9.4.08

La vocación de San Mateo

VOCACIÓN DE MATEO (Mt 9, 9-13) (Mc 2, 13-17)(Lc 5, 27-32)

. “Cuando Jesús partió de allí, vio a un hombre, llamado Mateo,” (“De nuevo salió por la orilla del mar. Y toda la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví el de Alfeo,”) (“salió y vio a un publicano, llamado Leví,”)

. Es interesante meditar cómo Mateo relata su propia vocación, ese encuentro con Jesús que cambió su vida.

. La iniciativa es de Dios. Es Jesús quien ve a Mateo, porque le busca y lo encuentra. El Señor sabe quien es Mateo: su nombre, su lugar de trabajo, sus cualidades. “Vio” a Mateo, entre la multitud, porque le buscaba a él, no porque Mateo vistiese de forma rara.

. “sentado en el despacho de tributos,” (“sentado en la oficina de impuestos,”)

. Jesús busca a sus discípulos en su lugar de trabajo. A Dios le interesan las veinticuatro horas de nuestro día. No hay nada que quede al margen de la santidad: familia, trabajo, amistades, relaciones sociales, aficiones. La vocación cristiana no es algo externo, como un sombrero. Somos hijos de Dios: estemos donde estemos y estemos con quien estemos.

. El trabajo profesional también es ocasión de encuentro con Dios. No podemos tener una doble vida: Dios (Misa, Oración, rezos, Confesión) y la vida real (familia, trabajo, amistades, aficiones).

. El trabajo, que es lo que más tiempo ocupa del día, no es un muro que nos separa de Dios. Al Señor le encontramos en la iglesia (y en los ratos de Oración), pero debemos esforzarnos por encontrarle también en el trabajo.

. ¿Cómo vas de presencia de Dios durante el trabajo? ¿te acuerdas de Dios durante el trabajo y lo ofreces por intenciones apostólicas? ¿saber que Dios te ve en todo momento te ayuda a acabar con perfección tu trabajo?

. “y le dijo: «Sígueme».”

. Jesús es muy directo. No pierde tiempo dando explicaciones. Cuando Dios llama no hay nada que explicar. Lo que hay que hacer es obedecer. Según los Evangelios el Señor utilizó muchas veces la expresión “sígueme” al llamar a sus discípulos. Quizá porque la llamada es para seguirle.

. La vocación es una invitación a estar con Jesús, muy cerca de Él. Antes que “dejar” cosas o “hacer” cosas la llamada es “seguir” al Señor. Dios ofrece su amistad. Nos invita. Los amigos se eligen (los elegimos y nos eligen). Nadie puede imponer su amistad a otro. Jesús anima a formar parte de los íntimos.

. “Se levantó y le siguió.”

. Mateo escoge entre comodidad (“sentado” en su despacho) y aventura (“se levantó”); entre seguridad y riesgo. Pero no es cuestión de gustos personales (de lo que prefiere). Lo definitivo es que el Señor le llama. Quien escoge es Dios, no nosotros.

. Ante la llamada se puede corresponder o no, pero no somos libres para ser llamados o no. Jesús no sólo pasa junto a nosotros sino que nos llama.

. La reacción de Mateo, como la de los demás apóstoles, es todo un modelo. Se levanta y sigue al Señor. Así de fácil y así de rápido. Los apóstoles lo tienen claro. A Dios no se le hace esperar. Su respuesta no es alocada, inconsciente. Mateo está en su “despacho de tributos”. Sabe lo que hace. Y lo hace porque se lo pide Jesús.

. ¿Eres generoso cuando Dios te pide cosas concretas o retrasas tu sí? ¿te excusas, por falta de fe, en que necesitas más tiempo para entregarte porque no confías en la ayuda de la gracia?

. “Y sucedió que estando a la mesa en casa de él, vinieron muchos publicanos y pecadores y se pusieron a la mesa con Jesús y sus discípulos.” (“pues eran muchos los que le seguían”)

. Jesús busca a todos, a sanos y enfermos. No excluye a nadie. El Señor se mezcla con los “publicanos” y los “pecadores”. No es enemigo de nadie. Incluso comparte “mesa” con ellos. Todo el que quiere acercarse a Él puede hacerlo.

. Incluso los “pecadores” pueden ser elegidos, llamados, para ser discípulos de Jesús. Es sorprendente. Algunos se escandalizan. Y algún elegido pretende excusarse con que es un “pecador”. Es Dios quien decide quién es digno.

. El Señor quiere que también le acompañen sus discípulos para que aprendan a estar cerca de todos sin provocar distancias innecesarias que dificulten la conversión.

