9.4.08

El joven rico

EL JOVEN RICO (Mt. 19, 16-22; Mc 10, 17-22; Lc 18, 18-23)

. “Al salir para ponerse en camino,”

. El Señor estaba en “la región de Judea, al otro lado del Jordán”. No está ahí por casualidad. “De nuevo se congregó ante él la multitud y, como de costumbre, una vez más les enseñaba”. Los fariseos le tentaron con preguntas capciosas. Después le presentaron unos niños. Y cuando ya se marchaba aparece el joven rico.

. “vino uno corriendo”

. Probablemente el joven escuchó las respuestas de Jesús y su doctrina sobre el reino de Dios y quedó muy impactado por la personalidad del Señor. Lucas añade que era “una persona destacada”, importante.

. Tiene un gran interés en hablar con Jesús (va “corriendo”). No le importa llamar la atención con su carrera. No envía un emisario. No deja escapar esa oportunidad. No quiere esperar. ¿Tú has corrido alguna vez para estar junto al Señor? ¿llegas puntual a Misa, a tus ratos de Oración? ¿sientes la necesidad de consultar con Dios los temas que te preocupan? ¿aplazas los grandes temas a tratar con Dios en función de los exámenes, acumulación de trabajo, vacaciones?

. “y, arrodillado ante él, le preguntó:”

. El gesto lo dice todo: respeto, sumisión, súplica. Podía pedirle a Jesús hacerle una pregunta a solas –dada su condición- pero no lo hizo. No tiene respetos humanos. Lo que piensen los demás no le frena. ¿Es esta nuestra actitud ante Jesús? ¿recordamos continuamente que Él es Dios y que solo por la humildad podemos llegar hasta Él?

. “«Maestro bueno,”

. Jesús es el Maestro, nosotros sus discípulos. El Señor da lecciones, enseña, para que aprendamos. Y enseña sobre el bien, sobre cómo ser buenos. Quien sabe es Él, y por eso le preguntamos continuamente en la Oración. Jesús enseña con su ejemplo, por eso tiene fama de “bueno”.

. A la Oración vamos a aprender. Quien piense que lo sabe todo ni siquiera preguntará (como el públicano de la parábola que “explica” a Dios lo bueno que es pero que no bajó justificado del templo). ¿Señor, qué me falta, en qué tengo que mejorar, cómo puedo crecer en santidad? ¿pides ayuda en la Oración, luces, para descubrir la voluntad de Dios? ¿aparecen nuevas metas, objetivos, en tu lucha ascética o estás estancado?

. “¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?».”

. La pregunta es muy buena. Es la que hubiésemos hecho nosotros. La que debemos hacer a Jesús en cada rato de Oración. Señor, ¿esto me acerca o me aleja del Cielo? Es la pregunta fundamental. Aparece en el Evangelio en varias ocasiones (¿Cuál es el primer Mandamiento de la Ley de Dios?). Quien va al Cielo ha triunfado y quien no ha fracasado. Y al Cielo no se llega por “casualidad”.

. Existe un camino que podemos recorrer o no, pero que no podemos inventar (el “deber” no coincide con la realidad actual, y determina el futuro). Señor, dame una respuesta clara, no quiero equivocarme. Señor, se nota que de esto sabes, que ya has estado en el Cielo, que conoces el camino de ida y de vuelta.

. El joven busca una respuesta práctica (qué debo “hacer”). Porque la fe sin obras es una fe muerta. Conocer el camino de la entrega y no seguirlo es inútil. ¿Rezas? ¿haces Oración, vas a Misa a diario, te mortificas?

. “Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.”

. Recordar que sólo Dios es bueno es importante. Es la primera condición para entender cómo ir al Cielo. Dios es Santo y sus leyes son santas y sabias. Las cosas son buenas o malas para mí si me acercan o alejan de Dios.

. Porque “sólo Dios” es bueno, yo no puedo saber si soy bueno sin mirar a Dios. No cabe una bondad al margen de Dios. Ninguna regla o norma puede definir qué es el bien sin hacer referirse a Dios. El hombre no puede darse una moral así mismo. Una acción puede ser lógica, legal, coherente, pero sólo será buena o mala si coincide con el proyecto de Dios.

. Quien se cree perfecto, inmejorable, no puede encontrar a Dios. La pregunta sobre el bien es: Señor, ¿estás contento conmigo? ¿qué quieres que haga? Lo “lícito” no tiene por qué ser lo “santo”. Mi voluntad no es la santa voluntad de Dios.

. “Ya conoces los mandamientos: No matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre».”

. El camino del bien es el camino de la felicidad (terrena y eterna). Dios nos indica qué es lo bueno, qué es lo que nos conviene, porque nos quiere felices. Los Mandamientos nos señalan de manera fácil y práctica el camino para ir al Cielo. Si quieres ser bueno, cúmplelos. Si no los cumples, no te engañes, no eres bueno.

. Aunque los Mandamientos ya los conocíamos, Jesús nos revela el modo de vivirlos en plenitud: el Mandamiento nuevo del amor, de la caridad. La Ley sin el espíritu, sin la vida, es una Ley muerta, vacía.

. “El replicó: «Maestro, todo eso lo he observado desde mi juventud».”

. Realmente se trata de una persona imponente. No es fácil poder decir he vivido siempre los Mandamientos, nunca he pecado gravemente. Los ha “observado” desde que tiene uso de razón. Nadie puede reprocharle una mala conducta. Puede catalogarse de buena persona. Y sin embargo hay algo que falla. Esto es lo increíble.

. Externamente todo va bien, pero en su interior algo no funciona. ¿Dónde está su corazón? ¿realmente cumple los Mandamientos quien no ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo? Por lo menos no cumple el primero.

. Por falta de examen, de conocimiento propio (se cree mejor de lo que es), o por falta de doctrina (no sabe realmente qué significa vivir los Mandamientos), este joven afirma cumplir la Ley de Dios aunque pronto se verá que no es del todo cierto.

. La Ley de Dios no es algo externo sino interno, no es un código sino un principio de conducta (buscar la verdad, ayudar a los demás, amar la voluntad de Dios), no se agota con la justicia sino que exige el amor o caridad. El respeto externo de la Ley, separado del espíritu, de la vida, equivale a su incumplimiento.

. Mateo utiliza el término “dijo”, Lucas “respondió” y Marcos “replicó”. No sabemos si fue una respuesta un poco airada, que refleja autosuficiencia, una falsa seguridad, como extrañeza porque se dude de que cumple esa condición.

. Los apóstoles del Señor –como cada uno de nosotros- eran muy humanos. No se creían perfectos. El perfeccionismo dificulta el seguimiento de Cristo. Queremos ser santos, no lo somos, y contamos con la gracia de Dios y con el tiempo. El voluntarioso se toma demasiado en serio las cosas de Dios, porque olvida que es Dios quien nos hará santos. La lucha por ser santos es algo muy divino y muy humano. Hay fallos y hay alegría. Hay mucha fe en Dios. No pasa nada. Hay paz porque Dios está con nosotros. La alegría no es fruto del cumplimiento, del éxito, de la victoria.

. Quien se sabe poca cosa es menos vulnerable. Aquí estoy, intentándolo, pero confiando sobretodo en Dios. El humilde diría: “con la ayuda de Dios” los “he observado desde mi juventud”.

. “Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo:”

. ¡Cómo sería –cómo es- la mirada de Jesús! Los apóstoles la conocían. Y la reconocieron inmediatamente. Pensaron: ya somos uno más, también en éste se ha fijado el Señor. El joven rico está arrodillado delante de Jesús, muy cerca, ve como el Señor le mira desde arriba.

. Jesús le miró a los ojos. En ese momento el mundo desapareció. Estaban solos. Fue un diálogo muy íntimo, personal, formado no solo por palabras. Y el Señor “le amó”. Amar es elegir. Te quiero a ti, te escojo a ti. El joven se sintió querido como nunca. Pero tuvo miedo. Y quien teme no sabe amar. Puso límites, barreras, topes, al amor de Dios. Su sí no era ilimitado, sin condiciones.

. “«Una sola cosa te falta:”

. Aquel joven aun no es perfecto, aun le falta una cosa. “Una sola cosa”, pero que es la más importante. Dios es lo primero. Si lo primero somos nosotros Dios es lo segundo (en el mejor de los casos). El “una sola cosa te falta” equivale a decir que solo una cosa es importante y necesaria: querer cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios. Ese es el camino para ir al Cielo.

. Aunque parece que el Señor le va a decir dos cosas en realidad solo le dice una: que le siga. El desprendimiento de los bienes materiales y la generosidad son solo una condición previa. No podemos seguir a Jesús si somos esclavos de las cosas o si somos egoístas que no saben dar. Para darse primero hay que dar.

. “anda, vende todo lo que tienes,”

. Jesús es muy amigo del todo o nada (amarás al Señor tu Dios con “todo” tu corazón, con “toda” tu alma, con “toda” tu mente y con “todas” tus fuerzas). Vende “todo”. Tener algo es seguir siendo propietario, no depender totalmente de Dios. El demonio presenta el amor a Dios como una exageración. Si Dios me lo pide todo es un radical. Pero satanás es el padre de la mentira. Amar un poco es un camuflaje del egoísmo, de la comodidad. Una entrega a medias no es entrega (ni en el celibato apostólico ni en el matrimonio).

. “dáselo a los pobres,”

. No se trata de vender por vender, de malbaratar las cosas, de no valorarlas o despreciarlas. Se nos pide estar desprendidos para ayudar a los demás (“a los pobres”). Se puede tratar de una entrega material, física (doy lo que tenía, ya no lo tengo), o del corazón (ya no lo considero mío, ni imprescindible, si hace falta lo entregaré).

. Quien no ve “pobres” a su alrededor difícilmente entenderá la llamada. Hemos recibido una formación cristiana y unas cualidades que otros no tienen. La gente nos espera, nos necesita. Hay pobres “materiales” (que carecen de todo, hasta de lo más elemental) y pobres del espíritu (gente solitaria, egoísta, carente de virtud, triste). Mientras que el pobre “de espíritu” está desprendido de todo, es libre, no está atado a nada, el “espiritualmente pobre” está vacío por dentro, vale muy poco, necesita urgentemente que le ayudemos.

. “y tendrás un tesoro en el cielo.”

. La promesa del “tesoro en el cielo” –no en la tierra- es muy importante, porque la hace el mismo Dios. Que podamos comprar el Cielo con los bienes de la tierra –sean muchos o pocos: todo- es algo que sólo Dios podía establecer. El amor a Dios hace entender esto con una claridad meridiana. La falta de generosidad es falta de fe (en la promesa divina) y de amor a Dios (cada vez que hacemos algo por los otros lo hacemos por el mismo Dios).

. “Después,”

. “Después”. La entrega es algo práctico, no teórico. No se trata de aceptar unos postulados teóricos sino de vivir la doctrina. Los “teóricos” de la entrega son unos “teóricos”, no saben nada. Hablan de un viaje que no han hecho.

. Hay gente resabiada, que piensa saber mucho sobre la llamada, que habla de experiencias ajenas (quizá no siempre positivas), o que está llena de prejuicios –de juicios previos- (está a la defensiva por comentarios poco sobrenaturales de amigos o familiares), y que desconoce lo más elemental de la vocación: lo sobrenatural, porque es Dios y solo Dios quien llama.

. El “después” nos recuerda que no es bueno encasquillarse, atrincherarse, con el tema de la vocación. Para avanzar en el amor de Dios, y posibilitar un acto de generosidad futuro (que se es incapaz de realizar en la actualidad), interesa realizar otros actos de amor de Dios (Comunión frecuente, pequeños sacrificios, Rosario, apostolado, cuidado de pobres y enfermos, etc.).

. “ven y sígueme».”

. Estas palabras de Jesús se repiten una y otra vez en el Evangelio. Tener vocación equivale a ser llamado. La vocación es siempre una llamada a seguir al Señor, a estar con Él, a compartir su vida divina y su vida humana (convivir con su santísima Humanidad).

. Dios no nos llama a hacer algo sino a estar con Él. Apóstol significa enviado. Pero incluso el que es enviado permanece junto a Él (id y predicad a todas las gentes…, y sabed que yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo).

. Aunque toda llamada implica cumplir un encargo o misión divina, el apóstol, en todo momento debe examinarse sobre cómo va de amor a Dios. Eso es lo importante. Lo contrario sería activismo, activismo estéril. El apostolado ha de ser una manifestación, una exteriorización, del amor a Dios.

. El “sígueme” de Jesús no indica el motivo de la elección. Dios no llama por nuestras cualidades (que siempre serán pocas) sino porque Él quiere. El discípulo no tiene derecho al desanimo, al comprobar sus miserias, si recuerda que ha sido elegido porque Dios es bueno, paciente, misericordioso. Pueden cambiar las cualidades personales (dejar de ser rico, una persona destacada, observar los mandamientos) pero no la voluntad de Dios (que nos ama).

. “Afligido por estas palabras, se marchó triste,” (“Al oír el joven estas palabras se marchó triste”) (“Pero él al oírlo se entristeció,”)

. Se quedó en las palabras. Se quedó en la “teoría”. Pensó en la llamada como en una renuncia. Dejó de ver a Jesús: a quien pronunciaba esas palabras, mirándole con un inmenso cariño, y dirigiéndose personalmente a él. Sus oídos no le dejaron ver al Señor, le cegaron.

. Las palabras, como sabemos, pueden hacer mucho bien o mucho mal. Hay palabras venenosas (que provocan duda, desconfianza, temor y encogen el corazón) y palabras oxigenantes (animan, dan esperanza, optimismo, amor de Dios y a los demás). Las palabras de Jesús –la Palabra de Dios- siempre son para nuestro bien personal y el bien ajeno.

