Este estado es también causa de otros daños: falta de exactitud, de seriedad, de fidelidad, de alegría en la acción. Súmese a esto el sentimiento de que uno sale perjudicado, de que no se le aprecia debidamente, de que está perdiendo el tiempo; la valoración del trabajo no se hace a la luz de la voluntad consciente, sino a través de la tristeza demoledora. Y cuando este estado se enseñorea del hombre, acaba con todo el valor del trabajo.
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