9.4.08

Amor a los enemigos

AMOR A LOS ENEMIGOS (Lc 6, 27-38) (Mt 5, 39-48)


. “«Pero yo os digo a vosotros que me escucháis:”

. Cuando lees y meditas la Palabra de Dios recuerda que es Dios quien habla. La fuerza de la Sagrada Escritura proviene de ahí (“pero Yo os digo”). Aunque resulte exigente, por venir de Dios, esa doctrina es indiscutible, incuestionable.

. Ayuda mucho a hacer Oración con el Evangelio leerlo en primera persona y en singular. El Señor, en este momento, se dirige a cada uno a solas (“pero yo te digo”). Realmente es así.

. No eres un espectador. Jesús te interpela. Te pregunta. Espera una respuesta. Sobretodo espera obras. Hay gente que no escucha al Señor. Tú sí. Y, porque escuchas, con buenas disposiciones, con ganas de aprender y de vivir lo que oigas, el Señor te dice cosas concretas. Algunas son difíciles de cumplir. O imposible, si no cuentas con su ayuda, con el auxilio de la gracia.

. No te extrañe que algunos no quieran oír a Jesús. Tampoco los escribas y fariseos le escuchaban. Solo pensaban en cómo poder acusarle para matarlo. Y eso que vieron milagros. El Señor se dirige a ti, a los hombres de buena voluntad. Y por eso espera mucho de ti. No le defraudes. Te necesita.

. “amad a vuestros enemigos,”

. Si no lo dijese Jesús pensarías que habla un loco. Hay gente muy culta capaz de liberarse del odio, de la venganza, del rencor. Intentan olvidar o perdonar. El Señor pide mucho más: que ames a tus enemigos.

. Amar a los enemigos es rezar por ellos, desearles la felicidad terrena y eterna, ayudarles si te necesitan. Solo un corazón lleno de amor de Dios es capaz de esto. Amar a los amigos, que son amables y te quieren, es fácil. Amar a los que se declaran enemigos es una exigencia de Dios. No puedes cumplirla sin su ayuda. ¿Les amas de hecho?

. El enemigo molesta, incordia, fastidia, enreda. Y Jesús te pide que le ames. ¿Por qué? Primero, para liberar tu corazón del rencor. El odio nos destroza. La falta de caridad interna mata la alegría. La crítica es como un veneno. Dios te quiere feliz. Y segundo, porque solo puedes ayudar a quien amas. El desprecio o la indiferencia no se pueden disimular. La antipatía se nota. Lo único que puede convertir a los enemigos es el cariño. Solo el amor, la comprensión, los puede transformar en amigos. Quien se siente querido está abierto a recibir consejos o ayuda. De los primeros cristianos los paganos comentaban: mirad como se aman. Fue probablemente un motivo de conversión en masa.

. Jesús no pide que seamos ingenuos. No se trata de buscar a los enemigos para que nos maltraten o cometan injusticias (que es ofender a Dios). Pero han de notar que les amas, que perdonas, que pueden recuperar tu amistad si quieren.

. “haced el bien a los que os odian,”

. Si tenemos la oportunidad de ayudar a quien nos odia, Jesús invita a no desaprovechar esa oportunidad. Es la manifestación externa del amor interno. Negar ayuda al necesitado no es cristiano. La caridad es superior al civismo o educación. No se trata de guardar las apariencias. Los obras dan autenticidad a las palabras.

. “bendecid a los que os maldicen,”

. Bendecir a alguien es desear que sea feliz. Que Dios te bendiga significa que Dios pueda hablar, decir bien de ti, aprobar tus obras y conducta. Maldecir es desear el mal porque pensamos que alguien debe ser castigado.

. Si alguien te maldice mantén la calma. Los prejuicios, la calumnia, etc., nos presentan como enemigos ante quienes ningún mal hemos hecho. Después de aclarar un malentendido a veces cesan las críticas y vuelve la paz y la amistad. Si maldicen a otro ayuda a que se viva la caridad. Y si te maldicen sin razón ofrece a Dios esa contrariedad pero no dejes de obrar el bien.

. Siempre se puede decir algo bueno de los demás. No se trata de presentar el mal como bien pero sí de demostrar cariño. La caridad ayuda a ser pacientes, comprensivos, a confiar en los deseos de mejorar en el futuro. Hemos de hablar de los demás como si estuviesen delante. Y siempre, sabiendo que Dios nos escucha.

. “orad por los que os calumnian.”

