El verdadero amor
Cierta casa de una viuda muy rica se incendio. La señora murió en el fuego. Mientras los bomberos trataban de controlar las llamas, se dieron cuenta del que el hijito de la señora, de 5 años de edad, estaba dentro de la casa. No había forma de llegar a él. Las escaleras ya se habían caído. El edificio no tenía ascensor y no sabían como llegar al niño.
Solo un hombre que pasaba por el lugar, vio la escena. Observo un tubo al lado de las llamas que llegaba a la ventana donde se había asomado el niño. Nadie podía tocar el tubo por lo mucho que se había calentado. Pero aquel hombre, valientemente, se deslizo por el tubo (Quemándose las manos) hasta donde estaba el niño, salvándole la vida.
Un año y medio más tarde, se ventilaba en la corte quien calificaba para adoptar al niño (Siendo administrador de toda la riqueza). Muchos solicitaron, demostraron lo que creían era necesario para calificar: Trayectoria, Negocios, Solidez, Riquezas, Etc. Pero a ninguno el niño aprobó, y esta era una condición sumamente necesaria.
El juez volvió a llamar a quienes habían asistido para que probaran si adoptaban al niño, o si este le aprobaba, entro a la sala un hombre desconocido. Camino lentamente hacia adelante con las manos dentro de los bolsillos, el juez le pregunto por sus credenciales, a lo que respondió:
"Señoría, no tengo riquezas ni negocios que me hagan competir contra todos los que aspiran a adoptar al niño".
El juez le dijo: "¿Pues que hace usted aquí? alguna razón debe mostrar por la que quiera ser adoptador del niño".
El señor dijo: "Solo tengo estas muestras de amor abnegado" (Al decir esto mostró sus manos estaban blancas, quemadas, desechas).
El niño al verlo reconoció al hombre que le había salvado la vida y con lagrimas en sus ojos le abrazo y el señor fue quien le adoptó.
El Verdadero Sustento de las Parejas
Un famoso maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relato lo siguiente:
"Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. El pidió a mi hermano teólogo que le dijera, donde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, conjeturó como y donde estaría ella. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió "llévenme al cementerio". "Papa" respondimos "¡Son las 11 de la noche! ¡No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más.
Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así". Hizo una pausa y se limpio la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo" continuo "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad.
Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera."
Cuando mi padre termino de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo y al cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.
El zapatero pobre
Un día bajó el Señor a la tierra en forma de mendigo y se acerco a casa del zapatero y le dijo: "Hermano, hace tiempo que no como y me siento muy cansado, aunque no tengo ni una sola moneda quisiera pedirte que me arreglaras mis sandalias para poder seguir caminando". El zapatero le respondió: "Yo soy muy pobre y ya estoy cansado que todo el mundo viene a pedir y nadie viene a dar!". El Señor le contestó: "Yo puedo darte lo que tu quieras". El zapatero le pregunto: "Dinero inclusive?". El Señor le respondió: "Yo puedo darte 10 millones de dólares, pero a cambio de tus piernas". "Para que quiero yo 10 millones de dólares si no voy a poder caminar, bailar, moverme libremente?", dijo el zapatero. Entonces el Señor replico: " Esta bien, te podría dar 100 millones de dólares, a cambio de tus brazos". El zapatero le contesto: "Para que quiero yo 100 millones de dólares si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar con mis hijos, etc.?. Entonces el Señor le dijo: "En ese caso, yo te puedo dar 1000 millones de dólares a cambio de tus ojos". El zapatero respondió asustado: "Para que me sirven 1000 millones de dólares si no voy a poder ver el amanecer, ni a mi familia y mis amigos, ni todas las cosas que me rodean?". Entonces el Señor le dijo: "Ah hermano mío, ya ves que fortuna tienes y no te das cuenta".
Emilia kaczarowka
Emilia Kaczarowka es amiga mía; tiene casi 40 años y es esposa de un obrero textil. Vive en un pueblo muy pobre de un país comunista.
Emilia tiene un hijo y me platica de las dificultades que ella y su marido enfrentan para sacar adelante la familia. Sabe que yo tengo cierta intuición y buen criterio para aconsejarla y por eso acude a mi con frecuencia. Esta vez hablando de los hijos, comentamos lo incierto que aparece el futuro para una familia como la de ellos.
Yo se que Emilia morirá en no más de 10 años y no solo eso, su marido morirá pronto nada más al comenzar la guerra. Su hijo mayor morirá también. ¿La planeación familiar es una necesidad para ellos? ¿Que futuro les puede esperar? ¡No! ¡¡Mejor que no nazca Emilia!!
Además ya casi tienes cuarenta años; a esa edad ¡puedes tener un hijo deforme! Puedes recurrir a diversos procedimientos para evitarlos, ¡no se te ocurra tener ni uno sólo más! Serías insensata, inhumana, irresponsable... ¿Qué herencia les vas a dejar? Piensa en el mundo tan desastroso que verán tus hijos, contempla los días tan difíciles que vivimos después de la invasión de nuestro país.
Emilia me escuchó con paciencia y atención; me dio las gracias y se despidió de mi.
A los pocos meses Emilia me da la noticia de que esta embarazada; yo me indigno y la lleno insultos: "¡Estas mujeres ignorantes y necias que no saben hacer otra cosa que tener hijos!" Ella callada me escucha serena y continua su pesado trabajo, y lleva con una amable sonrisa las dificultades propias del embarazo. Finalmente, Emilia da a luz a un hijo más. Mis predicciones fatalistas se cumplen una tras otra:
Emilia muere dejando a su pequeño hijo de apenas 10 años, luego muere su hijo mayor, y finalmente muere su esposo. Solo queda en el mundo el pequeño Carlos. Hoy, sesenta años después, millones de hombres y mujeres de todas las razas y todas las condiciones sociales llaman a Carlitos de otra manera: Le dicen cantando: "JUAN PABLO II, TE QUIERE TODO EL MUNDO ¡¡Emilia, Perdóname!!
Animo en los brazos de Jesús y María
Esperando un día especial...
Mi cuñado abrió el cajón del buró de mi hermana y levantó un paquete envuelto en papel. ---"Esto" -dijo- "no es un collar es una obra de arte".
Tiro el papel que lo envolvía y me paso el collar. Estaba exquisito. La etiqueta del precio mostraba una cantidad astronómica. ---"Jan compro esto la primera vez que fuimos a Nueva York, hace al menos 8 o 9 años. Nunca lo uso. Lo estaba guardando para una ocasión especial. bueno, creo que esta es la ocasión."
Me pidió el collar y lo pusimos en la cama junto con la ropa que íbamos a llevara la funeraria. Sus manos tocaron un momento el oro y cerro de golpe el cajón y volviéndose hacia mí me dijo: ---"No guardes nada para una ocasión especial... Cada día que vives es una ocasión especial."
Recordé esas palabras durante el funeral de Jan mi hermana y los días que siguieron, cuando lo ayude a él y a mi sobrina a atender todas las obligaciones tristes que siguen a una muerte inesperada. Pensé en ellos en el vuelo de regreso a California. Pensé acerca de todas las cosas que ella no vio, escucho o hizo. Pensé acerca de las cosas que ella hizo sin darse cuenta que eran especiales.
Todavía estoy pensando en esas palabras, y han cambiado mi vida. Ahora estoy leyendo más y limpiando menos. Me siento en el porsche y admiro la vista sin fijarme en las malas hierbas del jardín. Estoy pasando más tiempo con mi familia y amigos y menos tiempo en juntas de trabajo.
Cuando sea posible, la vida debe ser un patrón de experiencias para disfrutar, no para sobrevivir.
Estoy tratando de reconocer estos momentos ahora y disfrutarlos.
Ya no estoy guardando nada; usamos nuestra vajilla de lujo por cualquier evento especial como bajar una libra, destapar el baño o la primera flor de la primavera.
Uso mi blazer nuevo para ir al super, si me dan ganas. Mi teoría es que si me veo prospera, puedo gastar 280 pesos en una bolsa pequeña de despensa sin preocuparme.
Ya no guardo mi mejor perfume para fiestas especiales; lo empleados de las tiendas y lo cajeros de los bancos tienen narices que funcionan tan bien como las de mis amigos en las fiestas.
Las frases "Algún día" y "Uno de estos días" van desapareciendo de mi vocabulario. Si vale la pena verlo, escucharlo o hacerlo lo quiero ver, oír y hacer AHORA. No estoy seguro de lo que hubiera hecho mi hermana si hubiera sabido que no estaría aquí para el mañana que todos tomamos a la ligera.
Creo que hubiera llamado a algunos miembros de la familia y a amigos cercanos. A lo mejor hubiera llamado a algunos ex-amigos para disculparse y hacer las paces por posibles enojos del pasado. Me gusta pensar que hubiera ido a comer comida China, su favorita. Pero solo estoy pensando, nunca lo sabré.
Son esas pequeñas cosas dejadas sin hacer las que me harían enojar si supiera que mis horas están limitadas. Enojada porque deje de ver a buenos amigos con los que me iba a poner en contacto "algún día". Enojada, porque no escribí ciertas cartas que intente escribir "uno de estos idas". Enojada y triste porque no les dije a mi esposo y a mí hija con la suficiente frecuencia cuanto realmente los amo.
Estoy tratando no retardar, detener o guardar nada que agregaría risa y alegría a nuestras vidas. Y cada mañana cuando abro mis ojos, me digo a mi misma que es especial. Cada ida, cada minuto, cada respiro La vida misma es un regalo de Dios.
Enseñanza
En cierta ocasión, durante una charla que di ante un grupo de abogados, me hicieron esta pregunta: "¿Qué es lo más importante que ha hecho en su vida?". La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di, porque las circunstancia no eran las apropiadas. En la calidad de abogado en la industria de espectáculo, sabia que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo con las celebridades. Pero, he aquí, la verdadera respuesta, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos.
Lo más importante que he hecho en la vida tuvo lugar el 8 de Octubre de1990. Mi madre cumplía 65 anos, y yo había viajado a casa de mis padres en Massachussets, para celebrar con la familia. Comencé el día jugando con un antiguo compañero de clase y amigo mío, al que no había visto en mucho tiempo, Entre jugada y jugada conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me contó que su esposa y el acababan de tener un bebé, y que el pequeño los mantenía en vela todas las noches.
