13.4.08

Eucaristía

Una niña se preparaba para la Primera Comunión. Tenía una amiga protestante a la que contaba lo que aprendía. Un día le habló de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. La protestante le contestó: “¿por qué no me lo has dicho antes? ¡Lo que me he perdido!”.

San Josemaría, en el año 73, escribió a un grupo de hijos suyos que se ordenarían sacerdotes: “Hijos, el fin principal de nuestra ordenación es darnos la capacidad de renovar cada día in persona Christi el Santo Sacrificio del Calvario. Jesús, por el infinito amor que tiene a los hombres ha querido quedarse con su cuerpo, con su alma, con su sangre y con su divinidad en el Sagrario para que podamos hacerle compañía con los ángeles, y para poder servirnos de alimento del alma en la Sagrada Comunión

La Eucaristía como sacrificio, como sacramento, y como presencia.

La conversión de Edith Stein.

Va de visita cultural con un grupo a una catedral católica de Alemania. Ve entrar una señora con la cesta de la compra que se va a la capilla del Santísimo, se pone de rodillas y se recoge en oración.

(Los protestantes fomentan mucho el sentido comunitario de la fe, pero no creen en la Eucaristía).

Meternos por caminos de oración y ser almas de Eucaristía.

“La Eucaristía conduce a los cristianos a tener los mismos sentimientos del Señor (cfr. Flp 2, 5), a tener «todos un mismo pensar y un mismo sentir» (cfr. 1 Cor 1, 10): a moverse en sintonía de intenciones, criterios y afectos” (Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana).

El alma de todo apostolado es la eucaristía.

Si se mete la rutina en el amor a Dios, entra la tibieza.

“Con la presente Carta encíclica, deseo suscitar este «asombro» eucarístico” (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistía).

“La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino” (Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistía).

«No se puede "comer" al Resucitado, presente en la figura del pan, como un simple trozo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. Esta comunión, este acto de "comer", es realmente un encuentro entre dos personas, es dejarse penetrar por la vida de Aquel que es el Señor, de Aquel que es mi Creador y Redentor. La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación de mi vida a la suya, mi transformación y configuración con Aquel que es amor vivo. Por eso, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a Aquel que va delante de nosotros. Por tanto, adoración y procesión forman parte de un único gesto de comunión; responden a su mandato: "Tomad y comed"» (Benedicto XVI, Homilía en la solemnidad del Corpus Christi, 26-V-2005).

Anécdota de la herencia en Montealegre por la forma de celebrar la Misa.

La entrega de Cristo en la Eucaristía alimenta nuestra entrega.

“Jesús, Palabra de Yahvé, en la Eucaristía educa progresivamente al alma que frecuenta con devoción su trato, y la empuja en un continuo crescendo a la entrega personal a la voluntad del Padre y al bien de los demás. Y enviándole repetidamente su Espíritu, enseña a la criatura a discernir sus inspiraciones, a cumplirlas con docilidad” (Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana).

“La Comunión eucarística hace a Cristo sacramentalmente presente en nosotros, mientras permanecen las especies. Pero cuando las especies eucarísticas desaparecen, permanece lo que los teólogos medievales llamarán la «res» o efecto último de la Eucaristía: la unión con Cristo y en Él, con todos los cristianos: la unidad de la Iglesia. Comiendo todos un mismo cuerpo, nos hacemos un solo cuerpo (cfr. 1 Cor 10, 17)” (Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana).

El amor a Jesús en la Eucaristía nos impulsa a ser apostólicos.

“El discípulo se sentirá débil si mira lo que personalmente es y vale; pero se sentirá fuerte en su apostolado cuando considere el poder del Nombre del Señor. Entonces, no cederá a los temores que las relaciones humanas puedan inducirle; no fiará su misión a sus dotes personales de ingenio, simpatía, comunicatividad; ni se abatirá por lo que estime como carencias de carácter, ciencia, cultura, prestigio, influencia social. Esa fue la experiencia de Pablo: «El me dijo: te basta mi gracia, porque la fuerza resplandece en la debilidad (...). Por lo cual me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y angustias, por Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12, 9-10). También el cristiano, si ancla sus palabras y sus acciones «en el nombre de Jesús», que le entrega su vida en la Eucaristía y lo invita mar adentro a pescar hombres, echará sus redes con fe, como Pedro, para recoger con Él una gran cantidad de peces; y será un hijo de Dios que entregará su vida al Hijo del hombre para que todos se salven (cfr. Lc 5, 1-11)” (Javier Echevarría, Eucaristía y vida cristiana).

Cgi La Vall. Sabana Santa. Turín. Celebrando Misa delante del lienzo.

Corazón palpitándole. "Nos acostumbramos". Yo celebro Misa todos los días y no noto nada.

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