. Hemos de rezar por todos, justos y pecadores. Jesús murió en la Cruz cuando éramos pecadores. No rezamos para que sigan calumniando (ofenden a Dios). Pedimos a Dios que por su misericordia se apiade y conceda la gracia del arrepentimiento. La calumnia no justifica que faltemos a la caridad. Solo Dios juzga. Con prudencia y fortaleza convendrá aclarar la verdad pero facilitando la rectificación y sin ofensas personales.

. “A quien te hiera en una mejilla, preséntale también la otra;”

. Ser cristiano no es carecer de carácter o personalidad. El discípulo de Cristo no puede ser encogido o timorato. Ante la herida u ofensa injusta no debemos ser cobardes. Si el primer golpe ha sido por sorpresa, el segundo no. No se trata de retar al otro, de plantarle cara, sino de que entienda que nuestra acción es justa. Jesús se encaró con el soldado que le abofeteó injustamente.

. Por Dios y por las cosas de Dios debemos sufrir ataques que el Señor permita, sin miedo. Ante la humillación o la crítica no cabe reaccionar como si nos hubiésemos equivocado. La defensa de la verdad es incómoda y exige fortaleza.

. “y a quien te quite el manto, no le niegues la túnica.”

. La prudencia, en cada caso concreto, ayuda a encontrar la solución correcta. A quien necesita ayuda, aunque haya actuado mal (robo), debemos ayudarle. Si el “manto” no es suficiente debemos facilitar la “túnica” voluntariamente sin que nos quiten las cosas. A veces una sustracción descubre el estado de necesidad (material o espiritual) de alguien y debemos socorrerle.

. “Da a todo el que te pide y no reclames a quien toma lo tuyo.”

. Jesús no es contrario al derecho o a la propiedad privada. Invita a mirar a la persona, al necesitado. A no excusarnos en la justicia para faltar a la caridad.

. La invitación a dar no tiene límite. Ser solidario es compartir los bienes con todos, no solo con los amigos. Quien acude pidiendo ayuda debe ser atendido. Mientras tenemos podemos dar.

. No reclamar significa no llevar una lista de favores. Lo dado, dado está. Lo que se da no se quita, no debe ser reclamado.

. “Tratad a los hombres del mismo modo que deseáis que ellos os traten a vosotros.”

. El Señor te indica cómo debes actuar (“del mismo modo que deseáis que ellos os traten”). La condición previa no es que ellos hagan lo mismo. Lo hacemos porque lo pide Dios y cualquier corazón lleno de humanidad.

. Encontrar a solas (por la calle) o en caso de necesidad a quien hemos tratado bien es agradable. Cruzarnos con quien hemos maltratado es incómodo.

. La indicación está clara. Todos agradecemos ser tratados con amabilidad, respeto, cariño, etc. Si algo nos molesta es la indiferencia, la crítica, etc.

. “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman.”

. El cariño provoca cariño. Lo espontáneo y natural es sentir simpatía por quienes son amables. No es que no tenga “mérito” pero exige poco esfuerzo. Es muy humano. Solo gente muy perversa, pervertida, no reacciona así.

. Jesús pide una reacción más sobrenatural. Amar a los que no nos aman exige esfuerzo. Debemos tomar la iniciativa por amor a Dios, sin esperar a recibir nada antes ni después. La caridad es mucho más que la mera filantropía.

. “Y si hacéis el bien a los que os lo hacen, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores hacen lo mismo.”

. La diferencia está en hacer el bien a todos, sin distinción. Ayudar como si debiésemos un favor, cuando nos han despreciado, tiene mucho “mérito”.

. “Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto.”

. Ayudar al necesitado, que nunca podrá devolver el favor, tiene “mérito”. Quizá con ocasión de un viaje. No volveremos a coincidir. Es un desconocido. Aquí no cabe el cálculo, salvo que atesoremos para el Cielo.

. “Vosotros, por el contrario,”

. “Vosotros” se refiere a quien escucha al Señor. No puedes compararte. Lo normal es que el santo actúe de modo diferente (“por el contrario”). Los demás no excusan tu egoísmo, pereza o sensualidad. Obedece a Dios.

. “amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio;”

. Si tu comportamiento no es diferente del ateo o pagano no tienes fe. Caridad no es racionalidad, civismo, educación. El amor de Dios es divino, superior. No se trata de ser muy humanos sino muy sobrenaturales (aunque lo segundo lleva a lo primero: a perdonar, etc.).

. “así será grande vuestra recompensa”

. Jesús promete mucho (“será grande vuestra recompensa”). Pero exige fe, mirar al futuro, pensar en el Cielo. Dios, que lo ve todo, nos recompensará. Se nos pide mucho (amar a los enemigos, etc.) pero se nos promete más.

. “y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y con los perversos.”