Mientras jugábamos, un coche se acercó haciendo rechinar las llantas y que consternado, le dijo que su bebe había dejado de respirar y lo habían llevado de urgencia al hospital. En un instante mi amigo subió al auto y se marcho dejando tras de sí una nube de polvo. Por un momento me quede donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego trate de pensar que debía hacer:
¿Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estaría al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o dijera iba a cambiar las cosas.
¿Brindarle mi apoyo moral? Bueno, quizás. Pero tanto él como su esposa provenían de familia numerosas y sin duda estarían rodeados de parientes que le ofrecerían consuelo y el apoyo necesario pasara lo que pasara. Lo único que aria seria estorbar. Además había planeado dedicar todo mi tiempo a mi familia, que estaba aguardando mi regreso. Así decidí reunirme con ellos e ir más tarde a ver a mi amigo.
Al poner en marcha el auto que había alquilado, me percaté que mi amigo había dejado su furgoneta, con las llaves puestas, estacionada junto a las canchas. Me vi entonces ante otro dilema: no podía dejar así el vehículo, pero si lo cerraba y me llevaba las llaves, Que iba a hacer con ellas?. Podía pasar a su casa a dejarlas, pero no tenia a la mano un papel para escribirle una nota, no podía avisarle lo que había hecho.
Decidí pues ir al hospital y entregarle las llaves. Cuando llegue, me indicaron en que sala estaban mi amigo y su esposa, como supuse, el recinto estaba lleno de familiares que trataban de consolarlos. Entre sin hacer ruido y me quede junto a la puerta, tratando de decidir que hacer. No tardo en presentar se un medico, que se acerco a la pareja y, en voz baja les comunico que su bebe había fallecido, víctima del síndrome conocido como muerte en la cuna. Durante, lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y el dolor.
Cuando se recuperaron un poco, el médico les pregunto si deseaban estar un momento con su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie caminaron resignadamente hacia la puerta, al verme allí, en un rincón la madre se acerco, me abrazo y comenzó a llorar. También mi amigo se refugio en mis brazos.
"Gracias por estar aquí", me dijo.
Durante el resto de la mañana, permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebe sin vida.
Aquella experiencia me dejo tres enseñanzas:
PRIMERA: Lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que aprendí en la universidad, ni los seis años que llevaba ejerciendo mi profesión, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas a las que yo estimaba les sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos en que alguien me necesitaba era lo principal.
SEGUNDA: Estoy convencido que lo más importante que he hecho en mi vida estuvo a punto de no ocurrir, debido a las cosas que aprendí en la Universidad y en mi vida profesional. En la escuela de derecho me enseñaron a tomar los datos, analizarlos y organizarlos y después evaluar esta información sin apasionamiento. Esa habilidad es vital en los abogados.
Cuando la gente acude a nosotros en busca de ayuda, suele estar angustiada y necesita que su abogado piense con lógica. Pero al aprender a pensar, casi me olvide de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al coche sin titubear y seguir a mi amigo al hospital.
TERCERA: Aprendí que la vida puede cambiar en un instante.
Intelectualmente, todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros.
Así hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real que pareciera que ya ocurrió. Pero, al ubicarnos en la mañana dejamos de advertir todos los presentes que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas más pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.
En ocasiones a uno le hace falta vivir una tragedia para volver a poner las cosas en perspectiva.
Desde aquel día busque un equilibrio entre el trabajo y la vida; aprendí que ningún empleo, por gratificante que sea, compensa el perderse unas vacaciones, romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Y aprendí que lo más importante en la vida no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores. Lo más importante en la vida es el tiempo que dedicamos a cultivar una AMISTAD.
Ese Ángel
Refiere una antigua leyenda que un niño, próximo a nacer, le dijo a Dios:
* Me vas a enviar mañana a la Tierra, pero ¿Como viviré allá siendo tan pequeño y débil?
* Entre los muchos ángeles, escogí uno que te espera. Contestó Dios.
*Pero aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír y eso basta para mi felicidad. ¿Podré hacerlo allá?
*Ese Ángel te cantará y sonreirá todos los días y te sentirás muy feliz con sus canciones y sonrisas.
*Cómo entenderé cuando me hable, si no conozco el extraño idioma de los hombres?
*Ese Ángel te hablará y te enseñará las palabras más dulces y más tiernas que escuchan los humanos.
*¿Que haré cuando quiera hablar contigo?
*Ese Ángel juntará tus pequeñas manos y te enseñará a orar.
*He oído que en la Tierra hay hombres malos, ¿Quien me defenderá?
*Ese Ángel te defenderá aunque le cueste la vida.
*Pero estaré siempre triste porque no te veré, más Señor, sin verte me sentiré muy sólo.
*Ese Ángel te hablará de mí y te mostrará el camino para volver a mi presencia, le dijo Dios.
