20.4.08

Creación

El Cardenal de Viena cuenta en una meditación que un amigo suyo fue a clases con Lagrange. Un día, dijo: "Dios..." y se calló. Volvió a intentarlo. Y a la tercera, se levantó y se fue... Desbordado, optó por marcharse...

En la vida de un académico... se encuentra ante el misterio de Dios.

Dios, inabarcable... pero Dios decide transmitir el ser a nosotros hombres, con una imagen y semejanza suya, por un derroche de su amor.

Que nos asombremos de ese hecho: un Dios que nos desborda, ha decidido crear un mundo, y a mi

Dios está en cada hombre como su creador. Hay una presencia fundante de Dios en cada hombre. La obra necesita del autor mientras se confecciona. En el hombre, está Dios creador.

(1 Jn 1, 7).

Profundizar en la presencia de Dios. Que no es una cuestión de memoria.

La presencia de Dios es fundante. Hace que seamos. Es el amor ininterrumpido hacia cada uno: porque nos quiso, nos quiere.

Somos, porque Dios nos quiere.

Ante mundi constitutionem (Ef).

Dios está presente en mi vida, es más íntimo que mi propia intimidad (San Agustín).

La presencia de Dios no es hacer esfuerzos de imaginación.

Dios está en nosotros, haciendo que seamos, para conducirnos con nuestra colaboración.

Dios no nos abandona nunca, ni siquiera cuando pecamos.

Vamos a dar un paso más: situados así, ¿Por qué cada uno de nosotros? ¿Por qué existo yo?

La existencia es la vocación primera, de la que derivan las demás vocaciones.

Dios se enamora de la singularidad de cada uno, de la individualidad. Esta es mi grandeza. Este es el telón de fondo de nuestra vida.

Cuando Dios hace la creación nos elige.

Pensarlo en novedad, superando la frivolidad sobrenatural. Estas verdades siempre desconciertan.

Cada uno de nosotros somos una nueva creación de Dios.

Herejía: en el comienzo de la creación Dios creo las almas, y las retuvo, para ir después aplicándolas.

La potencia de Dios se vuelca en la creación de cada persona. En el desplegarse de la vida de esa persona vienen las demás vocaciones.

Dios nos ama hasta el punto de que somos. San Josemaría usaba una imagen: somos trono de la Trinidad beatísima. Dios está asentado en nosotros.

Cuando Dios crea, crea alguien distinto de sí y lo coloca fuera de sí, pero al elevarlo al orden sobrenatural, Dios toma a esa criatura y la mete dentro de sí.

Vivimos en el corazón de la vida trinitaria.

Dios no es un ser próximo, cercano... Es más íntimo que mi propia intimidad.

Elegidos para ser santos, en su presencia... para alabanza de la gloria de la gracia.

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