6.1.08

Fraternidad

Memoria ingenua, pp. 150-51.

El primer comentario del Evangelio que oí en un ctr.

Solo si vivimos la fraternidad seremos eficazmente apostolicos (Postal del Padre a los de Casa del Vicolo desde Moscú).

1. El mandatum novum (Jn 13, 34-35).

Para vosotros no habrá obstáculos insuperables, sobre todo, cuando de

continuo os sentís unidos, por una especial Comunión de los Santos, a todos los que forman vuestra familia sobrenatura (Carta circular a sus hijos, desde Burgos, en EF-390109-1). Pensamiento que sostenía su optimismo al encararse con la ingrata tarea de recomenzar a partir de las ruinas. Y no es mera casualidad el que, cuando don Josemaría visitó de nuevo Ferraz, el 21 de abril, encontrase un consolador vestigio de aquella fraternidad que allí se vivió. Entre los cascotes del piso, halló el pergamino que había mandado colgar antaño, con el texto evangélico: Mandatum novum do vobis: ut diligatis invicem, sicut dilexi vos, ut et vos diligatis invicem. In hoc cognoscent omnes quia discipuli mei estis, si dilectionem habueritis ad invicem (VdP).

La Obra es una verdadera familia, de vínculos sobrenaturales, más fuertes que los humanos. Hay por tanto caridad sobrenatural y humana: verdadero cariño -que es cariño recio, sin familiaridades tontas ni amiguismos- que lleva a desvivirse por los demás, a ser alfombra donde todos pisen blando

(Amigos de Dios, 230).

Universalidad de la caridad

Con el nombre de prójimo, dice San León Magno, no hemos de considerar sólo a los que se unen a nosotros con los lazos de la amistad o del parentesco, sino a todos los hombres, con los que tenemos una común naturaleza... Un solo Creador nos ha hecho, un solo Creador nos ha dado el alma. Todos gozamos del mismo cielo y del mismo aire, de los mismos días y de las mismas noches y, aunque unos son buenos y otros son malos, unos justos y otros injustos, Dios, sin embargo, es generoso y benigno con todos.

Los hijos de Dios nos forjamos en la práctica de ese mandamiento nuevo, aprendemos en la Iglesia a servir y a no ser servidos, y nos encontramos con fuerzas para amar a la humanidad de un modo nuevo, que todos advertirán como fruto de la gracia de Cristo. Nuestro amor no se confunde con una postura sentimental, tampoco con la simple camaradería, ni con el poco claro afán de ayudar a los otros para demostrarnos a nosotros mismos que somos superiores. Es convivir con el prójimo, venerar —insisto— la imagen de Dios que hay en cada hombre, procurando que también él la contemple, para que sepa dirigirse a Cristo.

Nuestras casas son hogares de familia, y nuestras tertulias son reuniones de familia donde todos se sienten en casa -con naturalidad-, a la vez que se cuidan los detalles materiales y se procura que todos estén a guto.

Nuestro Padre y los baúles de la Galeria de la campana.

El cartapacio torcido de la entrada de Villatevere.

2. La fraternidad debe manifestarse en un incansable espíritu de servicio: ayuda y comprensión mutua, trato amable con todos, detalles y encargos materiales, esfuerzo por hacer pasar un rato agradable a los demás, estar pendientes de lo que necesitan en cada momento.

(Es Cristo que pasa, 36, 5).

Hemos de portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio silencioso, de entrega que no se nota. Este es el bonus odor Christi, el que hacía decir a los que vivían entre nuestros primeros hermanos en la fe: ¡Mirad cómo se aman!

Polonia. Agosto 2007. Club Potok. Hablando en castellano entre ellos en las tertulias y en las comidas (para que pudiera enterarme de algo).

No cabe, por el contrario, dejarse llevar por simpatías o antipatías, hacer "grupitos", permanecer indiferente hacia alguien, estar pasivo en la vida en familia.

Camino, 460.

"Frater qui adjuvatur a fratre quasi civitas firma" El hermano ayudado por su hermano es tan fuerte como una ciudad amurallada. Piensa un rato y decídete a vivir la fraternidad que siempre te recomiendo.

Hay que querer a los demás como son, con sus virtudes y con sus defectos, procurando corregirlos.

3. Nuestra caridad es ordenada, y por ello nuestro primer proselitismo son nuestros hermanos: ayudar a perseverar y a hacer amable nuestra entrega. Rezar por todos.

(Camino, 444)

Nunca hables mal de tu hermano, aunque tengas sobrados motivos. Ve primero al Sagrario, y luego ve al Sacerdote, tu padre, y desahoga también tu pena con él. Y con nadie más.

Corrección fraterna: en Casa todos somos oveja y pastor. Puede costar recibirla, y más hacerla, pero es un gran y desinteresado servicio, que nos mantiene fuertes en la fe; hacerla como está previsto.