Llama la atención que no esté contada en el Evangelio de San Lucas la adoración de los Reyes Magos.
En el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo sí que se relata el acontecimiento.
Son magos -sabios- que vienen de Oriente. Oriente representa lo desconocido, la tierra lejana, la gentilidad.
El Rey Herodes se enfureció por la presencia de estos reyes. "Y con él, toda Jerusalén" dice el Evangelio. La gente se sobresaltó, se alteró, se puso nerviosa.
Herodes pregunta a los sabios de su tierra (sumos sacerdotes y escribas) dónde había de nacer Jesús, y le contestan que en Belén de Judá.
Se lo comunica a los Reyes Magos, dándoles una orden: "indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando lo encontréis comunicádmelo, para ir también yo a adorarle".
Se ponen en camino y la estrella les acompaña y les guía dándoles luz y llevándoles hasta el mismo pesebre.
Se postran ante Jesús, le adoran y le ofrecen dones.
Dios les avisó en un sueño que no podían volver a Jerusalén porque Herodes tenía planes maléficos, y regresaron a su tierra por otro camino.
No sabemos cuántos eran los magos venidos del Oriente, ni cómo se llamaban. Sí sabemos que eran sabios, estudiosos, dedicados a la astronomía, y poderosos, con posesiones y dominios, personas de buen vivir.
Un fenómeno extraordinario les avisa de que algo grandioso está ocurriendo: ha nacido el Rey de los judios. Reconocen en esa señal del cielo un aviso de Dios, una señal, una llamada de Dios.
Y se ponen en camino, para buscar al Rey de los Judios, para adorarle: "hemos venido a adorarle", le dicen a Herodes, en Jerusalén. Dejan tierras, trabajos, familias, posesiones, vida cómoda, y se ponen en camino. Toman la caballería, los camellos, las provisiones, y emprenden una larga caminata hacia un lugar desconocido y probablemente lleno de peligros.
Caminan y se fatigan día y noche persiguiendo una estrella. Pasarían hambre, sed, frío, soledad, miedo... Quizás alguna vez, o en más de una ocasión, se les pasó por la cabeza dar la vuelta y tomar el camino a casa... Pero no. Firmes. Adelante. Con paso cansado y cansino, pero mirando la estrella.
La estrella les guía. Marca su norte. Quizás sólo ellos fueron capaces de identificarla. El firmamento de aquellos días sería aparentemente igual que los anteriores, visto por una persona poco versada en la astrología. Pero ellos interpretan que una estrella comunica un acontecimiento imponente: la llegada al mundo del Rey de los Judios.
Y se fían de la estrella. ¡Qué locura, pensar que una estrella anuncia algo!
¿Por qué las demás personas no aciertan a ver esa estrella?
Se ponen en camino. Recorren un camino lleno de tierra, barro, piedras y matojos. Un camino poco iluminado; a veces muy oscuro. Un camino por el que van solos, desprotegidos, aparentemente.
"¿LLevará a alguna parte el camino que estamos recorriendo?" se preguntarían más de una vez en medio de las dificultades.
Un camino nada fácil es el que les llevó a Jesús. Nada fácil. Y cuando están a punto de llegar se encuentran con la mayor dificultad del camino: Herodes.
Herodes no quiere a Dios. Herodes sólo se preocupa de su poder en la tierra. Herodes tiene miedo del mesías porque podía destronarle. Y los magos se encuentran cara a cara con Herodes que intenta engañarles.
Al final, encuentran a Jesús: "y se llenaron de inmensa alegría".
Los Reyes Magos son personas verdaderamente inteligentes: descubren a Dios.
La estrella es la señal del Cielo, la señal de Dios, que les va guiando en la tierra.
El camino es el sendero que les conduce a Jesús. Lleno de incomodidades y privaciones. No es fácil. No es sencillo.
Herodes, es la encarnación del pecado. Se opone a Dios. No quiere a Jesús. Intenta destruirlo. Es un instrumento del demonio.
Nosotros hemos descubierto a Dios. Sabemos dónde está. Tenemos muchas estrellas que nos marcan el camino hacia Él. Dios nos habla, nos pone sus señales para que no nos desviemos. Nos ha trazado un camino (a veces no muy fácil), que nos llevará hacia la felicidad y la alegría completas. Encontraremos obstáculos. Encontraremos pequeños o grandes herodes que nos intentan apartar...
