Hoy nuestro Señor nos anima a considerar la importancia de la virtud de la humildad.
Grandes santos y grandes escritores nos han explicado de muchas formas que la humildad es imprescindible en nuestra vida. “La humildad es la basa y fundamento de todas las virtudes, y sin ella no hay alguna que lo sea. Ella allana inconvenientes, vence dificultades, y es un medio que siempre a gloriosos fines nos conduce; de los enemigos hace amigos, templa la cólera de los airados y menoscaba la arrogancia de los soberbios; es madre de la modestia y hermana de la templanza; en fin, con ella no pueden atravesar triunfo que les sea de provecho los vicios, porque en su blandura y mansedumbre se embotan y despuntan las flechas de los pecados” (Miguel de Cervantes, El coloquio de los Perros, De Berganza a Cipión).
Hemos de contemplar la vida de Jesús para aprender lecciones de humildad. "A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!
Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgullecerte? Finalmente, después de haber pasado por semejante humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, aspirad a los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios” (San Agustín, Sermón 304,1-4: PL 38,1395-1397).