6.1.08

Cumplimiento del Plan de vida

1. Las Normas de piedad son camino de santidad para nosotros.

Estamos predestinados si luchamos por cumplirlas.

Y ¿cómo adquiriré "nuestra formación", y cómo conservaré "nuestro espíritu"? —Cumpliéndome las normas concretas que tu Director te entregó y te explicó y te hizo amar: cúmplelas y serás apóstol (Camino, 377).

"Medios: el cumplimiento de las Normas" (Guión de un Círculo a los estudiantes de Ferraz, 16-IV-1935).

Esas "normas" no son un código, sino una guía segura que señala el camino; y cómo ese "cumplimiento" no es mecánica obediencia a un reglamento, sino expresión concreta y tangible del "amor de Dios que se ha difundido en nuestros corazones" (Rm 5, 5) y nos ha convertido en hijos suyos.

Los palos pintados de rojo en los caminos de montaña.

Son lo primero. Nuestro plan de vida tiene la suficiente elasticidad para adaptarse a cualquier situación. Debemos poner con orden y responsabilidad cada una en su sitio, procurando reservar los mejores momentos para el Señor.

Viaje de negocios. Puente aereo. Pierde la misa. "El peor dia de mi vida".

El Padre. Julio 2005. Viaje a Lituania. Oración en la cr.

Curso de retiro con el Padre en Tor d'Aveia. Siempre, antes en el oratorio.

En la duda, adelantar mejor que atrasar. Hacer un horario específico para los días como fines de semana y vacaciones. Prever las situaciones menos ordinarias.

Sólo una cosa es necesaria. María ha elegido la mejor parte que no le será quitada.

Las Normas mantienen encendidos nuestros deseos de santidad y nuestro amor a Dios.

Pianista. Un dia sin tocar, lo notaba él. Dos días sin tocar, lo nota la crítica. Tres días sin tocar, lo nota el público.

Juan Pablo II y su primere viaje a México.

2. Cada nn debe ser un encuentro personal con Dios, evitando el anonimato, el atropello y la rutina. No puede convertirse su cumplimiento en un "cumplo y miento". Esforzarse por ponerse en presencia de Dios al comienzo de cada una, y vivirla con atención y cariño hasta el último segundo.

3 'escalones' o niveles:

- Hacer las Normas

- Cumplir las Normas

- Amar las Normas

3 'etapas'

- Cuestan

- Hacerlas... todas menos la lectura.

- Hacerlas bien

Amigos de Dios, 146.

Piedad, trato de hijos.

La piedad que nace de la filiación divina es una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos. ¿No habíais observado que, en las familias, los hijos, aun sin darse cuenta, imitan a sus padres: repiten sus gestos, sus costumbres, coinciden en tantos modos de comportarse?

Pues lo mismo sucede en la conducta del buen hijo de Dios: se alcanza también —sin que se sepa cómo, ni por qué camino— ese endiosamiento maravilloso, que nos ayuda a enfocar los acontecimientos con el relieve sobrenatural de la fe; se ama a todos los hombres como nuestro Padre del Cielo los ama y —esto es lo que más cuenta— se obtiene un brío nuevo en nuestro esfuerzo cotidiano por acercarnos al Señor. No importan las miserias, insisto, porque ahí están los brazos amorosos de Nuestro Padre Dios para levantarnos.

3. A veces puede resultar arduo el cumplimiento de alguna nn. Puede ocurrir por culpa nuestra -pereza u otra causa-, pero también por cansancio o simplemente porque Dios permite una etapa de aridez. En cualquier caso es la hora del amor: esa perseverancia, luchando contra la desgana, es prueba de rectitud y de fidelidad desinteresada. No podemos valorar la piedad por los aparentes resultados, ni pensar que nuestro esfuerzo es inútil. Dios premia siempre esa perseverancia en los momentos difíciles.

Has de ser constante y exigente en tus normas de piedad, también cuando estás cansado o te resultan áridas. ¡Persevera! Esos momentos son como los palos altos, pintados de rojo que, en las carreteras de montaña, cuando llega la nieve, sirven de punto de referencia y señalan, ¡siempre!, dónde está el camino seguro (Forja, 81).

Juan Pablo II en el lecho de muerte. Pide a una persona que recite en voz alta el Breviario.

S que iba cada día al ctr para hacer la Lectura. El día que no fue, llamaron por la noche avisando que había fallecido.

Amigos de Dios, 149.

Plan de vida

Al examinar cómo es y cómo debería ser nuestra piedad; en qué puntos determinados debería mejorar nuestra relación personal con Dios, si me habéis entendido, rechazaréis la tentación de imaginar hazañas insuperables, porque habréis descubierto que el Señor se contenta con que le ofrezcamos pequeñas muestras de amor en cada momento.

Procura atenerte a un plan de vida, con constancia: unos minutos de oración mental; la asistencia a la Santa Misa —diaria, si te es posible— y la Comunión frecuente; acudir regularmente al Santo Sacramento del Perdón —aunque tu conciencia no te acuse de falta mortal—; la visita a Jesús en el Sagrario; el rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, y tantas prácticas estupendas que tú conoces o puedes aprender.

No han de convertirse en normas rígidas, como compartimentos estancos; señalan un itinerario flexible, acomodado a tu condición de hombre que vive en medio de la calle, con un trabajo profesional intenso, y con unos deberes y relaciones sociales que no has de descuidar, porque en esos quehaceres continúa tu encuentro con Dios. Tu plan de vida ha de ser como ese guante de goma que se adapta con perfección a la mano que lo usa.

Tampoco me olvides que lo importante no consiste en hacer muchas cosas; limítate con generosidad a aquellas que puedas cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas prácticas te llevarán, casi sin darte cuenta, a la oración contemplativa. Brotarán de tu alma más actos de amor, jaculatorias, acciones de gracias, actos de desagravio, comuniones espirituales. Y esto, mientras atiendes tus obligaciones: al descolgar el teléfono, al subir a un medio de transporte, al cerrar o abrir una puerta, al pasar ante una iglesia, al comenzar una nueva tarea, al realizarla y al concluirla; todo lo referirás a tu Padre Dios.