Árbol de amigos
Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por el simple hecho de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, sin embargo, otras apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza a uno de nuestros amigos: las primeras hojas que nacen del brote son nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá, quienes nos muestran lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros. Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien. Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuándo no estamos bien, saben lo que nos hace ser felices. A veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ése da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies. Mas también hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro durante el tiempo que estamos cerca. Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra. El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría: son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
Te deseo, hoja de mi árbol: paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre... Simplemente porque cada persona que pasa y nos toca en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí misma y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Ésta es una responsabilidad en nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.
Barbero y Dios
Un hombre fue a una barbería a cortarse el cabello y recortarse la barba. Como es costumbre en estos casos entabló, una amena conversación con la persona que le atendía. Hablaban de muchos temas y, cuando salió el tema Dios, el barbero dijo:
-Fíjese caballero que yo no creo que Dios exista, como usted dice. Pero, ¿por qué dice usted eso? Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios no existe, o dígame, ¿acaso si Dios existiera, habría tantos enfermos?, ¿habría niños abandonados? Si Dios existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor para la humanidad, yo no puedo pensar que exista un Dios que permita todas estas cosas.
El cliente se quedó pensando un momento, pero no quiso responder para evitar una discusión. El barbero terminó su trabajo y el cliente salió del negocio. Al abandonar la barbería, vio en la calle a un hombre con la barba y el cabello largo, al parecer hacía mucho tiempo que no se lo cortaba y se veía muy desarreglado. Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo al barbero. ¿Sabe una cosa?, ¡Los barberos no existen! ¿Cómo que no existen? Aquí estoy yo y soy barbero. ¡No! - dijo el cliente -, no existen porque si existieran no habría personas con el pelo y la barba tan larga como la de ese hombre que va por la calle. ¡Ah!, los barberos sí existen, lo que pasa es que esas personas no vienen hacia mí. ¡Exacto! Lo mismo pasa con Dios: Dios sí existe; lo que pasa es que las personas no van hacia Él y no le buscan. Por eso hay tanto dolor y miseria.
Besitos
A menudo aprendemos mucho de nuestros hijos. Hace algún tiempo, un amigo castigó a su hija de tres años por desperdiciar un rollo completo de papel dorado para envolturas. Estaban escasos de dinero y él se puso furioso cuando la niña trató de decorar una caja para ponerla bajo el árbol de Navidad. A pesar de todo, la pequeña niña le llevó el regalo a su papá la mañana siguiente y le dijo: Esto es para ti, papi. Él se sintió avergonzado de su reacción anterior, pero su enojo volvió cuando vio la caja vacía:
-¿No sabes que cuando uno da un regalo, se supone que haya algo dentro de la caja? La pequeña niña lo miró con lagrimas en sus ojos y dijo: Papi, no esta vacía, yo metí besitos dentro de la caja. Son todos para ti, papi. El padre se sintió destrozado; rodeó con sus brazos a su hijita y le rogó que lo perdonara. Mi amigo me dijo que conservó aquella caja dorada junto a su cama por años. Cuando se sentía desanimado, sacaba uno de aquellos besos en el aire y recordaba el amor con que una niña los había depositado allí.
Bofetada
Dice una linda leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron. El otro, ofendido, sin nada qué decir, escribió en la arena: HOY, MI MEJOR AMIGO ME DIÓ UNA BOFETADA. Continuaron su camino y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un cincel y escribió en una piedra: HOY, MI MEJOR AMIGO ME SALVÓ LA VIDA. Intrigado, el amigo preguntó:
-¿Por que después de que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?
Sonriendo, el otro amigo respondió:
-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y desaparecerlo. Por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento del mundo podrá borrarlo.
Burrito descontento
Érase que se era un día de invierno muy crudo. En el campo nevaba copiosamente, y dentro de una casa de labor, en su establo, había un Burrito que miraba a través del cristal de la ventana. Junto a él tenía el pesebre cubierto de paja seca.
