14.1.08

Ideas sueltas sobre la filiación divina

«El hombre es en la tierra la única creatura que Dios ha querido para sí misma». El hombre tal como ha sido «querido» por Dios, tal como Él lo ha «elegido» eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente «cada» hombre, el hombre «mas concreto», el «más real»; éste es el hombre, en toda la plenitud del misterio, del que se ha hecho partícipe en Jesucristo, misterio del cual se hace partícipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres vivientes sobre nuestro planeta, desde el momento en que es concebido en el seno de la madre (Redemptor Homini).

A Juan Pablo II lo veían inofensivo porque hablaba de la dignidad de la persona humana, y los rusos pensaban que esto era muy teórico... Creían ue sería un buen Obispo de Cracovia porque no se metería en política... ¡Qué cortos...!

Cfr. J. Echevarría, Itinerarios de vida cristiana, p. 15.

Hacerse como niños: confianza y abandono.

El pecado que más duele a nuestro Señor es la desconfianza.

El hombre es un ser relacional. Si la primera y principal relación -con Dios- no es buena, ninguna otra puede ser buena (Ratzinguer, La sal de la tierra, p. 25).

Cuando un niño pequeño está jugando con un juguete peligroso y su madre se lo aparta, el crío se enfada porque no ve el peligro. La madre actúa con fortaleza movida por el amor, por el cariño. Así hemos de razonar sobrenaturalmente ante lo que no entendemos: Dios es mi padre y me quiere, y quiere para mi lo mejor, aunque provoque en mi sentimientos de rebeldía.

Tus acciones, Señor, son mi alegría,

y mi júbilo, las obras de tus manos.

¡Qué magníficas son tus obras, Señor,

qué profundos tus designios!

El ignorante no los entiende

ni el necio se da cuenta.

“Enamorado e identificado con Cristo, el Fundador del Opus Dei invitaba a descubrir las riquezas de la filiación divina, fundamento de la vida del cristiano, que para los fieles del Opus Dei se traduce —son palabras suyas— en un deseo ardiente y sincero, tierno y profundo a la vez, de imitar a Jesucristo como hermanos suyos, hijos de Dios Padre, y de estar siempre en la presencia de Dios. Filiación que lleva a vivir vida de fe en la Providencia y que facilita la entrega serena y alegre a la divina Voluntad” (Vázquez de Prada).

A Jesús le pregunta Caifás si es el Hijo de Dios. Responde que si, y es condenado a la Cruz. De la filiación divina brotan muchas consecuencias, una de ellas es la mortificación, el amor a la Cruz.

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