9.4.08

El primer mandamiento

EL PRIMER MANDAMIENTO (Mc 12, 28-34; Mt 22, 34-40; Lc 10, 25-29)

. “Al oír los fariseos que había hecho callar a los saduceos, se reunieron a su alrededor, y uno de ellos, doctor de la Ley, le preguntó, para tentarle:”

. Jesús ha “hecho callar a los saduceos” porque con la verdad no se juega. No podemos transigir con la doctrina, y menos en cuestiones fundamentales, como la resurrección, la existencia de otra vida, del Cielo y del infierno, etc.

. Al Señor le pregunta un experto (“doctor de la Ley”) pero sin ánimo de aprender (“para tentarle”). Jesús no se deja intimidar (a pesar de que “se reunieron a su alrededor” bastantes “fariseos”) y aprovecha la oportunidad de dar buena doctrina.

. Como vemos, ni los “saduceos” ni los “fariseos” ni los “escribas” escuchan la Palabra de Dios, la doctrina de Jesús, con buenas disposiciones. Por eso no mejoran. Están delante de Dios y no le ven. Están ciegos. Su corazón es de piedra. Ni los milagros, ni la doctrina, ni la vida santa del Señor les hace cambiar. Pero por su culpa. Se mueren de sed porque no quieren beber de la fuente.

. “«Maestro,”

. Las mismas palabras, en labios distintos, significan cosas diferentes. Para casi todos la palabra “maestro” es manifestación de respeto, de cariño, de reconocimiento de la sabiduría divina de Jesús. En boca de los “fariseos” es un intento de aturdir al Señor, para que baje la guardia, como si estuviese entre amigos, en confianza. Le preguntan con mala fe (“para tentarle”), para sacar sus palabras de contexto. Y le preguntan con hipocresía, presentándose como amigos.

. Seamos prudentes, no pequemos de ingenuidad. Hay cosas que solo se hablan con los amigos. Airear detalles de nuestra vida interior o del apostolado con extraños daría lugar a la ironía o a la incomprensión.

. Que Jesús es un “maestro” lo saben hasta sus enemigos. (“Se le acercó un escriba que había oído la discusión, y viendo lo bien que había contestado, le preguntó:”). Algunos se cierran a las cosas de Dios por envidia, y siempre, por falta de humildad. La soberbia ciega.

. “¿cuál es el gran mandamiento de la Ley?»” (“¿cuál es el primero de todos los mandamientos?) (“¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”)

. La pregunta es muy buena, inteligente (la hace “un doctor de la Ley”), es la fundamental. Debemos hacérnosla nosotros cada día. Hay un Mandamiento que es “el primero”, el “gran mandamiento”, el resumen de toda la Ley. Es como preguntar: ¿qué quiere Dios de mí, de la humanidad, de cada persona?

. Los mandamientos señalan el camino “para conseguir la vida eterna”. No son normas rígidas, sin vida, un cúmulo de prohibiciones. Invitan a ser buenos y a hacer el bien. Si el resultado final, el resumen por vivirlos, no es ayudar a los demás, crecer en amor a Dios, etc., no sabemos cumplirlos.

. Los Mandamientos de la Ley de Dios son el resumen de la Voluntad de Dios, de lo que Dios quiere. Hemos de agradecer a Dios todo, querer a los padres, buscar la verdad, obrar en conciencia, ayudar a los demás, etc.

. “Jesús respondió:” (“Él le dijo:”) (“Él contestó: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Este le respondió:”

. Lo que Dios quiere de cada uno en el fondo lo sabemos. En caso de duda podemos leer los Mandamientos. Pero Jesús a veces contestó y otras devolvió la pregunta, para aclarar que todos podemos dar con la respuesta. El resumen del Evangelio es tratar a los otros como queremos que nos traten.

. “El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, Dios nuestro, es el único Señor.”

. No cumple los diez Mandamientos quien no cumple los tres primeros. No es bueno, no respeta la Ley natural, quien no reconoce a Dios como “único Señor”. No podemos vivir como si no tuviésemos “Señor”. Y no podemos tener a otro “señor” que no sea Dios. No agradamos a Dios si nos olvidamos de Él.