En el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo sí que se relata el acontecimiento.
Son magos -sabios- que vienen de Oriente. Oriente representa lo desconocido, la tierra lejana, la gentilidad.
El Rey Herodes se enfureció por la presencia de estos reyes. "Y con él, toda Jerusalén" dice el Evangelio. La gente se sobresaltó, se alteró, se puso nerviosa.
Herodes pregunta a los sabios de su tierra (sumos sacerdotes y escribas) dónde había de nacer Jesús, y le contestan que en Belén de Judá.
Se lo comunica a los Reyes Magos, dándoles una orden: "indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando lo encontréis comunicádmelo, para ir también yo a adorarle".
Se ponen en camino y la estrella les acompaña y les guía dándoles luz y llevándoles hasta el mismo pesebre.
Se postran ante Jesús, le adoran y le ofrecen dones.
Dios les avisó en un sueño que no podían volver a Jerusalén porque Herodes tenía planes maléficos, y regresaron a su tierra por otro camino.
No sabemos cuántos eran los magos venidos del Oriente, ni cómo se llamaban. Sí sabemos que eran sabios, estudiosos, dedicados a la astronomía, y poderosos, con posesiones y dominios, personas de buen vivir.
Un fenómeno extraordinario les avisa de que algo grandioso está ocurriendo: ha nacido el Rey de los judios. Reconocen en esa señal del cielo un aviso de Dios, una señal, una llamada de Dios.
Y se ponen en camino, para buscar al Rey de los Judios, para adorarle: "hemos venido a adorarle", le dicen a Herodes, en Jerusalén. Dejan tierras, trabajos, familias, posesiones, vida cómoda, y se ponen en camino. Toman la caballería, los camellos, las provisiones, y emprenden una larga caminata hacia un lugar desconocido y probablemente lleno de peligros.
Caminan y se fatigan día y noche persiguiendo una estrella. Pasarían hambre, sed, frío, soledad, miedo... Quizás alguna vez, o en más de una ocasión, se les pasó por la cabeza dar la vuelta y tomar el camino a casa... Pero no. Firmes. Adelante. Con paso cansado y cansino, pero mirando la estrella.
La estrella les guía. Marca su norte. Quizás sólo ellos fueron capaces de identificarla. El firmamento de aquellos días sería aparentemente igual que los anteriores, visto por una persona poco versada en la astrología. Pero ellos interpretan que una estrella comunica un acontecimiento imponente: la llegada al mundo del Rey de los Judios.
Y se fían de la estrella. ¡Qué locura, pensar que una estrella anuncia algo!
¿Por qué las demás personas no aciertan a ver esa estrella?
Se ponen en camino. Recorren un camino lleno de tierra, barro, piedras y matojos. Un camino poco iluminado; a veces muy oscuro. Un camino por el que van solos, desprotegidos, aparentemente.
"¿LLevará a alguna parte el camino que estamos recorriendo?" se preguntarían más de una vez en medio de las dificultades.
Un camino nada fácil es el que les llevó a Jesús. Nada fácil. Y cuando están a punto de llegar se encuentran con la mayor dificultad del camino: Herodes.
Herodes no quiere a Dios. Herodes sólo se preocupa de su poder en la tierra. Herodes tiene miedo del mesías porque podía destronarle. Y los magos se encuentran cara a cara con Herodes que intenta engañarles.
Al final, encuentran a Jesús: "y se llenaron de inmensa alegría".
Los Reyes Magos son personas verdaderamente inteligentes: descubren a Dios.
La estrella es la señal del Cielo, la señal de Dios, que les va guiando en la tierra.
El camino es el sendero que les conduce a Jesús. Lleno de incomodidades y privaciones. No es fácil. No es sencillo.
Herodes, es la encarnación del pecado. Se opone a Dios. No quiere a Jesús. Intenta destruirlo. Es un instrumento del demonio.
Nosotros hemos descubierto a Dios. Sabemos dónde está. Tenemos muchas estrellas que nos marcan el camino hacia Él. Dios nos habla, nos pone sus señales para que no nos desviemos. Nos ha trazado un camino (a veces no muy fácil), que nos llevará hacia la felicidad y la alegría completas. Encontraremos obstáculos. Encontraremos pequeños o grandes herodes que nos intentan apartar...
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