-¡Paja seca! - se decía el Burrito, despreciándola -. ¡Vaya una cosa que me pone mi amo! ¡Cuándo se acabará el invierno y llegará la primavera, para poder comer hierba fresca y jugosa de la que crece por todas partes, en prado y junto al camino! Así suspirando el Burrito de nuestro cuento, fue llegando la primavera, y con la ansiada estación creció hermosa hierba verde en gran abundancia. El Burrito se puso muy contento; pero, sin embargo, le duró muy poco tiempo esta alegría. El campesino segó la hierba y luego la cargó a lomos del Burrito y la llevó a casa. Y luego volvió y la cargó nuevamente. Y otra vez. Y otra. De manera que al Burrito ya no le agradaba la primavera, a pesar de lo alegre que era y de su hierva verde.
-¿Cuándo llegará el verano, para no tener que cargar tanta hierba del prado?
Vino el verano; mas no por hacer mucho calor mejoró la suerte del animal. Porque su amo le sacaba al campo y le cargaba con mieses y con todos los productos. El Burrito descontento sudaba la gota gorda, porque tenía que trabajar bajo los ardores del sol. ¡Qué ganas tengo de que llegue el otoño! Así dejaré de cargar haces de paja, y tampoco tendré que llevar sacos de trigo al molino para que allí hagan harina. Así se lamentaba el descontento, y ésta era la única esperanza que le quedaba, porque ni en primavera ni en verano había mejorado su situación. Pasó el tiempo... Llegó el otoño. Pero, ¿qué ocurrió? El criado sacaba del establo al Burrito cada día y le ponía la albarda. ¡Arre, arre! En la huerta nos están esperando muchos cestos de fruta para llevar a la bodega.
El Burrito iba y venía de casa a la huerta y de la huerta a la casa, y en tanto que caminaba en silencio, reflexionaba que no había mejorado su condición con el cambio de estaciones. El Burrito se veía cargado con manzanas, con patatas, con mil suministros para la casa. Aquella tarde le habían cargado con un gran acopio de leña, y el animal, caminando hacia la casa, iba razonando a su manera: Si nada me gustó la primavera, menos aún me agradó el verano, y el otoño tampoco me parece cosa buena. ¡Qué ganas tengo de que llegue el invierno! Ya sé que entonces no tendré la jugosa hierba que con tanto afán deseaba. Pero, al menos, podré descasar cuanto me apetezca. ¡Bienvenido sea el invierno! Tendré en el pesebre solamente paja seca, pero la comeré con el mayor contento.
Y cuando por fin, llegó el invierno, el Burrito fue muy feliz. Vivía descansado en su cómodo establo, y, acordándose de las anteriores penalidades, comía con buena gana la paja que le ponían en el pesebre. Ya no tenía las ambiciones que entristecieron su vida anterior. Ahora contemplaba desde su caliente establo el caer de los copos de nieve, y al Burrito descontento (que ya no lo era) se le ocurrió este pensamiento, que todos nosotros debemos recordar siempre, y así iremos caminando satisfechos por los senderos de la vida: contentarnos con nuestra suerte es el secreto de la felicidad.
Buscador
Un día, el buscador sintió que debería ir a la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, de modo que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó a lo lejos la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores bellas. La rodeaba por completo una especie de valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce le invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y caminó lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción: "Aquí yace Abdul Tareg. Vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días." Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lapida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción. Se acercó a leerla; decía: "Aquí yace Yamir Kalib. Vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas." El buscador se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lapidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más le espantó fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años. Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó. Le vio llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. No, ningún familiar, dijo el buscador. ¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa terrible hay en esta ciudad? ¿Porqué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente que los ha obligado a construir un cementerio de niños? El anciano respondió: Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Cuando un joven cumple quince años sus padres le regalan una libreta como ésta que tengo aquí colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella, a la izquierda, qué fue lo disfrutado y a la derecha, cuanto tiempo duro el gozo. "Conoció a su novia, y se enamoro de ella. ¿Cuánto tiempo duro esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿una semana..? ¿dos.? ¿tres semanas y media...? Y después, la fiesta de bodas. Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos. Cuando alguien muere es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo anotado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo VIVIDO.
Caminante
Muchas veces había sentido que el tiempo se le escurría entre los dedos, pero le inquietaba saber que ni le dejaba huella. Para él, eso era como haber sentido de cerca la muerte, Ahora deseaba saberse intensamente vivo; quería andar sin prisas, descalzo, por algún camino de árboles inmensos, contemplativos de aquella verde felicidad. Tenía la gana de caminar así, sin ninguna clase de permiso, de modo que sus pies pálidos y desnudos olieran al pastizal, percibieran cómo éste se transformaba en tierra en arena, hasta llegar al mar.
Una mañana se despidió de su casa y salió: iba a probar andar hasta donde termina el río. En realidad, éste sería su quinto intento, pero esta vez lo animaba no sólo un objetivo en la mente: tenía ahora en el corazón un anhelo.
Caminó pues. Su sendero comenzó siendo hostil y se fue haciendo cada vez más estrecho, más de lo que él y su imaginación habían hábilmente acordado. El calor era, a ratos, asfixiante y sólo por momentos muy breves soplaba hasta su frente un ligero airecillo que le regalaba de pronto un poco de consuelo. Como lo imaginó, tuvo varias caídas; sin embargo, cuantas veces estuvo a punto de desistir llegaba de repente a un lugar enteramente distinto. Así conoció los sitios más lejanos y hermosos, rebosantes de árboles y pájaros, parajes húmedos inmensamente bellos. Pero se preguntaba, cada vez, cuánto faltaba para llegar a su destino.
Un día, fatigado y molesto, con vagas esperanzas, no quiso seguir: Sus pies encallecidos, ulcerados, se negaron a hacerlo. Deseó abandonar el camino y olvidarse de todo y de sí mismo. En ese instante apareció la aurora. Miró hacia el horizonte y leyó: "Vivir no es fácil; sin embargo, es una experiencia maravillosa".
Cada noche, en la íntima paz de su lecho, él se detiene y eleva la mirada. Luego se inclina, cierra los ojos y sus labios esbozan un suave y vehemente "Gracias". Ahora sabe que cuanta tierra pisa, ese es su destino. Mientras sus ojos traducían con paciencia el horizonte, su inteligencia rústica recibió el suave y dulce roce de la mano de Dios.
Cómo echar a perder un hijo.
1. Comience por dar a su hijo durante la infancia todo lo que él quiera; así crecerá con la falsa idea de que todo mundo tiene que servirle. 2. Cuando aprenda malas palabras, celebre "el chiste"; así creerá que es "muy gracioso" y lo estimulara a aprender otras groserías que le sacaran a usted de quicio en unos años más.3. Nunca le dé educación espiritual; espere a que su "niño" cumpla 21 años para que "decida por sí mismo".4. Evite usted el uso de la palabra "malo" o "pecado"; podría crearle un complejo de "culpabilidad".5. Recoja todo lo que él deja tirado; libros, zapatos, ropa, para que "aprenda bien" a dejar toda la responsabilidad a los demás. 6. Déjele leer historietas, noveluchas, pornografía y cuanto caiga en sus manos; así su cerebro, lleno de inmundicia, se desarrollara sin "prejuicios".
7. Tenga demasiadas "reuniones" por las noches y riña con su cónyuge en presencia de sus hijos; así estos no sentirán el "terrible choque" cuando sobrevenga el divorcio o separación. 8. Déle todo el dinero que le pida y cúmplale sus caprichos; al negárselos podría crearle un complejo de "frustración". 9. Póngase siempre de su parte contra los vecinos, profesores y, cuando venga el caso, contra la policía; todas estas personas le tienen "mala voluntad" a su hijo. 10. Nunca se preocupe por darle buen ejemplo y cuando alguien le busque a usted y no quiera ser interrumpido, ordénele que diga que "no está" para que desde pequeño aprenda a "salir de apuros". Luego de seguir estas instrucciones, prepárese para una vida "de tranquilidad". Usted se la merece. Y cuando "su niño" sea un delincuente, apresúrese a exclamar: "¿Qué pecado habré cometido, Dios mío para merecer un don así?"
Compromiso
El muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió al dueño le mostrara el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le presento uno. La hermosa piedra, solitaria brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Pregunto luego el precio y se dispuso a pagarlo.
-¿Se va usted a casar pronto?, preguntó el dueño. No, ni siquiera tengo novia. La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.