. Hay gente que parece muy buena pero que vive como si Dios no existiese. Si no reconocen a Dios como origen de todos sus bienes (vida, salud, cualidades, familia, etc.) no son realmente buenos. Es como si alguien fuese muy buen estudiante, amigo, cívico, solidario, etc., pero no quisiera a sus padres (no es una buena persona: ha roto su vínculo fundamental).

. Quien niega a Dios como “Señor” no puede evitar tener otros “señores” a los que acaba sirviendo y sacrificando su vida (poder, dinero, vanidad, vientre, placer, etc.). Quien niega a Dios ser “el único Señor” a veces sirve a muchos “señores” (superstición, magia, horóscopo, tarot).

. “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.”

. La voluntad de Dios no cambia. Lo que quiere de nosotros es lo mismo que ha querido y querrá siempre de cualquier persona. Jesús repite textualmente unas palabras antiquísimas del Deuteronomio.

. ¿Qué quiere Dios de nosotros? Nuestro corazón. Que le amemos (“amarás al Señor”). Dios no es un ser lejano, no es un Juez que juzgará nuestra vida. Es un Padre amoroso que ofrece su amistad. Es lógico que Dios busque nuestro cariño. Es lo que queremos todos. Es lo que más valoran nuestros padres, amigos y todas las personas que tratamos (más que cualquier cualidad). Nuestra eficacia, perfección, obediencia, etc., no valen nada si falta el cariño.

. La gran pregunta sobre la que seremos examinados cuando encontremos a Dios cara a cara, para repasar nuestra vida, será: ¿me has amado? ¿hasta dónde ha llegado tu capacidad de amarme? ¿has amado a los demás?

. El secreto de la felicidad es el amor: amar y saberse amado. Quien sabe querer y se sabe querido es feliz. Y, al revés, quien no sabe amar y no se siente amado, aceptado, es un desgraciado, se siente sólo.

. Dios es Amor, por eso es infinitamente feliz. Y Dios nos quiere felices, por eso nos ha dado esta capacidad de amar que sólo tenemos nosotros (ni las piedras, ni las plantas, ni los animales pueden amar como las personas). Nos ha creado a su imagen y semejanza (nuestra capacidad de amar nos asemeja a Dios). El amor es un invento divino, algo muy de Dios y de sus seguidores.

. El resumen de la Ley de Dios es “amar” (a Dios y a los demás). Los ojos están hechos para ver y el corazón para amar. “Ama y haz lo que quieras” dice san Agustín. Y san Josemaría recuerda que “Lo que se necesita para ser feliz no es tener una vida cómoda sino tener un corazón enamorado”.

. Quien ama más es más feliz. Aparte de que la medida del amor es amar sin medida (un amor calculado, con topes o límites, no es amor, es un sucedáneo). Como Dios nos quiere muy felices nos invita a amar con toda nuestra capacidad de amar (el “todo” se repite cuatro veces: corazón, alma, mente y fuerzas).

. Es todo un programa de vida (corazón, alma, mente, fuerzas). Todo nuestro ser -cabeza (pensamientos), corazón (sentimientos) y voluntad (acciones)-, debe guiarse por el amor a Dios y a los demás. No basta un cumplimiento externo, frío, formal. Se trata de aprender a querer de verdad.

. Sólo ama a Dios y con esta intensidad quien hace Oración. Ven a Dios como un ser lejano, Omnipotente, que juzgará sus vidas, quienes no hablan con Él. Se puede estar en gracia de Dios, no tener conciencia de pecado grave, y no amar a Dios, como Amigo, con confianza. La Oración es insustituible. Queremos a la gente que conocemos, y eso exige diálogo, conversación.

