12.11.09

Confirmación (sesión para padres)

La Confirmación, un camino hacia la madurez cristiana.
Objetivos de la sesión:
1. Sensibilizar a las familias sobre la importancia de la Confirmación.
“Es manifiesto que en la vida corporal constituye cierta perfección especial el hecho de que el hombre alcance la edad perfecta, de suerte que pueda realizar las acciones que corresponden al hombre perfecto. Y por eso, además de la generación, por la cual se recibe la vida corporal, existe el crecimiento y el aumento, por el que se alcanza la edad perfecta. Esto mismo ocurre en la vida espiritual: el hombre recibe la vida por el bautismo, que es una espiritual regeneración; y en la confirmación recibe como la edad perfecta en la vida espiritual. Y por ello es claro y manifiesto que la confirmación es un sacramento especial” (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, q. 72, a. l).
“El don propio de la confirmación —además de los efectos comunes con los demás sacramentos— es perfeccionar la gracia bautismal. Quienes han sido hechos cristianos por el bautismo son aún como niños recién nacidos (cfr. Pdr 2, 2), tiernos y delicados. Con el sacramento de la confirmación se robustecen contra todos los posibles asaltos de la carne, del demonio y del mundo, y su alma se vigoriza en la fe para profesar y confesar valientemente el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. De ahí el nombre de confirmación” (Catecismo Romano, P. II, c. 2, n. 20).
La gracia de Dios es liberadora: cura iluminando la inteligencia y fortaleciendo la voluntad. Es una ayuda para forjar el carácter, afinar la conciencia, decidir con responsabilidad (notas distintivas de una personalidad madura y una conducta recta).
“Por el sacramento de la confirmación se da al hombre potestad espiritual para ciertas acciones sagradas distintas de las que ya recibió potestad en el bautismo. Porque en el bautismo recibe la potestad para realizar aquellas cosas que pertenecen a la propia salvación en el orden puramente individual; pero en la confirmación recibe la potestad para realizar las cosas relativas a la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Como aparece claro en el caso de los apóstoles, quienes, antes de recibir la plenitud del Espíritu Santo, estaban encerrados en el cenáculo perseverando en la oración (Hech 1, 13-14), y cuando salieron de allí no se avergonzaron de confesar públicamente la fe, incluso contra los enemigos de la misma” (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 3, q. 72, a. 5).
2. Comprender la Confirmación como un nuevo punto de partida en la vida cristiana.

a. Recibir el sacramento de la Confirmación supone aceptar unos ideales (cristianos) y comprometerse con ellos (unas “ideas madres”, que como principios operativos facilitan pensar de modo correcto y actuar con seguridad y coherencia: ser “personas de criterio” que saben muy bien lo que quieren y adonde van).

i. Medios (I): Profundizar en las verdades de la fe mediante la lectura y la reflexión, para dar razón de nuestros actos y explicar el porqué de nuestras convicciones.
ii. Medios (II): Afianzar una sólida vida de piedad (relación personal con Dios).

3. Vivir la Confirmación como un “acontecimiento familiar”.

a. La catequesis más importante se recibe en la familia.
“La madre nutricia de la educación [cristiana] es ante todo la familia: en ella los hijos, en un clima de amor, aprenden juntos con mayor facilidad la recta jerarquía de las cosas, al mismo tiempo que se imprimen de modo como natural en el alma de los adolescentes formas probadas de cultura a medida que van creciendo” (Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes, n. 61).
b. Con la Confirmación se adquiere un compromiso firme, estable y definitivo. Es un momento decisivo en la vida cristiana porque se asume una responsabilidad y es preciso mantenerse fieles a lo prometido, aunque suponga sacrificio. Por madurez, no se puede jugar con lo que se promete (la persona madura es consciente de que sólo con sacrificio y olvido de sí se puede cumplir con fidelidad lo que se promete). Las tentaciones contra la fidelidad siempre están al acecho.