-Es para mi mamá. Cuando yo iba a nacer estuvo sola. Alguien le aconsejo que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas, muchos. Fue padre y madre para mi, y fue amiga y hermana, y fue maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizás después entregue yo otro anillo de compromiso, pero será el segund. El joyero no dijo nada. Solamente ordeno a su cajera que le hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía sólo a los clientes importantes.
Cuerda
Cuentan que un alpinista desesperado por conquistar el Aconcagua, inició su travesía después de años de preparación. Pero quería la gloria para él sólo, por lo tanto subió sin compañeros.
Empezó a subir y se fue haciendo más tarde y más tarde. No se preparó para acampar, sino que siguió subiendo decidido a llegar a la cima, hasta que se hizo la oscuridad. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña. Ya no podía ver absolutamente nada. Todo era negro, cero visibilidad no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes.
Subiendo por un acantilado, a sólo 100 metros de la cima, resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa y sólo podía ver veloces manchas más oscuras, que pasaban en la misma oscuridad y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad...
Seguía cayendo... y en esos angustiosos momentos, le pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida. Pensaba que iba a morir, sin embargo de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo partió en dos. Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura. Después de un momento de quietud suspendido por los aires, grito con todas sus fuerzas:
-¡Ayúdame, Dios mío!
De repente, una voz grave y profunda de los cielos le contesto:
-¿Qué quieres que haga, hijo mío?
-Sálvame, Dios mío
-¿Realmente crees que te pueda salvar?
-Por supuesto, Señor
-Entonces corta la cuerda que te sostiene...
Hubo un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y reflexionó. Cuenta el equipo de rescate que el día siguiente encontraron colgado a un alpinista muerto, congelado, agarrado fuertemente con las manos a una cuerda... a tan sólo dos metros del suelo.
Dimensionar
Queridos papá y mamá:
Desde que me fui al colegio he descuidado escribiros y lamento mi desconsideración por no haberlo hecho antes. Ahora os pondré al corriente, pero antes sentaos. No leáis nada más, a menos que estéis sentados. ¿De acuerdo?
Bueno, pues me encuentro bien ahora. La fractura de cráneo y la conmoción que me produjo la caída al saltar desde la ventana de mi dormitorio, cuando éste se incendio, a poco de llegar aquí, se han curado perfectamente.
Pasé sólo quince días en el hospital y ahora veo casi con normalidad y sólo me afecta el dolor de cabeza una vez al día.
Por fortuna, el incendio en el dormitorio y mi salto por la ventana fueron presenciados por un empleado de la gasolinera cercana, que avisó a los bomberos y a la ambulancia. Después me vino a visitar al hospital y como yo no tenía sitio dónde vivir, a causa del incendio, él fue tan amable que me invitó a compartir su vivienda. Realmente se trata de un sótano, pero es muy cuco.
Él es un muchacho excelente y nos enamoramos como locos, por lo que pensamos casarnos. Aun no sabemos la fecha exacta, pero podrá ser antes de que se note mi embarazo.
Si papás, estoy embarazada. Me consta lo mucho que os complacerá ser abuelos y estoy segura de que recibiréis bien al bebé, dándole el mismo cariño, afecto y cuidados que tuvisteis conmigo cuando era pequeña.
La causa del retraso en nuestra boda se debe a una ligera infección que padece mi novio y que nos ha impedido pasar las pruebas hematológicas prematrimoniales, y que yo, descuidadamente, me he contagiado de él.
Estoy segura de que lo recibiréis en nuestra familia con los brazos abiertos. Él es cariñoso, y aunque no muy educado, tiene ambición.
Su raza y religión son distintas de la nuestra, pero se que vuestra tolerancia, frecuentemente expresada, no os permitirá enfadaros por esto.
Ahora que ya estáis al corriente de todo, quiero deciros que no se incendió mi dormitorio, no tuve fractura ni conmoción de cráneo, ni fui al hospital, no estoy embarazada, no tengo novio, no sufro ninguna infección y no hay ningún muchacho en mi vida. Sin embargo, he sacado un suspenso en Historia y un aprobado en Ciencias, y quiero que veáis estas notas en su perspectiva adecuada.
