18.12.08

Forjar el carácter

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Cada uno es distinto, con su personalidad, manera de ser y carácter propios, que le distinguen de los demás.

Un denominador común y un numerador diversísimo para ser ipse Christus.

"Los socios no deben ser formados en serie, sino que, sin detrimento de la unidad y de la disciplina, ha de procurarse que cada hombre de Dios desarrolle su personalidad, su carácter".

Con la voluntad se modelan los elementos recibidos y adquiridos del carácter. Con estos rasgos todos hemos de luchar para ser santos.

El carácter de un hombre hace su destino (Democrito).

Hay elementos negativos de genio, impaciencia... que erradicar (cfr. Camino, n. 17) y positivos de fortaleza, lealtad... para desarrollar.

"Luchó para transformar sus tendencias naturales en cualidades positivas: la reciedumbre y la energía; la rapidez en la decisión; la agudeza de ingenio; la capacidad de darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor; o la habilidad dialéctica para responder a las dificultades. Pero no se dejaba llevar por el propio yo, dominaba los primo primi, y se esforzaba por hablar y actuar con rectitud de intención, al servicio del Señor y de las almas.

Observando toda su vida, me atrevo a asegurar que muestra la victoria de la voluntad y del entendimiento -puestos en Dios- sobre su carácter. Este triunfo procede de una continua vigilancia sobre sí mismo, aunque no dejaba de rogarnos que le ayudásemos; le he visto luchar contra esos hilos sutiles que, si no se rectifican, se convierten en ataduras que apartan de Dios. Supo conseguir una serena ecuanimidad, y la extraordinaria vitalidad de su temperamento estuvo siempre moderada por la prudencia y la fortaleza".

Si yo fuera de otro modo, si dominara más mi genio, si te fuera más fiel, Señor, ¡de qué admirable manera ibas a ayudarnos! (Forja, n. 603)

Debemos reflejar a Cristo en todo nuestro ser. También en los rasgos que configuran nuestro carácter debemos conformarnos con Él. Es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20).

Dejar actuar al Espíritu Santo para que plasme en nosotros la imagen del Señor. Haz que el fundamento de mi personalidad sea la identificación contigo (Es Cristo que pasa, n. 31).

Hacerlo con el propio carácter, forjado mediante repetición de actos (cfr. Camino, n. 19). Sobre la naturaleza actúan la gracia y el esfuerzo personal, no hay dos santos iguales.

Docilidad para dejarnos ayudar en lo que se refiera al modo de ser.

Justificarse con el modo de ser (cfr. Surco, n. 755), o con rasgos regionales, étnicos…, puede ser manifestación de falta de carácter (cfr. Camino, n. 5).

Lucha por mejorar nuestro carácter y adquirir mayor profundidad en las virtudes: lo que resulte molesto o inapropiado echarlo fuera; lo indiferente ponerlo al servicio de Dios; e incluso lo legítimo quitarlo si es obstáculo a los demás.

Detras de un hombre duro se esconde la incapacidad de amar por el dominio del orgullo y las apetencias personales (Oliveros F Otero, Educar el corazon, 152)

Hacerse todo para todos (cfr. 1 Cor 9, 19-23), para atraer a muchos en el apostolado. Caras largas…, modales bruscos…, facha ridícula…, aire antipático: ¿Así esperas animar a los demás a seguir a Cristo? (Camino, n. 661). Es hacerse a todos para cumplir con la ley de la caridad.

Cfr. Camino, nn. 1-55; Cr, X-1994, pp. 1092-1102: Forjar el carácter.

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