20.4.08

Tibieza

Tibieza

Apocalipsis. 7 cartas a la Iglesia, como advertencias, con Cristo ya triunfante, pero donde empiezan los desatinos y las debilidades. Es una llamada de Dios.

“A la Iglesia de Laodicea Dios dice: conozco tus obras, no eres ni frío...”

Palabras durísimas. Dirigidas a nosotros. Tenemos este riesgo: la repugnancia de Dios.

“El que no está conmigo, está contra mi”. No caben las medias tintas.

Las apariencias, saber manejarnos, hacer nuestra voluntad, las medias tintas... Produce una gran repugnancia.

“Te lo dice el Amén”, el del sí, el del fiat...

Ser el Amén. Convertir nuestra vida en un amén, un fiat rendido a la Voluntad del Padre.

El Padre en ocasiones decía que a veces miramos a derecha e izquierda. No decimos que no, pero añoramos a derecha e izquierda.

Los síntomas de la tibieza aparecen en cuanto dejamos de rezar.

Igual que en la vida interior hay un plano inclinado hacia arriba, hay un plano inclinado hacia abajo, y el diablo lo sabe: un pequeño descenso que ni se nota. ¡¡Bah, pequeños hilos que no tienen importancia!! Esos flecos que hacen quedarse con el ovillo en la mano.

No ceder no es pensar en una exigencia agobiante: la santidad no es como construir el número de circo de bailar platos (los platos que tenemos que bailar son el examen particular, los consejos de la confidencia, de la confesión, lo que oímos en los medios de formación, las ideas que nos comentan de los Directores, lo que escribe el Padre en las cartas… y un largísimo etcétera). Este planteamiento es peligroso porque se rompe la unidad de vida.

La lucha por la santidad no es fraccionada, dividida... Pensar que es así es muy peligroso.

Si la oración y la misa no unifican nuestra lucha, faltará unidad de vida. “Sólo una cosa es necesaria”.

Ojo, porque si se rompe la unidad de vida se rompe el alma.

Hay que unificar, y cuando vemos cosas distintas, fracciones, oposiciones...

El Amén enumera los síntomas de la tibieza:

- Ya he llegado. Ya llevo mucho tiempo luchando. Que me dejen en paz. Ya he corrido bastante.

- Falta ver con ojos de eternidad.

- Eres un desdichado. Has perdido la dicha. Un miserable. Cicateros. Lo que yo he dado. Pobre, ciego y desnudo.

- Te aconsejo que me compres oro acrisolado, vestiduras y colirio para que unjas tus ojos y veas.

San Josemaría explica cinco manifestaciones de tibieza:

1. El abandono de la lucha por cumplir bien las Normas del plan de vida. (Deja de importar la manera de hacerlas).

2. Despreocupación de la ocupación general de la Obra: la santidad personal y la de los demás.

3. Vergüenza o abandono de la corrección fraterna.

4. Pensar que se hace mucho.

5. No tener interés por pegar esta locura de amor haciendo proselitismo.

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