10.1.09

Humanidad Santísima de Cristo

Cristo se ha encarnado, Dios viene a vivir con nosotros para que nosotros vivamos con Dios.

Cristo manifiesta al hombre quién es el hombre (Gaudium et Spes 22).

Tener los mismos sentimientos de Cristo.

“¡Que vea con tus ojos, Cristo mío, Jesús de mi alma!”

Don Francisco Mas. “A ver cuando dejas de mirar a la gente como ingeniero textil y comienzas a ver almas”.

“Cristo, Sacerdote y víctima.

Cristo es ciertamente sacerdote, pero lo es para nosotros, no para sí mismo, ya que él, en nombre de todo género humano, presenta al Padre eterno las aspiraciones y sentimientos religiosos de los hombres. Es también víctima, pero lo es igualmente para nosotros, ya que se pone en lugar del hombre pecador. Por esto, aquella frase del Apóstol: Tened entre vosotros los sentimientos propios Cristo Jesús, exige de todos los cristianos que, en la medida de las posibilidades humanas, reproduzcan en su interior las mismas disposiciones que tenía el divino Redentor cuando ofrecía el sacrificio de sí mismo: disposiciones de una humilde sumisión, de adoración a la suprema majestad divina, de honor, alabanza y acción de gracias.

Les exige asimismo que asuman en cierto modo la condición de víctimas, que se nieguen a sí mismos, conforme a las normas del Evangelio, que espontánea y libremente practiquen la penitencia, arrepintiéndose y expiando los pecados.

Exige finalmente que todos, unidos a Cristo, muramos místicamente en la cruz, de modo que podamos hacernos nuestra aquella sentencia de san Pablo: Estoy crucificado con Cristo” (De la carta encíclica Mediator Dei del papa Pío doce (AAS 39 [1947], 552-553).

Nuestra entrega se fundamenta en el conocimiento de Dios, y el amor se fundamenta en el conocimiento.

No nos madura el paso del tiempo, sino la cercanía con Jesús.

El Arzobispo de Tarragona estuvo por motivos de su trabajo unos días en Roma. Pasó por Villatevere y estuvo con el Padre, que le dijo: “hijo mío, pide la presencia de Dios”. Esa es la respuesta de una persona enamorada: buscar continuamente la presencia de Dios.

Observando toda su vida, me atrevo a asegurar que muestra la victoria de la voluntad y del entendimiento -puestos en Dios- sobre su carácter. Este triunfo procede de una continua vigilancia sobre sí mismo, aunque no dejaba de rogarnos que le ayudásemos; le he visto luchar contra esos hilos sutiles que, si no se rectifican, se convierten en ataduras que apartan de Dios. Supo conseguir una serena ecuanimidad, y la extraordinaria vitalidad de su temperamento estuvo siempre moderada por la prudencia y la fortaleza.

Debemos reflejar a Cristo en todo nuestro ser. También en los rasgos que configuran nuestro carácter debemos conformarnos con Él. Es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20).

'Permaneced en mi'. Estar, vivir, permanecer unidos... ¡Cuántas tentaciones, caidas... desaparecen si tenemos esto presente!

Señor, ¿Tú estás a gusto en mi. Cuando trabajo, cuando hablo, rezo... soy Tú?

Dejar actuar al Espíritu Santo para que plasme en nosotros la imagen del Señor.

Joaquín Navarro-Valls contaba que acompañó a Juan Pablo II a Brasil, en un viaje que coincidía con los 10 años de su pontificado. En una comida hicieron un brindis, y el que brindó lo hizo por los 10 años del pontificado. El Papa, en voz baja comentó: “los míos, son los dos primeros, los otros son de Dios”. (Los dos primeros fueron del 79 al 81, hasta el atentado).

Haz que el fundamento de mi personalidad sea la identificación contigo (Es Cristo que pasa, n. 31).

Hacerlo con el propio carácter, forjado mediante repetición de actos (cfr. Camino, n. 19). Sobre la naturaleza actúan la gracia y el esfuerzo personal, no hay dos santos iguales.

Pedir a la Virgen ser ipse Christus.

3.1.09

Los Reyes Magos

Llama la atención que no esté contada en el Evangelio de San Lucas la adoración de los Reyes Magos.