. Los hijos de Dios deben actuar movidos por el amor de Dios. La misericordia, el perdón, el amor verdadero, nos asemeja a Dios. Debemos imitar a nuestro Padre Dios (que “es bueno con los ingratos y con los perversos”). El bueno hace el bien, con todos. Los “ingratos” y los “perversos” no justifican mi mal comportamiento. Tratar bien, con corrección, al malo, es propio del bueno, del justo. Maltratar a los malos es malearse. Podemos y debemos corregir, con fortaleza y caridad, pero nunca actuar por odio ni maltratar a nadie.



. “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.”

. El Señor pide que seamos “misericordiosos”. No es optativo. Es una meta, un objetivo a conseguir. El discípulo de Cristo (“vosotros que me escucháis”) debe fomentar la misericordia, también en los demás.

. El modelo, una vez más, nos supera. No debemos ser misericordiosos como lo son las personas misericordiosas. Debemos imitar la misericordia de Dios. Es una misericordia divina. La raíz de la misericordia humana suele ser el dolor, el sufrimiento, la desgracia ajena (normalmente física o material: revés económico, enfermedad, muerte). El origen de la misericordia divina es la caridad: porque Dios nos ama desea nuestra felicidad terrena y eterna.

. La misericordia de Dios y del cristiano incluye la pena ante el pecador. No es suficiente el dolor natural ante el mal material (hambre, enfermedad, sufrimiento). El único y verdadero mal es el pecado. Más importante que la salud física es la salud espiritual; y que la felicidad temporal la felicidad eterna. La ignorancia religiosa, la frivolidad, la insolidaridad, la inmadurez afectiva, el egoísmo, etc., nos hacen sufrir y buscamos remediarlos.

. “No juzguéis y no seréis juzgados;”

. Otra indicación clara de Jesús: no juzgar. Tenemos ojos y oídos. Y vemos y escuchamos cosas. Pero no debemos juzgar si no es nuestra misión. La información incompleta, la precipitación o el apasionamiento nos lleva a emitir juicios equivocados o poco moderados. Opinar sobre todo y sobre todos nos pone en ocasión de pecado. No se trata de decir que está bien lo que está mal pero no podemos juzgar la intención.

. No debemos juzgar sin caridad. El cariño, la simpatía, es fundamental para respetar la realidad personal de cada uno. Y la justicia obliga a ir a las fuentes: a preguntar al interesado, a oír las dos campanas.

. Jesús nos anima a luchar. Esfuérzate en dominar tu lengua y tu juicio interno. El premio es que no serás juzgado. Si nos fijamos en lo positivo, en lo que une, en las posibilidades, si buscamos soluciones más que culpables, ayudaremos a los demás.

. Un buen remedio para no juzgar es “pues hazlo tú”. Somos muy teóricos. No contamos con las dificultades prácticas. Acabar bien las cosas, educar los hijos, dirigir un equipo de personas, arbitrar un encuentro, etc., cuesta. Cuando juzgamos con dureza nos falta realismo. Intentarlo ayuda a bajar humos.

. “no condenéis y no seréis condenados.”

. Todos cometemos errores. Todos tenemos malos momentos. Antes o después debemos pedir perdón. El Señor nos dice: no condenes, sé comprensivo, perdona, ayuda a quien pasa un mal momento. Si actúas así tus faltas serán perdonadas, juzgadas con benignidad.

. “Perdonad y seréis perdonados.”

. Quien no sabe amar no sabe perdonar. Perdonar es olvidar. Los errores del pasado no siempre marcan a los demás. La gente cambia, rectifica, mejora. La alegría es propia del perdón. Quien perdona es feliz. La amargura, el rencor, el pesimismo, anidan en el corazón del que no perdona. Si el tiempo no facilita el perdón somos esclavos del pasado, matamos el futuro y vivimos en el trauma.

. Si perdonamos nos perdonarán. ¡Qué vergüenza y qué difícil pedir perdón a quien no perdonamos! Y ante Dios siempre deberemos invocar su misericordia.

. “Dad y se os dará: una medida buena, apretada, colmada, rebosante echarán en vuestro regazo;”

. La promesa divina vuelve a ser tentadora. Se nos promete mucho. Más de lo razonable (“una medida buena, apretada, colmada, rebosante”). ¿Se puede pedir más? Pensamos poco en el Cielo.

. “porque con la medida que midáis seréis medidos vosotros».”

. Esta última advertencia merece ser meditada. Se nos invita a imitar a Dios (“Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”). Si no actuamos así seremos juzgados por nosotros mismos (“con la medida que midáis”). Solo cuando nos pagan con la misma moneda (indiferencia, crítica, egoísmo) vemos la gravedad de nuestro pecado. Es fundamental aprender a pensar en los otros, meterse en su piel.

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