19.2.08

Recogimiento

Nuestra vida está envuelta en el amor de Dios. El escenario sobre el que se sitúa nuestra vida es el escenario del amor de Dios.

Los que se quieren procuran verse. Los enamorados sólo tienen ojos para el amor. ¿No es lógico que sea así? El corazón tiene esos imperativos. Hijas e hijos de mi alma: verle, contemplarlo, conversar con Él. Lo podemos realizar ya ahora, lo estamos tratando de vivir, es parte de nuestra existencia (…). Hijos, renovad el propósito de vivir siempre en presencia de Dios; pero cada uno a su modo” (En diálogo con el Señor, pp. 200-201).

Esta doctrina de la Sagrada Escritura, que se encuentra —como sabéis— en el núcleo mismo del espíritu del Opus Dei, os ha de llevar a realizar vuestro trabajo con perfección, a amar a Dios y a los hombres al poner amor en las cosas pequeñas de vuestra jornada habitual, descubriendo ese algo divino que en los detalles se encierra. ¡Qué bien cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla!: Despacito, y buena letra: / el hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas[1].

Para descubrir ese algo divino que se esconde en todas las circunstancias hemos de mortificar los sentidos: la vista, la imaginación, los pensamientos inútiles. “Un alma verdaderamente contemplativa ha de tener los sentidos mortificados, ha de asemejarse a Jesús, cosido con tres clavos al madero de la Cruz (…). Porque para vivir, hay que morir; morir para tener vida sobrenatural, para vivir vida de oración” (Carta, 24-III-1930).

“Se ha escrito que “la capacidad de silencio en el hombre es el termómetro de su calidad y su nobleza”. Por desgracia, hoy va aumentando el ruido y va disminuyendo el silencio. Y el silencio es lo que más necesitamos.

La sociedad actual está llena de ruidos, de mil objetos que distraen nuestra atención en una multitud de pequeños detalles intrascendentes. Hoy nada nos invita a la reflexión. Si queremos reflexionar, que es una actividad muy importante y muy necesaria, hemos de crear silencio en nuestro entorno y entrar en él sin miedo. El silencio concentra nuestra vida y nos ayuda a profundizar en ella y a vivirla en plenitud” (Card. Martínez Sistach).

El Padre en Pallerols, caminando por el paso de los Pirineos en 09/07: iba recogido.

“(Onclin) estuvo muchas veces en Villa Tevere con el Padre. Quizás uno de los encuentros más interesantes tuvo lugar cuando se debatía en el aula conciliar el capítulo sobre el laicado de la futura Constitución Lumen gentium. Ese día, junto con Marty y Onclin, vinieron los obispos de Lieja, Angers y Saint Claude: Guillaume van Zuylen, Henri Mazerat y Claude-Constant M. Flusin. En la conversación se habló durante largo rato de la misión apostólica de los laicos en el mundo. Marty dijo:

Porque a los laicos les corresponde cristianizar las estructuras del orden temporal, del mundo: así transformarán...

El Padre, con su viveza habitual, le interrumpió sonriendo:

Si tienen alma contemplativa, Excelencia. Porque si no, no cristianizarán nada. Peor aún, serán ellos los que se dejarán transformar; y, en lugar de cristianizar el mundo, se mundanizarán los cristianos” (Don Julián Herranz, Jericó).

Aprender a callar, y aprender a escuchar.

No se puede llegar a tener vida interior si no se pasan varios años con la preocupación –que no preocupa, descansa- de hacer muchos actos de amor de Dios, y tantas mortificaciones, y jaculatorias. (…) Después de este esfuerzo, se llega a tener, en todos los momentos del día trato y conversación con el Señor: vivimos como almas contemplativas (Crónica, V-2001).

Un medio para ser contemplativos: las Normas de siempre.

La presencia de Dios es consecuencia de la oración. Y la vida de oración depende de la presencia de Dios. El Arzobispo de Tarragona, por motivos de trabajo, pasó unos días en Roma. Estuvo en Villatevere, con el Padre, que le dijo: “hijo mío, pide la presencia de Dios” (contado por el Dr. Pujals en Castelldaura, en una meditación, cve cl, 19/10/07).

Esta es la actitud de una persona enamorada: buscar la presencia de Dios.



[1] Amar al mundo apasionadamente, n. 116.

No hay comentarios: