6.1.08

Voluntad, energía, ejemplo

Voluntad, energía, ejemplo[1]

Voluntad. —Energía. —Ejemplo. —Lo que hay que hacer, se hace... Sin vacilar... Sin miramientos...

Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa...; ni Iñigo de Loyola, San Ignacio...

¡Dios y audacia! —"Regnare Christum volumus!"[2].

Un punto de Camino, de los primeros, escrito por nuestro Padre cuando la Obra no era más que una locura a los ojos humanos. Lo que se describe en este punto son rasgos del carácter de nuestro Padre.

Estos mismos rasgos hemos de fomentarlos nosotros, en las circunstancias en que estamos, para cumplir con fidelidad la misión que tenemos. Para llevar a cabo nuestra misión necesitamos, como nuestro Padre, voluntad, energía, ejemplo.

1. Voluntad

Significa querer hacer lo que hay que hacer, lo que Dios quiere que hagamos. La voluntad de la que habla nuestro Padre no es la voluntad a secas, sino la voluntad de los santos: la voluntad que ama la Voluntad de Dios: la buena voluntad. La voluntad de la que habla el Evangelio: paz a los hombres de buena voluntad.

No es la voluntad del voluntarista. Es imitar la voluntad humana de Jesús: goza cuando Dios Padre quiere que goce, y sufre cuando quiere que sufra para salvarnos. Come cuando hay que comer y ayuna cuando hay que ayunar; trabaja y descansa; se alegra unas veces y llora otras…

Jesús sabe cual es el designio del Padre y lo acepta.

Así también queremos obrar nosotros. Actuamos libremente, porque nos da la gana. Somos libres para que hagamos -porque nos da la gana- lo que es bueno: lo que conviene hacer. Quizás así se resume lo que nos están pidiendo cuando nos dicen que hemos de tener un cambio de actitud.

Quien tiene buena voluntad busca formación, el voluntarista la infravalora. Quien tiene buena voluntad quiere conocer la voluntad de Dios para hacerla propia, como la Virgen en la Anunciación. “Nuestra Señora oye con atención lo que Dios quiere, pondera lo que no entiende, pregunta lo que no sabe. Luego se entrega toda al cumplimiento de la voluntad divina: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra[3].

El voluntarista no se para a pensar: unas veces por pereza y otras por orgullo. No pregunta, no reflexiona. Y nunca llegará a ser alma de criterio, ni tendrá vida contemplativa, ni puede llevar a otros por caminos de contemplación.

Para hacer nuestra la Voluntad divina es fundamental que esté firmemente asentado en nuestro corazón la seguridad del origen sobrenatural de la Obra y la divinidad de nuestra vocación. Es fundamental tener muy claro:

1. La Obra de Dios viene a cumplir la Voluntad de Dios. Por tanto, tened una profunda convicción de que el cielo está empeñado en que se realice.

2. Cuando Dios Nuestro Señor proyecta alguna obra a favor de los hombres, piensa primeramente en las personas que ha de utilizar como instrumentos… y les comunica las gracias convenientes.

El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Jesús utiliza la imagen del agua para comparar la gracia del Espíritu Santo. El agua es imprescindible para la vida. Es un elemento básico. El agua de la lluvia desciende del cielo y desciende siempre de la misma forma y, sin embargo, produce efectos diferentes. Igual ocurre con el Espíritu Santo. Es único, pero reparte a cada uno la gracia como quiere. Igual que un tronco seco que recibe agua puede germinar, un alma, por la gracia del Espíritu Santo produce frutos de santidad. Y el Espíritu Santo, como el agua, produce múltiples efectos”[4].

3. Esa convicción sobrenatural de la divinidad de la empresa acabará por daros un entusiasmo y amor tan intenso por la Obra, que os sentiréis dichosísimos sacrificándoos para que se realice[5].

La voluntad que Dios nos pide es la voluntad de guiarnos por estas convicciones.

2. Energía

No basta conocer la Voluntad de Dios. Hemos de quererla con todas las energías del alma.

Hay muchos modos de querer. Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?

—¿No? —Entonces no quieres[6].

Hemos de querer sin vacilar, sin miramientos… con ganas sensibles o sin ellas.

El amor a Dios supera cualquier obstáculo. “Estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor Nuestro”[7].

San Josemaría fue suscitado en la Iglesia por Dios para proclamar la vocación universal a la santidad y al apostolado, y cumplió esta misión divina con la energía impetuosa de un alma enteramente enamorada[8].

La energía para las cosas de Dios no es una característica del temperamento. Es una cualidad del amor a Dios que todos tenemos que desarrollar luchando contra el amor propio.

Quien se mueve con rectitud de intención, es difícil que caiga en el abatimiento o en el desánimo ante las contrariedades. Quien se mueve por amor propio, por motivos humanos, quien busca exclusivamente realizar sus proyectos humanos y afanes –incluso buenos y santos- por amor propio más que por amor a Dios, se desmoronará, porque edifica sobre arena. “Quizá despliegue una intensa actividad, pero no con la energía serena y constante, alegre y suave que caracteriza a los santos y que infunde paz a su alrededor. En su vida habrá rigidez más que seguridad; en su espíritu de servicio tonos de celo amargo, y tensión ansiosa en toda su labor. Es fácil que se enfade cuando las cosas no salen como había previsto, y que pierda la visión positiva y el sentido de la realidad”.

3. Ejemplo

Nuestra norma de conducta es seguir a Jesús y reflejarlo en nuestra propia vida para que otros lo sigan.

¡Ay del mundo por los escándalos![9] No nos desanimamos o nos llenamos de pesimismo porque abunde el mal en el mundo. El Señor quiere que reaccionemos peleando con optimismo, como decía San Pablo “no te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”[10].

“Inconmovible: así has de ser. —Si hacen vacilar tu perseverancia las miserias ajenas o las propias, formo un triste concepto de tu ideal. Decídete de una vez para siempre”[11].

“Brille vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los Cielos”[12].

Hay que ser valiente para dar tono humano y cristiano a nuestro alrededor.

“Tengamos la valentía de vivir pública y constantemente conforme a nuestra a nuestra santa fe”[13].



[1] Cfr. Cr II/04.

[2] Camino, 11.

[3] Lc 1, 38.

[4] De las catequesis de San Cirilo de Jerusalén. Catequesis 16 sobre el Espíritu Santo (lectio altera martes VII semana Pascua).

[5] De nuestro Padre, Instrucción 19-III-1934, nn. 47-49.

[6] Camino, 316.

[7] Rm 8, 38-39.

[8] Cfr. Oración colecta de la Misa de San Josemaría.

[9] Mt 18, 7.

[10] Rm 12, 21.

[11] Camino, 995.

[12] Mt 5, 16.

[13] Surco, 46.