9.4.08

Vocación de los primeros discípulos

VOCACIÓN DE LOS PRIMEROS DISCÍPULOS (Juan 1, 35 )


. “Al día siguiente estaba allí de nuevo Juan y dos de sus discípulos”

. Para que los hombres se acerquen a Dios, a veces, antes han de acercarse a nosotros. Los discípulos de Juan Bautista acabarán siendo discípulos de Jesús, pero durante un tiempo Juan tuvo que prepararlos. Todos deberíamos tener un buen número de discípulos: gente que nos admira, que quiere aprender de nosotros, que nos preguntan cómo mejorar en lo humano y en lo divino, y que poco a poco acercamos a Jesús, el único Maestro de verdad.

. Para “crear escuela” necesitamos prestigio personal, que nos admiren: ser muy buenos profesionales, destacar por nuestras virtudes humanas (alegría, espíritu de servicio, optimismo, valentía, fortaleza), querer de verdad a la gente, ir por delante (dar ejemplo), etc.

. Tener discípulos es bueno, y hay que buscarlos. Lo malo sería no querer que sean discípulos de Jesús, no dejarles crecer, crear una dependencia personal dañina. Porque les queremos, nos costará su partida, pero no debemos retrasarla innecesariamente, ni un día: cuanto antes sean autónomos, mejor (que sepan hacer Oración, que tengan buena formación doctrinal, que sean piadosos, que hagan apostolado).

. “y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:”

. Juan Bautista tiene presencia de Dios, está pendiente de Jesús, sus planes y proyectos (su bautismo de agua, su preparación del terreno invitando a la conversión y a la penitencia a la gente) no le distraen de lo único importante: cumplir la misión, cumplir la voluntad de Dios. Por eso ve pasar a Jesús, por eso se fija en Él, por eso se da cuenta. ¿Cómo vamos de presencia de Dios durante el día? ¿vemos a Dios detrás de los grandes y pequeños sucesos de cada jornada? ¿nos fijamos en Jesús que pasa –vemos el campanario de una iglesia, saludamos a una imagen de la Virgen, etc.- o nuestras cosas nos impiden verle y hacerlo ver a los demás?

. Juan se fija en Jesús, y lo dice, lo comenta. Nuestras acciones y nuestras palabras han de ayudar a los otros a fijarse en Jesús, a ser más sobrenaturales. Cuando callamos, quizá por vergüenza, no ayudamos a los demás a vivir su vocación de cristianos. ¿Qué habría sido de Juan y Andrés si el Bautista no hubiese dicho nada?

. “He aquí el Cordero de Dios”

. La indicación no puede ser más clara: si buscabais a Dios le habéis encontrado; éste es de quien os he hablado otras veces. La misión del cristiano es indicar dónde está Jesús. Con nuestra vida hemos de mostrar a los demás dónde pueden encontrar a Dios (porque nos ven ir a Misa, orar junto al sagrario, confesarnos, rezar el rosario, etc.). ¿Me buscan en el oratorio porque es normal que esté allí o rara vez estoy donde está Jesús sacramentado? ¿quién nos busca a nosotros encuentra a Dios porque estamos junto a Dios, fijándonos en Él?

. El Bautista dice claramente que Jesús es “el Cordero de Dios”. No que es un profeta, un maestro, uno más entre muchos. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, el Mesías esperado, el único Salvador. ¿Hablamos así de Dios a nuestros amigos? ¿o en nuestras palabras el mensaje cristiano queda diluido a nivel de una opinión más porque todo es relativo, cada uno tiene sus ideas, etc.?

. “Los dos discípulos,”

. Es decir, ¡todos! ¡Qué bien hizo las cosas Juan Bautista! Consiguió que todos sus discípulos siguieran a Jesús. Hay que preparar a cada uno para tenga su “encuentro personal” con Jesús. La santidad es para todos, no es para unos pocos escogidos. Cada discípulo es distinto y tiene su personalidad, pero todos deben seguir a Cristo. El cristianismo no es un sistema filosófico, ni siquiera una doctrina santa, es una Persona, es seguir a Cristo.

. “al oírle hablar así,”

. El amor apasionado que sentimos por Dios se ha de manifestar en nuestras palabras. Hemos de vibrar y hacer vibrar. Hemos de transmitir entusiasmo al hablar de Dios. Nadie debería quedar indiferente después de escucharnos. Mejor que nos tomen por locos que por aburridos. Ese día Juan se volcó, habló de un modo distinto, con una fuerza especial, se notaba que el momento era solemne, que había que entregarse, que había llegado la hora de seguir a Cristo, al Maestro.

. “siguieron a Jesús.”

Juan Bautista no le siguió porque tenía un encargo que cumplir (en realidad le seguía desde hacía mucho tiempo, se consideraba discípulo de Jesús), su misión era preparar el terreno para cuando volviese Jesús. ¡Qué alegría le produjo al Bautista ver que sus discípulos seguían al Señor! La mayor alegría de un apóstol auténtico es comprobar que los demás quieren todavía más que Él a Jesús. El Bautista rezó, para que ese primer encuentro con Jesucristo fuese definitivo: encomendó a sus discípulos para que volasen del nido. Al Bautista no le importó quedarse “solo”, ese mismo día comenzó a preparar a otros discípulos. Juan ya había tenido sus conversaciones con Jesús, su oportunidad (y le había bautizado con su bautismo de agua), ahora le tocaba a sus discípulos estar en primera fila, enamorarse del Señor.

. “Se volvió Jesús”

. Jesús se hace el encontradizo. Le buscan, y sale al encuentro de sus futuros discípulos. No espera a que le encuentren, a que se decidan a dirigirle la palabra. Toma la iniciativa. De hecho, no “pasaba” por allí, y en ese momento, por casualidad. Todo lo tenía previsto. Es Él quien busca a sus discípulos, aunque parezca que son ellos quienes le buscan. ¿Agradecemos al Señor que salga a nuestro encuentro? ¿le damos las gracias cada vez que nos dice algo en la Oración? Es Dios quien está empeñado en hacernos santos.

. “y, viendo que le seguían,”

. Jesús se fija en Juan y en Andrés, busca el tú a tú, porque el trato con Dios siempre es personal. Busca a cada uno, ahora a cada uno de nosotros. Como a la hemorroísa. Al Señor no le interesa la masa, el anonimato, el número. Y a nosotros tampoco debería importarnos. A veces nos entristece comprobar que el mundo está alejado de Dios, que un determinado ambiente está descristianizado. Pero Jesús nos enseña a buscar a cada persona. Y nos recuerda que lo importante somos cada uno de nosotros. Claro que hemos de rezar por todos, pero nuestra alegría se fundamenta en que Jesús se ha fijado en nosotros, en que nos mira con inmenso cariño.

. “les preguntó:”

. En más de una ocasión Jesús pregunta cosas que parecen evidentes (como al ciego Bartimeo: ¿qué quieres que haga?). Jesús nos pregunta para hacernos pensar, para que seamos más conscientes de lo que hacemos y de lo que queremos, para que examinemos el móvil de nuestra conducta, para ayudarnos a interiorizar las cosas. Las preguntas obligan a actuar, a buscar una respuesta satisfactoria. Buscar la verdad ayuda a retenerla; el proceso de búsqueda sirve para profundizar. Las verdades aprendidas por propia experiencia, meditadas, asimiladas, son las que influyen verdaderamente en nuestra vida, de un modo práctico. Quien no piensa no es capaz de explicar a los otros por qué vive como vive. Jesús también nos pregunta a nosotros, nos interpela. ¿Qué es ser santo? ¿por qué haces Oración? ¿por qué rezas?

. En el apostolado es bueno que imitemos este método de Jesús, que preguntemos mucho a la gente: para conocerles de verdad (muchas veces nos sorprenderán sus respuestas: a veces por lo acertadas y otras por la ignorancia que manifiestan), para ayudarles a pensar, para que aprendan a hacerse preguntas y a preguntar a los otros, para educarles en la búsqueda de la verdad.

. “¿Qué buscáis?”

. Es una buena pregunta: ¿tú, en el fondo, qué quieres, qué te interesa de verdad, para ti qué es lo importante? Lo que buscamos es lo que nos mueve, es lo que nos hace hacer o no algo. Quien busca algo pone los medios para conseguirlo. A veces es solo una intuición, una idea baga, pero todos buscamos algo cuando tomamos decisiones (compañía, divertirnos, ganar dinero, prestigio, placer, ser santos, etc.).

. Una misma pregunta no es lo mismo que nos la hagan nuestros padres, un profesor, un amigo o el sacerdote. Aquí quien pregunta es Dios. Hemos de ser sinceros. La pereza, la falta de examen de conciencia, es una forma de mentir. No quiero responder –clarificar mi conciencia, llamar a las cosas por su nombre, mostrarme como soy- porque no estoy dispuesto a aceptar la realidad. Con Dios no vale decir no lo sé: porque sabe que lo sabemos…, o que si quisiéramos podríamos saberlo (porque huimos cobardemente de la realidad, de nuestra propia realidad personal).

. ¿Por qué haces las cosas? ¿por qué sí, y podrías hacer lo contrario porque eres un superficial? ¿para demostrarte que eres capaz de hacerlas? ¿solo porque lo hacen los otros? ¿por interés, por dinero, para poder pedir algún favor, por miedo a que los demás se enfaden si no las haces? ¿O las haces por amor, para dar alegrías a Dios y a los demás, porque te has propuesto cumplir la voluntad de Dios siempre y en todo?

. Jesús pregunta qué buscamos. Lo importante es a quién buscamos. Pero Él sabe que lo primero que nos atrae son las cosas, los proyectos, los retos (un coche, unas vacaciones, ser un gran profesional). Lo que buscamos nos ayuda a conocer quién somos: generosos o egoístas, qué ocupa nuestra cabeza y nuestro corazón (nuestro tiempo), cuáles son nuestros sueños, qué haríamos si fuésemos inmensamente ricos. Lo que hemos de buscar es a la gente: a Dios, tener amigos, formar una familia. Es feliz quien sabe querer, no quien tiene muchas cosas.

. “Ellos le dijeron: Rabbí (que significa Maestro),”

. Podemos hablar con Jesús con sencillez, con confianza, con sinceridad. Los dos le dicen lo mismo, porque en el fondo todos somos muy iguales: todos queremos ir al Cielo, nos gustaría ser mejores, nos desconcierta la convivencia en nuestro corazón del bien y del mal, a veces dudamos de todo, nos cuesta aceptar que las cosas nos cuesten, luchamos por ser optimistas.

. Jesús es el Maestro, no un maestro más. Solo Él sabe lo que debemos hacer, cuál es el sentido de nuestra vida, para qué estamos en este mundo. A la Oración vamos a identificarnos con la voluntad de Dios, a preguntar: “Señor, ¿qué tengo que hacer, qué quieres de mí?”. Y lo que diga Jesús es lo que cuenta: un discípulo no discute las enseñanzas de su maestro. Queremos aprender. Nuestra opinión no vale tanto como la de Jesús, que es Dios. Al hacer la Oración comencemos siempre con una acto de humildad.