En ese instante, una inmensa paz reinaba en el cielo, no se oían voces terrestres, el niño decía suavemente:
*Dime su nombre, Señor. Y Dios le contestó:
· Ese Ángel se llama "MAMÁ"
La orden
En un cuartel militar el coronel Montoya da una orden al comandante Ramírez:
- Mañana a las nueve habrá eclipse de sol, lo cual no ocurre todos los días. Haga salir a todos los hombres al patio, en traje de campaña, para que vean ese raro fenómeno, y yo les daré las explicaciones convenientes. En caso de lluvia, no podremos ver nada. Entonces llevará a los hombres al gimnasio.
El comandante transmite la orden al capitán:
- Por orden del señor coronel, mañana a las nueve habrá un eclipse de sol. Si llueve, cosa que no ocurre todos los días, no se podrá ver el fenómeno al aire libre, y entonces, en traje de campaña, tendrá lugar el eclipse en el gimnasio.
El capitán al teniente:
- Por orden del señor coronel mañana todos los hombres en traje de gimnasia estarán a las nueve en el patio del cuartel para asistir a la inauguración de un eclipse de sol. Como este fenómeno ocurre todos los días, forme a los hombres con la debida anticipación, pues el señor coronel en traje de campaña dará las órdenes de si llueve o no.
El teniente al oficial de mando:
- Mañana, a las nueve, el señor coronel en traje de campaña eclipsará el sol. Si llueve, como suele ocurrir cuando este fenómeno se presenta, mandará hacer gimnasia en el patio y sin las explicaciones de nadie.
El oficial al brigada:
- Mañana, a eso de las nueve, tendrá lugar el eclipse de coronel en traje de campaña. Como eso no ocurre todos los días, prepare a los hombres en el gimnasio y sitúese en la puerta hasta que el fenómeno haya desaparecido.
El brigada al cabo:
- Mañana a las nueve, el coronel en traje de gimnasia con condecoraciones dará las explicaciones necesarias de cómo deben comportarse los hombres en campaña cuando haya eclipse de sol. Como esto no ocurre todos los días, los hombres en traje de lluvia saldrán al gimnasio para observar tan raro fenómeno.
El cabo a los soldados:
- Mañana a las nueve y en traje de campaña todo bicho viviente estará formado en el patio del cuartel junto al gimnasio. El señor coronel, sin dar explicaciones a nadie, hará llover hasta que todo el mundo se haya eclipsado.
Los soldados entre sí:
- Parece ser que mañana, a las nueve y sin dar explicaciones a nadie van a encerrar 24 horas al coronel en el gimnasio. Todo viene porque cuando estuvo en campaña no quería hacer gimnasia los días de lluvia y eclipse ¡Lástima que esto no ocurra todos los días!
La importancia del detalle
El Mariscal Hindenberg, que llegó a ser presidente de la República Alemana en 1925, se preciaba de ser capaz de conocer a sus subordinados al primer golpe de vista. Comentaba al general Ludendort que le bastaba un botón de menos en la guerrera o una mancha para juzgar a un oficial.- Pero estos detalles -replicó Ludendort- son muy poca cosa para establecer un juicio exacto - Nada de eso -respondió el mariscal-. En las cosas importantes, todo el mundo recurre al disimulo; en cambio, en las pequeñas la gente se muestra tal cual es.
La jaula vacía
Una vez había un hombre llamado George Thomas, pastor en un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Un Domingo de Pascua llegó a la iglesia cargando una jaula de pájaros mohosa, doblada y vieja, y la colocó sobre el púlpito. Se fruncieron varios ceños y, a manera de contestación, el pastor Thomas comenzó a hablar.
"Estaba caminando por el pueblo ayer, cuando vi un joven
caminando hacia mí meciendo esta jaula de pájaros. En el fondo de la jaula, habían tres pequeños pajarillos salvajes, temblando de frío y de miedo. Detuve al muchacho y le pregunté, '¿Qué llevas ahí, hijo?'"
"Son tan sólo unos viejos pájaros," fue la respuesta.
"¿Y qué vas a hacer con ellos?" le pregunté.
"Los voy a llevar a casa y me voy a divertir con ellos," me
contestó. "Voy a molestarles y a sacarles las plumas y hacerles pelear. Voy a pasar un buen rato."
"Pero te vas a cansar de esos pajarillos tarde o temprano. ¿Qué harás con ellos entonces?"
"Tengo unos gatos," dijo el muchacho. "Les gustan los pájaros. Selos llevaré a ellos."
El pastor estuvo callado un momento. "¿Cuánto quieres por esos pájaros, hijo?"
"¡Eh! Usted no quiere estos pájaros, señor. Son tan sólo unos simples pájaros viejos del campo. No cantan. ¡Ni siquiera son bonitos!
"¿Cuánto?" preguntó el pastor otra vez. El muchacho miró al pastor como si estuviera loco y le dijo, "¿$10?". El pastor buscó en su bolsillo y sacó un billete de diez dólares. Los colocó en la mano del muchacho. En un segundo, el muchacho desapareció. El pastor levantó la jaula y suavemente la llevó al final del callejón, donde había un árbol y césped. Poniendo la caja en el piso, abrió la puerta y, golpeando suavemente los barrotes, convenció a los pájaros que salieran, liberándoles.
