María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Esa actitud de nuestra Madre merece el elogio de su Hijo: bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc 11, 28). Escuchar lo que nos dicen con disposición de entrega. Guardar en el corazón durante la semana los consejos recibidos no es algo pasivo, es meditarlos, llevarlos a la oración, concretarlos para ponerlos en práctica. Docilidad supone también tener iniciativa en la vida interior sugiriendo al Director posibles puntos de lucha.

“Cuidadme especialmente la Confidencia, este medio de formación personal que el Señor ha querido en su Opus Dei, para que el espíritu de cada uno se identifique más y más con el espíritu que entregó a nuestro Padre. Contad sinceramente vuestra vida en esa charla confidencial, a la que acudís a buscar los remedios espirituales para vuestra alma: tiene muchísima importancia. Os aseguro que, sin dirección espiritual, sin la confesión contrita, no puede haber verdadera vida interior. Cada alma necesita que le exijan: por eso os pido insistentemente que acudáis a estos medios” (de nuestro Padre, Crónica 1974, p.222) (CDF I 109).
Es voluntad de Dios que la dirección de la nave la lleve un Maestro, para que con su luz y conocimiento, nos guíe a puerto seguro (Camino, n. 59). Dios ayuda a nuestros Directores a indicarnos el camino –en qué hemos de entregarnos y cómo– porque desea que nos dejemos guiar por ellos. Dejarse guiar, luchando donde nos dicen y no donde a nosotros nos parece. Al que obedece, Dios le da la victoria: vir obediens loquetur victoriam (Pr 21,28).
“Hacer bien la Confidencia es un modo estupendo de reafirmar la entrega, porque os llevará a no reservar nada para vosotros mismos, y a abrir vuestro corazón de par en par: sabréis hablar de lo que quizás os avergüenza y contar con la misma sencillez los pequeños y los grandes milagros que el Señor obra en vuestra alma. Para eso, preparad la charla fraterna en la presencia de Dios, con mucha visión sobrenatural,convencidos de la verdad de unas palabras de nuestro Fundador, que desde su marcha al Cielo han adquirido un sentido particularmente profundo: cualquiera que sea quien recibe la Confidencia, es vuestro mismo Padre quien la recibe (Instrucción, 31-V-36) (CDF I 109).
Dabis ergo servo tuo cor docile (1 R 3,9). Sensibilidad para captar las insinuaciones de quienes dirigen nuestra alma. Parábola del sembrador (Lc 8, 5-15). La docilidad prepara la tierra de nuestra alma para que frutifique la Palabra que Dios siembra en ella.
“A mis hijas y a mis hijos que tienen el encargo -¡la responsabilidad!- de recibir las charlas fraternas de sus hermanos, les recuerdo que son instrumentos de los que Dios desea servirse para santificar a los demás. Por eso, necesitáis muy especialmente los dones de consejo y de fortaleza, que el Espíritu Santo no niega a los que se lo piden con humildad. Hijas mías, hijos míos, cuidad mucho vuestra propia vida interior, para no ser nunca estorbo a la acción divina; fomentad en vuestra propia respuesta el hambre de conocer y de practicar cada día mejor vuestro espíritu; sed muy dóciles a las directrices del Consejo local, que carga con la gran responsabilidad de atender a todos los del Centro; y sabed exigir a vuestros hermanos con cariño y con energía, sin falsas comprensiones que harían daño a sus almas y a las vuestras” (CDF I 111).
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