7.3.08

Desiertos

El sentido cristiano de la contradicción.

En las situaciones límites es cuando una persona descubre lo mejor y lo peor de sí mismo.

La Vanguardia, 15/07/2007. El valor del compañerismo.

Meditaciones sobre la fe, p. 150. La historia de cuatro estudiantes en el desierto.

“Estar en el desierto hace que se exteriorice lo que el hombre lleva muy oculto; hace que salgan a flote las pasiones y el mal que el hombre lleva dentro; los cuales afloran cabalmente en las situaciones difíciles. De ahí que el desierto muestre cómo es en verdad el hombre. En el desierto el hombre se convence de su impotencia y de lo que es capaz su pecaminosidad y su dureza de corazón. El hombre se enfrenta allí cara a cara a la aterradora verdad de quién es él, sin el poder visible de Dios. La desnudez del desierto pone al descubierto la miseria y la desnudez del hombre, porque ahí se disipan las ilusiones y no se ofrece ningún escondite. El hombre vive normalmente de una manera muy superficial, como si todo existiera únicamente a flor de piel. Pero las situaciones difíciles, las situaciones del desierto, son las que nos obligan a tomar decisiones que ponen al descubierto nuestras más profundas capas de bien y de mal” (p. 151).

Jesús quiso pasar por situaciones-límite para enseñarnos cómo tiene que reaccionar un cristiano.

Los 40 días en el desierto y las tentaciones.

Ante Lázaro muerto, como nos cuenta el Evangelio (Jn 11, 3 y ss).

En nuestra vida, también atravesaremos desiertos y tendremos que subir montañas.

“El don del desierto te permite superar la tibieza porque el desierto obliga a hacer elecciones. Al elegir, podrás convencerte de lo que eres capaz, y entonces conocerás las dos realidades más importantes: la realidad del inconcebible amor y la infinita misericordia de Dios, y, por otra parte, la realidad del pecado y de la impotencia del hombre” (p. 151).

Las situaciones límites nos ayudan a descubrir la verdad sobre nosotros mismos: quién soy.

Tarde o temprano pasarás por una situación de desierto:

  • Una tormenta de tentaciones.
  • Dificultades en la relación con otras personas.
  • Estados de ánimo difíciles.
  • Situaciones familiares difíciles.
  • Una enfermedad incurable.
  • Una situación mala en el trabajo.

No olvides que al entrar en el desierto, uno cambia, se transforma. Y el cambio puede ser para bien o para mal.

Hemos de darle sentido cristiano a todas estas situaciones por las que una persona puede pasar.

En la décima estación del Vía Crucis, el Card. Ratzinger comentaba:

“Jesús es despojado de sus vestiduras. El vestido confiere al hombre una posición social; indica su lugar en la sociedad, le hace ser alguien. Ser desnudado en público significa que Jesús no es nadie, no es más que un marginado, despreciado por todos. El momento de despojarlo nos recuerda también la expulsión del paraíso: ha desaparecido en el hombre el esplendor de Dios y ahora se encuentra en mundo desnudo y al descubierto, y se avergüenza. Jesús asume una vez más la situación del hombre caído. Jesús despojado nos recuerda que todos nosotros hemos perdido la «primera vestidura» y, por tanto, el esplendor de Dios. Al pie de la cruz los soldados echan a suerte sus míseras pertenencias, sus vestidos. Los evangelistas lo relatan con palabras tomadas del Salmo 21, 19 y nos indican así lo que Jesús dirá a los discípulos de Emaús: todo se cumplió «según las Escrituras». Nada es pura coincidencia, todo lo que sucede está dicho en la Palabra de Dios, confirmado por su designio divino. El Señor experimenta todas las fases y grados de la perdición de los hombres, y cada uno de ellos, no obstante su amargura, son un paso de la redención: así devuelve él a casa la oveja perdida. Recordemos también que Juan precisa el objeto del sorteo: la túnica de Jesús, «tejida de una pieza de arriba abajo» (Jn 19, 23). Podemos considerarlo una referencia a la vestidura del sumo sacerdote, que era «de una sola pieza», sin costuras (Flavio Josefo, Ant. jud., III, 161). Éste, el Crucificado, es de hecho el verdadero sumo sacerdote”[1].

Paradójicamente, el desierto es el lugar adecuado para experimentar el amor de Dios.



[1] Vía Crucis en el Coliseo. Viernes Santo 2005. Meditaciones y oraciones del Cardenal Ratzinger.

1 comentario:

Joan dijo...

Hola Nono: gracias por este post. Dentro de unos días tengo que predicar un curso de retiro sobre la Cruz. Acabo de llegar a casa pensando en la primera meditación: la cruz y el desierto, como meditación introductoria. Me ha alegrado leer esto tuyo. Un abrazo
Joan