Bueno, eso explicaba la jaula vacía sobre el púlpito, y entonces el pastor comenzó a contar su historia.
Un día Satanás y Jesús estaban conversando. Satanás acababa de venir del Jardín del Edén y estaba jactándose y vanagloriándose.
"Sí, Señor, acabo de capturar al mundo lleno de gente allá
abajo. Les hice una trampa, utilicé carnada que sabía que ellos no podían resistir. ¡Los agarré a todos!
"¿Qué vas a hacer con ellos?" preguntó Jesús.
Satanás respondió, "¡Me voy a divertir! Voy a enseñarles cómo casarse y luego divorciarse, cómo odiarse y abusarse mutuamente, cómo beber y fumar y maldecir. Les voy a enseñar cómo inventar las armas y bombas y que se maten unos a otros. ¡Me voy a divertir de verdad!
"¿Y qué harás cuando termines con ellos?" preguntó Jesús.
"Oh, los mataré," exclamó Satanás orgullosamente.
"¿Cuánto quieres por ellos?" preguntó Jesús.
"Oh, tú no quieres a esas personas. No valen nada. Los tomarás y simplemente te odiarán. ¡Te escupirán, te maldecirán y te matarán! ¡Tú no quieres a esa gente!"
"¿Cuánto?" preguntó nuevamente.
Satanás miró a Jesús y, mofándose, dijo, "Todas tus lágrimas y toda tu sangre."Jesús dijo, "¡HECHO!
La liebre y el tigre
Que gran decepción tenía el joven de esta historia, su amargura absoluta era por la forma tan inhumana en que se comportaban todas las personas, al parecer, ya a nadie le importaba nadie. Un día dando un paseo por el monte, vio sorprendido que una pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido, el cual no podía valerse por sí mismo.
Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual. Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba un buen trozo de carne cerca del tigre
Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.
Admirado por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: "no todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas". Y decidió hacer la experiencia: Se tiró al suelo, simulando que estaba herido, y se puso a esperar que pasara alguien y le ayudara.
Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda. Estuvo así durante todo el otro día, y ya se iba a levantar, mucho más decepcionado que cuando comenzamos a leer esta historia, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio, sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del enfermo, la tristeza del abandono, su corazón estaba devastado, sí casi no sentía deseo de levantarse, entonces allí, en ese instante, lo oyó...
¡Con qué claridad, qué hermoso!, una hermosa voz, muy dentro de él le dijo: "si quieres encontrar a tus semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir creyendo en la humanidad, para encontrar a tus semejantes como hermanos, deja de hacer de tigre y simplemente sé la liebre".
Los obstáculos en nuestro camino
Hace mucho tiempo, un rey coloco una gran roca obstaculizando un camino. Entonces se escondió y miro para ver si alguien quitaba la tremenda roca. Algunos de los comerciantes mas adinerados del rey y cortesanos vinieron y simplemente le dieron una vuelta. Muchos culparon al rey ruidosamente de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo algo para sacar la piedra grande del camino. Entonces un campesino vino, y llevaba una carga de verduras. Al aproximarse a la roca, el campesino puso su carga en el piso y trato de mover la roca a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, lo logro. Mientras recogía su carga de vegetales, el noto una cartera en el piso, justo donde había estado la roca. La cartera contenía muchas monedas de oro y una nota del mismo rey indicando que el oro era para la persona que removiera la piedra del camino. El campesino aprendió lo que los otros nunca entendieron. Cada obstáculo presenta una oportunidad para mejorar la condición de uno.
La Muñeca y la Rosa Blanca
De prisa, entré en la tienda por departamentos a comprar unos regalos de Navidad a Última hora. Miré a mi alrededor toda la gente que allí había y me molesté un poco. "Estaré aquí una eternidad; con tanto que tengo que hacer" pensé. La Navidad se había convertido ya casi en una molestia.
Estaba deseando dormirme por todo el tiempo que durara la Navidad. Pero me apresuré lo más que pude por entre la gente en la tienda. Entré en el departamento de juguetes. Otra vez más, me encontré murmurando para mí misma, sobre los precios de aquellos juguetes. Me pregunté si mis nietos jugarían realmente con ellos.
De pronto, me encontré en la sección de muñecas. En una esquina, me encontré un niñito, como de 5 años, sosteniendo una preciosa muñeca. Estaba tocándole el cabello y la sostenía muy tiernamente. No me pude aguantar; me quedé mirándolo fijamente y preguntándome para quién sería la muñeca que sostenía, cuando de pronto se le acerco una mujer, a la cual el llamo tía.
El niño le preguntó: "¿Estás segura que no tengo dinero suficiente?" Y la mujer le contestó, con un tono impaciente: "Tú sabes que no tienes suficiente dinero para comprarla. "La mujer le dijo al niño que se quedara allí donde estaba mientras ella buscaba otras cosas que le faltaban. El niño continuo sosteniendo la muñeca.
Después de un ratito, me le acerqué y le pregunté al niño para quién era la muñeca. El me contestó: "Esta muñeca es la que mi hermanita deseaba con tanto anhelo para Navidad. Ella estaba segura que Santa Claus se la iba a traer." Yo le dije que lo más seguro era que Santa Claus se la traería.
