
Los sociólogos explican con insistencia el valor que las grandes empresas están dando al trabajo en casa: están cada vez más concienciadas con esta armonización necesaria y son ahora más tolerantes respecto a las horas de entrada y salida, la duración de la jornada laboral, el lugar donde se realiza el trabajo, etc. Y esto, claro está, no por razones altruistas, sino por pragmatismo y sentido común, además de por el negocio. Porque saben que cuando no se facilita una conciliación entre la vida profesional y la familiar, al final se está dañando a todos; y, sobre todo, se pone a las mujeres ante la disyuntiva de dejar el trabajo, antes que arriesgarse a perder al marido y a los niños.
Es de Nuria Chinchilla, economista española, la siguiente expresión: "Decir 'yo trabajo para la familia' a veces es un engaño. El trabajo siempre es instrumental, y si te pasas la vida trabajando para comprar una casa, otra casa, otro auto, una lancha y no estás con tus hijos ni con tu mujer o marido, entonces es un engaño''. Creo que acierta plenamente”.
(Fuente: Antonio García-Berbel M, confidencialdigital.com 12/05/08)
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