24.12.08

Esperanza cristiana

Todos en la vida tenemos unos objetivos, unas metas, unas ilusiones que nos hacen levantarnos por la mañana, esforzarnos, trabajar...

Recuerdo a un amigo que, al terminar la carrera, decidió preparar una oposición muy difícil. La vida del opositor es dura. En ocasiones se desanimaba. Un día decidió colgar en la pared de la habitación donde estudiaba el poster gigantesco con el último modelo del coche más potente de una marca alemana. Cuando le daba 'el bajón' y se desanimaba, miraba el poster y pensaba: "cuando saque la oposición me lo podré comprar". Y seguía estudiando.

La esperanza cristiana tiene poco que ver con este tipo de esperanzas humanas, o terrenas. La esperanza cristiana es mucho más que una ilusión, o un buen deseo. La esperanza humana se centra en objetivos y en deseos que dependen de nosotros, de nuestros esfuerzos.

La virtud sobrenatural de la esperanza nos lleva a confiar en Dios. No es un estado de ánimo, ni consiste en hacer esfuerzos psicológicos. La esperanza cristiana nace y se alimenta en el amor a Dios.

La esperanza se manifiesta en saber comenzar una y otra vez, en no abandonar la lucha por la santidad que cada uno tiene concretada de manera distinta cuando aparecen dificultades, en no creernos el "no puedo" que muchas veces se nos viene a la cabeza...

Cultivar la esperanza significa robustecer la voluntad (Surco, 780).

"Una cosa intento, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto" (Fil 3, 13-14).

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