Pero El me Contestó: "No, Santa no puede ir a donde mi hermanita está. Yo le tengo que dar la Muñeca a mi Mamá para que ella se la lleve a mi hermanita." Yo le Pregunté dónde estaba su hermana.
El Niño, con una cara muy triste me Contestó: "Ella se ha ido con Jesús. Mi Papá dice que Mamá se va a ir con ella también." Mi corazón casi deja de latir. Volví a mirar al Niño una y otra vez. El continuo: "Le dije a Papá que le dijera a Mamá que no se fuera todavía. Le dije que le dijera a ella que esperara un poco hasta que yo regresara de la tienda. "El Niño me Preguntó si querría ver su foto y le dije que me encantaría.
Entonces, el saco una fotografías que tenía en su bolsillo que había tomado al frente de la tienda y me dijo: "Le dije a Papá que le llevara estas fotos a mi mamá para que ella nunca se olvide de Mí. Quiero mucho a mi mamá y no quisiera que ella se fuera. Pero Papá dice que ella se tiene que ir con mi hermanita." Me di cuenta que el Niño había bajado la cabeza y se había quedado muy callado. Mientras el no miraba, metí la mano en mi cartera y saque unos billetes. Le dije al niño que contáramos el dinero otra vez. El niño se entusiasmo mucho y comentó: "Yo sé que es suficiente."
Y comenzó a contar el dinero otra vez. El dinero ahora era suficiente para pagar la Muñeca. El Niño, en una voz muy suave, comentó:
"Gracias Jesús por darme suficiente dinero."
El Niño entonces Comentó: "Yo le acabo de pedir a Jesús que me diera suficiente dinero para comprar esta muñeca, para que así mi Mamá se la pueda llevar a mi hermanita. Y El oyó mi oración. Yo le querría pedir dinero suficiente para comprarle a mi Mamá una rosa blanca también, pero no lo hice. Pero El me acaba de dar suficiente para comprar la muñeca y la rosa para mi Mamá. A ella le gustan mucho las rosas. Le gustan mucho las rosas blancas."
En unos minutos la Tía regresó y yo, desapercibidamente, me fui. Mientras terminaba mis compras, con un espíritu muy diferente al que tenía al comenzar las compras, no podía dejar de pensar en el Niño.
Seguí pensando en una historia que Había leído en el periódico unos días antes, acerca de un accidente causado por un conductor ebrio, el cual había causado un accidente donde había perecido una niñita y su mamá estaba en estado de gravedad. La familia estaba deliberando en si mantener o no a la mujer con vida artificial y maquinas. Me di cuenta de inmediato que este niño pertenecía a esa familia.
Dos días más tarde leí en el periódico que la mujer del accidente había sido removida de la maquinaria que la mantenía viva y había muerto. No me podía quitar de la mente al niño. Más tarde ese día, fui y compre un ramo de rosas blancas y las lleve a la funeraria donde estaba el cuerpo de la mujer. Y allí estaba, la mujer del periódico, con una rosa blanca en su mano, una hermosa muñeca, y la foto del niño en la tienda. Me fui llorando... mi vida había cambiado para siempre.
El dia que Jesús guardó silencio
Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Sólo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a cabecear...
En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas.
Los ficheros iban del suelo al techo y parecían interminables en ambas direcciones. Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por la impresión, había reconocido el nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las chicas que a mí me habían gustado!
Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar dónde me encontraba. Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado.
Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver si alguien me observaba.
El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que racioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban". Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto"
No dejaba de sorprenderme de los títulos. En algunos ficheros había muchas más tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de lo que yo pensaba. Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma.
Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.
Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más...
Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe de ver estas tarjetas jamás. Nadie debe entrar jamás a este salón... ¡Tengo que destruirlo!.
En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola del cajón. Me desesperé y trate de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.
Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, y empecé a llorar.
En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido el Evangelio". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas.
Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza.
Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.
Y mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡Él no!, ¡cualquiera menos Jesús!.
Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. Él se acercó, puso sus manos en mis hombros. Pudo haber dicho muchas cosas. Pero Él no dijo ni una sola palabra.
Allí estaba junto a mí, en silencio. Era el día en que Jesús guardó silencio... y lloró conmigo. Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba Su nombre sobre el mío.
¡No!, le grité corriendo hacia Él. Lo único que atiné a decir fue sólo ¡no!, ¡no!,¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por que estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre.
Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas. No entiendo cómo lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura a los ojos y me dijo:
- Todo esta Consumado, está terminado, yo he cargado con tu vergüenza y culpa.
En eso salimos juntos del Salón... Salón que aún permanece abierto. Porque todavía faltan más tarjetas que escribir...
Aún no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que sí estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de que alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas.
