12.6.10

La pasión dominante de dirigir almas (algunas ideas)

1. Liberarse de prejuicios. No somos jueces.

Las personas cambian, y cambian todos los días. Limpiar las imágenes deformadas que podamos tener. No conocemos bien a las personas. Liberase de prejuicios; poner entre paréntesis lo que ya sabemos sobre ellas.

“¿Quién puede juzgar al hombre? La tierra entera está llena de juicios temerarios. En efecto, aquel de quien desesperábamos, en el momento menos pensado, súbitamente se convierte y llega a ser el mejor de todos. Aquel, en cambio, en quien tanto habíamos confiado, en el momento menos pensado, cae súbitamente y se convierte en el peor de todos” (San Agustín).
2. Tener el hábito de pensar bien de la gente.
“Puede suceder que quien interpreta en el mejor sentido se engañe más frecuentemente; pero es mejor que alguien se engañe muchas veces teniendo buen concepto de un hombre malo que el que se engaña raras veces pensando mal de un hombre bueno, pues en este caso se hace injuria a otro, lo que no ocurre en el primero” (Santo Tomás de Aquino).
3. Amistad.
Indispensable para entrar en la intimidad de los demás. Si no hay verdadera amistad, las conversaciones son coloquios simulados y martirizantes (porque no hay comunicación).
La amistad no surge de un modo buscado, sino de manera inesperada.
Hay amistad cuando se conocen (porque se comunican) las intenciones del amigo. Una persona está donde están sus intenciones.
4. Dedicar tiempo a oír a la gente. En el lugar adecuado, en el momento oportuno.
5. Capacidad de empatía. Amor al prójimo.
6. Inquietud por todo lo que le pasa a las personas (cuando hablamos con la gente, se nos revelan no sólo por lo que dicen, también por lo que callan). Todo es importante en la vida de las personas.
7. Control en el modo de responder. La dirección espiritual no es algo rutinario. No anticipar de modo estereotipado lo que voy a decir.
8. Capacidad de asombro. Aprendemos de todos. Estar dispuestos a aprender de cada persona.
9. Madurez para no escandalizarse de nada.
10. Pocos consejos, bien pensados. Cuando hablamos con una persona, la discreción en el hablar importa más que la elocuencia (Gracián).
Se persuade más a las personas con el comportamiento (buen ejemplo) que con las palabras.

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