13.5.08

Educación para la Ciudadanía


Urbanidad de la piedad

Mt 26, 6 “Encontrándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a él una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un perfume de gran valor y lo derramó sobre su cabeza mientras estaba a la mesa. Al ver esto, los discípulos se disgustaron y dijeron: ¿A qué viene este despilfarro? Se podía haber vendido por mucho dinero y repartirlo a los pobres. Pero Jesús, conociéndolo, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo; pues a los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis. Al derramar ella sobre mi cuerpo este perfume, se anticipó a mi sepultura. En verdad os digo: Dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará para memoria suya lo que ésta ha hecho”.

Hay una urbanidad de la piedad —Apréndela —Dan pena esos hombres "piadosos", que no saben asistir a Misa —aunque la oigan a diario—, ni santiguarse —hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación—, ni hincar la rodilla ante el Sagrario —sus genuflexiones ridículas parecen una burla—, ni inclinar reverentemente la cabeza ante una imagen de la Señora”(Camino, 541).

(Texto escrito sobre una octavilla Re. Era éste un tema, como tantos otros relacionados con la seriedad de la vida litúrgica, que el Autor tenía a cuore desde los comienzos de su ministerio sacerdotal. En el Cuaderno V, con fecha 14 de Marzo de 1932, hablaba de la necesidad de esta formación litúrgica en los fieles del Opus Dei:

"Ha de comenzar a instruírseles –decía– por lo que pudiéramos llamar "Urbanidad de la Casa de Dios", que realmente será nociones de Liturgia. Da pena ¡y risa! el comportamiento de muchísimos hombres piadosos en la Iglesia".

“Aristócratas del amor en el mundo”.

Pequeñeces que esconden grandeza… y no dan igual.

SC 35 “La belleza, por tanto, no es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza”.

“Supliquemos al Señor que no olvidemos que la oración se trenza con el alma y con el cuerpo, que nos recuerde la urgencia de cuidar los gestos, la «urbanidad» de la piedad, cumpliendo y entrando a fondo en el significado de las indicaciones litúrgicas, aunque estemos cansados o secos” (Javier Echevarría, Getsemaní).

SC, 41 “Es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. Se debe también respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la fe y refuercen la devoción”.

- Bostezos en misa (en la Consagración).

- Sonarse durante la Consagración.

- Bostezos en la bendición.

- Vestirse y desvestirse en el oratorio.

- Posturas más propias para tomar el sol que para adorar a Dios.

- Posturas en el cb... posturas de 'qué me estás contando', de 'ya me lo sé' o de 'qué aburrido'.

- Salir corriendo del oratorio porque suena el móvil. (Tener la elegancia de apagarlo).

- Oraciones en las que se ensaya la postura del "acoplamiento espacial".

- Puntualidad.

- Salir del oratorio en los entreactos.

En la vida de San Josemaría…

Esta necesidad de amar más y más al Señor, se traducía en una exigencia constante. En 1966, como en otras muchas ocasiones, nos persuadía: vamos a examinar el sentido sobrenatural de nuestra vida personal: si nos buscamos a nosotros mismos; si nos hemos ido acostumbrando y no damos importancia a ese encuentro con el Amor, porque, si nos vamos acostumbrando, es que empieza la decadencia del amor, de ese amor que da contenido a nuestra vida y nos hace verdaderamente eficaces” (Memoria del Beato Josemaría).

“¿Cómo era, externamente, la oración de Mons. Escrivá de Balaguer?

He tenido ocasión de contemplar su recogimiento en iglesias y en los oratorios de los Centros del Opus Dei. Me admiraba la continuidad, la atención y la piedad con que miraba de hito en hito y sin cansancio al Sagrario. Se aislaba de lo que tenía a su alrededor para dirigirse a Dios y escucharle, sabiéndose en la presencia real de Jesús, que nos preside desde el Tabernáculo, acompañado por el Padre y el Espíritu Santo. Buscaba amorosamente al Señor Sacramentado, que nos espera y que nos aguarda desde hace veinte siglos.

Su concentración interior y exterior era constante. Muchas veces requería un gran esfuerzo, pues estaba agotado por la diabetes, por el abundante trabajo, o por las contradicciones que pesaban sobre su persona.

Ha sucedido, en diversas ocasiones, que sólo por verle rezar en una iglesia, muchos sentían la llamada a mejorar su vida. Por ejemplo, en 1970, el primer día de su novena a la Virgen de Guadalupe en México, de acuerdo con el Abad de la Basílica, se colocó en el presbiterio. Cayó de rodillas y se mantuvo, más de una hora, al pie de Nuestra Madre del Cielo, poniéndola como intercesora ante la Trinidad Beatísima. Aquella oración, que se reflejaba también en su postura estática, sin ningún movimiento, con los ojos fijos en el cuadro de la Virgen, produjo inmediatamente efectos entre los fieles: se ponían también a rezar, y comentaban luego que la imagen de aquel sacerdote tan metido en Dios les había llevado a una revisión de su vida, a desear rezar con la misma fe que él.

Sólo por su modo de estar delante del Señor, se puede deducir que su oración era viva y continua, seria y convencida, atrayente: se palpaba su presencia de Dios” (Memoria del Beato Josemaría).

1 comentario:

Iñaki y Poti dijo...

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