“Estas crisis mundiales son crisis de santos”
I.
“Un secreto. —Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. Dios quiere un puñado de hombres “suyos” en cada actividad humana. Después... “pax Christi in regno Christi” —la paz de Cristo en el reino de Cristo” (Camino, 301).
En estos días la Iglesia quiere que consideremos con calma y con profundidad el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: la venida de Jesucristo a
Durante estos días, hemos meditado sobre un momento de la vida de la Virgen que fue trascendental: la Anunciación por el Arcángel San Gabriel de que sería la madre de Dios. En un momento concreto de la historia, Dios irrumpe en la vida de Santa María y la llama,
Pocas veces aparece Santa María en el Evangelio. En estos días es protagonista, pero después desaparece, dejando su lugar a las santas mujeres que cuidan del Maestro y a los apóstoles. La Virgen se oculta hasta la hora trágica de la cruz, en la que vuelve de nuevo al lado de Jesús.
También miramos en estos días a San José. El Evangelio señala su presencia solamente cuando el Niño y su Madre tienen necesidad de sus servicios. Fuera de esto no se menciona más. El Papa Benedicto XVI decía el domingo pasado, después de rezar el ángelus: “¡Dejémonos contagiar por el silencio de san José!”[1] El silencio de san José es “un silencio impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en actitud de disponibilidad total a la voluntad divina”[2].
Hemos meditado también la vida de San Juan Bautista, primo hermano de Jesús, que es llamado “el precursor”, el que va por delante, el que prepara el camino a Jesucristo, y del que dice el Evangelio que es “el mayor hombre nacido de mujer”.
Ayer celebrábamos la fiesta del otro Juan, el apóstol adolescente, el que fue totalmente fiel a Jesucristo desde el principio hasta el final de su vida, el que entregó por completo su corazón y su vida a Dios desde que era muy joven.
Hoy es la fiesta de los Santos Inocentes: esa multitud de niños asesinados por Herodes cuando se siente traicionado por los Magos.
II.
Y hacemos nuestra oración pensando en esas palabras del Papa “¡Dejémonos contagiar por el silencio de san José!” El silencio de san José es “un silencio impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en actitud de disponibilidad total a la voluntad divina”.
Esta es la actitud que espera Dios de nosotros en esta Navidad –nos lo está diciendo el Papa-: “contemplar el misterio de Dios en actitud de disponibilidad total a la voluntad divina”. Este es el mejor resumen que se puede hacer de la vida de una persona que quiere ser santa: disponibilidad total a la voluntad divina.
Disponibilidad a la voluntad divina. Así me quiere Dios. Dios cuenta conmigo. Dios me necesita. Esta es la maravilla del misterio de la Encarnación: Dios que es Todopoderoso, que podría hacer la redención de mil maneras diferentes, quiere contar con instrumentos humanos que se pongan libremente a su servicio: como
“Dios quiere un puñado de hombres “suyos” en cada actividad humana”. Dios quiere gente que le entregue por entero el corazón. La Iglesia nos necesita. Dios sigue llamando. No ha dejado de llamar, lo que faltan son respuestas generosas, porque hay mucha gente que tiene como único objetivo de su vida buscar el propio interés, están como empequeñecidas en sus egoísmos, empobrecidas, con miras muy cortas. Vivimos en “la cultura del yo”: estamos como concentrados en nosotros mismos. Y el Papa nos dice: ¡No! Mira a Jesucristo como se nos entrega. Mira a
El Papa nos está diciendo: “mira lo que eres y lo que tienes, y a quien se lo debes. Y vive una existencia agradecida”.
Acuérdate de lo que nos decía el Papa Benedicto XVI en Colonia, este verano: “Os invito a que os esforcéis estos días a servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste” (Colonia, Discurso a los jóvenes, 18/08/05).
Cueste lo que cueste. A veces seguir a Jesucristo cuesta mucho esfuerzo… pero merece
III.
Cuesta entregar la vida por Dios y por
“También yo, como vosotros, tuve veinte años. Me gustaba hacer deporte, esquiar, declamar. Estudiaba y trabajaba. Tenía deseos e inquietudes. En aquellos años, ya lejanos, en tiempos en que mi patria se hallaba herida por la guerra y luego por el régimen totalitario, buscaba dar un sentido a mi vida. Lo encontré siguiendo al Señor Jesús.
La juventud es el momento en que también tú, querido muchacho, querida muchacha, te preguntas qué vas a hacer con tu existencia, cómo puedes contribuir a hacer que el mundo sea un poco mejor, cómo puedes promover la justicia y construir la paz.
Esta es la segunda invitación que te dirijo: "¡Escucha!". No te canses de entrenarte en la difícil disciplina de
Si abres tu corazón y tu mente con disponibilidad, descubrirás "tu vocación", es decir, el proyecto que Dios, en su amor, desde siempre tiene preparado para ti”[3].
Dios tiene pocos amigos aquí en
Vamos a pedirle a