4. Algunos valores y enseñanzas que se pueden aprender en la familia con motivo de la Confirmación.

1. La Confirmación supone asumir como propia una responsabilidad: vivir los compromisos de la vida cristiana (cumplir los mandamientos, conocer las enseñanzas del Magisterio, esforzarse por practicar las virtudes).

2. Los compromisos se han de mantener, aun a sabiendas de que más de una vez pueden suponer sacrificio y esfuerzo.

3. Responder en conciencia a lo prometido. Enseñar a hacer oídos sordos a la presión del ambiente, a los consejos o puntos de vista de quienes traten de disuadirnos de un compromiso fiel.

4. Educar los sentimientos, para potenciar la responsabilidad y hacer operativo lo que se prometió. Encauzar bien los sentimientos es indispensable para madurar y atinar en las decisiones.

Sansueña, noviembre de 2009.

9.11.09

Aprovechamiento del tiempo

Parábola de los talentos (Mt 25, 14-30) y de los trabajadores ociosos (Mt 20, 1-16). “Negociad mientras vengo”: hemos recibido de Dios unos dones para hacerlos fructificar durante un periodo limitado de tiempo.
"Hay dos virtudes humanas -la laboriosidad y la diligencia-, que se confunden en una sola: en el empeño por sacar partido a los talentos que cada uno ha recibido de Dios. Son virtudes porque inducen a acabar las cosas bien" (Amigos de Dios, 81).
Nuestra condición de criaturas significa que no somos dueños absolutos de nuestro tiempo: ni nuestro comienzo ni nuestro fin está en nuestras manos. Nuestras vidas están medidas por el tiempo durante el cual podemos merecer. El tiempo es nuestro tesoro, el “dinero” para comprar la eternidad (Surco, n. 882). El tiempo es gloria (Camino, n. 355).
"Subrayaba, como he apuntado antes, la necesidad de amar al Señor en todas las circunstancias: llenar el tiempo, hijos míos, no es aprovechar el tiempo. Muchas veces nos pueden decir: ¡cuánto has trabajado hoy! Y, sin embargo, tenemos conciencia plena de que aquel día sólo hemos llenado el tiempo, sin aprovecharlo para Dios, porque nos ha faltado la finura de amor con que debíamos haberle ofrecido toda esa jornada. Exhortaba a realizar el trabajo acabadamente por amor a Dios y pensando en Él. En 1966 nos aconsejaba: a Dios no se le puede dar una cosa mal hecha. Dentro de nuestras debilidades personales, hemos de procurar hacer lo mejor posible todo lo que esté en nuestras manos. Este es el gran secreto divino para dar sentido sobrenatural y eficacia a nuestra vida corriente" (Memoria del Beato Josemaría).
Brevedad del tiempo sobre todo si consideramos la inmensa tarea que tenemos por delante: santificación personal y santificar todos los ambientes.
No desaprovechar ninguna ocasión...
Tengamos prisa en amar y no nos cansemos de hacer el bien... Mientras tenemos tiempo, hagamos bien a todos (Ga 6, 9-10).
La entrega a Dios se concreta cada día en la entrega del tiempo: Suelo repetir que nuestra entrega es total, y que deseamos dárselo todo a Dios, hasta el último segundo de cada día, porque no es nuestro (Crónica, X-1973, p. 903). Para eso pregúntate muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo hacer? (Camino, n. 772).
Para que nuestro tiempo sea fecundo hemos de procurar corresponder a las gracias actuales que Dios nos concede para cada día: Hodie et nunc! Esas gracias se pierden si no correspondemos con generosidad y se retarda nuestra santificación y la de los demás. “Pórtate bien ahora”, sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti (Camino, n. 253).
No dejes tu trabajo para mañana (Camino, n. 15). Y menos, el trabajo apostólico. Los retrasos son irrecuperables.
¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces (Camino, n. 815).
Dios nos va dando gracias actuales en la medida que respondemos. Si no respondemos, se corta el flujo. Cuando luchamos, resulta que las cosas cuestan menos.