. “Los fariseos, al verlo, decían a sus discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con publicanos y pecadores?».” (“Los escribas y los fariseos,”)

. La división entre buenos y malos es propia de los hombres pero no de Dios. Para los “fariseos” los “publicanos y pecadores” son malos, y los desprecian y esquivan. Para Jesús todos deben ser salvados, nadie es excluido. Quizá cuesta más convertir a los “fariseos” que a los “publicanos y pecadores” porque piensan que no necesitan ayuda de nadie.

. Cuando falta caridad, amor de Dios, es fácil caer en el error de distinguir entre puros e impuros. Dios nos invita a rezar por los pecadores, a ayudarles con el ejemplo, a convencerles con el atractivo de la verdad, pero nunca a despreciarles ni siquiera interiormente.

. Dudar de los deseos de cambio y mejora de los otros es falta de fe. Si los demás se convierten debemos alegrarnos. Los “fariseos” son muy rígidos. La gente es buena o mala; las cosas son blancas o negras. Un hombre de bien no debe mezclarse con “publicanos y pecadores”.

. Jesús no hace nada malo (“come”). No hace el mal para ganarse a los malos. Ha venido a salvar a todos y por eso busca el trato personal con cada uno. No cede en la doctrina pero intenta provocar la conversión.

. “Pero él, al oírlo, dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.”

. Es una verdad sencilla pero que solemos olvidar. El médico no se escandaliza de los males de sus pacientes (si estuviesen sanos no acudirían a él). El apóstol, porque debe ayudar, necesita mucha paciencia, comprensión, ser muy humano.

. La fortaleza es virtud importantísima para ayudar a los demás. Quien tenga miedo a corregir no sirve para formar ni curar. ¿Puede curar un médico que tema al dolor de sus pacientes, negándose a utilizar el bisturí o el alcohol porque escuece?

. Si no contamos con el sufrimiento propio y ajeno es imposible corregir los vicios o deficiencias de los demás. Lo cómodo es callar, pero así no ayudamos. Reprender, o exigir, abrir horizontes, es necesario para el progreso personal.

. “Id, pues, y aprended qué significa: «Misericordia quiero y no sacrificio»;”

. Hay cosas básicas que ponen en entredicho lo demás. Sin “misericordia” las aparentes buenas acciones carecen de valor. Si la educación no fomenta la misericordia está mal planteada. Si la lucha ascética no acaba en misericordia no es auténtica, no es santa, no es de Dios.

. Es la misericordia de Dios (“Misericordia quiero”, Yo, el Señor). La rectitud de intención, buscar y aceptar la voluntad divina, desear el bien al prójimo, la misericordia, etc., afectan a la bondad o maldad de nuestras acciones. Dios quiere que seamos misericordiosos como Él (como el Padre misericordioso de la parábola del hijo pródigo).

. Dios quiere y acepta el “sacrificio” en la medida que manifiesta amor a Dios y a los demás. La misericordia mueve a sacrificarnos por los otros. Pero el sacrificio sin misericordia es algo muerto, sin vida, apariencia de bien.

. “pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».”

. Como “pecadores” somos todos Jesús ha “venido a llamar” a todos. Dios llama a “justos” y “pecadores”. El Señor destaca su decisión de salir en busca, al encuentro de los alejados (como la oveja perdida). Los “justos” ya han sido llamados, santificados, ahora se trata de recuperar al resto.

. La justicia divina no coincide con la humana. Para Dios el justo es el santo. Una decisión o actuación es justa si es santa, acorde con la voluntad de Dios. La justicia sin caridad no agrada a Dios.

. Los “fariseos” se tenían por justos, pero su corazón está muy lejos de Dios (del “Maestro”) y de los hombres (“publicanos y pecadores”).

. La llamada a la santidad es para todos. No podemos excluirnos pensando que somos “pecadores” (eso sería comodidad, cobardía, rechazo de Dios que nos llama). Ni pensar que ya somos santos (como los “fariseos”) y despreciar a los otros como seres inferiores, incapacitados para entender la necesidad de conversión.

. Humildad no es decir soy un pecador sino luchar por cumplir la voluntad de Dios (con la ayuda de su gracia). La vocación a la santidad y a la entrega, por ser sobrenatural, nos supera, y exige mucha fe y confianza en Dios.

. Seríamos unos “fariseos” si dijésemos: Dios ya sabe que soy un pecador y que no puedo dar más de sí (equivale a decir: no puedo ser mejor, ya hago todo lo que puedo…, soy muy bueno…, no como otros). El que se siente de verdad pecador, reza, lucha, pide ayuda, para convertirse y agradar a Dios.

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