. “¿dónde vives?”

. Juan y Andrés quieren saber dónde pueden encontrar habitualmente a Jesús. No se conforman con verle pasar o con estar con Él ese día. Buscan una relación más estable, duradera. Saber dónde vive un amigo es como tener una segunda casa; seremos bien recibidos en caso de necesidad.

. A la pregunta ¿qué buscáis?, responden con el ¿dónde vives? Lo que buscan es estar con Jesús, saber dónde encontrarle, no perderle de vista. Pedir la dirección o cualquier otro dato personal a una persona es meterse un poco más en su vida. Puede darla o no, porque esa información le ata, le une a quien se la da, que sabe dónde encontrarla. Los discípulos piden permiso para formar parte de los amigos de Jesús.

. La idea inicial de Juan y Andrés sobre quién era Jesús o sobre cómo iba a influir en sus vidas probablemente era muy pobre para lo que después fue la realidad. Debieron pensar que Jesús estaba habitualmente en su casa. No se imaginaban que con Jesús viajarían continuamente de aldea en aldea para predicar el Evangelio, curar milagrosamente a multitud de enfermos, etc. Aunque piensan en planes tranquilos y les espera un dinamismo total, en realidad no se equivocan, porque lo que buscan es estar con Jesús, donde sea.

. “Les respondió: Venid y veréis.”

. La respuesta de Jesús supera todas las expectativas, como siempre. El Señor les invita sobre la marcha a comer en su casa, como si se conociesen desde siempre. Jesús tiene prisa por meter a sus nuevos discípulos en su casa, en su vida, y por meterse en sus vidas y en sus casas (como con Zaqueo). Cuantas más horas de trato personal tengan con el Señor mejor, y cuanto antes empiecen mejor.

. Es interesante el método utilizado por Jesús. Para encontrar a Dios no basta con los conocimientos teóricos (leer, escuchar explicaciones). Juan y Andrés no piden solo una dirección, lo que buscan es una vivencia, una experiencia. Jesús les invita a ser testigos oculares de cómo vive, de cómo es. Quien ha leído un buen libro es el mejor propagandista de ese libro, del que habla con entusiasmo y convencimiento; quien solo lo conoce de referencias está a otro nivel. Discípulo de Cristo es el que vive la vida de Cristo, el que convive con Él. Este conocimiento directo, en primera persona, es muy importante.

. En el apostolado no podemos ser teóricos (hablar mucho de Oración pero no hacer un rato de Oración juntos; animar a rezar a la Virgen pero no rezar el Rosario; explicar la importancia de la mortificación pero no hacer sacrificios). Lo que más ayuda a la gente es hacer cosas: explicar qué vamos a hacer (rezar el Rosario), cómo vamos a hacerlo (meditar cada misterio y ofrecerlo por una intención) y hacerlo (rezarlo en ese momento). Los actos de fe, de esperanza y de caridad alimentan la fe, la esperanza y la caridad.

. “Fueron y vieron dónde vivía,”

. Jesús aprovechó el trayecto para explicarles cosas, aunque sin agobiarles, y ellos preguntaron todo lo que quisieron. Fue un diálogo íntimo, de pocas personas. El Señor comprobó las disposiciones de sus nuevos discípulos, les abrió horizontes apostólicos, los entusiasmó con la idea de ser santos, etc.

. Al llegar lo vieron todo, se fijaron en los detalles y su curiosidad quedó bien satisfecha. Al ver la casa imaginaron cómo vivía el Señor. Y un montón de información entró por sus ojos (orden, limpieza, buen gusto, sencillez, aire de familia, alegría). Aquello era un hogar, no solo una casa. Era acogedor, se estaba bien, daban ganas de volver o de quedarse. Las virtudes humanas, fundamento imprescindible de las sobrenaturales, acompañan esa cercanía de Jesús. ¿Tenemos la habitación ordenada? ¿cuidamos las cosas pequeñas? ¿el orden material transmite paz?

. “y permanecieron aquel día con Él.”

. Ninguno tenía prisa en separarse. El plan inicial de saber dónde vivía Jesús se fue prolongando más y más. Las horas pasaron volando. La conversación, los proyectos que se comentaron, todo, invitaba a no romper ese momento mágico, el del encuentro personal con el Señor (como con los discípulos de Emaús).

. Sin lugar a dudas, la Virgen María, Madre de Jesús, estaba en el hogar de Nazaret. Su presencia, desde el primer momento, es fundamental. Además de cocinar, estaría en mil detalles y atenciones que hicieron muy agradable aquel momento. También Ella intervenía en la conversación, para animarla o dar la oportunidad a Jesús de explicar lo que más convenía.

. El Señor quería que sus discípulos conocieran a su Madre, porque acabaría entregándosela como Madre suya. No quería enseñarles su casa sino a su Madre. Y quería que María les conociese para que empezase a rezar por ellos. ¿Cuándo hablas con Jesús te acuerdas de hablar también con la Virgen?

. “Era alrededor de la hora décima”

. Aunque han pasado muchísimos años, Juan recuerda perfectamente los detalles de aquel primer y definitivo encuentro con Jesús. En nuestra vida hay momentos importantes, sucesos históricos, decisiones irreversibles, que marcan para siempre nuestra existencia. Hay elecciones que abren una puerta y cierran todas las demás. Para acertar sobre el sentido de la vida (¿quién soy? ¿para qué estoy en este mundo? ¿qué quiere Dios de mí? ¿qué puedo hacer por los otros?) necesitamos consultar con Dios: rezar y llevar a la Oración las cosas.

. Ese encuentro con Jesús no fue un hecho aislado, fue el comienzo de una nueva vida, un modo nuevo de vivir la vida, compartir la vida de Jesús. Ya nada fue igual. Se puede hablar de un antes y de un después de ese momento. Pero dejando claro que estar con Jesús es estar en movimiento, es algo vivo. Cada día el Señor hace cosas distintas y nos pide cosas nuevas. El factor sorpresa no desaparecerá nunca de nuestra existencia: porque cumplir la voluntad de Dios no es hacer lo que nos de la gana sino hacer lo que Él quiera en cada momento, y eso solo lo sabe Él. En cualquier caso siempre es lo mejor.












. “Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que había oído a Juan y siguieron a Jesús.”

. Si la llamada a la santidad es universal, es para todos, todos sin excepción hemos de ser santos (también el actual pecador, el indiferente, etc.), es lógico que el todos incluya a parientes y conocidos. La vocación rara vez se presenta como un hecho aislado: quien recibe la llamada suele ser el instrumento elegido por Dios para contagiar ese mismo amor de Dios a las personas más cercanas.

. ¿Conseguimos acercar a nuestros familiares, amigos y conocidos a Dios? ¿rezamos especialmente por ellos? ¿deseamos que también ellos tengan su encuentro personal con Dios? Cuando en una familia, círculo de amistades o ambiente profesional alguien descubre a Dios como Amigo es natural que intente transmitir esa misma alegría a todos.

. Andrés –como Juan y como todos- tiene hermanos, vínculos familiares, sociales y laborales. Y todo eso tiene que ver con su vocación. No está solo, ni es un ser aislado. Porque ha de ser “sal” y “luz”, su relación natural con los demás forma parte de su relación sobrenatural con Dios. Nada de eso queda al margen de su santidad personal. No cabe un concepto egoísta de la santidad (como algo exclusivo entre Dios y yo). La santidad, por naturaleza, lleva a pensar en los otros: el amor a Dios es, necesariamente, difusivo hacia los hombres.

. Dios se sirve de nosotros, como de un instrumento –“siervos inútiles somos”- para llegar a gente más importante o más influyente. Somos “eslabones de una cadena”, que no se debe romper ni interrumpir.

. “Este encontró luego a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que significa Cristo.”

. La vocación de Andrés no le saca de su sitio: frecuenta los mismos ambientes y lugares, sigue el horario de siempre, etc. Por eso encuentra a su hermano Simón. Todo parece indicar que le buscó, que fue a su encuentro, porque inmediatamente le transmite la gran noticia.

. Andrés habla a Simón de santidad con gran naturalidad. El hombre es un ser “religioso” por naturaleza: ha sido creado por Dios y para gozar de Él en el Cielo, y creado “a su imagen y semejanza”. No nos molesta que nos hablen de Dios, porque es algo muy íntimo, que nos acompañará siempre. No debería darnos miedo iniciar una conversación de este estilo.

. Decir de Jesús que es el Mesías es saber de verdad quien es. Andrés no perdió el tiempo en casa del Señor: se enteró perfectamente de quien era el “Cordero de Dios”. Lo que le dijo a Simón equivale a decir: hemos encontrado un gran tesoro, el máximo al que se puede aspirar, al Mesías esperado, a Dios.

. “Y lo llevó a Jesús.”

. Ser apóstol es llevar a la gente a Dios. Andrés no teoriza, actúa de un modo muy práctico. Anuncia el encuentro que Simón puede tener con el Señor, y lo provoca, pone las condiciones para que se realice. El “¿dónde vives?” se ha transformado en un “dónde vives para que pueda traerte a mis amigos”.

. Simón se fía de su hermano y le sigue, le obedece, porque tiene prestigio. Andrés no era una persona alocada. Habla con seguridad y arrastra. Hemos encontrado a Aquel a quien buscamos todos.

. Llevamos a Jesús a nuestros familiares, amigos y compañeros cuando rezamos con ellos y les hacemos rezar. Nosotros hemos de llevar a la gente donde está Jesús: al sagrario, a la Confesión, al sacerdote que le representa.

. “Jesús, fijando en él su mirada, dijo:”

. ¿Cómo sería la mirada de Jesús? Sentirse mirado siempre impresiona, deja huella. Y ciertas miradas marcan definitivamente nuestra vida o personalidad porque lo dicen todo (nos sentimos queridos, valorados, sabemos que cuentan con nosotros, que confían en nosotros, etc.) y nos dan seguridad o alegría. Es una mirada personal, de alguien que me mira a mí.

. Jesús a la palabra añade la mirada. Es importante mirar: para transmitir cariño, y para comprobar el efecto que producen nuestras palabras en el interesado. La mirada de Jesús –reflejo de su alma, de los sentimientos de su corazón- forma parte de su rostro amable, acogedor, animante, sonriente. Para ayudar a la gente a ser generosa con Dios, a entregarse, hemos de cuidar estos detalles que vivía el Señor.

. ¿Acogemos a la gente con una mirada de cariño? ¿manifestamos también con los gestos que nos interesan sus cosas? ¿les ayudamos a ser sinceros, generosos, a recomenzar, porque se sienten comprendidos antes de que les digamos algo?

. Jesús miró de tal manera a Pedro –como a los demás apóstoles y ahora a cada uno de nosotros- que Pedro se rindió ante el Señor antes de que le pidiese lo que quisiera de él.

. “«Tú eres Simón, el hijo de Juan;”

. El Señor conoce perfectamente a cada uno de sus discípulos, y sus circunstancias personales: nombre, familia, personalidad, etc. Sé quien eres, te conozco, para mí no tienes secretos. ¿Somos conscientes de esta realidad o cuando Cristo nos llama pensamos que se equivoca porque no nos conoce?

. Jesús conoce nuestro pasado y nuestro presente. Nos conoce por fuera y por dentro. Sabe cómo gastamos nuestro tiempo, quiénes son nuestros amigos, cuáles son nuestros sueños y proyectos. Y conoce hasta nuestros más ocultos pensamientos, afectos, dudas e ilusiones.

. Jesucristo, porque es Dios, nos conoce mejor que nosotros mismos. Es difícil conocerse bien: se requiere mucho examen de conciencia y sobre todo mucha humildad. A veces, por orgullo y soberbia, exageramos nuestras cualidades y disimulamos los defectos (nos creemos mejores de lo que somos). Pero normalmente, también por falta de humildad, pecamos de una falsa y baja autoestima (miedo al ridículo, a equivocarse, pereza para comenzar empresas difíciles, falta de liderazgo, pasividad ante los problemas que nos rodean).

. Jesucristo, porque es Hombre, nos conoce perfectamente. Entiende nuestras dudas, nuestras debilidades, nuestras ganas de pasarlo bien y de reír, nuestra dificultad para poner en práctica los buenos deseos. Él ha experimentado todo eso porque se ha encarnado, ha tomado nuestra naturaleza, se ha hecho como nosotros, uno de los nuestros, semejante en todo menos en el pecado. Alegría, tristeza, cansancio, amistad, miedo, ilusión, etc., son realidades vividas y conocidas por el Señor.

. Jesucristo, porque nos conoce, sabe que somos hijos de Dios, que nos espera el Cielo, y que tenemos una misión que cumplir en la tierra. A nosotros esto se nos olvida con frecuencia. Pensamos que somos del montón, uno más, que no pasaría nada si no hubiésemos existido. Y Él nos recuerda nuestra grandeza. También cuando ante la vocación nos asustamos. Es falsa humildad decir “no puedo ser santo” si inmediatamente no añadimos “pero con Dios lo puedo todo”.

. “tú serás llamado Cefas», que significa Piedra”.

. Jesús sabe lo que somos –lo que hemos sido hasta ahora- y lo que debemos ser en el futuro, qué quiere Dios de nosotros. Está predicción del Señor es importante. Quien sabe a dónde debe ir camina en la dirección y sentido correctos y puede prever las incidencias del viaje. Pero es más difícil saber lo que debemos ser que conocer lo que somos. La falta de proyecto vital, de metas para dar sentido a nuestra vida, nos empequeñece. Jesucristo nos abre horizontes, nos sorprende, supera nuestros miedos a volar alto. Lo peor que le puede pasar a un águila no es morir sino pensar que es una gallina. La crisis de identidad de un hijo de Dios es su ruina: quien no sabe lo que vale se vende por cuatro monedas. Nuestros proyectos personales no valen nada –son una estafa, un timo- si los comparamos con el proyecto de Dios. ¿Qué quiere Dios de mí?

. Cambiarle el nombre a alguien es tomar posesión de su vida. El dueño de un libro le pone su nombre. Cambiamos el nombre cuando comienza una nueva vida (elección de un Papa, profesión religiosa, bautismo). A partir de ahora soy otra persona, ya no soy el de antes, algo importante ha cambiado (asumo nuevas responsabilidades, una función o cargo diferente).

. Los nombres de la Biblia tienen un significado, contienen una información. Jesús le dijo a Simón que se llamaría Piedra, que sería el fundamento sólido de su Iglesia, que habría de ser fuerte y sostener a los demás. Pedro no puede ser un terreno movedizo, inestable. La vocación no es un juego, algo temporal, provisional: sobre nuestra fidelidad Dios quiere construir el edificio de nuestra santidad, que deberá ser también refugio para los demás.

. Jesús, a nosotros, nos dice: “tú serás llamado santo”. Tampoco entendemos cómo puede ser esto, pero no podemos dudar de la palabra de Dios. Hay que fiarse de Dios, vivir de fe, confiar en la primacía de la gracia. Jesús nos dice: hasta ahora has sido esto (quizá un pecador), a partir de ahora serás lo que te digo (comienza a trabajar en este nuevo proyecto personal divino).

. Esto es mío, aquello no. El mío, en las cosas de Dios, se llama entrega. Jesucristo nos ha comprado con su Vida, con el precio de su Sangre. ¿Puede decir el Señor que eres suyo, o porque te resistes y no te entregas todavía no le perteneces? Curioso poder el de la voluntad: puede hacernos santos –“sí, quiero”- o inútiles y egoístas. Solo la identificación con la Voluntad de Dios nos hace felices en la tierra y eternamente felices en el Cielo. Lo entendemos, pero ¿nos falta fuerza de voluntad o inteligencia? Porque a veces parecemos tontos, cuando la elección es tan fácil. Es cuestión de humildad, como siempre.

. “Al día siguiente quiso Jesús salir hacia Galilea.”

