20.4.08

Fe

Miramos la vida de Jesús.

Pedimos la identificación. Luchamos por la imitación.

No podemos imitar a Jesús en la fe, porque nunca la tuvo.

Hay un tema muy misterioso en el obrar de Cristo (especialmente cuando hace milagros): cómo se une la actuación de Cristo con la fe del que recibe la gracia.

Cristo exige fe para hacer milagros.

Dios no puede hacer milagros sin fe. Para que haya milagros, se nos pide que aceptemos que puede hacerlo. Misterios de la libertad.

Tabor. Un poseído ante los discípulos y no pueden. Aquel hombre va quemando su fe ante la impotencia. "Al ver a Jesús se quedaron muy sorprendidos". Jesús baja de la Transfiguración.

El padre del chico cuenta: “y no han podido. Si puedes algo, ayúdanos” Cristo le dice: “todo es posible para el que cree”.

Aquel hombre está entre la espada y la pared. Piensa: “si tengo fe, el milagro se hace; pero no tengo fe”. Y hace una oración fantástica: “creo, pero ayuda mi incredulidad”.

Jesús dio por buena esa oración.

Aquel hombre dice a Jesús algo así como: “creo lo suficiente para pedirte que suplas mi falta de fe”.

Esta oración en la que pedimos fe es muy agradable a Dios.

Nuestro Padre pedía en el memento de difuntos adauge nobis fidem, spem et caritatem.

¿Es una petición de mi día, y de mi misa? ¿Me dirijo al Señor así?

Necesitamos fe porque necesitamos milagros. En la normalidad de lo divino y en lo extraordinario de lo ordinario vivimos entre milagros: cada paso que da una persona es un milagro. Necesitamos milagros.

Estamos rodeados de milagros.

Mucha gente que va a confesarse después de muchos años no saben porqué lo hacen. Esto es un milagro de primera categoría.

Uno de Casa tiene que cumplir con su misión con fe, porque por la fe Dios hace milagros.

"Vuestro Padre dará desde el cielo el Espíritu Santo a quienes se lo pidan".

Oímos a Dios: “¿crees que puedo? Que se haga conforme tú crees”.

Necesitamos pedir fe.

La fe es un acto personal: es creer en alguien. Por esto vienen las crisis: falta creer en alguien, tratando a alguien.

El “peligro” de la fe es la oración. Cuando disminuye el fervor en la oración, o no hay vida de oración, no hay fe. Porque la fe no es creer en algo, sino trato con Alguien, creer en Alguien.

La fe es una adhesión personal, de persona a persona. Después vendrá creer en algo, en lo que Dios me dice (que me lo dice habitualmente en la oración).

La fe no se pierde ni por el pecado mortal (se ensucia).

La fe aumenta cada vez que aumenta la gracia de Dios.

Es un don de Dios, gratuito, infundido por Él.

La fe no es aceptar que Dios existe. Esto es un teísmo, una cuestión de razón (el ateísmo es irracional. El ateo es un necio. Salmo 13).

La fe es luz. Fortes in fide, 1967. Muchos hablan de la fe como oscuridad Y donde hay oscuridad es fuera de la fe: natural, e infranatural consecuencia del pecado.

En este mundo de pecado hay una gran oscuridad.

La fe es don de Dios. Podemos destruirla, pero no alcanzarla.

Detrás de la duda teórica viene la mala conducta práctica.

Con nuestra fe hemos de asegurar la de los demás (la des, recibir cfi: aumentar la fe de esa persona, que haya una adhesión personal mayor a Dios).

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