20.4.08

Obediencia

Amor a la libertad. Nos tiende Dios una mano paterna. No impone nada. Cuenta con nuestra respuesta.

La entrega se entiende desde la libertad.

Nuestra respuesta es porque nos da la gana. Esto es para todo.

Dios nos tiende la mano Podemos dar a Dios lo que nos pide porque nos inunda de su gracia.

La entrega no es carga.

Somos privilegiados. Nos busca uno a uno.

La espera de Dios a su llamada. Es la prueba de nuestra libertad.

No nos pide Dios esfuerzos sobrehumanos, sino sobrenaturales.

Cuidado con imponer nada a los demás. No inventar nada nuevo. Que no haya imposiciones que dificultan la entrega (la cuenta de gastos cuadrada).

Dios espera ese esfuerzo como prueba de libertad.

“Y amar la obediencia bendita como respuesta a la bendita paternidad de Dios”.

La primera obediencia es a Dios que nos habla en la oración: sugerencias, luces, propósitos...

Si no obedecemos a Dios, no obedecemos, obedecemos por quedar bien, o por temor.

Obediencia al espíritu de la Obra, directamente.

Obediencia al proyecto de Dios en el proyecto divino de nuestro camino.

Concreciones de nuestro espíritu que llegan a través del cauce adecuado.

Empieza la obediencia en la oración, donde nos llega la Voluntad de Dios.

San Agustín, "He aquí que tu quería vivir... existen dos voluntades. Tu voluntad debe... Y no la de Dios torcida para acomodarse a la tuya".

En las indicaciones concretas es donde más cuesta obedecer. Nunca decir “a esto yo no obedezco”.

Obedecemos porque nos da la gana. De fondo está la identificación con Cristo y hacer la redención con el holocausto de mi voluntad.

Hb 5, 8-10 “Cristo, aunque era Hijo de Dios, aprendió por experiencia, en sus padecimientos, la obediencia, y, habiendo así llegado hasta la plena consumación, se convirtió en causa de salvación para todos los que lo obedecen, proclamado por Dios sumo sacerdote «según el rito de Melquisedec»”.

Hb 5, 8. Cristo aprendió la obediencia padeciendo. Lo vemos en Getsemaní.

El aprendizaje de la obediencia: doblegar la voluntad. Como Cristo.

Añade, “y consumado, fue hecho autor de la salud eterna para todos los que le obedecen'. Obedeciendo, nos unimos a la obediencia de Cristo y nos llega la salud eterna”.

Cristo no sólo obedeció a José y María. Obedeció a gente inicua. Como cordero llevado al matadero.

De la forma en que obedecemos, podemos ver nuestra correspondencia a la gracia.

No hay comentarios: