13.5.08

La disciplina

Uno de los rasgos que definen nuestra época es, sin duda, el poco o ningún aprecio que se tiene por la disciplina, tanto en los programas educativos como en la formación de las personas, incluida la educación moral y religiosa.

Parece como si padeciéramos una alergia insuperable a la disciplina.Pero el rechazo de la regla es signo claro e inequívoco del debilitamiento de la voluntad en el hombre moderno. Porque uno de los oficios principales de la voluntad es conseguir lo que jamás puede conseguir el sentimiento: poner orden en nuestro interior y en nuestro comportamiento como medio eficaz para lograr costosos objetivos.Isaac Riera nos dice que «carecer de disciplina es un obstáculo radical para el ideal de superación».
El alma de las generaciones del consumo es blanda y amorfa, sin estructura vertebrada, porque está acostumbrada a alimentarse de cosas placenteras. Vive en el mundo multicolor de las imágenes sugestivas, de la espontaneidad natural que nos pide el instinto, del ritmo frenético de las cosas y de los acontecimientos. Ese mundo desordenado en el que estamos sumergidos ha llevado también al desorden en los comportamientos. No es nada extraño que rechacemos la disciplina: no estamos acostumbrados ni estamos dispuestos a ponernos un corsé que limite nuestros actos y ordene nuestras tendencias.
Como sostenía Carl Zuckmayer, «la mitad de la vida es suerte, la otra disciplina; y ésta es decisoria ya que, sin disciplina, no se sabría por dónde empezar con la suerte».
(Autor: Antonio García-Berbel M. Publicado en El Mundo).

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