6.5.08

¡Suerte amigos!

(Última plática a mis amigos de 2 de Bachillerato).

Hemos recibido el don más grande –después de la vida- que es la fe. La fe no es el conocimiento de algo, sino de Alguien (se comienza a ser cristiano –no por una decisión ética- sino por un encuentro –Benedicto XVI,
Deus Caritas est).

La
fe crece –o se pierde- en la medida en que tratamos a ese Alguien.

Hasta ahora lo hemos tenido muy fácil (el colegio, el oratorio, las convivencias, los cursos de retiro, las salidas, las misas de curso, los horarios de confesiones, las conversaciones de dirección espiritual, las preceptuaciones…). Hemos podido aprovechar todo ese tesoro, o quizás no hemos sabido sacarle el partido que habríamos podido.

Ahora tenemos el riesgo de
enfriarnos. Entraremos en contacto con mucha gente… y mucha gente que parece que se ha vuelto loca. Hay montones de locos y de locas sueltos por el mundo. Y tenemos el peligro de volvernos nosotros uno de ellos. La calle está abierta a todo tipo de herejías y errores. Casi todas las herejías que la Iglesia ha condenado en los últimos veinte siglos están en la calle.

Recordad que
sólo vamos a pasar una vez por este mundo. Todo el bien que podamos hacer, toda la amabilidad que podamos demostrar a cualquier persona con la que nos crucemos, hemos de hacerla ¡ahora! Y no dejarlo para más tarde. Porque no vamos a pasar otra vez por aquí.

Un último consejo, que no es un consejo más, es un
consejo –para nosotros cristianos- de vida o muerte: sería formidable que cada uno de nosotros leyera el Evangelio, despacio, un rato cada día. Cuanto menos leas y más medites, mejor. Lee el Evangelio por el mismo orden por el que está escrito. No adelantes. En el Evangelio vas a encontrarte dos tipos de noticias: los dichos de Jesús, y los hechos de Jesús. Cuando leas los dichos de Jesús escúchalos como dichos por el Señor para ti mismo, en tus circunstancias concretas. Si lees los hechos de Jesús, métete en la escena como un personaje más.

En la Última Cena Jesús dice a sus discípulos unas palabras misteriosas, pero a la vez muy claras: “para ir a donde voy,
ya sabéis el camino...”.

En el escudo del colegio está simbolizado el camino de la vida. Un camino iluminado por unas luces: las estrellas. Un camino que se ha de recorrer hacia arriba (hacia el Cielo). Y al Cielo se puede llagar por tierra (el camino iluminado por las estrellas), por mar (representado por el barco) o por aíre (simbolizado en el ave rapaz).

Con el paso del tiempo muchos de nosotros recorreremos distintos caminos en la vida. No podemos olvidarnos en ningún momento de nuestra vida del camino auténtico, del que nos llevará al Cielo: Jesucristo (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”).

No nos madurará humanamente el paso del tiempo, sino la cercanía que tengamos con Jesús.

Esta es la grandeza de nuestra vida: podemos
configurarnos con Cristo.

Acuérdate cada día de que nos presentaremos ante la eternidad con lo que hayamos hecho aquí abajo. La vida no es un fin, es un camino que se puede recorrer de muchas maneras. Y es muy importante acertar.

¡¡Suerte amigos, y hasta siempre!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy edificante la verdad. Gracias a Dios queda gente como tú en el mundo.

Joan dijo...

Óptimo, Nono!