15.5.08

Me lo encontré abandonado en la red...


La sociedad actual no carece de ideales de mejora. Lo que se echa en falta son los resortes morales para alcanzarlos. Los defectos de funcionamiento se achacan a ignorancia, remediable por una mejor información, o a falta de solidaridad hacia el prójimo, lo que exigiría estimular los buenos sentimientos. Pero en la raíz de muchos fallos se detecta el profundo debilitamiento de la voluntad, aspecto muy descuidado en la formación de hoy, como ya advirtiera, hace unos años Isaac Riera.


No cabe ninguna duda de que nuestra sociedad del bienestar, tanto en la concepción de vida que predica como en los modos de conducta que practica, influye decisivamente en la configuración de personalidades débiles. Se suele decir que nuestro gran mal es el materialismo invasor, o el egoísmo insolidario, o la enajenación de lo auténticamente humano por vivir prendidos de las cosas y de la técnica: a este análisis crítico se han dedicado muchos filósofos que crearon opinión y escuela. Todo ello es muy cierto, pero quizá no sea la diagnosis principal y más profunda.


Los hijos de esta sociedad del bienestar tenemos el alma muy débil y frágil, porque no estamos acostumbrados a soportar carencias, ni tampoco a vencernos. La voluntad se ejerce y se desarrolla cuando hay que exigirse mucho a sí mismo ante las dificultades y durezas de la vida; pero queda atrofiada cuando todo son comodidades. Y aquí está el punto central de la cuestión: no puede esperarse mucha altura moral de quienes se rigen por la ley del mínimo esfuerzo, pero esa ley nos la ha inculcado, en principios y en práctica, la sociedad del bienestar en la que estamos instalados.

La confirmación más clara de que se rehúye, por principio, ejercer la voluntad, la tenemos en la pedagogía moderna. Si analizamos los profusos programas de educación del niño, encontraremos una cantidad inmensa de objetivos y de técnicas, pero apenas se hace referencia alguna a la formación de la voluntad. Palabras tan elementales como "disciplina", "virtud" o "deber" han desaparecido por completo en el vocabulario pedagógico moderno; ocupan su lugar los términos "estímulo", "motivación", "realización", u otros parecidos.


Para mal del niño y mal de los adultos, el comportamiento "blando" al que la sociedad de bienestar nos ha habituado viene consagrado por modernos "formadores" que pretenden formar sentimientos, no formar voluntades. Gravísimo error, porque no tiene en cuenta lo que es el hombre real, y pésima pedagogía, porque considera a la persona como un puro mecanismo de tendencias olvidando que es un ser de voluntad libre y responsable.

(Autor: Antonio García-Berbel M)

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