11.6.10

Parábola del sembrador (Lc 8, 4-15)

Dios siembra en nuestro corazón -constantemente- inspiraciones, buenos deseos, propósitos, buenas intenciones... Somos "tierra buena". Tenemos la ilusión de hacer obras buenas.

A esa constancia de Dios respondemos nosotros muchas veces con la inconstancia. Nos desanimamos con frecuencia, pensamos que es imposible alcanzar las metas que nos planteamos...

Siempre habrá en nuestra vida esa lucha -tensión- entre la fuerza del bien y la fuerza del mal. Cada vez que nos proponemos hacer una obra buena de servicio o de generosidad se desata dentro de nosotros la pasión o el vicio que nos dice que no la hagamos, o que hagamos lo contrario. Son las zarzas del camino en las que tantas veces nos quedamos enzarzados.

Para dar buen fruto en nuestra vida sólo necesitamos una cosa: determinación, compromiso... No quedarnos "en el borde del camino". "Los que están en el borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven".

Hay voces seductoras que nos hacen dudar o intentan apartarnos del camino del amor de Dios (cfr. Benedicto XVI, Orar, 6.5, p. 117).

¡Cuantas veces nos situamos en el borde del camino, porque oimos pero no escuchamos! Oímos lo que nos dicen en los medios de formación, pero no escuchamos..., no procuramos poner en práctica lo que nos dicen. Somos inconstantes. Nos falta compromiso. Oímos la Palabra de Dios en misa, pero no la escuchamos...

La palabra compromiso no está de moda. "Excusa propia del hombre frívolo y egoísta: "no me gusta comprometerme en nada" (Camino 539).

Los frívolos no se comprometen nunca. Y los tibios se aprovechan de los dones que reciben de Dios para buscar compensaciones por caminos que nada tienen que ver con el amor a Dios y el servicio a los demás.

¿Por qué si Dios está empeñado en que nosotros seamos tierra fértil que produce buenos frutos, nosotros no damos más? ¿Por qué no hay más y mejores obras de generosidad, alegría, entrega a los demás, servicio desinteresado, apostolado...? ¿Qué clase de tierra hay en nuestra alma?

Quizá somos "terreno pedregoso", porque recibimos la palabra con alegría (las inspiraciones o sugerencias de Dios cuando oramos, los consejos de la dirección espiritual, o de un medio de formación...), pero no tenemos raíz -nos falta compromiso-, y en el momento de la prueba fallamos.

Los que perseveran, los que son constantes -comprometidos- esos son los que dan fruto.

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles” (Bertolt Brecht)



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