6.1.08

Examen

1. Profundizar, en la presencia de Dios, en el conocimiento propio. Examinarse sin miedo y sin pereza.

Prov, 24, 30 He pasado junto al campo de un perezoso, y junto a la viña de un hombre insensato, y estaba todo invadido de ortigas, los cardos cubrían el suelo, la cerca de piedras estaba derruída.

Tertulia con el Padre en Pamplona, 2/09/07, "al principio habló de tener una "santa intranquilidad" por pensar cómo amar a Dios más y más cada día. Para eso, dijo que no se podía descuidar el examen diario, ya que dentro de él había que "actualizar la batalla" no sólo por nuestros fallos, sino por nuestra falta de amor a Dios".

Ir a la raíz de las cosas, a las causas, sin quedarse en lo superficial.

Amigos de Dios, 15

Conocéis de sobra las obligaciones de vuestro camino de cristianos, que os conducirán sin pausa y con calma a la santidad; estáis también precavidos contra las dificultades, prácticamente contra todas, porque se vislumbran ya desde los principios del camino. Ahora os insisto en que os dejéis ayudar, guiar, por un director de almas, al que confiéis todas vuestras ilusiones santas y los problemas cotidianos que afecten a la vida interior, los descalabros que sufráis y las victorias.

En esa dirección espiritual mostraos siempre muy sinceros: no os concedáis nada sin decirlo, abrid por completo vuestra alma, sin miedos ni vergüenzas. Mirad que, si no, ese camino tan llano y carretero se enreda, y lo que al principio no era nada, acaba convirtiéndose en un nudo que ahoga. No penséis que los que se pierden caen víctimas de un fracaso repentino; cada uno de ellos erró en los comienzos de su senda, o bien descuidó por largo tiempo su alma, de modo que debilitándose progresivamente la fuerza de sus virtudes y creciendo, en cambio, poco a poco la de los vicios, vino a quebrantarse miserablemente... Una casa no se derrumba de golpe por un accidente imprevisible: o había ya algún defecto en sus fundamentos, o la desidia de los que la habitaban se prolongó por mucho tiempo, de forma que los desperfectos en un principio pequeñísimos fueron corroyendo la firmeza de la armadura, por lo que, cuando llegó la tempestad o arreciaron las lluvias torrenciales, se destruyó sin remedio, poniendo de manifiesto lo antiguo del descuido.

¿Os acordáis del cuento del gitano que se fue a confesar? No pasa de ser un cuento, un chascarrillo, porque de la confesión no se habla jamás, aparte de que yo estimo mucho a los gitanos. ¡Pobrecillo! Estaba arrepentido de veras: padre cura, yo me acuso de haber robado un ronzal... —poca cosa, ¿verdad?—; y detrás había una mula...; y detrás otro ronzal...; y otra mula... Y así, hasta veinte. Hijos míos, lo mismo ocurre en nuestro comportamiento: en cuanto concedemos el ronzal, viene después lo demás, viene a continuación una reata de malas inclinaciones, de miserias que envilecen y avergüenzan; y otro tanto sucede en la convivencia: se comienza con un pequeño desaire, y se acaba viviendo de espaldas, en medio de la indiferencia más heladora.

Tener como hábito el espíritu de examen, aplicarse a sí mismo lo que vamos viendo u oyendo.

Finura en el examen: no despreciar ni quitar importancia a los detalles, aunque sin caer en el escrúpulo ni la rigidez.

2. Esmerarse en el examen general: hora y lugar adecuados, ponerse en presencia de Dios y pedir luces al Espíritu Santo, buscar la contrición y el propósito de mejorar. Preguntarnos cada día ¿qué he hecho hoy por el apostolado?

Examen particular: necesidad, punto principal de lucha, revisarlo cada día.

Camino, 241

Con el examen particular has de ir derechamente a adquirir una virtud determinada o a arrancar el defecto que te domina.

3. Sentido positivo del examen: no se trata simplemente de contabilizar los fallos, sino de buscar la santidad poniéndoles remedio, con optimismo e ilusión.

Amigos de Dios, 20

Procuremos fomentar en el fondo del corazón un deseo ardiente, un afán grande de alcanzar la santidad, aunque nos contemplemos llenos de miserias. No os asustéis; a medida que se avanza en la vida interior, se perciben con más claridad los defectos personales. Sucede que la ayuda de la gracia se transforma como en unos cristales de aumento, y aparecen con dimensiones gigantescas hasta la mota de polvo más minúscula, el granito de arena casi imperceptible, porque el alma adquiere la finura divina, e incluso la sombra más pequeña molesta a la conciencia, que sólo gusta de la limpieza de Dios. Díselo ahora, desde el fondo de tu corazón: Señor, de verdad quiero ser santo, de verdad quiero ser un digno discípulo tuyo y seguirte sin condiciones. Y enseguida has de proponerte la intención de renovar a diario los grandes ideales que te animan en estos momentos.

Propósitos: necesarios, claros, pocos, asequibles y firmes

Perseverar en los propósitos poniendo medios sobrenaturales.

Camino, 246

Acaba siempre tu examen con un acto de Amor dolor de Amor: por ti, por todos los pecados de los hombres... Y considera el cuidado paternal de Dios, que te quitó los obstáculos para que no tropezases.