12.6.10

Humanidad Santísima de Cristo

Cristo se ha encarnado, Dios viene a vivir con nosotros para que nosotros vivamos con Dios.

Cristo manifiesta al hombre quién es el hombre (Gaudium et Spes 22).

Tener los mismos sentimientos de Cristo.

“¡Que vea con tus ojos, Cristo mío, Jesús de mi alma!”

Don Francisco Mas. “A ver cuando dejas de mirar a la gente como ingeniero textil y comienzas a ver almas”.

“Cristo, Sacerdote y víctima.

Cristo es ciertamente sacerdote, pero lo es para nosotros, no para sí mismo, ya que él, en nombre de todo género humano, presenta al Padre eterno las aspiraciones y sentimientos religiosos de los hombres. Es también víctima, pero lo es igualmente para nosotros, ya que se pone en lugar del hombre pecador. Por esto, aquella frase del Apóstol: Tened entre vosotros los sentimientos propios Cristo Jesús, exige de todos los cristianos que, en la medida de las posibilidades humanas, reproduzcan en su interior las mismas disposiciones que tenía el divino Redentor cuando ofrecía el sacrificio de sí mismo: disposiciones de una humilde sumisión, de adoración a la suprema majestad divina, de honor, alabanza y acción de gracias.

Les exige asimismo que asuman en cierto modo la condición de víctimas, que se nieguen a sí mismos, conforme a las normas del Evangelio, que espontánea y libremente practiquen la penitencia, arrepintiéndose y expiando los pecados.

Exige finalmente que todos, unidos a Cristo, muramos místicamente en la cruz, de modo que podamos hacernos nuestra aquella sentencia de san Pablo: Estoy crucificado con Cristo” (De la carta encíclica Mediator Dei del papa Pío doce (AAS 39 [1947], 552-553).

Nuestra entrega se fundamenta en el conocimiento de Dios, y el amor se fundamenta en el conocimiento.

No nos madura el paso del tiempo, sino la cercanía con Jesús.

El Arzobispo de Tarragona estuvo por motivos de su trabajo unos días en Roma. Pasó por Villatevere y estuvo con el Padre, que le dijo: “hijo mío, pide la presencia de Dios”. Esa es la respuesta de una persona enamorada: buscar continuamente la presencia de Dios.

Observando toda su vida, me atrevo a asegurar que muestra la victoria de la voluntad y del entendimiento -puestos en Dios- sobre su carácter. Este triunfo procede de una continua vigilancia sobre sí mismo, aunque no dejaba de rogarnos que le ayudásemos; le he visto luchar contra esos hilos sutiles que, si no se rectifican, se convierten en ataduras que apartan de Dios. Supo conseguir una serena ecuanimidad, y la extraordinaria vitalidad de su temperamento estuvo siempre moderada por la prudencia y la fortaleza.

Debemos reflejar a Cristo en todo nuestro ser. También en los rasgos que configuran nuestro carácter debemos conformarnos con Él. Es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20).

'Permaneced en mi'. Estar, vivir, permanecer unidos... ¡Cuántas tentaciones, caidas... desaparecen si tenemos esto presente!

Señor, ¿Tú estás a gusto en mi. Cuando trabajo, cuando hablo, rezo... soy Tú?

Dejar actuar al Espíritu Santo para que plasme en nosotros la imagen del Señor.

Joaquín Navarro-Valls contaba que acompañó a Juan Pablo II a Brasil, en un viaje que coincidía con los 10 años de su pontificado. En una comida hicieron un brindis, y el que brindó lo hizo por los 10 años del pontificado. El Papa, en voz baja comentó: “los míos, son los dos primeros, los otros son de Dios”. (Los dos primeros fueron del 79 al 81, hasta el atentado).

Haz que el fundamento de mi personalidad sea la identificación contigo (Es Cristo que pasa, n. 31).

Hacerlo con el propio carácter, forjado mediante repetición de actos (cfr. Camino, n. 19). Sobre la naturaleza actúan la gracia y el esfuerzo personal, no hay dos santos iguales.

Pedir a la Virgen ser ipse Christus.


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