. Evidentemente, el querer de Jesús no obedece al capricho o a la comodidad. Hace cada cosa en su momento (“al día siguiente”), siguiendo un plan. Va “hacia Galilea” al encuentro de Felipe, como antes había ido al encuentro de Juan y Andrés, o esperó localizado que le trajeran a Simón. También nosotros hemos de movernos por motivos apostólicos: ir a buscar a la gente, ir a donde están.

. Jesús lleva la iniciativa. Los apóstoles hacen lo que diga el Señor (“quiso Jesús”). Ni se plantean qué es lo que quieren ellos, porque lo que quieren es estar con Jesús, seguirle, ser útiles.

. “Encontró a Felipe y le dijo: «Sígueme».”

. Da la impresión de que el Señor era muy directo. A cada uno le dice inmediatamente lo que quiere y espera de él. No se anda con rodeos. Aprovecha el tiempo. Probablemente Jesús preparó cada uno de esos encuentros –que ya se ve que no son casuales- con mucha oración previa. Por eso es tan rápido y tan eficaz.

. El “encontró” es distinto del “se encontró”: destaca la intención de búsqueda, hay un plan preconcebido.

. “Sígueme” es la palabra que mejor define la vocación. La vocación no es solo una llamada, ni siquiera una llamada divina, sino una invitación –en forma imperativa- a seguir a la Persona de Jesucristo. Jesús dice a Felipe que le siga, que le siga a Él. No dice síguenos, que siga al grupo, para dejarnos claro que nuestro seguimiento del Señor no depende de los demás. Nos alegra que sean muchos los que sigan al Maestro, pero el seguimiento es personal. Si seguir al Señor depende de quienes le siguen significa que le queremos poco.

. Felipe se incorporó al grupo de los apóstoles inmediatamente. No preguntó ¿a dónde vamos? ¿cuánto durará el viaje? ¿qué haremos? Es un seguimiento, una entrega, incondicional, sin condiciones. Seguir a Jesús es dejarlo todo y estar dispuesto a todo. Es fiarse del Señor, que dirá en cada momento lo que conviene hacer. No se trata de pactar nada o de llegar a un acuerdo.

. Hoy Jesús nos llama a todos a ser santos, a seguirle muy de cerca, a identificarnos con Él, a ser sus discípulos. Y a muchos nos ofrece como a los apóstoles la posibilidad de vivir más cerca de Él. Nuestra disponibilidad ha de ser total. Señor, si quieres, aquí estoy para lo que quieras.

. “Felipe era de Betsaida, patria de Andrés y de Pedro.”

. Juan, Andrés, Simón, Felipe, después Natanael: el fenómeno vocacional se extiende como una mancha de aceite entre familiares y conocidos de los apóstoles. Esta “tradición apostólica” es bueno que no se pierda. Cada nuevo apóstol debe preguntarse cómo hacer participar del ideal de santidad a familiares y amigos: rezando por ellos, siendo ejemplar y mostrando con atractivo el camino del amor a Dios (ganar en amabilidad, alegría, espíritu de servicio, intensidad en el trabajo), y hablando con ellos de vida cristiana.

. “Felipe se encontró con Natanael y le dijo:”

. Felipe ha aprendido de Jesús a ser rápido y directo. Quien tiene una buena noticia la comenta con naturalidad. Es algo espontáneo, nada forzado. Los amigos saben las cosas importantes que nos ocurren. ¿Saben nuestros amigos que queremos ser santos? ¿qué hacemos Oración y vamos a Misa, etc.?

. La santidad no es para gente rara o especial, ni para un grupo de élite. No nos sentimos diferentes. Lo natural es pensar que nuestros amigos pueden participar de la alegría de saberse hijos de Dios. Si Jesús es mi Amigo, ¿por qué no va a serlo de los demás? Si el Señor es tan bueno, y su doctrina tan bonita, ¿por qué los demás no van a querer ser sus amigos?

. A Felipe le faltó tiempo para hablar con Natanael. ¿Y a nosotros? ¿hay algún familiar o conocido al que a pesar de los años de estar juntos nunca le hemos hablado de Dios? Es cuestión de amor (a Dios y a las personas). En cualquier caso es de fácil remedio: hablémosles cuanto antes.

. “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los Profetas: Jesús de Nazaret, el hijo de José.”

. Felipe está entusiasmado. Está convencido de que Jesús es el Mesías esperado (de quien escribieron Moisés y los Profetas). Pero su idea del Mesías es un poco pobre, poco sobrenatural, demasiado humana (“Jesús de Nazaret, el hijo de José”), quizá lo ve como un libertador del yugo de los romanos. Y se nota que no estuvo con Juan y Andrés en casa del Señor (sino habría dicho “Jesús de Nazaret, el hijo de María”).

. El seguimiento de Jesús no excluye una maduración en la vocación, un proceso de conocimiento cada vez más profundo. A la ilusión y obediencia del “sígueme”, sigue el conocer y amar al Señor, que llevan al amor a la Cruz y al ansia del Cielo.

. Ese primer conocimiento de Felipe es suficiente para seguir a Jesús. En realidad nunca conocemos completamente al Señor, que nos sorprende una y otra vez en nuestra vida de entrega.

. “Y le dijo Natanael: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?»”

. La respuesta de Natanael es sorprendente. Para Felipe fue como un cubo de agua fría. Al entusiasmo de Felipe responde Natanael con indiferencia e ironía. No se toma en serio el descubrimiento de su amigo.

