para rezar le decimos como nuestro Padre: "Te amo, Señor, porque me da la gana de amarte. Este pobre corazón podría haberlo entregado a una criatura... ¡Y no! ¡Lo pongo entero, joven, vibrante, noble, limpio, a tus piés, porque me da la gana!
Anécdota.

9. Un buen día para renovar nuestra voluntad de ser santos, con obras, con propósitos. FICHA 5.

10. Te acordarás de las últimas palabras, en público, de nP en esta tierra, en Castelgandolfo, a aquel grupo de hermanas nuestras: "me imagino que sobre todo me cumplís muy bien las normas, y de todo sacáis sacáis motivo para tratar a Dios, y a su madre bendita, y a San José, nuestro padre y señor y a los ángeles custodios".
- Así nos hacemos santos: cumpliendo muy bien las normas y aprovechando todo para tratar a Dios, lo bueno que hay en nuestra vida y lo malo. FICHA 6.

11. El Señor no nos pide una perfección, una santidad inhumana. Nos pide pequeños esfuerzos, pero constantes. Y si a veces te asalta el pensamiento de estar haciendo comedia, será comedia divina, ante Dios como espectador.

12. Surco 412. FICHA 7. Una vez habló con nP el Consiliario de un país de oriente y le dijo que había tenido en ocasiones dificultades para hacer las normas por la cantidad de trabajo. NP le contestó que si le volvía a ocurrir, avisara para que lo sustituyeran.

13. Y muy metido en la entraña de nuestro espíritu, al amor a María. No hay criatura en la tierra que haya tratado mejor a Jesús. FICHA 8.


Sentimientos y vida interior

1. No es difícil descubrir los sentimientos de Cristo en el Evangelio. Cristo reacciona en cada situación porque es sensible, porque tiene un corazón humano. Así, por ejemplo, delante del gazofilacio se emociona y hace notar el gesto de aquella viuda pobre que ha echado más que todos, porque ha echado todo lo que tenía para vivir (cfr. Lc 21, 1-4); o llora ante la muerte de Lázaro y el dolor de sus hermanas (cfr. Jn 11, 33-36); se enfada con los mercaderes que profanan el templo (cfr. Lc 19, 45-46); mira con amor al joven rico (cfr. Mc 10, 21); se indigna por la dureza de corazón de los fariseos (cfr. Mc 3, 5). También los sentimientos aparecen como importantes en su enseñanza: el buen samaritano se detiene a ayudar precisamente porque se llenó de compasión (cfr. Lc 10, 33).

2. Esas reacciones nos ponen al descubierto la Humanidad Santísima de Jesús: ¡Gracias, Jesús mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor; que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia; que vela por los pobres y por los ricos; que cuida de los pecadores y de los justos... -¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo! (Surco, n. 813). Dios nos ofrece siempre -también ahora, después de años de lucha- la posibilidad de cambiar nuestro corazón: os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo; os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ez 36, 26). Nuestro Padre comenta: fijaos en que Dios no nos declara: en lugar del corazón, os daré una voluntad de puro espíritu. No: nos da un corazón, y un corazón de carne, como el de Cristo (Es Cristo que pasa, n. 166).

3. Los sentimientos, necesarios para un comportamiento humano, no son, sin embargo, la última instancia de la decisión. El peligro del sentimentalismo: convierte los sentimientos en un fin y paradójicamente, pues parece partir de una mayor sensibilidad- termina aislando a la persona de sus compromisos: le interesa lo que siente y no la tarea o compromiso a que ese sentimiento lleva. Los sentimientos constituyen una base necesaria para el contacto humano, para descubrir las necesidades de los demás. La conducta verdaderamente humana necesita también del concurso de la voluntad. Ejemplo de Cristo en el huerto de los olivos: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22, 42). En resumen, pertenece a la perfección humana que los sentimientos estén informados por la voluntad y la razón (cfr. Catecismo, 1767).

4. Hemos de tener una personalidad madura, con los mismos sentimientos de Cristo (cfr. Filip 2, 5), donde se integran todos los aspectos de la persona humana, desde las tendencias instintivas, pasando por los afectos y sentimientos, hasta la voluntad y la razón. Esta es una tarea de toda la vida. La lucha ascética no nos lleva a hacernos insensibles, sino a integrar esas tendencias en el conjunto de nuestra vida, en nuestro compromiso de amor con el Señor. Por eso, aunque parezcan internamente contradictorios, debemos repetir con nuestro Padre: no te digo que me quites los afectos, Señor, porque con ellos puedo servirte, sino que los acrisoles (Forja, n. 750).

Cfr. Crónica II-1995: El corazón y los afectos.

El corazón y los afectos (Cr II-95)

La tradición espiritual de la Iglesia –CEC 368- presenta el corazón en su sentido bíblico de “lo más profundo del ser”, donde la persona se decide o no por Dios”.

El corazón es considerado como el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro. (Es Cristo que pasa, 164). Se comprende bien que en el mandamiento fundamental que el Señor dio a Moisés se mencione el corazón expresamente: amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas (Deut. 6, 5).

Marcos 12, 28-30. El elogio al escriba “no estás lejos del Reino de Dios”.

Los afectos y sentimientos en sí mismos no son ni buenos ni malos. No deciden la moralidad ni la santidad de una persona.

Os daré un corazón nuevo y pondré en vosotros un espíritu nuevo. Os arrancaré ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne (Ezech. 36, 26). Fijaos en que Dios no nos declara: en lugar del corazón, os daré una voluntad de puro espíritu. No: nos da un corazón, y un corazón de carne, como el de Cristo. Yo no cuento con un corazón para amar a Dios, y con otro para amar a las personas de la tierra. Con el mismo corazón con el que he querido a mis padres y quiero a mis amigos, con ese mismo corazón amo yo a Cristo, y al Padre, y al Espíritu Santo y a Santa María.

Un corazón de carne como el de Cristo. Sería un error tomar como modelo de conducta un comportamiento cumplidor y voluntarioso, pero frío y distante, como si no nos afectaran más cosas que las propias determinaciones, y como si mostrar ante Dios o ante las personas que se tiene corazón se debiera considerar un signo de debilidad. Esa frialdad es algo que no responde a nuestro ser y por tanto es enfermizo o –la mayoría de las veces- postizo: una máscara que esconde la soberbia personal.

La frialdad de puede deber a que un alma se niega a reconocer la limitación y la fragilidad propia. Otras veces puede ser para ocultar alguna insuficiencia de carácter, como la timidez. Puede ser fruto de reaccionar con orgullo ante lo que contraría, especialmente cuando se hace patente alguna equivocación personal; así, aparece la frialdad de una criatura que no ha asimilado sobrenaturalmente una humillación, o un error, o un detalle que suponía un vencimiento (…). Los más soberbios ocultan esta crisis bajo la máscara orgullosa de la frialdad, de una postiza actitud intelectualoide: hombres o mujeres que no se sabe nunca dónde ocultan el corazón, hasta que se descubre que lo tenían puesto en sí mismos (De nuestro Padre, Carta 14-II-74, n. 7).

A veces la única manera de dirigirnos a Dios es con el corazón. Camino, 102.

Surco, 813. Un corazón a la medida del de Cristo.

Los sentimientos hay que educarlos, porque el corazón se desordena, se descontrola como consecuencia del pecado original. Camino, 164.

El corazón hay que educarlo. Forja, 750. Surco, 166.

El sentimentalismo. No consiste en sufrir cambios en el estado de ánimo, que es normal. El sentimental no es que sufre los cambios del estado de ánimo, sino el que se deja arrastrar por ellos. Falta fortaleza y templanza interior. El sentimentalismo desequilibra el corazón. ¿La causa? Falta de mortificación interior y el monólogo.

Hemos dicho que sí a Dios. Hemos respondido a una elección divina. Todo en nuestra vida se tiene que subordinar a esa correspondencia que Dios espera de nosotros. Camino, 994.

El corazón solo no basta para seguir a Dios en la Obra (…). Lo primero que hay que poner es la cabeza, sin dejarse llevar del sentimiento (De nuestro Padre, Tertulia, 2-X-72).

Que seáis personas rectas porque lucháis, procurando conciliar a esos dos hermanos que todos tenemos dentro: la inteligencia, con la gracia de Dios, y la sensualidad. Dos hermanos que están con nosotros desde que nacemos, y que nos acompañarán durante todo el curso de nuestra vida. Hay que lograr que convivan juntos, aunque se oponga el uno al otro, procurando que el hermano superior, el entendimiento, arrastre consigo al inferior, a los sentidos. Nuestra alma, por el dictado de la fe y de la inteligencia y con la ayuda de la gracia de Dios, aspira a los dones mejores, al Paraíso, a la felicidad eterna. Y allí hemos de conducir también a nuestro hermano pequeño, la sensualidad, para que goce de Dios en el Cielo (De nuestro Padre, meditación El licor de la sabiduría, junio 1972).

De modo que no os fijéis en el sentimiento, hijos míos. Si Dios os hace gustar su presencia sensiblemente…, bien, pero no lo deseéis. Pedidle claridad de ideas, pedidle la Fe, que en medio de esos silencios de Dios nos llena de Esperanza y, con la Esperanza, nos hace vivir de Amor. No con emociones de adolescente, sino con la realidad de servicio –abnegado, leal- de un hombre maduro. Un servicio cotidiano, que a veces puede parecernos monótono, pero que no lo es. Vosotros sabéis bien que cada día tiene una luz distinta, un color diverso (De nuestro Padre, Tertulia, 18-VI-1972).

Forja, 315. La Virgen.

Sinceridad

Parábola del fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14).

El pecado de Lucifer fue de soberbia. El pecado de Adán y Eva fue de soberbia.

La soberbia ataca: en el trabajo, en el apostolado, en la vida de familia, en la piedad.

El fundamento de la vida interior es la humildad: conocerse. Solos no podemos. La ayuda de la oración y de la dirección espiritual. Hemos de llegar a conocernos como somos, con la ayuda de la gracia y de la dirección espiritual.

La lucha por la santidad es un continuo comenzar y recomenzar. No es no caer, no tropezar, sino levantarse siempre. La primera conversión es importante, pero más importantes son las sucesivas conversiones. Sin humildad no puede haber vida interior.

Aprender la sinceridad. Preguntar, ¿me conoces?, ¿me doy a conocer? ¿Te haces cargo de mi lucha? ¿Sabes cómo soy realmente, lo que tengo en la cabeza?

Transparentes. Que la luz pueda reflejarse a través de nosotros. Dios no nos quiere impecables, nos quiere luchando: con miserias, pero luchando.

Entonces le trajeron un endemoniado ciego y mudo, y le curó, de suerte que el mudo hablaba y veía (Mt. 12, 22). Recordad a todo el mundo la escena evangélica: el demonio mudo impide oír, se empeña en que las almas no hablen, y, además, no quiere abandonar su presa. Os repetiré siempre un consejo, lleno de caridad de padre y de madre: abrid el corazón a la gracia de Dios, que purifica y quema, que nos hace instrumentos idóneos para el trabajo apostólico. Un hombre que, por amor de Dios, es salvajemente sincero, es a la vez un hombre espiritualmente muy fino, muy delicado: porque al poner todo su esfuerzo para identificarse más con todo lo que el Señor quiere de él, enseguida recibe la ayuda de su Padre, que mete en su alma un deseo -siempre mayor- de apartarse de todo lo que no está de acuerdo con la ley de su amor (San Josemaría).

Quien dirige nuestra alma nos debe conocer con una mirada: hacerse cargo de lo que nos pasa. Ponerlo fácil.

Para que nos ayuden a madurar. Yo que digo de mi mismo, y qué debería decir.

Mirad: para no tontear con Dios y con la Obra, hemos de ser siempre -durante la vida entera- muy sinceros. Y así, os aseguro que el diablo se aparta, porque no cabe, no le queda espacio en el alma que quiere estar unida con Dios, que pone los medios y no se encierra en su soledad. Desde los comienzos os he enseñado que la sinceridad con Dios, con los Directores y con nosotros mismos, es la manera de ser felices en la vida eterna, y también en la tierra (San Josemaría).

Sinceridad en la confesión –por supuesto. Generalidades que no significan nada: “he descuidado la vista”, “he hecho poco apostolado”…- y en la confidencia.

¿De qué tenemos que hablar en la charla? Catecismo de la Obra, n. 218. Y todo esto con brevedad y sencillez. ¡Ojo si la rehuyen o la alargan innecesariamente!

Estamos en una guerra. El ambiente es muy agresivo. Quien lucha, de vez en cuando sale mal herido. Enseñar las heridas para que nos puedan curar. Nunca pasa nada. Siempre es tiempo de hablar. Ventilar hasta el último rincón de nuestra alma. “Un corazón contrito y humillado, tú no lo desprecias” (Ps 50, 19).

El mayor enemigo de la santidad no es el pecado, es la soberbia: no querer dejarse ayudar. Hay virtudes en las que por tropiezo no pasa absolutamente nada, al contrario: “hoy he sido perezoso, mañana –día de fiesta- me pongo el cilicio tres horas y encomiendo las 500 vocaciones”, pero con la sinceridad no se juega: cada retroceso nos aleja enormemente de Dios, de nuestro fin en la tierra. Y es muy difícil recuperar terreno. Los discípulos no pudieron curar un endemoniado.

Hijos míos: no os avergüence ser miserables; no os acobardéis porque tengáis en el corazón el fomes peccati ¿Os acordáis de lo que decía aquel literato francés del siglo pasado? Yo no sé cómo será el corazón de un criminal, pero me asomé al corazón de un hombre de bien, y me asusté. No os asustéis de nada. ¡Fieles de verdad! ¡Sinceros! (San Josemaría).

Ante Dios somos como un pobre borriquillo: A mí no me humilla reconocerme, a los ojos del Señor, como un jumento. Ut iumentum factus sum apud te, como un borriquito estoy delante de Ti (Beato Josemaría).

Charla con el Padre: “y cuando seas viejo y hables con un niñito que no tiene ninguna experiencia, tendrás que ser muy sincero. Más sincero todavía”.

La sinceridad es garantía de fidelidad. El publicano salió del templo justificado. Que me puedan preguntar lo que quieran. “Pregúntame”. Regla de oro de la sinceridad.

“Esto es una tontería, yo sé cómo se arregla, no lo digo”. Es el comienzo del descamino. “Sin mi no podéis hacer nada”.

“Dios resiste a los soberbios y otorga su gracia a los humildes” (Sant 4, 6). Si somos humildes, seremos sinceros y fieles. La santidad se fundamenta en la humildad. Esa humildad que nos hace conocer nuestra miseria y nuestra grandeza de hijos de Dios.

Este Padre vuestro se siente capaz de todos los errores y de todos los horrores, en los que puedan caer las personas más desgraciadas. Y vosotros, si os conocéis un poquito, también os sentiréis así. Por tanto, si alguna vez tuvierais la desgracia de tropezar -y de tropezar gravemente, cosa que no sucederá-, no os sorprendáis: ¡a rectificar, a hablar enseguida! Si sois sinceros, el Señor os llenará de su gracia y volveréis a la lucha, con más fuerza, con más alegría, con más amor (San Josemaría).

El Todopoderoso ha hecho cosas grandes en mí, porque vio la humildad de su esclava.

Común de la dedicación de una iglesia

De las homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué (Homilía 9,1-2: SC 71, 244-246).

Somos edificados a manera de piedras vivas como casa y altar de Dios. Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados piedras vivas, de acuerdo con lo que afirma la Escritura: Vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Cuando se trata de piedras materiales, sabemos que se tiene cuidado de colocar en los cimientos las piedras más sólidas y resistentes con el fin de que todo el peso del edificio pueda descansar con seguridad sobre ellas. Hay que entender que esto se aplica también a las piedras vivas, de las cuales algunas son como cimiento de! edificio espiritual. ¿Cuáles son estas piedras que se colocan como cimiento? Los apóstoles y profetas. Así lo afirma Pablo cuando nos dice: Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.
Para que te prepares con mayor interés, tú que me escuchas, a la construcción de este edificio, para que seas una de las piedras próximas a los cimientos, debes saber que es Cristo mismo el cimiento de este edificio que estamos describiendo. Así lo afirma el apóstol Pablo: Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. Bienaventurados, pues, aquellos que construyen edificios espirituales sobre cimiento tan noble!

Pero en este edificio de la Iglesia conviene también que haya un altar. Ahora bien, yo creo que son capaces de llegar a serlo todos aquellos que, entre vosotros, piedras vivas, están dispuestos a dedicarse a la oración, para ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones, y a inmolarle las víctimas de sus súplicas; ésos son, en efecto, aquellos con los que Jesús edifica su altar.

Considera, pues, qué alabanza se tributa a las piedras del altar. La Escritura afirma que se construyó, según está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras sin labrar, a las que no había tocado el hierro. ¿Cuáles, piensas tú, que son estas piedras sin labrar? Quizá estas piedras sin labrar y sin mancha sean los santos apóstoles, quienes, por su unanimidad y su concordia, formaron como un único altar. Pues se nos dice, en efecto, que todos ellos perseveraban unánimes en la oración, y qué abriendo sus labios decían: Señor, tú penetras el corazón de todos. Ellos, por tanto, que oraban concordes con una misma voz y un mismo espíritu, son dignos de formar un único altar sobre el que Jesús ofrezca su sacrificio al Padre.

Pero nosotros también, por nuestra parte, debemos esforzarnos por tener todos un mismo pensar y un mismo sentir, no obrando por envidia ni por ostentación, sino permaneciendo en el mismo espíritu y en los mismos sentimientos, con el fin de que también nosotros podamos llegar a ser piedras aptas para la construcción del altar.


Devoción a los primeros cristianos

La vocación a la Obra nos ha hecho entender el sentido de aquellas palabras de Jesús en la Última Cena: no pido que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno (Jn 17,15). Nuestro espíritu es la doctrina del Evangelio, y nuestro modo de obrar es el modo de obrar de los primeros cristianos (Instrucción, 8-XII-1941, n. 80).

Cada comunidad de fieles reunía a personas de todos los estratos sociales, de todas las proveniencias: gentes convertidas a la fe de Cristo, que era la que les aglutinaba. Estaban representadas en esas comunidades todas las profesiones: había médicos como Lucas, juristas como Zela, financieros como Erasto, universitarios como Apolo, artesanos como Alejandro, pequeños y grandes comerciantes, vigilantes de las cárceles y sus familias, soldados y oficiales, un proconsul -Sergio Paulo-, etc.: eran pobres y ricos, esclavos y libres, gente civil y militares como Sebastián (Instrucción, 8-XII-41, nota 128).

¡Qué clara estaba, para los que sabían leer el Evangelio, esa llamada general a la santidad en la vida ordinaria, en la profesión, sin abandonar el propio ambiente! Sin embargo durante siglos no la entendieron la mayoría de los cristianos. (De nuestro Padre, Carta 9-I-1932, n. 91).

Con la expansión de la Obra se repite ese fenómeno del que fueron protagonistas los primeros cristianos porque se van fundando por todo el mundo pequeñas comunidades cristianas, dedicadas al servicio del Señor en medio del mundo: grupos de Numerarios, de Agregados, de Supernumerarios, y hasta de familias enteras -padres e hijos con las personas del servicio- entregadas a Dios, que informan la sociedad con su espíritu cristiano.

Anécdota. 2 sacerdotes de la dls -Andrés Bernar y Diego Daza- uno a Israel y el otro...

Anécdota. Año 62 hubo unas inundaciones brutales en Matadepera. Era el mes de septiembre, y devió ser el diluvio universal. ¿Cómo sería Matadepera en el año 62? Hubo 6 muertos, vino Franco. Los puentes que habían en el pueblo los arrasó el agua; se llevó casas por delante. Había un señor que tenía un negocio y arreglaba bicicletas; no quedó ni el señor, ni el taller, ni la casa, ni nada. Había una casa que recibía la tromba de agua que bajaba por una calle y le pegaba de lleno. En un momento, los muros cedieron y la casa se seccionó por el garaje, donde tenían un 600 (los Albiñana). Se ve que eran optimistas, porque cuando pasó, decían: ¡hemos salvado el 600!

Así somos nosotros cuando vivimos nuestro espíritu, como el agua. Cuando el agua va desbocada puede con todo. La gracia de Dios puede con todas las dificultades, con todos los muros, con todos los obstáculos.
El Señor nos urge a ser sal de la tierra y luz del mundo, a que nuestras buenas obras brillen ante los hombres para que sea glorificado nuestro Padre celestial. ¿Pero cómo hemos de brillar? ¿Acaso con algo que llame la atención, extraordinario, que se sale de lo corriente, que deslumbre, que ciegue? ¿Tú crees que es ese el camino que nos ha enseñado Cristo a ti y a mi? ¿Tú crees que ése es el camino propio de los hijos de Dios en su Opus Dei? ¿Acaso la lección de Jesucristo no consiste en que debemos convivir entre los demás de nuestra condición social, de nuestra profesión y oficio, desconocidos, como uno de tantos?

No desconocidos por nuestro nombre, ni por nuestro trabajo; ni desconocidos porque no destaquéis por vuestros talentos; sino desconocidos porque no hay necesidad de que sepan que sois almas entregadas a Dios, empeñadas en imitar a Jesucristo; que sois sal de la tierra, otros Cristos. Que lo experimenten; que se sientan ayudados a ser limpios y nobles, al ver vuestra conducta llena de respeto para la legítima libertad de todos, al escuchar de vuestros labios la doctrina, subrayada por vuestro ejemplo coherente; pero que vuestra dedicación al servicio de Dios pase oculta, inadvertida, como pasó inadvertida la vida de Jesús en sus primeros treinta años (MNHC, p. 91).

Yo he podido ver en estos años, tantas veces, la manera de vivir de mis hijos. ¡Qué bien lo han sabido hacer! Donde ellos están hay paz, hay unción, hay alegría; y los que viven con ellos apenas se dan cuenta. Solo cuando pasa el tiempo y vuestro hermano ya no se encuentra allí, dicen: ¡Ah!, ¿qué tenía aquél? Pero mientras viven juntos es uno más, pasa inadvertido.

Esto es lo propio del Opus Dei, lo raro de no ser raros: ser unos ciudadanos católicos más, no querer distinguirse en nada de los otros, porque no hay motivo para distinguirse.

Si alguien se sintiera raro en su ambiente por ser del Opus Dei, tendría que pedirle a Dios vibración apostólica, tendría que volver a la piedad: estamos donde Dios nos ha puesto para transformar lo que tenemos alrededor, para recristianizarlo.

Si un hijo de Dios en el Opus Dei llamara la atención con rarezas, si no se comportara como los colegas, los amigos, los parientes en las cosas corrientes y ordinarias de la vida, demotraría no haber entendido la lección que el Señor nos da con su nacimiento.

Dios nos quiere normales y corrientes: gente que saben disfrutar de las cosas buenas de la vida. Más aún, que hemos descubierto que se puede ser santos aprovechando también todas las cosas humanas, legítimas, con las que disfrutamos.

Hablamos el mismo lenguaje, tenemos las mismas costumbres buenas, la misma mentalidad.

Somos como el vino añejo (...), porque nuestro espíritu es la doctrina del Evangelio, y nuestro modo de obrar es el modo de obrar de los primeros cristianos (Instrucción, 8-XII-1941, n. 80).

No nos salimos del lugar en el que Dios nos ha llamado. Los primeros cristianos se quedaban en medio de la calle, entre sus iguales. Este es nuestro caso, puesto que no nos hemos de diferenciar en nada de nuestros conciudadanos (Instrucción, 8-XII-1941, n. 81).

Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo (Ep. Ad Diognetum, IV, 1). Vivificar el mundo desde dentro. Pasar ocultos y que brillen nuestras obras.

Ahora nuestras ilusiones tienen que ser las ilusiones del Padre, eso que nos está tratando de inculcar desde la Canonización, desde el Congreso. Lo que viene recogido en n. 11 de la Carta de noviembre de 2002, que ya nos sabemos de memoria: hacer que el mundo vuelva a Dios. El Señor nos está pidiendo lo que el mundo necesita. El mundo se está alejando, y nosotros necesitamos ser más santos para devolverlo a Dios. Y la Obra necesita gente.

¿Cómo colaboramos tú y yo a que el mundo vuelva a Dios? Viviendo el minuto heroico, haciendo la charla el día que toca, luchando en la lista de mortificaciones pequeñas, trabajando con intensidad, sonriendo, cuidando el plan de vida, no retrasando un plan apostólico por comodidad -por pequeño que sea: un mensaje de móvil, un mail, una llamada...-. Lo demás es quedarnos en teorías.

Anécdota. Niño de 11 años. ¿Te puedo pedir un favor? Sí. ¿Eres capaz de rezar un avemaría a la Virgen cada día por una intención? -Sólo me sé el Padrenuestro, y en catalán.

Somos cristianos corrientes que con un apostolado individual, silencioso y casi invisible, llevan a todos los sectores sociales, públicos y privados, el testimonio de una vida semejante a la de los primeros cristianos (Instrucción, mayo 1935, 14-IX-1950, n. 94).

Procura conocer e imitar la vida de los discípulos de Jesús, que trataron a Pedro y a Pablo, y a Juan, y casi fueron testigos de la Muerte y Resurrección del Maestro (Camino, n. 925). De esos primeros discípulos nos dicen los Hechos de los Apóstoles que vivían Cor unum et anima una (Act 4,32): su amor a la unidad. ¡Que estemos tan unidos (...) Esto es lo extraordinario!

Anécdota. Documental de pingüinos que impacta. Es impresionante como saltan al agua, la velocidad que alcanzan. En unas imágenes se veía una ventisca alucinante y miles de pingüinos. De repente, instintivamente, se ponían todos como una piña, formando un frente en el que una la priemera línea de pingüinos protegía a los demás. Pero lo más espectacular es que entre ellos se iban cambiando.

Acudimos a la Santísima Virgen, como los primeros discípulos, que perseveraban en oración junto a ella. También de nosotros se puede decir lo que se lee en los Hechos de los Apóstoles: perseveraban todos juntos en oración. Permanecer unidos en oración. Ese es el único secreto de la Obra, el origen de la alegría y de la eficacia sobrenatural.



Prestigio profesional

El hombre ha sido creado por Dios ut operaretur , Nuestro Padre dice que el trabajo es la vocación inicial del hombre, una bendición . Dios, que es el mejor de los padres colocó al hombre en el paraíso para que trabajara. El Señor lo creó para dominar la tierra haciendo brillar en ella sus perfecciones. Es Dios por tanto quien nos llama a trabajar: es El quien ha puesto en nuestra naturaleza la necesidad, y como el derecho y el deber de trabajar.

Es Dios mismo quien nos ha hecho descubrir y comprender el sentido, la finalidad y las condiciones de nuestro trabajo. Más aún, es El mismo quien en las primeras páginas de la Sagrada Escritura se ha presentado como primer modelo y causa ejemplar de nuestro trabajo. Se dice que creó el mundo en seis días con su trabajo para luego descansar en el séptimo día . Con su sublime ejemplo nosotros también estamos llamados a trabajar. Y para nosotros el trabajo es además parte esencial de la vocación divina .

Jesús era conocido como el artesano, el hijo de María , dedico a su profesión la mayor parte de su vida: en las manos de Jesús el trabajo, y un trabajo profesional similar al que desarrollan millones de hombres en el mundo, se convierte en tarea divina, en labor redentora, en camino de salvación . Es en el trabajo donde realizamos la transformación más profunda que tenemos que alcanzar, la de nosotros mismos. Sentido cristiano y humano del trabajo, santificando lo que nos rodea: esa es nuestra tarea. Comentaba nuestro Padre: Jesús nos urge. Quiere que se le alce de nuevo, no en la Cruz, sino en la gloria de todas las actividades humanas, para atraer a sí todas las cosas (cfr. Io XII, 32) . Locución divina de nuestro Padre. La grandeza innovadora llamada al Opus Dei rompe una cadena de casi 20 siglos en los que se había perdido este la dimensión teológica del trabajo .

Los mayores de Casa eran los mejores. Dios no elige a los más dotados, sino que dota a los elegidos. Aprovecharon toda la gracia de la vocación. Fines de semana en tren estudiando. Estudiando en las escaleras. Eso es el Opus Dei.

El trabajo, es para nosotros el quicio de nuestra santificación, negociar los talentos recibidos también en lo humano: Prestigio profesional, sacándole el mayor partido a los talentos. El quicio de nuestra santidad -del verdadero crecimiento (don Álvaro está hablando de los años en que Jesús iba creciendo en edad, sabiduría y gracia)-, y por tanto de la fidelidad a la vocación es el trabajo: no el éxito o el triunfo... El trabajo hemos de aprontarlo como medio para crecer en la identificación con Jesucristo, no como un fin. Por eso, la fidelidad no puede depender del éxito o del fracaso, sino que es preciso aprender a vivir la entrega a Dios en cualquier circunstancia, favorable o adversa .

El lugar donde nos ha llamado Dios y el lugar en donde quiere que nos santifiquemos es el trabajo, es el lugar donde Jesús pasó la mayor parte de su vida, con un silencio elocuente. Por tanto toda nuestra fidelidad se ha de manifestar en integrar todas las circunstancias de nuestro día en unidad de vida, de modo que ninguna quede fuera del horizonte de la vocación. Vamos a crecer en esa identificación con Cristo.

Anécdota Cavabianca. Don Álvaro bajó a scantinatti. De este hijo mío me puedo fiar y le puedo confiar encargos de gobierno.

De este modo, la unidad de vida se convierte en pieza clave en donde se conjugan armoniosamente el trabajo con las exigencias de la formación, la vida en familia, y ante todo con la piedad con un cumplimiento amoroso de nuestras normas y costumbres . La secularidad que caracteriza nuestra vocación es sentirnos responsables del mundo que Dios nos ha dado por heredad .

Los cuatro pilares sobre los que se apoya la santidad:

1. Cumplir en cada momento con nuestro deber.
2. Buscar la presencia de Dios.
3. Celo por las almas.
4. Servicio a los demás.

Es cierto que debemos adquirir prestigio profesional, porque la perfección en el trabajo es manifestación de búsqueda de la santidad, del buscar hacer el trabajo lo mejor posible para ofrecer un sacrificio agradable a Dios: Y aconteció al cabo de tiempo que Caín presentó ofrendas de los frutos de la tierra. Ofreció asimismo Abel los primerizos de sus ganados, y de los mejor de ellos: y el señor miró con agrado a Abel y a sus ofrendas. Pero de Caí y las suyas no hizo caso . Con frecuencia tenemos que examinarnos en que es lo que nos está moviendo al realizar el trabajo, porque se pueden filtrar fines egoístas: vanidad, autoafirmación, el querer ser considerado.

El prestigio profesional no es subir a cualquier precio: un síntoma claro de que trabajamos con rectitud de intención es el apostolado eficaz entre nuestros compañeros, sino fuera así el ejercicio de nuestra profesión habría dejado de servir a nuestra santificación, habría perdido su razón de ser. El prestigio profesional no debe ser incompatible con el sacar adelante, con espíritu de sacrifico, los encargos apostólicos: cada un de nosotros debe ser Opus Dei, sentir el peso de la Obra en sus hombros .

Ser Cristo en el trabajo, competencia y preparación. Adecuar la conducta a las normas morales objetivas. Debemos ser cristianos consecuentes, que viven una autentica unidad de vida. Y para la unidad de vida hace falta meditar el nuevo testamento, fortalecernos semana a semana en el sacramento de la reconciliación, ser almas de Eucaristía, porque cuando estamos de lleno en las tareas profesionales debemos sentir la responsabilidad de estar metidos en Dios. La profesión para nosotros nunca será un coto aislado donde no entre Cristo. Ser Cristo que pasa es lo que quiere Dios y necesita Dios de cada uno de nosotros, por eso no podemos ser cumplidores de un plan de vida e insípidos en el trabajo , no podemos ser personas piadosas para andar por casa y, después, unos profesionales neutros .

Se lo pedimos a nuestro Padre con la oración de las Preces y acudimos a la Virgen, le decimos ahora a nuestra Madre que hacemos el propósito de que al comenzar el trabajo, mientras lo realizamos y al terminarlo le dirigiremos una mirada. Ella te alcanzará -¡te lo aseguro!- la fuerza para hacer, de tu ocupación, un diálogo amoroso con Dios .


Valor santificador de las dificultades

El Señor anunció que los cristianos debían recorrer el mismo camino que Él anduvo: no está el discípulo por encima del maestro (Lc, 6, 40). Las dificultades son providencia de Dios y un motivo de predilección, aunque no lo entendamos, pues significa que Dios nos trata como a su Hijo. Por eso representan una buena ocasión para acrisolar nuestra filiación divina.

Afrontar las dificultades con serenidad y alegría. Sin inventarlas ni exagerarlas. Cuando uno se decide a afrontarlas desaparecen o al menos adquieren su verdadera dimensión: el optimismo es fruto de la entrega. Cuando las santas mujeres llegaron al sepulcro, repararon en que la piedra estaba apartada. ¡Esto pasa siempre!: cuando nos decidimos a hacer lo que debemos, las dificultades se superan fácilmente (Forja, 625). Cuando te entregues a Dios no habrá dificultad que pueda remover tu optimismo (Camino, 476).

La principal dificultad que encontraremos en nuestra vida somos nosotros mismos: nuestra falta de fe. Si tuviéramos cada día más convencimiento de que la santidad es posible, y Dios me va a hacer santo hoy y ahora… ¡cómo lucharíamos, cómo aprovecharíamos cada minuto, cada hora de nuestro día!

Cuando hay dificultades externas, tenemos una muestra del amor de Dios que quiere purificarnos y fortalecer nuestra fe en Él: Yo, a los que amo, reprendo y castigo (Ap 3, 19). Son por eso algo normal, que se debe esperar y afrontar con mucha esperanza. Dios no nos va a ahorrar ordinariamente el esfuerzo. Con esas dificultades, con los aparentes fracasos, al pedirnos insistencia y una santa tozudez, Dios consigue la santificación de nuestras almas y nos da grandes bienes: fe (2 Tes 1, 3-5), fecundidad (Ap 14, 12-13 y Lc 8, 15), fortaleza (Heb 6, 11-12), comprensión (1 Tes 5, 12), perseverancia (Lc 21, 19), madurez (2 Pe 1, 5-8) y humildad ya que nos empujan a acudir a Él en la oración (Lc 11, 9).

Vivir es enfrentarse con dificultades, sentir en el corazón alegrías y sinsabores; y en esta fragua el hombre puede adquirir fortaleza, paciencia, magnanimidad, serenidad (Amigos de Dios, 77). Contar con dificultades es una de las características de la vida del hombre sobre la tierra. Y si es algo común, que afecta a toda la humanidad, tampoco el discípulo de Cristo está exento. Es más, la aceptación de la cruz, del dolor que aparece en la vida es justamente algo que adquiere un relieve especial en la vida de Cristo. Cristo quiso morir en una Cruz. Él va por delante, como si quisiera llevar Él mismo todas nuestras dificultades, todas nuestras culpas: tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestras dolencias (Mt 8,17). Por eso, advertía San Pedro a los cristianos de la primera hora: Carísimos, cuando Dios os prueba con el fuego de las tribulaciones, no os extrañéis, como si os aconteciese una cosa muy extraordinaria (1 Pe 4,12). El Señor nos ha prometido una vida de amor y de alegría, y no una vida cómoda. No olvidar que la gracia es siempre proporcional a las dificultades.

Nuestro Padre sintió incluso materialmente toda su poquedad, su incapacidad para hacer la Obra: en los comienzos, en Inglaterra… “Si hubiera pensado sólo en mis fuerzas humanas, ahora estaría en un manicomio diciendo no puedo, no puedo, no puedo”.

La lucha ascética no es algo negativo ni, por tanto, odioso, sino afirmación alegre. Es un deporte.

El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer intento. Se prepara, se entrena durante mucho tiempo, con confianza y serenidad: prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente, hasta superar el obstáculo. (Forja, 169).

El miedo al dolor, al sufrimiento, por el contrario se convierte en el mayor cómplice de la mentira, de la seducción en el corazón del hombre. Incapaces de afrontar las dificultades las personas buscan todos los medios para paliarlas, aun a costa de modificar la verdad, la realidad de la situación en que se encuentran, y se mueven sólo atraídos por el destello de lo que es caduco, y están como narcotizados por el ansia de poseer bienes materiales cuantos más, mejor y de placeres sensibles. Esto sucede en todas las latitudes y entre personas de todas las clases sociales. Es, desgraciadamente, un fenómeno universal que sigue difundiéndose con la complicidad de las pasiones desordenadas que todos llevamos dentro, y que San Juan resumía con palabras inspiradas: todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de los ojos, concupiscencia de la carne y soberbia de la vida (1 Jn 2, 16) (Don Álvaro, Carta 1 VIII 1990). Sentido positivo del dolor, de la contradicción, de la dificultad. Visión de fe. Sentido redentor. Purificación. Actitud positiva, optimista. Deportividad para enfrentarnos con los obstáculos, y también alegría y buen humor. Omnia in bonum!

Nos ayudan y nos sirven más las cosas que aparentemente no van, que aquellas otras que van con facilidad.

Con alguna frecuencia el Señor dice a sus discípulos: Soy Yo, no temáis (Jn 6,20). Podemos apoyarnos en Él: en el mundo tendréis tribulación, pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16,33). Por eso los cristianos tenemos una esperanza cierta, que se apoya en Cristo y que nos lleva a afrontar las dificultades, el dolor con serenidad y alegría. Así lo han entendido los discípulos de todas las épocas. Las dificultades, incluso la persecución que no buscaban, eran camino que les llevaba a amar a Dios y a las criaturas, porque habían sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús (Hech 5,41).

Sentido positivo de la lucha. Tengo la gracia de Dios, tengo la gracia de la vocación. El tesoro de la comunión de los santos. Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Sencillez para no aumentar o desorbitar las dificultades y los obstáculos. Tener fe en el amor de Dios ante las dificultades que se pueden presentar en el apostolado y en la propia vida interior. Cristo ha ido por delante: comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho, ser rechazado... (Mc 8, 31-32). Humildad para contar siempre con la ayuda del Señor. Refugio en la filiación divina: ¡que estén tristes los que no quieran ser hijos de Dios! (Cuadernos 8, p.82). Visión sobrenatural ante la decadencia física, no dejar que se cuele por ósmosis una mentalidad derrotista: "ya no valgo para nada"

Cfr. Cuadernos 8: El valor de las dificultades, pp. 77 ss; Crónica II-1994: En el crisol de la contradicción.


Parábola del trigo y la cizaña

D. Fernando Ocáriz (Cr Lituania (Vilnius), 27/07/04)

“El que tenga oídos para oír que oiga”. Pedimos al Señor que nos ayude a abrir los oídos para escuchar y entender sus palabras. Que tengamos oídos para escuchar las palabras del Padre que son palabras del Señor, porque es un representante del Señor. Tendrán la eficacia de la palabra de Dios –penetrante como espada de doble filo- y tendrán una gran eficacia apostólica.

Nos situamos en el contexto de la gran misión que el Señor nos ha confiado: hacer la Obra aquí y en todo el mundo. Por la comunión de los santos no estamos nunca solos.

Tenemos una misión. Y nuestra misión no es una labor más, o una labor menos bonita… Es algo encuadrado en la gran tarea de recristianizar el mundo, de poner a Cristo en la cumbre de la sociedad.

Transfiguración. 1931. Et ego, si exaltatus fuero a terra… Y comprendió que serían los hombres y mujeres de Dios… “Y vi triunfar al Señor atrayendo a sí todas las cosas”.

También nosotros tenemos que ver triunfar al Señor. Es una visión de fe, de esperanza. Como la de nuestro Padre: en el año 31 estaba sólo.

Cristo ya está triunfando. Cuando la siembra es de santidad nada se pierde. Que sepamos siempre esto: nunca es inútil nuestro trabajo. Somos continuadores de la historia de la salvación. Somos instrumentos del Redentor.

Dificultades. Habrá esta mezcla de bien y de mal hasta el fin del mundo. Pero los frutos vendrán. “Y vi triunfar al Señor…”

Unos pocos son salvación para muchos. Esto forma parte del misterio de la salvación. De nuestras vidas dependen muchos frutos que no veremos. Sólo en el Cielo veremos.

Quare fremuerunt gentes? ¿Por qué hay tanto mal en el mundo?
En la primera lectura, el profeta Jeremías presenta el panorama catastrófico del siglo VI a. C.

El apóstol Judas Tadeo pregunta a Jesús “¿qué ha pasado para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” ¿Por qué te has manifestado a nosotros?

Respuesta de Cristo: “Si alguno viene a Mi, mi Padre le amará y vendremos a Él y haremos morada en Él”. Es como decirle: quiero manifestarme al mundo a través tuya.

Somos la presencia de Dios en el mundo.

¿Cómo? Tenemos más medios. No estamos solos.

Oración. Mortificación. Trabajo.

1. Oración.

La Obra ha salido sólo con oración. Con palabras y sin palabras. Oración sin palabras: la mirada a Jesús. Una oración que es estar con Él, vivir con Él, trabajar con Él, descansar en Él.

San Marcos: el Señor escogió a doce apóstoles para que estuvieran con Él. Después añade: “para predicar”, “para echar demonios”.

Unión con Cristo. No nos identificamos con un modus vivendi.

Ipse Christus, identificarnos con Él.

Habrá oración filial, de hijos de Dios.

“Señor, enséñanos a orar”. Respuesta de Jesús, “Habéis de rezar Padrenuestro…”.

Oración de hijos pequeños, perseverante.

Rezar con toda la Obra “Padrenuestro”. No una oración personalista. Una oración llena del cariño a los demás.

¿Cómo era la oración intensa de nuestro Padre? “¿Ya rezas, hijo mío? Yo no paro, hijo mío”.

Somos hijos pequeños. Te pedimos fuerza para rezar más.

La oración ha de crecer. También nuestro espíritu de contemplación.

2. Empeño de más mortificación. Porque la oración y la mortificación crecen a la vez.

“Si no eres mortificado nunca serás alma de oración”. Si no crecemos en mortificación no crecemos en oración porque van unidas.

Es la oración de los sentidos. Aceptarla cuando viene. Buscarla. Cambios bruscos de circunstancias. Todo lo que supone dolor. Allí nos espera el Señor para unirnos a la Cruz. Sólo desde la Cruz se puede amar a la humanidad entera. Sólo con un espíritu de mortificación serio y generoso se dispone un alma para querer a Dios.

3. El trabajo, convertido en oración.

Nuestra vocación nos pone en la actividad humana. No somos ascetistas. Sacar la Obra a base de oración es convertir el trabajo en oración. Así veremos triunfar a Cristo. Bien hecho, ordenado, constante, con rectitud de intención para que sea santificado.

Tenemos por delante un panorama inmenso que se afronta con oración, mortificación y trabajo.

También hemos de cuidar la unidad. En la Última Cena Jesús pronuncia la oración sacerdotal. “Te pido por todos los que vendrán después”. Ut omnes unum sint. Es condición de eficacia para que el mundo crea, para que se transforme.

Unidad, que es la unidad de la Iglesia. No es algo estructural: que haya un orden. La unidad de la Iglesia es la unidad del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Es la unidad que da el Espíritu Santo.

La unidad es consecuencia de la caridad.

La unidad tiene un nombre y un apellido: filiación y fraternidad. Si no hay unión con el Padre, no hay eficacia.

“Los fieles deben estar unidos a su obispo como la Iglesia con Cristo y Cristo con Dios Padre”. Palabras del Concilio Vaticano II. Palabras fortísimas.

Unión, con oración por el Padre. Unidad, con mortificación concreta, diaria. Unidad que es sintonía espiritual: interés por seguir las enseñanzas, los escritos del Padre. Vivirlas. Vibrar con la vibración con que vibra el Padre.

Fraternidad. Que os queráis. Un querer que tiene tantas manifestaciones de cariño y comprensión. No es cumplir un deber, “¿cuál es mi encargo?”, es darse cuenta de lo que necesitan los demás.

Alegría. Estaremos contentos. Con esa alegría tendremos una gran fortaleza. “No estéis tristes porque la alegría del Señor es vuestra fortaleza”.

Una persona triste es débil. Ante las dificultades se encoge.


Meditación del Padre en Vilnius

28. VII. 04. Vilnius (cr). No literal.

La Santa Misa es el momento culminante de una persona en el Opus Dei. Para nosotros, todo lo que sea unirse con el Señor es muy importante.

Nuestro Padre se llenaba de agradecimiento a Dios cuando coincidía –física o espiritualmente- con sus hijos en la Santa Misa.

En la Santa Misa llevamos nuestra pobre vida delante de Dios, que se nos entrega.

Hemos sido elegidos para vivir en la felicidad de Dios. Estamos llamados a tener el gaudium cum pace. Por nosotros se hace presente el Sacrificio de Cristo en la Santa Misa.

San José es el hombre de la alegría y del encogimiento de hombros. Afrontaba todo con verdadero sentido sobrenatural. Nosotros recurrimos a San José para que se cumpla esto en nosotros. En 1937, nuestro Padre veía crecer la Obra con pocas personas, que eran el germen. Nosotros somos parte de esa planta que va a crecer para adentro. “Hemos de ver a San José, nuestro padre y señor, decidido a empujarnos por los caminos de la Obra”.

Contempla a San José. Mira la misión que tenía: cuidar de Santa María y de Jesús. Parece una tarea vulgar. No tuvo un momento tranquilo en su vida. No tuvo ni un instante de sosiego. Tuvo que soportar la persecución promovida por un tirano.

Nos ha tocado en suerte la fortuna de los comienzos de la Obra. Tenemos la alegría de colaborar al crecimiento extraordinario de la Obra. Esto nos tiene que llenar de fe y de responsabilidad. Hemos de vivir con la alegría santa de la entrega en cada momento. ¿Sientes la ayuda de San José? Es el hombre de la sonrisa permanente. De San José aprendemos a olvidarnos de nosotros mismos. San José vivió ocupado de Dios. Nosotros hemos de poner todas nuestras facultades –la inteligencia y la voluntad- para pensar en las cosas de la Obra.

El camino del desprendimiento es el camino de la posesión de Dios.

¿Quién puede pensar que Simón de Cirene tuvo mala suerte? San José pasó por todas las dificultades. Nos ayuda a ver que la alegría cristiana es consecuencia de la entrega total a lo que Dios nos va pidiendo en cada momento.

Tú eres una criatura llamada a cantar la alegría de Dios. Debemos crecer en el optimismo sobrenatural y humano que es una característica del cristiano auténtico.

Si queremos que nuestra vida sea un auténtico gaudium cum pace, aumentemos el trato con el Señor. Esto no es un engaño, es una realidad: en la vida de quien está cerca de Dios todo es gaudium cum pace, de verdadero optimismo. Piénsalo poniendo tu alma delante del Sagrario: a ti i –tal y como eres, con las limitaciones que nos pesan- nos ha creado el Señor para que crezca nuestra entrega. Lo poco que tengo, lo poco que soy, te lo entrego, Señor.

Cuenta el Génesis que Dios exhaló su Espíritu sobre la criatura humana y le dio vida. Dios ha exhalado el Espíritu sobre nosotros dándonos la vocación. ¿Porqué a mi esta tarea extraordinaria de llevar el contento del encuentro con Dios a tantas almas? Contempla la Obra proyectada aquí: obra de Dios, voluntad de Dios, querer de Dios, puesto en mis manos.

Dios nos ha creado a cada uno y nos ha recibido a cada uno. “He puesto mis complacencias en los hijos de los hombres”. A todas horas –en el trabajo, en las dificultades, en la conciencia de nuestra miseria…- me ama el Señor con toda su infinitud y me da gracia para amarle más y ser instrumento de corredención.

Dios es felicidad. El Hijo muy amado, a quien tenemos que escuchar, fue enviado a la Cruz, que es lugar de triunfo, de salvación. Es el lugar en el que la felicidad del Cielo se vuelve a encontrar. Cristo tenía prisa por llegar a Jerusalén. Cristo tiene prisa por entregarse. La verdadera alegría tiene raíces en forma de cruz. Lo has comprobado: cuanto más te entregas, más feliz eres.

Nuestro Padre le decía al Señor: “¿Qué más quiere pedirme para que te lo dé?”. ¿Cómo te afanas tú para corresponder? Procura pensar y sacar todo el contenido que tiene la palabra servir y la palabra servicio. Sin la liberación de nuestro yo, caemos en la esclavitud del yo.

Pidamos todos los días a Dios que nos conceda la alegría del servicio, de la entrega.

Poner alegría en la piedad. Debemos sentirnos dichosísimos de hablar con Dios. ¡Un Dios que nos escucha! Dios está escuchando nuestros balbuceos. Dios está hablando contigo. Sé tozudo, perseverante en tu vida de oración, porque Él te mira, te escucha.

Nuestro Padre se conmovió con lo que le contó una cantante lírica de Casa que intervenía en Turandó interpretando el papel de esclava en el palacio del emperador. En un momento de su interpretación canta que tiene la alegría de que el emperador la ha mirado un instante.

Mientras cumplo mi trabajo, pienso que no hay más que motivos de felicidad porque Dios me está mirando.

La elección de Dios tiene que configurar toda nuestra vida, nuestra alegría.

Puedes tener un diálogo de tú a tú con Dios. Pon la alegría en la piedad: vas a una cita con la mirada de Dios. El Señor no se hace esperar, no fija antesalas. Cada uno debe decir a Dios: ¿qué más quieres? Sentirás la alegría de saberte querido por Dios, aunque no falte la sequedad, el cansancio. La alegría de la piedad: Dios, para mi; Dios y yo como si no hubiera más personas a quien darse, se me entrega.

Nuestro Padre decía “yo no me he aburrido nunca”. Cuando en el alma falta alegría sobra poco o mucho del yo y falta espacio para Dios.

¿Qué me irás a dar, Señor, cuando me pides tanto? A veces perdemos la alegría por pequeñeces.

Nuestro Padre hablaba de la alegría del niño pequeño que tenía sus tesoros que le costaba darle al Señor: un carrete de hilo sin hilo, una chapa de botella, una bola de cristal… Tenemos que entregarle al Señor el tesoro de nuestro planes, de nuestro carácter…

La alegría es síntoma de llevar a Dios. En el Evangelio aparece el gaudium cum pace de los pastores; eran los más olvidados de Palestina. La Transfiguración hace olvidar a los apóstoles sus miras egoístas de querer ser los primeros. Los discípulos de Emaús, que iban fracasados, comentan “¿no ardían nuestros corazones de alegría cuando nos comentaba las escrituras?”. Después de la Pasión, cuando los discípulos ven al Señor estaban gavisi, contentísimos.

Pedirle a San José la alegría, aunque tengamos que ir contra el yo. Cuando hay falta de frutos o escasez, hemos de estar más metidos en Dios.

Madre nuestra, te damos gracias por tu intercesión delante de Jesús. ¡Qué verdad que a Jesús siempre se va y se vuelve por María!

Tertulia con el Dr Pujals 21/08/04 (Montclar, ca ap)

1. Anécdota Papa. Montes Alpes. Excursión. Quiso llegar hasta la cruz de la cima.

2. El Padre nos necesita.

3. Dar la vuelta a la sociedad.

4. Sin nosotros el Padre no hace nada.

5. El Padre pide apostolado.

6. Anécdota Padre y la tripulacion del avion. Una azafata se puso de rodillas para hablar con él. El Padre pidio que la trataran: "investigad".

7. Los cristianos vamos con ventaja.

8. "Cuando una investigación es contraria a la doctrina de la Iglesia es señal de que esta equivocada". Lo decia un cientifico amigo de nuestro Padre prestigioso.

9. 500 vocaciones. Hay que distribuirlas. Ser audaces.

10. El Padre vendrá. El parroco de la Merced le invitó. El Dr. Pujals también. Ultima tertulia con el Padre fue en el año 89. A Gerona desde el año 72 no va el Padre y ha crecido mucho la labor.

11. Para que piten las 500: pedirlo; mortificarse; hacer apostolado, pensar en nuestros amigos. Hay mucha gente que nadie les ha dicho nada.

12. Una chica se planteó la vocación haciendo un crt en 1 batx. No dijo nada y en 2 pidió pitar. Se planteó la vocación ella sola. ¿Y las que estudiaban con ella, en qué tenían la cabeza?

13. No tachar a nadie. Amistad. Trato. Confianza. Que se sinceren. A veces no van al ctr por un motivo de sinceridad. Dr. Pujals fue a un cgi lp. En su clase pitaron la mitad.

14. Ilusión. Nuestro Padre cuando empezó estaba sólo. Se movía. Era audaz. Los primeros cristianos estaban solos: los Doce y las santas mujeres. Se movieron y cambiaron la sociedad.

15. Cambiar la sociedad para hacer a la gente feliz.

16. El Papa cuenta mucho con la Obra. Anecdota del Obispo del norte de Iralia que escribió al Padre para felicitar por la canonización y contaba que un verano el Papa fue a su ciudad a descansar en la montaña. Casa con jardín cerca de la montaña. Se sientan en el jardín el Papa y el Obispo. El Papa comenta: "tenemos que re-cristianizar Europa. Europa tiene que volver a ser cristiana. ¿Sabe Vd. quién puede hacer esta labor muy bien? Las personas del Opus Dei, porque están en medio de la sociedad, en la calle, y viven bien su vida cristiana. Con su labor pueden recristianizar Europa". Ese Obispo nunca habia oido hablar del Opus Dei. Y en su carta decia: "hasta ahora no le habia contado esto a nadie".

17. No defraudar al Papa. Le defraudamos si vemos nuestra vida por un canuto.

18. Si somos generosos veremos maravillas.

19. Sinceridad. Las miserias mas terribles ya las han tenido. El demonio se repite. Roma. Oratorio del Padre, sagrario-colomba. Tener el pecho transparente.

Tertulia con el Padre Retamar (Madrid 03-09-04)

Empieza a las 11.00 a.m. Aplauso cerrado a la entrada del Padre en el polideportivo, que está repleto de mujeres.... ¡¡ es una gozada comprobar las que somos, aún faltando las que no habrán podido venir ¡!, realmente podemos hacer mucho.....

El Padre viene con sotana y solideo, bromea.... nos dice que lo trae puesto porque ha pensado que estas cosas nos gustan. Nos recuerda la anécdota de nuestro Padre cuando se vestía de Monseñor para que nos divirtiésemos. Nos cuenta que en su último viaje a Chile estuvieron visitando un centro de niños donde había mucha pobreza, miseria ( comenta que todos tenemos nuestras miserias ) al terminar la visita le pidieron a los niños que hicieran una redacción de la visita del Padre y todos hacían alusión al “sombrerito” que llevaba que no se le caía nunca. Nos comentó que no era así, que esa misma mañana viniendo hacia el polideportivo se le había volado y los de casa habían tenido que correr para recuperarlo.

Doy gracias a Dios, os veo individualmente a cada una. Tenemos que hacer mucho más, ser una ayuda más generosa, dar una respuesta más total.
Os pido n, nax, s, agd, que deis toda la importancia que tiene a la Santa Misa. n. Padre dijo “es el sacrificio real, actual del calvario”. Es lógico que nos esforcemos por acompañar a Jesucristo que se inmoló para que entendamos hasta donde llega su amor.
Al entrar he saludado al Señor en el oratorio. He podido decirle cosas de parte de todas “ que tengamos deseos de ser más para el Señor “ pero no un deseo sólo con el sentimiento, sino un deseo que como en el amor humano queremos demostrarle con obras. Al salir del oratorio me he fijado en el vía crucis, en la escena del despojo de las vestiduras de Jesús y he recordado una frase de n. Padre “ que sólo le dejamos “. Piensa si cada una le sabemos rondar, querer... Gracias Señor, porque tu venida ha servido para la realidad de la Obra que se multiplica, pero..... somos pocos.

Estos días he pasado por 17 países, que se saben necesitados de almas que le hablen de Dios. Las 500 vocaciones son posibilísimas, ¿ que he hecho hoy para que se encuentren más personas con Dios?.
Poner la Santa Misa en el momento más oportuno del día para no llegar cansadas. Acomodar el horario a nuestra Misa y no al contrario. Aprender de María ¡¡ podemos ¡! Imitar en esto a n. Padre ¡¡ totalmente enamorado de Dios ¡! “ que ganas tengo de llegar al momento de la Santa Misa”. Ser mujeres de Eucaristía y de la Santa Misa.

Ayer me encontré con una persona que acaba de comenzar el camino de la Obra. Nuestro Padre cuando se encontraba con alguna decía “ que envidia tengo a las que han venido a la Obra con 15 ó 16 años “ ese amor de Dios le dio una madurez impropia de los años ¡¡ no cabe acostumbramiento ¡!
El Señor nos se cansa de nuestras debilidades, pedir a n. Padre que no me canse de buscar a Jesucristo. Soy templo y sagrario de la Stma. Trinidad. ¡¡ Tratarla ¡! Una mujer del Opus Dei tiene que comunicar vibración, Amor de Dios, necesita estar con las almas para acercarlas a Dios. ¡¡ ser más apostólicas ¡!.
Tienen que pitar más. El Sto. Padre en Sarajevo les decía “ no os abandonaremos nunca”. Tenemos que rezar por el Papa, tiene 84 años, está “viejín”, con muchas enfermedades pero a la vez muy contento. No escatima mortificaciones. Cada una somos un saquito de debilidades, pero con un gran poder porque es el de Dios y el Papa se apoya mucho en nosotros. Una vez don Álvaro fue a ver al Papa, ( pedirle a don Álvaro su fidelidad y su deseo de desaparecer ) y este le dijo “ que fuerza tiene el Opus Dei ”. Don Álvaro le dijo Santo Padre si no somos nada sólo tenemos la fuerza de la oración y el Papa le contestó ¡¡ pués a eso me refiero... ¡!
Hemos de preguntarnos, ¿ soy yo una mujer que reza ¿
Nos toca hacer la cruzada de la Sta. Pureza. Hemos de hablar con la lengua muy suelta. En nuestra sociedad la mujer es un instrumento para ofender a Dios ¡¡ levantaos y hablad claro ¡! No es moda lo que se lleva, es una moda que os desviste. Nos contó una anécdota de una niña china que iba con el ombligo al aire, había pensado que no debía hacerlo, pero en su país todos le decían que debía hacer lo que todas. Agradeció mucho a una de casa al llegar a Europa, que le comentara que no podía ir así porque ofendía a Dios. Estaba muy sorprendida de que países “ con libertad “ se vieran sometidos de esa forma a la moda. Hijas mías ¡¡ hablad ¡! ¡¡ no esperéis ¡! Hablad también con las mujeres que os encontréis en circunstancias fortuitas. Tened la lengua larga, el Espíritu Santo se sirve de vosotras. Nos contó otra anécdota de cómo los niños dicen siempre las verdades. Una niña en Puerto Rico entró en una tienda con su madre y al ver a la dependienta que iba de todo menos vestida le dijo ¿ llevas la ropa de cuando pequeña?
Recuperar la cruzada de la Santa. Pureza a través del vestido que es también el reflejo del alma. Si no hablamos, podemos pecar gravemente de omisión “ no podemos ser perros mudos “ como dicen los Stos. Padres. Meteros en asociaciones, protestar, hacer, hacer.......

• Julieta agd, le comenta que estando en Madrid, ciudad que fue para n. Padre y para don Álvaro un lugar de encuentro con Dios, como no perder la conciencia de tantas cosas que dependen de nosotras.

El Padre bromeando le dijo dependen de vosotras y de todas........ las de Valencia, Zamora, Pamplona.......Nuestro padre decía que Madrid fue su Damasco. En Roma no había ocasiones de hacer apostolado inmediato ( directo sí, porque todo lo que hacemos es apostolado ). Nuestro Padre estaba con una visita y al terminar pasó por secretaría donde estaban trabajando y les dijo “ hijos míos hasta una raya que hacéis en el trabajo ha de ser apostolado, la respiración, la mirada, todo tiene que ser apostolado. Ser sinceras, si no nos hubiera llamada el Señor, que poder tendríamos cada una para dirigir España, Madrid ó Motorito de abajo. Pero Jesús viene y nos hace fermento. Nuestro Padre nos decía “ buscad a Cristo” si lo hacéis así os aseguro que Él se hará el encontradizo. ¿ que le he dicho hoy? ¿ como he salido a su encuentro? Vivirlo en lo ordinario. Nuestro Padre soñaba con las agd. Leer con mucha atención todos los escritos de n. Padre, todos son fruto de su oración y mortificación.


• Iciar le comenta que hoy es su cumpleaños, aplaudimos y el Padre le dice la suerte que tenemos de que haya tantas personas que rezan por nosotros en todo el mundo. Le dice que sin saberlo él ya la ha encomendado y le cuenta como reza por todos en la Santa Misa y cómo lo hacía n. Padre.
Luego Iciar sigue con su pregunta: le cuenta que es profesora en un colegio público, le comenta como mucho de su apostolado es ad fidem y como muchas veces sus compañeros la ven como de otro planeta. ¿ que hacer para pasar de la amistad y del cariño a remover los corazones para que se conviertan a Dios.
El Padre bromea y dice que todas las mujeres somos muy originales, pero que fácilmente nos dejamos llevar por el mimetismo. En varias ocasiones me habéis hablado de ser “de otro planeta”, pues claro que sí.... del planeta de Dios. Tenemos el privilegio de que Dios ha salido a nuestro encuentro. Al principio nos escucharan por amistad, pero luego hemos de dejarles claro que es la doctrina de Jesucristo, los valores del evangelio los que nos mueven a hablarles con claridad. La amistad es para dar todo lo que tenemos dentro, no instrumentalizarla. No importarnos ser signo de contradicción, podemos llegar hasta el patíbulo, cómo Cristo, no tener miedo a nada, ser coherentes. Las queremos sobre todo como hijas de Dios.


• Isa, nax de Fuenllana, le habla del nuevo proyecto del colegio del sur que no sale en la foto de Madrid que está puesta a modo de repostero gigante en el escenario ( es una foto del recorrido de Madrid a lo largo de la Castellana ). El Padre le dice que no importa porque lo mejor de Madrid está en Fuenllana. Hay un aplauso cerrado.
Isa sigue contándole que a raíz de la carta que nos escribió en XI-2002 habían organizado este año unas jornadas sobre como educar en el saber estar con respeto a lo femenino, etc... Ellas sueñan que desde la administración influyan en la recristianización lo primero de nuestros centros y luego de las familias, los ambientes, la moda, la sociedad, etc....
El padre le dice “ podéis llegar a TODO, TODO. Sois la sabia, la linfa tenéis que estar orgullosas, santamente orgullosisimas. Es el Señor el que os ha escogido con predilección. Sois el núcleo de la Obra, os ha buscado para que como nax nos sostengáis a todos. Habéis de santificar esta tarea que SIEMPRE será necesaria. Nuestro Padre quería muy especialmente a sus hijas pequeñas ( pequeñas en el tiempo en llegar a casa ), pero con frecuencia más maduras que las demás.
Nax y administradoras, sois la cara del Opus Dei, mantenéis el ambiente de familia que tiene mucha trascendencia: una rosa, un almohadón, un mueble en su sitio, todo eso es colaborar para que la sociedad sea más cristiana. La dignidad de la familia depende de vuestro trabajo. En Roma trabajan muchas filipinas como empleadas de hogar, al llegar a los hogares de las familias que les contratan, suelen burlarse de ellas porque rezan, van a Misa, tienen costumbres cristianas, etc... Luego ante las necesidades o los problemas acuden a ellas y les dicen tú que sabes rezar, ¿podrías enseñarme y pedir por tal problema?
Dad gracias porque el Señor os ha buscado como nax ó como administradoras. Luego dirigiéndose a todas nos dijo ¡¡ todas, no seáis tan pesadas y ofreceros a colaborar con las tareas de la administración que son las cosas de vuestra casa.
Nuestro Padre en Roma siempre que pasaba por el jardín quitaba las ortigas, tio Santiago cuando se dio cuanta comentaba, ya sé lo que tenemos que hacer para verle más, dejar que crezcan ortigas en casa. Por las noches tomaba una manzanilla y nunca les dejaba llevársela a su cuarto.



• Araceli le comenta que tiene 4 hijos la más pequeña de seis meses. El Padre le dice “la encomiendo para que sea numeraria” ella le contesta a todos Padre.
Le sigue contando que es la d de Aldeafuente que este año celebra el 25 aniversario y que le están pidiendo al Señor que se note, ¿ que tienen que hacer para conseguirlo? Aunque el ambiente está difícil, ¿cómo ayudar a las familias a no quedarse sólo en ellos, sino a llegar a otras muchas familias?
El padre le dice que hablar claramente y con naturalidad. Le dice que tampoco es para tanto, ¡¡ haber si entre que somos de otro planeta y que el ambiente está difícil vamos a creerlo ¡! . Nuestro Padre no era enemigo de nadie y ya veía la necesidad de neutralizar la sociedad libre de enseñanza. No valemos nada, vender la mercancía de Dios, como lo que es. No podemos ser egoístas y no dar lo que hemos recibido. Tratar a los padres, decidles: no te conformes con tu familia, hay que llegar a más.

En ese momento el padre se paró y nos dijo quiero hablaros de algo. Lo importante es que cada uno santifiquemos el trabajo que realizamos, dentro y fuera de casa. Tener esa preocupación, dar gloria a Dios, es muy importante. Hacerlo como Cristo en su vida oculta y en los últimos tres años.
Hablar claramente en el trabajo profesional, los latinos somos un poco frescos y a veces ante las leyes justas intentamos escaparnos.... Reforzar el sentido cívico de los católicos que nuestro padre ya veía desde 1928. El trabajo perfectamente acabado exige lucha, es oración y apostolado.



• Sofia le comenta que si la nota nerviosa es porque se casa esa tarde a las 19.30 p.m. Gran aplauso. Le habla de que entre sus amigos el compromiso parece difícil e insuperable.
El Padre le contesta que no entiende que la gente quiera vivir sin sentido del compromiso. En la anarquía no se puede pretender que los demás nos respeten a cada uno. Nuestro Padre siempre decía “ no me cambiaría por nadie “ El matrimonio tiene adverso y reverso ( contó la anécdota del matrimonio y el abono a los toros durante 25 años ) Sentido de compromiso, cuidar el porte externo y el ambiente en los hogares. Dijo que jamás había visto a su madre a medio vestir en su casa.


Nos comentó que nos estaba escribiendo una carta larga sobre la Eucaristía, haciendo una recopilación de las ideas de n. Padre.
Nos dijo que quería tener una tertulia general la próxima vez que pasara por Madrid ( estáis invitados con vuestros amigos ).
Rezamos con él el Ángelus y nos dio la bendición.

Faltan muchísimas cosas y la redacción es bastante mala, pero es muy tarde y prefiero que os llegue cuanto antes. Agradecería mucho que no la difundais por e-mail y que hagáis las menos copias posibles. NO ES NADA TEXTUAL, sólo son mis apuntes tomados de pié y deprisa.




Vibración apostólica

Cve inicio curso nax Vallés.

1. Una idea muy importante: somos instrumentos en las manos de Dios.

- "Cuando Dios nuestro Señor proyecta alguna obra en favor de los hombres, piensa primeramente en las personas que ha de utilizar como instrumentos... y les comunica las gracias convenientes" (Instrucción 19.III.34).

- El Señor ha pensado en mi. Me da las gracias necesarias para que saque adelante lo que me pide. A veces me pueden parecer imposibles. Las 500 vocaciones. “Las 500 vocaciones no es un eslogan o un deseo piadoso. Jesucristo los tiene elegidos desde toda la eternidad. Los medios para que vengan esas vocaciones son la oración, la mortificación y el plan apostólico diario -pequeño pero constante-” .

- El modelo es nuestro Padre. Si no hubiera tenido este convencimiento de que él era el instrumento y la Obra la hace Dios, no habría hecho nada. En momentos de duda, incertidumbre, pregúntate ¿cómo se comportaría nuestro Padre?

2. Comentar Camino 934. “El celo es una chifladura divina de apóstol, que te deseo, y tiene estos síntomas: hambre de tratar al Maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia, que nada hace desfallecer”.

- “Hambre de tratar al maestro”. Nuestro punto de referencia, el Señor. Nosotros no hacemos apostolado. Somos apóstoles que cumplen un mandato imperativo de Cristo. Cuanto más unidos estemos al Señor, mejores apóstoles seremos. El apostolado es sobreabundancia de la vida interior: la caridad que se desborda, mi amor a Dios que lo llevo a otras almas. Si cuido mi vida interior. Si las Normas son lo primero y lo más importante de mi día. Si no busco más que agradar a Dios en todo lo que hago. Si procuro que mi trabajo sea Opus Dei, estaré vibrante.

- Anécdota. “Hoy, después de 7 meses, por fin he hecho apostolado”. Mecánico que va al rtm. Cof. “Somos como el material atómico, que aunque lo entierren a muchos metros de profundidad, irradia”.

- “Preocupación constante por las almas”. “El prejuicio psicológico de pensar habitualmente en los demás”. ¡Que vea con tus ojos, Cristo mio…! Que me dé cuenta de las necesidades de los demás.

- Estamos en un momento de gracia especial. La Iglesia necesita vocaciones. La Obra necesita gente. El Padre me necesita –sin mi, no hace nada-. Dios me necesita.

- Anécdota. Tertulia con el Padre. Isa, nax de Fuenllana, cuenta al Padre una iniciativa para la recristianización de las familias, los ambientes, la moda, la sociedad, etc....

El padre le dice “podéis llegar a todo, a todo. Sois la sabia, la linfa, tenéis que estar orgullosas, santamente orgullosísimas. Es el Señor el que os ha escogido con predilección. Sois el núcleo de la Obra, os ha buscado para que como nax nos sostengáis a todos. Habéis de santificar esta tarea que siempre será necesaria. Nuestro Padre quería muy especialmente a sus hijas pequeñas (pequeñas en el tiempo en llegar a casa), pero con frecuencia más maduras que las demás.

Nax y administradoras, sois la cara del Opus Dei, mantenéis el ambiente de familia que tiene mucha trascendencia: una rosa, un almohadón, un mueble en su sitio, todo eso es colaborar para que la sociedad sea más cristiana. La dignidad de la familia depende de vuestro trabajo” .

- “Perseverancia que nada hace desfallecer”. Quien busca gente buena, la encuentra. Y las pitables ideales son las que tenemos, las que hay. No existen las pitables ideales. Las “ideales” estáis aquí, porque ya habéis pitado.

- Nada de lo que hacemos por los demás se pierde o queda sin fruto.

- Anécdota. Universitario que llama un día a su amigo. “Quiero hablar contigo. ¿Conoces la historia de Jonás? Pues vuelve a leerla con calma. Yo he sido como Jonás. He estado huyendo de Dios desde que tenía 15 años. Un día empecé a hacer oración y vi que Dios me pedía que fuera sacerdote. Se acabó la oración. No puedo seguir escondiéndome”.

Durante 7 años un sacerdote que lo seguía en el colegio lo había estado tratando como podía, sin mucha regularidad… Ahora está en Pamplona, en el segundo año del seminario.

Perseverancia, que nada se pierde. Perseverancia en la oración, en la mortificación, en el trato con los ángeles custodios de las personas que tratamos. Imitar a nuestro Padre. Cuando se proponía una vocación, ¿qué hacía? rezar, ofrecer mortificaciones extraordinarias y tratar al Ángel Custodio de esa persona.

Hablar. Los medios de la labor son eficaces cuando se habla con la gente.

- Anécdota del Bar Jamaica.

Las dificultades no nos frenan. Más dificultades que tuvo nuestro Padre no tenemos nosotros. Más dificultades que tuvieron los apóstoles no tenemos nosotros.

3. Comentar Camino 528. “Una característica muy importante del varón apostólico es amar la Misa”.

- El centro de nuestra vida interior, la Santa Misa. Si procuramos vivir cada día mejor la Santa Misa, crecerá nuestro amor a Dios y nuestro amor a las almas.

- Si nuestra vida es buscar a Cristo, encontrar a Cristo, enamorarnos de Cristo, para llevarlo por el mundo entero, ¡qué mejor sitio para tratarlo, para cuidarlo, que en la Santa Misa!

- Si nos llenamos de Dios, llevaremos a Dios con nosotros.

Acudir a la Virgen, Reina de los Apóstoles, que nos ayude a ser buenos instrumentos.



Tibieza y desaliento

1. El peligro.

Judas Iscariote, que fue el traidor (Lc 6, 16), después de haber recibido la llamada divina a ser Apóstol (cfr. Lc 12-16), de haber acompañado al Señor muy de cerca, y de ver tantos milagros –incluso en el mismo Huerto de los Olivos (cfr. Jn 18, 4-6)–, traiciona al Señor. Podría parecer que fue una traición repentina e inexplicable: en la Ultima Cena los demás discípulos no sospechan de Judas (cfr. Jn 13,22). Sin embargo parece que el acto de Judas fue la culminación de pequeñas traiciones (cfr. Jn 12,6). Sin querer juzgarle, puede servirnos para comprender el peligro de un enfriamiento progresivo del amor de Dios.

2. Los síntomas.

"La tibieza, hijos míos, supone una grave enfermedad de la voluntad. Con una mirada apagada para el bien y otra más penetrante hacia lo que halaga el propio yo, la voluntad tibia acumula en el alma posos y podredumbre de egoísmo y de soberbia que, al sedimentar, producen un progresivo sabor carnal en todo el comportamiento. Si no se ataja ese mal, toman fuerza, cada vez con más cuerpo, los anhelos más desgraciados, teñidos por esos posos de tibieza: y surge el afán de compensaciones; la irritabilidad ante la más pequeña exigencia o sacrificio; las quejas por motivos banales; la conversación insustancial o centrada en uno mismo; ya que un síntoma peculiar de la tibieza se define en aquel non cogitare nisi de se, que se exterioriza en non loqui nisi de se. Aparecen las faltas de mortificación y de sobriedad, se despiertan los sentidos con asaltos violentos, se resfría la caridad, y se pierde la vibración apostólica para hablar de Dios con garra" (Don Alvaro cn II.80, p. 24).

La tibieza, “vacilación o negligencia en responder al amor divino” (CCE, n. 2094), tiene varios síntomas (Camino, n. 331):

- Eres tibio si haces perezosamente y de mala gana las cosas que se refieren al Señor;

CEC 2755. Dos tentaciones frecuentes amenazan la oración: la falta de fe y la acedia que es una forma de depresión debida al relajamiento de la ascesis y que lleva al desaliento.

- Si buscas con cálculo o “cuquería” el modo de disminuir tus deberes.

- Si no piensas más que en ti y en tu comodidad.

- Si tus conversaciones son ociosas y vanas; El apostolado del tibio: hojarasca. Conversaciones vanales.

- Si no aborreces el pecado venial.

- Si obras por motivos humanos.

3. Los remedios.

- Dar importancia a lo pequeño, porque en los pequeños detalles es donde se manifiesta el encendimiento de nuestro corazón. Cazad las pequeñas raposas que destruyen la viña (Ct 2, 15).

- Lucha decidida contra el capricho, el propio gusto y el pecado venial deliberado. El pecado venial hace mucho daño al alma (Camino, n. 328).

- La importancia de un espíritu de examen habitual, sincero y hondo, que nos lleve a descubrir y a dolernos sinceramente de los pecados veniales y de las faltas de generosidad (Camino, n. 330). ¿Quiero de verdad ser santo? ¿Quiero de verdad servir? Preguntárnoslo en la presencia de Dios con frecuencia. ¿Busco siempre y en todo hacer la voluntad de Dios, actúo para agradarle?

- Sinceridad con Dios, con nosotros mismos y con los Directores

- La verdadera contrición que se cuaja en propósitos concretos de mejora. Anécdota de Javier García Rull y la puerta corredera de la furgoneta.

- Confianza plena en Dios que es siempre fiel, y está empeñado en hacernos santos.

- Si somos sinceramente marianos, nuestra Madre impedirá que caigamos en la tibieza (cfr. Camino, n. 492). Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum! (Secuencia Stabat Mater).

Cfr. Camino, nn. 325-331; Cuadernos 8: A lo largo del camino, pp. 19-28; CCE, nn. 2094, 2733.

Vocación y apostolado

Ideas Carta del Padre X.04
Cantarell, ads 9/10/04
Torxa, nax 9/10/04. Rtm.

Idea: yo soy de Dios.

1. Alegria del Padre por los viajes que ha hecho este verano: ha visto la misma vibracion apostolica en todos los paises.

"Quiere el sembrador que la extension no haga perder la intensidad".

La Obra mantiene la misma potencialidad sobrenatural de los comienzos.

La Obra esta en nuestras manos "sed fieles de verdad. No empequeñezcáis vuestro corazón". De vuestra fidelidad depende la fidelidad muchos.

2. Alimentar seriamente la ocupación santa de custodiar el Opus Dei como Dios lo quiere, imitando a nuestro Padre.

3. ¿Cómo he cuidado hoy la Obra? ¿Cómo he luchado por identificarme más con su espíritu?

Somos en las manos llagadas de Cristo la semilla que el sembrador divino lanza en el surco.

4. Ante un panorama extraordinario sería completamente ilógico un comportamiento a medias.

5. Debemos ser santos y fermento de santidad.

6. La voluntad divina es absolutamente clara e indiscutible. Tú has nacido para realizar el preciso encargo de ser Opus Dei y hacer el Opus Dei. "Cuando Dios nuestro Señor proyecta alguna obra en favor de los hombres, piensa primeramente en las personas que ha de utilizar como instrumentos... y les comunica las gracias convenientes" (Instrucción 19.III.34).

7. No hay dificultades: es cuestión de fe. Inter medium montium pertransibunt aquae. ¿Acaso se ha quedado corta mi mano?

8. No existen dificultades insuperables: ni las que proceden de la propia flaqueza ni las que vienen del ambiente. ¡Es cuestión de fe, hijas e hijos míos!

9. Conviene que lo tengamos muy en cuenta: no nos pertenecemos. Nuestras cosas: la Obra, las almas.

10. Pensad en el 6.X.02. Pido al Señor que llevemos constantemente con nosotros ese ambiente festivo del 6.X.02 porque hayamos incorporado plenamente a nuestra conducta el significado y el contenido de esa fecha memorable.

Nuestro Padre continua recordándonos la necesidad de no dejarnos atemorizar por un ambiente materialista.

El Señor quiere que vengan a la Obra muchos millones de vocaciones.

Las 500 vocaciones no es un eslogan o un deseo piadoso. Jesucristo los tiene elegidos desde toda la eternidad. Los medios para que vengan esas vocaciones son la oración, la mortificación y el plan apostólico diario -pequeño pero constante-.

Año de la Eucaristía. "Empezad ya a tratar con mucho más cariño a Jesucristo".

Oraciones vocales

Cantarell, 14/10/04.
Idea: podemos rezar más: rezando mejor.
Ver Crónica VI-04, tertulias con el Padre en Roma.

Mt 7, 7-10.
"Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y todo el que busca, encuentra; y al que llama se le abrirá. O ¿quién hay entre vosotros, al que si su hijo pide un pan le da una piedra? ¿O si le pide un pez le da una culebra? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los Cielos dará cosas buenas a quienes le pidan?".

1. La oración es un mandato divino. Jesús nos ordena rezar, pedir. Y nos promete que la petición será escuchada.

- ¿Porqué tenemos que pedir, si Dios ya sabe de lo que tenemos necesidad? Porque la oración es una manifestación de fe. Sólo una criatura que se ve necesitada de ayuda tiene la humildad de pedirla. Y la oración es pedir ayuda a Dios para que venga en nuestro auxilio.

- A veces, parece como si Dios no me escuchará. Y le pido cosas buenas, que no son para mi. Quizás no rezamos lo suficiente, o no rezamos con fe, o Dios está probando nuestra fe y me dice clama, ne cesses!

- Ma paso el día rezando, no sé qué más puedo hacer. Quizás no se trata de rezar más sino de rezar mejor. Piensa en las oraciones vocales que rezas durante el día: el ofrecimiento de obras; el ángelus; la visita al Santísimo; el rosario; la consideración de los misterios; las tres avemarías de la noche; las oraciones de siempre; la santa Misa -que también es oración vocal-. ¿No podríamos poner un poco más empeño para rezar mejor? ¡Podemos!

- Quizás no podemos rezar las cuatro partes del rosario cada día -nuestra Norma es clara-, pero sí que podemos contemplarlas con más atención, con más cariño, con un poco más de esfuerzo.

Anécdota de Don Álvaro. Hubo en Roma una cv de vc r. Tuvieron la oportunidad hacer la cfi con D. Álvaro. Uno de ellos le comentó que solo rezaba la parte del rosario del día, porque no tenía tiempo para más. D. Álvaro, con toda calma le contestó: "pues yo rezo todos los días las tres partes".

2. El remedio de los remedios es la piedad. Dificultades personales y del ambiente encontraremos siempre. Hay problemas que nos afectan directamente, pero que no podemos hacer nada para resolverlos: lo único que podemos hacer es rezar, pedir.

El ejemplo heroico de nuestro Padre. La fundación de la Obra, las primeras vocaciones, el camino jurídico. Rezaba y hacía rezar. ¡Cuántas vidas ofrecidas a Dios por la intención especial!

Una vez que el Señor le ha hecho ver la misión de la Obra en el mundo, tiene tal convencimiento de que "el cielo está empeñado en que se realice", que no cesa de pedir y mendigar esta constante plegaria a todos cuantos tienen la buena voluntad de dirigirse a Dios cada día. En una calle determinada de Madrid, se cruza a menudo con otro sacerdote, muy joven... Un día el Fundador le para, aunque no le conoce, y le pregunta:
- ¿Va usted a celebrar Misa?"
- Sí..."
-"¿Podría usted rezar por una intención mía?"
El otro se le queda mirando, como asombrado, y le contesta: -"Sí, con mucho gusto".
Con el pasar del tiempo, llegaron a ser muy amigos. Este sacerdote era Don Casimiro Morcillo, futuro Arzobispo de la diócesis de Madrid. (Ana Sastre, Tiempo de Caminar, p. 116).

A nuestro Padre las primeras vocaciones fieles le costaron disciplinas de sangre. El precio que pagó nuestro Padre era caro. El producto que pedía era de calidad. Ahora estamos pidiendo a Dios lo mismo que nuestro Padre en los comienzos. ¿Qué medios pones? Quizás las disciplinas de sangre ahora para ti son aprovechar las horas de estudio o de trabajo, cumplir los encargos, preparar muy bien los medios de formación, querer a las de Casa...

3. El secreto del Opus Dei es la oración. El secreto de nuestra eficacia es la vida interior, la unión con Dios. Hay frutos en nuestra vida cuando estamos unidos al Señor. Lo importante de una planta es lo que no se ve: las raíces, la sabia. Así ha salido siempre el Opus Dei y así seguirá saliendo. Lo importante no son los medios humanos, sino los sobrenaturales.

En 1941 se buscaba una casa en Madrid con prestancia, amplia y céntrica a ser posible. Los de Casa pateaban sin cesar las calles. Al final se encontró la casa, esquina Lagasca-Diego de León. Cuando se lo dijeron a nuestro Padre dijo “¡Ah, claro! Antes de la guerra ya le pedía yo al Angel Custodio que esa casa fuera nuestra”.

Francisco Botella escribe acerca de las veces que pudo presenciar una Misa oficiada por el Fundador: "Las primeras veces que asistí a esas Misas fueron un auténtico descubrimiento. Se veía al Padre embebido en Dios, y se comprendía mejor el sentido del Santo Sacrificio del Altar (...). Recuerdo especialmente un sucedido. Yo dormía en el piso de Ferraz 48. Alguna vez me quedaba a estudiar después de cenar, antes de acostarme. Por la ventana de la habitación donde yo dormía echaba una mirada a la ventana del oratorio, a través de una especie de patio que separaba los dos edificios. Una noche (...) -el Sagrario se entreveía a través de la ventana- vi a nuestro Padre arrodillado junto al altar, con la cabeza pegada a él, recogido en oración". (Ana Sastre, Tiempo de Caminar, p 182).

La Virgen oyó la voz de Dios porque estaba recogida en oración.

Vocación y apostolado

Ideas Carta del Padre X.04.

1. Alegria del Padre por los viajes que ha hecho este verano: ha visto la misma vibracion apostolica en todos los paises.

"Quiere el sembrador que la extension no haga perder la intensidad".

La Obra mantiene la misma potencilidad sobrenatural de los comienzos.

La Obra esta en nuestras manos "sed fieles de verdad. No empequeñezcáis vuestro corazón". De vuestra fidelidad depende la fidelidad muchos.

2. Alimentar seriamente la ocupación santa de custodiar el Opus Dei como Dios lo quiere, imitando a nuestro Padre.

3. ¿Cómo he cuidado hoy la Obra? ¿Cómo he luchado por identificarme más con su espíritu?

Somos en las manos llagadas de Cristo la semilla que el sembrador divino lanza en el surco.

4. Ante un panorama extraordinario sería completamente ilógico un comportamiento a medias.

5. Debemos ser santos y fermento de santidad.

6. La voluntad divina es absolutamente clara e indiscutible. Tú has nacido para realizar el preciso encargo de ser Opus Dei y hacer el Opus Dei. "Cuando Dios nuestro Señor proyecta alguna obra en favor de los hombres, piensa primeramente en las personas que ha de utilizar como instrumentos... y les comunica las gracias convenientes" (Instrucción 19.III.34).

7. No hay dificultades: es cuestión de fe. Inter medium montium pertransibunt aquae. ¿Acaso se ha quedado corta mi mano?

8. No existen dificultades insuperables: ni las que proceden de la propia flaqueza ni las que vienen del ambiente. ¡Es cuestión de fe, hijas e hijos míos!

9. Conviene que lo tengamos muy en cuenta: no nos pertenecemos. Nuestras cosas: la Obra, las almas.

10. Pensad en el 6.X.02. Pido al Señor que llevemos constantemente con nosotros ese ambiente festivo del 6.X.02 porque hayamos incorporado plenamente a nuestra conducta el significado y el contenido de esa fecha memorable.

Nuestro Padre continua recordándonos la necesidad de no dejarnos atemorizar por un ambiente materialista.

El Señor quiere que vengan a la Obra muchos millones de vocaciones.

Las 500 vocaciones no es un eslogan o un deseo piadoso. Jesucristo los tiene elegidos desde toda la eternidad. Los medios para que vengan esas vocaciones son la oración, la mortificación y el plan apostólico diario -pequeño pero constante-.

Año de la Eucaristía. "Empezad ya a tratar con mucho más cariño a Jesucristo".

Alegría

DOMINGO III ADVIENTO.

1. Confianza en Dios. El cristiano es hijo de Dios, y ha de estar en la presencia de su Padre Dios con la misma confianza con la que un pequeño se abandona en los brazos de su madre.
Quizá una educación basada excesivamente sobre el temor puede hacer perder a los hombres el hondo sentido de amistad y de cercanía con el que Dios desea tratar a sus criaturas y ser tratado por ellas: "No temas Sión, no desfallezcan tus ánimos" (1ª lect.).
"El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos" (2ª lect.). El Adviento es la espera de un Dios, el único Dios que salva; de un Dios que anhela que todos los seres humanos sean felices; que va a morir -y la muerte de Cristo será siempre incomprensible para el entendimiento humano- precisamente para alcanzar ese fin; que quiere no sólo que "nada os preocupe", sino que está dispuesto a donar con abundancia "la paz que sobrepasa todo juicio", para que "custodie los corazones y los pensamientos en Cristo Jesús".
2. Rechazar el pecado. Para que la alegría, que la Iglesia recomienda hoy vivir con el fin de llenar este tiempo de espera, dé esos frutos de paz, es necesario que cada cristiano "custodie su corazón y su pensamiento" en Cristo Jesús.
Custodie su corazón, siguiendo el ejemplo de Cristo, que es "manso y humilde de corazón", no amando lo que Dios no ama: el pecado. Pidámosle que nos purifique del pecado; que no permita que el alma se acostumbre a estar en pecado o, peor aún, que alguien piense que está sin pecado.
Custodie su pensamiento, dirigiéndolo más a Dios, descubriendo la presencia de Cristo en las personas y detrás de los acontecimientos de cada día. En Adviento, el recuerdo de María y de José, fijará la atención de nuestra cabeza más firmemente en Jesucristo, que está por nacer, y nos ayudará a huir también de las tentaciones de pecado.
3. Mortificarse en servicio de los demás. En el Evangelio se recogen recomendaciones prácticas de San Juan Bautista: repartir lo que se tiene con los más necesitados; no exigir más de los que uno tiene derecho a recibir; no cometer injusticias, atropellos o abusos de autoridad; etcétera.
Todo cristiano, como Juan Bautista, ha de anunciar al Señor con palabras y con hechos, que tantas veces exigen sacrificio y sacrificio heroico: Juan Bautista murió cumpliendo hasta el final su misión de apóstol. Se nos pide, en definitiva, un cumplimiento del deber pensando en los demás, un vencernos en los pequeños acontecimientos de cada día, por amor a Dios, para dar paz y alegría a cada ser humano, en quien hemos de ver siempre "otro Cristo".
Ese combate es la mortificación cristiana: la muerte de uno mismo, que da lugar a la "nueva criatura".


Apostolado: audacia

La Novena a la Inmaculada ha sido siempre muy proselitista, porque la Virgen está empeñada en conseguirnos las vocaciones que necesita Dios, que necesita la Obra.

"Hay personas que desean escuchar cosas buenas, faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas" .

No vivimos tiempos difíciles, porque para Dios nada hay imposible .

Las dificultades las ponemos nosotros.

En Yamusocro, (Costa de Marfil) a los retiros mensuales de sr van 70 chicos. En el país hay un 10% de católicos .

1. Audacia.

"Y subiendo al monte llamó a los que él quiso, y fueron junto a él. Y eligió a doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" .

“Jesús subió a un monte y llamó a los que quiso” Aquí esta el secreto. Buscamos a los que Dios ha elegido. “Les envió a predicar con poder de expulsar a los demonios”.

Primero, estar junto a Jesús, es decir, vida interior. Después, salir a por la gente: los envió a predicar. Tenemos la eficacia asegurada: Dios nos ha dado poder para ser eficaces.

Dios da la gracia a las personas que ha elegido: son injustificados los miedos a las vocaciones. A veces vamos demasiado despacio a plantear a una persona la vocación. No existe el pitable diez. No hay que ser imprudentes.

Una experiencia común: pitan las personas que hacen la cfi cada semana. Hacer la confidencia es distinto de hablar cada semana con una persona. En la confidencia se marcan metas, objetivos, puntos de lucha claros, un examen particular.

Si nos preguntan, ¿cuántas cfi llevas de personas de Casa? todos sabemos responder. Pues igual nos tiene que ocurrir con los pitables: sabemos cuántas cfi llevamos, cuántos la han hecho esta semana.

Toda vocación es un lío: como un hijo. Si no lo tengo no me dará disgustos, no se me escapará por las noches, me dejará dormir. No podemos nosotros controlar la natalidad y no ser generosos, como se pide a los s.

La misma fe de los comienzos: audacia y ambición. Se ponen los medios y se alcanzan las metas. El Padre hace continuas referencias a la fe de nuestro Padre.

2. Audacia y constancia.

A los pitables tenemos que verle la cara todos los días, o por lo menos tener noticias de ellos.

Apostolado personal de amistad y confidencia. El método apostólico de Japón: tratar a todos como si fueran católicos (deshace barreras). En una ciudad llegaron a tener 467 personas en catequesis, con la particularidad de que la daban uno a uno.

Es cuestión de ponerse.

“Porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. Y ¿cómo invocarán a Aquél en quien no creyeron? ¿O cómo creerán, si no oyeron hablar de Él? ¿Cómo oirán sin alguien que predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Según está escrito: ¡qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Nueva!” .

Las omisiones nos tienen que pesar.

Una abuela llevó a Tarfía (Sevilla) a 2 nietos para apuntarlos al Club. Les atiende Armando y les enseña las actividades.
La abuela pregunta por la formación para sus nietos.
-“Es la especialidad de la casa”, le contesta Armando.
Van al oratorio y ese día tenían el rtm sr. Entran. Están rezando el Vía Crucis y la abuela oye "Señor, pequé. Tened piedad y misericordia de mi".
Pregunta cómo han conseguido hoy en día hacer esto: tanta gente joven rezando así.
Armando le contestó: "Señora, es cuestión de ponerse".

3. El arma del Opus Dei es la oración.

Haremos apostolado en la medida en que estemos con Jesús.

La vibración apostólica no es algo temperamental o un rasgo del carácter.

El apostolado es amor de Dios, que se desborda, dándose a los demás . El afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior. Cuando se paladea el amor de Dios se siente el peso de las almas. No cabe disociar la vida interior y el apostolado . Es el termómetro que indica la temperatura de nuestro amor a Dios.

A Jesús le queman las almas, tiene sed de almas. Cuando hacemos nuestra oración es lógico que Jesús nos pregunte ¿a quién vas a ayudar hoy?

¿Qué hacemos en cada rato de oración? ¿De qué hablamos con Jesús? ¿A qué nos compromete?

Cuando se necesita dinero para la Universidad de la Santa Cruz, Federico Armengol llama a un montón de conventos de monjas y les pide que recen. Siempre consiguen lo que se necesita .

Pedimos a la Virgen, Regina Apostolorum, que estemos muy vibrantes, muy cerca de Jesús, para acercarle muchas almas: son para Él, para su gloria.
Con toda razón se promete a los limpios de corazón la bienaventuranza de la visión divina. Nunca una vida manchada podrá contemplar el esplendor de la luz verdadera, pues aquello mismo que constituirá el gozo de las almas limpias será el castigo de las que estén manchadas (SAN LEON MAGNO, Sermón 95, sobre las bienaventuranzas).


Dios se deja contemplar por los que tienen el corazón purificado (SAN GREGORIO DE NISA, Hom. 6, sobe las bienaventuranzas).

¿Quieres ver a Dios? Escúchalo: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. En primer lugar, piensa en purificar tu corazón: lo que veas en el que desagrada a Dios, quítalo (SAN AGUSTIN, Sermón 2, sobre la Ascensión del Señor).

Reflexionad bien que es lo que estáis pensando a todas horas. Unos piensan en los honores, otros en el dinero, otros en la extensión de sus posesiones. Todas estas cosas están en lo bajo, y cuando el alma se ocupa en tales cosas, queda separada de la rectitud de su estado: y como no se eleva a los deseos celestiales, no puede mirar hacia arriba, como la mujer encorvada (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 31 sobre los Evang.).

Es difícil describir su empeño por convertir en oración cualquier actividad, aun las obligaciones más corrientes: las comidas o dar un paseo. Como fruto de su lucha, corroboraba: rezad, rezad siempre, para tener ese diálogo de almas contemplativas que viven persuadidas de que Dios nos mira, nos escucha, nos quiere. ¡Contemplativos en medio de la calle! A mí, hasta humanamente, me llena de alegría ese conocimiento de que nunca estoy solo; por eso, suelo repetir que no me he aburrido jamás en mi vida. Siempre encontraba motivos abundantes para rezar: la Iglesia, el Papa, la Obra, las almas, los apostolados, las familias. Y acudía a la oración seguro de que Dios Nuestro Señor transformaría la posible aridez en ayuda eficaz para la tarea apostólica de la Iglesia: Él no espera frases bonitas, oraciones rimbombantes; Él quiere que le acompañemos siempre, cuando hace frío y cuando hace calor, cuando estamos sanos y cuando estamos enfermos, cuando tenemos ganas y cuando nos faltan; nunca se cansa de nosotros, ni de escucharnos, ni nunca deja de recibirnos.

Nos dio siempre ejemplo, aun en momentos de mucho trabajo o fuertes padecimientos. Un día de 1969, nos confiaba a Moras. Álvaro del Portillo y a mí: ayer por la tarde, que me encontraba muy cansado, fui a hacer la oración. Me estuve en el oratorio, y le dije al Señor: aquí estoy, como el perro fiel a los pies de su amo; no tengo fuerzas ni siquiera para decirte que te quiero, ¡Tú ya lo ves! Otras veces le digo: aquí estoy como el centinela en la garita, vigilante, para darte todo lo que tengo, aunque sea muy poco.

Decreto de la Congregación para las Causas de los Santos sobre sus virtudes heroicas, promulgado en 1990: "Los rasgos más característicos de su personalidad no hay que buscarlos tanto en sus egregias cualidades para la acción como en su vida de oración, y en la asidua experiencia unitiva que hizo de él verdaderamente un contemplativo itinerante. Fiel al carisma recibido, fue ejemplo de heroicidad en las circunstancias corrientes de la vida: en la oración continua; en la mortificación ininterrumpida -como el latir del corazón-; en la asidua presencia de Dios, que alcanzaba las cumbres de la unión con Dios incluso en medio del fragor del mundo y de una dedicación incansable al trabajo. Continuamente inmerso en la contemplación del misterio de la Trinidad, vivió la filiación divina en Cristo como fundamento de toda la vida espiritual, en la que la fortaleza de la fe y la audacia apostólica de la caridad se conjugaban armónicamente con el abandono filial en las manos de Dios Padre".


Fraternidad

Rtm nax El Vallés, 18/12/04.

- De la filiación divina brotan muchas consecuencias. Una de ellas es la fraternidad.

- La fraternidad es la realidad que nos une a Jesús. La vida del Señor nos enseña a tratar a las almas en sus circunstancias particulares. Jesús se acomoda a cada uno: Zaqueo, el buen ladrón, Marta y María… Jesús trata con cada alma de un modo personal e íntimo.

- Nosotros hemos de imitar a Jesús que es nuestro modelo.

- San Lucas nos cuenta la parábola del buen samaritano. Lc 10, 30. ¿Y quién es mi prójimo?, le pregunta un escriba a Jesús. Es fácil imaginarse a aquel hombre maltratado y malherido, con un hilillo de esperanza: “alguien se acordará de mi”. Pasa mucha gente a su lado. Este hombre sigue esperando, no se desespera. Cuando pasa el samaritano, la reacción que tiene es dejarse cuidar: le venda las heridas, lo monta en su caballo, lo lleva a la posada… El samaritano tiene con el herido muchos cuidados. Lo trata con delicadeza, lo mima.

- Mucha gente pasó de largo. El dolor moral de este personaje, que está abandonado.

- Tenemos que dar gracias a Dios porque nosotros siempre tendremos un hermano a nuestro lado que se ocupará de nosotros, que nos ayudará a recuperarnos.

- El hombre herido se deja cuidar y conducir al lugar adecuado.

- Es un consuelo saber que tendremos gente a nuestro lado que nos ayudará a ser fieles.

- Para nosotros el modelo de caridad, de cariño, es Cristo, pero también nuestro Padre.

- 30.VI.61. Nuestro Padre tiene muchos dolores en las encías por una operación que le han hecho. Se encuentra con un hijo suyo en la puerta del ascensor de Villa Tevere, “¡Cómo os quiero, hijos míos!, os quiero más que vuestras madres, más que vuestros padres. El 90% de la vocación se la debéis a ellos. Os querré también cuando esté en la casa de Dios. Os querré entonces más”.

- Vamos a imitar a nuestro Padre. Nos ha dejado un ejemplo maravilloso. Desde el Cielo nos cuida, nos tiene presentes. “De pocas cosas puedo ponerme de ejemplo… vuestras preocupaciones, vuestros desvelos, son una continua llamada. Querría llevarlo todo sobre mis hombros”.

- Hemos recibido el don de la vocación y somos instrumentos de unidad: almas que tienen que ser alfombra. Ilusión por un servicio constante a nuestros hermanos.

- ¡Padre, que desde el Cielo nos envías gracias, ayúdanos!

- Don Álvaro, en cb comentaba: “que nos queramos mucho. Hay que pedir al Señor que nos dé sus entrañas para que no nos resulte indiferente nada de las personas que conviven con nosotros. Esto le pedía a Dios nuestro Padre desde el 28, cuando no había nadie en el Opus Dei”.

- La fraternidad se tiene que manifestar con obras.

- 20.VIII.88. Ordenaciones en Tc. Don Álvaro no era Obispo. Normalmente Don Álvaro escribía una carta larga que se leía antes de la ceremonia de la ordenación. Ese año se ordenaba un japonés. Nadie de su familia pudo venir a la ordenación. Era el único que no tenía a nadie. El Padre estaba en Solaviella (Oviedo). El Padre le escribió una carta personalmente y se la dio a Don Tomás. “Recibí tu carta desde Torreciudad y hoy te escribo. Con la carta voy yo, para decirte que el 20 no estarás solo porque conmigo se traslada toda la Obra (…) Te dejo ya, pero no te dejo, te encomiendo siempre”.

- Pedir al Señor la sensibilidad para saber ayudar.

- 18.VIII.90. Don Javier le pregunta a Don Tomás ¿puedes dar tú la bendición, que me he mareado? Eran las 3.45. Don Javier tenía un infarto. A las 8.00 de la tarde llaman por teléfono: “de parte de Don Javier, no te olvides decirle a Don Joaquín las medicinas: sábados y domingos no toma la pastilla de Trangorex”. Don Javier estaba en la UCI. Y pensaba en el Padre.

- Podemos vivir pensando en lo nuestro… o vivir como nuestro Padre, Don Álvaro, el Padre.

- “No haremos apostolado si no nos queremos mucho los del propio ctr, los que estamos cerca y se nos nota. Hay que sonreír, estar disponibles, servir de buena gana, pedir perdón y nunca admitir resentimientos, pequeños rencores… Cuántos motivos tendría el Señor para rechazarnos y cuánto nos ama” (Del Padre).

- El cariño en Casa tiene una gran fecundidad apostólica.

- “Vultum tuum Domine requiram!”. Nosotros podemos ser la presencia amable de Cristo para los demás.

- En una casa pequeña, como nos conocemos muy bien tenemos el peligro de dejarnos de corregir. “¿Cómo me comporto en la casa donde vivo? ¿Soy un estímulo para la piedad de los que viven conmigo? Nos tienen que ver cómo rezamos. ¿Demuestro con hechos esa primera manifestación del espíritu de proselitismo? ¿Colaboro en la tarea de la santidad de los demás con mi alegría y buen humor?

- Hay momentos estelares en los que se manifiesta con fuerza que nos queremos. En esos momentos es fácil vivir la fraternidad. A lo largo del día, en los momentos corrientes, es más difícil.

- “No olvidéis que trabajamos bajo la mirada de Dios. La corrección fraterna es parte de la mirada de Dios sobre cada uno de nosotros”. Agradecerla.

- Anécdota. “Ya lo decía yo. Algún día se mataría”.

- Saber perdonar siempre. Es lo más divino: Dios pasa el día perdonando.

- Tener entrañas de misericordia.



31 de diciembre
Milanesat

1. “Gracias, perdón y ayúdame más”.

Le agradecemos al Señor que, un año más, hemos sido fieles. Aquí estamos, porque nos ha llamado, porque hemos respondido a las gracias que Dios nos da cada día. Cada uno sabrá por lo que tiene que dar gracias a Dios. La fidelidad a la vocación es un don de Dios que hay que pedirle.

También le damos gracias a Dios por los golpes que hemos recibido. Nos han hecho más fuertes interiormente; por la cantidad de cosas que han ocurrido en nuestra vida y que no entendemos, y que como nuestra Madre la Virgen, conservamos en nuestro corazón.

Te Deum laudamus "por ese cúmulo inmenso, enorme, de favores de providencias, de cariño... ¡de palos!, que también son cariño y providencia" (Crónica VII-75, p.75).

Como decía nuestro Padre, al echar cuentas y trazar la raya, sale la su-ma: pauper servus et humilis. Al echar la mirada atrás, viendo nuestra vida pasada, llena de fallos, de borrones, de omisiones, no nos debemos asustar. Hemos de pensar que lo nuestro es precisamente eso: las derrotas; las victorias son fruto de la gracia divina. Todos tenemos –y lo comprobamos continuamente– el fomes peccati, la tendencia al mal. Pero también tenemos y podemos acudir a la misericordia de Dios, al perdón divino. Por eso es por lo que nunca podemos perder la esperanza: aunque nos veamos llenos de miserias y el horizonte pueda aparecer cerrado, con nubes negras, hemos de pensar que por encima está el Sol, la gracia de Dios, la misericordia de Dios, que hace brillar con plena intensidad su perdón, manifestando así su bondad para con cada uno de nosotros.

2. Un proyecto de vida para este nuevo año que comienza: “que busques a Cristo; que encuentres a Cristo; que ames a Cristo” (felicitación del Padre por la Navidad).

“El que se contempla a sí mismo no resplandece” dice un proverbio chino. Nosotros hemos de contemplar a Cristo para reflejar a Cristo. La luna es bonita porque refleja la luz del sol, si no la reflejara sería un enorme pedrusco sin brillo alguno. Nosotros recibimos la luz de Cristo y hemos de reflejar a Cristo.

Buscar a Cristo en el trabajo, en la vida en familia, en las Normas del Plan de vida.

Y para este año que comienza le pedimos a Dios: estar en el camino, es decir, fidelidad al espíritu de nuestro Padre, a este camino que está esculpido. Fieles al modo de vivir en Casa. Hemos de hacer el propósito de pasar por encima de los criterios personales, de luchar contra la soberbia que ciega, y contra el amor propio que paraliza. Hemos de hacer propósitos de ser muy sinceros y muy dóciles en la dirección espiritual, para que podamos hacer el Opus Dei, siendo cada uno de nosotros Opus Dei.

Al Opus Dei hemos venido a someter nuestra voluntad y a doblegar nuestra inteligencia por amor a Dios y para el servicio de Dios. Sólo ese sometimiento y esa entrega al amor de Dios hacen que nuestra voluntad y nuestra inteligencia desplieguen toda su potencialidad, y somos más libres, y más inteligentes, porque aprendemos a mirar con los ojos de Dios. Cristo es nuestro modelo. Y Cristo se humilló haciéndose igual a nosotros, tomando forma humana.

3. Esta noche también es una ocasión muy buena para llenarnos de deseos de ser buenos apóstoles, de ser buenos instrumentos de Dios y acercarle muchas almas. Si hacemos examen con sinceridad veremos que podíamos haber hecho mucho más. ¡Cuánto deben doler a Dios nuestras omisiones! Y le pedimos perdón, y su gracia.

Anécdota de D. Blas García de Quesada. Cuando le quedaba un hilillo de vida, y estaba casi agonizando le preguntaron si quería algo. Y contestó: “sí, quiero que piten las 500”. Cuando se lo contaron al Padre, comentó: en Casa se muere, tal y como se ha vivido.

4. Al final de su felicitación navideña, el Padre nos dice: “Y, a la luz del misterio de Belén, formulemos propósitos de crecer en la caridad fina con quienes conviven con nosotros”.

Ayudaremos a los de Casa que conviven con nosotros si los queremos de verdad. La gente se porta bien cuando nota que se le quiere de verdad.



Fue, se lavó y volvió con vista (Jn 9, 1-41)

El verdadero milagro que recordamos en el ciego no es su curación, sino la transformación que experimentó después de haber sido iluminado por la luz del Cristo.

1. La gracia de Dios tiene poder transformador: cambia a la persona.

La curación. Alguien a quien el ciego no conocía le ha abierto los ojos, y también le ha abierto a la vida. No sabe quién es. No le conoce. Pero sale en su defensa: es un profeta.

Hay gente que duda de que fuera el ciego de siempre. ¿Qué le ha pasado? El encuentro con Jesús cambia a las personas. Tanto cambió el ciego que la gente se preguntaba si aquél era el ciego que conocían o no.

Los discípulos de Emaús no reconocieron a Jesús cuando se apareció en cuerpo glorioso.

¿Queremos cambiar, queremos mejorar? Imitemos al ciego. Dejémonos curar. Hagamos lo que nos dicen. “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé y empecé a ver”. Y el ciego no sabía nada de Jesús. Cuando le interrogan por segunda vez le dicen: “Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador. Contestó él: si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. El poder de la docilidad. La gracia de Dios no actúa sin nuestra colaboración.

2. La fe se pone a prueba cuando hay dificultades.

El interrogatorio de los fariseos. A medida que iba reconociendo y confesando lo que Jesús había hecho en su vida, su fe se hace más fuerte y más decidida. ¡Cuántos cristianos hay que no han tenido nunca una sacudida en su fe y al final no saben si tienen fe o no! Las dificultades, las pruebas pueden ser también un don de Dios.

3. La fe se pone a prueba cuando hacemos apostolado, cuando hablamos de Jesús.

Apostolado: es un ejercicio constante para nuestra fe. Nuestra fe se pone a prueba cuando hablamos de Jesús.

Miedo a que se note demasiado mi fe. Los padres del ciego tienen miedo de confesar a Jesús. “Los judíos llamaron a sus padres y les preguntaron: ¿es este vuestro hijo, de quién decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve? Sus padres contestaron: sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse. Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías”.

Anécdota. Un día regresa un s a casa después del trabajo. Saluda a su hija y se la encuentra llorando en su habitación. Le pregunta qué le pasa. Le cuenta que ese día en la Facultad de Periodismo habían hecho unas prácticas en clase. Debían exponer cada uno un tema durante cinco minutos. Hubo varias personas que se dedicaron a criticar al Papa y a la Iglesia y ella no tenía argumentos para rebatirles.

Cuaresma

Vallés, 07/02/05 nax
Cantarell 10/02/05

La Cuaresma es un tiempo especial de gracia. Que no pase la gracia de Dios sobre nosotros como pasa el agua por encima de las piedras. Que nos empape, que nos dejemos transformar, que cale hasta el último rincón de nuestra alma. Que no haya nada en nuestra vida que no sea Opus Dei, y cada día más Opus Dei.

Que quitemos tantos enemigos como tenemos, en primer lugar nuestro propio yo. Señor, que abra bien de par en par el alma a tu gracia en esta Cuaresma. Que esté dispuesto a dejarme ayudar. Que puedan entrar en mi alma sin contemplaciones y si es necesario, a hachazos.

El Señor, Tú Señor, que nos contemplas desde el Sagrario has subido a la Cruz por cada uno de nosotros. Nos disponemos durante 40 días a contemplar este misterio de tu amor por nosotros. Ya es hora de que te diga: Señor, baja de la Cruz para que me suba yo.

De mi entrega en la Cruz, Señor, depende que la Obra se realice en el mundo. De mi entrega en la Cruz, Señor, depende la felicidad de tantas personas. De mi entrega en la Cruz, Señor, depende que a tantas personas de Casa no se las coma el ambiente. Nos vamos alejando poco a poco del 2 de octubre del 28. Aquella fecha se va distanciando en el tiempo. Pero llevamos cada uno en el corazón y el alma, grabada a fuego, la misma llamada que recibió nuestro Padre, la misma semilla, la misma gracia. Tú, Señor, estás firmemente decidido, con una voluntad irrevocable, porque no puedes equivocarte, a que esta vocación que me has dado dé fruto, a pesar de mi mismo. Tus obras nunca son estériles.

En el faldón de uno de los manteles del altar de la Ermita de la Santa Cruz, en Cavabianca, hay un bordado muy bonito con esta leyenda: "Christus in intellecto tuo, Christus in labiis tuis, Christus in corde tuo, Christo in operibus tuis".

Así nos gustaría vivir la Cuaresma: Cristo en mi inteligencia, para no tener otro interés en mi vida que el de cumplir la voluntad divina; quisiera. Señor, que lo que de verdad me mueve sea la santidad, buscarte a Ti. Cristo en mis labios, para tratarte, muchas veces sin ruido de palabras, sin que se note; para llevarte por el mundo, porque Tú quieres vivir en mi, buscándote en mi trabajo, buscándote en los demás, en la vida de familia. Cristo en mi corazón. Que no me apegue a las cosas de aquí abajo, Señor, porque ya tengo la experiencia de que achican el corazón y lo envilecen. Dame un corazón grande, que sepa quererte a ti en exclusiva, sin buscarme otras compensaciones. Cristo en mis obras. Señor, Tú quieres vivir en mi, pero sólo será posible si te dejo. ¡Que Él crezca y que yo disminuya! Que Tú crezcas en mi vida porque poco a poco voy olvidándome de mi yo, de mis pequeñeces, de mi comodidad, de pensar que soy diferente, que no quiero estar cortado con el mismo patrón, que mis peculiaridades son sagradas. Que yo disminuya, Señor, porque me voy a dejar formar, a pesar de que ya llevo muchos años intentándolo. Me gustaría que tu gracia entre hasta el último pliegue de mi alma. Hazme dócil.

Amar la Cruz, subir a la Cruz es estar dónde el Señor me ha puesto y cómo el Señor me ha puesto. El modo de participar en la Cruz de Cristo es luchar por quitar todos los obstáculos que me impiden cumplir su voluntad. ¿Cuáles son esos obstáculos? Mi soberbia. Mi resistencia a la gracia a de Dios. Tú, Señor, me pides que me una a tu Cruz luchando contra mi soberbia, luchando contra todo lo que me impide estar firme en mi vocación.

"Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno nos rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían, y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la voluntad de Dios -aunque cueste-, en esas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con Él, no nos faltará la claridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber: la serenidad".

Sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían. ¡Qué paradoja! Pero qué verdad tan grande. Esas cosas que nos contrarían: la enfermedad, el lastre de las propias miserias, puntos de lucha en los que no acabamos de vencer, exigencias de la entrega que no hago mías, o que pienso que son de otra época, o para otro tipo de gente, más joven, o más mayor, o no tan curtida... o lo que quieras; los defectos de las personas que conviven conmigo, que no los quiero; las dificultades de la labor, las dificultades del ambiente.

Si no aceptamos -no sólo con la inteligencia, con la voluntad, con obras- esas cosas que nos contrarían, que no van, que nos cuestan, como queridas por Dios para que subamos a la Cruz con Cristo y nos santifiquemos, antes o después, estalla el desconcierto, el desconsuelo. Es lógico porque no se puede hacer compatible la entrega, la Cruz, tal y como Dios la ha querido para mi en el Opus Dei, con ir haciéndome un estuche, ir recortando, en definitiva, acomodando, mi voluntad a la de Dios. Antes o después estalla el desconcierto. No se puede compatibilizar lo incompatible.

No es Dios quien debe acomodarse a nuestra voluntad, sino nosotros a la de Dios.

Crt 1 Batx La Vall. Propósito unánime: una lista de mortificaciones.

Decidirse a ser sacrificado es dar un salto hacia Dios en la vida interior, es amor.

"Considerad que el Sí a Dios de nuestro Fundador -tan absoluto, tan pleno, tan fiel- se fundamentaba en muchos no -expresados con la misma resolución-, es decir en continuas negaciones de sí mismo: de su propia voluntad, de su honra, de sus gustos. No es posible pronunciar un fiat con tal plenitud y diligencia, y perseverar en ese amor, si no va precedido, acompañado y seguido de continuas negaciones que hacen arraigar en el alma el Amor Hermoso, la dispobilidad completa a la Voluntad de Dios. En una palabra, para decir que sí, hay que decir No a los que nos pueda saparar de Él". (Don Alvaro, Carta IX, 78).

Aparta Señor de mi lo que me aparta de ti. Acostumbrate a decir que no (Camino, n. 5). Cuando se empaña el Amor a Dios, cuando la vibración apostólica se entibia, hay algo en lo que no estamos diciendo un "No" decidido, generoso, valiente, como el de nP.

Quizás un punto de lucha para esta cuaresma puede ser el de la mortificación interior. Comentar el n. 135 de Surco.

“Si la imaginación bulle alrededor de ti mismo, crea situaciones ilusorias, composiciones de lugar que, de ordinario, no encajan con tu camino, te distraen tontamente, te enfrían, y te apartan de la presencia de Dios. —Vanidad.

Si la imaginación revuelve sobre los demás, fácilmente caes en el defecto de juzgar —cuando no tienes esa misión—, e interpretas de modo rastrero y poco objetivo su comportamiento. —Juicios temerarios.

Si la imaginación revolotea sobre tus propios talentos y modos de decir, o sobre el clima de admiración que despiertas en los demás, te expones a perder la rectitud de intención, y a dar pábulo a la soberbia.

Generalmente, soltar la imaginación supone una pérdida de tiempo, pero, además, cuando no se
la domina, abre paso a un filón de tentaciones voluntarias.

—¡No abandones ningún día la mortificación interior!”

Acudimos a la Virgen, pidiéndole que la gracia de Dios pase por nuestra alma en esta Cuaresma y queme todo lo que no sea Opus Dei en nuestra vida.


Otras ideas que pueden ayudar:

- Mensaje del Papa para la Cuaresma 2005 (27/01/05).

1. La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la mortificación, que dispone para hacer la voluntad de Dios (n. 1).

2. La mortificación nos hace salir de nosotros mismos para ayudar a los demás (n. 1).

3. El misterio de la Cruz de Cristo da sentido completo a la existencia humana (n. 2).

4. La mortificación ayuda a tener en la cabeza lo esencial, lo importante (n. 3).

- El espíritu de mortificación es como una vacuna que nos protege. Los padres de la Iglesia hablan de la mortificación como una medicina.

- Medio para desagraviar.

- Preguntarse con sinceridad, ¿soy sacrificado, me mortifico en serio?

- También humanamente es muy útil: fortalece, autodominio, templa el carácter.

- La señal del cristiano es la Cruz.

- Más exigentes con nosotros mismos. Si nos exigimos, exigiremos a los demás con cariño y fortaleza. Se nota quién exige y quién no exige.

- Revisar la lista de mortificaciones.

- Enfrentarnos con sinceridad a nosotros mismos en la oración para ver qué buscamos en nuestra vida, en la labor, en un plan, en la fraternidad, en el trabajo. Podemos descubrir que a veces nos buscamos a nosotros mismos, que buscamos consuelos humanos en la labor, en la fraternidad…

- Yo no tengo paz. Pregúntate, ¿eres mortificado?

Agradecimiento a Dios por los dones recibidos

Uno de ellos, al verse curado, se volvió glorificando a Dios a gritos, y fue a postrarse a sus pies dándole gracias (cfr. Lc 17, 15-16). Las acciones de gracias forman parte esencial de la relación habitual y “natural” del cristiano con su Padre Dios:

¡Señor!, le asegurabas, me gusta ser agradecido; quiero serlo siempre con todos.
—Pues, mira: no eres una piedra..., ni un alcornoque..., ni un mulo. No perteneces a esos seres, que cumplen su fin aquí abajo. Y esto, porque Dios quiso hacerte hombre o mujer —hijo suyo—..., y te ama «in caritate perpetua» —con amor eterno.
—¿Te gusta ser agradecido?: ¿vas a hacer una excepción con el Señor? —Procura que tu hacimiento de gracias, diario, salga impetuoso de tu corazón (Forja, n. 866).

El agradecimiento es respuesta adecuada del hombre al contemplar las atenciones diarias de Dios con él: El Señor siempre se comporta como un buen Padre, y nos ofrece continuas pruebas de su Amor.

Escribía aquel amigo nuestro: "muchas veces pedí perdón al Señor por mis grandísimos pecados; le dije que le quería, besando el Crucifijo, y le di las gracias por sus providencias paternales de estos días. Me sorprendí, como hace años, diciendo —sin darme cuenta hasta después—: »Dei perfecta sunt opera» —todas las obras de Dios son perfectas. A la vez me quedó la seguridad plena, sin ningún género de duda, de que ésa es la respuesta de mi Dios a su criatura pecadora, pero amante. ¡Todo lo espero de El! ¡¡Bendito sea!!"
Me apresuré a responderle: "el Señor siempre se comporta como un buen Padre, y nos ofrece continuas pruebas de su Amor: cifra toda tu esperanza en El..., y sigue luchando" (Forja, n. 387).

El agradecimiento nace de la humildad de contemplar todo lo que nos sucede, tenemos y somos como un don divino. Aprender de Jesús que da gracias a su Padre (cfr. Jn 11, 41; Mt 11, 25-30; Lc 22, 19).

Si conocieras el don de Dios (Jn 4, 10). Sólo el alma agradecida sabe descubrir el Amor que Dios le tiene. No es preciso esperar dones extraordinarios para que el corazón se llene de agradecimiento. Más bien hace falta fe para contemplarlo todo –lo espiritual y lo material, lo bueno y lo aparentemente malo– como fruto de su constante Amor por nosotros: Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día (...). Dale gracias por todo, porque todo es bueno (Camino, n. 268).

Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.

Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso...

Dale gracias por todo, porque todo es bueno.

También le agradecemos al Señor que nos permita participar de algún modo en Su Cruz, uniéndonos a su obra redentora: cuando aparece el dolor, el desprecio, el olvido, el cansancio, cuando las cosas no salen como quisiéramos (cfr. Camino, 404); cuando nos falta algo que consideramos necesario (cfr. Camino, n. 268).

Agradecer también los dones desconocidos, etiam ignotis. Recibimos beneficios que superan en número a las arenas del mar. (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 25, 4).

Anécdota con el Dr. Pujol. Un día del mes de mayo estábamos hablando en su habitación. Él sentado en el sillón mirando por la ventana con una novela en las manos. Era domingo. Había primeras Comuniones. Un sol espléndido. El césped recién cortado y regado. Comienza a salir gente del oratorio del colegio. Madres y padres perfectamente vestidos. Niños con el traje de la Primera Comunión. Un montón de familias que se juntaron en muy poco tiempo en la explanada del colegio. El Dr.Pujol dijo entonces: “muchos de los que están ahí son Supernumerarios. Pitarán de todo. Muchos de esos niños volverán a traer a sus hijos al colegio. Merece la pena dejarse la vida para ver una cosa así”.

Tomado del VdP

“Dios me ha hecho pasar por todas las humillaciones, por aquello que me parecía una vergüenza, y que ahora veo que eran tantas virtudes de mis padres. Lo digo con ale­gría. El Señor tenía que prepararme; y como lo que ha­bía a mi alrededor era lo que más me dolía, por eso pegaba ahí. Humillaciones de todo estilo, pero a la vez llevadas con señorío cristiano: lo veo ahora, y cada día con más claridad, con más agradecimiento al Señor, a mis padres, a mi hermana Carmen.

Yo he hecho sufrir siempre mucho a los que tenía alrededor. No he provocado catástrofes, pero el Señor, para darme a mí, que era el clavo —perdón, Señor—, daba una en el clavo y ciento en la herradura. Y vi a mi padre como la personificación de Job. Perdieron tres hijas, una detrás de otra, en años consecutivos, y se quedaron sin fortuna” .

Ut in gratiarum semper actione maneamus! Que estemos siempre en una continua acción de gracias a Dios, por todo (En diálogo con el Señor, p. 193). Acciones de gracias a lo largo del día: en primer lugar en la Santa Misa (fin eucarístico) y después de comulgar, quizá durante la mañana; al comenzar y al acabar la oración mental, en la invocación a la Santísima Trinidad al inicio de las Preces; antes y después de las comidas, y en muchas otras ocasiones.

HVT

Un día de 1973 ha tenido más visitas de las habituales. Lejos de mostrar fatiga, hace palpable su admiración y su agradecimiento: "¡Qué buenos son todos los que vienen! ¡Y cuesta tanto ser bueno! Ser medianamente bueno, ¡supone tanta lucha! Yo me veo como un pigmeo, muy pequeño, al lado de todos ellos" (19).

¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras, Gracias a Dios? No hay cosa que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con mayor alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad (San Agustín, Epist., 72).

Cfr. Crónica, XI-1967: Acciones de gracias, pp. 973-980; Artículos del Postulador: Espíritu de agradecimiento, pp. 271-274; Crónica, VIII-1983: Para dar gracias, pp. 758-764; Del Padre, Carta, 9-I-2002, n. 31; CCE, nn. 224, 1359-1361, 2619, 2622, 2637 y 2638.


Inicio de la Cuaresma
Cantarell, 10/02/05

1. Mensaje del Papa al inicio de la Cuaresma. Cuatro ideas:

- La mortificación dispone para hacer la voluntad de Dios.
- Nos hace salir de nosotros mismos y ver las necesidades de los demás para intentar remediarlas.
- El misterio de la Cruz da sentido completo a la existecia humana.
- Ayuda a tener la cabeza en lo importante, en lo esencia.

2. El sentido de la penitencia es dirigir nuestras potencias a Dios.

- Mortificación interior. Surco 135.

"Si la imaginación bulle alrededor de ti mismo, crea situaciones ilusorias, composiciones de lugar que, de ordinario, no encajan con tu camino, te distraen tontamente, te enfrían, y te apartan de la presencia de Dios. -Vanidad.
Si la imaginación revuelve sobre los demás, fácilmente caes en el defecto de juzgar -cuando no tienes esa misión-, e interpretas de modo rastrero y poco objetivo su comportamiento. -Juicios temerarios.
Si la imaginación revolotea sobre tus propios talentos y modos de decir, o sobre el clima de admiración que despiertas en los demás, te expones a perder la rectitud de intención, y a dar pábulo a la soberbia.
Generalmente, soltar la imaginación supone una pérdida de tiempo, pero, además, cuando no se la domina, abre paso a un filón de tentaciones voluntarias.
-¡No abandones ningún día la mortificación interior!"

3. Campos en los que podemos ser más sacrificados:

- Vida de piedad. El cumplimiento del plan de Vida. El mejor sacrificio que podemos ofrecerle a Dios es el esfuerzo que ponemos para cumplir las Normas. Son lo promero: en la cabeza, en el tiempo.

- Apostolado. Encargos apostólicos.

- Fraternidad. Corrección fraterna. Mirar a la cara de las demás para ver qué necesitan.

Pedir a la Virgen que nos ayude a descubrir la ciencia de la Cruz.


Oración

Marc. 1,32-38. El Señor, junto con una actividad apostólica incansable, que dura todo el día, et diluculo valde mane, muy de madrugada, se retira a hacer oración. Jesús tenía la visión beatífica, pero con mucha frecuencia buscaba la unión, el trato con su Padre Dios: hacía oración. Hay multitud de ejemplos en las páginas del Evangelio: antes de escoger a los doce, antes de hacer el milagro portentoso de la resurrección de Lázaro, etc.

Oportet orare semper et non deficere. No podemos olvidar que nuestra vocación es esencialmente contemplativa. ¡Señor, danos tu gracia, ten misericordia de nosotros, para que esto sea una realidad, no una quimera! Porque si no lo logramos, hemos fracasado, el ambiente nos arrastrará. Precisamente porque el ambiente que nos rodea no es bueno, porque está alejado de Cristo, es más necesario que podamos contrarrestarlo con un vida de piedad fuerte, con una fe viva. Y esto sólo se consigue si somos almas de oración, contemplativos. Así lo dejó escrito nuestro Padre en la Instrucción para la obra de San Gabriel: FICHA 1.

“No olvidarán que nuestra vocación de hijos o hijas de Dios en su Obra, nos ha de llevar a tener una vida contemplativa en medio de todas las actividades humanas –luz, sal y levadura, por la oración, por la mortificación, por la cultura religiosa y profesional-, haciendo realidad este gran deseo: cuanto más dentro del mundo estemos, tanto más hemos de ser de Dios” (Instrucción, mayo 1935 – septiembre 1950, n.45).

Carta XI/82, n.5: Dios nos ha demostrado... que sin oración no hay Opus Dei. Dómine, ut videamus¡ Que nos demos cuenta –una vez más y que no sea la última- de la necesidad de la oración continua, de que seamos rezadores. Para ser fieles, para ser Opus Dei, es necesario que tengamos vida interior, trato con Dios. Cuando falta esta vida interior es cuando aparecen los problemas, cuando la entrega se hace más costosa, cuando nos cuesta obedecer, cuando no hacemos apostolado porque nos parece muy difícil o porque pensamos que nos faltan condiciones. Es lo que dice nuestro Padre en Surco, 447.

“Te falta vida interior: porque no llevas a la oración las preocupaciones de los tuyos y el proselitismo; porque no te esfuerzas en ver claro, en sacar propósitos concretos y en cumplirlos; porque no tienes visión sobrenatural en el estudio, en el trabajo, en tus conversaciones, en tu trato con los demás...

—¿Qué tal andas de presencia de Dios, consecuencia y manifestación de tu oración?”

Y para tener presencia de Dios, para ser contemplativos, hemos de cuidar la Norma de la oración. ¿Os acordáis de la parábola que usaba nuestro Padre sobre la caldera y los radiadores? Para que sepamos referir al Señor todo lo que hacemos: el trabajo, las relaciones familiares y sociales, para que podamos decir jaculatorias a lo largo del día, y hacimientos de gracias y desagravio, es necesario que la caldera esté encendida, que la oración de la mañana y de la tarde sean un encuentro personal con Dios, en el que haya trato, diálogo y afectos. En estos ratos de oración es donde nos apoyamos en el Señor, es donde crece nuestra fe, en donde hacemos propósitos, de modo que la oración influya en nuestra vida ordinaria; por eso hemos de cuidarlos mucho, empleándonos a fondo.

¿Y en qué consiste este emplearse a fondo? Pues en primer lugar, en vivir la puntualidad: tiempo fijo y a hora fija. Es una cita que tenemos con el Señor y no podemos darle plantón, por nuestra comodidad o nuestra pereza. Surco, 446

“Meditación. —Tiempo fijo y a hora fija. —Si no, se adaptará a la comodidad nuestra: esto es falta de mortificación. Y la oración sin mortificación es poco eficaz”

Ya sabemos que, a veces, la oración cuesta, hay que dejar otras cosas, hay que hacer el esfuerzo por recogerse, pero piensa: ¿qué menos puedo hacer por este Padre Dios que me está esperando porque me quiere muchísimo y le interesan mis cosas?

Y luego, la oración va antes que todo. Consejos que daba nuestro Padre a los de Casa que tenían cargos de responsabilidad y no disponían de tiempo propio. El Señor hacía oración diluculo valde mane, y así lo comentaba nuestro Padre. FICHA 2.

“Jesucristo, hijos míos, nos da ejemplo y nos enseña a hacer oración. Por la mañana, muy de madrugada, salió fuera a un lugar solitario, y allí hacía oración (Marc. I,35). Me conmueve esa premura –de madrugada, hace notar San Marcos- para dialogar con el Padre Eterno y confiarle la labor de almas de todo un día que comienza.

No tenemos otro remedio. Ante cada jornada que iniciamos para trabajar junto a Cristo, para atender a las almas que le buscan, no nos queda otro camino que acudir al Señor: solamente en la oración aprenderemos a servir a los demás” (De nuestro Padre, en cn X/76, pág. 7).

Hemos de estar prevenidos y rechazar las excusas que se nos presentan y no dejarnos engañar: Surco, 464.

“Mira qué conjunto de razonadas sinrazones te presenta el enemigo, para que dejes la oración: "me falta tiempo" —cuando lo estás perdiendo continuamente—; "esto no es para mí", "yo tengo el corazón seco"...

La oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada”.

¿Y cómo hacer la meditación? Darnos cuenta de la importancia de la oración preparatoria, que es un acto profundo de fe, y nos dispone a entablar ese diálogo íntimo “con quien sabemos que nos ama”, como decía Santa Teresa. Y luego, trabajar la oración: con un libro, con el Evangelio (con textos de nuestro Padre que lo comentan), lo que oigo en los medios de formación, lo que me dicen en la charla… Tengo que hacerlo mío, tengo que concretar, preparando el apostolado y el proselitismo... y así la media hora, con perseverancia.

Ejemplo del Padre en Lituania este verano. Un día con el leccionario. Al día siguiente escribiendo la media hora.

FICHA 3

“No dejéis nunca la oración mental. Cuando un alma empieza a pensar que no sabe hacer oración, que lo que enseña el Padre es muy difícil, que el Señor no le dice nada, que no le oye, y se le ocurre: pues para estar así, lo dejo todo, y me quedo con las oraciones vocales, tiene una mala tentación.

¡No, hijos míos¡ Hay que perseverar en la meditación. Esas quejas díselas al Señor en tus ratos de oración; y, si es necesario, repítele durante media hora la misma jaculatoria: Jesús, te amo; Jesús, enséñame a querer; Jesús, enséñame a querer a los demás por Ti... Persevera así, un día y otro, un mes, un año, otro año, y al fin el Señor te dirá: ¡tonto, si estaba contigo, a tu lado, desde el principio¡” (De nuestro Padre, en cn X/76, pág. 10-11).

El Sagrario es para nosotros como un espejo en el que vamos a mirarnos.

Y esta oración se difunde a lo largo del día por medio de las Normas, que son Normas de vida. Las Normas son el camino, el único camino para conocer, tratar y amar a Dios. Éste es el objetivo del plan de vida: ser santos en medio del mundo. Por eso las Normas se adaptan como un guante a la mano, aunque haya dificultades. Cada uno tiene sus circunstancias, y por eso no todos las hacemos todas a la misma hora: cada uno tiene su horario; pero todos hemos de cumplirlas todas. Y dentro de las Normas, hay una que se refiere a todas: el examen de conciencia. En esta Norma comprobamos cómo las vivimos y pedimos perdón al Señor por las omisiones o chapuzas que hemos hecho y rectificamos con los propósitos para el día siguiente. Por eso es importante utilizar la Hoja de Normas. ¿Lo haces? Mira a ver si quizás te conviene ponerla en marcha o actualizar su uso.

Porque las Normas son lo primero, siempre hay tiempo para cumplirlas. Y además hemos de dedicar el mejor tiempo y el mejor lugar: ya sabes, podemos tener ese encuentro personal con Dios, que es cada Norma, en cualquier sitio y en cualquier momento, pero si no queremos dejarnos llevar por el cumplo y miento, sabremos elegir los momentos y lugares más apropiados: adelantando las Normas, si es preciso, haciendo la oración junto al sagrario, la Lectura en una habitación recogida, etc. Y no dejarlas, aunque no estemos demasiado bien, o tengamos molestias o penas o andemos apretados de tiempo. Es cuestión de amor, de un amor que exige sacrificio para contentar a la persona amada.

La Virgen nos ayudará a ser muy delicados en la piedad, cuidando los detalles de amor en el cumplimiento amoroso del plan de vida.

Encargo apostólico concreto

Cantarell, 17/02/05

- Multiplicación de los panes y los peces (Mt 14, 13).

El Señor intenta recogerse un poco y apartarse por unos momentos de las muchedumbres que le seguían, pero no puede.

"Al oírlo Jesús, se alejó de allí en una barca hacia un lugar desértico él solo. Cuando se enteraron las multitudes le siguieron a pie desde las ciudades. Al desembarcar vio una gran multitud y se llenó de compasión por ella y curó a los enfermos".

Los discípulos piensan que ellos saben más que Jesús, y se les ocurre proponerle a Jesús lo que tiene que hacer:

"Al atardecer se acercaron sus discípulos y le dijeron: El lugar es desierto y ya ha pasado la hora; despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprarse alimentos".

Sin embargo, es Jesús quien les da el encargo a ellos:

"Pero Jesús les dijo: No tienen necesidad de ir, dadles vosotros de comer".

Los discípulos ponen excusas. Razonan humanamente:

"Ellos le respondieron: No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces".

El Señor les demuestra que es Él quien hace las cosas, y que cuando manda algo, se cumple. Les pide que pongan a su disposición lo poco que tienen -cinco panes y dos peces-:

"El les dijo: Traédmelos aquí".

Los discípulos obedecen, reaccionan de una manera más sobrenatural.

"Entonces mandó a la gente que se acomodara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos y los discípulos a la gente".

Y Jesús sacia el hambre de aquellas gentes.

"Comieron todos hasta que quedaron satisfechos, y recogieron de los trozos sobrantes doce cestos llenos. Los que comieron eran como unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños".

Los discípulos acaban de contemplar un milagro impresionante en el que ellos han colaborado. ¿Quién hace el milagro? Jesús. ¿Qué hacen los apóstoles? Obedecer a lo que Jesús les manda. Cristo podía hacer el milagro Él solo, pero les pide a los discípulos que colaboren un poco, que pongan a su disposición los panes y los peces y que organicen a la gente por grupos.

1. Esta es nuestra misión: colaboradores de Dios.

Y para llevarla a cabo tenemos un encargo apostólico concreto. El Señor nos dice a cada uno: "dale de comer a la muchedumbre que tienes a tu alrededor; alimenta a las personas que te rodean".

Y hemos de reaccionar como los apóstoles: poniendo a disposición de Jesús lo poco que tenemos.

Es imprescindible que tengamos fe. Para sacar adelante nuestro encargo apostólico es necesario ser personas de fe. Fiarnos de Dios y fiarnos de los Directores. Nos conocen mucho más y mucho mejor de lo que pensamos. Lo que nos encomiendan podemos sacarlo adelante, porque contamos con la gracia de Dios que es quien hace las cosas.

No se nos puede meter la visión humana y razonar pensando que en otro sitio lo haríamos mejor, que tenemos poco tiempo, que no sabemos, que nos faltan cualidades ("doscientos denarios de pan no bastan para alimentar a la muchedumbre") Dios nos pide sólo que le entreguemos ese poco que tenemos -cinco panes, dos peces-, y Él hará el resto.

"El Opus Dei ha salido con cuatro chisgarabís".

2. Mi encargo apostólico es un querer de Dios concreto para mi.

En mi encargo apostólico no voy a buscar "éxitos humanos", la eficacia por la eficacia, rellenar cuadrículas, dar cuenta. No. En mi encargo apostólico tengo que buscar mi santidad.

Si Dios me pide algo, Él me dará su gracia. No importan tanto mis cualidades humanas, o mi tiempo -mis panes y mis peces, que realmente son poca cosa- como mi fe, mi visión sobrenatural.

"Son más importantes las actitudes que las aptitudes" (W. Churchill).

"Mido la eficacia la de una labor de apostolado por el grado de santidad que alcanzan los que la desarrollan".

- Hagamos examen del amor a Dios, la fe y la visión sobrenatural que tenemos en nuestros eap concreto.

3. Mentalidad de pioneros.

- Deberíamos preguntarnos con frecuencia "¿cómo actuaría nuestro Padre si estuviera en mi lugar? ¿Cómo se prepararía el Círculo, cómo daría una charla, una clase del B 10, cómo atendería un nivel del club, cómo encomendaría una conversación con una persona?"

- Propósito: poner todo el esfuerzo del que seamos capaces -todos los medios humanos que tenemos, sean pocos o muchos- para vivir bien nuestro eap.

- Pedir a la Virgen la fe de los apóstoles, la fe de nuestro Padre y visión sobrenatural para ver mi encargo apostólico como un trabajo que me ha encomendado Dios directamente y en el que quiere que me haga santo.