9.11.09

Aprovechamiento del tiempo

Parábola de los talentos (Mt 25, 14-30) y de los trabajadores ociosos (Mt 20, 1-16). “Negociad mientras vengo”: hemos recibido de Dios unos dones para hacerlos fructificar durante un periodo limitado de tiempo.
"Hay dos virtudes humanas -la laboriosidad y la diligencia-, que se confunden en una sola: en el empeño por sacar partido a los talentos que cada uno ha recibido de Dios. Son virtudes porque inducen a acabar las cosas bien" (Amigos de Dios, 81).
Nuestra condición de criaturas significa que no somos dueños absolutos de nuestro tiempo: ni nuestro comienzo ni nuestro fin está en nuestras manos. Nuestras vidas están medidas por el tiempo durante el cual podemos merecer. El tiempo es nuestro tesoro, el “dinero” para comprar la eternidad (Surco, n. 882). El tiempo es gloria (Camino, n. 355).
"Subrayaba, como he apuntado antes, la necesidad de amar al Señor en todas las circunstancias: llenar el tiempo, hijos míos, no es aprovechar el tiempo. Muchas veces nos pueden decir: ¡cuánto has trabajado hoy! Y, sin embargo, tenemos conciencia plena de que aquel día sólo hemos llenado el tiempo, sin aprovecharlo para Dios, porque nos ha faltado la finura de amor con que debíamos haberle ofrecido toda esa jornada. Exhortaba a realizar el trabajo acabadamente por amor a Dios y pensando en Él. En 1966 nos aconsejaba: a Dios no se le puede dar una cosa mal hecha. Dentro de nuestras debilidades personales, hemos de procurar hacer lo mejor posible todo lo que esté en nuestras manos. Este es el gran secreto divino para dar sentido sobrenatural y eficacia a nuestra vida corriente" (Memoria del Beato Josemaría).
Brevedad del tiempo sobre todo si consideramos la inmensa tarea que tenemos por delante: santificación personal y santificar todos los ambientes.
No desaprovechar ninguna ocasión...
Tengamos prisa en amar y no nos cansemos de hacer el bien... Mientras tenemos tiempo, hagamos bien a todos (Ga 6, 9-10).
La entrega a Dios se concreta cada día en la entrega del tiempo: Suelo repetir que nuestra entrega es total, y que deseamos dárselo todo a Dios, hasta el último segundo de cada día, porque no es nuestro (Crónica, X-1973, p. 903). Para eso pregúntate muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo hacer? (Camino, n. 772).
Para que nuestro tiempo sea fecundo hemos de procurar corresponder a las gracias actuales que Dios nos concede para cada día: Hodie et nunc! Esas gracias se pierden si no correspondemos con generosidad y se retarda nuestra santificación y la de los demás. “Pórtate bien ahora”, sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti (Camino, n. 253).
No dejes tu trabajo para mañana (Camino, n. 15). Y menos, el trabajo apostólico. Los retrasos son irrecuperables.
¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces (Camino, n. 815).
Dios nos va dando gracias actuales en la medida que respondemos. Si no respondemos, se corta el flujo. Cuando luchamos, resulta que las cosas cuestan menos.

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