Tú eres mi hijo
D. Angelo Gómez Ortihuela se prestaba para jurar bandera junto con 1500 reclutas más. Era el Día de la Jura y todos ultimaban preparativos. Llegaron las autoridades militares; entre ellas el Capitán General de la 3ª región militar, a la sazón su padre. Después de jurar el C. Gral quiso saludar a su hijo y lo llamó. Aunque no le hizo gracia, Angelo recibió un achuchón de su padre entre las miradas de aprobación de los oficiales. De pronto la madre de Angelo propone el visitar los barracones donde su hijo había estado durante el campamento. Ante tan desusada petición maternal, apoyada por la mirada indulgente del C.Gral., la comitiva se dirige lentamente hacia el barracón, mientras conversan. Queda lejos Angelo que, aprovechando el tumulto, ha podido escaquearse y marcha a lo lejos en dirección contraria. De pronto el C.Gral. se para y le busca con la mirada. Le ve a lo lejos y le grita: -¡Angelo! Ven aquí... Se callan todos y Angelo se aproxima tímido y sonrojado. Al llegar le dice sólo a su padre, entre dientes:
-Papá, ¡no te das cuenta de que tú eres el C.General y yo un simple soldado?
El padre, cogiéndole el codo con cariño, le impulsa a seguirle y le dice bajito: Sí, hijo, pero yo soy tu padre.
Un helado
En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de 10 años entró en un establecimiento y se sentó en una mesa. La mesera puso un vaso de agua enfrente de él. ¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con cacahuetes? preguntó el niño. Cincuenta centavos, respondió la mesera. El niño saco su mano de su bolsillo y examino un numero de monedas. ¿Cuánto cuesta un helado solo?, volvió a preguntar. Algunas personas estaban esperando por una mesa y la mesera ya estaba un poco impaciente. "Treinta y cinco centavos" dijo ella bruscamente. El niño volvió a contar la monedas. Quiero el helado solo dijo el niño. La mesera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pago en la caja y se fue. Cuando la mesera volvió, ella empezó a limpiar la mesa y entonces le costo tragar saliva con lo que vio. Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco centavos...su propina.
La vasija agrietada
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota solo tenía la mitad del agua.
Durante dos años completos esto fue así diariamente, desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguador diciéndole:
- Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente:
- Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja. Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo del trayecto, pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar. El aguador le dijo entonces:
- ¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado. Durante dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Si no fueras exactamente como eres, no hubiera sido posible crear esta belleza.
Hay que seguir cantando
Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebé, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararse para una nueva etapa en su vida. Supieron que el nuevo bebe iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. El estaba encariñándose con su hermanita aun antes de conocerla.
El embarazo de Karen progresó normalmente. A tiempo empezó su labor de parto, pronto los dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una complicación se presentó de repente y Karen tuvo horas de labor de parto. Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Maryen Knoxville, Tennessee.
Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle finalmente a los padres las terribles palabras: "Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor". Karen y su esposo contactaron al cementerio local para apartar un lugar para su hijita. Ellos habían creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un funeral.
Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que le dejaran ver a su hermanita. "Quiero cantarle", decía una y otra vez. Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que acabara la semana. Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de
niños a Terapia Intensiva. De pronto Karen se decidió. Llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca.
Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva, Michael parecía una enorme canasta de ropa sucia. Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño y se enfureció. "¡Saquen a ese niño de aquí ahora mismo! No se admiten niños aquí" El carácter de Karen afloró y, olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre la habían caracterizado, miró con ojos de acero a la enfermera, sus labios eran una sola línea y con firmeza dijo: Él no se va hasta que le cante a su hermanita" y levantó a Michael y lo llevó a la cama de su hermanita.
El miró a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres años. Michael le cantó: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tú me haces feliz cuando el cielo es gris...." (conocida canción en inglés "You´re my sunshine").
Instantáneamente, la bebé pareció responder al estímulo de la voz de Michael, su pulso se empezó a volver normal.
"Sigue cantando, Michael" le pedía desesperadamente su mamá con lágrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tú no sabrás nunca, querida, cuanto te amo, por favor no te lleves mi luz del sol... "Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebé se movía y su respiración se volvía tan suave como la de un gatito cuando lo acarician. "Sigue cantando, cariño" le decía su mamá yél continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de su madre. "La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que te abrazaba en mis brazos..." seguía cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador que parecía que la mejoraba por segundos. "Sigue cantando Michael"... ahora era la voz de la enfermera que, con lágrimas en los ojos, no dejaba de pedirle al niño que continuara. "Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol..." Al día siguiente... el mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa.
La revista "Woman"s Day" lo llamó "El Milagro de la canción del Hermano". Los doctores le llamaron simplemente un milagro. Karen le llamó "El Milagro del amor de Dios".
Helado para el alma
La semana pasada llevé a mis niños a un restaurante. Mi hijo de 6 años de edad preguntó si podía dar las gracias. Cuando inclinamos nuestras cabezas el dijo: "Dios es bueno, Dios es grande. Gracias por los alimentos, yo estaría aún más agradecido si Mamá nos diese helado para el postre. Libertad y Justicia para todos. Amén"
Junto con las risas de los clientes que estaban cerca, escuché a una señora comentar: "Eso es lo que está mal en este país, los niños de hoy en día no saben como orar, pedir a Dios helado... ¡Nunca había escuchado esto antes!" Al oír esto, mi hijo empezó a llorar y me preguntó: "¿Lo hice mal? ¿Está enojado Dios conmigo?
