20.4.08

Muerte

La muerte

Considerar los novísimos nos ayuda a agradecer al Señor el día.

Afrontar estos temas con la alegría de la esperanza.

De la muerte no se habla normalmente.

Dios nos da un tiempo para que libremente queramos vivir con Él.

Un tiempo que es gloria, si dejamos actuar a Dios.

La santidad no se improvisa, la construimos día a día. Cada día lo vivimos en novedad, con las pupilas dilatadas por el amor.

Este tiempo, es el tiempo penúltimo (Juan Pablo II).

La meditación detenida de los novísimos nos lleva a una vida distinta (Don Álvaro).

Dios nos da el tiempo que tenemos.

Jn 9 'mientras es de día'. Debemos hacer lo que Dios nos pide en nuestro tiempo. No tenemos un tiempo ilimitado.

Vivir el día en unión grande con Dios.

La vida de mucha gente es insensatez: acumular riquezas y vivir bien.

Hay que ir al paso de Dios. La urgencia no es precipitación ni angustia.

Los Directores no nos pican por picar ni nos incordian porque sí.

Da pena pensar en gente cercana que hemos tratado y no sabemos, literalmente, dónde están, qué ha sido de ellos.

Tenemos un tiempo para hacer el plan de Dios. Oído atento y voluntad tensa en la oración.

Salmo 89. Enséñame a contar mis días para tener un corazón sabio.

Valorar el día.

Todo aparece en nuestra vida de forma ordinaria. Hay una revelación de Dios en lo ordinario 'con la normalidad de lo divino'. En lo ordinario se revela lo extraordinario. 'Lo extraordinario de lo ordinario' es nuestra comunicación con Dios. Y vamos estrujando nuestros días.

El minuto heroico se puede entender como una gran mortificación, de dominio del cuerpo o como en el Salmo 62: 'por Ti madrugo'.

Y uno hace el ofrecimiento de obras. ¿De qué obras? Nos sorprenderemos. Las que Dios nos encargue. Las que llevamos apuntadas en la agenda y otras que no están apuntadas y Dios -si tenemos el oído fino- nos encargará.

Cuando morimos, cambiamos de casa. La despedida es un 'hasta luego'.

¡Qué grande es nuestra vida!

Nos enorgullece ser instrumentos en las manos de Dios.

San Josemaría rezaba al final del día: 'Dame una buena muerte, cuando, donde, como Tú quieras, pero si puede ser dame el spatium vere poenitentiae'.

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