"El cristiano es un ciudadano de su tiempo, que vive en unas circunstancias históricas concretas. A las nuevas situaciones debe adaptarse sin renunciar a sus principios y valores morales más profundos, pero con la flexibilidad propia de una persona coherente, y sin aferrarse tozudamente a modos y estilos de vida obsoletos que pudieron tener vigencia en otras épocas ya pasadas pero que en el momento presente no responden ni se adaptan a las exigencias sociales, culturales, e intelectuales de la sociedad contemporánea. El Cardenal Newman explica que “vivir quiere decir estar sujeto a cambios, y ser perfecto significa haberse cambiado muchas veces”.
El cristiano tiene el grave deber de abrirse a los nuevos tiempos; de lo contrario renunciará a mejorar y madurar, y, corre el riesgo de dejar de ser un “cristiano corriente” para convertirse en un personaje desarraigado histórica y socialmente de su mundo hasta convertirse en un alienígena incómodo, incapacitado para actuar en la sociedad.
El cristiano es un ciudadano histórico. Un cristiano habitante del siglo XXI no puede vivir anclado en modelos de vida ya superados del siglo XIII, o del siglo XX. Quien renuncia a su “dimensión histórica” no puede ser verdadero hombre, ni verdadero cristiano; es un ser vivo, pero no un auténtico ser humano.
Nadie aguanta una vida encapsulado en un modelo anacrónico que lo acabaría destruyendo por atacar una de las facetas más importantes de la personalidad: la temporalidad".
No hay comentarios:
Publicar un comentario