Sostuve a mi hijo y le dije que había hecho un estupendo trabajo y Dios seguramente no estaría enojado con él. Un señor de edad se aproximó a la mesa. Guiñó su ojo a mi hijo y le dijo: "Llegué a saber que Dios pensó que aquella fue una excelente oración".
¿En serio? - Preguntó mi hijo. - ¡Por supuesto! Luego en un susurro dramático añadió, indicando a la mujer cuyo comentario había iniciado aquel asunto: "Muy mal, ella nunca pidió helado a Dios. Un poco de helado, a veces es muy bueno para el alma".
Como era de esperar, compré a mis niños helado al final de la comida. Mi hijo se quedó mirando fijamente el suyo por un momento y luego hizo algo que nunca olvidaré por el resto de mi vida. Tomó su helado y sin decir una sola palabra avanzó hasta ponerlo frente a la señora. Con una gran sonrisa le dijo: "Tómelo, es para usted. El helado es bueno para el alma y mi alma ya está bien".
La rutina
Hubo una vez en la historia del mundo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Los he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien". Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el Odio que estaba hablando y él siempre quiere matara alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos. "Quiero que maten al Amor", dijo. Muchos sonrieron malévolamente pues más de uno quería destruirlo. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: "Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto; provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará". Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter quedaron decepcionados. "Lo siento, lo intenté todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante" .Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: "En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará". Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero, después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo .Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas. Pero el Amor confundido lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos, y los venció. Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba. El Odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás: "Nada hay que hacer." El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos .De pronto, de un rincón del salón se levantó alguien poco reconocido, que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. "Yo mataré el Amor, dijo con seguridad". Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: "Ve y hazlo". Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles después que, de mucho esperar, por fin el Amor HABIA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces el sentimiento d el sombrero negro habló: "Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado", y sin decir más se marchó. "Espera", dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres? "El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: " soy La Rutina."
Zanahoria, huevo o café
Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo: "Querida, ¿qué ves?" -"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa esto, padre?" El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua." ¿Cual eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.
Mi bambú amado
Había una vez, un maravilloso jardín, situado en el centro de un campo. El dueño acostumbraba pasear por él al sol de mediodía Un esbelto bambú era el más bello y estimado de todos los árboles de su jardín. Este bambú crecía y se hacía cada vez más hermoso. El sabía que su Señor lo amaba y que él era su alegría .Un día, su dueño pensativo, se aproximó a su amado bambú y, con sentimiento de profunda veneración el bambú inclinó su imponente cabeza. El Señor le dijo: -"Querido bambú, Yo necesito de ti. "El bambú respondió: -"Señor, estoy dispuesto; haz de mí lo que quieras. "El bambú estaba feliz. Parecía haber llegado la gran hora de su vida: su dueño necesitaba de él y él iría a servirle. Con su voz grave, el Señor le dijo: -"Bambú, sólo podré usarte podándote."-"¿Podar? ¿Podarme a mí, Señor?...¡Por favor, no hagas eso! Deja mi bella figura. Tú vez cómo todos me admiran."-"Mi amado bambú," -la voz del Señor se volvió más grave todavía.- "No importa que te admiren o no te admiren... si yo no te podara, no podría usarte. "En el jardín, todo quedó en silencio... el viento contuvo la respiración. Finalmente el bello bambú se inclinó y susurró: -"Señor, si no me puedes usar sin podar, entonces haz conmigo lo que quieras."- "Mi querido bambú, también debo cortar tus hojas..."El sol se escondió detrás de las nubes... unas mariposas volaron asustadas...El bambú temblando y a media voz dijo: -"Señor, córtalas..."Dijo el Señor nuevamente: -"Todavía no es suficiente, mi querido bambú, debo además cortarte por el medio y sacarte el corazón. Si no hago esto, no podré usarte."- "Por favor Señor" -dijo el bambú- "yo no podré vivir más... ¿Cómo podré vivir sin corazón?" -"Debo sacarte el corazón, de lo contrario no podré usarte. "Hubo un profundo silencio... algunos sollozos y lágrimas cayeron. Después el bambú se inclinó hasta el suelo y dijo: -"Señor, poda, corta, parte, divide, saca mi corazón... tómame por entero. "El Señor deshojó, el Señor arrancó, el Señor partió, el Señor sacó el corazón. Después llevó al bambú y lo puso en medio de un árido campo y cerca de una fuente donde brotaba agua fresca. Ahí el Señor acostó cuidadosamente en el suelo a su querido bambú; ató una de las extremidades de su tallo a la fuente y la otra la orientó hacia el campo.La fuente cantó dando la bienvenida al bambú. Las aguas cristalinas se precipitaron alegres a través del cuerpo despedazado del bambú... corrieron sobre los campos resecos que tanto habían suplicado por ellas. Ahí se sembró trigo, maíz, soya y se cultivó una huerta. Los días pasaron y los sembradíos brotaron, crecieron y todo se volvió verde... y vino el tiempo de cosecha.Así, el tan maravilloso bambú de antes, en su despojo, en su aniquilamiento y en su humildad, se transformó en una gran bendición para toda aquella región.
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