Vuestra hija que os quiere: Sufricia.
Donando sangre, donando vida.
Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse aparentemente era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatir la enfermedad.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Yo lo vi dudar por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir:
-Sí, lo haré, si eso salva a Liz.
Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana. Estaba sonriente viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Él miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa.
-¿A qué hora empezaré a morirme?
Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; él pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así se la daba.
Amor de madre
Un artículo en National Geographic varios años atrás mostraban una foto impactante de las Alas de Dios. Después de un incendio forestal en el Parque Nacional de Yellowstone, los guardabosques iniciaron una larga jornada montaña arriba para valorar los daños del incendio. Un guardabosque encontró un pájaro literalmente petrificado en cenizas, posado cual estatua en la base de un árbol. Un poco asombrado por el espeluznante espectáculo, dio unos golpecitos al pajarillo con una vara. Cuando lo hizo tres diminutos polluelos se escabulleron bajo las alas de su madre ya muerta. La amorosa madre, en su afán de impedir el desastre, había llevado a sus hijos a la base del árbol y los había acurrucado bajo sus alas, instintivamente conociendo que el humo tóxico ascendería. Ella podía haber volado para encontrar su seguridad, pero había se había negado a abandonar a sus bebes. Cuando las llamas llegaron y quemaron su pequeño cuerpo ella permaneció firme. Porque había decidido morir para que aquellos que estaban bajo sus alas pudiesen vivir.
El árbol de los problemas
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar mi vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo muy duro. Su cortadora eléctrica se había dañado y le había hecho perder una hora de su trabajo y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar.
Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Al entrar en su casa, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara sonreía plenamente. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente me acompañó hasta el auto.
Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo visto cuando entramos.
- Ése es mi árbol de los problemas, contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero hay algo que es seguro: los problemas no pertenecen a mi casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego. Luego a la mañana los recojo otra vez. Lo divertido es que cuando salgo a la mañana a recogerlos, ni remotamente encuentro tantos como los que recuerdo haber dejado la noche anterior.
Si tiene solución, ¿para qué te vas a preocupar? Si no tiene solución, ¿para qué te vas preocupar?
HAY QUE SEGUIR CANTANDO
Como cualquier buena mamá, cuando Karen supo que estaba esperando un bebé, hizo lo que pudo para ayudar a su hijo Michael de tres años a prepararsepara una nueva etapa en su vida. Supieron que el nuevo bebe iba a ser una niña, y día y noche, Michael le cantaba a su hermanita en el vientre de su madre. El estaba encariñándose con su hermanita aun antes de conocerla. El embarazo de Karen progresó normalmente. A tiempo empezó su labor de parto, pronto los dolores eran cada cinco, cada tres y finalmente cada minuto. Pero una complicación se presentó de repente y Karen tuvo horas de labor de parto. Finalmente, después de muchas horas de lucha, la hermanita de Michael nació, pero en muy malas condiciones. La llevaron inmediatamente en una ambulancia a la Unidad de Cuidados Intensivos, sección neonatal del Hospital St. Maryen Knoxville, Tennessee. Los días pasaron y la niña empeoraba. Los pediatras tuvieron que decirle finalmente a los padres las terribles palabras: "Hay muy pocas esperanzas, prepárense para lo peor". Karen y su esposo contactaron al cementerio local para apartar un lugar para su hijita. Ellos habían creado un cuarto nuevo para su hija y ahora se encontraban haciendo arreglos para un funeral. Sin embargo, Michael, les rogaba a sus padres que le dejaran ver a su hermanita. "Quiero cantarle", decía una y otra vez. Estuvieron dos semanas en Terapia Intensiva y parecía que el funeral vendría antes de que acabara la semana. Michael siguió insistiendo que quería cantarle a su hermanita, pero le explicaban que no se permitía la entrada de niños a Terapia Intensiva. De