6.1.08

El sentido del sufrimiento

La Pasión de Jesucristo y el sentido cristiano de la penitencia (ante la Semana Santa).

  • El mal en el mundo es el pecado

El único mal que existe en el mundo es el pecado. El mal del mundo no son las guerras, ni el hambre, ni el dolor.

El pecado desune: separa a los hombres de Dios y nos separa entre nosotros.

  • El sufrimiento de Jesucristo en su Pasión y muerte

  • 1. Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de Cristo

Si alguno dice que no tiene pecado, miente”, dice San Juan en el Nuevo Testamento. Todos somos pecadores. Y para redimirnos del pecado, Jesucristo murió en la Cruz soportando los dolores y sufrimientos de la Pasión.

El sufrimiento de Cristo tiene para los cristianos un valor liberador: nos ha conseguido la posibilidad de alcanzar el Cielo, de llegar a la santidad.

La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos no ha olvidado jamás que “los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor” (Catech. R. I, 5, 11; cf. Hb 12, 3). Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo (cf. Mt 25, 45; Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que ellos con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos: Debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que continúan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, sin ninguna duda los que se sumergen en los desórdenes y en el mal “crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia (Hb 6, 6). Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor que el de los Judíos. Porque según el testimonio del Apóstol, “de haberlo conocido ellos no habrían crucificado jamás al Señor de la Gloria” (1 Co 2, 8). Nosotros, en cambio, hacemos profesión de conocerle. Y cuando renegamos de El con nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre El nuestras manos criminales (Catech. R. 1, 5, 11). Y los demonios no son los que le han crucificado; eres tú quien con ellos lo has crucificado y lo sigues crucificando todavía, deleitándote en los vicios y en los pecados (S. Francisco de Asís, admon. 5, 3)[1]

  • 2. El pecado fue la causa de la pasión de Jesucristo

Nuestros pecados fueron la causa de la Pasión: de aquella tortura que deformaba el semblante amabilísimo de Jesús, perfectus Deus, perfectus homo; Y son también nuestras miserias las que ahora nos impiden contemplar al Señor, y nos presentan opaca y contrahecha su figura. Cuando tenemos turbia la vista, cuando los ojos se nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego sum lux mundi! (Jn 8, 12), yo soy la luz del mundo. Y añade: el que me sigue no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida[2].

  • El sufrimiento y el dolor en la vida humana

El dolor es un misterio. Sólo se entiende mirando a Jesucristo. No hay una explicación humana racional que nos haga comprender el sentido del sufrimiento. Es una realidad que acompaña inevitablemente la vida humana.

  • Rehuir el dolor es rehuir la vida

El ambiente cultural que nos rodea no cesa de repetir la cantinela de su «evangelio» a través de la publicidad y de los medios de comunicación: toma como regla de vida huir del dolor a cualquier precio y no busques más que el placer. Pero se olvida de una cosa: y es que no existe mejor modo de ser infeliz que el de adoptar este principio de conducta. No deseo hacer apología del dolor: éste ha de ser aliviado en la medida de lo posible. Pero forma parte de nuestra vida y querer eliminarlo por completo significa eludir la vida misma. Rehuir el dolor es rehuir la vida y, a fin de cuentas, cuanto la vida puede traernos de bueno y de bello. Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la encontrará, nos dice Jesús; y su evangelio es bastante más fiable que el de la publicidad[3].

  • La necesidad de la penitencia en la vida del cristiano

La finalidad última de la penitencia consiste en lograr que amemos intensamente a Dios y nos consagremos a Él[4]

¿Motivos para la penitencia? Desagravio, reparación, petición, hacimiento de gracias: medio para ir adelante; por ti, por mí, por los demás, por tu familia, por tu país, por la Iglesia... Y mil motivos más[5].

Para salvar nuestras almas, la penitencia nos es tan necesaria, a fin de perseverar en la gracia de Dios, como la respiración para vivir, para conservar la vida del cuerpo[6]

Piensa que los actos de penitencia te son tan necesarios para detener la violencia de las pasiones y mantenerte dentro de los límites del deber, como la brida y el freno para domar un caballo impetuoso[7]

La penitencia purifica el alma, eleva el pensamiento, somete la carne propia al espíritu, hace al corazón contrito y humillado, disipa las nebulosidades de la concupiscencia, apaga el fuego de las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad[8]

  • Consejos prácticos para vivir cristianamente la Semana Santa

  1. Acercarse al sacramento de la Penitencia.
  2. Participar de los Oficios de Semana Santa.
  3. Fomentar el espíritu de penitencia con las prácticas de la mortificación, el ayuno y las obras de caridad.




[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 598.

[2] SAN JOSEMARÍA, Via Crucis, p. 57.

[3] J. PHILIPPE, La libertad interior.

[4] PABLO VI, Const. Poenitemini, 17-2-1967, n. 11.

[5] J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 232.

[6] SANTO CURA DE ARS, Sobre la penitencia.

[7] J. PECCI—León XIII—, Práctica de la humildad, 34.

[8] SAN AGUSTIN, Sermón 73.