. La reacción de este joven es curiosa. Ante la llamada se retrae, se arruga, su corazón se encoge y se llena de tristeza. ¿Qué había en su corazón antes de que Jesús pronunciase esas palabras? Poco amor de Dios y poco amor a los demás, y por tanto, poca alegría. Esas palabras precipitaron su tristeza interior, disimulada hasta el momento por sus obras externas (por su observancia). La invitación del Señor no puede ser la causa de la tristeza del joven rico (ni de nadie: interesado, familiares, amigos).

. ¿Se equivocó Jesús al hablar de vocación al joven rico, o se equivocó el joven al decir que no a Dios? ¿el Señor es culpable de la tristeza de aquel hombre? Hay gente que se enfada cuando le hablan de entrega, se ponen tristes y pierden la tranquilidad. El joven era bueno pero no suficientemente bueno. Y Jesús sabe que puede dar mucho más.

. El final de esta historia real es un poco desconcertante. Si el joven sabe que Jesús es el “Maestro bueno” y pregunta sobre qué hacer “para conseguir la vida eterna”, no se entiende que no siga los consejos del Señor. Quien cree en Dios y se resiste a cumplir su Voluntad es incoherente. ¿Cómo vamos a decir que no a Dios? El egoísmo en la vocación es una crisis de fe.

. “pues tenía muchos bienes.” (“porque era muy rico”)

. Los bienes, por definición, son buenos. Y por eso, tener “muchos bienes” no es malo. Los bienes son malos, nos hacen daño, nos perjudican, si nos alejan de Dios. Algo que es bueno, para mí puede ser malo si me separa de Dios y de los demás. Los “muchos bienes” del joven rico le retuvieron, fueron una carga, un peso que le impidió seguir a Jesús. Fueron cadena.

. Ningún bien comparado con Dios, con el Cielo, con la felicidad eterna, es un bien auténtico. Perder a Dios es perderlo todo (¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?). Cambiar la felicidad eterna (¿qué tengo que hacer para ir al Cielo?) por un bien pasajero (riquezas, comodidad) es un timo, un engaño, una desgracia.

. ¿Eres generoso con tus cosas? ¿ayudas a los demás? ¿prescindes de caprichos y de cosas superfluas para entregar ese dinero a los que lo necesitan más que tú? ¿ayudas con tu limosna a la Iglesia?

. La pregunta clave que debemos hacernos –porque también a nosotros nos llama Jesús- es: ¿cuál es mi tesoro, eso de lo que no soy capaz de prescindir y que me ata? Hasta que no nos liberemos de ese peso no recuperaremos la libertad de espíritu y de movimiento. Hay gente que pregunta: ¿qué me falta? Y en realidad habría que decirle: ¿qué te sobra?

. Los hombres somos tan poca cosa que a veces nuestros “muchos bienes” son proyectos (aire): nos cuesta entregar a Dios nuestro futuro, planes, sueños irrealizables, formar una familia, etc. Y eso que no sabemos cuánto tiempo de vida nos queda, ni de salud. Cualquier proyecto humano, comparado con el plan que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros, es una bagatela.

. Para muchos, sus “muchos bienes”, su tesoro, son ellos mismos. Están dispuestos a darlo todo pero no a darse. Su error consiste en que no saben que no se pertenecen. Somos de Dios y todo lo hemos recibido de Dios. La entrega es aceptación libre, no es entregar nada, en todo caso sería “devolver”.

. “Mirando a su alrededor, dijo entonces Jesús a sus discípulos” (“Jesús dijo entonces a sus discípulos:” ) (“Y viendo Jesús que se había entristecido dijo:”)

. El “sígueme” de Jesús implica seguirle con los demás discípulos. No es excusa para abandonar al Señor o no seguirle enfadarse con alguno de sus discípulos. No es un seguimiento egoísta, individualista, incompatible con la santidad. La primera tarea del apóstol es cuidar de los demás discípulos.

. Jesús aclara la doctrina porque no se trata de un caso particular. Lo que ha ocurrido (rechazo, o mejor, pérdida de la vocación divina) se repite siempre que alguien es esclavo de los bienes materiales. Para entrenar a la gente a entregarse conviene pedir cosas continuamente (también su tiempo: que ayuden, etc.).

. La tristeza de ese joven no fue momentánea, pasajera, no se borró con el paso del tiempo. Quien se resiste a amar se condena a la soledad. Un corazón vacío de amor está frío. El cálculo, el interés, es la antítesis del amor. Quien decide amar pero solo un poco no ama, se busca a sí mismo.

. ¿Qué habría sucedido si el joven hubiese dicho que sí? Sabríamos su nombre, porque sería uno de los apóstoles. La alegría sería una constante de su existencia. Y su vida, junto a Jesús, hubiese sido una aventura divina y humana. Y gracias a él, a su apostolado, muchos conseguirían “la vida eterna”. ¡Ojalá sepamos escarmentar en cabeza ajena!

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