Varsovia, 31 de julio de 2007
Es lo mejor que podemos hacer en esta tierra, lo más provechoso para nosotros y para la humanidad.
"De igual manera, todo lo que el hombre hace para conseguir una mayor justicia, una más extensa fraternidad, un orden más humano en sus relaciones sociales vale más que el progreso técnico. Porque éste puede ciertamente suministrar, como si dijéramos, el material para la promoción humana, pero no es capaz de hacer por sí solo que esa promoción se convierta en realidad" (CV II 35-36).
El meollo de nuestro apostolado: "Dios, infinitamente Perfecto y Bienaventurado en sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para que tenga parte en su vida bienaventurada". Dios quiere hacer feliz al hombre (CIC, n, 1).
Camino, 934 "El celo es una chifladura divina de apóstol, que te deseo, y tiene estos síntomas: hambre de tratar al Maestro; preocupación constante por las almas; perseverancia, que nada hace desfallecer".
1. Hambre de tratar al maestro
"Hijos: predicad siempre a los nuestros —y a todos— que el problema de la eficacia de la labor apostólica es corresponder a la gracia de Dios, con alegría y con garbo ante la Cruz de cada día, con santidad personal" (San Josemaria, Carta a los de la 3 promoción de sacerdotes -D. Juan Antonio G-L-).
2. Preocupación constante por las almas
A D. Blas Garcia de Quesada le preguntaron antes de morir si queria algo. Contesto que si: queria las quinientas. Se lo dijeron al Padre y comento: 'se muere como se ha vivido'.
3. Perseverancia, que nada hace desfallecer
"El amor es una cosa muy delicada; es muy fuerte, porque empuja al heroismo, pero muy sensible porque se enfria enseguida con la negligencia y el descuido" (Lorda, Para ser cristiano).
"El hecho de que una persona pierda su fervor, su impulso y su generosidad en el amor a Dios y al prójimo, obedece muy a menudo al desaliento, es decir, a una especie de desesperanza oculta que ha comenzado a invadir el corazón con un efecto desmovilizador. A causa de los fracasos, las decepciones, las dificultades, la experiencia de nuestra miseria y las inquietudes que nos desasosiegan, perdemos nuestra energía y «bajamos los brazos». En este caso, el remedio (es decir, el modo de hacer rebrotar el amor) no reside en un esfuerzo voluntarista, sino en reanimar la esperanza, en reencontrar una nueva confianza en lo que Dios, por grande que sea nuestra miseria, puede hacer por nosotros y en lo que nosotros podemos realizar con la ayuda de la gracia" (Philips, La libertad interior).
"La perseverancia en el amor es cierta perfección del amor mismo, una cualidad que lo avalora y que demuestra su autenticidad. El corazón humano sufre los vaivenes de la vida, está expuesto a la inconstancia porque se apega a lo sensible, que cambia y desaparece; por eso el hombre tiende fácilmente a abandonar la búsqueda de los ideales nobles y altos, que cuestan esfuerzo y exigen perseverancia" (Eucaristía y vida cristiana).
El gran ideal de nuestra vida: convertir todos los momentos y circunstancias de nuestra vida en ocasión de amar a Dios y de servir a los demás
"No puede ocultarse la luz de los cristianos. Nada hay más frío que un cristiano que no se preocupe de la salvación de los demás.
No puedes excusarte con la pobreza, pues aquella viuda que echó dos monedas de cobre te acusará. Y Pedro decía: No tengo plata ni oro. El mismo Pablo era tan pobre que frecuentemente pasaba hambre y carecía del alimento necesario.
No puedes aducir tu baja condición, pues aquéllos eran también humildes, nacidos de baja condición. Tampoco vale el afirmar que no tienes conocimientos, pues tampoco, ellos los tenían. Ni te escudes detrás de tu debilidad física, pues también Timoteo era débil y sufría frecuentemente de enfermedades.
Todos pueden ayudar al prójimo con tal que cumplan con lo que les corresponde.
¿No veis los árboles infructuosos, cómo son con frecuencia sólidos, hermosos, altos, grandiosos y esbeltos? Pero, si tuviéramos un huerto, preferiríamos tener granados y olivos fructíferos antes que esos árboles; esos árboles pueden causar placer, pero no son útiles, e incluso, si tienen alguna utilidad, es muy pequeña. Semejantes son aquellos que sólo se preocupan de sí mismos; más aún, ni siquiera son semejantes a esos árboles, porque sólo son aptos para el castigo. Pues aquellos árboles son aptos para la construcción y para darnos cobijo. Semejantes eran aquellas vírgenes de la parábola, castas, sobrias, engalanadas, pero, como eran inútiles para los demás, por ello fueron castigadas. Semejantes son los que no alimentan con su ejemplo el cuerpo de Cristo.
Fíjate que ninguno es acusado de sus pecados, ni que sea un fornicador, ni que sea un perjuro, a no ser que no haya ayudado a los demás. Así era aquel que enterró su talento, mostrando una vida intachable, pero inútil para los demás.
¿Cómo, me pregunto, puede ser cristiano el que obra de esta forma? Si el fermento mezclado con la harina no transforma toda la masa, ¿acaso se trata de un fermento genuino? Y, también, si acercando un perfume no esparce olor, ¿acaso llamaríamos a esto perfume?
No digas: "No puedo influir en los demás", pues si eres cristiano de verdad es imposible que no lo puedas hacer. Las propiedades de las cosas naturales no se pueden negar: lo mismo sucede con esto que afirmamos, pues está en la naturaleza del cristiano obrar de esta forma.
No ofendas a Dios con una contumelia. Si dijeras que el sol no puede lucir, infliges una contumelia a Dios y lo haces mentiroso. Es más fácil que el sol no luzca ni caliente que no que deje de dar luz un cristiano; más fácil que esto sería que la luz fuese tinieblas.
No digas que es una cosa imposible; lo contrario es imposible. No inflijas una contumelia a Dios. Si ordenamos bien nuestra conducta, todo lo demás seguirá como consecuencia natural. No puede ocultarse la luz de los cristianos, no puede ocultarse una lámpara tan brillante" (San Juan Crisóstomo, sobre el libro de los Hechos de los apóstoles (Homilía 20, 4: PG 60,162-164)
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