En el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo sí que se relata el acontecimiento.

Son magos -sabios- que vienen de Oriente. Oriente representa lo desconocido, la tierra lejana, la gentilidad.

El Rey Herodes se enfureció por la presencia de estos reyes. "Y con él, toda Jerusalén" dice el Evangelio. La gente se sobresaltó, se alteró, se puso nerviosa.

Herodes pregunta a los sabios de su tierra (sumos sacerdotes y escribas) dónde había de nacer Jesús, y le contestan que en Belén de Judá.

Se lo comunica a los Reyes Magos, dándoles una orden: "indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando lo encontréis comunicádmelo, para ir también yo a adorarle".

Se ponen en camino y la estrella les acompaña y les guía dándoles luz y llevándoles hasta el mismo pesebre.

Se postran ante Jesús, le adoran y le ofrecen dones.

Dios les avisó en un sueño que no podían volver a Jerusalén porque Herodes tenía planes maléficos, y regresaron a su tierra por otro camino.

No sabemos cuántos eran los magos venidos del Oriente, ni cómo se llamaban. Sí sabemos que eran sabios, estudiosos, dedicados a la astronomía, y poderosos, con posesiones y dominios, personas de buen vivir.

Un fenómeno extraordinario les avisa de que algo grandioso está ocurriendo: ha nacido el Rey de los judios. Reconocen en esa señal del cielo un aviso de Dios, una señal, una llamada de Dios.

Y se ponen en camino, para buscar al Rey de los Judios, para adorarle: "hemos venido a adorarle", le dicen a Herodes, en Jerusalén. Dejan tierras, trabajos, familias, posesiones, vida cómoda, y se ponen en camino. Toman la caballería, los camellos, las provisiones, y emprenden una larga caminata hacia un lugar desconocido y probablemente lleno de peligros.

Caminan y se fatigan día y noche persiguiendo una estrella. Pasarían hambre, sed, frío, soledad, miedo... Quizás alguna vez, o en más de una ocasión, se les pasó por la cabeza dar la vuelta y tomar el camino a casa... Pero no. Firmes. Adelante. Con paso cansado y cansino, pero mirando la estrella.

La estrella les guía. Marca su norte. Quizás sólo ellos fueron capaces de identificarla. El firmamento de aquellos días sería aparentemente igual que los anteriores, visto por una persona poco versada en la astrología. Pero ellos interpretan que una estrella comunica un acontecimiento imponente: la llegada al mundo del Rey de los Judios.

Y se fían de la estrella. ¡Qué locura, pensar que una estrella anuncia algo!

¿Por qué las demás personas no aciertan a ver esa estrella?

Se ponen en camino. Recorren un camino lleno de tierra, barro, piedras y matojos. Un camino poco iluminado; a veces muy oscuro. Un camino por el que van solos, desprotegidos, aparentemente.

"¿LLevará a alguna parte el camino que estamos recorriendo?" se preguntarían más de una vez en medio de las dificultades.

Un camino nada fácil es el que les llevó a Jesús. Nada fácil. Y cuando están a punto de llegar se encuentran con la mayor dificultad del camino: Herodes.

Herodes no quiere a Dios. Herodes sólo se preocupa de su poder en la tierra. Herodes tiene miedo del mesías porque podía destronarle. Y los magos se encuentran cara a cara con Herodes que intenta engañarles.

Al final, encuentran a Jesús: "y se llenaron de inmensa alegría".

Los Reyes Magos son personas verdaderamente inteligentes: descubren a Dios.

La estrella es la señal del Cielo, la señal de Dios, que les va guiando en la tierra.

El camino es el sendero que les conduce a Jesús. Lleno de incomodidades y privaciones. No es fácil. No es sencillo.

Herodes, es la encarnación del pecado. Se opone a Dios. No quiere a Jesús. Intenta destruirlo. Es un instrumento del demonio.

Nosotros hemos descubierto a Dios. Sabemos dónde está. Tenemos muchas estrellas que nos marcan el camino hacia Él. Dios nos habla, nos pone sus señales para que no nos desviemos. Nos ha trazado un camino (a veces no muy fácil), que nos llevará hacia la felicidad y la alegría completas. Encontraremos obstáculos. Encontraremos pequeños o grandes herodes que nos intentan apartar...