. Gracias a Dios Felipe tuvo paciencia. No se enfada con su amigo. No se toma en serio su negativa. Vuelve a intentarlo. Felipe conoce a Natanael. Por eso le habla de Jesús. Y por eso su respuesta negativa no le impide ver su buen corazón. Aunque Natanael duda del hallazgo de su amigo sí que tiene interés en conocer a Jesús. A veces lo importante son los hechos, no las palabras.

. ¿Te desanimas antes las dificultades en el apostolado? ¿conoces a tus amigos, sabes descubrir sus cualidades a pesar de las apariencias?

. “Felipe le contestó: «Ven y verás».”

. Felipe evitó entrar en una discusión teórica e infructuosa. Porque una persona diga que no no significa que siempre dirá que no. Hemos de aprender a insistir, dar nuevas oportunidades.

. El “ven y verás” recuerda el “venid y lo veréis” de Jesús a Juan y Andrés. Es un “método apostólico” muy evangélico, que utilizaba el Señor y que imitaron sus apóstoles.

. Felipe apela a la amistad. Si no te crees lo que has oído, fíate de mí. Y como eran amigos de verdad, Natanael le sigue. Reaparece la importancia de vivir las cosas, de experimentarlas. Repetir los consejos sin vivirlos (haz la Oración, reza el Rosario, etc.) cansa, aburre (a quien los da y a quien los recibe). La mejor manera de aprender a hacer las cosas es haciéndolas, intentándolo.

. Nadie puede sustituirnos en nuestra relación personal con Dios. Pueden rezar por nosotros, animarnos, etc., pero no rezar ocupando nuestro lugar. Cada uno somos únicos, irrepetibles, independientes: si quiero rezo y si no quiero no rezo. De ahí la importancia del “verás”, lo verás tú, con tus ojos.

. “Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:”

. El Señor esperaba ese encuentro. Pensaba en su nuevo discípulo. Por eso saluda a Natanael antes que a Felipe. Jesús conoce perfectamente a Natanael: sabe lo que acaba de decir, lo que hacía antes, sus pensamientos más íntimos.
Una vez más Jesús miraría con inmenso cariño al nuevo apóstol, que se sintió bien acogido. Ese recibimiento caluroso despierta en él la confianza que le permite hablar con naturalidad con Jesucristo.

. “«He aquí un verdadero israelita en quien no hay doblez».”

. ¡Qué bonita la manera de actuar de Jesús! Nos da una lección magistral de amistad. En vez de reprocharle a Natanael sus palabras irónicas –que conoce perfectamente- destaca sus virtudes, sus cualidades. ¿Hacemos lo mismo con nuestros amigos? ¿cuándo nos preguntan por ellos les alabamos o comentamos sus fallos? ¿nos lleva la Oración a descubrir y considerar las virtudes de los demás o la visión humana hace que nos obsesionemos con sus defectos? Los cristianos –como Jesús- hemos de ser radicalmente positivos.

. Lo que otros calificarían de defecto el Señor lo presenta como una virtud porque mira a Natanael con ojos de cariño. Cuando no vemos cosas buenas en los demás, o pensamos que no tenemos nada que aprender de ellos, o que no sirven para ser santos, sencillamente no sabemos mirar, tenemos la mirada turbia.

. Si tenemos en cuenta que Jesús es israelita –se encarnó en una raza concreta- atribuir a una cualidad o virtud el distintivo de esa raza tiene mucha importancia. El israelita verdadero es el que es noble. Dios es amigo de la verdad, y detesta la mentira. Jesucristo se define así mismo como “el Camino, la Verdad y la Vida”. El demonio es el padre de la mentira. No podemos agradar a Dios si no somos sinceros.

. Natanael es noble, sincero, sencillo. En él “no hay doblez” ni engaño. Dice lo que piensa, se muestra como es. No tiene nada que ocultar. Es enemigo del disimulo, de la hipocresía, del engaño, del aparentar. No tiene respetos humanos: ni con Felipe ni con Jesús. No desprecia a los demás –es capaz de seguir a Felipe- pero no hace o deja de hacer en función del qué pensarán o del qué dirán. Es fácil saber qué piensa Natanael porque no lo oculta, es transparente, en él “no hay doblez”.

. Jesús no solo alaba a Natanael sino que describe cómo deben ser sus discípulos. ¿Estamos convencidos de la importancia absoluta de la sinceridad para nuestra santidad? La “doblez” es incompatible con el ser apóstol. Sin unidad de vida no se puede seguir a Jesús ni progresar en la vida interior.

. “Le dijo Natanael: «¿De qué me conoces?».”

. El cariño del Señor facilita la confianza en el diálogo. Pero Natanael no es una persona a la que se pueda engañar mediante la adulación, como quizá ocurra con nosotros. Es un arma peligrosa que muchas veces utilizará el demonio: tú si que eres tolerante, tú sí que eres abierto, tú sí que no eres rígido. Y el resultado es que nos callamos, por miedo a contrariar. Natanael no es así, por eso lo alaba el Señor.

. “¿De qué me conoces?” ¿cómo puedes decir esto de mí si acaban de presentarnos? ¿de verdad sabes quién soy? Si me conocieras quizá no hablarías tan bien de mí. Pero Jesús –lo sabemos bien- nunca se equivoca. Y con nosotros tampoco. Es una falsa humildad contradecir al Señor que se ha fijado en nosotros. Dios nos conoce muy bien. Decir yo no soy tan bueno como piensa Jesús, se equivoca cuando quiere hacerme apóstol suyo, es comodidad, cobardía, egoísmo, falta de docilidad, y siempre falta de fe.

. Si no somos sinceros con nosotros mismos, sin “doblez”, no seremos sinceros con Dios. Es muy fácil engañarse con el “no veo” cuando en realidad lo correcto sería decir “no quiero”. Jesús nos habla de entrega. Natanael sabe que el objeto de aquella conversación no es hablar de sus cualidades (de si es educado, etc.). Por eso no agradece el comentario de alabanza como un cumplido. Centra la conversación en su “encuentro” con el Mesías (de quien escribieron Moisés y los Profetas), sin distracciones inoportunas. Actuamos con “doblez” cuando decimos hacer Oración pero en realidad no hablamos con Dios de nuestra vocación sino de otras cosas (mortificación, amor a la Virgen, etc.).

. “Jesús le respondió y dijo:”

. Jesús responde siempre. No es verdad que el Señor no nos hable. Antes de que busquemos a Dios Él ya nos buscaba. Si no responde es que no le hemos preguntado. ¿Somos claros con Dios en nuestros ratos de Oración? ¿nos atrevemos a preguntarle de verdad qué quiere, o por miedo a la respuesta hay preguntas –las importantes- que no formulamos? El joven rico por lo menos preguntó. A veces nosotros ni eso (ya sé lo que me dirá el Señor, etc.).

. Si tú quieres hablar con Dios y Dios quiere hablar contigo es imposible que no haya diálogo. Dios no es mudo. El único problema puede ser de “sordera” por tu parte (demasiados ruidos en tu vida te impiden oír la voz de Dios: música, televisión, activismo; sensualidad; preocupación excesiva por acumular bienes materiales; el egoísmo de encerrarte en tus cosas, en tu pequeño mundo) o de “mudez” (huyes del silencio; no te atreves a hacer Oración; no quieres pensar en serio –por cobardía infantil- qué quiere Dios de ti, ahora, en este momento).

. “«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi».”

. Es Dios quien llama. Antes de que un amigo –Felipe- nos hablase de vocación Dios ya nos llamaba. El apóstol que sale a pescar (“pescadores de hombres”) sabe que los “peces” los pone Dios. Nadie puede darnos la vocación si Dios no nos llama. La misión del apóstol es colocar a la gente delante de Dios, el resto es cosa de Dios.

. Hemos de “entrenarnos” para ver la voluntad de Dios detrás de todo lo que ocurre a nuestro alrededor (“cuando estabas debajo de la higuera”). La presencia de Dios, el ambiente de Oración, es fundamental para entender lo que Dios nos pide.

. Hay personas que se obsesionan con el ver, cuando la vocación es una llamada (“sígueme”). Pero puestos a ver, lo importante es que Dios nos vea (“yo te vi”). Es Dios quien se fija en nosotros, aunque no seamos conscientes durante algún tiempo (como Natanael). Cuando nos damos cuenta de que Dios nos miraba todo “cuadra”, como las piezas sueltas de un rompecabezas. La vocación ayuda a hacer una “relectura” de toda nuestra vida en “clave vocacional” (porque Dios me estaba mirando soy hijo de mis padres, estudié en ese colegio, conocí a aquel amigo, etc.).

. “Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel».”

. No está mal el cambio experimentado en Natanael (en cuestión de minutos pasa de la ironía a una confesión de fe como pocas en el Evangelio). La definición de Natanael sobre quién es Jesús supera con creces la de Felipe. Nos equivocamos cuando pensamos que la gente no puede cambiar. La esperanza es muy importante para ser apóstoles.

. La sinceridad de Natanael es total. No le importa que Felipe oiga lo que le dice a Jesús. Rectifica públicamente. Probablemente Felipe entendió mejor quién era Jesús gracias a las palabras de su amigo.

. “Jesús contestó y le dijo: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores que éstas verás».”

. Una prueba de la divinidad del Señor es que conoce todo. Ve lo que otros no pueden ver (pensamientos, afectos, acciones secretas u ocultas) y ve sin ser visto. Pero la mirada de Jesús no es de control, de vigilancia desconfiada. Dios no es un policía. Dios nos contempla con ojos de padre y de madre: con cariño, nos protege.

. Es verdad que conozco hasta tus más ocultos pensamientos, dice Jesús, que hay cosas de tu conciencia que solo conocéis Dios y tú (y que solo puedo conocerlas porque soy Dios), pero verás cosas mucho más sobrenaturales (milagros).

. La promesa del Señor de ver “cosas mayores” afecta a todos sus apóstoles. Jesús nos invita a una aventura divina. La ilusión del comienzo es solo el principio. Iniciamos un camino largo y variado. Hacer Oración es vivir de fe. La “prueba” que recibe Natanael no es definitiva (verá “cosas mayores”), lo necesario es fiarse de Dios, tener confianza, abandonarse en el Señor.

. “Y añadió: «Os lo aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».”

. En las cosas sobrenaturales las pruebas definitivas son las sobrenaturales. Para decir que sí a Dios no bastan los argumentos humanos (“cuando estabas debajo de la higuera, yo te vi”). Decimos que sí a Dios cuando nos hablan de fe. Jesús habla a sus apóstoles del cielo, de los ángeles, de que Él es Cristo.

. Para ser generosos en la vocación, en la entrega, en el seguimiento de Jesús, hemos de pensar mucho en el Cielo que nos espera, encomendarnos al Ángel custodio, tratar mucho a Jesucristo. Contamos con la “garantía” de Dios, con su Palabra (nos asegura que veremos todo eso).

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