pronto Karen se decidió. Llevaría a Michael a ver a su hermanita, ¡la dejaran o no! Si no veía a su hermanita en ese momento, tal vez no la vería viva nunca. Ella le puso un overol inmenso y lo llevo a Terapia Intensiva, Michael parecía una enorme canasta de ropa sucia. Pero la jefa de enfermeras se dio cuenta de que era un niño y se enfureció. "¡Saquen a ese niño de aquí ahora mismo! No se admiten niños aquí" El carácter de Karen afloró y, olvidándose de sus lindos modales de dama, que siempre la habían caracterizado, miró con ojos de acero a la enfermera, sus labios eran una sola línea y con firmeza dijo: Él no se va hasta que le cante a su hermanita" y levantó a Michael y lo llevó a la cama de su hermanita. El miró a la pequeñita, perdiendo la batalla por conservar la vida. Después de un momento empezó a cantar con la voz que le salía del corazón de un niño de tres años. Michael le cantó: "Eres mi luz del sol, mi única luz, tú me haces feliz cuando el cielo es gris...." (conocida canción en inglés "You´re my sunshine"). Instantáneamente, la bebé pareció responder al estímulo de la voz de Michael, su pulso se empezó a volver normal. "Sigue cantando, Michael" le pedía desesperadamente su mamá con lágrimas en los ojos. Y el niño seguía: "Tú no sabrás nunca, querida, cuanto te amo, por favor no te lleves mi luz del sol... "Al tiempo que Michael cantaba a su hermana, la bebé se movía y su respiración se volvía tan suave como la de un gatito cuando lo acarician. "Sigue cantando, cariño" le decía su mamá yél continuaba haciéndolo como cuando todavía su hermanita estaba en el vientre de su madre. "La otra noche, querida, cuando dormía, soñé que te abrazaba en mis brazos..." seguía cantando el niño; la hermanita de Michael empezó a relajarse y a dormir con un sueño reparador que parecía que la mejoraba por segundos. "Sigue cantando Michael"... ahora era la voz de la enfermera que, con lágrimas en los ojos, no dejaba de pedirle al niño que continuara. "Tú eres mi luz del sol, mi única luz del sol, por favor no te lleves mi sol..." Al día siguiente... el mismísimo día siguiente... la niña estaba en perfectas condiciones para irse a casa. La revista "Woman"s Day" lo llamó "El Milagro de la canción del Hermano". Los doctores le llamaron simplemente un milagro. Karen le llamó "El Milagro del amor de Dios".
El libro de tu vida
Hoy cierras un volumen más del libro de tu vida. Cuando comenzaste este libro todo era tuyo, te lo puso Dios en las manos. Podías hacer con él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una blasfemia, un sistema, una oración.
Podías... Hoy ya no puedes; no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios. Se lo va a leer todo Dios el mismo día en que mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo. Ha pasado al dominio de la eternidad.
Piensa unos momentos en esta ultima noche del año. Toma tu libro y hojéalo despacio, deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia. Ten el gusto de verte a ti mismo. Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo.
No olvides que uno de tus mejores maestros eres tu mismo. Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. No, no intentes arrancarlas, es inútil. Ten valor para leerlas, son tuyas. No puedes arrancarlas, pero puedes anularlas cuando escribas tu siguiente libro. Si lo haces, Dios pasará estas de corrida cuando te lea tu libro en el último día.
Lee tu libro viejo en la última noche del Año. Hay en él trozos de ti mismo; es un drama apasionado en el que el primer personaje eres tú. Tú en escena con Dios, con tu familia, con tu trabajo, con la sociedad. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libre albedrío sobre la superficie inmensa y movediza del mundo. Es un libro misterioso, que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie mas que Dios y tu. Si tienes ganas de besarlo, bésalo, si tienes ganas de llorar, llora fuerte sobre tu viejo libro en esta ultima noche del año.
Pero, sobre todo, reza sobre tu libro viejo. Cógelo en tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras:
-Gracias y perdón..
Después dáselo a Cristo. No importa como esté, aunque tenga páginas negras, Cristo sabe perdonar. Esta noche te ha de dar Dios otro libro completamente blanco y nuevo. Es todo tuyo. Vas a poder escribir en él lo que quieras.
Pon el nombre de Dios en la primera pagina. Después dile que no te deje escribirlo solo. Dile que te tenga siempre de la MANO Y CORAZON
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