20.4.08

Pecado

Nuestra vida tiene una “secuencia ternaria”:

- Palabra
- Respuesta
- Gracia

Cuando nos decidimos de verdad a cosas que no somos capaces, Dios coopera con nosotros (San Agustín).

El gran mal es decir “no”.

El “no” imposibilita un proyecto.

¿Tengo horror?

Van pasando los años y tenemos más vida interior. Es lógico que crezca el horror al pecado, y el dolor por los pecados propios y ajenos.

No hablar del pecado habitualmente no significa que estemos en la inopia. No podemos ser indiferentes. Nos duele. ¿Reparamos?

El pecado es una falta contra la razón.

Un mismo pecado es más grave en quienes tenemos más experiencia de Dios.

¿Desagraviamos? ¿Me duele?

No ser indiferentes. El alma sacerdotal se ha de notar de manera especial ante el pecado.

Sensibilidad interior. El riesgo de irse encalleciendo ante el pecado.

San Juan, “si decimos que no hemos pecado, nos engañamos”.

“El que permanece en Dios no peca. El que peca, ni le ha visto ni le han conocido” (San Juan).

Quien peca es del diablo. El que ha nacido de Dios no peca. El que está metido en Dios no peca.

En esto se distinguen los hijos de Dios y los hijos del diablo.

Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca (1 Jn 5, 18).

Parece severo, pero es consolador.

Si alguno peca, tenemos ahogado el mal...

Sentir dolor, gran horror e inmensa confianza en que el diablo no nos toca si estamos con Cristo.

Las Normas son coraza. Si pedimos el don de la presencia de Dios y vivimos metidos en Dios... el maligno no nos toca.

Las defensas. Protegerlas.

No nos engañemos con el 'yo no puedo' ante el pecado habitual en nuestra vida.

Nos justificamos con el autoengaño. Con la gracia continua que recibimos ¿cómo puede ser?

El maligno no toca a quienes son de Dios. Nos rodea, porque está como león rugiente...

Capaces de todos los horrores...

Forja, pide la muerte... Por amor.

Un hermano nuestro dijo con fuerza una vez: 'yo le pido a Dios que si voy a pecar, que me atropelle un coche, me de un infarto y me muera'.

Consideramos muchas veces lo que suponen los pecados en la Pasión de Cristo.

Un chico con síndrome de dawn le decía a su padre –mientras miraban un crucifijo-: “esas espinas se las he puesto yo. Esa es la sensibilidad de un alma grande.

Cada crucifijo: un reproche.

No vivir obsesionados por el pecado...

Exámenes de conciencia. Pedir perdón por lo que no vemos y por no ver las faltas que no vemos... Lo que niega la flaqueza, se lo damos a Dios por contrición.

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