6.1.08

La oración cristiana

QUÉ ES LA ORACIÓN

"El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar"
Juan Pablo II.

1. ¿Por qué parece tan “difícil” rezar? Dios es muy importante. Es el más importante. Sin embargo, tenemos muy poca familiaridad con lo sobrenatural, con el mundo de Dios. Nos cuesta esfuerzo entrar en contacto con lo espiritual. Muchas personas no sintonizan con Dios. Y otras muchas, viven como si no existiera.

¿Por qué Dios no nos ha dado más facilidad para tratarle? ¿Por qué parece que se esconde? ¿Por qué no nos sale natural tratar y querer a Dios, y nos lo tiene que imponer como un mandamiento? ¿No es Dios nuestro Padre y nosotros sus hijos? ¿Acaso un buen hijo tiene que hacer esfuerzos para querer a su padre o dirigirse a él y hablarle?

El motivo es el pecado original, que afectó a lo más íntimo de nuestra naturaleza: dañó nuestra inteligencia y nuestra voluntad. Adán y Eva tenían una gran familiaridad con Dios en el Paraíso. Después del pecado original se esconden de Dios, no quieren que Dios los vea. Y la naturaleza humana –en todas las personas- ha quedado dañada.

2. ¿Qué es la oración? “Es la elevación del alma a Dios” (San Juan Damasceno), es dirigir la inteligencia y la voluntad hacia Dios para:

1. Adorarle.
2. Pedirle perdón:
- Arrepentirnos de lo que hacemos mal.
- Considerar la misericordia divina.
- Tomar decisiones firmes.
3. Darle gracias.
4. Pedirle beneficios.

3. ¿Cuál es el objeto de la oración? Cuando rezamos –hacemos oración- pedimos a Dios un deseo para que nos lo cumpla y nos satisfaga.

- Son condiciones esenciales de la oración: a) que tengamos un deseo verdadero, y b) que se lo pidamos a Dios con verdadera fuerza (lo que no se desea de verdad, se pide tibiamente, si es que se pide).

- “La oración es la demanda hecha a Dios de cosas convenientes” (San Juan Damasceno). Tenemos que desear cosas convenientes. Son cosas convenientes las cosas que: a) pueden darle gloria a Dios y b) las cosas que pueden hacer bien a nuestra alma.

4. ¿Cómo hacer oración? En la oración mental procuramos elevar nuestro entendimiento a Dios por medio de consideraciones –ideas, reflexiones que leemos en un libro, que nos han dicho en un medio de formación, en la confesión, en la dirección espiritual…-, y procuramos dirigir a Él nuestra voluntad por medio de afectos, peticiones y propósitos.

Cuando “hacemos oración” nos ponemos en la presencia de Dios y ocurren dos cosas: a) nuestra alma utiliza la imaginación, la memoria y el entendimiento para considerar una verdad y b) nuestra voluntad se decide a amar, desear, pedir el bien propuesto por el entendimiento y toma decisiones firmes para conseguirlo.

En la oración nos ponemos en presencia de Dios para ofrecerle el cumplimiento de nuestras obligaciones y tomar decisiones de mejorar.

5. ¿Para qué sirve la oración? La oración tiene como fin dar gloria a Dios y hacernos mejores: hacemos oración para cambiar, para mejorar, para quitar un defecto, para dominar una tentación, para ordenar una pasión…

6. ¿Qué cualidades hay que tener para hacer oración? La oración no es una técnica. La oración supone recogimiento pero no es una técnica de concentración mental, o un arte, o una especie de yoga cristiano No hay personas más dotadas que otras para rezar. Si la oración fuera una técnica, habría personas capaces de hacer oración y otras no. Es verdad que algunas personas tienen más facilidad para recogerse, para cultivar hermosos pensamientos, etc., pero eso no tiene importancia. Cada uno, si corresponde fielmente a la gracia divina según su propia personalidad, con sus dones y sus debilidades, es capaz de una profunda vida de oración.

En la vida espiritual hay dos grandes principios que no se pueden olvidar: a) sin la gracia de Dios no podemos hacer nada (Jn 15, 5) y b) con la gracia de Dios lo podemos todo (Filip 4, 13). La oración es una gracia de Dios, es un don, un regalo que viene de Dios: no es una técnica que se llegue a dominar, sino una gracia que todos podemos recibir.

Para hacer oración nosotros tenemos que cooperar con Dios para recibir este don, este regalo. Y las condiciones para recibir este don son:

1. Fe en la presencia de Dios. Está ahí, no porque lo merezcamos o lo sintamos, sino porque lo ha prometido: «Entra en tu habitación y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está ahí, en lo oculto... » (Mt 6, 6). «Al que viene a mí, no lo echaré fuera» (Jn 6, 37). Dios nos desea infinitamente más de lo que nosotros le deseamos a El.

2. Fe en que la oración siempre es eficaz. «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; y el que busca halla y al que llama se le abre» (Lc 11, 9-10). El que persevera con confianza recibirá infinitamente más que lo que se atreve a pedir o a esperar. No porque lo merezca, sino porque Dios lo ha prometido.

3. Pureza de intención. Jesús nos dijo: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios» (Mt 5, 8). Según el Evangelio, limpio de corazón no es el que está limpio de pecado, el que no tiene nada que reprocharse, sino el que tiene la intención sincera de olvidarse de sí mismo para agradar a Dios en todo lo que hace, de vivir para El y no para sí mismo. El que se busca a sí mismo se desanimará muy pronto y se sentirá inquieto cuando la oración «no funcione»; el que ama a Dios con absoluta pureza no se inquieta; si la oración le resulta difícil y no obtiene ninguna satisfacción de ella, no hace un drama: ¡se consuela enseguida diciéndose que lo que cuenta es el hecho de dar su tiempo a Dios gratuitamente, de proporcionarle una alegría! La pureza de intención consiste en buscar a Dios, en complacerle, más que en complacernos a nosotros mismos. El demonio intentará descorazonamos con el siguiente argumento: ¿cómo pretendes que tu oración sea grata a Dios en medio de tu miseria y tus defectos? A eso hay que responder con una verdad que es el núcleo del Evangelio y que, por encargo del Espíritu Santo, nos recuerda santa Teresa de Lisieux: nosotros no agradamos a Dios por nuestros méritos y sus virtudes, sino ante todo por la confianza sin límites que tenemos en su misericordia.

4. Humildad. Santa Teresa de Jesús afirma que «todo el edificio de la oración se basa en la humildad», es decir, en la convicción de que nada podemos por nosotros mismos, sino que es Dios, y sólo El, quien puede aportar cualquier bien a nuestra vida.

5. Recogimiento. "Deja un momento tus ocupaciones habituales, entra un instante en ti mismo, apártate del tumulto de tus pensamientos. Arroja lejos de ti las preocupaciones que te agobian y deja a un lado las inquietudes que te hacen perder la paz. Reposa en Dios un momento, descansa en Él, aunque sólo sea unos instantes. Procura cada día entrar en lo más profundo de tu alma, aparta de ti todo, excepto Dios y lo que puede ayudarte a alcanzarlo; cierra la puerta de tu habitación y búscalo en el silencio. Di con todas tus fuerzas al Señor: Busco tu rostro; tu rostro buscaré, Señor" (San Anselmo, Proslogium).

7. ¿Y Dios me habla en la oración? La oración también es un diálogo con Dios. "La oración puede definirse de muchas maneras. Pero lo más frecuente es llamarla un coloquio, una conversación, un entretenerse con Dios. Al conversar con alguien, no solamente hablamos sino que además escuchamos. La oración, por tanto, es también una escucha. Consiste en ponerse a escuchar la voz interior de la gracia, escuchar la llamada" (Juan Pablo II).

"Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué? ¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias... ¡flaquezas!, y hacimientos de gracias y peticiones; y amor y desagravio. En dos palabras, conocerle y conocerte: tratarse" (San Josemaría, Camino, n. 91).

8. Excusas para no hacer oración. 1. La falta de tiempo. Nunca hemos visto que alguien muera de hambre porque no tiene tiempo de comer. Siempre hay tiempo (¡o se busca!) para hacer lo que se considera vital. 2. La falta de ganas. Sólo rezo cuando me apetece. Rezamos para agradar a Dios. Nuestra oración depende de nuestra fe, no del estado de ánimo. 3. Dios no me habla. No avanzo.

9. ¿Por dónde empiezo a hacer oración? Para aprender a hacer oración, el mejor libro es el Evangelio. El Señor nos dice cómo tenemos que rezar en la parábola del publicano y el fariseo (con humildad) y en la de la viuda ante el juez injusto (con perseverancia y constancia: aunque no tengamos ganas o no sintamos nada). "Velad y orad para no caer en la tentación" nos dice el Señor, y nos lo enseña con su propia vida: reza antes de elegir a los apóstoles; por la mañana temprano hacía un rato de oración; con frecuencia se llevaba a los apóstoles a un lugar solitario para rezar. Modelo de oración: la oración de Jesús en Getsemaní.