. “El segundo es semejante a éste:” (“El segundo es éste:”)

. Es curioso, porque a Jesús sólo le preguntan por el primer Mandamiento y habla también del segundo. El Señor quiere aclarar algo importante. No ama a Dios quien no ama a los demás. Para saber si amamos a Dios examinémonos sobre cómo vamos de amor a los demás. El segundo mandamiento es “semejante” al primero: son como dos caras de una misma moneda.

. El “segundo” no es el primero (aunque sea “semejante”). Hoy parece que se puede ser bueno amando a todos menos a Dios. No es verdad. No amar a Dios es un grave pecado. Atenta contra la justicia (no reconocer que hemos recibido todo de Él: gratuitamente, por amor, sin que estuviese obligado). Y es una falta de agradecimiento (si a los padres se debe todo, a Dios todavía más).

. De hecho son dos Mandamiento, no uno (“De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los profetas”). El primero “es el gran mandamiento y el primero”. Aunque no existiesen personas, o viviésemos solos en una isla, deberíamos amar a Dios. Pero aunque se pueden distinguir es difícil separarlos (“No hay otro mandamiento mayor que éstos”). La versión de Lucas los unifica. Quien sabe amar de verdad acaba encontrando y amando a Dios.

. El Señor sale al paso de una tentación del demonio: Dios pide demasiado; no es justo que pida “todo” el corazón; amar a Dios así es una exageración; etc. ¿Es que no podemos amar a los padres, a los amigos, nuestro trabajo, etc.? Jesús aclara que una prueba del amor a Dios es el amor a los demás. Es más, enseña que el amor a Dios dilata el corazón: la caridad lleva a querer a todos, no sólo por motivos humanos (simpatía, cualidades, etc.).

. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

. Amarse a uno mismo no es malo. Lo contrario, odiarse, sería antinatural. La falta de autoestima no es una virtud. Porque la humildad es la verdad debemos reconocer y agradecer las cualidades (“talentos”) que Dios nos ha dado, y ponerlos al servicio de Dios y de los demás. Quien no conoce sus virtudes las desaprovecha.

. Amarse a sí mismo no es egoísmo. Dios también me ama. Algo bueno hay en mí. Egoísmo es amarse sin medida, sin proporción. El yo no debe anular a los otros. Los demás también existen: podemos ayudarles, aprender de ellos, etc. Es más, sólo en la medida en que nos damos a los otros nos realizamos y crecemos por dentro (maduramos, nos enriquecemos).

. Quien no se acepta a sí mismo no acepta a los demás (por temor o envidia). Quien está descontento consigo mismo genera tensión a su alrededor. No hay nada que nos ayude tanto como saber que los demás nos valoran (Dios el primero).

. La tendencia o inclinación a pensar en nosotros es tan natural que no necesitamos que nos la recuerden (mi tiempo, mis gustos, mis cosas, mis proyectos). Jesús nos invita a pensar con la misma intensidad y constancia en los demás; a meternos en su piel para descubrir qué quieren o desean.

. Amar al prójimo es quererle como es, con sus virtudes y defectos; alegrarse con su presencia; interesarse por sus cosas (escuchar, preguntar, conocerle); desearle la felicidad terrena y eterna; considerarle amigo.

. Quien ama de verdad tiene un anticipo del Cielo en la tierra.

. “Y le dijo: «Has respondido bien: haz eso y vivirás».”

. Los Mandamientos son la respuesta acertada al sentido de la vida. La vida es la oportunidad que Dios nos da de ganarnos el Cielo. Pero no basta con conocer la teoría, hay que practicarlos (“haz eso y vivirás”).


. (“Un mandamiento nuevo os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os tenéis amor entre vosotros.”)

. Con Jesucristo la cuestión del primer y segundo Mandamientos varía sustancialmente. Ya no basta con amar con nuestro pobre corazón humano. Debemos amar con el corazón de Cristo y con su amor, y como Él nos amó (“como Yo os he amado”). La caridad es de orden superior al civismo, la educación o la filantropía.

. El “todo” en el Señor también es hasta el extremo (da su vida por cada uno para salvarnos del pecado y alcanzarnos el Cielo).

No hay comentarios: